URUGUAY; Primeras corrientes evangelizadoras

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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El primer período de la evangelización de la Banda Oriental recorre los siglos XVII y XVIII, concretamente hasta 1811. En este contexto espacio-temporal, la evangelización es la tarea que, por encargo de la Santa Sede, asumió la Corona de Castilla en todos los territorios de Indias. La Banda Oriental constituía un espacio vacío. Sin las riquezas buscadas por los conquistadores, sin mano de obra abundante, con un puerto vecino - el de Buenos Aires - con escaso desarrollo, al igual que las ciudades conectadas con él, y sin poblaciones portuguesas cercanas, el interés de la Corona por estas tierras fue, por largo tiempo, nulo. Sin embargo, la Banda Oriental no fue una excepción en lo que se refiere a las tareas de cristianización.


En la Banda Oriental, como en el resto de América, la evangelización se centró en la población indígena y se estructuró según la figura del Patronato Real. El Rey, patrón de la Iglesia, gracias a privilegios concedidos por el Papa, debía llevar adelante la tarea evangelizadora. Así se presentó la Iglesia en este suelo, aunque los indígenas - escasos, nómades y dispersos – fueron, en principio, difíciles de evangelizar. Los primeros misioneros parecen haber sido algunos frailes franciscanos que evangelizaron el litoral. De hecho allí existió la primera población y, por ende, el primer templo, primer lugar consagrado a Dios, en la Banda Oriental, Santo Domingo Soriano, localidad fundada poco después que Buenos Aires.


De las cinco órdenes que evangelizaron América: franciscanos, dominicos, mercedarios, agustinos y jesuitas, fueron la primera y la última las que desarrollaron una importante tarea en la región. Probablemente la presencia cristiana organizada haya tenido su inicio en las primeras reducciones de “San Francisco de los Olivares de los Charrúas” y “San Antonio de los Chanáes”, fundadas por los franciscanos en 1625. Estos instalaron varias reducciones, al sur del Río Negro, de duración bastante efímera, a excepción de Santo Domingo Soriano. Una tarea muy importante realizaron los padres Franciscanos entre los charrúas y los chanáes.


A partir de 1609, los jesuitas fundaron pueblos en la zona del Alto Uruguay, en los actuales territorios de Paraguay, Argentina y Brasil. Al norte del río Negro tenían las estancias con el ganado necesario para el sustento de los poblados indígenas; sin embargo en la Banda Oriental no hubo misiones ni grandes proyectos evangelizadores. En las inmediaciones del río Paraná, se fundarían los llamados “siete pueblos misioneros”, en la margen oriental del Río Uruguay. Si bien estos pueblos estaban fuera de lo que hoy es el territorio uruguayo, las estancias misioneras y su jurisdicción - entre otras, Yapeyú y San Miguel -, llegaban casi hasta el Río Negro, ocupando prácticamente la mitad del territorio actual del Uruguay. En estas estancias “cimarronas”, solo pobladas por vacunos y equinos caballos, surgiría la figura del gaucho, el hombre errante y desarraigado, vinculado a las vaquerías, lugares de arreo y faena del ganado.


La presencia de los padres jesuitas contribuyó a una evangelización que generó una verdadera cultura guaraní-misionera, que se prolongaría en el tiempo y en otras zonas del territorio. Esta influencia guaraní-misionera fue precedida por la presencia muy temprana de los indios guaraníes en esta tierra, dando nombre en su lengua a la flora, la fauna y los accidentes geográficos. Más delante de la simbiosis de la cultura de los guaraníes y la acción evangelizadora de los padres de la Compañía, surgió la experiencia de vida comunitaria y valores éticos, la república guaraní-misionera, matriz del proyecto artiguista. Por su parte, también, los jesuitas portugueses desarrollarían tareas evangelizadoras y educativas en la Colonia del Sacramento, fundada en 1680, en tierras españolas.


La ganadería, principal fuente de riqueza de la región, tiene su origen en la labor misionera. De hecho, los primeros grupos de ganado vacuno ingresaron, entre 1611 y 1617, por la isla del Vizcaíno en la desembocadura del río Negro, como fruto de una ambiciosa idea de poblamiento y evangelización impulsada por el gobernador de Asunción, Hernando Arias de Saavedra.


El indio, en principio, fue el primer y principal sujeto de la evangelización, aunque muchos de ellos se internaron en el territorio y pocos se adaptaron a la nueva situación. En este sentido, la Banda Oriental constituye un ámbito atípico en América. Región de poblamiento y cristianización tardía, con escasa población indígena, pronto comenzó la evangelización en las ciudades. Primero sería en la Colonia del Sacramento, a fines del siglo XVII y, posteriormente, en Montevideo, ya en el siglo XVIII. Al disminuir o alejarse la población indígena, el sujeto de evangelización pasó a ser la población compuesta por españoles, portugueses, criollos y negros.


Es posible establecer dos etapas en esta evangelización inicial, cuya separación está constituida por la fundación de Montevideo, un proceso que se extiende entre 1724 y 1730. En la primera etapa, se intentó la fundación de poblaciones para nuclear a los grupos dispersos de indígenas nómades que habitaban las amplias praderas del territorio oriental. El trabajo de los misioneros, en sus doctrinas y reducciones, precedió al posterior comienzo de la organización institucional eclesial. Así como los protagonistas del primer período de proto-evangelización fueron los franciscanos y jesuitas, en el segundo período aparecen los clérigos, entre ellos, los primeros orientales, que desplegaron su acción pastoral en Montevideo y otros centros poblados.


Durante la colonia, el actual territorio de Uruguay no constituyó una diócesis, por lo que no existieron autoridades eclesiásticas que estructuraran las tareas de evangelización. Por lo tanto, todo quedó reducido a los esfuerzos expuestos y, primordialmente, a prestar servicios de predicación, difusión de devociones, organización de cofradías y de asistencia a los necesitados, que se organizaban desde las parroquias. Las actividades religiosas se desarrollaron de acuerdo al muy lento ritmo de poblamiento de la Banda Oriental. En comparación con otras regiones, como Perú o México, la Iglesia no logró una presencia significativa. La evangelización en estas tierras no ofreció nada novedoso, ni en métodos ni en realizaciones; la labor misional de los franciscanos y jesuitas, estuvo muy lejos de lograr la profundidad que alcanzó en otras regiones.


Algunos factores explican la debilidad de la evangelización en tierra oriental. En primer lugar, deben considerarse la escasa población y la situación geopolítica, debido a que la Banda Oriental constituyó la frontera, aún en el tardío siglo XVIII, entre el imperio español y el imperio portugués. De hecho, la Banda Oriental fue efectivamente colonizada en ese siglo, época de enfrentamientos de los grandes imperios. Montevideo, primer enclave del poblamiento organizado, nació como punto de defensa frente al avance portugués en tierras de España. Con una colonización tan tardía -apenas 80 años separan la fundación de Montevideo del inicio del proceso revolucionario -, era difícil que arraigara la vida religiosa y eclesial con la profundidad que alcanzó en otras zonas americanas.


En segundo lugar, dada la falta de jerarquía propia y la dependencia de un centro jerárquico lejano, no podía existir gran desarrollo eclesial. Desde 1620 la Banda Oriental dependía del obispado de Buenos Aires. A principios del siglo XIX hubo un pedido, dirigido al rey de España, de erigir un obispado de Montevideo, que no prosperó pues pronto comenzó la revolución emancipadora. El no tener obispo no era un hecho menor, si se tiene presente la gran importancia que daba el Concilio de Trento al obispo en la obra evangelizadora de las iglesias en Indias.


En tercer lugar influyó la falta de clero, el cual fue mayoritariamente regular. Fue importante la presencia jesuita: los jesuitas se instalaron en Montevideo en 1746 - por iniciativa del Comandante de la Plaza, Domingo Santos de Uriarte – y hasta su expulsión, en 1767, se destacaron por su actividad como predicadores, por fundar la primera escuela y por instalar el primer molino. Los jesuitas fueron sustituidos por los franciscanos y la vida espiritual e intelectual de la ciudad se centró en el convento de San Bernardino. Allí, en 1787, comenzó a funcionar la enseñanza superior con una cátedra de filosofía. No hubo conventos ni monasterios femeninos. La Iglesia Matriz, edificada entre 1790 y 1804, es el único testimonio religioso de esta época.


Las estructuras básicas de este incipiente proceso de evangelización se ubican en la parroquia y en el sacerdote. Sin obispado, la parroquia sería la referencia original y básica de la actividad eclesial, de la vida de fe y la evangelización. Incluso Montevideo, siendo el centro, solo constituía una jurisdicción parroquial. Con el tiempo, las parroquias se fueron extendiendo y aparecieron capillas y oratorios de estancias, muchos de los cuales dieron lugar a la creación de poblaciones.


El otro protagonista básico de la evangelización fue el sacerdote. Con una formación superior al resto de la población, con posibilidades de contacto con las autoridades civiles, los sacerdotes estuvieron en el inicio de la fundación de los pueblos, ya que crear un pueblo era consagrar un lugar a Dios. Además de la actividad pastoral, los sacerdotes desarrollaron una importante actividad social y cultural. No fueron sólo guías espirituales, sino también los elegidos por los vecinos como sus representantes en las asambleas y congresos, durante el período de formación de la nacionalidad.


En general, a excepción de la experiencia de las misiones guaraníes, los inicios de la evangelización en la Banda Oriental no muestran nada extraordinario. Pero a pesar de la debilidad y la pobreza, la Iglesia tuvo una presencia vigorosa en el vivir cotidiano de los pueblos de la Banda Oriental.


BIBLIOGRAFÍA

AA.VV., La Iglesia en el Uruguay, Cuaderno del Instituto Teológico del Uruguay Nº 4, Montevideo, 1978; BAZZANO, Daniel y otros, Breve visión de la historia de la Iglesia en el Uruguay, Montevideo, 1993; CAYOTA, Mario (dir. y coord.), Historia de la evangelización de la Banda Oriental (1516-1830), Montevideo, 1994.

JOSÉ GABRIEL GONZÁLEZ MERLANO