TRATA DE ESCLAVOS; Su abolición en Brasil

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Tortuoso camino para abolir la trata y la esclavitud

Tras años de indiscutible presencia y presión comercial y marítima sobre Brasil ejercida por Inglaterra, ésta promulgaba la «Ley Aberdeen» (contra la trata),[1]aprobada el 8 de agosto de 1845 durante el reinado de la reina Victoria. Su título completo es “An Act to amend an Act, intituled An Act to carry into execution a Convention between His Majesty and the Emperor of Brazil, for the Regulation and final Abolition of the African Slave Trade”.

Esta Ley daba poder a la Armada Británica para parar y registrar en los mares a cualquier navío brasileño sospechoso de ser un navío negrero, y arrestar a los negreros detenidos en dichos barcos. Además estipulaba que tales traficantes de esclavos podían ser procesados en los tribunales británicos. La Ley se proponía suprimir el tráfico de esclavos brasileño, para hacer efectivos los tratados internacionales para acabar con el tráfico de los esclavos africanos, y que Brasil había firmado ya en 1820, pero que nunca había ejecutado.

La Ley causó en Brasil una fuerte oposición y fue considerada como contraria al mercado libre, a la libertad de navegación y una afrenta a la soberanía brasileña y a la integridad de su territorio. Como resultado de la puesta en marcha de la Ley, la armada inglesa comenzó a interceptar a los negreros brasileños en los mares, y los negreros apresados en tales naves comenzaron a ser juzgados en tribunales del Almirantazgo Británico.

El número de casos juzgados en los tribunales británicos crecieron; así en los primeros seis meses de 1848, 19 de los 33 casos juzgados en el tribunal de ST. Helena eran brasileños. A pesar de la severa aplicación de aquella Ley, el volumen del tráfico negrero brasileño creció a finales de aquella década: la petición de esclavos creció debido a la legislación británica que hizo subir el precio del azúcar. Y las tensiones anglo-brasileñas también crecieron.

En 1850 naves británicas comenzaron a entrar en aguas brasileñas e incluso a atacar sus puertos. A pesar de estas tensiones, Brasil era consciente de que no podía sostener una guerra con Inglaterra. Además la opinión pública brasileña contra la esclavitud iba creciendo. El gobierno brasileño decidió entonces acabar con la trata de los esclavos. En septiembre de 1850, aprobó una ley antiesclavista y comenzó a ponerla en práctica. Como resultado, la trata esclavista en Brasil comenzó a bajar, y para 1855 comenzó a agotarse, aunque la esclavitud en cuanto tal sería abolida hasta 1888.

¿Cómo se explica esta tremenda tardanza? A pesar de la repercusión internacional, de los efectos políticos y económicos que siguieron a la derrota de los Estados Confederados en la Guerra Civil norteamericana, sólo en 1888, tras un largo proceso de movilización y un fatigoso debate para desmontar el sistema vigente de la esclavitud, ésta pudo ser formalmente abolida en Brasil.


La trata atlántica de esclavos al Brasil

Un caso muy notable en el cuadro tan oprobioso de la trata atlántica de esclavos africanos es el de Brasil. Fue el último país de América Latina en abolir oficialmente la esclavitud, en 1888. Se estima que entre los siglos XVI y XIX, llegaron al país más de tres millones de esclavos desde África. La institución de la esclavitud en el Brasil colonial portugués y luego independiente, toma forma con los ingenios de azúcar y más tarde con las explotaciones mineras, sobre todo de oro, en la década de 1530.

Portugal contaba entonces con poco más de 2 millones de habitantes y eran relativamente pocos los portugueses que se embarcaban en las aventuras de navegaciones, exploraciones y colonizaciones ultramarinas. Además el portugués que se aventuraba en tales empresas seguía un estilo similar al de los antiguos fenicios y griegos de fundar colonias comerciales en enclaves diversos, más que el de conquistar tierras para constituir un imperio terrestre. Emigrar hacia aquellas tierras desconocidas para trabajarlas y formar un imperio no parecía constituir un interés primordial en el temperamento de sus grandes navegantes. Una vez iniciada la colonización en territorios cada vez más amplios surgirá la necesidad de encontrar mano de obra para los cultivos de los productos agrícolas y la explotación de empresas mineras como las del oro o la plata, el cobre y otros minerales preciosos. La esclavitud se hizo, así, una necesidad: el problema y la solución fueron idénticos en todas las colonias tropicales y también subtropicales de América. En las inglesas, una semi-esclavitud de trabajadores blancos, los «indentured servants», fue pronto sustituida por la esclavitud de los negros africanos.

El trabajo indígena ya era utilizado en la extracción del «palo- brasil», pero no funcionó por mucho tiempo, por dos motivos: los de naturaleza cultural y los de mercado. En primer lugar, a medida en que afluían más colonos y, por lo tanto, aumentaban las solicitudes de trabajo, iba decreciendo el interés de los indios por los insignificantes objetos o baratijas con que antes eran pagados por el servicio. Se hicieron más exigentes y el margen del negocio iba disminuyendo. Se llegó a entregarles armas, lo que fue rigurosamente prohibido.

Además de eso, si el indio, por naturaleza, seminómada, se acomodó más o menos bien al trabajo esporádico de la extracción de palo- brasil, ya no acontecía lo mismo con la disciplina, el método y los rigores de una actividad organizada y sedentaria como la agricultura. En poco tiempo se fue haciendo necesario forzarlo al trabajo, mantener vigilancia estrecha sobre él e impedir su fuga y abandono de los trabajos. En el siglo XVII, con la ocupación holandesa, la mano de obra esclava se hizo imperativa para trabajar en las plantaciones. Precisamente por ello, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales comenzó a traficar esclavos de África para el Brasil,.[2]

Diversas formas y situaciones de la trata de esclavos en Brasil

En Brasil, la esclavitud africana se inició con la producción de la caña de azúcar en la primera mitad del siglo XVI como tentativa de solución a la «falta de brazos para la labranza». Los puertos principales de desembarque de esclavos eran: Río de Janeiro, Salvador, Recife y San Luís.

Los portugueses, brasileños y, más tarde, los holandeses, traían a los negros africanos de sus colonias en África para utilizarlos como mano de obra esclava en los ingenios de caña de azúcar. Los comerciantes de esclavos vendían a los africanos como si fueran mercancías, adquiriéndolos de tribus africanas que los habían hecho prisioneros. Los más sanos llegaban a valer el doble de aquellos más débiles o viejos. Los más valorados eran los negros Bantús y Benguelas, los del Congo y los provenientes del África meridional, especialmente de Angola y Mozambique.

Tenían menos valor los venidos del centro-oeste de África, los negros Mina o de Guinea, que recibieron este nombre por ser embarcados en el puerto de San Jorge de Mina, en la actual ciudad de Elmina, y que eran más aptos para la minería, trabajo al cual ya se dedicaban en África Occidental. Por estar Bahía más próxima a la Costa de Guinea que de Angola, la mayoría de los negros baianos eran de Minas.

Como eran vistos como como animales, eran evaluados físicamente, teniendo precio más elevado los esclavos que tenían dientes buenos, piernas finas, cadera estrecha y talones altos, en una evaluación eminentemente racista. El precio de los esclavos siempre fue elevado comparado con los precios de las tierras, abundantes en Brasil. Durante todo el periodo colonial brasileño, en los inventarios de personas fallecidas, el lote de esclavos, aun cuando fuera en pequeño número, siempre era evaluado en miles de «réis».[3]Por ello la muerte de un esclavo o su fuga representaba, para el hacendado, una pérdida económica y financiera inmensa.

El transporte era hecho de África hacia el Brasil en los sótanos de los navíos negreros. Amontonados, en condiciones inhumanas, en el comienzo de la travesía muchos morían antes de llegar a Brasil, siendo sus cuerpos lanzados al mar. Por eso, el cuidado en el transporte de esclavos aumentó para que no hubiera merma económica.

Múltiples formas de esclavitud

Mientras en las grandes propiedades los esclavos acostumbraban a vivir en « senzalas» (barracones colectivos), no era inusual ver en pequeñas propiedades esclavos viviendo en la misma casa de sus señores. De esta forma vemos diferentes relaciones entre señores y esclavos. Los esclavos trabajaban en los más diferenciados oficios, como carpinteros, zapateros, albañiles, cortadores de caña, carniceros y trabajos domésticos, como cocineras, ama de leche, planchadoras. Mientras más especializado era considerado el oficio, más alto era el precio del esclavo. Muchos eran alquilados o trabajaban para sí mismos y eran obligados a pagar un jornal (especie de tasa mensual previamente estipulada) a sus señores.

A pesar de que la violencia fue un factor importante del mantenimiento del sistema esclavista, la negociación era igualmente importante y acontecía constantemente entre los señores y los esclavizados. La resistencia violenta ocurría sólo cuando no existía ya posibilidad de negociación. Por más violentas que fueran las acciones de los señores, los esclavos resistieron de diversas formas. Muchos esclavos consiguieron formar familias y ahorrar dinero para la compraventa de su propia manumisión o de sus familiares.

Sobre las formas de castigo, la ley número 4 de 10 de junio de 1835 prohibía a los esclavos causar cualquier tipo de ofensa o agresión al patrono y a los compañeros que con él vivían, castigándolos con azotes o, en la mayoría de los casos, con la pena de muerte. Esta ley sólo sería parcialmente revocada en 1886 por la ley número 3 310, de 15 de octubre de 1886, dos años antes de la abolición de la esclavitud, en cuanto a la imposición de la pena de azotes. (Ley número 3.310 de 15 de octubre de 1886).

Sobre como el esclavo era tratado por sus señores, el agricultor cafetalero y diputado provincial paulista Martinho de Silva Prado Júnior (Martinico Prado), en la sesión de la Asamblea Provincial de São Paulo de 16 de marzo de 1882, relata a los diputados que muchos propietarios de esclavos de Minas Gerais no querían separarse de sus esclavos cuando emigraban a São Paulo. Los discursos de Martinico Prado en la Asamblea Provincial paulista fueron transcritos en el libro «In Memoriam, Martinico Prado, 1843-1943», editado en São Paulo por la Editora Elvino Pocai. La pena de azote para el esclavo sólo fue abolida por ley imperial de 1885.

Africanos implicados en la trata

Por mucho tiempo la historiografía brasileña ignoró el papel de africanos y sus descendientes en el mantenimiento de la esclavitud, tanto en Brasil como en África. Sólo a partir de la década de 1990 los historiadores empezaron a dar importancia a la influencia africana en ese sistema, y empezaron a ver a las personas de origen africano no solo como víctimas de la esclavitud, sino también como agentes activos.

La esclavitud era practicada en África muchos siglos antes de la llegada de los europeos. Desde el siglo VIII reinos africanos al sur del desierto del Sahara promovían la captura de personas para ser vendidas a los árabes al norte del desierto. Seis grandes rutas conectaban los grupos tribales o las naciones al sur del Sahara con los pueblos árabes del norte. Los negros africanos atravesaban el desierto para vender a estos musulmanes algodón, oro, marfil y sobre todo esclavos. Volvían con sal, objetos metálicos de ornamentación y tejidos para ser entregados a los jefes tribales africanos.

Cuando los portugueses llegaron en 1471 al reino de Kano, en la actual Nigeria, encontraron un imperio ya enriquecido gracias a la venta de oro, esclavos, cuero y sal. En algunas regiones africanas la esclavitud estaba tan enraizada que los esclavos eran usados como forma de pago de tributos.

La llegada de los europeos al Continente africano sólo hizo aumentar un sistema preexistente. Los reinos africanos, que ya se enriquecían con la venta de cautivos o de enemigos vecinos como esclavos para los árabes, se lucraron aún más con la demanda de mano de obra de los europeos. Los africanos monopolizaban prácticamente todo el sistema esclavista dentro de África. La participación europea se limitaba a los fuertes situados en el litoral donde los esclavos serían embarcados para las Américas.

La tarea de capturar a los futuros esclavos y llevarlos al litoral para ser vendidos para los europeos era hecha por los propios africanos, al mando de los diversos jefes tribales. El rey africano Osei Kwame, del Imperio Ashanti, era conocido por vivir en palacios lujosos construidos gracias al dinero que conseguía con la esclavitud.

El moderno rechazo de la esclavitud como sistema social y la defensa de las personas nace en el seno de la Iglesia católica a través de algunos juristas, sobre todo de la Escuela Jurídica de Salamanca y de algunos misioneros, recios defensores de los derechos de los indígenas mal tratados y explotados. Aquellas iniciativas se refirieron fundamentalmente al mundo de los amerindios, y no específicamente al de los esclavos africanos.

Los Papas comenzaron enseguida a proclamar documentos en defensa de los indígenas indoamericanos. En relación a los esclavos afroamericanos su defensa «explícita» fue más bien tardía, pues hubo intervenciones que también los atañía en cuanto condenaba «todo tipo» de esclavitud, como la de Paulo III con la bula «Sublimis Deus» del 2 de junio de 1537.

Otros papas, como Pío V (1566-1572) y luego Urbano VIII con la Carta Apostólica «Commissum nobis» del 22 de abril de 1639, reafirma los principios enunciados por Paulo III. Otros Pontífices que condenarán decididamente la esclavitud fueron Benedicto XIV (1740-1758) y Pío VII. Será sobre todo Gregorio XVI (1831-1846) con la Carta Apostólica «In supremo» (1837) y León XIII (1878-1903) en la Carta Apostólica «In plurimis» de 5 de mayo de 1888, a los obispos de Brasil sobre la abolición de la esclavitud, propugnando su definitiva abolición y dando un recorrido sobre las intervenciones de sus Predecesores en contra de la esclavitud.

Pero estas solemnes intervenciones de los Papas, especialmente las primeras, no tuvieron el impacto que sus autores esperaban; la mentalidad antiesclavista tardará en penetrar incluso en los ambientes cristianos. Por su parte algunos misioneros católicos en algunos de los países de América del Sur, donde el tráfico de esclavos africanos estaba muy vivo, comenzaron una campaña en favor de la liberación de los esclavos africanos, debiendo luchar denodadamente en medio de ingentes oposiciones.

El repudio organizado y documentado a la esclavitud no surgió en África, sino en Europa. Esto ocurrió a partir del siglo XVIII, a través de algunas corrientes del pensamiento ilustrado con sus ideas de libertad e igualdad entre los hombres. Políticamente la esclavitud sólo fue abolida en el siglo XIX por la intervención de Inglaterra, por motivos fundamentalmente económicos en la revolución industrial.

Pero se debe señalar como el movimiento abolicionista inglés surgió hacia 1787 en el seno de algunas comunidades anglicanas, metodistas, y cuáqueras. Los abolicionistas se organizaban en comités, dirigidos a difundir en la sociedad inglesa las imágenes de los horrores de la esclavitud, que causaron gran conmoción en la población. Esos grupos consiguieron atraer a muchos simpatizantes, que pasaron a promover boicots en el país. El año 1787, miles de mil ingleses se adhirieron al boicot al azúcar producido por esclavos.

Para presionar al Parlamento Británico, los abolicionistas presentaron peticiones en la Cámara de los Comunes para forzar la promulgación de una ley que protegiera el derecho de los negros; fueron en promedio 170 peticiones por año, entre 1788 y 1800, llegando a 900 peticiones en 1810. El año 1807 Inglaterra abolió el tráfico de esclavos, y en 1833 la esclavitud fue abolida en todo el territorio británico.

En el siglo XIX, Inglaterra, la superpotencia de la época, pasó a presionar a Brasil para abolir el tráfico negrero y la esclavitud, y ese poder de presión fue decisivo para el fin de la esclavitud en Brasil; no así en los Estados Unidos de Norteamérica, sus antiguas Colonias, donde no fue abolida sino hasta 1863 en plena Guerra Civil.

Africanos dueños de esclavos

En Brasil la participación de africanos y sus descendientes como agentes activos del sistema esclavista también fue crucial. Llegó a ser frecuente que, después de conseguir la libertad, ex-esclavos adquirieran uno o varios esclavos. Eso ocurrió especialmente en Minas Gerais durante el siglo XVIII. La sociedad minera era esencialmente urbana y eso proporcionaba una gran oportunidad social para las personas, inclusive esclavos, de crecer económicamente y alcanzar su libertad. La carta de manumisión en la época costaba 150 mil «réis» (reales), equivalente al precio de una casa simple. También era común que los dueños estipularan en su testamento que sus esclavos fuesen liberados después de su muerte. La participación de negros entre la población libre brasileña y entre los señores de esclavos era notable.

En 1830, los afrobrasileños eran el 75% de la población libre de Sabará, un distrito de Minas Gerais, y el 43% de las casas de negros tenían esclavos. En la región de Salvador, la participación de negros y mulatos entre la población señorial también era notable. En el pueblo de São Gonçalo dos Campos,[4]el 30% de los esclavos estaban en manos de negros y mulatos. En Santiago del Iguape, municipio de Cachoeira, en Bahía, el 46,% de los esclavos eran propiedad de negros libres.[5]En Río de Janeiro, en Campos de los Goytacazes,[6]negros y mulatos componían el 30% de los señores de esclavos.

La imagen extendida de que los señores de esclavos eran poseedores de grandes plantaciones de esclavos trabajando en las plantaciones o minas de Brasil no coincide con la realidad de gran parte del periodo esclavista. La idea de la rica y ociosa familia señorial que delegaba todo el trabajo a los esclavos, descrita especialmente por Gilberto Freyre,[7]no era tan común como se ha propagado. Estudiando datos sobre esclavos en la región de Salvador, el historiador Bert Barickman,[8]encontró que el 59% de los propietarios de esclavos tenían hasta unos cuatro esclavos. Sólo el 4,5% de ellos tenían más de 20 esclavos y sólo el 1% tenía más de 60 esclavos.

Para Barickman, la mayoría de los dueños de esclavos estaba lejos de formar parte de una aristocracia señorial. La mayoría de ellos era de clase baja; no conseguía comprar muchos esclavos y tenía que trabajar codo con codo con ellos para garantizar el sostenimiento de la familia. La presencia de uno o algunos pocos esclavos en la casa no garantizaba a los miembros de la familia dejar de trabajar; sólo daba a la familia mayor grado de seguridad económica.

Analizando el perfil del señor esclavista, Barickman escribió: “ni en la tierra, donde empuñar una azada, ni en la mesa de la cena, donde come con las manos y después se lame los dedos, podría hacerse pasar por un grande y altivo señor del tipo descrito por Gilberto Freyre”. La hacienda y las senzalas en Minas Gerais también son descritas de manera diferente a la del libro «Casa-Grande & Senzala» del viajero francés Auguste de Saint-Hilaire.[9]

Resistencia a la esclavitud

La resistencia de los esclavos tuvo varias modalidades históricas. Un concepto extendido de resistencia incluye las diversas posibilidades de oposición en el interior del sistema, como la dejadez, pereza en las tareas, el trabajo mal hecho y el descuido en los mismos, las pequeñas faltas, crímenes o faltas graves, la constitución de «clanes» con lazos de solidaridad en sus reivindicaciones directas y sobre todo indirectas.

Muchos esclavos negociaron con sus señores en búsqueda de trabajar para acumular dinero, con miras a la posterior compra de su libertad. Esta ampliación del concepto fue propuesta y viene siendo utilizada por autores como Genovese, Machado, Chalhoub, Lara, Reyes y Silva. Para Machado, la resistencia en el interior de la esclavitud también presuponía la aceptación de normas de convivencia mutua entre señores y esclavos. A partir de esta perspectiva se hace necesario analizar la relación señor-esclavo, no sólo basada en la violencia y en el conflicto, sino también en diferentes formas de negociación.

Es posible esta interpretación partiendo de una comprensión de agencia esclava, a partir de la cual los mismos son percibidos como agentes de sus historias, luchando para transformar sus realidades. La teoría del «esclavo-cosa», defendida por autores como Cardoso, Fernandes y Gorender, negaba la posibilidad de acción dentro del sistema esclavista. El esclavo era percibido sólo como una mercancía, insertado en un régimen donde se daban la violencia y brutalidad. Para estos autores, la acción del esclavismo sobre los negros fue tan dañina que los redujo a la condición de cosas, dejándolos en un estado de total protección legal (no eran sujetos o personas de derecho, sino «cosas») y retirándoles por lo tanto todos los derechos inalienables exigidos por los derechos humanos fundamentales.

En la década de 1980 fue hecha una revisión historiográfica en contraposición a esta teoría. A partir de tal revisión han sido resaltados aspectos como la negociación, las reacciones y actuaciones de los esclavos y sus diferentes formas de resistencia. Para Chalhoub, la violencia del sistema esclavista no los transformaba en seres pasivos y receptores automáticos de la voluntad de sus dueños. Esta nueva historiografía, por lo tanto, resalta la activa actuación de los esclavos, poniendo de relieve también cómo el esclavo se comportaba para poder sobrevivir lo más dignamente posible.

Reyes y Silva afirman que existió un espacio de negociaciones, por encima de la violencia. Las reivindicaciones de los esclavos no se agotaban en la defensa de patrones materiales de vida, sino incluían la defensa de una vida espiritual y recreativa o de convivencia amistosa, comunitaria y festiva autónoma. Según los autores, los caminos de la ruptura se abrían cuando la negociación fallaba, o no llegaba a realizarse por la intransigencia de los dueños o por la comprensible impaciencia de los esclavos.

Los «quilombos»

La esclavitud en Brasil produjo revueltas y la formación de los llamados «quilombos», palabra portuguesa de origen africano que pasó a designar en Brasil los emplazamientos donde vivían los esclavos fugitivos que habían escapado de las plantaciones y minas. Agrupados y bajo la organización de un líder, podían enfrentarse con armas a los milicianos de los esclavistas y mercenarios « bandeirantes» contratados por los propietarios de tierras para dar con ellos y reducirlos de nuevo a la esclavitud de sus antiguos amos.

Estos quilombos eran temidos por la inseguridad que causaban a los pobladores blancos y a los viajeros y productores rurales. En Minas Gerais, por ejemplo, en torno a la Picada de Goiás, único acceso al actual centro-oeste de Brasil, el Quilombo del Ambrósio, el mayor de Minas Gerais, fue descrito por Luís Gonzaga de Fonseca, en su «Historia de Oliveira»: “la esclavitud vino al Brasil a través del mercantilismo: los negros africanos venían a sustituir a los nativos brasileños en la producción de caña, pues ese tráfico lucraba a la Corona Portuguesa, que recibía los impuestos de los traficantes.”


Transformaciones en el país en los siglos XIX-XX y agotamiento del sistema esclavista

A partir de la década de 1870, la sociedad brasileña y el Ejército apoyaban cada vez menos el sistema esclavista. Se puede hablar de una quiebra del paradigma esclavista, en gran medida impulsada por la resistencia cotidiana de los esclavos. En 1871, fue promulgada la «Ley del Vientre Libre», a partir de la cual todo niño nacido de madre esclava sería considerado libre. Además de esto, esta ley permitía a los esclavos acumular dinero con vistas a su manumisión. En esa década, se intensifica el movimiento abolicionista, del cual participaban intelectuales y políticos, como José del Patrocinio,[10]y Joaquim Nabuco.[11]

En 1885, es promulgada la «Ley de los Sexagenarios» que consideraba libre a cualquier esclavo con más de 65. El 13 de mayo de 1888, la princesa Isabel I de Brasil, hija del último emperador del Brasil, Don Pedro II, y entonces regente del Imperio, en nombre de su padre, suscribió la llamada «Ley Áurea» que abolió la esclavitud en Brasil. Sin guerra civil, como la que tuvo lugar en Estados Unidos, ni rebeliones orquestadas por la población negra, como ocurrió en Haití en 1794.

No fue un acto de simple altruismo; en Brasil se puso fin a la esclavitud cuando la economía basada en ella se agotó por completo, 43 años después de que Inglaterra le prohibiera recurrir al comercio transatlántico de esclavos africanos mediante la Ley de Aberdeen. La «Ley Áurea» fue precedida por la ley n. 2.040, del 28 septiembre 1871, que dio la libertad a todos los hijos recién nacidos de esclavos, y por la ley n. 3.270, del 28 septiembre 1885, que regularizaba «la extinción gradual de la servidumbre».[12] Brasil fue el último país en abolir la esclavitud. Estas leyes deben ser vistas como resultado de una presión combinada de la resistencia de los esclavos y de la creciente aceptación del movimiento abolicionista en la sociedad.

En el proceso de cambios sociales que llevó a la abolición oficial de la esclavitud afrobrasileña ocurren varios fenómenos que explican las transformaciones y las nuevas lacras sociales que crecen en el país a lo largo de los siglos XIX y XX. Desde 1845 en adelante, los latifundistas recurrieron cada vez más a la mano de obra blanca, proveída por el creciente número de inmigrantes europeos.

Después de 1888, más que ser liberados, los esclavos quedaron a la deriva, sin tierras ni dinero para declararse independientes, y sin educación para aspirar a puestos de trabajo dignos. Herederos de esa miseria, millones de afrobrasileños siguen viviendo en situaciones tan precarias como las de sus antepasados. Es un círculo vicioso: de las víctimas que deja la violencia, dos tercios son jóvenes negros. También, dos tercios de la población carcelaria está compuesta por brasileños de origen africano.


Para sustituir la mano de obra traída de África se pensó a la importación de «coolies» chinos, que estaban siendo llevados en gran número para sustituir a los esclavos en las haciendas de azúcar desde la costa peruana o de las haciendas de Cuba. La elección cayó en la apertura y promoción de la inmigración europea, ya instalada en el sur del país, en algunas pequeñas propiedades, en la región de la sierra de Río de Janeiro, como los suizos de Nueva Friburgo (1819), alemanes en Petrópolis (1844), Teresópolis en Río Grande do Sul, y en de São Leopoldo (1849).

A partir de 1875 llegarán grupos de italianos y polacos, que fueron asentados en Santa Catarina, Paraná, São Paulo y Espíritu Santo, con el régimen de pequeños propietarios, con la tarea de abastecer los géneros de alimentación para el mercado interior. Se trataba ahora de llenar y sustituir la situación de falta de mano de obra dejada por los esclavos en las grandes propiedades agrícolas, con una producción destinada a la exportación.

Esta tarea ingente pedía la sustitución de las líneas de comercio y navegación desde siempre establecidas con África y afectaba a la clase social de los «negreros», que es sustituida por agentes y propagandistas para atraer y convencer a nuevos candidatos trabajadores para las plantaciones de café. Suponía también otra categoría de transportes que debían sustituir ahora a los barcos negreros y a las instalaciones de acogida que debían ser diferentes de las tradicionales de transportes de esclavos: desde Cafua de São Luis do Maranhao a Valongo en el puerto de Santos.[13]

Revueltas continuas y crónicas

Entre los años 1807 y 1835 hubo más de 30 revueltas y conspiraciones en Bahía, que según algunos historiadores se explican por el aumento del tráfico de esclavos africanos y la intensificación del trabajo en las explotaciones azucareras. Una de las más conocidas fue la revuelta de los Maleses, en 1835, protagonizada por africanos musulmanes de la etnia «hauçá» de Nigeria. Los «hauçás» se movilizaron y consiguieron la adhesión de muchos esclavos, que intentaron asaltar lugares públicos estratégicos, cuarteles, y edificios administrativos, enfrentándose con la policía.

El movimiento fue dominado, pero tuvo la capacidad de movilizar a los africanos musulmanes y no musulmanes en la capital, Bahía. Estos levantamientos y otras protestas inspiraron el nacimiento de los movimientos negros brasileños, que pusieron de manifiesto el racismo existente y enmascarado por lo que se llamó «democracia racial»; pretendían una igualdad de derechos reconocida por las leyes y no actuada a pesar de ello tras la abolición oficial de la esclavitud.[14]

Muchas desigualdades sociales y económicas continúan vivas en las sociedades americanas, y lo mismo sucede en Brasil. El problema de la tierra y la expulsión de los campesinos de sus tierras, incluso con medios violentos, por parte de grupos económicos poderosos es un hecho dramático. Lo mismo se puede decir de situaciones en las que mucha gente vive dramáticamente marginada en los grandes suburbios de las ciudades, en las tristemente conocidas «favelas».

La Iglesia católica brasileña desde hace años lanzó una campaña de concientización social en favor de estos numerosos grupos de brasileños marginados en formas que bien pueden catalogarse como «nuevas formas de esclavitud». El Gobierno brasileño promulgó en 1995 una ley contra la esclavitud. Desde entonces, miles de personas han sido liberadas de relaciones laborales forzadas.


NOTAS

  1. La “Aberdeen Act” (Ley) fue una Ley del Parlamento del reino Unido (citación 8 & 9 Vict c. 122). Cf. BETHELL, LESLIE. The Abolition of the Brazilian Slave Trade: Britain, Brazil and the Slave Trade. Cambridge University Press, 1970. Cap. 9 - 12.
  2. El 3 de junio de 1621, la República de los Siete Países Bajos otorgó a la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales o (Geoctroyeerde West-Indische Compagnie) (WIC) el monopolio comercial con las Indias Occidentales (es decir, el Caribe) y recibió la jurisdicción sobre el comercio de esclavos de África,
  3. El «real» (plural: réis o [arcaico] reais) fue la unidad de moneda de Portugal desde 1430 hasta 1911. Sustituyó el dinheiro en un valor de 1 real = 840 dinheiros y fue sustituido por el escudo (tras la revolución republicana portuguesa de 1910) con la equivalencia entonces de 1 escudo = 1000 réis.
  4. En el Estado de Bahia, mesa-región del Centro-Norte Baiano y micro-región de Feira de Santana.
  5. En esta localidad todavía existe un Quilombo, junto al rio Paraguaçu, Reconcavo Bahiano, Cachoeira, antiguo centro colonial, y Santiago do Iguape; hoy forma una comunidad de pescadores. Esta región fue una de las localidades de mayor tráfico de esclavos de todo Brasil. Los esclavos llegaban de Salvador, la capital, a través del río, para luego ser distribuidos en las varias plantaciones. Se trataba de una de las rutas comerciales mejor estructuradas de la Región. Roconcavo, y en concreto Santiago do Iguape, perteneciente a la región de Cachoeira, era rica en la producción de caña de azúcar. Aquí tuvo lugar una rebelión de esclavos logrando escapar de los negreros, refugiándose en la selva, formando pequeñas comunidades llamadas «quilombos» y sus habitantes «quilombolas». La naturaleza salvaje e impenetrable les protegía de los esclavistas, y se identificaron siempre cada vez más con el territorio, sobreviviendo hasta nuestros días (s. XXI).
  6. Los portugueses empezaron la colonización de las tierras de los indios «goitacás» en 1627. La región, que pertenecía a la Capitanía de São Tomé, se convirtió en Vila de São Salvador dos Campos. El nacimiento de la industria azucarera en 1652 ayudó al desarrollo de la región. Importantes acontecimientos históricos sucedieron aquí. Uno de ellos fue la marcha de los primeros voluntarios para la Guerra del Paraguay, el 28 de enero de 1865. Otro momento importante fue el movimiento para la abolición de la esclavitud que tuvo su mayor momento el 17 de junio de 1881, con la fundación de la «Sociedade Campista». Los periodistas Luiz Carlos de Lacerda y José do Patrocínio, llamado «el Tigre de la Abolición», fueron los principales de este movimiento.
  7. Gilberto de Mello Freyre (1900 –1987) sociólogo, antropólogo, historiador, escritor, pintor, político brasileño, nacido en Recife. Se le considera como uno de los mejores expertos de la cultura brasileña de la primera mitad del siglo XX, como Sérgio Buarque de Holanda y Caio Prado Júnior. Su obra más conocida es un trabajo sociológico titulado «Casa-Grande & Senzala», obra que trata temas relacionados con la historia social brasileña contemporánea.
  8. Bert J. Barickman (1958-2016): profesor en la Universidad de Arizona, murió a causa de la fiebre de dengue en el 2016. Es autor de «A Bahian Counterpoint: Sugar, Tobacco, Cassava, and Slavery in the Recôncavo, 1780–1860» (Stanford University Press, 1998), publicado en portugués en 2003. Entre otros escritos suyos figuran dos en «Hispanic American Historical Review: Revisiting the Casa-grande: Plantation and Cane-Farming Households in Early Nineteenth-Century Bahia», y, «A Bit of Land, Which They Call Roça’: Slave Provision Grounds in the Bahian Recôncavo, 1780–1860.»; «Rulers and Owners: A Brazilian Case Study in Comparative Perspective.» (coautor); «Tame Indians, Wild Heathens, and Settlers in Southern Bahia in the Late Eighteenth and Early Nineteenth Centuries», y, «Reading the 1835 Censuses from Bahia: Citizenship, Kinship, Slavery, and Household in Early Nineteenth-Century Brazil»; «Persistence and Decline: Slave Labour and Sugar Production in the Bahian Recôncavo, 1850–1888» en Journal of Latin American Studies. Cf. Joseph L. LOVE, en Hispanic American Historical Review (2017) 97 (4): 717-718. Cf. https://doi.org/10.1215/00182168-4214342
  9. Augustin François César Prouvençal de Saint-Hilaire (1779 –1853), botánico y viajero francés ha dejado una abundante colección de escritos sobre sus viajes en tierras de Brasil.
  10. José Carlos do Patrocínio (1854 –1905) escritor y farmacéutico brasileño: uno de los pioneros brasileños en favor de la abolición de la esclavitud, conocido como «O Tigre da Abolição». Fue académico de la Academia de las Letras de Brasil (1897-1905). Cf. Nobre, Carlos (2014). Guia patrimonial da pequena África. Rio de Janeiro: Centro Porta Cultural; Carletta, D. M. (2007). "Patrocínio, José do". Encyclopedia of emancipation and abolition in the Transatlantic world. London, United Kingdom: Routledge, p. 17. ; oplin, Robert Brent (1972). The Abolition of Slavery in Brazil. New York: Atheneum. pp. 68–7.
  11. Joaquim Aurélio Barreto Nabuco de Araújo (1849 –1910): escritor, político y notable abolicionista, hijo de una de las mayores figuras políticas liberales del Imperio del Brasil, Jose Thomas Nabuco (1813–1878), fundador del partido liberal en 1868. Tras viajar por Europa regresó al Brasil en 1878, lanzó una campaña abolicionista y fundó la Sociedad Antiesclavista Brasileña. En 1883 escribe una de las obras más importantes contra la esclavitud: «O Abolicinismo». Se le atribuye el dicho de que “El trabajo libre y el trabajo esclavista no pueden coexistir ni puede la esclavitud y la inmigración”. Sin embargo es difícil combinar este juicio con su empeño para que los esclavos ya libres se convirtiesen en ciudadanos libres cuando el tráfico de esclavos estaba ya prohibido. Su autobiografía Minha formação (1900) describe bien la sociedad esclavista brasileña del siglo XIX. Cf. Richard GRAHAM, “Joaquim Nabuco, Conservative Historian", en Luso-Brazilian Review, Vol. 17, No. 1 (Verano, 1980), pp. 1–16; Augusto dos Santos SALES, en "Historical Roots of the 'Whitening' of Brazil" en The Journal: Latin American Perspectives, 2002; Ronald HILTON - Alexander WYSE, Reviewed Work: '"The Life of Joaquim Nabuco" by Carolina Nabuco' en revista: The Americas, 1950.
  12. JLey Aurea: Antônio Prado no Império e na República - Seus Discursos e Atos Coligidos e apresentados por sua filha Nazaré Prado, F. Briguiet & Cia. Editores, Rio de Janeiro, 1929.
    Centenário do Conselheiro Antônio Prado, Gráfica Revista dos Tribunais, São Paulo, 1946.
    José Martiniano DE ALENCAR, Perfis Parlamentares 1, Edição da Câmara dos Deputados, 1977.
    José CASTELLANI, A maçonaria na década da abolição e da república, Editora A Trolha, 2001.
    José CASTELLANI, A Ação Secreta da Maçonaria na Política Mundial, Editora Landmark, 2007.
    Lourenço Luiz LACOMBRE, Isabel, a princesa redentora, Instituto Histórico de Petrópolis, 1989.
    Joaquim Manuel DE MACEDO, As vítimas-algozes - quadros da escravidão, Fundação Casa de Rui Barbosa, 1991.
    IMPERADOR PEDRO II, Conselhos à Princesa Isabel de como melhor governar, Editora GDR, 1985.
    Hermes VIEIRA, A Princesa Isabel no cenário abolicionista do Brasil, São Paulo Editora Limitada, 1941.
  13. «Cafuá» es una palabra de la lengua bantu y significa “cueva”, “lugar oscuro y aislado”. En São Luís, de Maranhão, existe un museo al lado del Convento das Mercês, la «Cafuá das Mercês ou Museu do Negro», dedicado a preservar la memoria de la cultura negra del Estado. El museo se levanta en un antiguo mercado de esclavos, construido en el siglo XVIII, para acoger a los negros africanos, que eran desembarcados en Portinho donde eran vendidos. Probablemente fue propiedad de una compañía de traficantes fundada por Antônio Bernardo Garrett y Raimundo José de Souza Gayoso, en la década de 1780, especializada en la importación de africanos y del abastecimiento de barcos con algodón y arroz. Cf. Gairo Garretto. Garrett,Traficante De Escravos. [S.L.]: Editora Jaguatirica. . Oclc 1108716297. Santos, Eugénio (2000), «A Escravatura Da Consciência Cultural Portuguesa. Alguns Aspectos» (Pdf). Africana Studia. «Museu Do Negro – Cafua Das Mercês – São Luís – Ma». Www.Blackpagesbrazil.Com.Br.
  14. Brasil en los últimos tiempos ha sido un volcán de convulsiones políticas y sociales. Por su parte, la Iglesia católica en Brasil ha intervenido con notables documentos y movimientos en favor de la justicia social y de los campesinos despojados de sus tierras, como la labor pastoral en particular de la Comisión Pastoral de la Tierra. Pero también han nacido varios movimientos de carácter revolucionario marxista, entre ellos el llamado «Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra» (MST). De por sí la constitución brasileña explicita, en su artículo 5, Sección XXIII, que toda propiedad ha de cumplir una función social. Por esto ella afirma, en su Capítulo III: “De la política agrícola y territorial y de la reforma agraria”, artículo 184, que “Es competencia de la Unión expropiar por interés social, para fines de reforma agraria, el inmueble rural que no está cumpliendo su función social, mediante previa y justa indemnización (…)”. Complementa esto diciendo en el artículo 185, “No son susceptibles de expropiación para fines de reforma agraria: I. la pequeña y media propiedad rural, así definida en ley, siempre que su propietario no posea otra; II. la propiedad productiva.”. La interpretación y ejecución de estos artículos ha sido y es objeto de debates controvertidos.


BIBLIOGRAFÍA

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DE ALENCAR José Martiniano, Perfis Parlamentares 1, Edição da Câmara dos Deputados, 1977.

CASTELLANI José, A maçonaria na década da abolição e da república, Editora Maçonica. A Trolha, 2001.

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Revistas:

The Americas, 1950.

Luso-Brazilian Review, Vol. 17, No. 1 (Verano, 1980)

Journal of Latin American Studies.

Hispanic American Historical Review


DHIAL: Edición y notas de FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ