CUBA; ¿un fósil prehistórico?

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Esquema histórico

El Caribe ha sido la puerta de todos los poderes hacia América Latina. Primero para su formación, luego para disputar las hegemonías. Por eso se le ha llamado la "frontera imperial" de América Latina. Por allí penetraron España, Holanda, Francia, Inglaterra, Estados Unidos y la URSS. Las Antillas mayores y menores han sido la "frontera débil" de América Latina y, a la vez, las islas estratégicas, tanto para el ataque como para la defensa. Las islas tienden de suyo a ser sociedades unificadas pero, si no son grandes islas, forman pequeños Estados, de escaso poderío. Así, el Caribe muestra una extraordinaria fragmentación de pequeños poderes. Por cierto, en el Caribe no pudo nunca, ni podrá, surgir ningún gran Estado. El "poder", en el Caribe, ha sido siempre extra-caribeño. Este es el primer dato histórico.

El Caribe nació como ruta de los dos centros de riqueza del Imperio hispánico de las Indias: México y Perú. Luego alcanzó cierta consistencia propia: el monocultivo azucarero fue su riqueza y su miseria, la esclavitud y la trata de negros. El azúcar fue una de las "drogas" más preciadas para Occidente. Jamaica, Haití y Cuba le deben en su mayor medida lo que son, pues allí estuvo el mayor apogeo de la producción de azúcar -dejemos fuera al Brasil, donde las posibilidades han sido y son muy otras-. La consistencia económica en las Antillas era también su inconsistencia: mono-economías de exportación, de escaso mercado interno. Sin el apoyo o sostén en grandes mercados internos no hay poderes consistentes en la historia. Hace unos años, un obispo dominicano muy inteligente me decía: "Nuestro drama son los límites de nuestra fuerza. Somos «economías de postre»: cacao, azúcar, bananas, café, ron, habanos y ahora turismo". Con lo de "economías de postre" quería subrayar que eran fácilmente prescindibles y sustituibles. Este es el segundo dato histórico.

El tercer dato histórico es el cambio en la geopolítica mundial y los nuevos sistemas de comunicaciones, que dejan al Caribe y sus Antillas desprovistas de valor estratégico fundamental. Ya no son más puerta necesaria de acceso o de control para nadie. Por un lado, la URSS se ha disuelto, por otro lado, el único gran poder latinoamericano se apresta a integrar con Estados Unidos y Canadá un mercado común. El cambio de escenario es tan gigantesco en estos últimos años, que hace que la isla de Cuba tenga hoy un valor estratégico menor. De punta de lanza candente de la URSS, al disolverse ésta, queda súbitamente convertida -desde el punto de vista geopolítico- en un fósil prehistórico. Anterior a la época actual, ya de modo sideral. Y eso, tenga Cuba el régimen "interno" que fuere. Si no se adapta a las nuevas condiciones, simplemente se suicida. No adaptarse de algún modo es suicidarse. Siempre hay varios caminos posibles. Si una élite política quiere suicidarse, allá ella, pero que no pretenda llevar a su pueblo al holocausto gratuito.

De lo sublime a lo ridículo hay un paso. Pero se vuelve incalificable si ese paso es sangriento y destructor de un pueblo. Es tarea de políticos responsables evitar justamente esa atroz y grotesca sangre ridícula. ¿Qué no es el fin de la historia que queríamos? Hace milenios que la sabiduría de los pueblos sabe que el hombre no es el supremo Dios de la Historia. Ay de los soberbios. Su final no es el más digno sino, por el contrario, se vuelve más indigno al hacerse contradictorio con su pueblo, con la vida de su pueblo. Pero terminemos este recuento-reflexión histórico.

Cuba fue el trampolín de la conquista de México. La Habana fue puerto y fortaleza de las flotas españolas, codiciada por sus enemigos. Pero la sociedad en Cuba tardó mucho en desarrollarse. Todo comenzó a partir de la primera revolución independentista de Haití, en la última década del siglo XVIII. La rebelión de los esclavos en Haití dejó a este país aislado, con su producción destruida y sin conexiones exteriores. Quedó desde entonces libre, pero atrasado y marginado. No pudo o no supo reinsertarse en el nuevo contexto histórico del siglo XIX. Es lo que aprovechó Cuba para suplantarlo, con una "modernización esclavista". Desde 1790 nace la "sacarocracia" cubana, y la diminuta sociedad criolla se vuelve minoritaria con el alud de esclavos negros.

Es el trágico comienzo de la gestación del pueblo cubano actual. Este es el nacimiento auténtico de la Cuba contemporánea. Diferente al resto de América Latina, que en aquellos tiempos realizaba múltiples "independencias". En su paradoja al "despegue", Cuba no necesitaba la "independencia". Primero tuvo el aporte del subsidio mexicano, luego contó sin dificultades con el libre comercio. Estados Unidos, proyectándose sobre América Latina, quiso comprar la isla varias veces a España. Su último intento fue previo a la guerra de 1898. En realidad, Cuba quedó con España, porque Estados Unidos e Inglaterra se neutralizaron mutuamente, hasta que a fines del siglo XIX, Inglaterra dejó vía libre tanto en las Antillas como en el canal transoceánico.

Bolívar y el mexicano Lucas Alamán quisieron preparar una expedición libertadora de Cuba. Estados Unidos se opuso. México y Bolívar se vieron arrastrados por la anarquía, y Cuba estaba relativamente indiferente en su "despegue". Pero la economía de Cuba fue ligándose de más en más, en todo el siglo XIX, al emergente poder de Estados Unidos, como su mercado esencial desde que Europa fue desarrollando el sustituto proteccionista azucarero de la remolacha. Y España fue tornándose, de más en más, superflua, aunque abasteciendo a Cuba con una creciente emigración, de la que nacerán Martí y Fidel Castro.

En 1895, el 85% de las exportaciones de Cuba iban hacia Estados Unidos. Luego de la independencia, las inversiones norteamericanas en los ingenios azucareros, y en la trama bancaria y comercial, se hicieron totalmente dominantes. Una gravitación irresistible. Cuba nace a la independencia bajo el protectorado de la Enmienda Platt, que jurídicamente fue abolida en 1934 como resultado de las primeras grandes agitaciones democráticas y nacionalistas en Cuba, y de la Conferencia Panamericana de Montevideo, con su afirmación del Principio de No Intervención. Y, además, con el comienzo de la Política de Buena Vecindad de Franklin Delano Roosevelt.

Toda esta situación objetiva, explica que en su obra “El Uruguay Internacional” (Ed. Grasset. París. 1912), en el capítulo "Los pueblos pequeños: casos que enseñan", el Dr. Luis Alberto de Herrera tomara como uno de sus referentes a la Cuba de entonces, e iniciara su reflexión histórica sin vueltas: "En 1898 se declara, en forma oficial, la influencia yankee en la isla de Cuba. Pero desde época remota venía avanzando esa promesa invasora, siempre en marcha, que sólo la absorción total interrumpirá". Herrera conocía bien la historia de Cuba y recuerda las célebres palabras del presidente John Quincy Adams (1823): "Hay leyes de gravitación política, como hay de gravitación física: así como una manzana separada de su árbol por la fuerza del viento, no puede, aunque quiera, dejar de caer al suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, e incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión norteamericana, y hacia ella exclusivamente, mientras que la Unión, en virtud de la propia ley, le será imposible dejar de admitirla en su seno".

Pero hubo una extraordinaria situación histórica que invirtió esa ley de gravitación. Una sorprendente conjunción de factores internos y externos cambió el panorama a partir de 1959. Inevitablemente, una revolución democrática se volvió revolución social, y afectó necesariamente los intereses económicos dominantes norteamericanos. El 8% de los terratenientes ocupaba el 75% de las tierras cultivables. ¿Cómo sobrevivir en un enfrentamiento con Estados Unidos? Cuba tuvo una salida excepcional: el contexto mundial bipolar hacía que sólo la URSS pudiera que sostenerlo abiertamente. Y eso por el equilibrio atómico y los misiles intercontinentales. Sólo por ese momento, en plena euforia del proceso de descolonización en África y Asia, en el nacimiento del Tercer Mundo, la pequeña Cuba se independizó de Estados Unidos, pero con un costo: la ley de gravitación operó a favor de la URSS, que tuvo el precio de un gran subsidio, de la compra del azúcar, con una gran ganancia geopolítica. También Cuba tuvo otro costo: debió adoptar el sistema totalitario colectivista, el marxismo leninismo de sello stalinista. La independencia total de Estados Unidos sólo tenía esa alternativa. Pero hoy esa alternativa ha terminado. ¿Y entonces? Todo se replantea otra vez.

En una nueva gestación del sistema mundial

Nuestro mundo ya no es ni el siglo XIX, ni el bipolar de la USA-URSS de 1945 a 1989. La "ley de gravitación" tendrá inevitablemente nuevas formas y nuevas complejidades. Pienso que ya no podrá ser tan "unívoca" como antes. En el siglo pasado el destino presentó a Cuba varias opciones: hubo "anexionistas", "autonomistas" e "independentistas". Los anexionistas aceptaban sencillamente la "ley de gravitación" y querían incorporarse a los Estados Unidos. Los autonomistas pensaban que debían mantenerse los vínculos orgánicos con España, porque la independencia era una ilusión que conducía a la anexión norteamericana. Entonces era mejor tener autonomía dentro de España, que por lo menos era culturalmente afín, en tanto que las otras vías conducían a la "descaracterización", a una inevitable desnacionalización.

Los independentistas, con Martí, pensaban que podían llegar a ser parte de una América Latina más pujante. A la verdad, ninguna de las tres opciones se cumplió tal cual, en la complejidad del proceso histórico. Cuba es el país más importante del Caribe, tiene ya demasiada "historia propia", y entonces diríamos que hoy el "anexionismo" está más cerca y más lejos que nunca. Esta contradicción está en la base del endurecimiento actual de Cuba. Sólo si la Cuba tiene garantías de que "liberalizar" no es igual a transferir automáticamente el poder a Miami, podrá entrar paulatinamente en una economía de mercado, mixta en distintos grados, y en libertades políticas que eviten una inmensa tragedia. Tragedia que no beneficia, por supuesto, ni a Cuba, ni a América Latina ni a Estados Unidos. Todos tienen su parte y responsabilidad en los nuevos caminos.

Pienso que Estados Unidos debe cesar el embargo y el bloqueo. No puede quedar inmóvil esperando la muerte de su enemigo, cuando en esto va la vida de un pueblo. Pienso que los hermanos Castro no pueden invocar presuntas amenazas norteamericanas, como peligro de agresión contra Cuba. Porque Cuba ya no tiene importancia para los Estados Unidos, que con sólo esperar gana. Aunque, reiteramos, el "modo" de ganar puede ser pérdida en otras escalas. Pienso que México, Venezuela y Colombia tienen importancia decisiva en cooperar con Cuba para encontrar formas de apertura paulatina, que nadie pueda interpretar como una "conspiración antinorteamericana". Creo que incluso España tiene un papel que cumplir. En este caso, sabiduría de los fuertes será entrar últimos. Los más fuertes hoy son Estados Unidos y los emigrados de Miami. Pero no pueden pretender sin más, la situación de una vuelta de campana. Si lo pretenden, encierran a Fidel Castro y a su hermano Raúl en la dureza, y se hacen también responsables de la tragedia.


ALBERTO METHOL FERRE