CATALÁ Y GUASCH, FRAY MAGÍN

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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CATALÁ Y GUASCH, Fray Magín (Montblanch, 1761 – California, 1830) Misionero franciscano.

Nació en Montblanch, provincia de Cataluña, España, el 29 o 30 de enero de 1761. Sus padres fueron Matías Catalá, quien era notario, y Francisca Catalá y Guasch, ambos cristianos ejemplares. Fue bautizado el día 31 del mismo mes con el nombre de Magín José Matías, y recibió el sacramento de la Confirmación el 7 de agosto de 1767. A los dieciséis años de edad, el 4 de abril de 1777, ingresó al convento franciscano de Barcelona; un año después profesó los votos de obediencia, castidad y pobreza. Cabe destacar que contra la costumbre de la Orden franciscana, en su profesión de votos no cambió de nombre. Terminó sus estudios y recibió la ordenación probablemente en 1785.

Después de la expulsión de la Compañía de Jesús de todas las tierras del Imperio Español, los franciscanos se ocuparon de las distintas misiones que habían quedado abandonadas, lo cual requirió de un gran número de misioneros que fueron enviados a la Baja California, a Sinaloa, Sonora y Arizona; posteriormente fueron fundadas las misiones en la Alta California. Las condiciones que esperaban a los misioneros no eran las mejores, y el martirio era algo que podían esperar encontrar en aquellas tierras.

Entre estos misioneros estaban el recién ordenado fray Magín Catalá y su compañero fray José de la Cruz Espi, quienes salieron de Cádiz en octubre de 1786. A su llegada a la ciudad de México se incorporaron al Colegio Misionero de San Fernando; fray José Espi fue enviado como capellán en un barco que partió en una expedición por la costa del océano Pacífico hasta Vancouver, y fray Magín fue destinado al seminario y a predicar en las misiones de la ciudad. Al parecer permaneció en este lugar los siguientes seis años, aunque de esta época de la vida de fray Magín no se tiene mayor información debido a que durante la Reforma mexicana fueron quemados los archivos del Colegio de San Fernando.

Pidió a sus superiores que le permitieran trabajar en la conversión de los indígenas. Una vez aprobada su petición fue enviado a California en 1793 junto con su compañero fray José Espi, quien había vuelto de aquella primera expedición. Ambos frailes arribaron al puerto californiano de Monterrey (actualmente City of Monterey) en julio de 1793; fray Espi fue asignado a la misión de San Antonio mientras que fray Magín fungió como capellán de la tripulación de la fragata Aranzazú en su viaje a la costa de Vancouver. Un año después regresó la fragata a Monterrey y fray Magín declinó la petición que le hicieron de continuar como capellán debido a sus obligaciones en las misiones con los indígenas. De esta manera comenzó a trabajar en la misión de Santa Clara, en la cual permanecería durante treinta y seis años.

Solamente abandonó los límites de la misión en pocas ocasiones durante sus primeros años, como fue su asistencia a la fundación de la misión de San Juan Bautista el 24 de junio de 1797; o en las ocasiones que visitó a los indígenas del río San Joaquín con el propósito de evangelizarlos. Al arribar a Santa Clara se desempeñó como asistente de fray Francisco Miguel Sánchez y fray Manuel Fernández, y a partir de agosto de 1796 de fray José Viader, quien sería su única compañía desde ese momento hasta su muerte. Además del constante cuidado del bienestar espiritual y temporal de los indios, el aprendizaje de su idioma, la predicación, la enseñanza, la administración de los sacramentos y la visita a los enfermos, fray Magín observaba rigurosamente todas las reglas de la Orden y del Colegio Misionero, hacía penitencia y oración constante.

Al poco tiempo de haber llegado a Santa Clara sufrió de reumatismo crónico, afección que le hizo más difícil su labor misionera. Sin embargo, y a pesar de haber podido solicitar licencia por haber servido durante más de diez años en América, nunca renunció a su tarea entre los indígenas. Durante los últimos años de su vida le fue imposible administrar el bautismo o dar asistencia en los funerales debido a que ya no podía tenerse en pie; no obstante, enseñaba a los indígenas y predicaba a la gente en general. En ocasiones su aspecto era tan débil que hacía a los fieles derramar lágrimas de simpatía por su pastor; en otras ocasiones, las lágrimas que derramaban eran causadas por el testimonio que fray Magín daba de las verdades de la religión. Ya no le era posible celebrar la Santa Misa, pero recibía la comunión con frecuencia.

Finalmente el 22 de noviembre de 1830, el siervo de Dios fray Magín Catalá falleció en presencia de fray José Viader y de dos hombres que le cuidaban por las noches. Cuando los fieles tuvieron conocimiento de su muerte se volcaron a la misión con el objeto de venerar el cuerpo del santo misionero, intentando llevarse alguna reliquia del difunto. Fue sepultado en el templo de la Misión, en una tumba cercana al presbiterio que, aunque no tenía nombre, fue siempre claramente identificada tanto por los fieles como por sus compañeros. Ahí permanecieron los restos de fray Magín hasta 1907, cuando los padres jesuitas de Santa Clara decidieron trasladarlos al pie del Altar de la Cruz, donde había pasado muchas horas en oración por sus fieles.

Fue ante aquel Crucifijo del Altar donde numerosos testigos –que comparecieron durante su proceso de beatificación- aseguraron haberlo visto elevarse en el aire e incluso ser abrazado por la imagen de Jesús crucificado. Su fama de santidad se extendió tanto entre españoles como entre indios, quienes pedían su intercesión especialmente en casos de enfermedad y de partos complicados. En 1882 el arzobispo de San Francisco, Joseph Sadoc y Alemany dio apertura al proceso oficial de la mencionada causa de beatificación de fray Magín, impulsada por los padres jesuitas de Santa Clara.

Biliografía

  • Engelhardt, Fr. Zephyrin OFM. The Holy Man of Santa Clara, or Life, Virtues and Miracles of Fr. Magin Catalá, O.F.M. The James H. Barry Company, San Francisco California, 1909.


SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA