JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN; Procesos de beatificación y de canonización

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN; procesos de beatificación y de canonización.

El acontecimiento del 12 de diciembre de 1531 acerca de las apariciones de la Virgen de Guadalupe y su mensaje en la colina del Tepeyac, tuvo como actor humano al indio “chichimeca” Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Tres hechos fundamentales acontecieron desde la aparición de la imagen de la Virgen de Guadalupe en la tilma de Juan Diego, y son los siguientes: 1. la devoción y veneración a la sagrada imagen. 2. el mismo mensaje al indio Juan Diego. 3. la importancia del lugar de las apariciones como centro de culto para México, para toda América y ahora para todo el mundo.

Los historiadores han probado con documentos que estas constantes de devoción a la imagen de la Virgen de Guadalupe han sido ininterrumpidas, y que dentro de esta veneración a la Guadalupana, también se ha manifestado la admiración por el mensajero Juan Diego, a quien sus coterráneos le han tenido como “muy buen indio y muy buen cristiano”. Ya lo primero: “muy buen indio”, bastaría para calificarlo como virtuoso, no en el sentido completo que da la Iglesia a esa palabra, pero sí en el de alguien profundamente coherente con sus principios y perseverantemente fiel a ellos hasta el heroísmo.

El Evento que protagonizó Juan Diego constituye un ejemplo insuperado de lo que hoy llamamos “Inculturación”. Es decir: que hace casi cinco siglos y en circunstancias totalmente adversas, Dios realizó a perfección algo que nosotros, a partir del Concilio Vaticano II, querríamos aplicar en todo anuncio evangélico, especialmente en nuestras misiones, es decir: predicarlo a partir de la cultura de los oyentes, adaptándose el predicador a ella y no pretender que ellos adapten y adopten la de él.

1.-Aspectos jurídicos; en el siglo XVII

Juan Diego Cuauhtlatoatzin nació, al parecer, hacia el 1474 y debió morir en 1548. Es el vidente de Santa María de Guadalupe y su “embajador-mensajero”, como es llamado por algunas de las primitivas fuentes indígenas guadalupanas. Fue beatificado precisamente en basílica de Guadalupe de la ciudad de México, el 6 de mayo de 1990 por SS. Juan Pablo II durante su segundo viaje apostólico a México.

La historia de su Causa está estrechamente unida a la del Hecho guadalupano. Desde el punto de vista jurídico, se abrió un proceso en 1666 para reconocer el Hecho. La petición fue firmada por el Obispo de Puebla, Gobernador de la Arquidiócesis de México, sede vacante, y por el virrey de la Nueva España[1]. La primera etapa de las Informaciones Jurídicas tuvo lugar del 3 de enero al 14 de abril de 1666. La averiguación se hizo con testigos indígenas vecinos de Cuautitlán, donde habían conocido bien al indio Juan Diego. Esta información canónica y solemne en Cuautitlán, se obtuvo gracias a ocho indígenas, cuyas edades fluctuaban entre los 80 y los 115 años. La segunda etapa se desarrolló del 18 de febrero al 11 de marzo del mismo año; en esa ocasión se les levantó información también oficial y solemne en la ciudad de México a doce españoles: diez eclesiásticos y dos seglares. Las Informaciones Jurídicas de 1666 son uno de los documentos más importantes que tenemos; en donde, bajo toda la plena forma canónica, con testigos que se expresaron bajo juramento y preguntas concretas, nos ofrece datos precisos sobre las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe y del indio Juan Diego, y un entorno más de cerca de lo que aconteció en realidad. En 1667 la Santa Sede recibió la misma petición que fue solamente leída[2].

Pero ya en 1658 tenemos un documento, conservado en la Biblioteca Apostólica Vaticana, fondo Chigiano: F IV 96 ff 16, titulado Historica narratio… imaginis SS Virginis Mariae vulgo de Guadalupe in Indiis nuncupate quae Mexici, mirabili modo… anno 1531 apparuit DD fr Joanni de Zumarraga. En el siglo XVIII, en 1739, el erudito e historiador Lorenzo Boturini Benalluci recogió una buena cantidad de documentos sobre el hecho Guadalupano y sobre el indio vidente Juan Diego; muchos de estos documentos se perdieron cuando el erudito citado fue expulsado de la Nueva España; sin embargo, más adelante, algunos serían hallados en archivos y colecciones privadas[3]. Benedicto XIV acogió las peticiones de las autoridades eclesiásticas y civiles de la Nueva España y declaró la Virgen de Guadalupe en 1754 como patrona principal de la Nueva España. Por su parte, ya entonces la Sagrada Congregación de los Ritos concedió misa y oficio especiales para el 12 de diciembre, solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe[4].

2.- Aspectos jurídicos; en el siglo XIX

Finalmente en el siglo XIX, a pesar de las agitaciones y conflictos en México, los obispos mexicanos obtuvieron en 1894, la concesión por parte de la sagrada congregación de ritos para la coronación canónica de la Virgen de Guadalupe;[5]en la petición para la coronación fueron presentadas de nuevo las Informaciones Jurídicas de 1666 usadas como respuestas a las “animadversiones” (dificultades suscitadas sobre el caso). En el México de las primeras décadas del siglo XX, sumergido en continuos dramas, la Virgen de Guadalupe y su “mensajero” Juan Diego constituyeron un punto constante de referencia para el pueblo católico. León XIII, a petición explícita del episcopado mexicano, concedió la Misa y Oficio propios para Ntra. Sra. de Guadalupe, renovando el ya concedido por Benedicto XIV e incluyendo en ellas referencias más explícitas del Hecho histórico Guadalupano y de Juan Diego, citando en este caso en las lecciones del Breviario, parágrafos enteros del Nican Mopohua.

El Concilio plenario latinoamericano de 1899 puso e invocó a la Virgen de Guadalupe, y por lo tanto al acontecimiento Guadalupano, como punto de referencia fundamental para entender el catolicismo en América Latina, y para relanzar una etapa evangelizadora. Las mismas referencias se encuentran en el magisterio de León XIII.

3.-Aspectos jurídicos; en el siglo XX

En tiempos de San Pio X y en concreto en 1910, los obispos mexicanos a los que se unen un gran número de obispos latinoamericanos e incluso fuera del continente latino, pidieron al Papa la proclamación de la Virgen de Guadalupe como patrona de toda la América Latina y la extensión litúrgica de su fiesta a todo el continente. En tiempos del Papa Pio XI, que tuvo diversas intervenciones dirigidas a México en las que recuerda siempre el acontecimiento Guadalupano, unos 500 obispos de todo el continente americano y de otras partes del mundo dirigieron al Papa una carta postulatoria firmada individualmente y fechada el 12 de septiembre de 1933, en la que se pide al Santo Padre la extensión de la fiesta y del patronazgo de Nuestra Señora de Guadalupe a todo el continente. Lo mismo habían pedido y obtenido ya los obispos de Filipinas para ese país.

En 1974, al celebrarse el V Centenario de la hipotética fecha del nacimiento de Juan Diego, algunos en México propusieron ya su canonización con el objetivo de proponerlo como modelo de seglar cristiano[6]. SS. Juan Pablo II habló de Juan Diego como de un personaje histórico y fundamental en la historia de la evangelización de México durante su primera Visita pastoral a México en 1979, y los obispos mexicanos volvieron a insistir sobre su canonización, hecho profundamente sentido por gran parte del pueblo mexicano. Se dieron entonces los primeros pasos y el 15 de junio de 1981, la Conferencia episcopal mexicana pidió formalmente su canonización durante su décima Asamblea. La Congregación para la Causa de los Santos informó al entonces arzobispo de México, el Cardenal Ernesto Corripio Ahumada, de los pasos necesarios en tal sentido el 8 de junio de 1982[7]. Fue nombrada entonces una comisión histórica que preparó el material necesario. El 19 de enero de 1984 se nombró un postulador en Roma y se llevó adelante el proceso canónico ordinario exigido en tales casos, desde el 7 de enero de 1984 hasta el 23 de marzo de 1986. La Congregación Romana para la Causa de los Santos aprobó el camino andado el 7 de abril de 1986[8].

El quinto cuestionamiento del interrogatorio de 1666 fue de suma importancia para el proceso de Juan Diego, la pregunta como podemos advertir, fue muy concreta: ¿saben o han tenido tradición que el dicho Juan Diego Indio era hombre de madura edad, y siempre vivió honesta y recogidamente, buen cristiano, temeroso de Dios nuestro Señor, y de su conciencia, sin desdecir sus costumbres, y modo de proceder en cosa alguna, que fuese notable, causando con todo ello, y ajustado proceder con mucho ejemplo a todos los que le conocieron? A lo que contestaron: Marcos Pacheco, por ejemplo dijo de haber conocido muy bien al dicho Juan Diego, y a María Lucía, su Mujer, y a Juan Bernardino, tío del susodicho, que eran nacidos de dicho Pueblo, era un Indio que vivía honesta y recogidamente, y era muy buen cristiano temeroso de Dios, y de su conciencia, de muy buenas costumbres y modo de proceder en tanta manera que en muchas ocasiones les decía a otros: Dios os haga como Juan Diego, y su tío, porque los tenía por muy buenos Indios y muy buenos Cristianos. Los testigos a lo largo del cuestionario hablan de la vida de Juan Diego de cómo dejó su casa después de que murió su esposa, y que se fue a vivir a una casita que se le hizo pegado a la Ermita.

Se publicaron innumerables libros y sermones que ensalzaron y difundieron la veneración de las apariciones. A la Virgen de Guadalupe se le proclamó oficialmente Patrona Principal de toda la Nación, convirtiéndose así en un símbolo orgullosamente nacionalista, no sólo para los indios, sino para todos los nacidos en México. Es largo seguir enumerando los múltiples acontecimientos que ha vivido México siempre al lado de la imagen de la Virgen de Guadalupe, como por ejemplo el inicio del proceso revolucionario de la Independencia por el Párroco de Dolores D. Miguel Hidalgo y Costilla, quien tomó una imagen de la Virgen de Guadalupe y la usó como estandarte de guerra; la imagen es tomada como manifestación de identidad nacional. También en el período más fuerte y sangriento de persecución del gobierno mexicano en contra de la Iglesia que fue del 1926 al 1929, el grito de muchos sacerdotes y seglares antes de ser fusilados fue: “Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe”.

Como se puede apreciar, la historia de Juan Diego viene un tanto opacada por la historia de las Apariciones de la Virgen de Guadalupe; sin embargo se tiene siempre la constante en un segundo término de la presencia del indio Juan Diego, de su fama de virtuoso y de santo. En el año de 1974 al cumplirse el V Centenario del nacimiento del Siervo de Dios, se solicitó a la Santa Sede el comienzo del proceso de canonización proponiéndolo como ejemplo de laico. En el año de 1979 Su Santidad Juan Pablo II visitó por primera vez la República Mexicana, a propósito de la Tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Puebla, y dio un gran impulso a la figura de Juan Diego. Este hecho le dio más importancia al proceso de canonización. En el mismo año de 1979 Su Eminencia el Señor Cardenal Don Ernesto Corripio Ahumada, Arzobispo Primado de México, nombró como postulador para la instrucción diocesana a Mons. Enrique Roberto Salazar y Salazar, quien con un equipo de sacerdotes y laicos comenzó a preparar la documentación para la Causa.

4.- Conclusión de la causa de beatificación de Juan Diego

El 15 de junio de 1981, la Conferencia Episcopal Mexicana, reunida en Asamblea ordinaria envió un escrito a Su Santidad Juan Pablo II para pedir la canonización del Siervo de Dios Juan Diego. La Congregación de las Causas de los Santos con fecha 8 de junio de 1982, informó al Cardenal Ernesto Corripio Ahumada que completara exhaustivamente la información de la Causa, y que se hiciera el nombramiento de un postulador residente en Roma. El problema hasta ese momento era que se estaban haciendo las cosas sin la formalidad jurídica de un proceso ordinario diocesano, pues desde México se mandaban los documentos directamente a la Congregación de las Causas de los Santos.

Su Eminencia nombró entonces al Padre Antionio Cairoli, O.F.M. como postulador romano el 19 de enero de 1984. El sábado 11 de febrero de 1984 se integró jurídicamente el Tribunal, realizándose la sesión de apertura de la Causa. Fueron en total 98 sesiones en las que el Tribunal revisó los documentos que le presentó el Profesor Joel Romero Salinas, Miembro de la Academia Nacional de Historia y Geografía de México, quien fue nombrado Perito en historia y archivística para la Causa en cuestión. El 23 de marzo de 1986 se hizo la sesión de clausura de la Causa en su fase diocesana y se envió a Roma. En Roma se tuvo la sesión de apertura el 7 de abril de 1986 y el Señor Cardenal Ernesto Corripio pidió al Pbro. Lic. José Luis Guerrero, que en Roma trabajara como Colaborador del Relator de la Causa, Mons. Giovanni Papa, en la explicación de los aspectos de la cultura indígena náhuatl y el significado del mensaje teológico Guadalupano. En el año de 1989, después del deceso del Padre Antonio Cairoli, O.F.M., el Señor Cardenal Corripio designó como postulador al Padre Paolo Molinari, S.I.

Se terminó la “Positio” sobre las virtudes, fama de santidad y culto inmemorial y se presentó a la Congregación de las Causas de los Santos, siguiendo los trabajos el entonces Relator General Mons. Giovanni Papa. Se presentó la “Positio” a los Peritos en Historia, lo mismo que a los Teólogos Consultores y al Congreso de Cardenales y Obispos de la Congregación, obteniéndose el voto afirmativo sobre el culto inmemorial y sobre la fama de santidad del Siervo de Dios Juan Diego. El 6 de mayo de 1990 en la ciudad de México Su Santidad Juan Pablo II lo reconoció como Beato al leerse el “Decreto del culto inmemorial”, lo que equivale a una beatificación, llamada en la Santa Sede “beatificación equipolente”.

5.- Animadversiones a la beatificación de Juan Diego

Pocos meses después en la ciudad de México se presentó un caso milagroso de un joven adicto a las drogas quien se lanzó a la calle desde un segundo piso de un edificio, teniendo fracturas que los médicos comprobaron eran mortales. La Madre del joven le pidió a Dios por intercesión del Beato Juan Diego la curación de su hijo y en dos días quedó totalmente curado y sin ninguna señal de droga en la sangre.

Se hizo el proceso diocesano del presunto milagro y lo presentaron en Roma en el año de 1991. En la Congregación de las Causas de los santos en el mes de febrero de 1998, se reunieron cinco Peritos Médicos para estudiar este presunto milagro declarando el caso como extraordinario con un voto de cinco sobre cinco. Por otra parte el entonces Abad de Guadalupe Mons. Guillermo Schulemburg, (y con él en algunas ocasiones Mons. Carlos Warnholtz, Arcipreste de Guadalupe) escribieron antes de la beatificación al Cardenal Ernesto Corripio Ahumada, poniendo sus dudas sobre el hecho histórico guadalupano. En el mismo sentido escribiría el 19 de febrero de 1990 al Sr. Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos Cardenal Angelo Felici; reiteraría la misma posición en una carta dirigida al Sustituto de la Secretaría de Estado el 6 de marzo de 1990 y en otra del 19 de marzo de 1990, dirigida al Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

La posición del Señor Schulemburg está resumida en el siguiente parágrafo de su carta al Señor Cardenal Angelo Felici del 19 de febrero de 1990, en el punto 5: “Existe una hermosa narración que sin duda se escribió, y se fue completando en el s. XVI. Dicha narración se le atribuye a un indio culto llamado Antonio Valeriano*, aunque hay estudiosos aparicionistas que afirman no se puede reconocer al autor original de la misma. Esta narración, escrita en lengua náhuatl, que puede ser de algún insigne misionero del s. XVI, sin duda es preciosa, de un gran valor humano, reivindicadora de la dignidad del indio, especialmente del indio pobre y humilde, de un extraordinario valor catequético. Y no deja de ser una hipótesis aceptable que fue escrita como una representación dramática en cuatro Actos, para mentalizar a los indios en verdades fundamentales de la fe, especialmente por lo que se refiere a la Santísima Virgen María, con la idea de que al venir a venerar a esta Ssma. Señora en el lugar en que se levantó su primera ermita, no la confundieran con la diosa pagana, la Tonantzin, que ellos antes veneraban en dicho lugar, y que era motivo de preocupación para los primeros misioneros, tanto que uno de los más insignes del s. XVI, Fray Bernardino de Sahagún, afirmaba que era sospechoso el culto que le tributaban a María en dicho lugar, y que ellos podían pensar en la Tonantzin y no en la «Dios-inantzin», o sea en la Madre de Dios”.

Más adelante, a finales de 1997, el norteamericano Stafford Poole envió una carta a Mons. Alberto Bovone, Pro-prefecto para la Congregación de las Causas de los Santos, fechada en Los Angeles California el 24 de diciembre de 1997 y acompañada de su libro denominado Our Lady of Guadalupe. The Origins and Sources of a Mexican National Symbol, 1531-1797, editado en The University of Arizona, Tucson & London, 1995, que argumenta algunas pruebas para demostrar la negación del Hecho Guadalupano y la existencia de Juan Diego. Después de estas correspondencias, la Congregación para las Causas de los Santos pasó estas dificultades o “animadversiones” a los Actores de la Causa, por lo que el Arzobispo Primado de México y la postulación de la Causa enviaron a la Congregación para las Causas de los Santos una serie de respuestas a las “animadversiones” citadas.

6.-La Causa de Canonización del beato Juan Diego

Como consecuencia de todo ello, en el mismo año la Congregación de las Causas de los Santos instituyó una Comisión histórica presidida por el historiador Padre Fidel González Fernández, mccj., Consultor de la misma Congregación, para que revisara los documentos de la Causa de canonización del ya Beato Juan Diego, y las posiciones de estos autores y dijera, junto con los demás integrantes de la Comisión, si se podía llegar a una certeza moral de la existencia del Beato Juan Diego. El citado historiador Fidel González Fernández en compañía de más de veinte historiadores y peritos en el Hecho Guadalupano, entre los que se encontraban los mexicanos Lic. José Luis Guerrero Rosado y el Dr. Eduardo Chávez Sánchez, hicieron una investigación histórica sobre el asunto. Revisaron archivos eclesiásticos y civiles, de gobiernos y de privados, tanto en el Vaticano, en España, y en México, donde encontraron el material necesario para llegar a una certeza moral y a la demostración histórica sobre el Hecho Guadalupano, la existencia de Juan Diego, sus virtudes en grado heroico, así acogidas por el pueblo fiel católico y su fama de santidad que continúa hasta nuestros días.

En Congreso ordinario con fecha del 28 de octubre de 1998, se reunieron en la Congregación de las Causas de los Santos el Prefecto del mismo, Cardenal José Saraiva Martins, el Secretario el arzobispo Eduardo Nowak, el Subsecretario Mons. Michele Di Ruperto, el Promotor de la Fe Mons. Sandro Corradini, el Relator General P. Ambrosio Eszer, y los relatores P. Fokcinski, S.I., y Mons. José Luis Gutiérrez, para escuchar la ponencia del presidente de la Comisión histórica P. Fidel González Fernández con los resultados de la investigación sobre la Causa de Canonización del Beato Juan Diego, llegando a la conclusión de que con la investigación presentada, se había obtenido la finalidad sobre la historicidad de Juan Diego y que no había nada en contra desde el punto de vista histórico-crítico para su posible canonización.

El 24 de junio de 1999, fecha en la que se instituyó en México la Postulación General Mexicana para las Causas de Canonización del país, el Cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, pasó la Causa del Beato Juan Diego a la dicha Postulación quedando como postulador de la Causa el sacerdote mexicano de Guadalajara (México) Dr. Oscar Sánchez Barba; más tarde tomaría la dirección de la postulación el sacerdote de la diócesis de México Dr. Eduardo Chávez Sánchez. La Congregación de las Causas de los Santos pidió que se hicieran públicos estos documentos que fueron presentados en la ciudad de México y en Roma, en la Facultad de Historia de la Iglesia. El proceso canónico de la Causa del Beato Juan Diego del presunto milagro para que los Consultores Teólogos den su voto, afirmativo, del Congreso de los Sres. Cardenales y luego la lectura del Decreto del Santo Padre en donde se confirma lo extraordinario del caso.

Dados estos pasos el Papa Juan Pablo II tomó la decisión que le compete como supremo Pastor de la Iglesia de elevar a los altares con la canonización al Beato Juan Diego Cuauhtlatoatzin, llevándolo a cabo singularmente en la misma Basílica de Guadalupe, donde se conserva para la veneración de los fieles la misma “Tilma” de Juan Diego Cuauhtlatoatzin con la imagen en ella estampada de la Virgen. La canonización tuvo lugar el 31 de julio de 2002. Juan Diego Cuauhtlatoatzin entraba así en el catálogo de los santos de la Iglesia Católica, tras haber pedido el Romano Pontífice, según las normas canónicas vigentes, el parecer positivo de todos los Cardenales del mundo, sus colaboradores en el gobierno de la Iglesia católica. El mismo Romano Pontífice dio el anuncio de la canonización, como de norma, en un Consistorio Público, dando a conocer la fecha y el lugar de la canonización. El mismo Papa establecía luego, en la Bula correspondiente, la celebración litúrgica de su fiesta el 9 de diciembre (primer día de las apariciones en 1531).

NOTAS:

  1. Cfr. CONGREGATIO PRO CAUSIS SANCTORUM, 184, Mexicana Canonizationis Servi Dei Ionnis Didaci Cuauhtlatoatzin Viri Laici (1474-1548), Positio super famae santictatis virtutibus, et cultu ab immemorabili praestito ex officio concinata, Romae 1989, Doc. IX
  2. Positio, Doc. X, 1.
  3. Positio, Doc. XI, 5.
  4. Positio, Doc. XI, 9.
  5. Positio, Doc XII, 8.
  6. Cfr. Positio, Doc XIII, 119.
  7. Carta S. Congregación para la Causa de los Santos al cardenal Ernesto Corripio Ahumada el 8 de junio de 1982, prot. N. 1408-3/1982.
  8. El primer postulador de la Causa fue el P. Antonio Cairoli O.F.M. que sería sustituido después de su muerte por el P. Paolo Molinari S. J. en 1989. Tratándose de una causa inminentemente histórica el trabajo se realizó en este campo: Cfr. Carta S. Congregación para la Causa de los Santos al cardenal Ernesto Corripio Ahumada el 8 de junio de 1982, prot. N. 1408-3/1982, pp. XVI-XXIV; XIX. Esta Positio tiene sin duda el mérito de haber ofrecido documentos importantes para sostener la historicidad de los hecho y a puesto de manifiesto algunos aspectos importantes, sin embargo, desde un punto de vista metodológico de la historia ofrecía numerosas dudas o puntos débiles como relevaron algunos Consultores Historiadores (cfr. Relatio et Vota de los consultores historiadores del 30 de enero de 1990 y de los consultores teólogos del 30 de marzo de 1990.

BIBLIOGRAFIA:

CONGREGATIO PRO CAUSIS SANCTORUM, 184, Mexicana Canonizationis Servi Dei Ionnis Didaci Cuauhtlatoatzin Viri Laici (1474-1548), Positio super famae santictatis virtutibus, et cultu ab immemorabili praestito ex officio concinata, Romae 1989, Doc. IX

Positio, Doc. X, 1.

Positio, Doc. XI, 5.

Positio, Doc. XI, 9.

Positio, Doc XII, 8.

Positio, Doc XIII, 119.

Carta S. Congregación para la Causa de los Santos al cardenal Ernesto Corripio Ahumada el 8 de junio de 1982, prot. N. 1408-3/1982. Tratándose de una causa inminentemente histórica el trabajo se realizó en este campo: Cfr. Carta S. Congregación para la Causa de los Santos al cardenal Ernesto Corripio Ahumada el 8 de junio de 1982, prot. N. 1408-3/1982, pp. XVI-XXIV; XIX. Esta Positio tiene sin duda el mérito de haber ofrecido documentos importantes para sostener la historicidad de los hecho y a puesto de manifiesto algunos aspectos importantes, sin embargo, desde un punto de vista metodológico de la historia ofrecía numerosas dudas o puntos débiles como relevaron algunos Consultores Historiadores (cfr. Relatio et Vota de los consultores historiadores del 30 de enero de 1990 y de los consultores teólogos del 30 de marzo de 1990


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ