MÉXICO; Camino del nacimiento de un estado laico (IX)
Sumario
- 1 El catolicismo de principios del siglo xx en el ámbito político
- 2 El Partido Católico Nacional
- 3 La Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa
- 4 El papel de las asociaciones laicales
- 5 Los Caballeros de Colón
- 6 Las Damas Católicas
- 7 La Asociación Católica de la Juventud Mexicana
- 8 La ACJM en Jalisco
- 9 La Unión Popular
- 10 NOTAS
- 11 BIBLIOGRAFIA
El catolicismo de principios del siglo xx en el ámbito político
El Partido Católico Nacional
“Treinta años hemos permanecido inmóviles [...] ¡Unámonos al PCN! Todos a trabajar por el reino social de Jesucristo. ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”.[1]Cuando los católicos se dieron cuenta que la acción social no bastaba para enfrentar la cuestión obrera o campesina, pues era necesaria la legislación laboral, su inquietud no encontró acogida en el mundo oficial porfirista; fue entonces que se decidieron a la acción política.
El año 1911 fue el momento propicio, dado que la democracia estaba a la puerta; pero más decisiva fue la conciencia de estar delante de una seria amenaza: en la historia se puede constatar cómo con frecuencia las asambleas legislativas que siguen a una revolución, son agitadas por las pasiones de los congresistas, así que consideraron que era “preferible afrontar el peligro del combate, a seguir sufriendo los desastrosos males que padecemos sin esperanza de remedio”.[2]
Al final del régimen porfirista formaron el Partido Católico Nacional (PCN), inspirándose en el «Zentrum» alemán, los Cristianos Sociales de Austria y los modelos italiano y belga. El objetivo era reclamar la reforma de las leyes en materia de libertad religiosa, enseñanza, respeto al voto, poder judicial inamovible; incluían el aporte del catolicismo social: favorecer el crédito a la agricultura y pequeña industria.
Madero saludó el nacimiento del Partido como “el primer fruto de las libertades que hemos conquistado”.[3]Bajo su régimen, el PCN obtuvo importantes triunfos electorales: muchas presidencias municipales, diputaciones y las gubernaturas de Jalisco, Estado de México, Michoacán, Zacatecas y Querétaro; esto a pesar de fraudes tan clamorosos como los de Chiapas, Puebla (dos veces) y Michoacán, Estados en los que se le arrebató la gubernatura ganada. Mayoritario en Jalisco, dictó leyes sobre el patrimonio familiar, la representación proporcional, el municipio libre y las uniones profesionales.
El P. Bernardo Bergöend,[4]un jesuita que tendrá un influjo notable en el catolicismo social mexicano, esbozó las primeras líneas del partido, orientado hacia el mejoramiento social y político; se usaron también unas reflexiones ya discutidas en Morelia; con esto se elaboró el programa que permitiría encarar un futuro incierto con una alternativa católica; el 11 de mayo de 1911 vio su nacimiento.
Aunque el partido era confesional y se apoyaba principalmente en los Operarios Guadalupanos, no era un grupo cerrado deseoso de acaparar el poder; de hecho, nombró como candidatos propios incluso a liberales sobresalientes y se esforzó por introducir en las legislaturas la representación proporcional.
Después de las elecciones, el 25 de julio de 1912 los metropolitanos de México, Oaxaca, Puebla, Michoacán y Linares, dieron una directiva en la que decían: “Desde el momento en que los católicos, con su carácter de católicos, han podido presentarse a la lucha, ningún católico debe vacilar ni por un momento a qué partido debe afiliarse, o por cuál partido votar”[5]. Además, algunos obispos lo impulsaron activamente en sus diócesis. Fue un grave error, pues aterrorizó a liberales y jacobinos, ya de por sí inquietos con el nacimiento del PCN.
Al exigir la militancia de sus fieles en el PCN, los obispos ya no estaban ni fuera ni por encima de la lucha política; la causa era válida (la amenaza de secularización, la tensión entre el capital y el trabajo, el socialismo), como era válido el fin (alcanzar la libertad y la justicia social) pero no el modo de afrontarlos. Según Romero de Solís los obispos pensaban que: “fuera de la Iglesia, no existe ni democracia, ni libertad, ni justicia, ni solución alguna a los problemas que atormentan a la sociedad contemporánea. Por ello, quien se precie de ser católico deberá incorporarse a este proyecto exclusivo y excluyente. [Con esta actitud los obispos] provocaron la oposición, agravaron las distancias entre los diversos modelos de nación en juego y obtuvieron, no la unidad del pueblo mexicano, sino su escisión [sic]”.[6]
Bajo el constitucionalismo el partido fue vetado por Carranza por causa del nombre confesional y su carácter opositor. Llegado al poder Obregón, algunos católicos se agruparon bajo la bandera del Partido Nacional Republicano (fundado en 1919), que en julio de 1920 prometió convocar un nuevo constituyente. El 8 de enero de 1922 Plutarco Elías Calles, secretario de gobernación, declaró al diario «El Universal»: “los católicos están en su perfecto derecho al tratar de agruparse con fines políticos”.[7]Pero el conflicto terminó por hundirlo; incluso Roma, que había autorizado la militancia partidista de los católicos en 1910, la prohibió en 1926.
La Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa
Durante el gobierno de Plutarco Elías Calles (1924-1928) la CROM,[8]de Luis Morones, creó una «Iglesia» para generar un cisma religioso con la ayuda del «Patriarca Pérez» (21 de febrero de 1925), quien se instaló en el confiscado templo católico de La Soledad. Con la formación de la llamada «Iglesia Católica Apostólica Mexicana» se pretendía conducir hacia la Revolución las fuerzas religiosas (tal como ya lo había propuesto el constituyente); los católicos, alarmados, vieron en el hecho la clave de lectura de las intenciones del gobierno.
Álvaro Obregón advirtió a Calles que el movimiento cismático era un «ensayo peligroso», que en vez de dividir al “partido conservador, cuya dirección intelectual ha radicado siempre en el alto clero”, lo fortalecería, mientras que el partido liberal perdería “toda su fuerza moral y su prestigio cívico” en cuanto que la nueva Iglesia sólo podría reclutar adeptos de entre los liberales, dividiéndolos en partidarios y opositores de los cismáticos y sustituyendo el yugo romano por otro igual.[9]
La reacción católica fue inmediata, en bloque y fuertemente combativa, el 9 de marzo de 1925 nacía la «Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa», destinada a ser, junto con la Asociación Católica de la Juventud Mexicana y la Unión Popular, uno de los tres pilares del catolicismo cristero.
Ya en 1919 la experiencia de Jalisco había hecho pensar a los líderes del extinto PCN y de la ACJM en la necesidad de formar una institución cívica de defensa o un partido católico, pues el gobierno podría aplicar las leyes en cualquier momento. Sin embargo, en algunos lugares habían nacido Ligas con la misma intención de hacer respetar los derechos de la Iglesia: la Liga Católica Social Arandense (1921), o la Liga de Consumidores Católicos en Guadalajara, donde nacería en 1925 el Comité de Defensa Religioso (posteriormente UP -Unión Popular-) una vez que el gobernador había cerrado las escuelas particulares católicas, y había expulsado a los alumnos del Seminario.[10]
Algunos dirigentes católicos como Miguel Palomar y Vizcarra, René Capistrán Garza de la y Luis G. Bustos, convocaron a las organizaciones católicas a formar una liga; la reunión tuvo lugar el 9, 12 y 14 de marzo en la capital del país, y asistieron entre 15 y 18 personas de la ACJM, la CNCT, la Unión de Damas Católicas Mexicanas, la Orden de los Caballeros de Colón, la Adoración Nocturna (que sería el medio principal de contacto entre la Liga y los campesinos) y la Congregación Mariana de Jóvenes. Los cuatro primeros impulsados por el Secretariado Social Mexicano (dirigido por el padre Alfredo Méndez Medina) ya se habían confederado en 1923 como «Unión de Sociedades Católicas».[11]Posteriormente se unirían a la Liga, la ANPF y la UP de Jalisco.
La ACJM se convirtió en el alma de la Liga; fogueada y disciplinada, numerosa y presente en distintos puntos del país, era natural que así ocurriese; pero también contó la figura del joven René Capistrán Garza, quien a pesar de su edad había exasperado a los revolucionarios, por ejemplo, por sus críticas a la corrupción carrancista, por lo cual era atacado como «fanático imberbe».
La Liga se presentó como una organización de carácter cívico-político, y por lo tanto la jerarquía era ajena a su mando y a sus actividades, argumentando que, desde el momento en que ha tenido cabida en la Constitución, la cuestión religiosa es cuestión política; exigía plena libertad de enseñanza, libertad plena para todos los ciudadanos católicos, derecho común para la Iglesia y para los trabajadores católicos. El 21 de marzo de 1925 «El Universal» calificaba a la Liga como “un verdadero partido político”.
En un manifiesto la Liga decía: “A los católicos no se nos reconocen los derechos que se conceden a los ciudadanos. No tenemos verdadera libertad de enseñanza. No podemos publicar periódicos que comenten asuntos políticos nacionales ni agruparnos en Partidos políticos con elementos y nombre propios.
No podemos cumplir con nuestros deberes religiosos con entera y plena libertad. Coloca la Constitución a nuestros sacerdotes en situación tan restringida y humillante, que de hecho los incapacita para ejercer libremente su ministerio [...]. Tal estado de cosas no debe durar por más tiempo; porque además de ser injusto, antinatural y antidemocrático, mantiene entre nosotros, hijos de una misma patria, esto es, de una misma madre, un espíritu de división que ya ha degenerado en odio y bien se sabe que el odio entre ciudadanos es el mayor enemigo que tiene la patria [...]. Se nos ha llamado al combate, pero nuestra dignidad ultrajada y nuestra fe perseguida nos obliga a acudir a la defensa, al mismo terreno en que se desarrolla el ataque”.[12]El manifiesto concluía con un llamado a la unidad para la reforma de la Constitución. La Secretaría de Gobernación lo consideró sedicioso y lo consignó.
La Liga se estructuraba en un Comité Central, cuyo presidente era Rafael Ceniceros y Villarreal, que había sido gobernador de Zacatecas por el Partido Católico Nacional; tenía sus delegados regionales, jefes urbanos, jefes de manzana y jefes de calles, siguiendo la estructura de la UP; era sostenida por las cuotas de los miembros, se dedicaba a organizar conferencias y reuniones en plazas, teatros, casas, y a difundir hojas volantes. Su potencial era inmenso; el 25 de junio tenía, tres meses después de fundada, 300,000 socios dispersos en 27 estados.[13]
Cuando el 2 de febrero de 1926 Roma propuso a los católicos mexicanos como remedio a su situación la oración y Acción Católica, la Liga no lo consideró aceptable; “tal situación es inaceptable para aquellos que quieren conducir el desarrollo social y político de México y convertirse en ciudadanos plenamente activos”[14]. Así que se dotó de un lema: «Dios y mi derecho», y de un periódico propio: «David».
La primera acción consistió en aprovechar la experiencia de Jalisco en el campo de la resistencia pacífica; todas y cada una de las medidas que se demostraron exitosas en 1919, se repitieron a nivel nacional. En su Estado, Anacleto repropuso «el luto», recordando su eficacia.[15]
Pero como el Gobierno incrementó la persecución provocando alzamientos populares, la Liga cambió de estrategia y buscó el control político y militar de los combatientes: había encontrado la posibilidad de tomar el poder. El 26 de noviembre de 1926 constituyó un comité de Guerra; el 11 de enero del año siguiente nacía con el «Manifiesto de los Altos», el Ejército Nacional de Liberación o Guardia Nacional; poco tiempo después, elaboró un proyecto de Constitución.
Los años 1918-1926 colocaron tanto al Gobierno como a la Iglesia delante de dos cuestiones candentes: paz social y cuestión social. El Gobierno, empeñado en sobrevivir, supo claudicar ante los Estados Unidos en el tema del petróleo, mientras exigía que la Iglesia abandonara el tema social y se mostraba intransigente en cuanto a la reforma de las leyes. “Iglesia y Estado colocaban frente a frente sus contingentes y el conflicto se hacía inevitable”.[16]
Al final no hubo ni paz ni cuestión social, y con la Cristiada fueron anuladas tanto la acción social y el sindicalismo católico como las esperanzas de un cambio en las leyes. Terminaba la primavera; había iniciado el tercer invierno.
El papel de las asociaciones laicales
El arzobispo Orozco y Jiménez cuenta en su «Memorandum» de 1929: “Procuré a mi regreso [en 1919], mientras restauraba las Comunidades Religiosas y el Seminario, elevar, a la Acción Católico-Social a su mayor altura. Se abrieron de nuevo las escuelas y colegios, con aumento de nuevas instituciones, floreciendo todas las organizaciones; debido en gran parte a la hábil dirección de la Mesa Directiva”[17].
Veamos ahora el desarrollo de las asociaciones laicales que desempeñaron un papel protagónico, mismo que se reflejaría más tarde en la Guerra Cristera: los Caballeros de Colón, las Damas Católicas, la ACJM y la Unión Popular. Tocaremos sólo tangencialmente las cofradías tradicionales, así como los grupos de laicos relacionados con las escuelas o los sindicatos en cuanto tales; tampoco la Liga, ya abordada.
¿Por qué las asociaciones de laicos desempeñaron un rol central en el conflicto religioso? En parte por su mentalidad, que no separaba evangelización y trabajo cívico, en parte por las circunstancias. En cuanto a la mentalidad, conviene recordar que instaurar el reino social de Cristo significaba necesariamente conversión moral, instrucción religiosa, frecuencia de los sacramentos, pero también nueva legislación, educación católica, nuevas relaciones entre trabajo y capital, entre los ciudadanos y los gobernantes. Dado que las leyes prohibían a los sacerdotes cualquier injerencia en el campo cívico, político y social, era casi natural que los laicos fueran los ejecutores de estos proyectos.
Respecto a las circunstancias que contribuyeron al crecimiento cualitativo y cuantitativo de las asociaciones laicales, fue decisiva la experiencia de que la acción conjunta y coordinada era el único modo eficaz de enfrentar un Estado opresor. Los revolucionarios, por ambición de poder y por convicciones ideológicas, veían en el catolicismo un obstáculo; su intolerancia los incapacitaba para considerar válida una propuesta que no fuera la propia. Las asociaciones laicales entendieron que se trataba de una cuestión de vida o muerte, de luchar conquistando la adhesión efectiva de los católicos para salvar la Iglesia o de claudicar en materia de fe y libertad.
Los Caballeros de Colón
La Orden de los Caballeros de Colón era una asociación laica semi-secreta, nacida en Estados Unidos para contrarrestar la acción de la masonería; trabajaba, sobre todo, con las clases dirigentes de la sociedad en favor de una vida sincera y públicamente cristiana; por eso pugnaban en favor de la instrucción religiosa y social, las diversiones honestas y la moralidad.
Su difusión en México fue lenta, principalmente porque su origen y sus métodos levantaban sospechas. En 1913 contaban con un consejo y 266 miembros; para 1918, ya tenían 3 consejos y 592 miembros; en 1920, 16 consejos y 1,275 miembros; en 1924, 50 consejos y 5,500 miembros; finalmente, en vísperas de la Cristiada en 1926, eran unos 7000 socios distribuidos en 60 consejos.[18]
El arzobispo de Guadalajara, estando en Chicago durante el período carrancista, tomó los primeros tres grados de la orden; posteriormente gestionó para cambiar los estatutos con el fin de que en el 4° grado se pudiera usar la bandera nacional propia, y no la estadounidense; de este modo fue posible fundar en México el 4° grado el 23 de mayo de 1922, donde había representantes de Guadalajara y Ciudad Guzmán.
Un año después se celebró la Sexta Convención del Estado de los Caballeros de Colón (24-26 de mayo 1923); desde entonces los grupos crecieron rápidamente. Nacidos en los Estados Unidos, durante la Cristiada se convirtieron en el vehículo natural con el país del norte. Sus hermanos de asociación otorgaron el más amplio apoyo al movimiento, tanto económico como moral.
Las Damas Católicas
Las Damas Católicas fueron fundadas por el padre Carlos María Heredia en la Ciudad de México en 1912; se orientaba al campo católico social, y su principal actividad consistió en recaudar fondos para las obras católicas: el «óbolo católico nacional», del que se entregaba una mitad a la jerarquía eclesiástica y la otra mitad al PCN para destinarlos a la buena prensa, conferencias y círculos de obreros.[19]
Gracias a su iniciativa nació el Centro de Estudiantes Católicos en 1913, que buscaba preparar a sus miembros en el campo físico, intelectual y moral, como un semillero de escritores, oradores y propagandistas; de ahí surgiría la Liga de Estudiantes Católicos. En Guadalajara, la Asociación de Damas Católicas fue fundada el 26 de abril de 1913 por el arzobispo Francisco Orozco y Jiménez, mismo que dirigió la asociación; fueron agregadas a la central de México. Su lema fue «Instaurar todo en Cristo».
En febrero de 1921 el arzobispo entregó la medalla «Pro Ecclesia et Pontifice» a la señora Catalina Palomar de Verea, presidenta de las Damas Católicas. El año siguiente, 1922, en la ciudad de Guadalajara, las Damas Católicas atendían 22 colegios católicos de varones de los 25 existentes y con un total de 4,956 alumnos; y 45 de niñas, con 5,334 alumnas.[20]En 1925, la Asociación contaba con 216 centros regionales y 23,000 socias.[21]
La Asociación Católica de la Juventud Mexicana
En 1911 un grupo de estudiantes de filosofía formaron la Liga Nacional de Estudiantes Católicos; decidieron impulsar los ideales y apoyar al Partido Católico Nacional, a cuya sombra crecieron y cuyo lema hicieron propio.[22]A los grupos de esta Liga, les propuso el jesuita Bernardo Bergöend su proyecto de ACJM, bajo el modelo de la Acción Católica de la Juventud Francesa. Los jóvenes de la Liga aceptaron, y a la propuesta se sumaron las Congregaciones Marianas, reunidas en Congreso los días 10-12 de agosto, por lo que el 12 de agosto de 1913 nació la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, que luego hizo suyo el lema de «Piedad, Estudio y Acción».
La ACJM era una confederación de grupos de jóvenes, que conservaban su propia identidad; el objetivo era cooperar a la instauración del orden social cristiano en México, formando una élite de jóvenes que a su vez fueran capaces de formar los cuadros de las instituciones católicas. Sus dirigentes, en efecto, decían que la ACJM «debe y quiere entrar» en la vida social, pública católica y nacional, mientras criticaban a los derrotistas y a los «prudentes».[23]
En 1918 se constituyó a nivel nacional, con René Capistrán Garza como primer presidente. Pronto los «acejotameros»[24]de Jalisco se distinguieron por su temple y valor; en el Congreso de la ACJM del 28 diciembre de 1919, los jóvenes de Guadalajara propusieron el cambio de lema por el de «Por Dios y por la Patria», que fue aceptado a nivel nacional. En 1921 la ACJM envió una delegación al Congreso Internacional de la Juventud Católica, celebrado en La Haya durante el verano y luego en 1925 mandaron una delegación al de Roma.
Esta entusiasta organización de jóvenes, “con rapidez fue difundida desde la capital de la República hasta aisladas parroquias campesinas y de montaña”, rompiendo la lejanía entre rancho y pueblo, ciudad y campo.[25]En 1921 contaba con 125 grupos, distribuidos en 18 zonas, con más de 4,000 militantes;[26]en 1925 ya eran unos 200 centros y aproximadamente 20,000 socios.[27]
Tras la Cristiada, monseñor Miguel Darío Miranda, que era el director del Secretariado Social (1924-1937) organizó en 1929 la «Acción» Católica, que reemplazaba a la ACJM de 1913. En este año la jerarquía católica abandona la Acción Social para promover la Acción Católica que se convierte en el brazo laico de la misma en cuanto va a desarrollar las tareas que los sacerdotes tienen prohibidas por las leyes y la acción persecutoria del Gobierno.
En aquel trabajo de organización de esta nueva formación de la Acción Católica Mexicana (ACM), Darío Miranda participa activamente; desmiembra al sector más combativo y militante de las antiguas organizaciones sindicalistas católicas mexicanas, ligadas al padre jesuita Méndez Medina, como la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) cuyos miembros, inconformes, se constituyen en Juventud Cívica. Ésta se reestructura como una nueva rama juvenil, ahora dentro de Acción Católica Mexicana, y a pesar de mantener el nombre de ACJM, no conserva casi nada de lo que había sido originalmente.
En aquellos momentos la actividad de su directiva o secretaría se limita a asesorar en lo social a la ACM y a mantener a sus pocos militantes alrededor de círculos de estudio. Por otra parte, los nuevos cuadros responsables son reprimidos por el Gobierno y mirados con suma cautela por la jerarquía eclesiástica. En 1932, el mismo Darío Miranda se ve obligado a abandonar el país dejando la dirección de aquella obra y es sustituido por el subdirector de la misma, Rafael Dávila, a quien le correspondió conservar el organismo en espera de mejores años.[28]
La ACJM en Jalisco
Dando cronológicamente un paso atrás, en cuanto a Jalisco, cuando entraron los carrancistas en Guadalajara en 1914 y clausuraron los colegios católicos, se formaron espontáneamente círculos especializados de estudio para suplir la falta de los colegios ante la obligada dispersión del profesorado.
Estando por cuajar la fundación de la ACJM en Guadalajara, llegó a la ciudad el joven Luis Beltrán y Mendoza, miembro del Centro de Estudiantes Católicos de México capital; fue aprovechada su presencia para refundir los círculos de estudio y fundar el Centro local de la ACJM; era el 14 de julio de 1916.
El primer presidente local de la ACJM fue Pedro Vázquez Cisneros, para quien su arzobispo pediría en Roma la condecoración de San Gregorio; entre los fundadores estaban Anacleto González Flores, Miguel Gómez Loza, Efraín González Luna,[29]y Jorge Padilla.[30]
Miguel Gómez Loza y Luis Beltrán fueron a visitar al arzobispo Francisco Orozco y Jiménez, escondido en la sierra en el poblado de El Teúl tras su regreso a México en noviembre de 1916, y obtuvieron en diciembre del mismo año la autorización para poner en marcha la recién fundada ACJM. Particularmente intenso fue el dinamismo que desplegaron; organizaban manifestaciones contra las arbitrariedades del gobierno y supieron defender aguerridamente templos y sacerdotes ya durante el conflicto jalisciense de 1917.
Defendieron al arzobispo tapatío, llegando incluso hasta el mismo Carranza, primero en 1916 y luego en 1918, cuando fue detenido en Lagos. En esa ocasión se comisionó a Luis Beltrán y Mendoza, Jorge Padilla y Daniel Alba para buscar al arzobispo escondido y ayudarle a obtener para él la libertad de acción.[31]También Anacleto González Flores, como abogado que era, participó en estos intentos para que se hicieran respetar los amparos legales. El gobierno pretendía que Orozco y Jiménez renunciara a los amparos[32]como condición para que pudiese ser dejado libre; los jóvenes, que sospechaban una trampa, le aconsejaron que no lo hiciera; el arzobispo les agradeció sus gestos, y los compensó a su modo.
Cuando finalmente pudo regresar de su segundo exilio, los jóvenes de la ACJM ya lo esperaban; desde entonces lo acompañarán en algunas de sus visitas pastorales: en Lagos, en Cocula y San Martín Hidalgo y en toda la zona de Tepatitlán en los Altos, por ejemplo. El arzobispo decía de ellos: “El amor que tengo a la Asociación Católica de la Juventud Mexicana aumenta cada día en mi alma: su actividad juvenil y su patriotismo intachable me llenan de consuelo cuando vierto lágrimas en el seno de mi Patria pensando en mi rebaño [...] pido a Dios haga a todos aptos instrumentos de su gloria y del advenimiento de su reino entre nosotros”.[33]
Camberos Vizcaíno,[34]uno de esos jóvenes, decía que esa relación directa y amistosa con el pastor se revelaría fundamental en los años sucesivos: “Ahí, en la amable tertulia doméstica, al calor del espíritu paternal, se gestó el prodigio transformador que explica la epopeya Cristera en nuestra provincia, y que hizo de cada adolescente un confesor de la fe”.[35]
Los jóvenes de la ACJM formaron una guardia secreta para defender al arzobispo en los momentos más peligrosos del conflicto, pues los periódicos y las autoridades locales constantemente lo acusaban de fomentar la rebelión armada; incluso hubo algún diario que maliciosamente lo propuso como Presidente de la República. Los jóvenes de la ACJM en Jalisco estudiaban la «Rerum Novarum» de León XIII, a sociólogos católicos como Ketteler, Manning, Conde de Min y la obra de hombres como García Moreno,[36]Iturbide y Gandhi.[37]De esta manera, la ACJM aportó al movimiento católico no sólo oración, sino también ideas y acción.
Toda su capacidad movilizadora se desplegó con ocasión del conflicto religioso. No era gratuita la aversión que los revolucionarios le profesaban; así, el 1° de mayo de 1922 su sede en la Ciudad de México fue atacada; una año antes en Guadalajara Miguel Gómez Loza había arrancado la bandera rojinegra que grupos de la CROM habían enarbolado en las torres de la catedral, lo que ocasionó un tumulto; el 4 de junio siguiente una bomba explotó en el arzobispado, por lo cual hubo una enérgica protesta de la ACJM, los Caballeros de Colón, Damas Católicas y Sindicatos de Obreros Católicos.
En 1926, los jóvenes de la ACJM se convirtieron en guardias de las iglesias, propagandistas de un boicot y de huelga general patrocinada por el mundo católico como protestas contra el Gobierno por sus medidas antirreligiosas, organizadores de grandes manifestaciones de protesta, entusiastas recolectores de firmas para el cambio de las leyes, de la difusión de prensa y de los volantes. Tal vez por eso el Gobierno decidió a comienzos de 1927 golpear a los líderes del movimiento; uno de los caídos fue Anacleto González Flores, un líder nato que supo despertar la audacia y el heroísmo en el pueblo, y sembrar en la Iglesia su conciencia martirial.
Por una ironía del destino, al comenzar el conflicto en 1926, la gubernatura de Jalisco recayó en Silvano Barba González, un exseminarista que en 1919 había sido vicepresidente de la ACJM en Guadalajara, pero que ya en 1922 como procurador de justicia y después como secretario del gobernador había abandonado su militancia católica, hostigando a sus antiguos compañeros de fe.[38]
La Unión Popular
En 1924 un sacerdote alemán, el padre Neck, impartió una serie de conferencias sobre la «Volksverein»,[39]. Fue el punto de arranque. El abogado y futuro mártir Anacleto González Flores se puso en acción, afirmando que: “Día llegaría en que aun la reunión de tres en un cuarto sería imposible, y para entonces, cuando todas las organizaciones de funcionamiento visible fueran aniquiladas, tendría que permanecer una imposible de destruir, porque estuviera en todas partes sin radicar en ninguna, sin local, asambleas ni solemnidades”.[40]
La hora llegó cuando fue clausurado el Seminario Conciliar de Guadalajara. Para lograr su restablecimiento, se instaló un Comité de Defensa, integrado por la ACJM y la CNCT; Anacleto transformó la organización provisional en una institución permanente de lucha civil permanente pacífica,[41]pues había descubierto que la estrategia persecutoria consistía en golpear y esperar que las protestas y la indignación de los católicos se calmasen para dar el siguiente golpe.
Había empezado así a funcionar la llamada «Unión Popular», que se anticipaba medio año a la Liga para la Defensa de la Libertad Religiosa, que se inspiraba tanto en la Volksverein alemana como en la obra de Daniel O’Connell en Irlanda contra la opresión inglesa, y en la lucha de Windthorts y Malingkrodt en Alemania para enfrentarse a Bismarck, le parecía especialmente significativa, pues a los ojos del abogado tapatío era claro que Calles proyectaba en México una «Kulturkampf» sanguinaria.[42]
Los estudiantes de la ACJM emplearon sus vacaciones veraniegas de 1925 difundiendo por todos lados la Unión Popular. Anacleto González y Miguel Gómez Loza se dieron a la tarea de unir y coordinar las diversas organizaciones bajo la bandera de protesta pacífica: cofradías, sindicatos, cooperativas, asociaciones de laicos. Pronto se incorporaron a la Unión Popular los obispados de Zacatecas, Colima, Tepic y [[ [[ Aguascalientes | Aguascalientes]] | Aguascalientes]].
Anacleto decía de su obra: “La Unión Popular, por su estructura, por sus estatutos, por su organización es, ante todo una escuela de esperanza, de optimismo, de aliento, de caracteres, de constancia, de firmeza por esto cada socio y sobre todo cada jefe debe tener entendido que dado el primer paso no habrá que retroceder”.[43]
El funcionamiento y los recursos de la Unión Popular se caracterizaban por tres criterios: simplicidad, universalidad y maleabilidad,[44]principios claros incluso para los iletrados. No exigía juntas ni manifestaciones, ni protocolos, ni se giraban oficios; sólo un hombre que aparecía visitando las casas de una manzana urbana, vendiendo un periódico a los que se habían suscrito, y trasmitiendo de viva voz las disposiciones. El jefe de manzana tenía un contacto estrecho con sus subordinados, y con su superior inmediato, el jefe de zona; el cual, a su vez, se remitía al jefe de parroquia y éste con el jefe del Directorio de cinco miembros que regía a la Unión.
El jefe era elegido democráticamente, pero debía ser obedecido como si fuese el jefe supremo, sin discusión; la Unión Popular era un inmenso laboratorio de jefes y llegó a contar con 100,000 afiliados. Durante la persecución religiosa sostuvo la administración cristera, la escuela católica y el sostenimiento militar de los llamados libertadores.[45]
En la Unión Popular participaban hombres y mujeres, jóvenes y adultos, obreros, campesinos y trabajadores, profesionistas, maestros de escuela, mecánicos, albañiles y un largo etcétera, ricos y pobres. La Unión, sin ceñirse a un fin inmediato, podía abarcarlos todos según la urgencia del momento; su fin general era “reunir las fuerzas vivas de los católicos para defender los intereses de éstos y trabajar por la restauración cristiana de nuestra Patria”. Su lema: «¡Viva Cristo Rey!».
La lucha se concentró en el catecismo, la escuela y la prensa, pues según el decir de Anacleto González, “la prensa siempre ha podido matar y enterrar tiranos”. Así nació «Gladium», que, a pesar de pesquisas y secuestros, en año y medio alcanzó 100,000 ejemplares. Su redactor era Anacleto; consciente de quiénes eran sus lectores, insertaba cuentos y reflexiones en tono popular. Por ejemplo, explicaba que quitar la educación religiosa de la escuela primaria con el pretexto de respetarla en los grados superiores, era como querer matar sólo media gallina para sus invitados.
Para conjurar el choque violento, Anacleto confiaba en el poder de la Unión, la organización y la movilización social pacífica, al modo de Gandhi, recientemente descubierto por estos líderes católicos mexicanos; prefería el martirio a las armas; por eso se resistió a la insistencia de la Liga sobre la lucha armada. Eso mandaban los estatutos de la Unión Popular y también las disposiciones del arzobispo, quien, incluso ya suspendidos los cultos, declaró el 11 de agosto de 1926 en Guadalajara: “En esta lucha nuestros esfuerzos se encauzan por el camino de la paz; y jamás se ha hablado de usar otros medios que no sean los pacíficos”.[46]
Así pues, la Unión Popular y la Liga, coincidiendo en el fin, diferían en los medios, pues ésta no excluía ningún recurso, ni las armas. Sin embargo, cuando todo se decidió por el movimiento armado, Anacleto González Flores aceptó dirigirlo en su Estado, como se lo proponía la Liga, y los estatutos de la Unión Popular debieron ser radicalmente reformados al tiempo que Jalisco se convertía en el núcleo cristero de mayor empuje. El asunto será uno de los problemas de mayor envergadura que deberá tratar Anacleto en su vida y que le pondrá serios dilemas de conciencia tanto a él como a otros amigos de militancia católica.
NOTAS
- ↑ Cfr. MEYER, Le catholicisme social au Mexique jusqu’en 1913, 158.
- ↑ BANEGAS GALVÁN, El Porqué del Partido Católico Nacional, JUS, México 1960, 46 y 12.
- ↑ GUTIÉRREZ CASILLAS, Historia de la Iglesia en México, 427.
- ↑ El P. Bernardo Bergöend (1871-1943), fue un sociólogo jesuita; nació en Anncency, Francia, y murió en la ciudad de México. Ingresa en la Compañía de Jesús en 1889; destinado a México, fue profesor de diversas materias en los colegios jesuitas de Saltillo, Puebla, México y Guadalajara. Su obra más importante fue la A.C.J.M. (Asociación o Acción Católica de la Juventud Mexicana), que fundó en 1914.
- ↑ Obras Pastorales del Siervo de Dios monseñor Ramón Ibarra González. II, O. Márquez (ed.), JUS, México 1971, 257; citado en ROMERO DE SOLÍS, El aguijón del Espíritu, 127.
- ↑ ROMERO DE SOLÍS, El aguijón del Espíritu, 129.
- ↑ Las relaciones Iglesia Estado en México 1916-1992, I, 74.
- ↑ Confederación Regional de Obreros Mexicanos; fue fundada el 1º de mayo de 1918. Lo de “Regional” era porque esta confederación estaba afiliada a una confederación de los obreros estadounidenses; los Constitucionalistas habían pactado en 1915 con la Casa del Obrero Mundial.
- ↑ Cfr. PLUTARCO ELÍAS CALLES, Correspondencia personal (1919-1945), I, 152-154.
- ↑ OLMOS VELÁZQUEZ, La Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, 95.
- ↑ Ibidem, 106ss.
- ↑ Las relaciones Iglesia Estado en México 1916-1992, I, 99-101.
- ↑ VILLANUEVA BAZÁN, Los fondos cristeros del Archivo Histórico de la UNAM, en Los Cristeros, 117.
- ↑ “Une telle situation est inacceptable pour ceux qui veulen guider le développement social et politique du Mexique et devenir des citoyens actifs, á part entiére”; J. MEYER, Le catholicisme social au Mexique jusqu’en 1913, 159.
- ↑ Cfr. GONZÁLEZ FLORES, El plebiscito de los mártires, 253-254.
- ↑ ROMERO DE SOLÍS, La Iglesia en México, 903.
- ↑ OROZCO Y JIMÉNEZ, Memorandum, 471.
- ↑ UN AMIGO DE MÉJICO, La Lucha de los católicos mejicanos, 300.
- ↑ ADAME GODDARD, El pensamiento político y social de los católicos mexicanos, 238.
- ↑ DÁVILA GARIBI, Apuntes para la Historia de la Iglesia en Guadalajara, 250.
- ↑ ADAME GODDARD, El pensamiento político y social de los católicos mexicanos, 261.
- ↑ OLMOS VELÁZQUEZ, La Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, 90-95.
- ↑ Por ejemplo, así lo habría declarado el B. Bergöend en 1920: “Muchos católicos, creídos unos, de que no se podía hacer nada para defender prácticamente las libertades más justas e intangibles de la conciencia, no han sabido hacer otra cosa que cruzarse de brazos; y otros, que alardean de prudentes y previsores, han afirmado que no había llegado aún la oportunidad de conquistar la libertad religiosa perdida y que por ahora cualquier acción en este sentido había de resultar inútil o perjudicial, como si en tiempo de guerra lo más inútil y lo más perjudicial no fuera el abandonarlo todo en manos del enemigo y debilitar con tristes e infundados augurios el ánimo de los combatientes”; A. BARQUÍN Y RUIZ, Bernardo Bergöend S.J., JUS, México 1968, 98.
- ↑ Así comenzaron a ser conocidos los afiliados de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana
- ↑ ROMERO DE SOLÍS, El aguijón del Espíritu, 265.
- ↑ SERRANO ÁLVAREZ, La Batalla del Espíritu, 51.
- ↑ LEDIT, El frente de los pobres, 39; Barquín y Ruiz informa que los grupos locales en marzo de 1925 eran 100: BARQUÍN Y RUIZ, Bernardo Bergöend S.J., 106; Adame Goddard reporta 170 grupos y 5,000 socios: ADAME GODDARD, El pensamiento político y social de los católicos mexicanos, 261.
- ↑ En 1941, se incorpora Pedro Velázquez, formado en Europa, donde había conocido al fundador de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), Joseph Cardijin (futuro cardenal con [san] Pablo VI), quien planteaba la necesidad de transformar la sociedad capitalista por una sociedad más justa, en la que los trabajadores fuesen un factor decisivo para este cambio. A partir de entonces, lentamente se retoma una línea de mayor la Acción Social en los años 40 con equipos de trabajo integrados por sacerdotes y algunos militantes de las distintas organizaciones católicas y con supervivientes del sindicalismo católico; se plantean la necesidad de formar centros de educación social y sindical.
Cuando Mons. Dario Miranda es nombrado Arzobispo de México (1956), hace nombrar responsable directo del Secretariado al p. José Garibi Rivera (futuro cardenal de Guadalajara), quien, ratifica en su cargo a Pedro Velázquez; el mismo Garibi había sido asesor sindical de la CNCT. Estos luchadores por la justicia social promueven una campaña de desarrollo integral que intenta contrarrestar la miseria endémica en A.L. y estudiar la doctrina social de la Iglesia y desarrollarla con iniciativas prácticas. A pocos días de la tragedia de la plaza de las tres culturas en 1968, mueren Alfredo Méndez Medina y Pedro Velázquez. Empezaba con aquella tragedia una nueva etapa en la moderna historia de la sociedad mexicana, también en el campo católico. Aquellas sensibilidades se ven en muchas iniciativas en campo social; entre ellas hay que señalar la fundación en 1983 del INDOSOC (Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana) con sus publicaciones y cursos. - ↑ Efraín González Luna (1899-1964), abogado, político, escritor y orador, nació en Autlán, Jalisco, y murió en Guadalajara, Jalisco. Hizo sus estudios profesionales en la Universidad de Occidente de Guadalajara y se graduó en 1923. Catedrático de esa Universidad y de la Universidad Autónoma de Guadalajara, fue Presidente de la ACJM; fue con el Lic. Manuel Gómez Morín, fundador del Partido Acción Nacional (1939) y el candidato presidencial de éste en 1952.
- ↑ CAMBEROS VIZCAÍNO, Francisco el Grande, I, 308-309.
- ↑ Ibidem, 418; GONZÁLEZ FLORES, La Cuestión Religiosa en Jalisco, 311 habla de Daniel Romo y no de Daniel Alba.
- ↑ El amparo o juicio de amparo, es un recurso legal reconocido por la legislación mexicana que faculta a la autoridad federal a otorgar a cualquier ciudadano que lo solicite garantías y protección incondicional a su persona y a su patrimonio.
- ↑ Citado en CAMBEROS VIZCAÍNO, Francisco el Grande, I, 458
- ↑ Vicente Camberos Vizcaíno, fue amigo y compañero del abogado y dirigente cristero Miguel Gómez Loza, futuro mártir. Realizó una exhaustiva investigación acerca de la vida y del martirio del antiguo amigo: Un hombre y una época, Editorial Jus, México 1949; Más allá del estoicismo, Editorial Jus 1953, que completa el libro anterior, con prólogo de Don José Garibi Rivera, arzobispo de Guadalajara (y luego primer cardenal mexicano), que había conocido, tratado y trabajado junto con muchos de los protagonistas católicos de aquellos años, entre ellos los mártires Miguel Gómez Loza, Anacleto González Flores, Luis Padilla Gómez, Jorge y Ramón Vargas González.
- ↑ CAMBEROS VIZCAÍNO, Francisco el Grande, II, 116.
- ↑ Gabriel García Moreno (1821-1875), político y escritor ecuatoriano, nació en Guayaquil; fomentó el progreso material del país y desarrolló la educación. Llegó a ser presidente de la República. Su política se refleja en la Constitución ecuatoriana de 1868. Enfrentó una violenta oposición encabezada por la masonería local. Murió asesinado en las gradas de la Catedral.
- ↑ SCHLARMAN, México tierra de volcanes, 594.
- ↑ Silvano Barba González (1895-1967), nació en Valle de Guadalupe, Jalisco y murió en la ciudad de México. Ocupó en varias ocasiones la gubernatura del Estado de Jalisco. Cfr. CAMBEROS VIZCAÍNO, Francisco el Grande, II, 184.
- ↑ Asociación popular en alemán; en este caso se trata de algunas asociaciones alemanas de carácter católico.
- ↑ GÓMEZ ROBLEDO, Anacleto González Flores. El Maestro, 132.
- ↑ Ibidem.
- ↑ SCHLARMAN, México tierra de volcanes, 594-595.
- ↑ GONZÁLEZ FLORES, El plebiscito de los mártires, 278-279.
- ↑ GÓMEZ ROBLEDO, Anacleto González Flores. El Maestro, 134-137.
- ↑ MEYER, La Cristiada. Los cristeros, Siglo XXI, México 199613, III, 162-165.
- ↑ CAMBEROS VIZCAÍNO, Francisco el Grande, II, 183.
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VILLANUEVA BAZÁN GUSTAVO, Los fondos cristeros del Archivo Histórico de la UNAM,
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GÓMEZ ROBLEDO, ANTONIO. Anacleto González Flores. El Maestro, JUS, México 1947
FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ
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