SANTA FE DE BOGOTÁ. Arquidiócesis (1562-1625)

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Límites de la arquidiócesis

Hoy en día –escribe J, Restrepo Posada– las bulas pontificias que erigen una diócesis expresan detalladamente cuáles son sus límites. Cuando en 1564 se erigió la actual arquidiócesis de Bogotá no se obró así por dos razones: 1°, por la absoluta falta de conocimiento de la Santa Sede acerca de nuestra geografía; 2°, porque como se erigía bajo el régimen del regio patronato, los límites de la circunscripción eclesiástica se acomodarían a la civil. Por tal razón, la Bula de erección sólo dice: «Que la delimitación de la nueva circunscripción eclesiástica ha de ser determinada por el Rey Felipe».”

¿Cuál era, pues, la extensión de la arquidiócesis? Veamos el territorio civil: San Cristóbal, Táchira, San Faustino, Gibraltar, La Grita, Caroní, Mérida, Barinas, Santiago de las Atalayas, ciudades todas ellas que hoy pertenecen a la República de Venezuela. En los Llanos, Betoyes, Surimena, San Juan de los Llanos: es decir, todos los actuales Llanos orientales de Colombia. Por el sur, la provincia de Neiva y los curatos de Caguán e Iquira; por la cordillera subía a los curatos de la jurisdicción de Ibagué, de modo que las parroquias situadas en la vertiente oriental de la cordillera del Quindío eran de la arquidiócesis; hacia el norte se extendía hasta las regiones mineras de Remedios y Zaragoza, en la actual Antioquia; volvía después hacia el Oriente por la provincia de Pamplona hasta introducirse, como arriba se dijo, en comarcas de la Venezuela de hoy.

El P. Francisco Javier Hernández, S.J., en el tomo II de su famosa «Colección de Bulas y Breves» referente a América, transcribe unas Letras Apostólicas dirigidas por el papa Alejandro VII al arzobispo de Santo Domingo a mediados del siglo XVII. En ellas manifiesta que el rey de España le ha expuesto que la isla de Trinidad ha estado hasta entonces sujeta en lo eclesiástico al obispo de Puerto Rico, pero que en vista de la enorme distancia que media entre ellas y de las incursiones de los piratas ingleses y holandeses, el prelado no ha podido ir a Trinidad ni, desde hace varios años, enviar los santos óleos.

Por tanto, para remediar estos males, el rey propone que la dicha isla de Trinidad se anexe a la jurisdicción de Santa Fe; el Sumo Pontífice pide para ello el concepto del arzobispo de Santa Fe. Hubiera sido dislate. Santo Domingo o el obispado de Caracas quedaban mucho más cerca. “En resumen –concluye Restrepo Posada–, si consideramos lo dilatada que era la jurisdicción eclesiástica de Santa Fe, las distancias, los malos caminos, la diversa índole de los indígenas (¿cómo se podría comparar los pijaos y los chibchas?), las varias lenguas, veremos que resultaba complicado y arduo crear y gobernar una diócesis como la de Santa Fe”.[1]

Galería de insignes prelados

La historia, sobre la base documentada de los hechos, ha magnificado a los primeros arzobispos bogotanos. No fue la sede la que los hizo ilustres y famosos; fue la altura de sus designios, la pureza de su comportamiento, la eficacia de su ministerio, cimiento de una religiosidad viva y floreciente.

Como se dijo, la ciudad fue elevada a la dignidad de obispado por Pío IV en consistorio de 11 de septiembre de 1562; a la de arzobispado, por el mismo Pontífice, a 22 de marzo de 1564, por medio de la bula «In suprema dignitatis Apostolicae Specula». Para entonces hacía ya once años que el señor Juan de los Barrios vivía en Santa Fe. Y sobre él recayó la jerarquía y la onerosa pesadumbre del arzobispado.

Los motivos de la traslación a Santa Fe

El 20 de noviembre de 1551, el príncipe don Felipe escribió a su embajador en Roma urgiéndole que despachara las bulas del señor De los Barrios; pide que se excuse a los prelados de la visita «ad limina» “porque si lo hubiesen de hacer, en tres ni en cuatro años no podrían volver a residir en sus iglesias y obispados, de que vendría gran daño a sus ovejas y habría notable falta de instrucción y conversión en las cosas espirituales donde están y cesaría la residencia y presencia de los prelados.”

Pide también que, en vista de la falta de bálsamo de Alejandría, se pueda usar el bálsamo de las Indias (que ya elaboraban los indios de los tiempos precolombinos) y que lo puedan consagrar sin tantos ministros como se requiere. Finalmente, que en vista de las circunstancias, la iglesia catedral, fundación y erección de Santa Marta se traslade y pase al dicho Nuevo Reino de Granada, “donde notablemente Dios será más servido y se hará más fruto,” y en dicho reino, a la ciudad de Santa Fe, “a donde reside la dicha Audiencia Real y es lugar muy principal y cómodo de aquel obispado, donde la dicha iglesia y el prelado della estarán más apropósito para regir y gobernar sus ovejas.”

De igual sentir era el señor De los Barrios, porque a 1° de agosto de 1552 escribe al Consejo notificando el recibo de las bulas y apunta: “la conveniencia de trasladar la diócesis de Santa Marta a un lugar del Nuevo Reino, porque aquel lugar es muy malsano y por esta causa se ha despoblado y despuebla cada día, y también porque está muy distante de los lugares del Nuevo Reino y poblaciones de los naturales, y residiendo en nuestra iglesia no podemos entender en la gobernación de los unos y los otros.”

Por su parte, el procurador general del Nuevo Reino, Pedro de Colmenares, se dirigió al Consejo para pedir que el obispado se dividiera en dos, uno en el Nuevo Reino y otro en Santa Marta. El Consejo escribió a la Real Audiencia y al obispo para pedirles “que os juntéis y platiquéis en lo que conviene hacerse cerca de lo susodicho, y platicado y conferido por vosotros cerca dello, nos enviéis relación particular de la resolución que sobre ello tomáredes, y pareciendo a todos que conviene que el dicho obispado se divida en dos, vos, el dicho obispo, enviaréis vuestro parecer bastante para ello.”[2]

Santa Fe de Bogotá en 1553

¿Qué era, cómo se presentaba Santa Fe a mediados del siglo XVI? Nos lo dirá Mario Germán Romero, biógrafo del primer arzobispo santafereño fray Juan de los Barrios: “Una de las más antiguas descripciones del lugar, escrita unos veinte años después de su llegada, nos presenta con exactitud a la naciente sede episcopal:

La provincia de Bogotá es la primera y más nombrada del Nuevo Reino, por estar en medio de él; díjose Bogotá del nombre de un gran cacique que estaba en ella; hay en ella pobladas la ciudad de Santa Fe y la villeta de San Miguel. El temple de la tierra es frío, salvo en los valles, que algunos hay calientes; en esta comarca muy abastecida de trigo, cebada y maíz y de todo género de frutas de la tierra y de higos de España, uvas, melones, granadas, y así mismo abundante de vacas, yeguas, caballos, ovejas, puercos, cabras y muchos venados, gallinas, codornices, tórtolas, ánades, y en los ríos un pescado como anguilas y muy bueno.

Hácese mucha sal en esta provincia: no se hallan minas de oro en ella hasta ahora, aunque por la contratación acude mucho a ella; minas de cobre hay algunas. Son los indios de esta provincia muy hábiles e inclinados al trato y mercadería, que la mayor es de sal, y mantas de algodón de que andan vestidos; son grandes idólatras, y todo cuanto procuran adquirir es para ofrecer a sus santuarios, que tienen muy escondidos y encubiertos, y así reciben mal la doctrina cristiana.

La ciudad de Santa Fe de Bogotá [...] es pueblo de seiscientos vecinos españoles, los sesenta y cinco encomenderos, y los demás pobladores y tratantes y oficiales; hay en la jurisdicción de esta ciudad cuarenta mil indios tributarios de tasa, aunque de verdad pasarán de cincuenta mil indios por los que se esconden en las tasas. Hay en la jurisdicción de esta ciudad cincuenta y cinco repartimientos, los cincuenta encomendados en particulares y los cinco en cabeza de Su Majestad, que le valdrán como dos mil quinientos pesos.

Reside en esta ciudad la Audiencia desde el año 49, en que hay un presidente, tres oidores y un fiscal, y los demás oficiales de Audiencia. Residen así mismo en ella los oficiales reales, tesorero, contador y factor, con cada cuatrocientos mil maravedís de salario, la caja real y casa de fundición en que se quinta y funde todo el oro de minas que se saca en el Nuevo Reino y sus provincias.

Reside así mismo en esta ciudad la catedral y metrópoli que estuvo primero en Santa Marta; tiene por sufragáneos a Popayán, Cartagena y Santa Marta; hay en la ciudad dos monasterios, uno de dominicos y otro de franciscanos. Con cada ocho frailes y cada treinta doctrinas... Este pueblo [...]tiene su asiento en el valle de Bogotá, junto a la cordillera; hay agua de pie por toda la ciudad, que se saca de los ríos que pasan por cerca de ella, y hay en la ciudad muchas huertas y en ellas muchas hortalizas y rosales de España; las casas son muchas de piedra y de ladrillo y de buen edificio; hay abundancia de buenos materiales en esta provincia…”[3]


NOTAS

  1. José Restrepo Posada, Arquidiócesis de Bogotá. Datos biográficos de sus Prelados. T. I. (Bogotá: Editorial Lumen Christi, 1961), 2. José Restrepo Posada, “Evangelización del Nuevo Reino”, Revista de la Academia Colombiana de Historia Eclesiástica, 21-22 (enero-julio 1971): 5-7.
  2. Mario Germán Romero, Fray Juan de los Barrios y la evangelización del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1960), 31-33.
  3. Juan López de Velasco, Geografía y descripción universal de las Indias, (Madrid: Establecimiento Tipográfico de Fortanet, 1894), 359-61. Citado también por Mario Germán Romero, Fray Juan de los Barrios y la evangelización del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1960), 53.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

López de Velasco, Juan. Geografía y descripción universal de las Indias. Madrid: Establecimiento Tipográfico de Fortanet, 1894.

Restrepo Posada, José. Arquidiócesis de Bogotá. Datos biográficos de sus Prelados. T. I. Bogotá: Editorial Lumen Christi, 1961.

Restrepo Posada, José. “Evangelización del Nuevo Reino”, Revista de la Academia Colombiana de Historia Eclesiástica, 21-22 (enero-julio 1971).

Romero, Mario Germán. Fray Juan de los Barrios y la evangelización del Nuevo Reino de Granada. Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1960.


CARLOS EDUARDO MESA

©Missionalia Hispanica. año XLII – N° 121 - 1985