PERSECUSIÓN EN GUATEMALA; El liberalismo y la masonería

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Dos siglos de oposición creciente a la iglesia católica

El siglo XIX latinoamericano, tras las independencias, se caracteriza por una alternancia de poderes políticos entre los partidos liberales y conservadores. A lo largo de la primera parte del siglo, la Iglesia todavía conservó un peso notable en las instituciones públicas de los nuevos Estados independientes, pero en la medida en que el siglo avanzaba los regímenes liberales fueron imponiendo su política anti-eclesiástica con una legislación siempre más hostil.

El fenómeno tuvo diferentes énfasis de intensidad en los distintos países, pero mantuvo unas coordinadas comunes en todos. En el caso de América Central, y en concreto en Guatemala, fue sobre todo a partir de la dictadura del liberal y masón Justino Rufino Barrios,[1]cuando en Guatemala se instauró un régimen político totalmente inspirado por las clásicas líneas de la política de hostilidad radical del liberalismo masón hacia la Iglesia.


Legislación radical anticatólica, tropelías y ambigüedades

Fue bajo el régimen dictatorial de Justo Rufino Barrios cuando se pone en marcha una legislación radical anticatólica. Tras la supresión de las órdenes religiosas y la incautación por parte del Estado de todas las propiedades eclesiásticas, la Iglesia se debilitó siempre más y su influjo en la vida pública fue prácticamente anulado.

Los decretos de supresión de las órdenes religiosas; - la primera había sido la Compañía de Jesús en 1871-, fueron emanados el 24 y el 27 de mayo de 1872, el 7 de junio del mismo año y el 3 de marzo de 1874. En la Constitución de 1879, el artículo 25 prohibía la apertura de cualquier convento y comunidad religiosa.[2]

El artículo 29 prohibía a las sociedades y grupos religiosos, a sus miembros en cuanto tales y a los ministros de los cultos de intervenir en la vida política y en las cuestiones relativas a la organización del trabajo; en los artículos 28 y 32 no se reconocía a las congregaciones religiosas y ni a asociaciones religiosas semejantes, y prohibía que se estableciesen en el país nuevas órdenes religiosas.

Por el artículo 18 se establecía que la instrucción de los niños entre los 6 y los 14 años tenía que ser gratuita y laica; el artículo 81 ordenaba de nuevo el laicismo de la enseñanza; mientras que en el 24 se toleraba la instrucción religiosa, pero solamente impartida dentro de los templos. Estos artículos permanecieron en vigor hasta 1956.[3]

Situación deprimente del clero y persistencia de la religiosidad tradicional

En Guatemala existía a comienzos del siglo XX, y desde el siglo XVI, una sola diócesis, que abarcaba toda la nación y contaba con 120 sacerdotes seculares y 12 regulares. El número de sacerdotes disminuyó con la aplicación de la legislación radical y la supresión de las órdenes religiosas, la prohibición de la llegada de nuevos institutos religiosos y la supresión del seminario diocesano de la ciudad de Guatemala, el único existente entonces en todo el país.

El número de sacerdotes disminuía y el cuidado de la vida cristiana de los fieles laicos era cada vez más escaso, reduciéndose a bien poco: la administración del bautismo, y cuando se podía, una rápida preparación catequética para la primera comunión; las confesiones sacramentales eran raras, y aún más los matrimonios por la iglesia.

Los sacerdotes visitaban muy raramente los ranchos y las poblaciones, dada su escasez y las parroquias comprendían territorios extensos como si fuesen diócesis. Los fieles se refugiaban en las devociones transmitidas desde antaño: celebraciones de algunas solemnidades como Navidad o Semana Santa, en las fiestas patronales, con su misa solemne, cuando se podía, y continuas procesiones organizadas por lo que quedaba de las antiguas cofradías organizadas bajo el mandato de los respectivos priores de una cofradía, sacristanes y fiscales (responsables del culto).

El culto católico se había mezclado con frecuencia con restos muy vivos de la antigua religiosidad maya en un indudable sincretismo religioso. Por lo que eran frecuentes supersticiones mezcladas a elementos cristianos, a borracheras y desmanes morales.

Poderosa presencia de la masonería en la vida pública y configuración de la geografía eclesiástica

La clase dirigente liberal, que controlaba todo el poder social y político, estaba dominada por la masonería cada vez más omnipotente. A partir de la dictadura de Justo Rufino Barrios, el presidente del Estado tenía que pertenecer a la masonería, y ello ha quedado prácticamente en uso hasta los tiempos actuales.[4]

El Estado masón controlaba férreamente la vida eclesial, impidiendo la creación de diócesis y de otros medios de formación eclesial. Pueden ilustrar esta situación en los primeros años del siglo XX los siguientes datos: La Diócesis de los Altos de Quezaltenango fue creada por el Papa Benedicto XV, con Bula del 27 de Julio de 1921, fecha en que se crea también el Vicariato de La Verapaz y El Petén.[5]Sin embargo, el decreto de ejecución no se pudo realizar en las fechas indicadas, pues el poder político del país no permitía su publicación, por lo que se mantuvo en secreto siete años, hasta 1928, cuando se publicó en el «Acta Apostolicae Sedis».[6]

La Diócesis de Guatemala fue erigida en 1534 por Paulo III. La Diócesis de Verapaz, que podría considerarse como la primera Diócesis de Guatemala, se debió al celo de los dominicos, dirigidos por fray Bartolomé de las Casas. Creada en 1561 y suprimida en 1605. Felipe II intentó elevar a metropolitana la sede episcopal de Guatemala al morir su segundo obispo Bernandino de Villalpando en agosto de 1569, lo cual no se logró sino dos siglos después, por Felipe V, el 16 de diciembre de 1743, dándole las sufragáneas de Nicaragua, Comayagua y Chiapas.

Declarada la Independencia del Reino tuvo algún tiempo las nuevas Diócesis de San Salvador y San José de Costa Rica, hasta que éstas fueron a su vez declaradas metropolitanas. Entonces la de Guatemala quedó sin sufragáneas, hasta el 27 de julio de 1921, cuando se erigió la Diócesis de Quetzaltenango, y el 19 de enero de 1935, la de Verapaz. En 1951 se crearon los obispados de Jalapa, San Marcos, Sololá, Zacapa y la Administración Apostólica de Petén, elevada a Vicariato Apostólico en 1988.

En 1956 fue creada la Prelatura del Santo Cristo de Esquipulas, en 1961 la de Huehuetenango fue elevada a Diócesis y el mismo año la de Santa Cruz del Quiché, En 1968 se creó la Administración Apostólica de Izabal y el 9 de mayo de 1969, la de Escuintla. En 1987 había en Guatemala una Arquidiócesis en la ciudad de Guatemala, las diócesis de Huehuetenango, Jalapa, Quetzaltenango, San Marcos, Santa Cruz del Quiché, Sololá, Verapaz, Cobán, y Zacapa, una Administración Apostólica en Izabal, el Vicariato Apostólico de Petén y dos Prelaturas: Esquipulas y Escuintla. Esta última fue posteriormente elevada a Diócesis.

En resumen: para el año 2018, Guatemala contaba con 2 Provincias eclesiásticas: una, la de Santiago de Guatemala, con 9 diócesis sufragáneas; y la otra, la de Los Altos, Quetzaltenango-Totonicapán, con 5 diócesis sufragáneas.

La masonería

Muchos movimientos latinoamericanos que dominaron la escena política y social de los siglos XIX y XX se inspiraron en las ideas promovidas por la Revolución Francesa; pero además se difundieron corrientes de pensamiento y asociaciones claramente anticristianas; especialmente la masonería, nacida en 1717, en el llamado «siglo de las luces», y que ha ocupado un lugar fundamental en la dirigencia política y social del país.

A la visión de un Estado confesional, muy unido a la Iglesia católica, enseguida hizo brecha la propuesta de un estado «laico»,[7]«tolerante» (excepto con lo católico) y liberal, por encima de todos los credos religiosos. La masonería luchará denodadamente para arrancar de cuajo la presencia de la Iglesia católica de todos los ambientes sociales de los países latinoamericanos cancelando así su influjo en los mismos.

Las iniciativas en tal sentido varían cronológica y legalmente según los países. En el caso de Guatemala toma una intensidad especial a partir de la instauración de la revolución liberal hostil a la Iglesia, guiada por el dictador Justo Rufino Barrios y Miguel Ángel García Granados,[8]desde 1870 en adelante.

Barrios impuso un estado radicalmente laicista; suprimió las órdenes religiosas; incautó sus bienes; prohibió a la Iglesia la posesión de bienes de toda clase.[9]Desde entonces, el presidente de la República de Guatemala tiene que pertenecer a la masonería.[10]

Una forma para contrastar el influjo eclesial católico fue favorecer la presencia de las sectas protestantes. Así el dictador Justo Rufino Barrios dio a la iglesia evangélica norteamericana todas las facilidades para establecerse en la República, política fomentada desde entonces por los gobiernos sucesivos.

En Guatemala, la masonería, a parte de su fuerte anticlericalismo y de su control de la vida económica y social, trabajó intensamente por minar el influjo católico en la vida cultural y educativa. Por ello sus logias siempre han obstaculizado la presencia de la Iglesia católica en las actividades educativas y en la vida social y política.

Una buena parte de la clase dominante en Guatemala ha estado tradicionalmente inscrita en las logias masónicas, sea por convicciones personales como también por obligación contraída por los cargos que ocupan, por prestigio que ello supone y sobre todo por motivos económicos.

Es sabido que la masonería se articula en numerosas familias y logias con tendencias a veces en contraste, y aunque las directivas generales de la misma obligan a todos los miembros de la organización, su aplicación y sus actitudes ante el fenómeno religioso y ante la Iglesia pueden variar según las obediencias. De todos modos, el influjo del pensamiento masón-liberal en la vida social y política de Guatemala fue siempre fuerte y decisivo y llegaba hasta los más remotos rincones del país.

Esto explica como en los gobiernos, entre los funcionarios de la administración estatal y en amplios sectores de la vida económica e intelectual del país, hayan generalmente dominando actitudes no sólo anticlericales sino también anticatólicas.

NOTAS

  1. Justo Rufino Barrios Auyón (San Lorenzo (San Marcos), Guatemala, 19 de julio de 1835 - Chalchuapa, El Salvador, 2 de abril de 1885) fue un militar, presidente de la República entre 1873 y 1885.
  2. Cfr. José Ma RAMÍREZ COLÓN, Guatemala, in The Catholic Encyclopedia, VoI. VII, New York 1910, p. 54.
  3. Cfr. Voz Guatemala en Enciclopedia Cattolica, VoI. VI, Vaticano 1951, col. 1215s.
  4. Cf. J. CABRERA, El Quiché: el pueblo ..., p. 172s.
  5. La diócesis de Los Altos-Quetzaltenango-Totonicapán fue erigida el 27 de julio de 1921, y elevada al rango de Arquidiócesis el 13 de febrero de 1996. Su catedral se encuentra en la ciudad de Quetzaltenango.
  6. J. ARRIOLA, Diccionario Enciclopédico de Guatemala. Universidad de San Carlos de Guatemala. Guatemala 2009.
  7. A partir del siglo XIX el sustantivo laico, de raíces cristianas en su significado original, (cristiano, miembro del pueblo de Dios y bautizado que no perteneciente al estado eclesiástico), toma un significado totalmente nuevo en el mundo político liberal y anticlerical: se contrapone a confesional, que en el campo de la propia actividad reivindica una absoluta independencia y autonomía en relación cualquier autoridad confesional eclesiástica o no eclesiástica de la Iglesia católica o de otras confesiones religiosas.
  8. El general García Granados, tras el derrocamiento del partido conservador, se convirtió en Presidente (1871-1873) y Justino Rufino Barrios en comandante supremo del ejército. García Granados fue considerado enfermizo y débil; su partido lo obligó a dimitir y convocar elecciones proclamando a Barrios presidente en 1873.
  9. Disposición codificada en la Constitución del 1879.
  10. Parece que el único presidente a rechazar tal filiación fue Laujerud Garda Kjell (1974-1978) en 1976.

BIBLIOGRAFÍA

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FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ