Diferencia entre revisiones de «GUADALUPE; Fuentes indígenas»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''
 
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Sumario

Tres tipos de fuentes históricas: indígenas, españolas y mestizas

La investigación sobre el tema guadalupano y sobre el vidente Juan Diego ha tenido como objetivo inmediato, a partir de los años ochenta del siglo XX, llegar a un dictamen sobre la historicidad de Juan Diego con miras a su proceso de canonización. Dadas las características peculiares del tiempo, del ambiente y de la naturaleza de la documentación, se tenían que estudiar los distintos problemas históricos respetando la índole de tal documentación. Para alcanzar tal propósito, los investigadores del asunto trataron de seguir los criterios del método usado en la Congregación vaticana para las Causas de los Santos: investigar el asunto con los criterios de la metodología crítico-histórica en archivos y bibliotecas; averiguar si las fuentes eran dignas de fe, total o parcial, y en qué medida; y ver si en tales fuentes se podían encontrar aquellos elementos que pudiesen ofrecer un fundamento histórico para llegar a un juicio sobre la historicidad del Acontecimiento Guadalupano de México y de su nexo con el indio Juan Diego.


Las fuentes históricas y literarias en el caso guadalupano proceden fundamentalmente de tres matrices culturales distintas: las estrictamente indias o indígenas, las españolas y las mestizas, donde se dan cita los dos elementos anteriores en manera diversa. El tratamiento de cada fuente lo impone la fuente misma y su naturaleza, es decir: el objeto debe prevalecer sobre los “a priori” del investigador. Por todo ello, hay que tener en cuenta la historia y la cultura mexicana prehispánica, la de los conquistadores y misioneros españoles y el proceso evolutivo histórico que se da en la Nueva España desde el siglo XVI en adelante. Además, para dar un justo valor a las fuentes históricas, hay que tener en cuenta los hechos de la interculturación de los dos mundos: su lenguaje cultural, el valor de sus tradiciones y el método de su transmisión.


No siempre los historiadores son totalmente coherentes con estos principios que sin duda confiesan. Esto se ha visto últimamente en los escritos de algunos antiaparicionistas guadalupanos. Así, el norteamericano Staford Pool liquida a veces rápidamente alguno de los documentos por considerarlos “demasiado guadalupanos” para que sean auténticos, ya que según su tesis no podían afirmar el Hecho Guadalupano por ser éste posiblemente una creación de mediados del s. XVII y, por lo tanto, serían interpolaciones posteriores. Su tesis, que fundamenta su obra Our Lady of Guadalupe, a Mexican National Symbol, es que la devoción guadalupana fue una creación del “ criollismo Mexicano” contra los peninsulares españoles como referencia religiosa de una identidad y como símbolo de una posición o lucha política por una debida autonomía primero y por la independencia más tarde. De esta tesis nace el prejuicio o la afirmación repetida de la imposibilidad de que un documento con referencias explícitas guadalupanas (de cualquier origen que tenga) pueda ser auténtico o pueda afirmar el Hecho Guadalupano en el caso que se trate de una referencia indirecta o implícita.


De aquí se desprende la necesidad de fundamentar bien las afirmaciones sobre cada género de documentos y su debida comprensión.


Cómo acercarse a las fuentes indígenas

El momento histórico en el que se desenvuelven los hechos guadalupanos el derrumbe del imperio mexica-azteca y de los demás reinos del Centro de México por una parte, y la transición de una civilización y forma de vida a otra nueva que está naciendo, pero que tardará aún muchos años en configurarse y la escasez relativa de documentos guadalupanos directos de la primera hora, exigen una atención particular a toda clase de posibles documentos. Sin embargo, a pesar de tal penuria en los primeros años, tenemos el recurso de noticias e informes fidedignos tempranos, tanto indígenas como españoles, pertenecientes a los primeros veinte años de los hechos, o de otros que, a partir de mediados del siglo XVI, abordaron el tema recurriendo a documentos o testigos antiguos, como es el caso de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl y, sobre todo, las Informaciones Jurídicas de 1666, que recogieron muchos de estos testimonios, entre ellos de gente que conoció a testigos contemporáneos de los hechos y de sus protagonistas.


En la historia de la documentación cobran especial relieve los códices indígenas, por lo que es necesaria su interpretación adecuada. En una carta recientemente descubierta, del erudito italiano del siglo XVIII Lorenzo Boturini, se enumeran los documentos que pretende recuperar, y busca el autor la intervención de personas competentes para que le sean entregados[1]. Muchas fuentes indígenas fueron destruidas, como declaran dos autoridades indiscutibles de la primera hora: fray Bernardino de Sahagún y Gerónimo de Mendieta.


Hay una fuente documental, no siempre debidamente valorada, y que en el caso guadalupano mexicano tiene una especial importancia: la transmisión oral o la tradición. Ya en el siglo XVI un observador atento, como el jesuita padre José de Acosta, conocedor de las realidades de México y de Perú, en su correspondencia con el jesuita mexicano Juan de Tovar se preguntaba sobre el valor de las tradiciones y de la transmisión oral[2]. Un siglo más tarde, el lingüista y catedrático mexicano Luis Becerra Tanco volvía sobre el mismo argumento[3]. En 1578, el misionero dominico fray Diego Durán reconocía el error de haber destruido los códices indígenas[4]. La validez y fiabilidad de este tipo de transmisión han sido confirmados por los modernos investigadores nahuatlatos como Miguel León-Portilla[5]. Por ello es necesario tener presente la importancia de la tradición oral como fuente histórica entre los pueblos de cultura principalmente oral, como lo eran los pueblos mexicanos. La tradición oral, en estos casos, suele obedecer a cánones bien precisos.


Observaciones sobre las fuentes indígenas y sobre las fuentes “mestizas” o mixtas

En el trabajo que es la referencia fundamental de esta publicación ya presentamos 27 documentos o testimonios indígenas guadalupanos de diversa procedencia, valor e interpretación[6], entre los que destaca el Nican Mopohua; y 8 de procedencia mixta indoespañola o mestiza, entre los que sobresalen los pertenecientes a don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl y el llamado Códice Escalada, descubierto a mitad de los años noventa del siglo XX. Ante todo, hay que establecer su procedencia, su cronología, y su finalidad. Entre las fuentes indígenas la principal es, sin duda, el Nican Mopohua, atribuido al escritor indio Antonio Valeriano, de cuya paternidad hoy día los mejores investigadores ya no dudan[7].


El documento tiene una estructura poética y se trata “de un testimonio privilegiado del proceso de transculturación del cristianismo de Nueva España, el cual sigue manteniendo un valor y una actualidad ejemplar para la introducción a filosofías y teologías mexicanas, así como para la praxis teológica y social y para la pastoral eclesiástica en el México actual y en otros países de América.[8]Sin embargo, la cuestión acerca de la historicidad de su contenido y de cuánto en él es revestimiento literario o parte de un entorno cultural, sigue siendo discutido con vehemencia.


El documento de Antonio Valeriano fue dado a conocer en su texto náhuatl por Lasso de la Vega en 1649. “Es un texto complejo y simple a la vez, que se convirtió en el paradigma para otros relatos posteriores y que influye decisivamente en el proceso religioso de México. En este texto en náhuatl lo que más destaca, como ya lo había expresado el historiador y nahuatlato Ángel María Garibay, es el extraordinario mensaje de la maternidad espiritual de María, principalmente hacia los pobres y desamparados.[9]


Por todo ello, hay que estudiar el documento en su contexto cultural, en “la configuración literaria del acontecimiento guadalupano[10], “teniendo presente las reflexiones filosóficas y recensiones teológicas del acontecimiento guadalupano[11], y la “cosmovisión náhuatl (tolteca-azteca) y cristiana. Cada palabra de los 218 versos del Nican Mopohua tiene sus significados dentro de la filosofía y mitología nahuas, así como dentro de la visión cristiana respectivamente.[12]La complejidad y amplitud de la cosmovisión náhuatl y del profundo intento de enculturación cristiana por obra de los misioneros son temas que necesitan un conocimiento y un estudio atento. Para entenderlo hay que tener presentes todos los datos que nos ofrecen las fuentes históricas y literarias de los siglos XVI y XVII en la Nueva España[13].


En la interpretación de las fuentes indígenas guadalupanas hay que tener en cuenta también que éstas no son “puras” en el sentido cultural y lingüístico, sino que proceden ya de indígenas cristianos o que han entrado en contacto con el mundo cultura español y misionero. Estos contactos se reflejan en las fuentes, sea en el contenido como en el lenguaje. Por ello, para entender estas fuentes, se debe tener presente el rico mundo literario náhuatl de temas religiosos, filosóficos y de ciencias naturales, producido por indígenas y españoles después de 1521. No hay que olvidar la procedencia humanista de muchos frailes misioneros y de muchos conquistadores. Tal humanismo cristiano se encontró con la sabiduría tradicional india. Antonio Valeriano (1520-1606), autor del Nican Mopohua, indígena de raza tecpaneca pura, es un ejemplo.


Hay que notar también que la lengua náhuatl es rica en expresiones literarias para hablar poéticamente de la cosmovisión mesoamericana y narrar hechos de su historia. Esta lengua, además, era la “lengua franca” de Mesoamérica, usada por numerosos poetas, cronistas y literatos en tiempos antiguos y en los tiempos inmediatamente posteriores al Acontecimiento Guadalupano. Los hechos y el mensaje de la doctrina cristiana fueron también expresados en ella con la misma metodología, los mismos acentos y el mismo desarrollo del pensamiento filosófico de los antiguos tlamatinime, los sabios mexicanos creadores de cantos, crónicas y poesía. Este aspecto de la enculturación náhuatl cristiana explica el estilo y el contenido de estos documentos indígenas.


Los “archivos orales” del Hecho Guadalupano

En la cultura náhuatl ocupa un lugar relevante la tradición oral que constituye una serie de auténticos “archivos orales”. En nuestro caso, ésa se ha fijado literaria y poéticamente en el Nican Mopohua, (alrededor de 1556)[14]y en los llamados Cantares de Francisco Plácido. La fijación jurídica india de los archivos orales la hallamos en las Informaciones Jurídicas del 1666: excepcional porque une lo jurídico y el testimonio oral. La fijación histórica india de los archivos orales la encontramos en escritos de varia tipología, como los Anales del indio Juan Bautista, (1526-1586): un diario de una persona atenta a los hechos. La persistencia de los “archivos orales” en la sociedad indígena se ve en numerosas tradiciones que podemos todavía escuchar hoy oralmente, como las del pueblo totonaca, ajeno a los mexicas, que trasmite la noticia del Hecho Guadalupano[15]y otras. Por todo ello es importante ver cómo se transmitían dichos “archivos orales”.


Modo indígena de transmitir y conservar la información

Los indios de la gentilidad y los inmediatos a la conquista fueron grandes historiadores”: así se puede leer en una carta inédita, sin la parte correspondiente a la firma, probablemente de Lorenzo Buturini[16]o de alguien que lo recomienda al padre Ballesa Cervantes, encontrada dentro de una documentación importante denominada Códice Teresa Franco del archivo de Chimalhuacán Chalco (Edo. de México), recientemente descubierto. Se reconoce la autoría al caballero lombardo por el estilo literario lleno de italianismos, por la ortografía italiana aplicada a las palabras castellanas; por ejemplo las consonantes dobles típicas del italiano y por la misma caligrafía que coincide con la ya conocida de Boturini.


En el mundo náhuatl se transmitían las cosas memorables de sus imperios y reinos, las sucesiones de los reyes, las guerras, las leyes y los gobiernos, la historia general de sus tierras, las hazañas de sus combates y de sus calamidades, los acontecimientos más notables que señalaban la vida social, religiosa y política de su mundo por medio de una escritura pictográfica con figuras, caracteres e hieroglíficos en un papel basto de maguey, de algodón, en cueros y cortezas de árboles; se transmitían también a través de cantares, poemas épicos cantados ya que los nahuas componían sus romances en versos quebrados y prosodios. Tras la llegada de los españoles siguieron usando el mismo método, ya fuese expresándose poéticamente en un castellano mezclado con términos y construcciones nahuas, como al seguir usando su propia lengua náhuatl, frecuentemente influenciada por la estructura castellana.


En la carta citada, Boturini muestra la intención de recuperar algunos de estos documentos y menciona cómo los indígenas han transmitido las noticias sobre la Virgen de Guadalupe y Juan Diego:


...y en consecuencia desto tengo averiguado que los indios han también historiado las dichosísimas apariciones de N.M. la Virgen de Guadalupe a Juan Diego y Juan Bernardino, no sólo pintándolas en mapas con hieroglíficos y caracteres, sino también escribiéndolas en versos y prosa especialmente en lengua Mexicana, por lo cual muy rendidamente se suplica a su Rvma. Poner su devoto conato para investigar algunos monumentos destos a Gloria de la señora, la cual compensará a su Rvma. En el cielo la diligencia[17].


Conociendo estos datos, surge la pregunta: ¿de cuáles documentos se puede disponer y en qué cantidad están presentes?


El momento histórico que rodea la vida de Juan Diego explica la falta relativa de documentos sobre su vida; sin embargo se cuenta con el recurso a otras noticias e informes fidedignos que abordaron el tema recurriendo a testigos antiguos, como fue el caso del mestizo Fernando de Alva Ixtlilxóchitl y los testigos de las Informaciones Jurídicas de 1666[18]. Tampoco se puede desconocer el hecho lamentable de que muchas fuentes indígenas fueron destruidas por varias razones: una de ellas fue, sin duda, la poca estima que algunos de los primeros españoles tuvieron hacia el indio. Incluso muchas cartas de los “protectores de indios”, nombrados a tal efecto por la Corona española (obispos y religiosos) fueron interceptadas e incluso destruidas antes de salir hacia su destino. Se puede leer acerca de este particular en varios historiadores de Indias; entre otros lo recuerdan de Fray Bernardino de Sahagún en su Historia General, Fray Jerónimo de Mendieta, Fray Juan de Torquemada en su Monarquía Indiana y otros[19]. Otra de las causas que suele señalarse fueron los saqueos y robos que reiteradamente se cometieron en los archivos de toda la Nueva España, a causa de la penuria de papel en el Reino; éste llegaba solamente de España por lo que la demanda de papel ocasionó el saqueo abundante de los archivos.


Valor y alcances de la tradición oral

Desde el punto de vista de la tradición oral ¿qué certidumbre y autoridad tiene esta relación o historia? ¿cómo pudieron los indios, sin escritura, pues no la usaron, conservar por tanto tiempo la memoria de tantas y tan variadas cosas? ¿Cómo se puede creer que las oraciones o arengas que se refieren en esta historia las hayan hecho los antiguos retóricos que en ella se refieren, pues sin letras no parece posible conservar oraciones largas y en su género elegantes?


Ya en el siglo XVI el conocido padre jesuita español José de Acosta, misionero en México y en luego Perú, se planteaba estas preguntas en una correspondencia con su hermano de religión, el padre Juan de Tovar, primer jesuita mexicano:


Para tener memoria entera de las palabras y traza de los parlamentos que hacían los oradores y de los muchos cantares que tenían, había cada día ejercicio de ello en los colegios de los mozos principales, que habían de ser sucesores a estos, y con la continua repetición se les quedaba en la memoria sin discrepar palabra... así se conservaron muchos parlamentos de gente en gente, hasta que vinieron los españoles, que en nuestra letra escribieron muchas oraciones y cantares que yo ví y así se han conservado[20].


Otro sacerdote mexicano, Luis Becerra Tanco, nacido en Taxco en 1603 (72 años después de las apariciones) bachiller en artes y derecho por la Real y Pontificia Universidad de México, en la que también fue profesor de latín, portugués, italiano, francés, náhuatl y otomí, testigo en las Informaciones Jurídicas de 1666, confirma las afirmaciones de Juan de Tovar cuando indica que:


Las noticias que hay en esta ciudad acerca de la Virgen María señora Nuestra, y del origen de su milagrosa imagen, que se dice de Guadalupe, quedaron más vivamente impresas en la memoria de los naturales mexicanos por haber sido indios a quienes se apareció y así la conservaron como suceso memorable en sus escritos y papeles entre otras historias y tradiciones de sus mayores, con que es necesario establecer primero la fe y crédito que deben darse a sus escritos y memorias[21].

Las pinturas y los cantares

Las pinturas y los cantares son las dos maneras por las cuales acostumbraban los nahuas conservar la memoria de sus historias, leyes, actos jurídicos y tradiciones de sus mayores. Siguiendo a Becerra Tanco, es posible conocer las características, importancia y valor histórico de estas formas de transmisión indígena.


Las pinturas de los sucesos las figuraban muy al vivo, con bultos pequeños en un género de papel grueso o en pieles de ciervos u otros animales brutos que curtían y aparejaban para este ministerio a modo de pergamino blando. ¿Qué valor de autenticidad tienen estas pinturas? A estas pinturas se les daba un valor auténtico como a los escritos de nuestros escribanos públicos. Estos escribanos eran ‘sacerdotes’ versados “en sus letras y tradiciones”, diríamos hoy; ellos eran los historiadores, que gozaban de autoridad moral y crédito entre la gente.


Los ‘cantares’ los componían en versos los mismos ‘sacerdotes’, en un estilo poético particular; los acompañaban con interjecciones no significativas, pero que servían para la cadencia del canto. Eran enseñados ya a los niños, que son más hábiles y tienen mayor memoria; los cantaban al ritmo de varios instrumentos musicales, llamados teponaxtli unos, y otros tlapanhuehuetl; se cantaban en la guerra y en los actos y celebraciones solemnes. De esta manera, estas tradiciones y acontecimientos pluriseculares pasaban de generación en generación. Estos ‘cantares’ referían historias y gestas de guerras, victorias, desgracias, hambres, pestes, nacimientos y muertes de reyes, de guerreros y de varones ilustres, el principio y fin de sus gobiernos y las cosas memorables que iban acaeciendo en cada siglo.

Con respecto a la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, testimonia Becerra lo siguiente:


Afirmo y certifico haber oído cantar a los indios ancianos en los mitotes y saraos que solían hacer antes de la inundación de esta ciudad los naturales, cuando se celebraba la festividad de Nuestra Señora en su santo templo de Guadalupe, y se hacía en la plaza que cae a la parte occidental, fuera del cementerio de dicho templo, danzando en círculo muchos danzantes, y en el centro de él cantaban puestos de pie dos ancianos, al son de un teponaztli, a su modo, el cantar en que se refería en metro la milagrosa aparición de la Virgen Santísima y su bendita imagen y en la que se decía que se había figurado en la manta o tilma, que servía de capa al indio Juan Diego; y cómo se manifestó en presencia del ilustrísimo señor D. Fray Juan de Zumárraga, primer obispo de esta ciudad; añadiendo al fin de dicho canto los milagros que había obrado nuestro Señor en el día en que se colocó la santa imagen en su primera ermita y los júbilos con que los naturales celebraron esta colocación […] ¡hasta aquí llegaba la tradición más antigua y más verdadera!”[22]


Valor de la tradición oral confirmada por otras fuentes

Miguel León-Portilla[23]ha recogido numerosas tradiciones orales de la antigua cultura náhuatl que coinciden en los datos fundamentales al describir historias y hechos de aquel entorno cultural:


Resulta digno de atención, por no decir asombroso descubrir que hay narraciones contemporáneas en varias lenguas mesoamericanas que siguen de cerca temas de la antigua palabra y que a veces parecen lecturas, hechas casi 500 años más tarde, de una página de un códice prehispánico.[24]Y aporta un ejemplo entre otros: “dos indígenas analfabetos de santa Cruz y de san Juan Mixtepec, Oaxaca, respectivamente Serapio Martínez y Basilio Gómez, comunicaron un relato en mixteco de gran interés al etnólogo Thomas J. Ibach (1980). Tal narración es probablemente la mejor lectura que se conserva de la página 37 del códice mixteco prehispánico Vindobonese y de la página 2 del códice Selden (también Mixteca)”.[25]


Otro investigador de la cultura totonaca y conocedor de su lengua, el padre Luis Ismael Olmedo Casas CM, encontró un ejemplo casi idéntico al mencionado anteriormente, en este caso relacionado con el Acontecimiento Guadalupano, en una comunidad indígena ajena al ambiente náhuatl y aislada casi por completo hasta el día de hoy. En San Miguel Zozocolco, Veracruz, pueblecito perdido en la sierra, entre Papantla y Poza Rica, a seis horas hacia la montaña, el padre Ismael, un doce de diciembre, fiesta de Guadalupe, tuvo la idea de preguntar a los fieles indígenas qué era lo que celebraban. Así pudo escuchar de los mismos jefes de la comunidad un singular testimonio que confirma la validez de la tradición oral de los indígenas. Vale mencionar aquí una parte que refleja la tradición de la Virgen de Guadalupe a través de las generaciones indígenas[26]


Apareció en el cerro del Anáhuac una señal del mismo cielo: una Mujer con gran importancia, más que los mismos emperadores, que, a pesar de ser mujer, su poderío es tal que se para frente al sol, nuestro dador de vida y pisa la luna que es nuestra guía en la lucha por la luz y se viste con las estrellas, que son las que rigen nuestra existencia y nos dicen cuándo debemos sembrar, doblar o cosechar. Es importante esta mujer porque se para frente al sol, pisa la luna y se viste con las estrellas, pero su rostro nos dice que hay alguien mayor que ella, porque está inclinada en signo de respeto. Nuestros mayores ofrecían corazones a Dios para que hubiera armonía en la vida. Esta mujer dice que sin arrancarlos, le pongamos los nuestros entre sus manos para que ella los presente al verdadero Dios [...] su rostro no es el de nuestros dominadores ni el de nosotros, sino de ambos. En su túnica se pinta todo el valle del Anáhuac y centra la atención en el vientre de esta mujer, que con la alegría de la fiesta, danza, porque nos dará a su hijo, para que con la armonía del ángel que sostiene el cielo y la tierra (manto y túnica) se prolongue una vida nueva[27].


Se puede ver en este testimonio la importancia de la tradición oral y su valor para la historia. Un investigador no puede desconocer el hecho mismo de la transmisión de la fe de generación en generación y a la vez el proceso de enculturación de la misma.


Algunos documentos indígenas guadalupanos

El aporte dado por la investigación realizada consiste, entonces, en la demostración de la autenticidad de los documentos presentados con afirmaciones guadalupanas y el hecho de que éstas sean parte del documento y no interpolaciones posteriores, así como el valor de los documentos indígenas, especialmente de las crónicas o anales colocados en su estilo, tradición y modo de transmisión.


Ofrecemos a continuación una lista completa de los documentos indios más importantes seguidos de una pequeña descripción de su contenido y de sus características. La mayoría de estas fuentes surge del contexto náhuatl, cuya lengua es rica en expresiones literarias para expresar poéticamente hechos de la cosmovisión mesoamericana y de su historia. Como se verá, algunos de estos Anales beben en las mismas fuentes y repiten los datos, las fechas e incluso los errores de cronología, e incluso llevan nombres semejantes o casi idénticos. Por ello se deduce que los copistas se los pasaban unos a otros o al menos los tenían a la mano. Ofrezco una presentación sumaria de tan rica documentación.


Nican Mopohua[28]

destaca como la fuente india principal.


Anales del indio Juan Bautista o Diario de Juan Bautista o Crónica de Juan Bautista[29]

Es un documento que guarda su importancia y valor precisamente porque no tenía como objeto directo la historia guadalupana, pues aunque son llamados Anales son en realidad un diario personal realizado precisamente por un indio llamado Juan Bautista y que vivía en el Barrio de San Juan y quien mantenía una relación estrecha con los franciscanos. En este importante diario, escrito en náhuatl, Juan Bautista menciona acontecimientos que se desarrollan entre 1528 y 1586; de éstos se debe mencionar que las referencias estrictamente de carácter guadalupano son originales y no interpoladas. Su objeto directo no era la historia guadalupana, que consigna entre los hechos históricos del siglo. Confunde fechas y acontecimientos que mezcla sin orden. Juan Bautista testimonia la aparición de la Virgen en el año 1555 en Tepeyac, las celebraciones que se realizaron y las visitas de muchas personas, incluso de algunos que durmieron allí, para dar honor a nuestra Señora de Guadalupe. Expresa la devoción de todos, españoles, indios, autoridades españolas e indígenas, eclesiásticas y civiles hacia el Hecho Guadalupano, las celebraciones, procesiones, cantos y danzas indias con que se honraba a la Virgen. Parece describir cosas que se ven todavía hoy cada día. La descripción es primorosamente bella e inmediata.


Anales de Chimalpahin o Relaciones de Chalco-Amaquemeca o Séptima relación[30]

Su autor es Don Domingo Francisco de San Antón Muñoz Chimalpahin Quatehuanitzin, indio originario de Chalco Amaquemeca, donde nació hacia 1579, descendiente de la casa real de Chalco y de gran nobleza. Hizo sus estudios en el convento de San Antonio abad de la ciudad de México, donde transcurre gran parte de su vida. De San Antonio recibe su nombre y su educación; este indio aristócrata recibe una esmerada educación humanista por parte de los primeros franciscanos. Su pertenencia a la nobleza le permitió acceder a varios códices y escuchar testigos oculares, de los que se sirvió para componer la obra.


La obra consta de 272 páginas escritas en Náhuatl entre los años 1606 y 1631. Andrés de Santiago Xuchitototzin había recopilado el primer material por encargo del primer virrey de Nueva España y 73 años más tarde Don Domingo Francisco de San Antón Muñoz Chimalpahin Quatehuanitzin escribe la obra sirviéndose de este material.


Divide su obra en 8 capítulos diferentes llamados “relaciones”, siendo la séptima la que contiene la aparición de la Virgen de Guadalupe. Dice textualmente: “...También entonces ocurrió la aparición, dicho sea con respeto, de nuestra querida madre, Sancta María de Guadalupe en le Tepeyácac[31]. Y en la página 277 de la misma obra se puede leer: “año del pedernal, en le 4 del mes de Marzo, Miércoles de Ceniza, habiéndola ido a tomar expresamente con nuestra queridísima madre del Tepeyácac, Guadalupe, el Visurrey don Gastón de Peralta, Marqués de Falses...partió para España después de haber gobernado solamente 1 año y 5 meses”. Esta obra es por lo tanto una importantísima fuente para el estudio tanto del México antiguo como del Virreinato de la Nueva España en su primera época.


Anales antiguos de México y sus Contornos[32].

Tal es el título con que se conoce a una importante colección de veintiséis Anales o Crónicas indias. Actualmente, casi todos los originales se encuentran perdidos, salvo el códice conocido como Guadalupano de Gómez de Orozco. Con todo, disponemos de una compilación, realizada en el siglo XIX, por orden de José Fernando Ramírez, que incluye 26 copias, extractos y traducciones de los manuscritos originales.


Todos estos Anales son de carácter histórico. Incluyen hechos y acontecimientos acaecidos tanto durante la época prehispánica como durante el periodo virreinal; en algunos casos llegan hasta el siglo XVIII. Las diferentes noticias consignadas en estos Anales están presentadas bajo los dos sistemas de calendarios diversos, indio y europeo, a veces con errores de sincronía considerables. Con todo, los diferentes Anales sirven para conciliar en el tiempo las apariciones guadalupanas con diversos acontecimientos conocidos con certeza. Por ejemplo, el cometa Halley hizo una de sus apariciones precisamente en 1531, año de las apariciones guadalupanas. Por otra parte, en 1531 se verificó un eclipse de sol, hecho que consignan varios de estos Anales en sincronía con el Acontecimiento Guadalupano. Doy una breve reseña de estos diversos Anales y de sus versiones.


Anales de Tlaltelolco y México[33].

El documento pertenece a la primera mitad del siglo XVII, de autor anónimo, que aprovecha noticias e informaciones antiguas. Contiene información de 1519 a 1633. Se perciben algunos errores en cuanto la ubicación de algunas fechas. Aquí encontramos un claro ejemplo de la combinación de los calendarios indígena y europeo muy útil para buscar la sincronía de acontecimientos conocidos con certeza, como es, en nuestro caso la aparición del cometa Halley en 1531.


En el mismo encontramos una importante mención guadalupana que dice: (“1631 . En el año 11 casa fue cuando hubo eclipse de sol[34](el sol fue comido) a las tres horas. Pronto salió otra vez, no duró mucho. Y fue cuando se trajo acá a la gran Señora del Tepeyac, Nuestra Señora de Guadalupe”)[35].


¿Cómo se explica esa fecha de 1631? La fecha indicaría el traslado que se hizo de la imagen de su ermita en el Tepeyac a la catedral de México con motivo de la terrible inundación que inició el 21 de Septiembre de 1629[36], o se trata de un error de trascripción. Además las diferentes noticias consignadas en estos anales están presentadas bajo los dos sistemas calendáricos, indio y europeo, a veces con errores de sincronía considerables. Con todo, los diferentes anales sirven para conciliar en el tiempo las apariciones guadalupanas con diversos acontecimientos conocidos con certeza. Por ejemplo, el cometa Halley hizo una de sus apariciones precisamente en 1531, año del portento. Por otra parte, en 1531 se verificó un eclipse de sol, hecho que consignan varios de esos anales en sincronía con el Acontecimiento Guadalupano.


Se trata de unos anales escritos por un autor indio, anónimo, de la primera mitad del siglo XVII, aprovechando noticias e informaciones antiguas. Tiene las mismas características del documento anterior, sólo que sus datos corresponden al período que se extiende desde 1519 hasta 1633. Está escrito en náhuatl, y su traducción dice: “1631. En el año 11 Casa fue cuando hubo eclipse de sol a las tres horas. Pronto salió otra vez, no duró mucho. Y fue cuando se trajo acá a la gran Señora del Tepeyac, Nuestra Señora de Guadalupe”. También aquí nos encontramos con un doble error: ni en ese año la imagen de la Virgen de Guadalupe fue trasladada del Tepeyac a la catedral de México (lo había sido el 25 de septiembre de 1629 con motivos de las graves inundaciones del martes anterior, el 21 de septiembre de 1629, que asolaron la ciudad de México, permaneciendo en la catedral hasta el 14 de mayo del 1634); ni hubo en ese año de 1631 eclipse de sol; lo había habido cien años antes, el 28 de marzo de 1531, y precisamente a las 15, 06 del centro de México, hecho que también consignan los Códices Telleriano-Remensis y los Anales de Tecamachalcos. Es posible por lo tanto una confusión como se mencionó en la descripción del precedente documento.


Anales de Tlaltelolco y México o Anales de Juan Miguel[37]

De autor indio anónimo, y al igual que los anales anteriores, fueron realizados a mediados del siglo XVII, aprovechando noticias del siglo precedente. Consigna acontecimientos que van desde 1519 a 1662, así mismo con discrepancias respecto de la colocación de las fechas. Consta de sólo 4 hojas escritas en náhuatl. La mención guadalupana coincide con la referida en los otros Anales citados; su traducción es: “1631. Aquí en este año se trajo la amada reina de Guadalupe Tepeyácac[38]. Se deben aplicar también a este caso las observaciones hechas a los anteriores.


Anales de Tlatelolco y México[39]

Se trata de un documento tlatepotzca, de la zona de Puebla, del siglo XVII, pero que también aprovecha información antigua. Los acontecimientos que narra pueden ubicarse en el período comprendido entre 1524 y 1686. Está escrito también en náhuatl y la traducción de la mención guadalupana es la siguiente: “1530. En este año vino el presidente [de la Segunda Audiencia] recientemente a gobernar México. En este mismo año recientemente vino recientemente el sacerdote obispo, su reverendo nombre Fray Juan de Zumárraga, sacerdote de San Francisco. Entonces se dignó aparecer nuestra preciosa madrecita de Guadalupe”.[40]


También aquí se habla de hechos ciertos con confusión de fechas. De hecho ninguno de los hechos mencionados en el texto citado sucedieron en 1530. El “presidente” era el de la Segunda Audiencia, Fray Sebastián Ramírez de Fuenleal, que llegó a México el 23 de septiembre de 1531. Fray Juan de Zumárraga, había llegado antes, sin estar todavía consagrado obispo, el 9 de diciembre de 1528, regresará más tarde a España para su consagración episcopal y vuelve en octubre de 1534. Incluso consigna luego la fundación de Puebla que fue también en 1531. Sin embargo, la cercanía de los hechos consignados con el año de 1531, resulta innegable. El valor del documento es muy importante porque habla de hechos reales, ciertos[41].


Anales de México y sus alrededores o Anónimo A[42]

Se trata de un documento que abarca de 1546 a 1625. Como en el caso de los anteriores echa mano de informaciones históricas sobre acontecimientos del pasado. También aquí nos encontramos con la confusión de fechas típica de la confusión de los dos calendarios manejados por aquellos cronistas indios. En relación a Guadalupe nos encontramos con un pasaje interesante que traducido del náhuatl dice: “1556, 12 Pedernal. Bajó [descendió hacia acá] la noble señora del Tepeyácac; fue también cuando humeó una estrella[43]. La confusión con el calendario europeo es evidente. La denominación indígena de 12-Técpatl corresponde a 1531; la aparición de la estrella (el cometa Halley) corresponde precisamente a aquel año.


Anales de México y sus alrededores o Anónimo B[44]

Son Anales que se conocen también con el nombre de Anales de Puebla y Tlaxcala, o Anónimo B[45], de autor anónimo, elaborados en la región del estado mexicano de Puebla y comprenden los años 1524 a 1674. El texto está escrito en náhuatl, y la parte que se refiere a Guadalupe reza así traducida: “1510 Año Pedernal. Aquí en este año vino nuevamente el Presi [dente] aquí a gobernar en México y también se dignó aparecerse nuestra Preciosa Madrecita de Guadalupe, allá en México se dignó aparecerse a un indito de nombre Juan Diego[46]. El año está representado por un pedernal, con la fecha añadida a la manera europea de 1530, pero que se ve estaba escrita 1510 y que fue luego corregida. Nos encontramos con los mismos defectos o errores de cronología ya señalados en los documentos anteriores.


Anales de Puebla y Tlaxcala o Códice Gómez de Orozco o Anales de Cuetlaxcoapan o Anónimo C[47]

Los Anales de Puebla y Tlaxcala o Códice Gómez de Orozco o Anales de Cuetlaxcoapan o Anónimo C, (según lo bautizó Ángel María Garibay), fueron elaborados por un autor anónimo en Cuetlaxcoapan, Puebla. Terminado en el siglo XVIII, copiando material antiguo, es un documento muy interesante. Aunque existen errores y discrepancias en la datación que ofrece el documento, son precisamente éstas la que lo vuelven más confiables. Estos anales nos ofrecen información sobre hechos históricos comprendidos entre 1519 y 1720 (éste último año escrito, por cierto, en forma incorrecta: 17020).


El pasaje que queremos destacar es el siguiente: “1510 […] En este año vino Presi[dente] de nuevo a gobernar en México; también este año si dignó aparecer nuestra amada Madre de Guadalupe, se dignó aparecerle a un indito de nombre Juan Diego[48].


El año obviamente está equivocado, pero eso está lejos de ser obstáculo; por el contrario, es garantía de autenticidad, pues el contenido concuerda: en 1531, vino Sebastián Ramírez de Fuenleal, Presidente de la Segunda Audiencia. Un falsario jamás habría errado algo tan obvio.


tabla !!!!!!!!!!!!!!!!!!!

El cuadro anterior nos permite comparar los tres documentos, ver sus semejanzas y diferencias. El comentario que hace Ángel María Garibay será ampliado en un punto posterior. Baste ahora señalar que el documento llamado Anónimo C pertenece al siguiente grupo que hemos llamado de “documentos que hay que manejar con atención o dudosos” en el sentido guadalupano, aunque en el esquema ya aparece la valoración respectiva, pues son precisamente los “errores” los que le dan garantía de autenticidad.


Anales de Puebla y Tlaxcala o Anales de los Sabios Tlaxcaltecas o Anales de Catedral

Es un texto de autor anónimo, realizado en la región de Puebla. El período que comprende va de 1519 a 1739. El original está perdido y sólo conocemos la copia realizada por Galicia Chimalpopoca. En esta copia el texto venía acompañado, en la primera parte, de sencillos dibujos del sol, la luna, una estrella, dos canillas o huesos cruzados, y dos indígenas en actitud de mirar al cielo. Había además una breve glosa en la que se leía: “los sabios Tlaxcaltecas”. También al inicio del texto antes de 1519, se ha incluido una breve descripción de la imagen guadalupana, donde se hacía mención de la altura, el número de estrellas en el manto y resplandores alrededor del cuerpo.


Se puede leer la noticia de la aparición de la Virgen y sobre la muerte de Juan Diego. En su traducción diría: “Año de 1531. Los cristianos allanaron [fundaron o igualaron] Cuetlaxcoapan, Ciudad de los Ángeles. En este mismo año se dignó aparecer a Juan Diego nuestra Preciosa Señora de Gudalupe de México[49]. El otro texto donde se refiere a la muerte de Juan Diego dice así: “Año de 1548. Murió dignamente Juan Diego, a quien se le apareció la preciosa Señora de Guadalupe de México[50].


Estos documentos deben mirarse con atención porque debido a la pérdida del manuscrito original no se puede saber si los dibujos mencionados arriba en las características complementaban alguna información vertida en los Anales o si “Galicia Chimalpopoca los mencionó al principio de manera arbitraria. Y es también particularmente extraña la inclusión de la breve descripción de la imagen guadalupana en una sección de años previos a la conquista española. Quizá en el original la información estuvo vinculada, de alguna forma, a los datos de 1531 o de algún año posterior[51].


Añalejo de Bartolache o Manuscrito de la Universidad[52]

También este antiguo documento, de autor anónimo, fue realizado en la Región de Puebla. Sólo poseemos una copia ya que el original se ha perdido. Recibe el nombre de Bartolache porque fue hallado en la Biblioteca de la Real y Pontificia Universidad por José Ignacio Bartolache, que copió y autentificó un fragmento. Pero el original parece constaba de 24 fojas útiles en octavo. Estos Anales históricos comprenden el período señalado entre 1454 a 1737. El documento consta haberse sacado en Tlaxcala, como dice el mismo sabio José Ignacio: “según manifiesta la foja vuelta donde aparecen figurados o rasguñados, de muy mala figura, un indio y una india, puestos de rodillas y mirando al cielo y abajo dice así: Yxtlamatque Tlaxcala, esto es, los viejos sabios de Tlaxcala[53].


La mención Guadalupana se encuentra en dos textos que respectivamente testimonian la aparición de la Virgen y la muerte de Juan Diego. El primero en su traducción dice: “Año caña 1531. Los castellanos asentaron [fundaron] Cuetlaxcoapan, ciudad de los Ángeles y se dignó aparecer a Juan Diego la preciosa Señora de Guadalupe de México[donde] se nombra Tepeyac[54]. Y el segundo texto también en su traducción dice: “Año Técpatl, 1548 Murió dignamente Juan Diego [a quien] se dignó aparecer la amada señora de Guadalupe de México. Granizó en el cerro Blanco[55].


El documento hay que tratarlo con cuidado, colocándole en su contexto y dándole por ello su justo valor. El mismo José Ignacio Bartolache escribe: “y creo justamente, haber hecho un gran hallazgo[56]porque en este cuaderno aparecen escritos por cuenta y razón de años de nuestro Señor Dios, según se iban apuntando los sucesos ocurrentes por los viejos sabios, aquí en Nueva España”. Por tanto estos Anales, tienen sin duda una fiabilidad histórica. Su presencia está también confirmada por Diego Posada, secretario de la Universidad, junto con tres notarios. Su importancia es grande en el proceso de investigación del “Hecho Guadalupano” precisamente por la mención que hace de la aparición guadalupana, señalando la fecha exacta de 1531 y el de la muerte de Juan Diego en el año 1548. Este documento, independiente pero muy similar al anterior (Anales de Puebla y Tlaxcala o Anales de los Sabios Tlaxcaltecas o Anales de Catedral) parece ser copia de una fuente común, hoy desconocida.


Noticias Curiosas

Esta obra actualmente está perdida, pero pertenecía a la colección de Gómez Orozco. Es de autor anónimo, elaborada en la región de Puebla a principios del siglo XVIII[57]. Reporta noticias copiadas de la misma fuente que los Anales de Puebla y Tlaxcala y del Añalejo de Bartolache, lo que demuestra que a veces los cronistas beben en la misma fuente o la copian sin citarla.


Códice Gómez de Orozco o Anales de Cuetlaxcoapan o Anales de Tlaxcala-Puebla[58].

Son documentos tardíos, s. XVII, pero recogen noticias precedentes, de autor anónimo, y elaborados también en la región de Puebla; nos dan noticias del período que va de 1519 a 1686. El texto guadalupano que deseo destacar señala el año 1530 y dice en su traducción: “Este año vino el Presidente [del la Segunda Audiencia ]. Recientemente vino a gobernar México. En el mismo año se dignó venir el jefe de los sacerdotes, obispo, su venerable nombre fray Juan de Zumárraga, sacerdote de San Francisco. Y también entonces se dignó aparecerse nuestra amada madrecita de Guadalupe[59]. Como se ve, parece que beba en las mismas fuentes que los anteriores citados.


Confirmación de noticias en otros códices indígenas

Existe toda una serie de documentos que no nos hablan directamente de los hechos guadalupanos, pero que nos ofrecen una serie de noticias que confirman las dadas por los otros documentos con referencias directas guadalupanas. Presento algunos significativos.


Códice en Cruz[60].

Es un documento de carácter histórico, elaborado en papel amate, entre 1553 y 1569, en la región de Texcoco. Comprende el período que va de 1502 a 1557. Recibe este nombre debido a que se lee en forma circular. Aunque no figura en él alusión ninguna al Acontecimiento Guadalupano, en la lámina 17, figura 4, que se refiere a 1531, hacia arriba, se figura el cometa Halley, lo cual es muy importante porque en el año 13-Caña (1531), se consignó la aparición de un cometa, hecho que coincide con otras informaciones sobre la aparición.


Códice Telleriano-Remensis[61]

El códice denominado Telleriano-Remensis fue pintado hacia 1562 ó 1563. Se trata de un documento de 50 folios de 32 a 22 cms. Su material es ritual, calendárico e histórico. Se divide en tres partes, siendo la primera un calendario de 18 meses con dibujos de los dioses que presidían en cada periodo de trece días; la segunda es un tonalpohualli o almanaque adivinatorio de 260 días. La tercera parte corresponde a unos anales históricos que cubren de 1198 a 1562 y tiene al final dos hojas escritas en español, sin dibujos, con noticias históricas de 1519 a 1557.


No alude directamente al Hecho Guadalupano, pero sí consigna en el folio 44 que “humeó una estrella”, con lo que confirma lo que otros códices hacen coincidir con la fecha de la aparición en 1531, en que se dejó ver el cometa Halley.


Se cree que este códice es copia de una fuente hoy perdida, el códice denominado Huitzilopochtli, y que parte de sus glosas castellanas fueron escritas por el padre fray Pedro de Ríos. En todo caso, se ha demostrado que el Códice Telleriano Remensis es anterior y sirvió de modelo a otro códice muy similar: el Vaticano A (Cod. Vat. Lat 3738).


Códice Vaticano 3738, también llamado códice Ríos, códice Vaticano A y codex Vaticanus.

Este códice fue pintado entre 1563 y 1570, probablemente en Italia, quizá copia de una fuente común, hoy perdida, a la que se ha dado el nombre de Códice Huitzilopochtli. O aún más probablemente que sea copia del Códice Telleriano-Remensis. Trátase de un documento de 96 folios, de 46 por 29 cms. Su temática es ritual, calendárica, histórica y etnográfica. En el folio 88 r. (91., según las ediciones más recientes), pictografía una estrella con volutas de humo, o sea, la aparición de un cometa: el Halley. Esto confirma lo que otros códices hacen coincidir con la fecha de la aparición: 1531.


Tira de Tepechpan[62]

La denominada Tira de Tepechpan de autor anónimo, fue elaborada en la zona del valle de México, a lo largo de varios siglos y se terminó a finales del siglo XVI. Se trata de una larga tira de papel indígena, de 6.25 metros de largo y 21 centímetros de ancho. En ella se narra, según el método indígena de contar los hechos históricos en forma pictográfica, los acontecimientos más importantes ocurridos en los últimos 300 años, de 1298 a 1596. Desgraciadamente se han perdido las partes iniciales y la final, de modo que tenemos la relación de los hechos que van desde 1300 a 1590. Incluye el asentamiento en Chapultepec, la fundación de Tepechpan y Tenochtitlán.


En relación a si el códice nos da noticias guadalupanas, se ha discutido mucho sobre si en efecto contiene referencias explícitas. El documento cita el año 13-Caña, correspondiente al de la aparición guadalupana y a una procesión que se habría efectuado el 26 de diciembre de 1531. Aparecen tres figuras que parecerían ir en procesión; representan realmente al obispo Don Sebastián Ramírez de Fuenleal (Presidente de la Audiencia), a Hernán Cortés y al obispo don Fray Juan de Zumárraga. Simplemente pretenden documentar su llegada. Pero también figura en el documento, en la parte superior, un águila bien delineada, de cuyo pico emana una voluta de color azul-turquesa, que podría interpretarse como Cuauhtlatoa (Águila que habla), que como se sabe, es también el nombre indígena de Juan Diego, y por lo tanto podría verse como una alusión a él.


Acerca de esta águila el historiador Xavier Noguez cree que la posición de esta ave en la pictografía no concuerda con exactitud en el espacio correspondiente al año citado; más bien se ha colocado entre éste y el anterior no pudiéndose determinar si corresponde a 1530 ó 1531. Otro estudioso, Boban, cree ver contenidos bélicos en el águila, a través del uso de la voluta que sale de su pico. De una lectura glífica del conjunto se podrían deducir dos palabras: Cuauhtlatoa o Cuauhtlatoani: “El que habla como águila” o “manda ruda o varonilmente”, interpretándose así dicho pictograma asociado a un ambiente militar. El otro posible vocablo sería Tlatocuauhtli, para significar: “Águila que habla” o “Águila parlante”.


Podemos concluir que como documento probatorio guadalupano su fiabilidad histórica ha sido discutida. Con datos tan incompletos como aislados sería aventurado citar por el momento una interpretación convincente. Para la época virreinal española el códice narra los sucesos que fueron de mayor interés para las comunidades de las zonas de Texcoco, como la llegada de las autoridades. No hay acuerdo acerca de los tres personajes y la procesión. Se ve que el documento sólo quiere documentar la llegada de ellos; algunos pretenden considerar esta procesión como el entierro de un indio principal. La realidad es que por principal que fuese, ningún indio recibía a su muerte funerales tan solemnes. El historiador jesuita mexicano padre Cuevas cree que las tres figuras son parte de una escena asociada a los acontecimientos del día 26 de diciembre de 1531, cuando Cortés y Zumárraga supuestamente presidieron una procesión al cerro del Tepeyac, sitio donde se trasladó la imagen recién aparecida de la Virgen de Guadalupe. No deja de ser una simple hipótesis sin otros fundamentos.


Códice de Tetlapalco (o Códice Brooklyn, Saville Codex, Texplapalco, Tetlapalco o Telapalco o Códice Protohistórico, o Anales de la Fundación Heye)[63]

Es un códice obra de un autor anónimo, elaborado a mediados del siglo XVI en el Valle de México, quizá en Tetlapalco. Es una tira de papel amate de 145 por 26 cm. en sentido vertical, que contiene anales histórico-genealógicos comprendidos entre 1415 y mediados del siglo XVI. Nos encontramos ante un códice de gran valor, ya que ofrece una imagen mariana muy parecida a la Virgen de Guadalupe, cuya túnica es de color rosa asalmonado, y el de su manto verde mar pálido. Tanto la túnica como el manto son idénticos a la imagen del Tepeyac, lo mismo que la inclinación de su cabeza hacia el hombro derecho, así como los pliegues del manto, cintura y mangas. Así mismo, el códice consigna la fundación de San Marcos (1536) y en 1526, la fecha de la Santa Cruz. Resulta que la Virgen cae precisamente frente al círculo que corresponde al año de 1531 (los años se indican dentro de círculos). Independiente del significado guadalupano que se le pueda dar o negar, podría tener una interpretación guadalupana por los dibujos que ofrece y por la fecha que propone (1531). Desafortunadamente no hay glosas que expliquen estas representaciones por lo cual no se pueden precisar mejor.


Códice Techialoyan K (710) de Santa María Calacohuayan: llamado también “Sutro”[64]

Este códice, de autor anónimo, fue elaborado en Santa María de Calacohuayan, Estado de México. Se llama también Códice Sutro en honor de Adolphe Sutro, quien lo compró entre 1880 y 1890, donándolo más tarde a la Biblioteca del Estado de California, en San Francisco, junto con el resto de materiales que hoy conforman la colección que lleva su nombre. Su datación corresponde al siglo XVIII. Es un documento en papel amate, con grandes figuras y letras. En sus orígenes se trataba de un documento de carácter notarial y jurídico para demostrar oficialmente ante las autoridades virreinales la legitimidad de las propiedades ancestrales de su propietario.


En el códice encontramos una posible referencia guadalupana. Se trata de una imagen dibujada en la parte superior del folio 3v, que posiblemente sea la imagen de la Virgen de Guadalupe. Así lo plantearon Robert H. Barlow y Byron McAfee. Sin embargo, aunque esto sea cierto, hay que reconocer que se trata de algo muy tardío, porque el códice es del siglo XVIII.[65]


Comentario de Ángel María Garibay sobre los Anales.

El eminente nahuatlato Ángel María Garibay, uno de los mejores expertos en lengua náhuatl, nos ha ofrecido en su tiempo una serie de conclusiones sobre cinco Anales reseñados más importantes: Chimalpahin, Juan Bautista y los que él llama Anónimos A,B,C, que dada su importancia resumo:


-Los documentos son independientes entre sí: uno de la región chalca, otro de la región poblana, un tercero de región tlaxcalteca y dos de región central. Escritos simultáneamente, han sido conocidos muy tarde y todos cinco concuerdan en el Hecho Guadalupano. -Son precisamente los errores de coordinación de fechas los que vienen a dar la prueba de independencia, ninguno da la fecha tradicional de 1531[66]. No pudo depender uno de otro, dado que en la fecha todos divergen. -Proceden de las regiones más cultas: Tenochtitlán, Tlaxcala y sus cercanías, y Chalco. Falta testimonio de la región del antiguo reino de Texcoco; es la más autorizada pero también la que más sufrió los rigores de la destrucción. -Tienen el carácter social y público de todos los Anales; por tanto no son escritos o crónicas individuales; son crónicas públicas y la historia de los hechos que contienen son bien averiguados y reconocidos como de interés público. -Indirectamente probamos que son verídicos. Se puede tomar los datos antecedentes o consiguientes a la Aparición guadalupana, hacer su confronto con fuentes no indias, hispánicas, y se encuentra que concuerdan con los datos fundamentales comprobados históricamente con otros documentos. Ahora bien se debe deducir que si son verdaderos en las noticias de crónica que nos dan sobre acontecimientos sociales, políticos y religiosos, no vemos porque deben inventar cuando hablan del Hecho Guadalupano. Ahora bien, se prueba que, salvo el error de la confusión de años se tiene la nota cierta de los acontecimientos que narran. No puede dudarse de un hecho aislado si se da crédito al testimonio de los otros. La reflexión que estamos haciendo cobra mayor fuerza si se tiene en cuenta que:

a) Los redactores de los Anales no tenían preocupación de publicidad; escriben para guardar el hecho, no para darlo a conocer en forma publicitaria o de libro. b) Recogen el hecho de labios de la gente, sólo cuando éste se ha divulgado y llegado a sus regiones respectivas, cuando ya ha sido sometido a la exploración y examen que hace el pueblo, y sólo después de que la fama se hizo pública y general. c) La noticia recogida es para ellos algo objetivo; es decir, lo incluyen entre los demás documentos como perfectamente averiguado, con el mismo laconismo con el que afirman la aparición de un cometa, o la venida de un funcionario. d) Difieren totalmente en la misma fecha castellana, aunque concuerdan en el hecho, en el lugar y en el mismo signo indígena: “Todos con excepción de Juan Bautista, que no menciona ninguno, hablan del año pedernal, aunque con cifra discorde.[67]


Sin embargo se podría objetar que: la lengua náhuatl no podía expresar el concepto cristiano de “aparición” puesto que nunca habían tenido apariciones cristianas. Ángel María Garibay responde que todo lo que puede decirse en latín o en griego, puede decirse en náhuatl. Y pone dos ejemplos: 1) Basta buscar en la biblioteca nacional en la sección de Manuscritos en Mexicano algún comentario a Job, al Eclesiastés o a los proverbios. 2) Sobran ejemplos en la literatura prehispánica donde se pueden encontrar los usos del concepto de Aparición, por ejemplo de fantasmas o de dioses.[68]


Otros códices indígenas

Los documentos indígenas de épocas diversas, que confirman la traditio india guadalupana y la forma de transmisión de los acontecimientos históricos, han tomado cuerpo en varias formas literarias orales, escritas y plásticas. Entre ellas existe una que podría tener su equivalente en los cantares, coplas del romancero español sobre la historia medieval, la reconquista, etc.; cada pueblo tiene este propio estilo literario de transmitir su historia épica y también aquella que más ha impresionado o hecho mella en la formación de un pueblo y en la mente popular. Presento alguna de estas formas concretas del caso mexicano.


Cantares Mexicanos, el Teponaxcuícatl o Cantar del Atabal o Pregón del Atabal o Cantar de Francisco Plácido[69]

Son un grupo heterogéneo de Cantares, recogido en un manuscrito anónimo terminado en 1597, entre los cuales, el más importante para nuestro tema es el Teponaxcuicatl o Pregón del Atabal. Acerca de los cantares Mexicanos el padre Cuevas dice que “para que estos cantares no se perdiesen con el tiempo y el olvido, hubo un fraile o un su discípulo que se dedicó a coleccionarlos en le último tercio del siglo XVI. El original se encuentra en la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional de México.[70]


Entre estos Cantares se encuentra el poema o canto conocido como Teponaxcuícatl[71]o Pregón del Atabal, que es uno de los más antiguos, al menos anterior a 1597, fecha en que están copiados los manuscritos por un amanuense anónimo. Parece ser que fue compuesto por Don Francisco Plácido, señor de Azcapotzalco, que ciertamente compuso no sólo cantares indios tradicionales, sino también cantares cristianos y algunos específicamente guadalupanos.


El P. Francisco Florencia en sus investigaciones afirma que el cantar fue entonado en el momento en que se llevó a la ermita de Guadalupe en el Tepeyac la sagrada imagen (tilma) desde la casa del Obispo de México. El códice Pereyra[72]presenta por su parte un texto que parece contradecirlo ya que habla de que en el año 1531 se realizó la entrada solemne del obispo (electo) fray Juan de Zumárraga. Sin embargo, el historiador Mariano Cuevas concluye que el canto no pudo ser entonado en la fiesta de la recepción de Zumárraga, pues el obispo franciscano electo había llegado en 1528; por lo tanto lo más probable es que se refiera a esta fiesta del traslado de la imagen de Guadalupe acaecida entre los días 12 y 26 de Diciembre de 1531, y en donde se ubicaría también el pregón del atabal.[73]Según Cuevas el canto habría sido incluido en el Manuscrito de Cantares Mexicanos, habiéndose quizá pedido el original o incluso, no habiéndose hallado escrito en el momento en que se cantó por primera vez, habría sido perpetuado de memoria hasta el momento en que fue asentado en el papel por algún fraile o alumno de éste en el último tercio del siglo XVI.


El texto del Teponaxcuícatl, traducido del náhuatl, según el padre Cuevas rezaría así:

Yo me recreaba con el conjunto policromado

De varias flores de Tonacaxóchitl que se erguían

Sobrecogidas y milagrosas

Entreabriendo sus corolas en presencia suya.

¡Oh Madre Nuestra Santa María!


Junto al agua cantaba [Santa María]

Soy la planta preciosa de escondidos capullos;

Soy hechura del único, del perfecto Dios:

Soy la mejor de sus creaturas.

Tu alma está viva en la pintura

Nosotros los señores le cantemos

junto al libro grande y le bailemos con perfección

y tu obispo nuestro único padre

predica allí en la orilla del agua


Dios te creo Oh Santa Maria

Entre abundantes flores

Y nuevamente te hizo nacer

Pintándote en el Obispado

Artísticamente se pintó

¡Oh! En el venerado lienzo tu alma se ocultó, todo allí es perfecto y artísitico, Oh yo aquí de fijo habré de vivir.

Quién tomará mi ejemplo

Quién conmigo irá

Oh postraos en torno suyo

Oh cantad con perfección

Que mis flores y mis cantos se desgranen en presencia tuya, [...]

Lloro y digo y advierto a mi alma que observe la verdadera razón de mi canto,

Oh que se funde, que prontamente sea hecha su casa terrenal; allí morarás,

Alma mía, flor distinguida que su aroma difunde mezclándolo al de nuestras flores.

Oh! Vibrantemente brotan mis cantares, [en loor] del venerado y tierno fruto de nuestras flores que son su perenne adorno.


La flor del cacao su perfume va esparciendo; difundiendo su aroma la flor Payoma los caminos perfuma; allí viviré yo el cantor.

Oh! Oh! Oíd mis cantos que brotan tiernamente.

Los Cantares de los indios ante la Virgen continúan hasta hoy[74]

He mencionado la manera cómo los indígenas transmitían sus tradiciones y acontecimientos históricos memorables. Una de las dos formas corresponde a los cantares, que se van transmitiendo de generación en generación. El polígrafo mexicano del s. XVII Becerra Tanco nos testimonia cómo él había escuchado estos cantos, en los cuales se recordaba el Acontecimiento Guadalupano, de labios de los mismos indígenas. La tesis que todavía hoy se puede constatar es que durante cuatro siglos, hasta hoy día, los indios cantaron, y siguen cantando las apariciones guadalupanas, como se puede ver en el mismo santuario de Guadalupe y en multitud de pueblos de la geografía mexicana. Se puede afirmar que antes de 1629 cantaban los indios públicamente, en la villa de Guadalupe, en el Tepeyac, la relación de las apariciones. Un testigo de fiar del siglo XVIII, el escritor Cayetano Cabrera, nos dice que “los cantares de los indios no se habían perdido del todo, antes dejaron huella en la ciudad “cantando”, vestidos a su usanza, en sus fiestas y bacanales...[75], como todavía lo hacen en pleno siglo XXI.


El canto y la danza son parte del alma del indio mexicano. Un autor guadalupano como García Gutiérrez[76]nos refiere lo dispuesto por los primeros concilios mexicanos acerca de los cantos y danzas de los indígenas recién convertidos. Estos concilios se proponían impulsar en los indígenas su progreso en la fe cristiana y evitar el que retornasen a la idolatría; por ello pusieron especial cuidado en purgar de sus danzas los elementos antiguos sospechosos de idolatría[77]. Insistían en que jamás se les permitiera usar de canciones en que se refieran sus antiguas historias, o donde se aludiese a su antigua religión; por el contrario proponían que solamente cantasen las que fueren aprobadas por sus párrocos y vicarios.


Becerra Tanco escribiendo en el siglo XVII precisa que hasta principios de aquel siglo los indios cantaban las apariciones, no a escondidas, sino a un paso de la ciudad de México en una plaza pública, y en una fiesta a la que solían concurrir arzobispos, canónigos y personas de las más altas dignidades. El hecho particular que señala Becerra Tanco, es que aunque estas autoridades podían y debían evitar estos cantares, no los evitaron, razón por la cual se puede deducir su aprobación.


Un Cantar indio citado por Ignacio Manuel Altamirano

Ignacio Manuel Altamirano, un mestizo procedente del México profundo de la sierra, que conocía la lengua y la cultura náhuatl, recoge un cantar indio guadalupano[78]. Altamirano, un político liberal del partido de Benito Juárez en la llamada “guerra de la Reforma mexicana”, en pleno siglo XIX, no es nada sospechoso de credulidad, nos refiere los cantares que él había escuchado entonar a los indígenas ya desde su niñez y dice: “cantares compuestos probablemente por neófitos entusiastas, y en los cuales la medida y la rima denuncian imitación de las coplas españolas”. Cita uno de ellos escuchado en su juventud precisamente en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe:


Al pie de aquella colina Donde la Rosa creció He contemplado una Virgen Que atrajo mi corazón.


Un Documento singular: el testamento indio de la hija de Juan García Martín o Juana Martín o Gregoria Morales (1559)[79]

Hay un testamento perteneciente a una india principal con un claro acto de fe guadalupana. Al documento se le han dado diversos nombres: tomando algunos nombres del texto; parece que el testamento es de una tal, hija de Juan García Martín, o llamada Juana Martín y también Gregoria María y Gregoria Morales. El hecho es que no se conoce con certeza el nombre de la testadora; los nombres citados están tomados del texto original. Al leer el texto, el nombre más apropiado es el de Testamento de la hija de Juan García Martín.

Comienza el testamento señalando la fecha de su emisión:


Hoy día sábado 11 de marzo de 1559 años [...].”; más adelante señala su voluntad: “[...] Yo me he quedado como hija de mi honrado padre Don Juan Martín y de todos mis hijos sólo uno ha quedado y es Francisco Martín; el que si viviese o no o dejare hijos [...] todos deben saber y comprender lo que contiene este papel [...] el modo como he vivido en esta ciudad de Cuautitlán y su barrio de san José Millán, en donde se crió el mancebo Don Juan Diego y se fue a casar después a Santa Cruz el alto (Tlacpac) cerca de San Pedro con la joven Dona Malintzin la que pronto murió quedándose solo Juan Diego [...] A los cuantos días después mediante este joven se verificó una cosa prodigiosa allá en Tepeyácac, pues en él se descubrió o apareció la hermosa Señora Nuestra Santa María, cuya imagen vimos allí en Guadalupe, la que nos pertenece a nosotros los de esta ciudad de Cuautitlán.[80]


Como puede verse el testamento menciona al indio Juan Diego, su matrimonio con Malintzin y la posterior muerte de ésta. Pero lo más importante es que refiere que al venturoso indio le aconteció “una cosa prodigiosa allá en el Tepeyácac, pues en él se descubrió o apareció la hermosa Señora Nuestra Santa María, cuya imagen vimos allí en Guadalupe...”. Este testamento nos certifica un dato confirmado por las otras fuentes: la ciudad de origen de Juan Diego, el hecho de que se trataría de personas pudientes y otros datos confirmados hoy por estudios arqueológicos en el lugar y por la tradición constante plurisecular que hablaba de lo mismo. Se ve clara la estima hacia el indio Juan Diego y el orgullo de la testadora de ser su paisana, así como la identificación de la ciudad india de Cuautitlán con la Virgen de Guadalupe: “Nos pertenece a Nosotros los de esta ciudad de Cuautitlán”. Además confiere a Juan Diego y a Malintzin el título nobiliario de Don y Doña, como entonces se usaba refiriéndose a las gentes principales entre los indios en los documentos también españoles.


El testamento dice explícitamente que fue extendido el sábado 11 de marzo de 1559. El documento fue estudiado en su día por Mariano Cuevas, quien afirma como cierta la fecha de 1559 y no la de 1656 como algunos hipotizaban, dada la clara y precisa referencia guadalupana y juandieguina. La prueba que da es el día, ya que en 1656 el 11 de marzo cayó en martes y no en sábado, y sí cayó en sábado el 11 de marzo de 1559. El documento original estaba en poder de Lorenzo Buturini entre 1736 y 1743. Lo cita en tres diferentes lugares: en su Catálogo del Museo Indiano, en su Inventario, y en la Idea de una Nueva Historia General de la América Septentrional, refiriéndose a él como el testamento de una pariente de Juan Diego[81]. Buturini lo coloca en el Catálogo del Museo Indiano, en la sección correspondiente a Guadalupe, instrumentos públicos y otros monumentos. Indica que se trata de un original en papel indiano, en náhuatl. Cree Buturini que se tata de una parienta de Juan Diego, pues escribe en el Inventario levantado el 28 de septiembre de 1743 ante el juez Don Ygnacio Joseph de Miranda: “Un testamento que hizo una parienta de dicho Juan Diego ( a quien se apareció la Divina Sra.) en papel indiano antiguo manchado y maltratado, firmado del Escribano, de la República [...] es pieza de grande importancia a la historia de la Sra. y está envuelto en un pliego de papel de Castilla, en el cual D. Lorenzo se cansó de sacar un tanto de dicho testamento”.[82]El mismo Boturini hizo una copia del mismo en un pliego de papel “de Castilla”. No fue el único, como queda dicho.


Conclusión

El estudio de los documentos indígenas nos obliga a usar una precisa metodología histórica aplicada en la investigación de un hecho hipotéticamente acaecido. El estudio documental llevó a posteriori a la constatación de los hechos como tales. Esto no sólo ha permitido que el proceso de la canonización de Juan Diego siguiera un afortunado desenvolvimiento, sino que también ha certificado una vez más la necesidad de buscar, analizar y comparar las fuentes históricas como método aplicable y verificable en toda investigación histórica. En efecto, la atención metodológica dada a este tipo de documentos mexicas y a su valor como testimonios históricos, la clasificación de los mismos documentos según su fiabilidad histórica guadalupana y su distribución desde el punto de vista de los aportes “guadalupanos”, es decir: de aquellos que son seguros e importantes, que confirman noticias dadas por otros códices guadalupanos, y de los que son dudosos y discutidos en su interpretación, es el camino razonable de una investigación histórica. El confronto con otras fuentes, incluso con aquellas que no buscan directamente referir el “Hecho Guadalupano” es un recurso que da confianza y credibilidad al proceso seguido en la investigación.


De frente a la posición que ve en la devoción guadalupana una “creación del criollismo” de los siglos XVI y XVIII, es muy interesante ver la presentación de algunos documentos que confirman la tradición continua sobre el lugar del nacimiento de Juan Diego y la devoción e identificación de la población india con la Virgen de Guadalupe, como lo muestran las numerosas referencias documentales indígenas reseñadas y otras como el Testamento indio de la hija de Juan García Martín.


Es de gran ayuda para el estudio guadalupano, pero también para un aprendizaje de metodología histórica, la valorización y estudio de la tradición oral indígena como instrumento normal de comunicación de la propia memoria histórica, su alcance como vehículo transmisor del “Hecho Guadalupano”, y el problema de la datación siguiendo los calendarios indígenas, que al ser confrontados con el calendario occidental actual suscita diversidad de fechas, aspecto muy interesante al momento de precisar los acontecimientos realmente históricos.


Notas

  1. Carta original, en el Archivo de Chimalhuacán Chalco, Edo. de México, dentro de una carpeta denominada “Códice Teresa Franco”, en honor de la investigadora del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia, México), responsable de la restauración de dicho archivo. Dimos a conocer dicha carta en la obra, El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, México 1999 y en F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo…, Madrid 200
  2. Garibay K., Fray Juan de Zumárraga y Juan Diego - Elogio Fúnebre, 11-14.
  3. Becerra Tanco, Origen milagroso del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en Torre Villar - Navarro de Anda, Testimonios Históricos Guadalupanos, 323-326.
  4. Duran, Historia de las Indias de la Nueva España e Islas de Tierra Firme, Ed. Porrúa, México 1967, 2 vols.: t. I, 6. Abundan los testimonios sobre la destrucción de muchas antigüedades y códices indígenas. Una lista de algunos de esos testimonios puede verse en Robert Ricard, La conquista espiritual de México, Fonde de Cultura Económica, México, ed. de 1986, 106-108; se citan testimonios de Sahagún, Durán, Mendieta, Dávila Padilla y Burgoa, entre otros.
  5. Leon-Portilla, El destino de la palabra. De la oralidad y los glifos mesoamericanos a la escritura alfabética, 19-71
  6. González - Chávez - Guerrero, El encuentro , 143-189; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 247-287.
  7. González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 142-189; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 247-287. Cfr. la bibliografía crítica sobre esta fuente en la obra citada. Además: Guerrero, El Nican Mopohua. Un intento de exégesis, Universidad Pontificia de México, 2 vols., 1998: Editorial Realidad, Teoría y Práctica, Cuautitlán, Estado de México 1998
  8. Nebel, Nican Mopohua. Cosmovisión indígena e inculturación cristiana, 238.
  9. Nebel, Ibidem, 236.
  10. Nebel, Ibidem, 238.
  11. Nebel, Ibidem, 239.
  12. Nebel, Ibidem, 240.
  13. Cfr. Guerrero, El Nican Mopohua. Un intento de exégesis. Universidad Pontificia de México, 2 vols., 1998.
  14. Guerrero, El Nican Mopohua. Un intento de exégesis, I, 261-262, 607-608; González-Chávez-Guerrero, El encuentro, 11-15; F. Gonzalez, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 9-19 y 247-287.
  15. González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 289-291; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 247-28
  16. Lorenzo Boturini Benaducci: estuvo en México entre 1735 y 1744 con el objetivo de recoger material documentario para preparar una historia sobre los Dominios españoles en el Nuevo Mundo, por encargo real; debido a varios problemas y malentendidos fue expulsado de Nueva España y sus papeles fueron incautados; será rehabilitado posteriormente en España donde muere 20 años después, en 1755. Reunió un sólido acopio de documentos pre y post hispánicos, en especial guadalupanos.
  17. Carta de Lorenzo Buturini B. al P. Ballesa Cervantes, en “Códice Teresa Franco”, Archivo parroquial de San Vicente Ferrer, de Chimalhuacán, Chalco (Estado De México), Fs. 1r-2r. No tiene fecha pero se sabe que Lorenzo Boturini estuvo en México de 1735 a 1744, por lo que este documento pudiera haber sido escrito entre estos años. Citado por González-Chávez-Guerrero, El encuentro, 284; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 247-287.
  18. Las “ Informaciones Jurídicas de 1666” es uno de los documentos más seguros, por su naturaleza, objetivo y destinatario: ahí se habla explícitamente de la veneración popular por Juan Diego, así como de rasgos de su vida y de su familia. Ver “El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, op. cit., p. XXXIII; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 350-362.
  19. Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España, Ed. Porrúa, México 1982, 18-19; Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana, Ed. Porrúa, México 1980, 630. Lo reproduce literalmente también Torquemada, Monarquía Indiana, Ed. Porrúa,. Introducción de León-Portilla, México 1986, 3 vols. T. III, 449. Otras causas de la escasez de fuentes de archivo fueron robos, incendios, (por ejemplo el Archivo el del Cabildo de México de 1692), la legislación sobre el papel, su reciclaje para usos comerciales, etc
  20. Garibay., Fray Juan de Zumárraga y Juan Diego –Elogio Fúnebre, 286
  21. Becerra Tanco entregó un testimonio escrito bajo el título de “Origen milagroso del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe”, testimonio que con algunas añadiduras, fue publicado en 1675, después de su muerte ocurrida en 1672.
  22. Becerra tanco, Origen Milagroso del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Torre Villar -. Navarro de Anda, Testimonios Históricos Guadalupanos, 323-326.
  23. León-Portilla, El destino de la palabra, De la oralidad y los glifos mesoamericanos a la escritura alfabética, FCE, México 1996.
  24. León-Portilla, El destino, 64.
  25. Cfr. Ibid., 64.
  26. Esta tradición fue presentada por su recopilador a J. L. Guerrero, del que la hemos recogido en González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 289-291; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 256-257.
  27. González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 291; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 247-287.
  28. Cf. F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, cap. IV, 91-120. El manuscrito más antiguo conocido se encuentra en la Biblioteca Pública de Nueva York, Col. Ramírez. Monumentos Guadalupanos (“removed from case 2”), NYPL, Ser. I, vol. 207.
  29. Los Anales de Juan Bautista, Archivo Histórico de la Basílica de Guadalupe (AHBG), Ramo Historia, Caja 101, exp. 1, (62 fols.), pp. 11 y 12, 24, p. 13, §17, p. 17, p. 21 §49.
  30. Bibliothèque Nationale de Paris, Col. Aubin-Goupil, Doc. 74.
  31. Chimalpahin Cuahtlehuanitzin, Relaciones Originales de Chalco Amaquemecan, Ed. FCE, México 1965, 264.
  32. Anales antiguos de México y sus contornos: Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México (BNAH), Col Antig. 273-274 (Originalmente pertenecieron a la biblioteca de Alfredo Chavero).
  33. n Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH de México), Colecc. Antig. n. 12, 1
  34. Consta con toda certeza no sólo que no hubo eclipse alguno en 1631, sino que sí lo hubo 100 años antes, el 28 de Marzo de 1531 y precisamente a las 15:06 del centro de México, hecho que también confirman los códices Telleriano-Remensis y Anales de Techamachalco. Es necesario precisar que este documento habla más bien de 1531. Cfr. González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 301; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 264.
  35. 1631. Ininxihuitl matlactloce calli icuac cualoctonatiuh ey horas ca iciuhca otlanez amo cenca huecauh ihuan icuac haulmohuicac in tlatocacihuapilli tepeyacac Nuestra Señora de Guadalupe"
  36. Pero esta traslación no se hizo en 1631, sino el martes 25 de Septiembre de 1629, (en 1631 no se movió, permaneció todo el año en la catedral), y no se regresó sino casi 5 años después, el domingo 14 de Mayo de 1634. Cfr. González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 300-301; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo,264.
  37. En BNAH, Colecc. Antig., n. 13, 1.
  38. "1631. Nican ipan in xihuitl ohualmohuicac tlazocihuapilli de Guadalupe Tepeyac".
  39. En BNAH, Colecc. Antig., n. 13, 1-2.
  40. "1530. Nican ipan xihuitl ohuala presidente yancuican tlatocatico Mexico za no ipan in xihuitl in huel yancuica hualmohuicac teopixcatlatoani obispo itocatzin fray Juan de Zumarraga, San Francisco Teopizqui in huel icuac monextitzino in totlazonatzin de Guadalupe".
  41. gonzález - chávez - guerrero, El encuentro, 302; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 266.
  42. En BNAH, Colecc. Antig., n. 13, 1-2. Lo denominó así el nahuatlato Ángel M. Garibay K.
  43. "1556, 12 Técpatl, Hualmotenohui in cihuapilli Tepeyacac zaye icuac popoca citlalin".
  44. En BNAH, Colecc. Antig., n. 19, 2.
  45. Este es el nombre que les dio el nahuatlato Ángel M. Garibay.
  46. "1510 Año Pedernal [?] Nican ipan xihuitl huala presi`te] nican tlatocatico Mexico. Auh ca no icuac omenextitzino totlazonatzin de Guadalupe ompa Mexico monextili ce macehualtzin itoca Juan Diego".
  47. En BNAH, Archivo Histórico, n. 1040. Lo denominó así el nahuatlato Ángel M. Garibay.
  48. "1510 […] Nican ipan xihuitl huala presi nican tlatocatico Mexico. Auh ca no icuac omonextitzino totlazonatzin de Guadalupe ompa Mexico monextilli ce macehualtzintli itoca Juan Diego".
  49. De 1531 años. Otlalmanque in quichtianome Cuetlaxcoapan Ciudad de los Ángeles, zan no ipan inin xihuitl in Juan Diego oquimotenextili in to tlazo cihuapilli Guadalupe México”, en Anales de Puebla y Tlaxcala o Anales de los Sabios Tlaxcaltecas o Anales de Catedral, AHMNA, n.18,1.
  50. "Año de 1548 omomiquili in Juan Diego in oquimotenextilitzino in tlazo Cihuapilli Guadalupe México”, Ibid .
  51. Xavier Noguez, Documentos Guadalupanos. Un estudio sobre las fuentes de información tempranas en torno a las mariofanías en el Tepeyac, ed. FCE, México 1993, 55-56, citado por gonzález - chávez - guerrero, El encuentro, 305
  52. En BNAH, Archivo Histórico, Arch. Sucs. Gómez Orozco.
  53. En González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 305-306; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 269. puede verse esta cita que corresponde al texto mismo de José Ignacio Bartolache.
  54. "Acaxihuitl 1531, Otlamanque in caxtiteca in Cuetlaxcoapan Ciudad de los Ángeles ihuan in Juan Diego oquimotenextili in tlazocihuapilli de Guadalupe de Mexico motocayotia in Tepeyac".
  55. "Tecxia 1548. Omomiquilili Juan Diego in oquimonextilli in tlazocihuapilli Guadalupe Mexico. Otecihuilo niztac tepetl", en Añalejo de Bartolache o Manuscrito de la Universidad, BNAH, Archivo Histórico, Archivo de Sucs. Gómez de Orozco
  56. Bartolache, Manifiesto Satisfactorio u opúsculo Guadalupano, en Torre Villar -Navarro de anda, Testimonios, 618, citado por González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 306; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 269.
  57. Su portada fue reproducida por el autor guadalupano Pompa y Pompa en Álbum del IV Centenario. El documento original no se ha podido localizar actualmente.
  58. En BNAH, Archivo Histórico.
  59. "Nican ipan xihuitl huala presidente yancuican tlatotatico Mexico [z]anno ipan xihuitl in huel yancuican huamohicac hualmohicac teopixcatlatoani obispo iticatzin fray Juan de Sumarraga San Francisco teopixqui in huel icuac monextitzino in totlazonatzin de Guadalupe" en Códice Gómez de Orozco o Anales de Cuetlaxcoapan o Anales de Tlaxcala-Puebla, Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. Citado por González - Chávez - Guerrero, El encuentro, .307
  60. En Bibliothèque Nationale de Paris, Col. Aubin-Goupil. Secc. Doc. Mex., BNP-15-17 (original).De este Códice en Cruz se conservan dos copias en la Colección Aubin-Goupil de la sección de manuscritos Mexicanos de la Biblioteca Nacional de París, una sacada por Antonio de León y Gama y la otra por el padre José Pichardo: BNP 90-22: BNP 88-5.
  61. Bibliothèque Nationale de Paris. Manuscrit mexicain 385.
  62. Bibliothèque Nationale de Paris. Col. Aubin-Goupil, Docs. 13-14.
  63. Collection of the American Indian (Heyne Foundation, Nueva York).
  64. Biblioteca del Estado de California, Col. Adolphe Sutro K (710); o Robertson y Robertson, Catalog of Techialoyan, n. 710. p. 269.
  65. González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 312-313; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 274-27
  66. Chimalpahin da 1556; Juan Bautista, da 1555; el anónimo A, 1556, el anónimo B 1530 y antes 1510; el anónimo C 1510.
  67. Garibay, Temas Guadalupanos, 55-56, citado en El encuentro de la virgen de Guadalupey Juan Diego, 314.
  68. Cfr. González - Chávez - Guerrero, El encuentro , 313-314; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 276.
  69. Ms. 1628 del Fondo de Origen de la Biblioteca Nacional de México (Fondo Reservado), fols. 26v.-27v.
  70. Cuevas, Álbum histórico, 23-24. Mariano Cuevas SJ dice que el original contemporáneo de este precioso y típico cantar mexicano, no es conocido; tal vez, no estaba escrito en el tiempo en que se cantó: se perpetuó sólo de oídas entre los que escuchaban el Vate Mexicano que trasmitía al son del Teponaxtli o Atabal la más bella de las tradiciones mexicanas.
  71. "Teponaztli, tambor; es el tambor menor que se tañe llevando en peso. Cantos acompañados con este instrumento son los llamados teponazcicatl, que generalmente son mímicos" (garibay, Historia de la Literatura Náhuatl, 905).
  72. Es un cuaderno que se conserva en la colección Genaro García, hoy propiedad de la ciudad de Texas.
  73. Cuevas, Álbum histórico,41-43.
  74. Cualquier visitante de la Basílica de Guadalupe lo puede constatar a diario, pero sobre todo en las grandes fiestas y peregrinaciones. Estos cantos suelen durar horas, sin señal alguna de cansancio
  75. Cabrera y Quintero, Escudo de armas, No 643, citado en González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 319
  76. García Gutiérrez, Primer siglo Guadalupano,1531-1648,imprenta Patricio Sanz, México 1931, 52, citado por González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 319; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo,278-279.
  77. Primer Concilio provincial Mexicano realizado en 1555, el Segundo en 1565 y el Tercero 1585.
  78. Ytzintla ce tepetontli. Campa Xochitl mopohuana. Oniquitac ce ixpocátl [sic, por ichpochtli]. No yolotzin quitilana”: I. Manuel Altamirano, La fiesta de Guadalupe, en de la Torre Villar - Navarro de anda, Testimonios Históricos, 1160.
  79. En Biblioteca Pública del Estado de Nueva York, Col. Lenox, Secc. MS. El arzobispo de México, Francisco A. de Lorenzana, en su momento (finales del siglo XVIII) mandó traducir el texto en náhuatl a Don Carlos Tapia y Centeno, quien refiere haberse valido de una copia existente en la real Universidad, en el Museo del Caballero don Lorenzo Boturini, Inventario 8º, número 47 (Esta traducción es la que se encuentra en la Biblioteca Nacional de París). La copia de la real Universidad fue en su momento extraída por Don José Patricio de Uribe, para usarlo en su sermón del 14 de diciembre de 1777. Uribe murió el 12 de mayo de 1796, dejando el documento en poder del marqués de Castañiza, quien en 1816, lo donó a la colegiata de Guadalupe por conducto del p. Pedro de Cantón, provincial de los jesuitas. Es este el documento que se halla en la Basílica de Guadalupe, apareciendo en el Ynventario razonado de Don José Mariano Ruiz de Alarcón, bajo el número 33. Actualmente en AHNG, Caja 94, exp. 1, Ramo Historia. También en Bibliothéque Nationale de Paris, Col. Aubin-Goupil, Fons Mexicains, n. 317.
  80. González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 323; F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 280. La traducción del texto fue realizada por Faustino Galicia Chimalpopoca. Cfr. Cuevas, Álbum Histórico Guadalupano, 85-86.
  81. Lorenzo Boturini Benaducci, Idea de una Nueva Historia General de la América Septentrional, estudio preliminar de Miguel León-Portilla. Ed. Porrúa, México 1974, 149.
  82. Ibidem, No. 8-47; reportado en González - Chávez - Guerrero, El encuentro, 324-325 F. González, Guadalupe, pulso y corazón de un pueblo, 281.

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FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ






































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