AMÉRICA LATINA: El Término

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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El término de “ América Latina” tiene una larga historia. Con él se quiso indicar el conjunto de pueblos y de nuevos estados surgidos en el Continente Americano tras las independencias de España y de Portugal. Aunque el término empezó a usarse tímidamente ya muy pronto, en la tercera década del siglo XIX, para aglutinar a aquellos nuevos Estados frente a la política cultural y económica de los Estados Unidos, indicando unas raíces históricas, políticas y culturales comunes; entrará de lleno en el uso común sólo a partir de la segunda mitad del siglo, prefiriéndolo al de “Hispanoamérica” e incluso al de “Iberoamérica”.


América española” podía cobijar a las solas antiguas posesiones españolas y no a Brasil. En la década de 1830 el francés Michel Chevalier ya apunta a la latinidad del subcontinente, en oposición al carácter germánico o sajón de los Estados Unidos. En la segunda mitad del siglo, fue el colombiano José María Torres Caicedo quien “con más temprana conciencia de su porvenir histórico, aplicó a nuestra América -en español- el calificativo de latina[1].

Es por tanto erróneo afirmar como lo hace Braudel[2], que fue Francia “y no sin segundas intenciones y después toda Europa las que han concedido el epíteto de latina”. Llorca y otros autores [3]afirman que las Academias de la Lengua Castellana reunidas en Bogotá en 1960 “han desterrado del vocabulario oficial la expresión América Latina”. Sobre lo anterior escribe E. Cárdenas que “En el correspondiente Boletín de la Academia, 10 (Bogotá 1960), N° 36, están las Actas del Congreso pero no hemos encontrado la decisión mencionada[4]. El trasfondo histórico efectivo del adjetivo «latino» parece de carácter romántico. Juega también su papel la oposición entre lo sajón del Norte y lo latino del Sur. En la carta de convocación del Concilio Plenario de América Latina, firmada por León XIII el 25 de diciembre de 1898, el papa habla de “los intereses comunes de la raza latina (latini nominis) a quien pertenece más de la mitad del Nuevo Mundo”. La traducción “raza latina” es oficial.

Dada la importancia del término « América Latina» como indicación precisa de uno de los dos “polos” continentales, queremos añadir algo más sobre el asunto. A nivel continental, Estados Unidos estaba pilotando una serie de iniciativas para fomentar una cohesión a su servicio. Tal es el ejemplo de las Conferencias Interamericanas; la primera de estas reuniones, preparada por James Blaine ya desde 1881, se celebró en Washington en 1889-1890[5]. Los propósitos de Blaine habían sido vivamente criticados por Torres Caicedo, quien murió en 1889. El “panamericanismo” había nacido con objetivos económicos, no culturales. Pero en seguida se usarán los segundos para sostener los primeros. La primera conferencia citada de Washington tuvo tres temas económicos: 1) la unión aduanera; 2) formar una unidad monetaria común a toda América; 3) fundar un banco inter-americano que facilitara el crédito y las inversiones.

Estos propósitos tan ambiciosos tuvieron solamente una pequeña realización en la creación de la Oficina de Comercio, fundada el 14 de abril de 1890, que se convirtió en el día de las Américas[6]. Todo ello coincidía con la eclosión de la sociedad industrial norteamericana y de su poder mundial. Washington tenía proyectos muy concretos sobre el continente desde tiempos atrás, como lo demuestran las continuas invasiones y rapiñas perpetradas contra México, y como lo demuestran sus casi inmediatas intervenciones neocoloniales en Santo Domingo, América Central, Cuba, Puerto Rico (y Filipinas), Colombia, Venezuela y la creación de nuevos países “títeres”. Las potencias europeas como Inglaterra, Francia y Alemania se opusieron al proyecto norteamericano que mermaba sus intereses.

También algunos latinoamericanos, como el argentino Sáenz Peña, reaccionaron contra el colonialismo norteamericano formulado por Blaine. La fundación de la “Unión Iberoamericana”, los festejos por primera vez del Centenario (el IV en 1892) del Descubrimiento de América y otros acontecimientos, ayudaron a que creciera una conciencia de “latinoamericanismo” (donde se incluía a Brasil). Ello constituía finalmente los comienzos de un movimiento que quería subrayar las raíces culturales comunes. En 1900 se celebrará en Madrid también un Congreso Hispanoamericano de carácter económico, que desgraciadamente produjo pocos frutos. Lo único que quedaba eran las tenues raíces de una conciencia destinada a crecer a lo largo del siglo XX.

Al polo opuesto, Norteamérica continuó con su política claramente confesada en la segunda Conferencia de 1901 y en el que el tema económico deja de ser central y se habla de otros proyectos globales. La empresa libre norteamericana será respaldada por el gobierno norteamericano que la respaldará con sus marines y sus cañoneras. Estados Unidos, convertido ya en una potencia mundial, entra poderosamente en la escena con su intervención en la Gran Guerra de 1914-1918[7]. Su éxito hizo pasar la capital económica del mundo desde Londres a Nueva York. Por lo que la progresiva expansión económica y cultural norteamericana en América Latina es ya imparable[8]. En esta política jugaba un papel fundamental su promoción de la invasión del continente por parte de las sectas e iglesias protestantes norteamericanas[9].

Se delineaba la formación de dos bloques culturales en el seno del Continente : el “anglosajón” del Norte y el “Latino” del Centro-Sur. Los nuevos “modelos de conflicto iban a ser cada vez más ante todo culturales y no sólo económicos. Tal es cuanto sostiene el politólogo norteamericano y director del Centro de Estudios Estratégicos de la Universidad de Harvard, Samuel Huntingon en un artículo ya famoso aparecido en Foreing Affairs, vol. 72, n.3. (El artículo lleva por título “¿Choque de las civilizaciones ?”). El analista histórico uruguayo Alberto Methol Ferré escribía a propósito de este tesis en la que Samuel Huntingon excluye América Latina: ”Huntington ni se molesta en justificar su exclusión de América Latina como otra variante de la cultura occidental. Nos deja en un limbo proprio, que no se sabe qué es. Más bien parece un menosprecio prejuicioso estilo wasp (blanco, anglosajón y protestante) por sus vecinos hemisféricos latinoamericanos mestizos, pero que no resiste el menor análisis cultural, incluso desde los presupuestos de Huntington […].No hay duda que América Latina es mestiza de un modo que no lo es Estados Unidos, es decir, con su base indígena pre-colombina, pero su cultura es en conjunto totalmente occidental, por mediación de phylum hispano-lusitano, y tiene la peculiaridad - entre otras -. De ser un occidente subdesarrollado en varios aspectos. De los restos arcaicos de las culturas indígenas, si bien son relevantes ante todo como cuestión social, carecen de toda viabilidad histórica, salvo para antropólogos financiados por universidades y fundaciones norteamericanas...Huntington nos considera un área cultural distinta y opuesta a la de Norteamérica. Un hecho obvio y reconocido: el continente americano se divide en dos áreas culturales distintas...”[10]

Ya desde los comienzos de las independencias hispanoamericanas, a partir de México, la política promovida explicitamente por el primer embajador norteamericano Joel Robert Poinsett pretendía “descatolizar” y “deshispanizar” a México y promover el protestantismo cultural, religioso y político del mundo anglosajón norteamericano[11]. El historiador mexicano José de Vasconcelos acuñará el término de “poinsettismo”, aplicado a México, para indicar tales propósitos.

Notas

  1. ARDAO, ARTURO, Génesis de la idea y el nombre de América Latina, Caracas 1980, p. 74
  2. BRAUDEL, F., Las civilizaciones actuales, Madrid 1973 (4), p. 371.
  3. LLORCA, B., y otros autores, Historia de la Iglesia católica, t. IV, BAC, 76, Madrid 1963 (3), pp. 686-687
  4. CARDENAS, E., “La vida Católica en América Latina”, en QUINTIN ALDEA - E. CARDENAS., Manual de Historia de la Iglesia. La Iglesia del siglo XX en España, Portugal y América Latina, vol. X, Herder, Barcelona 1987, 415.
  5. Cf. C. VENTURA COROMINAS, Historia de las Conferencias Interamericanas, Buenos Aires 1959.
  6. A. METHOL FERRE’, Nueva dialéctica histórica en América Latina, Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, Colección Diálogo y autocrítica, n. 39, México D.F. 1995.
  7. Había visto bien, mas de un siglo antes, en 1783, el conde de Aranda, ministro de Carlos III de España escribiendo al rey tras la paz de París.
  8. Cf. METHOL FERRE Alberto’, Nueva dialéctica histórica en América Latina..., 32-44.
  9. E. CARDENAS, “La vida Católica en América Latina”, en QUINTIN ALDEA - E. CARDENAS, 512, nota 175, cita a C. CRIVELLI, Directorio protestante de la América Latina, 88-94. Este autor recoge la frase del presidente Th. Roosevelt, en la entrevista a Nahuel Huapí : “La absorción de la América Latina sería muy difícil mientras esos países sean católicos”. Los Protestantes y la América Latina, 36.
  10. Methol Ferré Alberto, obra citada
  11. Cfr. Fuentes Mares José. Poinsett, historia de una gran intriga. Oceano, México, 1982

BIBLIOGRAFÍA

ARDAO, ARTURO, Génesis de la idea y el nombre de América Latina, Caracas 1980.

CARDENAS, E., “La vida Católica en América Latina”, en QUINTIN ALDEA - E. CARDENAS., Manual de Historia de la Iglesia. La Iglesia del siglo XX en España, Portugal y América Latina, vol. X, Herder, Barcelona 1987

BRAUDEL, F., Las civilizaciones actuales, Madrid 1973 (4)

LLORCA, B., y otros autores, Historia de la Iglesia católica, t. IV, BAC, 76, Madrid 1963 (3)

METHOL FERRE’ Alberto, Nueva dialéctica histórica en América Latina, Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, Colección Diálogo y autocrítica, n. 39, México D.F. 1995.


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ