PIEDAD POPULAR. Apariciones marianas reconocidas por la Iglesia

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Naturaleza

Ante todo, hay que señalar la naturaleza de las aprobaciones de la Iglesia y las consecuencias de la aprobación. Las apariciones se catalogan como revelaciones privadas y no públicas. Esto significa que la Iglesia no las considera artículos de fe; no incorporan material nuevo como objeto de fe de la Iglesia, ni se requiere que sus fieles crean en ellas para salvación. En la fe de la Iglesia católica, Dios elige a quién curar y por qué medios, pues “sus pensamientos no son los míos, ni sus caminos son mis caminos, dice el Señor” (Isaías 55, 8). En el decir de Blaise Pascal, “Dios tiene sus razones que nuestra razón no conoce”. La posición oficial de la Iglesia católica sobre esto, en cuanto a doctrina, se expresa en su catecismo:

“A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas «privadas», algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de «mejorar» o «completar» la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia. La fe cristiana no puede aceptar «revelaciones» que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes «revelaciones».”[1]

Algunas apariciones marianas, reconocidas por la Iglesia, cobran una especial relevancia y especial importancia a partir de los tiempos modernos. Entre ellas destacan las de Lourdes en Francia (1858) y las de Fátima en Portugal (1917).

La Virgen de Lourdes

Las apariciones de la Virgen María en Lourdes empezaron el jueves 11 de febrero de 1858 a una jovencita de catorce años, analfabeta, llamada Bernardette Soubirous (1844-1879), que, acompañada de su hermana y de una amiga se dirige a la Gruta de Massabielle, al borde del Gave, en las estribaciones de los Pirineos, para recoger leña, ramas secas y pequeños troncos. Mientras se está descalzando para cruzar el arroyo, oye un ruido como de una ráfaga de viento, levanta la cabeza hacia la Gruta:

“Vi a una señora vestida de blanco: llevaba un vestido blanco, un velo también de color blanco, un cinturón azul y una rosa amarilla en cada pie.” Hace la señal de la cruz y reza el rosario con la Señora. Terminada la oración, la Señora desaparece de repente.

Las apariciones fueron en total 18, la última el 16 de julio de 1858. En la tercera aparición, la jovencita habló con la Señora en gascón, dialecto que se usa en la zona, la cual se dirigió a Bernardette usando el «usted» (voi) de cortesía y pidiéndole: “¿Me haría usted el favor de venir aquí durante quince días?” (Boulet aoue era gracia de bié aci penden quinze dias?). Bernadette le prometió que lo haría. A su vez, la Señora le anunció que no le prometía hacerla feliz en este mundo, sino en el otro. En sucesivas apariciones, el mensaje fue tomando cuerpo:

  • Invitación a la penitencia y a la oración por los pecadores (21 de febrero).
  • Invitación a vivir una pobreza más evangélica.
  • Solicitud de que se hicieran procesiones a la gruta y le fuera erigida allí una capilla (2 de marzo).

El 25 de febrero, según testificó Bernadette, la Virgen le dijo que fuera a tomar agua de la fuente y que comiera de las plantas que crecían libremente allí. Ella interpretó que debía ir a tomar agua del cercano río Gave y hacia allá se dirigió. Pero la Señora le enseñó con el dedo que escarbara en el suelo. Al excavar en el fango e intentar beber, Bernadette ensució su rostro, y sus gestos y apariencia fueron motivo de escepticismo por parte de muchas de las 350 personas presentes, ya que el manantial no se manifestó de inmediato.

Sin embargo, poco después surgió una fuente de agua que, hasta el día de hoy, es meta de peregrinaciones por parte de muchos católicos y que ha sido testigo de numerosos milagros. El manantial que brotó aquel 25 de febrero de 1858 produce cien mil litros de agua por día, de forma continua desde aquella fecha hasta nuestros días.

Ante la reiterada petición de Bernardette de que la Señora le revelara su nombre, el 25 de marzo de 1858 (en su decimosexta aparición) la Señora le dijo : “Que soy era Immaculada Councepciou” (Yo soy la Inmaculada Concepción).13 El dogma católico de la Inmaculada Concepción de la Virgen María había sido solemnemente proclamado el 8 de diciembre de 1854, tres años antes. La expresión resultaba ajena al vocabulario de Bernadette y, en principio, fue motivo de desconcierto, tanto del párroco de Lourdes. el Padre Peyramale, como en otras autoridades eclesiásticas y civiles. Sin embargo, Bernadette Soubirous mantuvo una consistente actitud de calma durante todos los incisivos interrogatorios que se le hicieron, sin cambiar su historia ni su actitud, ni pretender tener un conocimiento más allá de lo dicho respecto de las visiones descritas.

Bernardita cuenta así lo que aconteció en aquel día: “Levantó los ojos hacia el cielo, juntando en signo de oración las manos que tenía abiertas y tendidas hacia el suelo, y me dijo: Que soy era Immaculada Councepciou.” La joven vidente salió corriendo, repitiendo sin cesar, por el camino, aquellas palabras que no entiende. Palabras que conmueven al buen párroco, ya que Bernardita ignoraba esa expresión teológica que sirve para nombrar a la Santísima Virgen. Solo cuatro años antes, en 1854, el papa Pío IX había declarado aquella expresión como verdad de fe, un dogma.

Ya en vida de Bernadette, multitud de católicos creyeron en las apariciones de la Virgen María como vehículo de la gracia de Dios. El último interrogatorio ante la comisión eclesiástica, presidida por el obispo de Tarbes, Mons. Laurence, fue el 1 de diciembre de 1860. El anciano obispo terminó emocionado, al repetir Bernardita el gesto y las palabras que la Virgen hiciera el 25 de marzo de 1858: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. El 18 de enero de 1862, el anciano obispo de Tarbes publicó la carta pastoral con la cual declaró que “la Inmaculada Madre de Dios se ha aparecido verdaderamente a Bernardita”.

En ese mismo año el papa Pío IX autorizó al obispo local para que permitiera la veneración de la Virgen María en Lourdes, unos diecisiete años antes de la muerte de Bernardette. Desde entonces los diversos pontífices han apoyado de varias formas la devoción y la peregrinación al santuario. El papa san Pío X extendió la celebración de la memoria a toda la Iglesia. El papa Pío XI ratificó definitivamente la celebración de Nuestra Señora de Lourdes al beatificar a Bernadette Soubirous el 6 de junio de 1925, y canonizarla en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción del Año Santo de la Redención, el 8 de diciembre de 1933.

En 1937, el mismo Pío XI nombró a Eugenio Pacelli (después Pío XII) como delegado papal para visitar y venerar personalmente a la Virgen en Lourdes. El 8 de septiembre de 1953, en conmemoración del centenario del dogma de la Inmaculada Concepción, el papa Pío XII, decretó en su Carta Encíclica «Fulgens Corona» la celebración de un Año Mariano (el primero en la historia de la Iglesia católica) en todo el mundo, mientras describía los sucesos de Lourdes con las siguientes palabras:

“Y parece como si la Virgen Santísima hubiera querido confirmar de una manera prodigiosa el dictamen que el Vicario de su divino Hijo en la tierra, con el aplauso de toda la Iglesia, había pronunciado. Pues no habían pasado aún cuatro años cuando cerca de un pueblo de Francia, en las estribaciones de los Pirineos, la Santísima Virgen, vestida de blanco, cubierta con cándido manto y ceñida su cintura de faja azul, se apareció con aspecto juvenil y afable en la cueva de Massabielle a una niña inocente y sencilla, a la que, como insistiera en saber el nombre de quien se le había dignado aparecer, ella, con una suave sonrisa y alzando los ojos al cielo, respondió: «Yo soy la Inmaculada Concepción». Bien entendieron esto, como era natural, los fieles, que, en muchedumbres casi innumerables, acudiendo de todas las partes en piadosas peregrinaciones a la gruta de Lourdes, reavivaron su fe, estimularon su piedad y se esforzaron por ajustar su vida a los preceptos de Cristo (...)”.[2]

El Magisterio de la Iglesia católica ha expresado explícitamente su devoción a Nuestra Señora de Lourdes de distintas formas. El 25 de marzo de 1958, centenario de aquella aparición en la que la «Señora» se presentó con las palabras “Yo soy la Inmaculada Concepción”, el cardenal Angelo G. Roncalli —más tarde papa san Juan XXIII, canonizado en 2014— consagró la gran basílica subterránea de san Pío X. En la clausura del centenario de las apariciones de Lourdes, lo expresó así: “La Iglesia, por la voz de sus papas, no cesa de recomendar a los católicos que presten atención al mensaje de Lourdes”.

El calendario litúrgico celebra la Festividad de Nuestra Señora de Lourdes el día de la primera aparición, es decir, el 11 de febrero. En 1992, el papa Juan Pablo II instituyó la celebración de la «Jornada Mundial del Enfermo» a realizarse el 11 de febrero de cada año, en memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes. En 1983 y 2004, san Juan Pablo II visitó Lourdes, al igual que lo haría su sucesor Benedicto XVI el 15 de septiembre de 2008, en conmemoración del 150 aniversario de las apariciones de 1858.

Bernadette Soubirous fue proclamada santa por Pío XI el 8 de diciembre de 1933. Desde entonces, la advocación de la Virgen María como Nuestra Señora de Lourdes ha sido motivo de gran veneración, y su santuario es uno de los más visitados del mundo con millones de peregrinos cada año, y las curaciones consideradas milagrosas se dan a centenares. De ellas la Iglesia católicas, con su muy riguroso examen de estos casos, ha reconocido un total de 70 casos de curación milagrosa (datos al 2014).[3]

Las apariciones de la Virgen de Fátima

La Virgen de Fátima – formalmente Nuestra Señora del Rosario de Fátima –, en la misma línea que otras apariciones marianas, tuvo su origen en los testimonios de tres niños pastores, llamados Lucía dos Santos, de diez años, y sus primos Jacinta y Francisco Marto, de seis y nueve años respectivamente, y que no sabían leer ni escribir, aunque habían recibido una formación religiosa a través de la catequesis parroquial, las enseñanzas de la madre de Lucía y la religiosidad popular propia de la zona. Los tres niños videntes afirmaron haber presenciado varias apariciones marianas en la Cova da Iria, Fátima, en Portugal, entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917.[4]

A partir de entonces, esta advocación mariana extendió su fama más allá de sus límites locales llegando a todo el mundo. Según el testimonio de sus protagonistas, el año 1916, estos tres niños pastores ya habían experimentado, en tres ocasiones distintas durante la primavera y el verano de 1916 una «presencia angelical» mientras pastoreaban sus ovejas; dos veces en la cueva Loca do Cabeço, en Valinhos, y otra en el Pozo del Arneiro, en casa de Lucía, en Aljustrel.

Este Ángel de Portugal, o «Ángel de la Paz», tal como ellos lo llamaron, les había enseñado a rezar para pedir por la conversión de los pecadores, les había aconsejado cómo practicar el sacrificio cotidiano y la adoración a Dios a través de la eucaristía. En su narración, los niños lo consideraron como una preparación para las visitas de la Virgen María que iban a tener lugar posteriormente, entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917.

El domingo 13 de mayo de 1917, los tres niños fueron a pastorear sus ovejas como de costumbre, a un lugar conocido como Cova da Iria, cerca de su pueblo natal de Fátima en Portugal. Lucía describió haber visto, sobre una encina, a una mujer «más brillante que el sol», vestida de blanco, con un manto con bordes dorados y con un rosario en las manos, que les pidió que retornaran el mismo día y a la misma hora durante cinco meses consecutivos, encomendándoles el rezo del rosario. Francisco declaró no escuchar ni hablar con la Señora, sino solo verla. Asombrados, corrieron de regreso a su pueblo y lo anunciaron a todos, encontrándose con la previsible incredulidad de sus vecinos —incluyendo los padres de Lucía—. En cambio, los padres de Jacinta y Francisco si les creyeron.

Los niños anunciaron más apariciones, el día trece de los meses de junio y julio. Tras la segunda aparición, en junio, declararon que se les había anunciado la muerte de Jacinta y Francisco. A causa de la mortífera epidemia de gripe conocida como «gripe española» que asoló Europa y América, Francisco y Jacinta Marto cayeron enfermos en diciembre de 1918. Francisco no se recuperó y murió el 4 de abril de 1919. Jacinta mejoró algo su salud, pero al poco tiempo sufrió una pleuritis purulenta y fue internada en el hospital de Vila Nova de Ourém en el verano de 1919. Trasladada a Lisboa, murió el 20 de febrero de 1920.

Los mensajes de Fátima

En los mensajes que los niños transmitían, la Virgen exhortaba al arrepentimiento, a la conversión y a la práctica de la oración y la penitencia como camino de reparación por los pecados de la Humanidad. Paulatinamente, los niños experimentaron una transformación profunda, basada en la práctica de la oración y de ejercicios de piedad. Como forma de disciplinarse, los niños comenzaron a llevar cordones apretados alrededor de la cintura y a realizar distintas obras de penitencia o mortificación.

Algunos de los mensajes transmitidos por los niños presagiaban guerras y calamidades en el mundo. Según el relato de Lucía, el 13 de julio de 1917 les fue confiado a los niños el llamado «secreto de Fátima», dado a conocer por la Santa Sede durante el pontificado de Juan Pablo II.[5]Después del relato de la tercera aparición que incluyó la revelación del «secreto de Fátima», los niños fueron secuestrados por mandato del alcalde de Vila Nova de Ourém y sometidos a castigos físicos con el objetivo de que revelaran el contenido de ese mensaje.

En posteriores retornos los niños fueron seguidos por miles de personas que se concentraban en el lugar. Entre las recomendaciones, según los testimonios de los niños, la Virgen hizo hincapié en la importancia del rezo del Santo Rosario para la conversión de los pecadores y del mundo entero. La Virgen María también habría pedido la construcción de una capilla en el lugar, capilla que fue el germen del actual santuario de Fátima.

Según los escritos de Lucía, la última aparición de la Virgen a los tres pastorcitos tuvo lugar el 13 de octubre de 1917, día en que se produjo el llamado «Milagro del Sol», presenciado por 70 000 personas, entre ellos algunos periodistas y personalidades públicas de la época. Algunos que se profesaban ateos como el periodista Avelino de Almeida, del diario «O Século», que escribió en este periódico el acontecimiento. Quince días después, el periodista Avelino de Almeida ratificó su testimonio en la revista «Ilustração Portuguesa» diciendo: “yo lo he visto... yo lo he visto”.

Las apariciones de la Virgen de 1917 continuaron luego a partir de 1917 en diversas circunstancias y localidades, entre otras en Pontevedra y en Tuy (España) a la sobreviviente Lucia, ya en hábito religioso, primero en el Instituto de las Doroteas y más tarde en las Carmelitas Descalzas.

Los Papas y Fátima

Los Papas han dado especial realce a las apariciones de Fátima y su Mensaje, sobre todo a partir de Pío XII que el 31 de octubre de 1942, hablando en portugués por la radio, consagra el mundo al Inmaculado Corazón de María, haciendo mención velada de Rusia, según lo pedido por Nuestra Señora. El 13 de mayo de 1946, la imagen original de la Virgen de Fátima, ubicada en la Capilla de las Apariciones, es coronada por el cardenal Marsella, legado pontificio. La corona fue ofrecida por las mujeres portuguesas en agradecimiento por haber librado a Portugal de la Segunda Guerra Mundial y tiene incrustada la bala que hirió a san Juan Pablo II en el atentado de 1981.

El 13 de mayo de 1967, el papa Pablo VI viaja a Fátima en el cincuentenario de la primera aparición para pedir la paz del mundo y la unidad de la Iglesia. El 12 y 13 de mayo de 1982, san Juan Pablo II viaja a Fátima como peregrino para agradecer el haber sobrevivido al atentado sufrido exactamente un año antes en la plaza de San Pedro y consagra la Iglesia, los hombres y los pueblos, al Inmaculado Corazón de María, haciendo veladamente mención de Rusia.

El 25 de marzo de 1984, el papa san Juan Pablo II consagra una vez más, el mundo al Inmaculado Corazón de María, en unión con todos los obispos del mundo que previamente habían sido notificados para que se uniesen con el Papa en esta consagración, en la plaza de San Pedro, delante de la Imagen de la Virgen. Más tarde Lucía asegura que esta consagración satisface la petición hecha por la Virgen. Los días 12 y 13 de mayo de 1991, el papa san Juan Pablo II vuelve a Fátima por segunda vez como peregrino, en el décimo aniversario de su atentado.

El 13 de mayo de 2000, san Juan Pablo II, en su tercera visita a Fátima y ante una multitud de peregrinos, beatifica a Francisco y a Jacinta y revela la tercera parte del secreto de Fátima. El papa insiste en la importancia de los mensajes y en la santidad de los niños. Los presenta como ejemplo de oración, amor y penitencia.

Los días 12 y 13 de mayo de 2017, el papa Francisco visitó Fátima para celebrar el centenario de la primera aparición y para pedir por la paz del mundo. En esa visita fueron canonizados dos de los videntes, Francisco y Jacinta Marto. Se atribuyeron a los mensajes de la aparición componentes proféticos y escatológicos, en particular con respecto a una posible nueva guerra mundial —sus seguidores han interpretado que el inicio de la Segunda Guerra Mundial fue su confirmación—, a la conversión de la Rusia soviética, y al intento de asesinato de Juan Pablo II.

El Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Fátima es considerado como uno de los centros de peregrinación católica más importantes del mundo; el santuario, edificado en el lugar de las apariciones, recibe varios millones de peregrinos cada año según datos oficialmente controlados.[6]


NOTAS

  1. Catecismo de la Iglesia Católica, Primera parte, La profesión de la fe, Primera sección, «creo»-«creemos», Capítulo segundo, Dios al encuentro del hombre, Numeral 67.
  2. PÍO XII, Carta encíclica Fulgens Corona, N° 3-4.
  3. La bibliografía sobre las Apariciones de Lourdes es incontable. Entre otras obras señalamos: TROCHU, Francois (1957). Saint Bernadette Soubirous, 1844-1879. Longmans (Londres). p. 480. ISBN 978-0-89555-253-2; VISENTIN, M.C. (2000). «María Bernarda Soubirous (Bernardita)», en Leonardi, C.; Riccardi, A.; Zarri, G., eds. Diccionario de los Santos. España: San Pablo. pp. 1586-1596. ISBN 8428522596; THEILLIER, Patrick (2008). Los milagros de Lourdes: curaciones, conversiones y testimonios. Ediciones Palabra. p. 368. ISBN 9788498401943; CARREL, Alexis (1970). Viaje a Lourdes: seguido de fragmentos del diario y meditaciones. Editorial Iberia. ISBN 978-84-7082-043-4; SANCTUAIRES NOTRE-DAME DE LOURDES. «Las curaciones de Lourdes reconocidas como milagrosas por la Iglesia» (en francés); LAUTERIN, René (1997). Lourdes: Crónica de un misterio. trad. María José Furió. 364 páginas. Barcelona: Editorial Planeta. ISBN 84-08-02180-X; HARRIS, Ruth (2008). Lourdes: Body And Spirit in the Secular Age (en inglés). 496 páginas. EE. UU.: Penguin Adult. ISBN 978-0-14188-990-0.
  4. SANTOS IGLESIAS, A. M (2000). «Jacinta y Francisco Marto». En Leonardi, C.; Riccardi, A.; Zarri, G., eds.
    Diccionario de los Santos, Vol. 2. Madrid: San Pablo. pp. 1163-1165. ISBN 84-285-2259-6.
  5. El «secreto de Fátima» habría sido confiado a Lucía, la mayor del grupo. Las dos primeras partes del «secreto» fueron publicadas en varias ocasiones, en particular el texto escrito por Sor Lucía en la tercera memoria del 31 de agosto de 1941 y en la cuarta memoria del 8 de diciembre de 1941. La tercera parte del «secreto» fue escrita «[...] por orden de Su Excelencia el Obispo de Leiria y de la Santísima Madre [...]» el 3 de enero de 1944. De él existe un único manuscrito. El sobre lacrado fue guardado primero por el obispo de Leiria. El 4 de abril de 1957, el sobre fue entregado al Archivo Secreto del Santo Oficio. Los papas san Juan XXIII y san Pablo VI tuvieron conocimiento de él. Finalmente, fue san Juan Pablo II quien, luego del atentado contra su vida, desarrolló una larga serie de acciones que finalizaron con la revelación de la tercera parte del «secreto de Fátima» por el propio papa el 26 de junio de 2000, precisamente en Fátima, y su publicación: CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE - TARCISIO BERTONE - JOSEPH RATZINGER (2000). «El mensaje de Fátima»; DOS SANTOS, LUCÍA; HAFFERT, JOHN M. (colaborador) (1993), Her Own Words to the Nuclear Age: The Memoirs of St. Lucia (en inglés). 359 páginas (1ª edición). The 101 Foundations. ISBN 978-1-890137-19-9.
  6. Cf. Entre las muy numerosas publicaciones: Memorias de la Hermana Lucía, Vol. I y II (2004); Compilación de P. Luis Kondor, SVD. Introducción y notas del P. Dr. Joaquín M. Alonso, CMF; Nuestra Señora de Fátima (1953); WILLIAM THOMAS WALSH. Espasa Calpe Editores; Era una Señora más brillante que el sol (1999); JOAO DE MARCHI. Editora Missões Consolata; La Virgen de Fátima (1999); C. BARTHAS. Ediciones Rialp.

FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ