CALIFORNIA; Misiones

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Avocadas durante el siglo XVI la Iglesia y la Corona Española a la colonización y evangelización de los territorios del centro de la Nueva España↗, poca atención prestaron en ese siglo al árido y casi inhabitado territorio llamado de las Californias (Alta y Baja). Robert Ricard escribe: “Mucho se habla de las misiones de California, quizá porque en los Estados Unidos se conservan sus vestigios. Es ya un lugar común. Ello proviene de que quizá en la historia de las misiones más se da valor al período romántico de aventura preparadora del campo, que a la etapa de consolidación y organización, mucho más esencial en todo caso. Precisamente, es mucho menos instructiva la misión de California, a juicio nuestro, que la misión en México durante el siglo XVI, porque no hubo en California lo que hubo en México: la fundación y organización de una Iglesia, primordial intento de toda misión. Se quedó California en la etapa preparatoria.”[1]

Dos tipos de asentamientos fueron los usados por los españoles en las regiones alejadas del norte de Nueva España: las misiones y los presidios. Los presidios, usados primeramente en la zona de Zacatecas, eran fortificaciones dentro de las cuales se establecía una pequeña población con los militares, los funcionarios civiles y las familias de unos y otros. En los presidios se organizaban los servicios básicos para la población: iglesia, viviendas, talleres, almacenes. Por su parte las misiones estaban destinadas a los indígenas y por lo general se edificaban en las cercanías de algún presidio; consistían de un Templo que tenía un claustro anexo con las celdas de los frailes, la cocina, despensa, almacenes, talleres y establos. Junto al claustro se encontraban cabañas para los indios y el cementerio.

Los indígenas de las Californias eran nómadas y, casi sin visos de civilización, formaban sociedades muy primitivas y pequeñas pues una comunidad se integraba sólo por unas cuantas familias cuya única preocupación era sobrevivir; sin embargo ellos nunca practicaron sacrificios humanos. Para lograr su conversión lo primero que los misioneros debían lograr era convencerlos de las ventajas de vivir en un lugar fijo, y enseñarles un oficio; tal era el objetivo de las misiones. En la Baja California las misiones dieron inicio hasta bien entrado el siglo XVII debido al celo apostólico de la Compañía de Jesús↗. Fueron los padres jesuitas Eusebio Francisco Kino↗ y Juan Bautista Copart quienes fundaron en 1683 la Misión de San Bruno, donde lograron la conversión de unos 400 indígenas. Posteriormente arribó a la Baja California el padre Juan María de Salvatierra S.J quien en octubre de 1697 fundó la Misión de Nuestra Señora de Loreto en la Bahía de San Dionisio. La construcción de piedra dio inicio en 1699 y se concluyó en 1752. En total fueron 35 las misiones que los jesuitas edificaron a lo largo de la Península de Baja California; desde la Misión de la Purísima Concepción (hoy en territorio de los Estados Unidos) hasta la Misión de San José del Cabo.

El padre Miguel Venegas S.J. (1680-1764) escribió en 1739 sobre una situación especial de las misiones jesuíticas de California: “Aunque el magnánimo y piadoso Rey Don Felipe V mandó que se asistiese de su cuenta a las Misiones de la California, con todo lo necesario al culto divino, campanas, imágenes, ornamentos, lámparas, aceite y vino para las misas, que Su Majestad da a las otras misiones de la América; sin embargo nunca se ha llegado a ejecutar esta orden, y todo se ha costeado y costea de las consignaciones de los misioneros y de las limosnas y haberes de la misión. De cuenta del misionero, que es cura párroco de los indios, corre la fábrica de la iglesia, y la manutención y gastos ordinarios y extraordinarios de ella (…) No fuera extraño, que los nuevos cristianos californianos mantuvieran y sirvieran de alguna utilidad temporal a sus curas; pero bien al contrario, los curas y misioneros jesuitas son los que han de mantener a su costa y cuidado, no sólo a sus iglesias, sino también a sus feligreses. Al principio sustentaban los padres a todos los indios, que se juntaban en los pueblos a trueque de que no viviesen vagantes por los montes, y pudiesen ser instruidos en la fe, convirtiéndose en esto las limosnas de los bienhechores (de las ciudades de Nueva España) en gran parte.”[2]

Por lo que se refiere a las misiones en la Alta California, éstas se iniciaron en la segunda mitad del siglo XVII, ante la amenaza de la posible ocupación de ese territorio por alguna nación europea, especialmente Rusia; entonces la Corona se puso como uno de sus objetivos la colonización y evangelización de ese territorio. El punto de partida fueron las misiones más al norte de la Baja California, desde donde partió en 1769 una doble expedición, a la vez marítima y terrestre, al mando del capitán Gaspar de Portolá, pero como los jesuitas habían sido expulsados dos años antes de todos los territorios de la Corona Española, fueron los frailes franciscanos –que se habían hecho cargo de las misiones jesuíticas- los que recibieron la encomienda de participar en la expedición de Portolá y evangelizar a los pocos indígenas que habitaban la zona. Correspondió a fray Junípero Serra↗ encabezar esa actividad misionera cuando contaba ya con 56 años de edad.

La expedición de Gaspar de Portolá llegó en el verano de 1769 al área que actualmente ocupa la ciudad de San Diego; posteriormente prosiguió hasta la bahía de Monterrey donde, el 3 de junio de 1770, estableció el Puerto de Monterrey; ese mismo día, fray Junípero Serra fundaba la misión de San Carlos Borromeo, misión ésta que sería el centro principal de su actividad misionera y desde la cual dirigiría la fundación de las demás misiones. Portolá erigió los presidios que permitieron la consolidación de la empresa. Los presidios de la Alta California fueron cuatro: San Diego, Santa Bárbara, Monterrey y San Francisco.

Fray Junípero dirigió la fundación de nueve misiones: la ya mencionada de San Carlos, San Diego, San Antonio, San Gabriel, San Luis Obispo, San Francisco de Asís, San Juan Capistrano, Santa Clara y San Buenaventura. Posterior a la muerte de fray Junípero ocurrida en agosto de 1784, se fundaron doce misiones más; la última de ellas fue la de San Francisco Solano creada en 1823, ya en tiempos del Imperio Mejicano. Construidas en un estilo sencillo aunque con reminiscencias clasicistas o barrocas, las misiones estaban separadas entre unos 48 kilómetros, que era la distancia estimada para ser recorrida a caballo en una jornada.

Notas

  1. Ricard Robert. La Conquista Espiritual de México. Ed. Fondo de Cultura Económica, México 2002, pp.35-36
  2. Venegas Miguel, S.J. Noticia de la California y de su conquista temporal y espiritual. En Ernesto de la Torre Villar, Lecturas Históricas Mexicanas. Tomo I. Ed. UNAM, México, 1994, p.604

Bibliografía

  • Ricard Robert. La Conquista Espiritual de México. Ed. Fondo de Cultura Económica, México 2002
  • De la Torre Villar Ernesto, Lecturas Históricas Mexicanas. Tomo I. Ed. UNAM, México, 1994,


JUAN LOUVIER CALDERÓN