SACRIFICIOS HUMANOS

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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En el mundo precolombino, los sacrificios humanos fueron una práctica religiosa muy extendida, porque se realizaba en el contexto de la cosmovisón fatalista propia de los pueblos indígenas de América. Fue esa cosmovisión según la cual los dioses exigían la sangre humana para que continuaran los ciclos de la naturaleza, lo que explica la gran profusión de sacrificios humanos, práctica enérgicamente prohibida por los españoles desde los primeros momentos de su llegada al Continente americano.

Gran diversidad de documentos y relatos, corroborados ampliamente con abundante evidencia arqueológica e histórica dan cuenta de ello.[1]En especial la investigación de la arqueología del Siglo XX, que tuvo un gran desarrollo de la mano de los avances científicos como la electrónica, permitieron conocer la extendida práctica de los sacrificios humanos a lo largo del Continente, y no solo en Mesoamérica, donde sin duda fue practicada con mucho mayor profusión que en el resto del Continente por lo que su historicidad nunca fue puesta en duda. Fue ampliamente conocida desde los primeros encuentros de los españoles con las culturas indígenas, pues la crueldad de los sacrificios contrastaba del todo con la cultura cristiana que los animaba.

MESOAMÉRICA

Se puede decir que en Mesoamérica los sacrificios humanos eran realizados de manera casi cotidiana; así lo demuestran abundantes monumentos arqueológicos, como la Lápida de Aparicio (un relieve magníficamente conservado que se encuentra en el Museo de Antropología de Xalapa, Veracruz), que muestra un cuerpo humano decapitado y del que salen al nivel del cuello un abanico de 7 serpientes entrelazadas que representan los chorros de sangre de una víctima decapitada en honor del dios Chicomecóatl (siete serpiente).

Confirman la abundancia de sacrificios Códices precortesianos, ilustraciones en cerámicas etc., y numerosos códices indígenas amerindios del siglo XVI que recogen documentaciones precedentes, además de los escritos (crónicas y relaciones de misioneros, conquistadores y otros españoles y mestizos) del siglo XVI que crudamente refieren los hechos. Entre los códices mexicas basta señalar los siguientes: el Códice Magliabechiano,[2]y también el Códice Ramírez,[3]en su ilustración llamada «Tzompantl»; y el códice Tudela.[4]

En los abundantes escritos de los siglos siguientes que recogen los datos relativos a aquel triste fenómeno de desviación humana, terriblemente basada en concepciones religioso-culturales inaceptables para una recta conciencia según la ley natural, y más aún para una conciencia cristiana, encontramos representaciones ilustrativas de sacerdotes paganos llevando a cabo la tarea terrible de los sacrificios humanos, basados en concepciones religioso-culturales anormales y aberrantes.

Por ejemplo, en una ilustración del libro «The conquest of México» de William H. Prescott (1796-1859), aparece un sacerdote azteca y un cautivo español de la expedición de Hernán Cortés a punto de ser sacrificado;[5]este se encuentra despojado de su vestimenta, vestido solo con un «maxtlatl», sandalias y tiene pintado y adornado su cuerpo para ser sacrificado.

En la mayoría de las fuentes historícas se manifiesta la realización de esta práctica ritual en diferentes culturas prehispánicas a lo largo del Continente. El célebre investigador e historiador mexicano Miguel León-Portilla, basándose en las crónicas de los europeos, los informes indígenas y la evidencia arqueológica, señala en su obra la frecuencia de los sacrificios humanos entre los pueblos prehispánicos mesoamericanos.[6]También la Enciclopedia Británica, en su edición de 2007 habla de la historicidad de los sacrificios humanos en la América prehispánica: “El ofrecimiento sacrificial de humanos a un dios ha sido bien establecido sólo en pocas culturas. En lo que hoy es México la creencia de que el sol necesitaba de alimento humano condujo al sacrificio de miles de víctimas anualmente en los rituales del calendario azteca y nahua del maíz. Los incas restringían los sacrificios masivos a la ascensión de un soberano”.[7]

El historiador norteamericano Joseph H.L. Schlarman señala algunas cifras que diversos autores manejan acerca una de las ceremonias de sacrificios masivos en el Valle de México: “Ese mismo año de 1487 Ahuítzol, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal de la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas que, en opinión de Torquemada fueron 72,344; Ixtlixóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano dan la cifra de 20,000, que todavía es horrorosa (...)

La figura que presidía este templo era el carnicero y sangriento dios de la guerra Huitzilopochtli, de rostro desfigurado y ojos aterradores. Su cuerpo se hallaba cubierto de oro y joyas y sobre él se enroscaban serpientes de oro. Su culto invadía la vida de los infelices aztecas (...) El altar de los sacrificios era una piedra labrada, a modo de mesa, que llegaba a la altura como de la cintura.[8]Seis sacerdotes oficiaban en el sacrificio, ocupándose cinco de ellos en sujetar brazos, piernas y cabeza de la víctima, acostada de espaldas sobre la piedra, de modo que el pecho quedara bien expuesto”.[9]

De toda la documentación recogida y explicada queda clara la proliferación de los sacrificios humanos en el mundo americano-precolombino, practicados dentro de una cosmovisión religiosa que creía apaciguar a sus múltiples dioses mediante el ofrecimiento de la sangre humana para que el cosmos pudiera seguir en pie Como explica Víctor Wolfgang von Hagen,[10]“La guerra y la religión, al menos para los aztecas, eran inseparables. Pertenecían la una a la otra. ... Con el fin de obtener apropiados prisioneros-víctimas que sacrificar a los dioses, había incesantes guerras pequeñas e incluso su armamento estaba dispuesto para incapacitar no para matar, todo para obtener el alimento para los dioses la sangre y el corazón.”.

En el México prehispánico se practicaban tres clases de rituales sangrientos relacionados con la persona:[11]el autosacrificio o rituales de efusiones de sangre, los rituales asociados a las guerras, y los sacrificios agrarios. El sacrificio humano formaba parte esencial de su vida religiosa y social. Los sacrificios humanos se llevaban a cabo en especial en las épocas de fiestas en un calendario de 18 meses, cada mes con 20 días, y correspondían a una determinada divinidad. El ritual tenía como función la introducción del hombre en lo sagrado y servía para darle a conocer su introducción en un mundo diferente como lo sería el correspondiente al cielo o al inframundo, y para ello era necesario tener un recinto y tener un ritual.[12]

Los lugares «sagrados» para los sacrificios humanos podían ser varios: desde un escenario natural en un monte o cerro, un bosque, un río, una laguna o un cenote (en el caso de las mayas), hasta recintos creados para ese fin como templos y pirámides.[13]En el caso de los aztecas ya asentados en la ciudad de Tenochtitlan, tenían un Templo Mayor, el «Macuilcalli» o «Macuilquiahuitl» (lugar de las 5 casas o lugar de las 5 lluvias) en donde se sacrificaban los espías de ciudades enemigas; el «Tzompantli» (fila o hilera de cabezas) en donde se ensartaba la cabeza de la víctima sacrificada en una estaca de madera; el «Teutlalpan» o «Teotlalpan» (lugar del juego de pelota); el «Coacalco», considerado como un lugar donde se encerraban las estatuas de los ídolos arrancados a los pueblos enemigos (dioses hechos prisioneros); y el «Cuauhxicalco» otro recinto cercano al Templo del Sol y que se utilizaba para quemar o preparar a cautivos antes de ser sacrificados.[14]

En el caso de los mexicas- aztecas los cautivos eran conducidos a su ciudad México-Tenochtitlan, donde desfilaban frente al «tlatoani» (monarca) y frente a la estatuas de las deidades principales y eran prisioneros en las casas de los guerreros, en donde ayunaban y a veces bailaban con sus captores, y al día siguiente el cautivo era conducido hasta la cima de una pirámide o un monte, en donde se le sacrificaba.

Los sacrificados eran muy variados: hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos, nobles, hombres comunes, extranjeros, etc. En general las víctimas, pertenecían a 2 grandes categorías: los que servían para alimentar a los dioses y los que cumplían el papel de «representantes» de los dioses, como en el caso del mito de la Guerra Sagrada para alimentar al Sol y la Tierra; niños representaban a los «tlaloques» o pequeños dioses de la lluvia; jóvenes representaban a Huitzilopochtli o bien a Tezcatlipoca; mujeres representaban a diosas del maíz, ancianas o mujeres maduras representaban a la Tierra y ancianos representaban al inframundo y de esa manera se rendía culto a la estatua del dios o a su representante vivo en la tierra con lo que el dios era «vivificado». Se pensaba que el sacrificio purificaba al que lo ofrecía, y podía alargar su vida para que alcanzara después de muerto un más allá feliz en la Morada del Sol.[15]

El sacrificio era la esencia del rito de expiación, que consistía en la muerte del sujeto con la finalidad de liberar la energía necesaria y conservar el equilibrio y armonía en el cosmos. Se colocaba el cuerpo extendido de la víctima sobre una piedra cuya punta había sido redondeada; 4 sacerdotes lo mantenían sujeto de brazos y piernas, y a veces un quinto sacerdote le tomaba de la garganta. A los sacerdotes se les denominaba «Chachalmelca», termino que indica ministro o sacerdote de cosa divina; esta función se heredaba de padres a hijos.

El quinto o sexto sacerdote era el más importante y era el pontífice o supremo sacerdote, el cual portaba un gran cuchillo de pedernal de obsidiana muy agudo y ancho, mientras el mismo u otro llevaba una collera de palo labrada con la figura de una culebra. Se ponían frente al ídolo, hacían una inclinación y se situaban junto a la piedra puntiaguda que era tan alta que llegaba a la cintura, tan puntiaguda que doblaba al sujeto que iba a ser sacrificado para favorecer la exposición del tórax y que el cuchillo lo abriera fácilmente.

El sumo sacerdote le abría el pecho y le sacaba el corazón arrancándolo con las manos y lo mostraba al sol y luego se volvía al ídolo y se lo arrojaba al rostro. El cadáver era tomado por los «quaquacuiltin» (ancianos sacerdotes), ya que desde el momento de ser sacrificada a la víctima se le consideraba ya sagrada y su corazón no podía ser tomado por otras manos. Era descuartizado y en ocasiones repartido entre los nobles para ser comido, lo que formaba parte de determinados rituales o fiestas; en otras ocasiones la cabeza se ensartaba en el «Tzompantli» y el resto, incluyendo el corazón, era arrojado a las aguas o bien enterrado, o bien colocado en un recipiente especial denominado «cuauhxicalli» (vasija de las águilas).[16]

En resumen, las víctimas del sacrificio solían tener uno de dos significados principales. Por un lado, las «nextlahualtin» (restituciones) en que los individuos eran un medio de pago y daban el alimento más preciado en retribución a la divinidad. Por otro lado, estaban las «teteo imixiptlahuan» (imágenes de los dioses) que eran sujetos poseídos por la divinidad para recibir la muerte en el sacrificio, y representaban la muerte que sufrió el dios al inicio de los tiempos; así la divinidad desgastada, sucumbía al filo del cuchillo pedernal, viajaba a la región de los muertos y recuperaba allí sus fuerzas para volver a nacer. En general, los rituales tenían una amplia gama de víctimas, ya estaba estipulado con rigor el origen, el sexo, la edad y la condición de quienes habrían de morir. Por ejemplo una vez al año una mujer de familia noble era sacrificada en la festividad agrícola más importante. Los niños con dos remolinos en la cabeza eran ofrecidos por sus propios padres a los dioses de la lluvia, los albinos eran ofrecidos por sus padres al dios sol en los eclipses, y los enanos y jorobados eran sacrificados cuando moría un rey para que le sirvieran en el más allá.

También existían voluntarios como era el caso de sacerdotes, de músicos y de prostitutas. Y otro grupo numeroso eran los esclavos sacrificados en alguno de los rituales. Según la ceremonia, la liturgia determinaba la forma de morir y el destino del cadáver. También existían además rituales destinados a restablecer la seguridad y el orden perdidos durante enfermedades, sequías, inundaciones y hambrunas.[17]

En todas las ceremonias, las víctimas destinadas al sacrificio debían portar los atributos de la divinidad a la que se rendía culto.[18] La manipulación adecuada del ritual era indispensable para continuar la vida y existía una analogía muy especial en los objetos que se presentaban como ofrendas así como en el sujeto que era sacrificado.

Zona Andina

Debido a la cosmovisión fatalista de los pueblos prehispánicos los sacrificios humanos rituales fueron una práctica común pues de esa forma se pretendía apaciguar o halagar a los múltiples dioses concebidos como seres inmisericordes, dueños déspotas del cosmos y de los seres humanos. Por ello se entiende el porqué la Biblia en el Antiguo Testamento condena los sacrificios humanos repetidamente, y no se limita a prohibirlos por ser culto a dioses ajenos, sino por ser en sí mismos contrarios a la dignidad humana. Las referencias a los sacrificios humanos a otros dioses responden más al deseo de subrayar la perversión de quienes los adoran, y no sólo la idolatría, el mayor de los pecados condenados por la Sagrada Escritura, que tal práctica abominable expresaba.

Visto así, y examinando su extensa práctica en toda la América precolombina, los sacrificios humanos tienen una lógica interna en una concepción totalmente pagana e idolatrica del sentido religioso del hombre: la pretensión del mismo de doblegar a la divinidad, considerada caprichosa y «domable» a los propósitos del hombre y a forzar un destino fatalista según el cual las consecuencias negativas y destructivas caerían inexorablemente sobre el ciclo de la vida personal o social. En este orden de ideas se circunsbribren hallazgos como este narrado en el National Geographic (36-55, 25 noviembre 2019) “Congelados en el tiempo: se hallaron unos niños sacrificados por los incas.”,[19]

En esto radica toda la concepción de los sacrificios humanos practicados, su variedad de formas y el calendario de sus expresiones. En el ritual se encuentra la explicación de los ciclos de la naturaleza que son amenazados por el momento que se presenta: ¿Cómo asegurar una buena cosecha? ¿Cómo tratar el resultado de una guerra? ¿Cómo favorecer la llegada de la lluvia? ¿Cómo recuperar la salud? Las respuestas a estas preguntas hacen que el ser humano se vea en la necesidad permanente de solicitar que su vida siga siendo la que ha llevado, o esperar que pueda retornar a ella después de que se presentó algo importante o trascendental en su vida.

No es de extrañar entonces que el «poder» representado por el «sacerdote» (chaman, hechicero, jefe tribal... ) represente un papel no sólo importante en la vida social del grupo, sino también en los rituales periódicos de la vida del grupo.

A partir de claros preconceptos ideológicos que nada tienen que ver con el realismo histórico crítico, algunos autores «indigenistas»[20]pretenden negar la existencia de los sacrificios humanos en las culturas mesoamericanas, o les dan un significado totalmente ideológico y a-histórico. Distorsionan los datos históricos, ofrecen interpretaciones de los datos documentales de manera arbitraria y contraria a las evidencias de su real interpretación a la luz de la crítica-histórico filológica. Así atribuir la evidencia de cuanto se ve en los monumentos arqueológicos y en los códices sobre los sacrificios y el canibalismo ritual, lo atribuyen a la mala fe de los conquistadores.

Pero estas posiciones son consideradas sin fundamento alguno por la mayoría de los historiadores y arqueólogos, como puede comprobarse en numerosas obras recientes de publicaciones científicas.[21]Los hallazgos arqueológicos dan cuenta de la historicidad de los sacrificios. Ni siquiera conocidos eruditos que defienden la causa del indigenismo, como el ya citado León Portilla niegan la historicidad de la práctica de los sacrificios humanos en la América prehispánica.

Porque no es Mesoamérica la única región donde se practicaron los sacrificios humanos, aunque haya sido aquí donde éstos se llevaron a cabo con mayor profusión. Los arqueólogos también han descubierto y siguen encontrando cada día nuevas evidencias físicas de sacrificios humanos en Sudamérica,[22]sobre todo en el Perú.[23]

Los mochica,[24]en cuanto fueron un pueblo eminentemente agrícola, adoraban principalmente a las fuerzas de la naturaleza. Consideraban necesarios los sacrificios humanos para mantener el orden del mundo y frenar desastres naturales (como los frecuentes terremotos). El estudio de las imágenes en el arte mochica ha permitido reconstruir la más importante secuencia ceremonial. Esta se iniciaba con un combate ritual y culminaba en el sacrificio de los vencidos en combate: el combate ritual.

Se enfrentaban guerreros armados, con finos vestidos y adornos, expresando el carácter ritual de este combate. Este consistía en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, en el que había que quitarle el tocado de la cabeza al contrario, pero no matarlo. El objetivo del combate era conseguir víctimas para el sacrificio. Los vencidos eran desvestidos y atados, y luego trasladados en procesión a la zona de sacrificio.

Los cautivos son mostrados desnudos, aún fuertes y potentes sexualmente. En el templo, sacerdotes y sacerdotisas preparaban a las víctimas para el sacrificio. Las maneras de morir eran variadas, pero al menos uno de ellos moría desangrado. Su sangre era ofrecida a los dioses principales para complacerlos y aplacarlos.

En resumen: entre las distintas motivaciones para la práctica del sacrificio humano, se pueden señalar las siguientes:

  • La inauguración de una construcción (un templo, una pirámide).
  • Apaciguamiento o mantener contenta a una divinidad.
  • Preservación de relaciones en el otro mundo: En el caso de sacrificios que acompañaban la muerte de un rey o de un gran sacerdote, estos podían llevarse consigo a la tumba a criados y concubinas.
  • Adivinación: Un sacerdote intentaba predecir el futuro a partir de los miembros y órganos del cuerpo de un preso o de un esclavo sacrificado.
  • Desastre natural: Las sequías, los terremotos, las erupciones volcánicas, entre otras catástrofes naturales fueron ampliamente considerados como una muestra de la cólera o del descontento de dioses. Los sacrificios eran realizados para apaciguar la ira divina.
  • Cultura del espectáculo: En un combate ritual, la víctima era sacrificada en una lucha contra un guerrero, como si una justicia divina decidiera así quien debía triunfar. O bien, el sacrificio del perdedor en un juego o en una lucha era parte del interés del espectáculo, en Mesoamérica. Si bien que el juego de pelota en Mesoamérica estaba estrechamente ligado a la práctica de sacrificios humanos, se desconoce si se sacrificaba al perdedor, al ganador o a terceros.

Sacrificios y Antropofagia

La Antropofagia ritual fue una práctica bastante frecuente tras los sacrificios humanos; así lo señalan diversas evidencias documentales.[25]Más recientemete, uno de los estudios científicos más eruditos sobre el sacrificio mesoamericano es el del profesor David Carrasco titulado «City of Sacrifice: The Aztec Empire and the Role of Violence in Civilization». En septiembre de 2007 tuvo lugar un seminario internacional en el Museo del Templo Mayor de la Ciudad de México, donde participaron 28 especialistas de diversos países. Ninguno negó la historicidad de los sacrificios mesoamericanos.[26]

Sin embargo, también en el caso de la antropofagia como en el de los sacrificios humanos, no faltan sostenedores (generalmente ideologizadores indigenistas) que niegan su existencia contra todo el cúmulo de fuentes históricas, muchas contemporáneas a la llegada de los conquistadores españoles, y por tanto cuando los sacrificios humanos eran aún práctica cotidiana.[27]

Seguramente en el caso de los mexicas- aztecas, -pero lo mismo se puede decir de otros muchos pueblos indoamericanos que practicaban el canibalismo «sagrado», habían domesticado tres especies de animales para consumir su carne: guajolote, pato criollo y perro. Además, aunque no domésticos, la gran cantidad de venado salvaje y otras fuentes de proteínas animales en la región elimina radicalmente la credibilidad de la hipótesis barajada por algunos pocos al querer afirmar el canibalismo por razones alimenticias como explicación de los ritos sacrificiales.

La descripción de la forma de cocinar la carne humana indica que no se trataba de una comida ordinaria sino de un rito sagrado.[28]Sobre todo, el argumento relativo a los sacrificios humanos entre los mexica- aztecas en la historiografía actual destacan los trabajos de Michel Graulich.[29]

NOTAS

  1. Cf. GRAULICH, MICHAEL (2003). «El sacrificio humano en Mesoamérica». Arqueología mexicana. XI, 63: 16-21.
  2. Se le conoce así por haber pertenecido a la biblioteca personal de Antonio da Marco Magliabechi. El título original es “libro de la tildo que los yndios antiguamente hazían, y superticiones y malosritos que tenían y guardavan.” Se encuentra actualmente en el Biblioteca Nacional de Florencia (Italia) bajo la signatura Ms. Magl. Cl. XIII. 3 (Banco Raro 232)
  3. El Códice Ramírez se encuentra en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (MNA 35-100); trata sobre la historia del los mexicas desde sus orígenes mitológicos en Aztlan hasta la conquista española.
  4. Se le llama así porque fue dado a conocer por el subdirector del Museo de América José Tudela. En el Museo fue catalogado con el número de inventario 70-400. Es un libro en cuarto (cada pliego era doblado dos veces). Está ejecutado en papel de hilo, de 15,50 cm de anchura y 21 de altura, y encuadernado con tapas de papelón o cartón forradas, con un tamaño total de 18 × 25 cm.
  5. Durante la Noche Triste, además de los muertos durante la emboscada muchos españoles fueron capturados vivos por los aztecas. Estos siguieron la suerte de todo prisionero de guerra de los aztecas: ser sacrificado a sus ídolos
  6. LEÓN-PORTILLA, MIGUEL (2003). «Una reflexión sobre el sacrificio humano». Arqueología mexicana. XI, 63: 14-15.
  7. «The sacrificial offering of humans to a god has been well attested only in a few cultures. In what is now Mexico the belief that the sun needed human nourishment led to the sacrifice of thousands of victims annually in the Aztec and Nahua calendrical maize (corn) ritual. The Inca confined wholesale sacrifices to the occasion of the accession of a ruler». "Human sacrifice", Encyclopædia Britannica 2007.
  8. Hoy ese altar se exhibe en el Museo de Antropología de Chapultepec en la ciudad de México.
  9. Schlarman H.L. Joseph “México, Tierra de Volcanes” 14 ed, Porrúa, México, 1987, pp 21-22
  10. Víctor Wolfgang von Hagen (1908 - 1985) fue un explorador, historiador y antropólogo de la América precolombina., publicó un gran número de libros sobre los incas, los mayas y aztecas. Cf. https://es.wikipedia.org/wiki/Victor_Wolfgang_von_Hagen.
  11. DEHOUVE D., Ritos sangrientos. México 2010: Letras libres. pp.24-29.
  12. GONZÁLEZ-TORRES Y. El sacrificio humano entre los mexicas. México: Fondo de Cultura Económico 1985.
    CLAVIJERO FJ., Historia antigua de México. En: Colección Sepan Cuantos, n.o 29. México DF: Editorial Porrúa SA; 1979.
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    M. LEÓN-PORTILLA, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares. Fondo de Cultura Económica, (1985), BENAVENTE MOTOLINÍA FRAY T. DE, Historia de los indios de la Nueva España. Editorial Porrúa SA; 1979.
  13. A. LÓPEZ-AUSTIN, L. LÓPEZ-LUJÁN, El sacrificio humano entre los mexicas, en Arqueología Méxicana, 15 (1995), pp. 24-33; OLIVIER G., Las tres muertes del nuevo tlatoani: una nueva interpretación de los ritos de entronización mexica. En: OLIVIER G, ed). Símbolos de poder en Mesoamérica. México: Instituto Investigaciones Históricas/ Antropológicas, UNAM, 2008; pp. 263-291.
  14. G. OLIVIER, Sacrificio humano, mito y poder entre los mexicas. Letras libres, (2010), pp. 30-36; B. DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Editorial Porrúa SA, (1998pp. 10-316.
  15. LEÓN-PORTILLA M., La religión de los mexicas. En: Historia de México. México: Ed. Salvat Mex. de Ediciones; 1978.p.805-838.
  16. Cfr. SAHAGÚN FRAY BERNARDINO DE, Historia general de las cosas de Nueva España. Libro Segundo, Ed. Porrúa, 7 ed, México1989, pp. 73 y ss.
  17. F. RICO-MÉNDEZ, El ritual en el sacrificio humano entre los aztecas. Neumología y Cirugía de Tórax., 55 (1996), pp. 124-131; The Aztec world., pp. 137-152.
  18. M. LEÓN PORTILLA, Ritos, sacerdotes y atavíos de los dioses. Editorial UNAM, (1992), pp. 53-55
  19. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/ninos-congelados-andes_16076
  20. Entre ellos: PABLO MOCTEZUMA BARRAGÁN, Moctezuma y el Anahuac: una visión mexicana. México, D. F., 2004: Noriega Editores. ISBN 968-18-6596-0. Es autor del proyecto Glifos de la Ciudad de México, 400 murales de mosaicos de Talavera con la toponimia de la ciudad, y exponente de varias iniciativas de caracter político-indigenista en México.
  21. Así «Arqueología mexicana», septiembre de 2003, sobre los sacrificios.
  22. Por ejemplo, el 28 de abril de 2018 la Cadena CNN daba a conocer imágenes de restos de esqueletos de más de 140 niños sacrificados, encontrados en la costa norte del Perú.
  23. Jorge Silva Sifuentes (2000). «Origen de las civilizaciones andinas». En Teodoro Hampe Martínez, ed. Historia del Perú. Culturas prehispánicas. Barcelona: Lexus. ISBN 9972-625-35-4.
  24. Los mochicas fueron una cultura prehispánica que se desarrolló en el norte del Perú en el valle del río Moche, actual provincia de Trujillo, hacia el siglo VII d.C.
  25. En su libro Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España (México: Porrúa, 2005), BERNAL DÍAZ hace constantes referencias al canibalismo entre los mesoamericanos. También BERNARDINO DE SAHAGÚN (1558): Historia general de las cosas de la Nueva España..; Códice Florentino, parte III; Reinhard, Johan; Maria Stenzel (noviembre de 1999).
    TALAVERA GONZÁLEZ, JORGE ARTURO; JUAN MARTÍN ROJAS CHÁVEZ (2003). «Evidencias de sacrificio humano en restos óseos». Arqueología mexicana. XI, 63: 30-34; National Geographic (4 de julio de 2017): Hallan calaveras de mujeres y de niños en el gran tzompantli de la antigua tenochtitlán.
  26. LÓPEZ-LUJÁN, LEONARDO; y otros, Nuevas perspectivas sobre el sacrificio humano entre los mexicas. Ciudad de México: Instituto Nacional de Antropología e Historia.
  27. Así, el “antropólogo” MICHAEL JAMES HARNER (1929-2018), "The Enigma of Aztec Sacrifice.". En Natural History, Vol.86 (no.4), April 1977. Llega a decir que: los sacrificios humanos tenían como fin suplir las deficiencias proteínicas en la dieta de los habitantes de la región, dada la ausencia de grandes mamíferos domésticos.
  28. Cfr. Historia General de las Cosas dela Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún; especialmente el Libro II capítulos XIII y XVI. Algunos antropólogos señalan que tras los sacrificios rituales en los que se ofrecían los corazones de la víctima a las deidades, el resto del cuerpo se cocía con maíz y era repartido entre todos los participantes en una especie de acto de comunión o sólo entre determinados sacerdotes. Los frailes misioneros españoles tuvieron que luchar contra esta barbarie. La carne humana de los sacrificados nunca se tomaba asada; era habitual añadirla al «pozole.» Según el testimonio de Fray Bernardino de Sahagún, tras haber combatido los sacrificios humanos y la antropofagia, los frailes habrían introducido en el pozole la carne de puerco o de pollo.
  29. MICHEL GRAULICH, Le Sacrifice humain chez les Aztèques, editor 'Fayard', París, 2005, ISBN 2213622345

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FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ – JUAN LOUVIER CALDERÓN