SAN BERNARDINO DE MONTEVIDEO; Convento y colegio

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Los franciscanos llegaron a Montevideo en 1726, durante el proceso de fundación, en calidad de capellanes de las tropas. Antes, desde 1624, se habían hecho presentes en el sudoeste de la llamada «Banda Oriental», fundando los pueblos misioneros de San Francisco y San Antonio, en el actual departamento de Soriano.

Los padres Gutiérrez y Vergara fueron los fundadores de estos pueblos; ambos frailes habían sido provinciales y su proyecto pastoral estaba animado, tal como lo dicen en su informe al Rey, “por su preocupación en evangelizar a los pobres”.

En Montevideo, en 1740 los franciscanos establecieron un hospicio, que se constituyó en convento en 1760, a solicitud del vecindario y del Cabildo. Con posterioridad a la expulsión de los padres de la Compañía de Jesús, en 1767, la Orden Franciscana fue la única que contó con una comunidad establecida en la ciudad.

Los frailes franciscanos, según consta en oficios del Cabildo de Montevideo, fueron muy apreciados por el vecindario. Ante el requerimiento de los habitantes de la ciudad abrieron una escuela de primeras letras, de la que fue alumno José Artigas. Posteriormente, a esta escuela se sumarían varias cátedras, entre las que pueden citarse, las de latinidad, retórica, filosofía y teología. De acuerdo a lo consignado puede decirse, como afirma Alberto Zum Felde, que “el único foco de cultura intelectual que existió en la ciudad durante el coloniaje, fue el Convento de San Bernardino”.

Con sede en el convento se desarrolló la Orden Tercera Franciscana, integrada por laicos, muchos de ellos personajes relevantes de la ciudad, entre los que se encontraban los padres y abuelos de Artigas. A la Orden Tercera se sumó la Cofradía de San Benito de Palermo, que nucleaba especialmente a los negros esclavos y que constituyó el único ámbito en el que éstos fueron auxiliados y promovidos, conformando asimismo una comunidad. Desde el convento San Bernardino se desplegaron también labores de carácter social, como el socorro de los indigentes y la atención de los enfermos y moribundos.

En relación a la actividad cultural desarrollada por el convento, del examen de las Tablas Capitulares pertenecientes a la Provincia franciscana, surge que todos los frailes enseñantes en las cátedras que funcionaron en el convento habían sido alumnos y después catedráticos en la Universidad de Córdoba; resultaban pues tributarios de sus enseñanzas y orientaciones.

De acuerdo a lo expuesto, Descartes, Leibniz, Gassendi, Newton, Malebranche y otros muchos autores, eran conocidos en la Universidad de Córdoba y en el San Bernardino de Montevideo. El polígrafo benedictino gallego, Jerónimo Feijó, fue también un autor de predilección, por los numerosos ejemplares y uso de las obras que se conservan.

A estos autores se sumaban los grandes doctores de la escolástica, predominando entre estos los franciscanos San Buenaventura y Duns Scoto, así como el jesuita Francisco Suárez, como lo atestigua la profusión de sus obras, particularmente «De Legibus», en la biblioteca conventual, así como esquemas conservados de las lecciones por entonces impartidas y apuntes de clase de los alumnos.

Las varias denuncias presentadas ante los cabildos, acusando a los frailes de “enseñar doctrinas subversivas en relación a la autoridad de los reyes”, corroboran la orientación doctrinaria de la Universidad de Córdoba y por ende del San Bernardino.

Estas posiciones doctrinales explicarían que el virrey Francisco Javier Elío, el 21 de mayo de 1811 expulsara de Montevideo a nueve franciscanos del convento San Bernardino -siete de los cuales habían enseñado en Córdoba-, por su apoyo al artiguismo. Tampoco debe olvidarse que Fray José Benito Monterroso, principal secretario e importante consejero de Artigas, enseñó en la Universidad de Córdoba.

La orientación de los estudios en la Universidad de Córdoba y en el San Bernardino estaba regulada por la célebre «Exhortación Pastoral», que, en 1786, dirigiera Fray Manuel María Truxillio, comisario general de Indias, a los colegios y universidades de la Orden. En dicha Exhortación se recomendaba insistentemente el estudio y enseñanza de los filósofos modernos, como así la aplicación en el conocimiento de las ciencias experimentales.

Cabe aclarar que la amplitud denotada no suponía una posición favorable a las ideas de Rousseau, de los Enciclopedistas y demás «libertinos», que la «Exhortación» pide expresamente se estudien y refuten.


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MARIO CAYOTA