PERÚ; Los religiosos en los siglos XIX y XX

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Crisis y decadencia

Declarada la independencia, «Como en ningún otro país de Sud América, en el Perú, la Iglesia no fue tratada con la debida consideración por parte de los gobernantes que ejercieron el mando a partir de 1821. Actuaron ellos impulsados por una fuerza compleja que llevaba, como sutiles ingredientes, sentimientos de patriotismo, ambiciones, la masonería anticlerical y el espíritu corrosivo de las nuevas filosofías».

Cuan reflejo directo fueron recogidos los principios que inspiraron la constitución civil del clero de la Revoluci6n francesa. En efecto, el «Reglamento de Reforma de los Regulares» de 28 de setiembre de 1826, dado por el nuevo gobierno, apuntaba directamente a debilitar la Iglesia en general, y controlar especialmente la presencia y acción de las órdenes religiosas. Dos fueron los propósitos: el debilitamiento de los institutos religiosos, considerados como los sostenedores de la corona española, y la incautación de sus bienes.

En el citado Reglamento de Reforma se dieron las siguientes disposiciones:

- la supresión de la autoridad de los superiores provinciales de las órdenes religiosas;

- la sujeción de los conventos a los Obispos; el cierre de los noviciados;

- la profesi6n religiosa cumplidos los 25 años;

-Amplias facilidades para la exclaustración de los religiosos;

- el cierre de los conventos que no tuviesen 8 religiosos como mínimo.

Dichas medidas produjeron en los conventos un estado de confusión y desaliento, que provoco una profunda quiebra institucional, situaci6n que de alguna manera contribuyó a prolongar la crisis social, política y moral del país. La consecuencia lógica fue la rápida disminución de religiosos y el cierre de conventos en todo el Perú. El gobierno procedió a la incautación de los bienes de los conventos clausurados, especialmente de los edificios de los colegios religiosos o casas de formación de Lima, tales como el Colegio Santo Tomás (dominicos), San Buenaventura (franciscanos), San Pedro Nolasco (mercedarios) y San Ildefonso (agustinos), para destinarlos a los más diversos fines.

Al desaparecer la autoridad unificarte del superior provincial se deshicieron las provincias religiosas, y los conventos de hecho desaparecieron, y los pocos que quedaron, convertidos en autónomos entre sí, pasaron a depender de la autoridad del obispo. Se abrían así las puertas a la masiva exclaustración de los frailes. Cada tres años los religiosos se reunían en capitulo conventual, bajo la presidencia del Obispo o su delegado, para elegir al superior que pasó a llamarse presidente. Esta política fue aplicada en los conventos de dominicos, franciscanos, mercedarios y agustinos, pues, desde el extrañamiento de 1767, los jesuitas no existían.

Al mismo tiempo, ante la renuncia de los Obispos, en su mayoría españoles, casi todas las diócesis quedaron en sede vacante, incomunicadas con la Santa Sede, y gobernadas sólo por los cabildos eclesiásticos, casi siempre en medio de pugnas y ambiciones. En consecuencia, ni la jerarquía ni los religiosos tenían contacto alguno ni con Roma ni con Madrid. Situación que durará por varios decenios, con el consiguiente detrimento del gobierno, de la disciplina eclesiástica y de la labor pastoral. De este modo, comenzaba para la Iglesia en el Perú un lamentable periodo de estancamiento y decadencia.

Época de restauración

La restauración de la vida religiosa en el Perú fue tarea lenta y laboriosa. El Obispo de Arequipa José Sebastián Goyeneche, promovido a la sede arzobispal de Lima, tomó posesión de ella en agosto de 1860. Una de sus primeras preocupaciones fue la reforma de los regulares. Con tal objeto el Papa Pio IX le nombró Visitador Apostólico de los religiosos de la Arquidiócesis de Lima, cargo que ejerció desde 1860 a 1867. En virtud de dicha investidura, el 20 de agosto de 1861 dio un Edicto con las disposiciones más convenientes para la reforma de las comunidades religiosas, inspiradas en las normas del Concilio de Trento. Pero este esfuerzo del prelado no tuvo el resultado esperado, debido a sus ocupaciones propias de arzobispo y a la tozuda intromisión de las autoridades civiles en el régimen interno de los conventos.

Por su parte, en 1871 el delegado apostólico en el Perú, Serafín Vanutelli, dio un Auto de Reforma de Regulares, con aprobaci6n del Supremo Gobierno, pero igualmente tuvo un resultado mediatizado. Por fortuna, la reacción de la vida religiosa comenzó en la segunda mitad del siglo XIX. Ello se debió, como afirma Jeffrey Klaiber, a tres factores: 1) la reforma vigorosa que se efectuó en las órdenes religiosas antiguas; 2) la fundación de nuevas congregaciones peruanas, y 3) la llegada de numerosos religiosos y religiosas del extranjero.[1]

La reacción surgió del interior de las propias órdenes religiosas, mediante la presencia de visitadores enviados desde Europa, con el propósito de revitalizar y reformar la decaída vida religiosa. Así, los franciscanos tuvieron al P. Pedro Guai, español, quien, entre 1852 y 1875, desplego una intensa actividad como reformador de su orden y como escritor polemista; el P. José María Gago, peruano, nombrado por León XIII visitador y reformador de los conventos del Perú y Bolivia. En 1907 los franciscanos en el Perú fueron divididos en dos provincias: la de los Doce Apóstoles (peruanos) y la de San Francisco Solano (españoles).

Para los dominicos de la Provincia de San Juan Bautista del Perú, llegaba en 1878 el italiano P. Vicente Nardini, con el cargo de Vicario General. En 1879 el Delegado Apostólico Mario Mocenni le nombró Visitador Apostólico del convento de Santo Domingo del Cuzco. La nueva autoridad pudo salvar la provincia sobre la base de los conventos de Lima, Arequipa y Cuzco. Este último con amenaza de cierre por orden de la autoridad civil. El 7 de marzo de 1892 se tuvo en Lima la inauguración del Colegio Santo Tomás de Aquino, regentado por los religiosos. En diciembre de 1896 llegaba el nuevo Vicario General P. Segundo Fernández, para continuar la reforma iniciada por Nardini.

«Como un regalo de la orden de San Agustín llego al Perú un 5 de marzo de 1894», el P. Eustasio Esteban, joven religioso de 34 años; venía como reformador y comisario de los agustinos. Fue el alma del resurgimiento de estos religiosos en el Perú. Como justo reconocimiento a sus méritos, en el 86° Capitulo General, el P. Eustasio fue elegido Superior General de la Orden para el periodo 1925-1931. Al término de su mandato volvió a Lima para morir el 26 de abril de 1945.

Procedente de Roma llego en 1876 el P. Magín Beltrán con el cargo de Visitador General de los mercedarios del Perú y Bolivia, pero tuvo que volver a Roma al año siguiente. En 1880 el Delegado Apostólico Mario Mocenni nombró visitador de los mercedarios al P. José María Gago. Es en esta coyuntura que, con la intervención del Maestro General de la Merced, se convino en constituir la actual Provincia Mercedaria del Perú, con los conventos que quedaban de las antiguas provincias de Lima y Cuzco, que eran precisamente las casas de Lima, Arequipa, Cuzco y La Paz. Después, llegaron como visitadores, para luego actuar como provinciales, los padres Aparicio del Castillo y Manuel Arguello. Sin embargo, el acertado y definitivo encauzamiento de los mercedarios en los tres primeros decenios del siglo XX, será obra del dinámico peruano P. Miguel Tovar Calvo.

Resurgimiento de la vida religiosa

La llegada al Perú de nuevos institutos religiosos, tanto de varones como de mujeres, acentúa, sin duda alguna, el inicio de una época de franco resurgimiento de la Iglesia. El éxito de la labor de los religiosos, hoy como ayer, radica en su organización interna como institución, en la preparación de sus miembros y en la buena administración de los medios económicos. Paulatinamente fueron incrementándose en el Perú, bajo la dirección de institutos religiosos, centros hospitalarios, obras asistenciales, las misiones y el trabajo pastoral en sus diversas modalidades. La labor docente, con su admirable desarrollo e influencia, constituirá un inapreciable servicio a la sociedad.

A raíz de la independencia, las órdenes hospitalarias de la colonia, como los betlemitas, juandedianos y padres de la Buena Muerte, habían desaparecido en el Perú. En 1858 llegaban las Hijas de la Caridad para hacerse cargo de la dirección de hospitales, tanto en Lima como en algunas provincias. Cumplieron desde entonces una labor apreciada y admirada por la sociedad. De tal manera que, como dice KIaiber, hasta fines de la segunda guerra mundial la mayor parte de hospitales, clínicas y otras obras asistenciales, fueron dirigidas y atendidas por congregaciones religiosas.

Luego, hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, siguieron llegando nuevas familias religiosas. Así, en 1870 arriban las religiosas de San ]osé Cluny, que, al tiempo de dedicarse a la educación, se hacen cargo de la dirección de la clínica Maison de Santé. Las religiosas del Buen Pastor (1871) se dedican a la atención de mujeres con problemas. Las Hijas de Santa Ana llegan en 1887 para dedicarse a la atención de hospitales y la educación. Las de San José de Tarbes (1892) para dirigir hospitales y atender la educación de niñas pobres. La Orden de San Camilo para la atención de hospitales y clínicas. Las religiosas en 1960 fundan la Clínica Tezza. En 1898 las Hermanitas de los Ancianos Desamparados para encargarse de asilos y dedicarse a la enseñanza.

En 1922 llegan las Siervas de María para atender enfermos a domicilio. Las Mercedarias Misioneras (1927) para las misiones y la educación. Las Carmelitas Misioneras (1936) para trabajar en hospitales. Las Franciscanas de la Inmaculada Concepci6n (1936) para la educación de niños sordo-mudos. En 1958 las misioneras del Sagrado Coraz6n para dedicarse a las misiones y a la atención de enfermos. En Lima tienen la Clínica Stella Maris.

En 1858 llegan los Lazaristas o Vicentinos para atender las misiones populares y dirigir seminarios. Los Redentoristas (1884) también para las misiones populares. En 1905 los Canónigos Regulares, que apoyarán la fundación de las religiosas Canonesas. Los claretianos (1910) para la enseñanza de niños pobres, misiones populares y dirección de seminarios. En 1911 llegan los Carmelitas Descalzos para atender parroquias. Las Esclavas del Sagrado Coraz6n (1922) para dedicarse a las niñas pobres y la promoción de la mujer. Las Hijas de María Inmaculada (1929) para la atenci6n de empleadas domésticas. Las Misioneros del Sagrado Coraz6n (1938) se hacen cargo de parroquias urbanas de Lima y en 1957 de la Prelatura de Caraveli.

Misiones de la selva peruana

Desde sus inicios, las misiones de la selva están enteramente en manos de religiosos. La presencia franciscana se enriqueció desde 1900 con la llegada de los agustinos y dominicos para encargarse de las Prefecturas Apostólicas de Iquitos y Madre de Dios, respectivamente. Con posterioridad llegaron los pasionistas y los jesuitas. En la actualidad, la atención pastoral de la selva está organizada del modo siguiente:

- Vicariato Apostólico de Iquitos. Prefectura Apostólica el 5 de febrero de 1900. Elevada a Vicariato el 12 de agosto de 1945. A cargo de agustinos españoles; - Vicariato Apostólico de San Ramón. Prefectura de Ucayali el 5 de febrero de 1900. Vicariato de San Ramón el 2 de marzo de 1956. Atendido por franciscanos españoles;

- Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado. Prefectura el 5 de enero de 1900. Vicariato el 10 de marzo de 1949. A cargo de dominicos españoles.

- Vicariato Apostólico de San José del Amazonas (Indiana). Prefectura el 13 de julio de 1945. Vicariato el 13 de julio de 1955. Atendido por franciscanos;

- Vicariato Apostólico de Requena. Vicariato el 2 de marzo de 1956. Entregado a franciscanos españoles;

- Vicariato Apostólico de Yurimaguas. Prefectura el 27 de febrero de 1921.

- Vicariato el 10 de noviembre de 1960. Atendido por pasionistas;

- Vicariato Apostólico de Pucallpa. Elevado a Vicariato el 2 de marzo de 1956. Confiado a la Sociedad de las Misiones Extranjeras de Quebec;

- Vicariato Apostólico de San Francisco Javier. (Iaén). Prefectura el 11 de enero de 1946. Vicariato el 8 de junio de 1971. A cargo de los jesuitas.

Las religiosas, por su parte, no tardaron en establecerse en la selva para brindar su generoso servicio. Cabe mencionar a las Franciscanas Misioneras de María, que, al llegar en 1911, se hicieron cargo de la dirección del Hospital Santa Rosa de Iquitos, y luego abrieron casas y colegios en diversas ciudades de la selva y del Perú. En 1934 llegaron a Oxapampa las Franciscanas de Bamberg, de nacionalidad alemana. En Madre de Dios son dignas de mención las Misioneras Dominicas del Rosario, por ser una fundación local. A diferencia de los varones, que conservaron siempre su identidad extranjera, las congregaciones femeninas, al recibir en sus filas a vocaciones nativas, han crecido notablemente y en gran medida se han "peruanizado".

Además, las religiosas, al actuar como enfermeras, educadoras y directoras de centros asistenciales, proyectan grata imagen en la sociedad y atraen a la juventud femenina. Por otra parte, «los misioneros en la selva, sobre todo, eran conscientes de desempeñar el doble papel de ser a la vez evangelizadores y agentes de la civilización», tal como confirma la experiencia. «En todas partes, Selva, Sierra y Costa, los religiosos justificaban su presencia en el país con sus escuelas, hospitales, internados, orfelinatos y otras obras».[2]

Congregaciones de fundación peruana

Merecen especial mención y simpatía las Congregaciones que nacieron en el Perú. Las Agustinas Hijas del Santísimo Salvador (1895). Fundadas en Lima el año 1895 por Rafaela Veintemilla, hermana de Ignacio Veintemilla, presidente del Ecuador. Ella tuvo en el P. Eustasio Esteban, visitador de los agustinos en el Perú, un buen asesor y director espiritual. En 1984 la Congregaci6n tenía 48 religiosas dedicadas al sostenimiento de escuelas e internados para niñas en Lima, La Victoria, Rimac y Chosica.

Canonesas de la Cruz (1919). Teresa de la Cruz Candamo, hija del presidente de la Republica Manuel Candamo (1904-1904), fundó en 1919 la Congregaci6n de Canonesas de la Cruz. Llamada así en honor de los Canónigos Regulares de la Inmaculada Concepci6n, cuyo superior, el P. Cipriano Casimiro, fue el animador y consejero de la fundadora. Desde los inicios la actividad de las religiosas estuvo orientada a la catequesis, así en las parroquias como en las escuelas estatales. Después, fuera de Lima, abrieron casas en Chiclayo, Piura, Huaraz, Chinbote, Yurimaguas, Cuzco e Italia. Regentan residencias universitarias, colegios, escuelas y casas de retiro.

Misioneras parroquiales del Niño Jesús de Praga (1930). Angélica Recharte (1873- 1959), hija de un coronel de ejército y maestra de inquietudes apostólicas, ejerció su profesi6n llegando a ser directora de colegio en San Mateo y Chorrillos. En forma asidua se dedicaba a la catequesis en las parroquias. «En 1930, con otras damas funda su propia obra, que consistía en realizar actividades misioneras dentro de la parroquia: la preparación de las personas para recibir los sacramentos, las visitas a domicilio y la formación de jóvenes». Más tarde ampliaron su campo de acción a la educación, las misiones, obras asistenciales y atención de niñas humildes en ciudades como Lima, Tacna, Tarma, y en el Vicariato de San José del Amazonas. En 1984 contaban con 62 religiosas peruanas.

Misioneras Dominicas del Rosario. El año 1918, Mons. Ramón Zubieta, O.P., y la madre Ascensi6n Nicol fundaron en Puerto Maldonado la Congregaci6n de Misioneras Dominicas del Rosario, institución que en poco tiempo se convirtió en una respetable fuerza humana capaz de atender las necesidades en el campo de la educación, salud y promoci6n de la mujer en las misiones de Madre de Dios. Con gran acierto abrieron casas en Lima (Colegio de Jesús) y en ciudades como Talara, Lambayegue, Huacho, San Ignacio, Ica, Cuzco y Calca. Esta expansión les permitió crear dos provincias en el Perú: la de Santa Rosa en el norte, y la de Santo Tomás en el sur. Antes del Vaticano II la Congregación llegó a tener en el Perú más de 300 religiosas.

Franciscanas de la Inmaculada Concepción (1883). La Srta. Carmen Álvarez Salas, limeña, maestra de profesión y directora de un Colegio en el Callao, asesorada por el P. Alfonso María de la Cruz, O.F.M., fundó en 1883 la Congregación de Franciscanas de la Inmaculada Concepción. Se dedicaron de preferencia a la atención de niños pobres y abandonados, en los momentos críticos de la ocupación de la Capital por las fuerzas chilenas. La nueva fundación se vio reforzada con la incorporación en su seno de varios grupos de terciarias franciscanas, hecho que significó el paso a la Congregación de muchas obras de las terciarias. Fuera de Lima, abrieron casas en Ocopa, Huancayo, Huánuco, Jauja, Cerro de Paseo y Cuzco. Atienden el albergue tutelar de menores, casas de descanso, colegios y pensionados para señoritas, En 1980 tenían 22 casas y cerca de 188 religiosas.

Reparadoras del Sagrado Corazón (1896). Desde su niñez Rosa Mercedes de Castañeda y Coello sintió vocación a la vida religiosa, razón por la cual sus padres, para hacerla olvidar esta inclinación, la enviaron a estudiar a Francia. Ella tuvo ocasión de trasladarse a Roma y ser recibida en audiencia por el Papa León XIII, en 1895, que bendijo su proyecto de fundar una Congregación. Vuelta a Lima, se dedicó a visitar y auxiliar a los enfermos a domicilio. Y en 1896 fundó la Congregación de Reparadoras del Sagrado Corazón.

En 1903 abrió un colegio en parte del edificio que en tiempos de la colonia fuera del Colegio San Pedro Nolasco, de los mercedarios, y luego otro en Miraflores en 1916. Más tarde su congregación fundó colegios en el Callao, Piura, Huaraz y Huánuco. Cuentan con casa en Roma. En 1995 tenían 11 casas y 74 religiosas.

Congregación de Dominicas de Santa Rosa de Lima. Este instituto despierta simpatías por su origen y extracción popular. En 1701, las terciarias dominicas Maicaela Rosa y Francisca Rosa fundaron en el Cuzco el Beaterio de Santa Rosa, donde un grupo de mujeres piadosas vivían la vida cristiana, dedicadas a la catequesis y atención de niñas huerfanas. El Beaterio pudo sobrevivir al tiempo. En 1945, por decreto arzobispal fue erigido en Pía Unión con el nombre de Congregación de Dominicas de Santa Rosa de Lima. En el gobierno de la Hna. Soledad de María Aragón Chacón, hacia 1970, se convirtió en Congregación de derecho diocesano bajo la autoridad del Arzobispo del Cuzco, con Constituciones aprobadas en 1971. Tienen una casa en Arequipa, 4 en Lima, una en La Paz (Bolivia) y otra cerca de Buenos Aires (Argentina). Se dedican a la catequesis y regentan colegios y escuelas. En 1999 la Congregaci6n contaba con 58 religiosas peruanas.

Incremento de la educación católica

A comienzos del siglo XX, al tiempo que la Iglesia se enfrentaba con el liberalismo, sentía la necesidad del propio impulso. En junio de 1899, convocado por León XIII, se celebró en Roma el Concilio Plenario de América Latina. En sus Decretos los Padres Conciliares encarecían la atención de la educaci6n católica de la juventud, en sus niveles de primaria, secundaria y universitaria. Recomendaban la promoci6n de las escuelas parroquiales, la entrega de las Escuelas Normales a los Hermanos de las Escuelas Cristianas y a los institutos religiosos. Pedían que cada república de la América Latina tuviese su Universidad Católica, «quae sit centrum scientiarum, litterarum et bonarum artium ».[3]

La respuesta a este llamado fue pronta y generosa en todas partes. Es cierto que desde años atrás se había comenzado a prestar especial atención a la educación católica, mediante la apertura de nuevos colegios. Así, en 1876 las religiosas del Sagrado Coraz6n fundaron su Colegio en Lima, luego la Escuela Normal de Mujeres (1878), convertida después en instituto Pedagógico Nacional (1927). Los jesuitas en 1878 abrieron el Colegio La Inmaculada de Lima, y en 1898 el de San José de Arequipa. Los salesianos fundaron en Lima (1891) la Escuela de Artes y Oficios para la juventud obrera, y en 1900 el Colegio de Brefia. Los dominicos el Colegio de Santo Tomás (1892). Las Hijas de María Auxiliadora establecieron su Colegio de Brefia en 1902, después en Arequipa, Cuzco, Ayacucho, Chiclayo, Huancayo y Piura.

Los religiosos de los Sagrados Corazones el Colegio La Recoleta (1893). Los agustinos el de San Agustín (1903). Los mercedarios los Colegios de Ntra. Sra. de la Merced en el Cuzco (1894), Arequipa (1898), Huacho (1903) y Lima (1917). Los maristas el Colegio San José (1909), el Champagnat de Miraflores (1927), después en San Isidro, Sullana, las Escuelas normales de Cajamarca y Tacna. Los Hermanos de la Salle también fundaron sus Colegios en Lima (1922) y en otras ciudades. Las Siervas del Inmaculado Corazón de María abrieron el Villa María Academy (1923) para la enseñanza del inglés. Las Ursulinas fundaron el Colegio Alemán (1936); los religiosos marianistas el Colegio María Reina (1939).

Sería una injusticia no mencionar aquí a los religiosos como promotores de la educaci6n superior en el Perú. En efecto, en 1917 el P. Jorge Dintilhac, de los Sagrados Corazones, fundó la Universidad Católica de Lima, reconocida como Pontificia en 1942. A su vez, el marianista P. William Morris fundó en 1961 la Universidad Católica Santa María de Arequipa. Las religiosas del Sagrado Corazón establecieron en Lima, el año 1962, la Universidad Femenina del Sagrado Corazón.

También cabe mencionar el Instituto Pedagógico Superior Champagnat, de los maristas en Miraflores, elevado a Universidad de la Educación. Por su parte, los jesuitas son los promotores de la Universidad del Pacifico de Lima, y los sacerdotes del Opus Dei de la Universidad de Piura. Últimamente han sido fundadas: la Universidad San Pablo en Arequipa por el Sodalicio de Vida Cristiana, y la Universidad Cristiana María Inmaculada en Lima por los religiosos oblatos.

En los últimos decenios, con la llegada de más institutos religiosos, la presencia y acción de la Iglesia se han visto revitalizadas, tanto en la calidad de su servicio como en su extensión y diversidad. El aporte generoso de los religiosos ha contribuido, en gran medida, al prestigio y ascendencia de la Iglesia Católica en el Perú.

Notas

  1. KLAIBER Jeffrey, S, J., La Iglesia en el Perú. Su historia social desde la independencia, Lima 1988, p. 145.
  2. KLAIBER Jeffrey, O. C., p. 185.
  3. Acta et Decreta Concilii Plenarii America Latinae. Romae, Typis Vaticanis MDCCCC, p. 293-307.


Mons. SEVERO APARICIO