PERSECUCIÓN Y MARTIRIO EN TABASCO

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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PERSECUSIÓN Y MARTIRIO EN TABASCO

El caso paradigmático de la persecución en Tabasco: el proyecto político y educativo de Tomás Garrido Canabal.

Tomás Garrido Canabal fue el cacique todopoderoso y arbitrario que, a lo largo de quince años, gobernó de hecho el estado mexicano de Tabasco con un peculiar proyecto educativo[1]. El proyecto presentaba hondas raíces anticristianas en su totalidad. A su anticristianismo se unía un racionalismo trasnochado y otros puntos de carácter socializante y con tonos semi-anárquicos en la estructuración social del Estado. Para ello creó una serie de organismos, como la Liga Central de Resistencia, con los métodos característicos del más puro anarco – socialismo de la época. En el campo religioso, su radicalismo anticristiano quiso fundarse en los artículos de la Constitución de 1917, y en las leyes que luego Calles emanaría para ponerlos en práctica, así como en las posibilidades legislativas que los Estados, teóricamente autónomos, tenían y que los gobernadores estatales podían ejercer. Sobre todo quiso poner en práctica el artículo 130 constitucional, que dio a los estados la posibilidad de que sus legislaturas tuvieran autonomía para regular el ejercicio del culto religioso.

Amparado por aquellas leyes, Garrido Canabal emprendió una fuerte propaganda contra la fe católica y en definitiva contra todo sentido religioso, proponiéndose formar una nueva generación de hombres y mujeres que fuesen genuinos hijos de aquellas ideas que los revolucionarios jacobinos y legisladores del año 1917 habían querido promover legalmente. Se vio encumbrado en la cima del poder estatal de Tabasco como gobernador interino en 1919, y ya inmediatamente quiso poner en práctica aquel espíritu en el ámbito religioso. El 13 de diciembre de 1919 decretó una de las medidas más radicales en materia religiosa cuando se propuso reglamentar el culto católico limitando el número de sacerdotes a uno por cada 30 000 habitantes. Su anticristianismo en Tabasco ya había tenido algunos precedentes. Múgica , a su paso por Tabasco, se había mostrado irreligioso y ferozmente anticatólico. Había convertido la catedral de Esquipulas en cuartel para sus soldados.

La lucha anticatólica del varias veces gobernador Tomás Garrido Canabal fue obstinada y tozuda. Para ello creó también la organización "camisas rojas" que además de su actividad política de apoyo, desplegó un combate militar contra la Iglesia católica. El gobernador sembró sus años de gobierno directo o indirecto de decretos que prohibían o limitaban hasta lo inverosímil el culto, el bautismo de los niños y adultos, las fiestas religiosas, los matrimonios religiosos y los funerales católicos. En su locura anticatólica y anticristiana llegó incluso a perseguir toda manifestación religiosa incluso en el seno de la familia o privadamente y hasta la sola mención de Dios. Cerró los templos y les dio un nuevo uso; los convirtió fundamentalmente en escuelas "racionalistas" o en bibliotecas. Las iglesias o templos fueron derribados; muchas imágenes fueron quemadas. Los cristianos, como en tiempos antiguos, escondieron cuantos objetos religiosos y estatuas pudieron librar de la destrucción en bosques y montañas.

En aquel desastre iconoclasta anticristiano desaparecieron el Cristo negro de Esquipulas y la imagen de la Virgen María traída por Cortés. La vida de barrios, colonias y pueblos, tan vinculada en México a las fiestas de los Misterios de Cristo, de la Virgen y de los Santos, fue combatida a sangre y muerte. No hay que olvidar que el mismo nombre de la capital Villahermosa, como otras muchas en México tenía una referencia a un nombre de un Misterio o de un santo cristiano. Se había llamado San Juan Bautista de Villahermosa. La experiencia católica, radicada en usos y costumbres hasta los tuétanos, había hecho nacer una identidad social y cultural que entraba en todos los ángulos de la vida; los estrechos vínculos sociales se basaban sobre ella, a partir del bautismo hasta el momento final de la vida, con el paso a la otra vida a través de la muerte. La ideología de estos políticos dirigidos aquí por Garrido Canabal, pretendió arrancar de cuajo sus símbolos persiguiéndola a muerte. Este empedernido empeño dejó tras de sí un doloroso lastre que perdurará todavía después de su última gubernatura en 1934. Con aquellos años de represión, la memoria histórica de pueblos, colonias y barrios quedó debilitada. Algunas familias que vivían en ellos desde antiguo, conservaron algunos restos de aquella antigua memoria, pero las generaciones jóvenes las fueron olvidando. En esto hay que reconocer que el proyecto de Garrido Canabal logró en parte sus objetivos .

En 1925, Garrido Canabal ya no es gobernador del Estado; sin embargo seguía en la práctica ejerciendo su influjo y su control. Por ello el gobierno del Estado limita a seis el número de sacerdotes que podían oficiar los servicios religiosos de culto (tal aspecto y sólo a este reducía legalmente el gobierno el ejercicio del “oficio” de sacerdote) y dio todo el apoyo a la creación de la “iglesia” de Calles y Morones. En 1929 la legislatura local dispuso que sólo se autorizaría un ministro del culto católico por cada 100 000 habitantes. El gobernador títere que siguió a Garrido Canabal, Ausencio Conrado Cruz (1927-1930), en plena persecución general en todo México decretó que las rancherías, villas y pueblos con nombres religiosos debían cambiarlos por nombres de héroes nacionales o locales. Garrido Canabal quería crear en Tabasco –y en todo el país cuando se encontró ocupando cargos federales en la capital de México- una especie de inmensa comuna racionalista según los parámetros que había absorbido de un maestro anarquista catalán – español Francisco Ferrer i Guárdia.

Un proyecto educativo de raíces anarquistas para México. El campo experimental de Tabasco.

El proyecto educativo que Tomás Garrido Canabal quería implantar en Tabasco, y más tarde pretendió extenderlo a todo México, había nacido en la España de comienzos de siglo por obra de un anarquista libertario catalán llamado Francisco Ferrer i Guárdia. Aquellas ideas habían desembarcado muy pronto en México, y precisamente en Yucatán. Partían de una idea totalmente roussoniana del hombre y pretendían explicar el universo de manera totalmente atea (sin referencia alguna a Dios o a lo sobrenatural), de una manera positiva y científica, decían. Todo cuanto existe se explica por causas naturales, por lo que apelar a lo sobrenatural es algo no solamente algo falso e irreal, sino incluso desviador y dañino para el hombre y su futuro. Para educar con sentido positivo y eficaz había que empezar desde la niñez más temprana. Había que combatir cuanto podía contaminar la mente virgen de los niños. Por ello se debía excluir de la educación cuanto podía referirse o simplemente recordar a la religión, al cristianismo y a la Iglesia.

¿Pero quién era y cual era la idea educativa que había promovido Francisco Ferrer i Guardia en el que bebían sus ideas los promotores de este proyecto educativo? Ferrer i Guárdia había sido un libre pensador y anarquista catalán que ejercerá un influjo notable con algunos escritos suyos y una iniciativa: la llamada “Escuela moderna”. Sus ideas se difundieron en vida de Ferrer a través del movimiento anarquista, pero cobraron todavía mayor fuerza tras su muerte. Ferrer insistía en que el fin último de la civilización era la libertad del individuo en una sociedad regida por pactos libres y siempre modificables. Para ello había que implantar una educación racional y científica desde los primeros años de la infancia. El niño, y en esto se acercaba a las ideas de Rousseau, nacía puro y sin ideas preconcebidas, y el educador tenía que respetar aquella situación sin preconceptos, planes o ideas previas. En la escuela había que fomentar, por una parte ideales humanitarios, y por otra desterrar todos los prejuicios y presupuestos de la sociedad. Las ideas de Ferrer estaban impregnadas además de un fuerte anticatolicismo y anticlericalismo, debido sin duda al tipo de ambiente de la época que le había tocado vivir. Por ello se proponía combatir a la Iglesia con toda su fuerza, y arrancar a todos, niños y adultos, de su influjo educativo. En España el liberalismo había luchado por implantar un sistema liberal cultural, económico y político, típico de la época decimonónica, creando un Estado más laicista que laico. El proyecto se había querido imponer sobre todo a partir de la revolución liberal de 1868 que había mandado al exilio a la monarquía de los Borbones y llevado a proclamar la primera República española de corta duración .

El Estado que proyectaban los liberales de aquel tiempo, promovía una escuela laica en el sentido corriente del liberalismo de la época. No es éste el tipo de escuela y de educación que Ferrer entiende; el quiere una escuela revolucionaria en la que los niños se emancipen de todo principio de autoridad, sea que venga del Estado o de la Iglesia o de otras instituciones, incluida la familia o la sociedad tradicional. Las ideas de Ferrer siguen los caminos trazados por el anarquismo. Los boletines que su “Escuela moderna” publicaba se difunden con sorprendente rapidez, como se difundían las ideas del anarquismo libertario por doquier. En ellos colaboraban conocidos personajes de la cultura de la época .

Fue así como aquellas ideas desembarcaron en México, empezando por Yucatán. En aquel entonces, en Yucatán prosperaba la industria del henequén con sus grandes haciendas; corría mucho dinero en las clases burguesas, se viajaba mucho a Cuba, a Estados Unidos y a Francia; se imitaba el estilo “liberty” de la época, y estas clases sociales llevaban una vida muy “afrancesada”. Basta ver lo que la época ha dejado en la blanca Mérida para darse cuenta: se parece a una ciudad del litoral atlántico del golfo de Vizcaya, o a una ciudad balneario cubana de la época. Viajes, industria y contactos introdujeron en Yucatán lecturas, modas e ideas. Y con ellas llegaron también las sociales y políticas que corrían como pólvora en Europa, entre ellas las del anarco – socialismo.

De Yucatán las ideas de Ferrer pasaron enseguida a Tabasco y luego a Veracruz, hasta llegar a Tamaulipas; el golfo de México fue la región donde cundieron más aquellas ideas. Pero ya en 1912 la «Casa del Obrero Mundial» había creado la primera escuela racionalista. Uno de sus mayores divulgadores fue José de la Luz Mena con su libro De las tortillas de lodo a las ecuaciones de primer grado, que se difundió con rapidez . Es también sintomático que su primera edición salió a la luz en Yucatán, en tiempos del gobierno de Salvador Alvarado. Fue allí donde se creó la primera escuela racionalista, la que fue interrumpida solamente durante la rebelión delahuertista. Mena sostenía que “naturaleza y libertad” eran las condiciones esenciales de las escuelas infantiles. Afirmaba que el hombre se estaba formando un nuevo concepto del mundo a partir del ambiente científico que le rodeaba, y que por ello debía recibir una preparación adecuada por medio de una nueva pedagogía. En esto repetía las ideas en boga del positivismo educativo, del naturalismo, del darwinismo en campo de la evolución de las especies (contra el creacionismo), así como las de la conocida pedagoga italiana María Montessori .

La concepción pedagógica racionalista promovida por Ferrer se basaba en lo que llamaban “monismo energético”. Es decir, en la educación había que transmitir los conocimientos con el mismo método que había seguido la humanidad en su adquisición. La influencia de la escuela moderna de Ferrer es explícita en Mena al citar a J. F. Elslander, uno de los pedagogos próximos a Ferrer: “La Escuela debe ofrecer al niño los medios de recorrer rápidamente los caminos que ha recorrido la humanidad”. Este influjo explícito nos demuestra cómo en México corrían las ideas educativas de Ferrer y de su Boletín de la Escuela Moderna, publicado en Cataluña desde 1901. Pero, además, en las bibliotecas de las escuelas racionalistas del sureste ya se encontraban los libros de algunos exponentes de aquella ideología educativa de matriz libertaria y anarquista .

Ferrer había creado también instrumentos pedagógicos educativos al servicio de sus ideas. Entre ellos cartillas o cuadernos educativos. El método fue implantado en las experiencias mexicanas como instrumento de aprendizaje difundido de forma gratuita. Mediante estas cartillas se ponían en práctica los métodos y las ideas racionalistas del anarquista catalán. Con este fondo social y humano se entiende que, a lo largo de los años de la revolución, también aquellas ideas encontrasen una acogida favorable en algunos de sus principales exponentes de Tabasco, como Garrido Canabal. Y así los nuevos revolucionarios quisieron poner en marcha aquellas experiencias, que en parte encontramos también en muchos otros dirigentes políticos mexicanos de aquellos años.

Las primeras manifestaciones de los planes educativos de Garrido Canabal se proponían lograr mejorar socialmente las masas trabajadoras. Consideraba que la escuela tenía que orientar a la niñez y a la juventud tabasqueña hacia un nuevo estilo de vida y de sociedad por el que se había hecho la revolución. Entre 1925 y 1926, aquellos ideólogos políticos empezaron a crear escuelas racionalistas según los moldes anarquistas de Ferrer. Incluían también las llamadas escuelas productivas; las escuelas al aire libre; las escuelas-granja, destinadas a preparar a la juventud para dar servicio a la colectividad y mejorar los conocimientos de los maestros en cuanto a la enseñanza práctica de la agricultura, la ganadería y las actividades industriales. Las escuelas eran mixtas, algo impensable en aquella sociedad; querían crear una especie de comunas de bienes y de producción; y sobre todo, se proponían desfanatizar, como se decía, al pueblo, comenzando por los niños. Había que derrumbar dogmas y sustituirlos por el racionalismo positivo y libertario. Por ello comenzaron a organizar a profesores y profesoras en la Liga de Maestros Ateos. Como se decía entonces, el gobierno se proponía crear una escuela racionalista, democrática, activa, desfanatizada, libre y nacionalista. Este es el fondo para entender los proyectos, las iniciativas, y la dureza de la persecución religiosa anticatólica con Garrido Canabal y sus sucesores, miembros activos de su misma matriz ideológica.

Todas estas líneas educativas se encuentran en otro de los libros publicados por Ediciones Redención, editado por el diario del mismo nombre en Villahermosa; se trata de la obra “¡Sólo la escuela racionalista educa!”, aparecida por entregas a partir del 15 de mayo de 1931. Después de una introducción cientificista, Mena afirma: "En la educación del hombre, se ha seguido un sistema empírico, que más que educación, ha sido de domesticación". El sistema propuesto por este autor buscaba crear una escuela nueva acorde con la sociedad nueva surgida de la Revolución, porque "Una nueva concepción del mundo y del origen de las especies, particularmente del hombre, cambia totalmente los sistemas educacionales, correspondiendo, de este modo, a cada época una civilización y a cada civilización una escuela". Asimismo, para la escuela racionalista ubicaba el mismo objetivo del proletariado y de la Revolución mexicana. La obra se proponía luchar contra la escuela de entonces, porque según el autor no respondía a las exigencias de la modernidad, mientras que la escuela racionalista correspondía a los postulados de la ciencia contemporánea.

Escuela racionalista y objetivos de implantación política.

Este tipo de escuela racionalista coincidía claramente con los objetivos del movimiento político de Tabasco. Aquellas ideas cientificistas de inmanentismo puro, y cerradas toda apertura a lo trascendente, con su negación radical de toda posibilidad de existencia del sobrenatural, fueron impuestas con violencia. Para ello desataron conscientemente la lucha antirreligiosa y anticatólica, alcanzando niveles inimaginables hasta entonces. El citado diario tabasqueño Ediciones Redención se convirtió en palestra de los apóstoles de la nueva irreligión con sus proyectos educativos racionalistas; casi todos sus escritores eran profesores que apoyaban decididamente aquella causa. Lo reconocía uno de ellos, Alberto Oviedo Mota, que escribía en un artículo del 18 de abril de 1934: “Los hombres representativos de la Revolución en el estado de Tabasco han hecho de la escuela el medio principal de transformación de la colectividad, un núcleo de idearios y de fórmulas de conducta que van aportando cambios radicales en el ambiente popular, no sólo evitando que el medio social imponga sus errores, sus absurdos y sus anacronismos a la escuela, sino consiguiendo que sea ésta la que se imponga al medio para modificar su estructura y su ideología, creando una nueva conciencia social con nuevos hábitos y con una ética nueva” .

Aquellos maestros fomentaban un tipo de escuela, decían, sin dogmas, científica, una enseñanza a partir de la naturaleza. Formaban parte de su bagaje la coeducación sexual, y un largo etcétera de ideas, entonces totalmente innovadoras y naturalistas. Este era el tipo de escuela “laica”, mucho más avanzada y extremista que el mismo laicismo imperante que proponían en congresos pedagógicos celebrados por todo México. Por ejemplo, el Tercer Congreso Nacional de Maestros, reunido en Guadalajara, Jalisco, en 1921, aceptó la enseñanza racionalista; igualmente lo hicieron los de Morelos. También la aceptó la Confederación Regional Obrera Mexicana, la Confederación General de Trabajadores, la Federación Obrera de Progreso, el Partido Socialista del Sureste, el Partido Laborista Mexicano, el Partido Comunista Mexicano, las Agrupaciones Obreras del Estado de Veracruz, las Agrupaciones Obreras de Tampico, el Partido Socialista Agrario de Campeche, el Congreso de Campesinos Agraristas de Durango y el Partido Socialista Fronterizo de Tamaulipas. Las ideas llegadas de Europa y de España con el anarquismo de Ferrer se extendían como una mancha de aceite. Sus sostenedores y difusores, reunidos en La Liga Nacional de Maestros Racionalistas, incluso pretendieron que el Congreso de la Unión reformase el ya estatista y radicalmente laicista artículo tercero de la Constitución de 1917 que había forjado un sistema educativo monopólico en manos del Estado . Creían aquellos maestros que implantar aquel sistema significaba consolidar las conquistas revolucionarias y abrir los caminos por los que deberían avanzar las nuevas generaciones mexicanas. Sin embargo aquella propuesta no prosperó, pero la influencia de los racionalistas se puso nuevamente de manifiesto en la Segunda Convención Ordinaria del Partido Nacional Revolucionario en 1933. Los representantes tabasqueños y veracruzanos propusieron que se estableciera la escuela racionalista. “Debemos formar en este crisol el alma de la niñez, a base de enseñanza racionalista, enseñanza sin miedo, sin prejuicios, sin dogmas, que combata todas las religiones, las cuales son el más grande enemigo de la revolución social” . Estos principios encontraban difusión continua en sus órganos de prensa, como en el diario Redención, que escribía: “La escuela primaria, además de excluir toda enseñanza religiosa, proporcionará respuestas en el espíritu de los educandos, para formarles un concepto exacto y positivo del mundo que les rodea y de la sociedad en la que viven, ya que de otra suerte la escuela no cumplirá su misión social”.

El Congreso de la Unión aprobaría aquellas líneas educativas racionalistas de fondo el 26 de septiembre de 1934 al promover un sistema educativo que llamaba “socialista”. Así disponía: “La educación que imparta el Estado será socialista, excluirá toda enseñanza religiosa y proporcionará una cultura basada en la verdad científica, que forme el concepto de solidaridad necesario para la socialización progresiva de los medios de producción económica”. La simbiosis entre racionalismo y socialismo saltaba a la vista, aunque el contenido anarquista del primero entraba en contradicción con el segundo. Finalmente prevalecieron algunos de los conceptos planteados por los racionalistas y, de acuerdo con sus reacciones, tal como se percibieron en el diario Redención, creyeron que se aplicaba su propuesta. Se les escapaba que la educación de contenidos regionalistas que impulsaban perdía toda su eficacia al intentar convertirla en el proyecto del Estado central al que tanto habían criticado, precisamente por la vocación centralizadora de aquel nuevo estado que se estaba forjando .

Hechos dramáticos de una persecución anticatólica dura y pertinaz.

Mientras tanto, en Tabasco la persecución religiosa contra la Iglesia católica se agravaba. A finales de 1922 Tabasco iba a contar con un nuevo obispo; sería el jalisciense Pascual Díaz y Barreto , consagrado obispo el 2 de febrero de 1923 en la Basílica de Guadalupe. El nuevo obispo llegó a Villahermosa el 27 de aquel febrero de 1923 y debió instalarse en una casa particular, la del sacerdote Manuel González Punaro. No tardó mucho tiempo para que el gobierno de Tomás Garrido Canabal tomase medidas persecutorias drásticas contra el recién llegado obispo cuando en noviembre de aquel año, algunos fieles pretendieron agasajarlo. Los enemigos de la Iglesia agredieron a los asistentes pretendiendo incluso incendiar el recinto. Con la rebelión delahuertista , las tensiones entre el obispo y los garridistas se agudizaron; éstos lo acusaban de haber apoyado a los rebeldes en sus homilías. Le hicieron la vida imposible. El obispo fue expulsado del Estado dejando a la comunidad católica huérfana de pastor, con los sacerdotes prácticamente prohibidos y perseguidos a muerte, sus iglesias derruidas y sus bienes totalmente confiscados. El gobierno de Garrido Canabal se empeñaba en destruir a la Iglesia católica de raíz. Tabasco ya no tendría obispo residente prácticamente hasta entrada la década de 1930. Don Vicente Camacho y Mora fue nombrado su obispo el 14 de febrero de 1930, pero debido a el decreto de Garrido Canabal que imponía a los sacerdotes para poder ejercitar su ministerio condiciones inaceptables como el contar con cuarenta años de edad, estar casado civilmente y obrar bajo la tutela gubernamental en su oficio, el nuevo obispo no entró en su diócesis, gobernándola a distancia; morirá en la ciudad de México el 18 de febrero de 1943. Había trabajo antes como misionero en aquella tierra tabasqueña .

En su lugar el gobierno estatal quiso poner en marcha el proyecto patrocinado por Calles, que encontró inmediatamente el apoyo de las falanges de Garrido Canabal. No se les ocurrió más que empeñarse en entronizar como "obispo rojo" al cura Manuel González Punaro, un hombre débil, aplanado y flojo. Era precisamente aquel sacerdote que había acogido al principio en su propia casa al nuevo obispo Díaz y Barreto. El pobre cura no aceptó aquel ofrecimiento. Incluso salió del Estado, dícese que por motivos de salud, y parece que incluso pasó a despedirse de Garrido Canabal antes de irse. Según Don Pascual Díaz y Barreto, el apocado cura se habría visto obligado y presionado para dejar el Estado. De todos modos Garrido Canabal ordenó entregar al ya conocido falso y pretendido cura Coronel el templo denominado de la Santa Cruz para uso de aquella iglesia cismática pelele. El gobierno del Estado encontró a unos pocos acólitos comparsas, como un tal José Casaponsa, al que encargó de los templos de la región. Además autorizó a Coronel para que oficiara en el templo de Esquipulas. Garrido continuó entonces su tenaz persecución, con sátiras, calumnias y toda clase de invenciones y burlas contra el señor obispo. En alguna ocasión Garrido hasta llegó a montar una verdadera farsa soez y de mal gusto a costa del obispo. Invitó a los católicos dar la bienvenida al Señor obispo que llegaba en un barco. Desembarcaron un toro semental al que había apodado precisamente “obispo” . Al final le expulsó del Estado. Le pagaba así el favor que le había hecho salvando su vida, pues durante el levantamiento de Adolfo de la Huerta, Garrido Canabal había sido sentenciado a muerte y el obispo don Pascual Díaz y Barreto le había salvado la vida.

La persecución, que nada tenía que envidiar a las más feroces del antiguo imperio romano, puso a la luz del sol el verdadero sentir de sus huestes: negar el principio fundamental de los derechos humanos y ciudadanos en lo que se refería a la libertad religiosa. Ser católico constituía un verdadero crimen. Empezaron las detenciones de los sacerdotes bajo los más fútiles pretextos y mentiras. Sin embargo, el gobierno federal, al que había apelado Garrido en busca de apoyo a su política antirreligiosa cuando pretendió entregar al falso cura Coronel la catedral de la diócesis, le había respondido que ningún autoridad, fuera de las federales, podían cambiar el destino de un templo entregándolo a otro culto, ni que un comité de diez vecinos podían disponer de los mismos a su antojo, como pretendía el gobernaodor tabasqueño .

No obstante todo esto, Garrido siguió en su empeño, como si se tratara de un nuevo César Galerio en tiempos de la persecución de Diocleciano . Teóricamente los templos debían ser devueltos, pero de hecho la catedral fue convertida en una sala para actividades culturales. Los sacerdotes continuaron siendo perseguidos, como protestaba en una carta el vicario general de Tabasco escribiendo a la secretaría de Gobernación; Garrido Canabal exigía como condición para el ejercicio del ministerio sacerdotal entre otros requisitos el matrimonio civil del sacerdote. De nuevo nos encontramos como en las trasnochadas exigencias de los tiempos jacobinos de la Revolución francesa. Ocupaba la secretaria de Gobernación en los tiempos de Calles un conocido miembro de la masonería y acérrimo enemigo de la Iglesia, el coronel Adalberto Tejeda. En un cierto sentido se encontraron, como reza el proverbio, “el hambre con las ganas de comer”, por lo que todo tipo de quejas por parte de los católicos eran papel mojado y caían en el vacío más absoluto. El mismo Tejeda se distinguirá en su odio anticatólico, llegará a ser gobernador del Estado de Veracruz, escenario también de continuos sobresaltos para los católicos y lugar del martirio de uno de sus beatos mártires, Dario Acosta Zurita, así como de la encarnizada persecución contra su obispo, el hoy santo Rafael Guízar y Valencia.

Medidas persecutorias feroces y poliédricas.

La política persecutoria anticatólica de Garrido Canabal es poliédrica. En su empeño perseguidor Garrido Canabal supo maniobrar al mundo laboral creando las llamadas “ligas de resistencia” que lo apoyaban ante el gobierno federal y acusaban al obispo desterrado como un antiguo sostenedor de los delahuertistas. Luego creó las llamadas "camisas rojas", una organización paramilitar de partido que se asemejan a las “camisas negras” del fascismo italiano de Mussolini o a organizaciones del tipo de las futuras “camisas pardas” del fascismo nazi. Las “camisas rojas” de Garrido Canabal apoyaban por medio de la fuerza, su actividad y sus proyectos políticos en un combate a sangre con la religión católica. En aquella lucha sin cuartel contra la Iglesia, el gobernador decretó todas aquellas prohibiciones relativas al culto y a la vida católica que perdurarían incluso mucho después de su mandato como gobernador.

La política persecutoria anticatólica de Garrido Canabal pretendía ahorcar a todos los curas con sus mismas tripas, usando un viejo dicho recordado en Querétaro durante el congreso constituyente en 1916 y surgido del anticlericalismo anarquista social-marxista español de la época . En 1925, el gobernador interino Samuel Ruiz solicitó a Gobernación los templos católicos “abandonados”, como los de la iglesia de la Punta en el municipio del Centro, el de Guapinol en Macuspana, los de Tecomagiaca y Esquipulas en Teapa, los de Cuculteupan y Santiago en Cunduacán, y el de la plaza en Jalpa. El presidente Calles aceptó que aquellos templos fuesen convertidos en escuelas públicas, justificando su decisión en el artículo 20 de una ley del 18 de diciembre de 1922. Aquella fiebre de desacralización de las iglesias continuó a marchas forzadas durante el gobierno títere de Ausencio C. Cruz; se decía que ello entraba en un proyecto para mejorar las condiciones educativas de campesinos e indígenas. El caso más claro de aquella intentona mascarada de falso filantropismo fue el de la catedral de Esquipulas, en Villahermosa. La arrebataron a la Iglesia y la convirtieron en un local de la Liga Central de Resistencia, luego la trasformaronn –ironía sádica y maligna– en sede de aquella escuela radicalmente anticristiana que era la escuela racionalista "Francisco Ferrer i Guardia", el ya citado maestro anarquista catalán-español considerado el evangelista de todo aquel movimiento.

Los enemigos políticos de Garrido Canabal no soportaban la dictadura del cacique y por ello se oponían también de todos sus abusos antirreligiosos, como el incendio de la iglesia de Santa Cruz el 22 de abril de 1928 con todo el acerbo de estatuas y objetos de culto que allí se habían amontonado, tras haberlos expoliado de otros templos. Garrido Canabal ya no era gobernador, se le acusaba de haber sido el mandante. Aquel incendio quedó envuelto en un misterio. El gobierno del Estado incluso acusó a los católicos mismos de haberlo provocado. Se llegó a decir que lo que pretendían era negar la existencia de libertad religiosa en Tabasco y la falta del más mínimo régimen de derecho en el Estado. Además acusaba a los católicos de haber sostenido años atrás el levantamiento delahuertista y que lo que pretendían ahora era adueñarse del poder.

Sin embargo los hechos distaban mucho de aquellas burdas patrañas del Gobierno del Estado. Si bien era verdad que Tabasco se encontraba en los límites meridionales de la Federación, una especie de provincia lejana y perdida del “Imperio”, no se podía esconder lo que sus gobernadores y sus huestes hacían y deshacían disponiendo de vidas y haciendas a su placer. Organizaciones de matriz católica denunciaron repetidas veces ante la secretaria federal de Gobernación aquellos abusos continuos. Según aquellas denuncias 22 templos habían sido incautados en los últimos tiempos para convertirlos en escuelas; otros 54 habían sido ocupados y destinados a usos profanos. Se trataba de graves abusos de la autoridad estatal e injurias continuas a los derechos fundamentales de las personas y de la sociedad, reconocidos por las mismas leyes fundamentales de la nación. Entre las numerosas ofensas de este estilo se señalaba la cometida el día de San Carlos del año 1930 en el pueblo de Macuspana, donde las falanges anárquico–socialistas de Garrido Canabal habían invadido el pueblo en el día de su fiesta patronal de San Carlos; habían tiroteado a los fieles reunidos en la iglesia causando varios muertos y numerosos heridos. Con los mismos sentimientos se manifestaban otros ciudadanos tabasqueños, cansados de tanta injusticia y violencia contra sus sentimientos religiosos y pedían que se devolviesen las iglesias al culto, en especial aquellas habían sido usurpadas y que habían sido convertidas en escuelas, almacenes, cuarteles militares, caballerizas y establos de las reses del ejército.

Así los vecinos de un pueblo llamado Tecolutilla (municipio de Comalcalco) el 25 de enero de 1928 apelaron a Calles contra la orden del alcalde de su municipio que había ocupado la capilla del pueblo, y que el mismo pueblo había construido. El alcalde pretendía destinarla a otros usos profanos. El pueblo apelaba a su derecho a practicar su fe religiosa. En algunos lugares se formaron juntas católicas, sobre todo de damas, para esconder imágenes y símbolos católicos, pedir la restitución de iglesias incautadas como la catedral y la iglesia de la Concepción en Villahermosa. Incluso algunas de estas damas imploraron la ayuda de la esposa del presidente Ortiz Rubio , para que intercediera ante su esposo a favor de las peticiones, pues “cuando se suprime a Dios, se hace de noche en la conciencia de los pueblos”, decían expresivamente en su súplica. Por supuesto que Calles, el “Jefe Máximo de la Revolución”, como se hacía llamar, y el Presidente Ortiz Rubio, no se dignaron dar una respuesta a los ciudadanos de aquella lejana “provincia” de su imperio, y el gobernador Garrido Canabal hacía y deshacía a su antojo en aquel feudo de su cacicazgo .

Las peticiones y denuncias de los vecinos de varias localidades se sucedían como ondas de aguas marinas que se estrellaban continuamente contra aquellas rocas impasibles que eran los gobernantes anticatólicos que se sucedían en la dirección del Estado, lo mismo a nivel federal como a nivel estatal. No sólo se incautaban las iglesias ya construidas antiguamente y se prescindía de su historia y de sus valores artísticos; incluso, cuando los fieles en alguna localidad se ponían a construir alguna pequeña capilla o iglesia, inmediatamente eran confiscadas por las autoridades para convertirlas en cuarteles militares, almacenes, establos o escuelas según el capricho del cacique local. El anticristianismo y no sólo el anticatolicismo, llenaba todos los espacios de la vida política y pública en el Tabasco de aquellos años y se puede decir que no había lugar, rancho, hacienda, caserío o pueblecito, por remoto que fuese en el Estado, a donde no llegase el viento sofocador de la irreligión programada.

En muchos lugares se empezaron a demoler de manera sistemática altares y pilas bautismales en los templos, a profanar y quemar las imágenes de los santos, a destruir archivos y cuanto pudiese servir para conservar la memoria histórica del catolicismo en la tierra. Esta idea tenía sus orígenes en aquella ideología anarquista importada, que pretendía hacer “tabula rasa” (borrar totalmente) cuanto pudiese ser una señal indicativa de unos rastros de historia cristiana y católica. Lo habían hecho los bolecheviques en la entonces recién fundada Unión Soviética de Lenin, Stalin, Trotsky , y lo harán los anarquistas españoles durante la guerra civil española en los años treinta. En su afán destructivo de la memoria, los nuevos propagandistas ideológicos de aquel proyecto anarco-socialista no dudaban en envenenar a la población, comenzando sobre todo por los niños más pequeños que no podían defenderse y cuyas raíces culturales y cristianas eran demasiado tiernas y débiles para poder resistir a aquella violencia ideológica.

Lo denunciaría todavía en el principio de los años treinta el antiguo obispo de Tabasco y ya por entonces nombrado arzobispo primado de México Don Pascual Díaz y Barreto. El antiguo obispo tabasqueño denunciaba estos hechos ante la secretaría de Gobernación, e indicaba algunos casos, entre ellos los de Teapa, en los límites de Tabasco con Chiapas, en dirección a Pichucalco, en donde se habían derruido templos y altares. Mientras en otra población del Estado, en Cunduacán, en dirección hacia Veracruz, y no muy lejos de Villahermosa, un bando o edicto municipal amenazaba con la disolución incluso violenta de todos los grupos de personas que se reuniesen (se entiende con fines religiosos); además ordenaba que todos los que tuviesen en sus casas bancas de la iglesia debían entregarlas a la presidencia municipal; y luego, lo más doloroso para la gente, se ordenaba que cuantos tuviesen a sus difuntos enterrados en el antiguo cementerio parroquial debían exhumar los restos y trasladarlos al cementerio civil. Entre aquellos sepultados en la parroquia se encontraban dos insignes personajes del Estado: el doctor José Eduardo de Cárdenas, el prestigiado clérigo que representó a Tabasco ante las Cortes de Cádiz, y el señor Agustín Ruiz de la Peña, el primer gobernador del Estado en su vida independiente. Todo este rosario de hechos demuestran a las claras una política que pretendía no sólo imponer un proyecto laicista del Estado, sino también implantar un nuevo Estado social donde el hecho religioso, de cualquier matriz que fuese, pero especialmente el católico, fuese segado de raíz y secado para siempre. Esta situación continuaría todavía durante varias décadas, incluso tras los llamados “arreglos” de 1929.

A pesar de la burla de los “arreglos”

En 1929 se había celebrado la parodia de unos “acuerdos” para resolver la cuestión religiosa; habían sido promovidos por los Estados Unidos y patrocinados por su embajador Dwight Whitney Morrow; se vieron burlados y engañados los representantes de la Iglesia, el arzobispo de Morelia Ruiz y Flores y precisamente el obispo de Tabasco, Díaz y Barreto, ambos desterrados por largo tiempo y vueltos a México para la firma. Tras el asesinato de Obregón (1928), quien había sido reelegido para la presidencia, y el final constitucional del mandato de Calles en 1928, había sido designado presidente interino el Lic. Emilio Portes Gil. Debía regir el país desde el 1º de diciembre de 1928 al 5 de febrero de 1930 bajo la égida del “jefe máximo” Plutarco Elías Calles. Portes Gil era llamado despectivamente “el Pelele [de Calles], porque Calles lo había sacado de la oscuridad”, según Vasconcelos . Por ello, el verdadero presidente continuaba siendo Calles, que no en vano se hacía llamar “Jefe Máximo” y Portes Gil lo consideraba como su auténtico padre y protector político. Por todo ello, los “arreglos” fueron simplemente una burla ignominiosa ya que la antigua política persecutoria continuó impertérrita.

A finales de noviembre de 1929 se celebraron en México un remedo de elecciones presidenciales, en medio de amenazas, violencia contra los opositores, confusión, luchas intestinas, e incluso pronunciamientos militares como el del general Gonzalo Escobar en marzo de ese año. El “callismo” estaba entonces apoyado por el secretario de la Guerra y Marina, general Joaquín Amaro (famoso por sus duras represiones durante la cristiada y la persecución anticatólica de Calles) y por el gobierno de los Estados Unidos. El candidato independiente, y antiguo secretario de Educación en tiempos de Obregón, el historiador José Vasconcelos, tuvo que exiliarse. Y todo da a entender que a pesar de los “pucherazos” en cadena llevados a cabo por el Gobierno, Vasconcelos había vencido la competición electoral contra el candidato oficialista Pascual Ortiz Rubio, perteneciente al recién fundado Partido Nacional Revolucionario. “El mismo Calles, como se vio después, era un «Jefe Máximo» de opereta . El verdadero poder lo ejercía con habilidad por los intereses de sus ponderantes y de su nación el ex socio de Morgan, Don Dwight Morrow, embajador y abogado, millonario y banquero. ¡El consumador de la obra de Poinsett!” . “Sometida a un régimen sin autoridad moral y sin capacidad, forzosamente la dirección de la cosa pública quedó sujeta a las inspiraciones directas de la embajada de los Estados Unidos. Fungió de presidente de paja el malherido Ortiz Rubio, como antes lo había hecho Portes Gil, y aunque la adulación empezó a llamar a Calles el «Jefe Máximo de la Revolución», suponiendo que era él quien dirigía a los presidentes que el pueblo empezó a llamar «presidentes peleles», en realidad también el «Máximo» estaba subordinado a los tratados de Bucareli y a la política económica y hacendaria del banquero y diplomático Mister Morrow” .

En este ambiente, las cosas en Tabasco continuaron como si no hubiese pasado nada en México. Garrido Canabal se empeñaba en continuar lo que él llamaba una “campaña desfanatizadora” que llegaba hasta los últimos rincones del Estado. Se perpetraban hechos sacrílegos y ofensivos contra la fe católica promovidos por las autoridades de manera bochornosa y de bajo olor sacrílego queriendo herir directamente incluso a la persona misma de Cristo. Se cuenta como en un lugar, no lejos de la población de Cárdenas (al noroeste de la capital Villahermosa) el día de Viernes Santo de 1930, que aquel año cayó un 18 de abril, las autoridades locales y algunos de sus corifeos, celebraron un banquete en la iglesia del lugar; colocaron sobre el altar una cabeza de cerdo; habían adornado el altar con pinturas roji-negras, los colores clásicos de la bandera del anarco–socialismo, muy en boga en aquellos años en Europa, especialmente en la España de la década de los años treinta. Se entiende perfectamente a quien se quería injuriar y profanar en uno de los días más venerados de la historia del cristianismo, y además en un pueblo de hondas raíces católicas como el mexicano para el que el Viernes Santo es uno de los días más santos del año.

Hechos de este estilo se repetían por doquier, y nada servían denuncias y protestas ante la autoridad máxima en la Capital. Gobernación solía mandar los expedientes a Hacienda para encontrarse de nuevo devuelto el expediente para que Gobernación tomara cartas en el asunto; “de Herodes a Pilatos”, los asuntos partían y volvían en un círculo vicioso. Se dieron ciertamente casos en el que el Gobierno federal intervino y se devolvieron algunos templos usurpados. Sin embargo no era lo que solía suceder normalmente. A veces el gobierno del Estado respondía que la iglesia cuya devolución se pedía, estaba ya ocupada al servicio de algún uso, por lo que era imposible la devolución. El mismo Calles había prometido emanar un decreto por el que se establecía que todos los templos podrían ser usados por las autoridades estatales para convertirlos en escuelas primarias.

No solamente el gobierno estatal intervenía con actos sacrílegos directos; puso en marcha también una campaña dolosa y sutil de desprestigio de la moral católica y sobre todo de los sacerdotes. Así en una sociedad todavía en gran parte analfabeta, el gobierno se propuso difundir no sólo escritos (que de hecho pocos podían leer) sino incluso, en los orígenes incipientes del cine, la proyección de películas inmorales y claramente provocativas e incitadoras contra la religión católica y los sacerdotes. Las autoridades estatales las promovían a lo largo de los municipios del Estado. En ellas se mostraban con mal gusto a mujeres dando a luz a niños en las sacristías de los templos, y en otras bañándose en los ríos en compañía de sacerdotes. Un ejemplo paradigmático de aquella campaña, que imitaba ejemplos semejantes en la Unión Soviética de entonces y que será imitado más tarde en España por anárquicos y marxistas en los años treinta, y que para sus fines también usarán los nazis alemanes, con mayor finura, la tenemos en este ejemplo de anuncio de una de estas películas:

«Hoy Película Gratis. En el teatro de los Obreros. Escuela Racionalista "Francisco Ferrer Guardia". [Ex-catedral].- Obreros y Campesinos: Si queréis conocer la historia verdadera de la vida de los conventos, si queréis saber cual es, en el fondo, la realidad, de esa virtud predicada por los curas; si queréis conocer en que planos de inmoralidad nauseabunda se desarrolla el contubernio del altar y el trono; si queréis saber en fin, donde se esconde el mayor peligro para el honor de vuestras hijas, de vuestras hermanas y de los Obreros y Campesinos arreglado en la Escuela [...] para ver la exhibición de la interesante película "La Cruz y el Mauser".- La Liga Central de Resistencia se permite invitar a todas las familias de Obreros y Campesinos y en general a toda la sociedad. Villahermosa/ Tabasco, a 18 de julio de 1929».

Era por aquel entonces gobernador de Tabasco Ausencio Conrado Cruz, sin embargo, a pesar de que Garrido Canabal, oficialmente no estaba involucrado en aquellas burdas iniciativas, sin duda algunas que su sombra continuaba pesando en aquella política anticatólica . En algunos lugares los políticos estatales exigían a los obreros que firmasen peticiones al Gobierno exigiendo la prohibición de la llegada o presencia de sacerdotes católicos en el Estado. Con “acuerdos” o sin “acuerdos”, Tabasco era Tabasco en la mente de aquellos políticos y la experiencia educativa que se habían propuesto de racionalismo, antireligión y social–anarquismo debía ir adelante. Incluso el 25 marzo de 1930 la Dirección de Bienes Nacionales sugería a la Secretaría Federal de Gobernación que el problema de los templos en el Tabasco tenía que resolverse en forma general de acuerdo con la Ley sobre Clasificación y Régimen de los Bienes Inmuebles de la Federación, tomando en cuenta que el clero católico romano se había sometido a las disposiciones constitucionales. Por aquel entonces, y según datos de la misma Secretaría de Gobernación Federal, había habido en Tabasco 85 templos (denominación difundida por el laicismo de la época en sustitución del término tradicional católico de iglesias); de ellos, 68 habían sido convertidos en escuelas. Pero de estos 68 sólo diez lo habían sido por decreto presidencial. Los otros habían sido expoliados y convertidos en escuelas o en otros usos por iniciativa estatal local. Solamente 15 templos de todo el Estado se usaban para el culto, y uno de ellos había sido robado a los católicos y entregado a los protestantes evangélicos, el llamado del Paraíso, mientras otros 16 habían sido simplemente cerrados por la autoridad estatal.

El fanatismo antirreligioso y pintoresco de Garrido Canabal perduró incluso después de que Cárdenas lo nombrase en 1934 secretario de Agricultura. Para tomar posesión de su cargo voló a la Ciudad de México en un avión pintado de rojo y negro, los colores del anarquismo. Viajaban con él su esposa y su hija Zoila Libertad. A sus hijos varones los llamó, a uno Lucifer y a otro Lenin. Ya como secretario de Agricultura, introdujo la celebración de los “Sábados Rojos”, con diversiones vulgares y sacrílegas. Tanto él como sus subalternos portaban tarjetas de presentación con el texto en el que tras dar los datos personales y su filiación política al partido en el poder, escribían como rúbrica final “Enemigo Personal de Dios”. Cuando cada mañana entraba en el patio de su secretaría de gobierno los Camisas Rojas lo saludaban y él les gritaba: “¿Hay Dios?”, y ellos contestaban: “¡Nunca lo hubo!”. Aquella banda de rufianes que él había creado en Tabasco continuaban sus correrías en el corazón de la capital, siguiendo el ejemplo de las ya entonces tristemente famosas bandas de las “camisas negras” fascistas en Italia o de las por entonces recién fundadas “camisas pardas” en la Alemania nazi y las “camisas grises” de las juventudes hitlerianas . Se distinguían por sus insultos a los católicos que asistían a las iglesias, por quemar imágenes religiosas y por las violencias contra los sacerdotes. Fue famoso el atentado que perpetraron el 30 de diciembre de 1934, en Coyoacán, ante a la iglesia de San Juan Bautista. Ante las protestas de los fieles, los esbirros de Garrido Canabal abrieron fuego sobre la gente, matando a cuatro personas. La policía detuvo a los culpables, pero Garrido Canabal ordenó enseguida su liberación. En este ambiente se mueve una de las novelas más leídas del siglo XX: “El poder y la gloria” que expresa con una fuerza narrativa poderosa aquella dolorosa situación.

“El Poder y la Gloria”.

Estos hechos increíblemente no los encontramos reseñados en los manuales de historia. En el campo de la novela, se encuentran en parte referidos en “El poder y la gloria” del conocido novelista inglés, convertido al catolicismo, Graham Greene . Probablemente sea esta novela uno de los grandes éxitos en la historia de la literatura del siglo veinte que convendría releer para entender mejor algunos aspectos de esta historia, como en su tiempo fueron percibidos por un buen escritor, atento a la realidad, y que basa sus novelas sobre la observación personal de la misma.

La obra de Graham Greene “entra dentro de esos clásicos contemporáneos que lejos, de haber quedado ahogado por la moda de unos años, es un texto que no envejece. Y es así porque el autor británico es, en primer lugar un narrador, es decir, sabe contar”. Uno de los mayores novelistas españoles del siglo veinte, Miguel Delibes, en una necrología que se publicaba en el diario madrileño ABC, el 4 de abril de 1991, el día siguiente de la muerte del escritor británico escribía: “Creo que Graham Greene era un novelista muy completo…. Algunos le han identificado con la novela policíaca, pero su obra va mucho más allá, más lejos como lo prueba una novela que me afectó mucho cuando era relativamente joven: el Poder y la Gloria. La tensión religiosa que había en el alma de Graham Greene nos la dio en esa novela… Contaba muy bien las cosas, y quien sabe hacer eso es un buen novelista” .

Esta misma impresión me causó en mis años mozos cuando leí esta novela y fue mi primer contacto literario con el mundo de la persecución religiosa en México, y hasta me atreví –aventuras quiméricas de juventud- a escribir incluso un pequeño ensayo sobre el argumento. En el Poder y la gloria se aúna la perdurabilidad de la obra y la experiencia humana que hace posible un mundo imaginario, Graham Greene viajó a México en 1938 y como resultado de su estancia escribe un libro de viajes: Los Caminos sin ley. En este libro, que es como un reportaje sobre lo que ve, quiere mostrar también algunos aspectos de la cruenta persecución religiosa de esos años. “Las citas preliminares que Greene pone encabezando el texto son elocuentes. La primera de Edwin Muir es una denuncia por el desorden de una tierra donde todo está al revés: las colinas y las torres cabeza abajo y los caminos sin ley cubren todo el territorio. La segunda establece una comparación entre el hombre y la tierra, es como si fuese imposible mirar el mundo, la historia, los movimientos sociales sin atender a los que son sus protagonistas (“El hombre es como la tierra su cabello crece como la hierba, sus venas son los ríos, su corazón la piedra”). Por último, el texto más largo es del cardenal Newman que se pregunta cómo se puede mirar la anchura y la profundidad del mundo y con ellas hasta los más recónditos movimientos del corazón de los hombres en una sociedad donde se niega a Dios. Y se contesta que si se niega a Dios, la carrera humana se convierte en una terrible y devastadora calamidad. Las tres citas, especialmente la segunda, reclaman el relato y más vivo será cuánto más éste encarnado en una historia” . Este libro de viajes de Graham Greene por tierras de Chiapas y Tabasco es el precedente que nos explica la novela El Poder y la Gloria que como señalaba en su día Graham Smith “la voraz hambre espiritual y la ansiosa necesidad de hallar la piedra de toque en ambas realidades, la personal y la de su mundo de ficción”, recibe la clave de la extraordinaria fuerza de esta narración basada en una experiencia de indagación y curiosidad y en un anhelo de encarnar esta experiencia en un tiempo literario, un arte encarnatorio, como decía la escritora norteamericana Flannery O’Connor. Los personajes imaginarios de estas narraciones expresan en realidad el drama real de cuanto sucedió en la vida real de aquellos días. Claro está, como escribe la ya citada profesora Guadalupe Arbona Abascal, que “esta literatura es un juego”, pero un juego que expresa un mundo real.

El novelista escribe su obra en 1940 y la ambienta en el profundo sur de México, concretamente en el Estado de Tabasco. En la novela, Graham Greene trata con fuerte intensidad el drama del misterio del hombre libre en su relación con la gracia divina; en ese relato emerge la figura de un cura, atormentado entre el drama de su vocación sacerdotal y el peso de sus pecados. El sacerdote se ve acorralado por aquellos acontecimientos de los que es parte; con una conciencia profunda de su pertenencia a Cristo como sacerdote, a pesar de su miseria y, al mismo tiempo, con la de su propio pecado a cuestas, acaba prefiriendo exponerse a una muerte segura como consecuencia de aquella fidelidad a Cristo. Tras tormentosas aventuras, escapando siempre de la policía que le persigue como a un criminal, siempre acorralado pero nunca agarrado, logra finalmente alcanzar las fronteras del Estado vecino donde tiene asegurada su libertad; pero la noticia de que un criminal gringo, buscado por la policía, se encuentra mortalmente herido como consecuencia de una balacera con ella y ahora moribundo en una choza, lo empuja a volver sobre sus pasos para poder impartirle la absolución sacramental. Había sido una trampa de la policía; pero el cura prefirió morir así, mártir de su vocación sacerdotal, que entrar en la ansiada tierra de una libertad alcanzada con sufrimientos indecibles. En la novela encontramos todos los cuadros de la historia evangélica de la pasión de Cristo: el sacerdote apesadumbrado por sus negaciones de Cristo, que como Simón Pedro llora amargamente con los gestos de su vida su pecado y se arroja en los brazos de la misericordia de Cristo; otro cura, antiguamente más piadoso y refinado, pero que ante la persecución “ha tirado la sotana” para vivir sumergido en la banalidad de una vida gris, los perseguidores que odian a Cristo con perfidia, un pobre mestizo, harapiento e infeliz, que vende al cura por “treinta monedas de poco valor”, un criminal “gringo” que se cierra a la misericordia que el cura mártir le ofrecerá en nombre de Dios, y que sin embargo es capaz de enfrentarse con la muerte con desesperada entereza, y una serie de perfiles de personajes que pueblan la novela y que dibujan aquella sociedad compleja, mugrienta y abandonada de todos.

Pero allí, en medio de aquel drama, aparentemente sin sentido, destaca la figura de aquel padrecito que da sentido y esperanza al todo dramático, incluso a los mismos perseguidores, al teniente de la policía que lo persigue con feroz perseverancia y que en fondo será también implícitamente redimido por el gesto de caridad heroica del sacerdote, al mismo “judas traidor”, al criminal sin esperanza y a la gente que se cruza en su camino. He reseñado esta novela porque en ella se reflejan motivos frecuentes en numerosos casos de heroica caridad y de feroz persecución en el México al que nos referimos. Los sacerdotes mártires no reflejan ciertamente el lado oscuro del protagonista de la novela de Graham Green, pero sí con claridad el hecho de su opción por Cristo y por su pueblo hasta la martirio más cruel en “el calvario personal” de cada uno.

Pero detengámonos en deshilvanar la trama profunda de esta narración. Se trata de una historia encarnada, la del México de los años veinte y treinta. Muestra una historia, por un lado los perseguidos -la gloria-, que se reúnen en torno a la historia dramática de un pobre cura. En el otro lado, el gobierno mexicano que quiere borrar del mapa cualquier expresión religiosa católica -el poder- y se encarna en la voluntariosa persecución de sus fuerzas policiales representadas aquí por el personaje de un teniente del ejército. Todo se ordena en torno al itinerario del protagonista que, escondiendo su identidad viaja de noche por las regiones que Greene había visto. Huye del gobierno que ha expulsado a la Iglesia de la nación, y paradójicamente recibe el apoyo de todo el pueblo, el pueblo real, el de la gloria, que lo espera con verdadera expectación, incluso a precio de dar por ello la propia vida. El poder está representado por aquel teniente que se propone tenaz y prometeicamente arrancar de cuajo el catolicismo del pueblo mexicano. Tiene una propia idea de progreso y de justicia en una tierra donde teóricamente y a partir de la constitución de 1917 ya no debería existir Dios, en ninguno de los ángulos de la vida normal y donde todo se someta al poder humano, y sueña con acabar con el mal en el mundo, un sueño representado por su idea utópica pseudosocial de Estado y sociedad como se proponían algunos de los exponentes revolucionarios de aquellos años. Muy al contrario el pobre sacerdote, protagonista de la novela, el “whisky-pater”, se sabe pecador, conoce el dolor de la debilidad humana y del mundo, pero sabe también que Otro (Dios) se ha encarnado y ha muerto para que el dolor no se pierda, - la gloria -.

Aparte de que el narrador novelista da a su narración una estructura de intriga en la que el cura protagonista está a punto de huir del país en la primera escena, y donde sufre la tentación de renegar y traicionar su fe abrumado por el pecado y por la fatiga, que le toca vivir a diario ante los sufrimientos sin cuento y el sacrificio de aquel pueblo precisamente a causa de lo que él representa, el sacerdocio y la Iglesia. Percibe vivamente el sentido de su existencia hasta el sacrificio total. En la novela en multitud de ocasiones el teniente (el poder) y el pater (la gloria) están muy cerca pero no se ven, o se ven pero no se reconocen. En cierto sentido es una parábola paradójica de una situación que alegóricamente tuvo mucho de verdad en la historia real.

Para ayudar al lector a comprender los términos de la persecución, el narrador sitúa a los dos personajes emblemáticos que centran el conflicto frente a dos personajes niños. Al sacerdote ante una niña, fruto de una relación suya ilícita tiempos atrás, por lo tanto ante su pecado, pero también ante su pueblo e incluso ante la persona que había sido parte fundamental en aquella historia suya personal de miseria; y sin embargo es capaz de profundos sentimientos humanos y cristianos para recuperar aquella historia desgraciada, porque podríamos decir aquí con San Pablo que: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (cfr. Rom 5, 20). Aquí está la diferencia fundamental, y este pobre cura lo sabía, entre su fe cristiana (la gloria) y la ideología de ellos los dirigentes políticos, (el poder) que sólo se interesaban por cosas como el Estado, la República, la Revolución… Incluso aquella niña era más importante que todo un continente, como se expresará el pobre sacerdote.

Para describir “el poder” representado por el teniente asistimos a una escena en donde un niño mira fascinado el poder del teniente. Y entonces el narrador penetra dentro de la mente de aquel personaje arrogante y siniestro y expresa lo que se anidaba en su corazón, la idea por la que luchaba: “El interés le quitaba el habla. Con una mano en la funda de la pistola, el teniente contemplaba esos ojos negros, atentos y pacientes; por ellos luchaba. Eliminaría de su infancia todo lo que lo había hecho a él desgraciado; todo lo que fuera pobre, supersticioso, corrupto. No merecería nada menos que la verdad; un universo vacío y un mundo que se enfriaba; el derecho de ser felices de cualquier modo que se les antojara. Estaba perfectamente dispuesto a hacer una carnicería por ellos; primero con la Iglesia, y luego con los extranjeros y luego con los políticos; hasta su propio jefe tendría que aparecer algún día. Quería reconstruir el mundo, con ellos en medio de un desierto”.

Ésta era la utopía violenta del teniente, enfrentada con la realidad del cura perseguido. Graham Greene recorre las tierras de Tabasco y de Chiapas en compañía de estos dos personajes, el poder y la gloria que representan los dos mundos del México de la historia de la persecución. Pues bien en la historia concreta de la persecución, de sus personajes violentos y perseguidores de la Iglesia por una parte, y de los sacerdotes y laicos, perseguidos confesores y mártires y la de un pueblo sencillo y sufrido podemos reconocer a estos dos mundos. Ésta es la historia de la persecución religiosa anticatólica en México como aparece a lo largo de la trama de una historia compleja y real a la que nos podemos acercar a través de los documentos de la época.

De la realidad a la novela de Graham Greene.

Se dice que Graham Greene se inspiró en la figura de un sacerdote real para construir el protagonista de su novela. Sería un sacerdote llamado Macario Fernández Aguado. Puede ser en algunas trazas del sacerdote de la novela, pero sólo en algunas y muy parciales. Sin embargo, la figura del sacerdote Padre Macario y la historia que en la que le tocó vivir, expresa con fuerza la dramaticidad de esta historia de persecución con unas raíces ideológicas confusas. La tozuda política ideológica antirreligiosa de Garrido Canabal quería borrar toda huella religiosa católica en el Estado, atropellando a quien se pusiera por delante. Un ejemplo, que se haría famoso entre mil, ocurrió en el pueblo de Epigmenio Antonio, conocido anteriormente como San Carlos, del municipio de Macuspana. Garrido Canabal se había propuesto, siguiendo confusamente el ejemplo de los tiempos de la Revolución francesa con sus inventos de una religión racionalista primero, en los tiempos de Robespierre, y luego con la absurda y obtusa pretensión de crear artificialmente una nueva religión “naturalista”. Garrido Canabal quería sustituir las fiestas religiosas por ferias agrícolas civiles.

En el antiguo pueblo de San Carlos, re llamado con el revolucionario nombre de Epigmenio Antonio, todo comenzó con el anuncio de la Gran Feria de la Yuca, organizada por la Liga Central de Resistencia y que se debía celebrar del 27 al 30 de agosto de 1929, con el fin de exhibir los productos de la región. El programa incluía asambleas culturales, dentro de las que se impartirían varias conferencias como la del profesor Antonio Ferrer sobre el cultivo de la yuca. Ferrer dirigía la Escuela Racionalista "Santiago Caparroso". Se programaron además un juego de beisbol, una novillada y bailes populares. Pero enseguida comenzaron las protestas. El día 28 parece ser que algunos vecinos al grito de "Viva Cristo Rey", atacaron a fuerzas federales presentes, resultando tres heridos de la fuerza pública. Entonces las autoridades del Estado mandaron a unos 30 milicianos que llegaron y dispararon sobre la multitud. La gente se refugió en la iglesia y allí les persiguieron los milicianos disparando a lo loco. Cayeron muertas 22 personas; otras nueve fueron fusiladas en el acto y doce más fueron detenidas y llevadas presas al puerto de Álvaro Obregón.

Según parece quien había protestado contra los planes educativos y de suplantación religiosa había sido sobre todo la población indígena o india de aquel siempre tradicional San Carlos. Aquellos pobladores no se sometieron a ser violentados en su fe religiosa y por ello se habían levantado. Y como la policía se empeñaba en atropellarlos, pretendiendo quemar o destruir a sus santos, molerlos a palos y conducirlos a la cárcel, el resentimiento acumulado durante varios años contra aquellos continuos “estupros morales” estalló, con el resultado de un elevado número de muertos y heridos por ambas partes; entre las víctimas se encontraban numerosas mujeres, niños y ancianos. A la matanza siguió otra represalia: el incendio de la iglesia y de varias casas del pueblo por parte de la fuerza pública. Fue una matanza de todo un pueblo, y claro está, aquella población indígena no se quedó esta vez con la cabeza agachada. Se revolvió contra los opresores.

Garrido Canabal echaba la culpa de todo a los revoltosos, pero como alguien ya entonces apuntaba, le gustaba sacar siempre las castañas del fuego con la mano ajena. Además justificaba la represión acusando a la población de rebelión armada, de fanatismo y de conspiración contra las iniciativas culturales y agrícolas del gobierno. ¿No había sucedido ya por aquellas regiones algo semejante durante la llamada “guerra de las castas” tras una cadena ininterrumpida de injusticias sufridas durante años con extrema paciencia?. Las cosas estaban muy lejos de ser como las pintaba Garrido Canabal. En aquel contexto emergen dos interesantes figuras, las del indio Gabriel García y la del sacerdote Macario Fernández, el único sacerdote que se movía temerariamente en Tabasco, escondido y huyendo de la persecución permanente de Garrido. Al indio Gabriel la voz popular lo considerará luego como un verdadero mártir de Cristo. El padre Macario sería testigo activo de aquellos acontecimientos y según algunos, en él se inspiraría Graham

Greene para la figura del “pater” de su novela.

Lo que es cierto es que el sacerdote mandó una carta a su antiguo obispo, ya convertido en arzobispo primado de México, Don Pascual Díaz y Barreto, en la que le contaba una vez más los "los penosísimos sucesos acaecidos en Balancán y en San Carlos". El buen padre huidizo y siempre escondido, llamaba a Tabasco "mártir estado". Luego narraba la historia de aquella matanza en la que todos, hombres y mujeres se habían jugado la vida y muchos habían perecido por defender, incluso con armas rudimentarias, su libertad religiosa cuando la policía, llegada de Villahermosa, quiso impedir que rezaran en su iglesia de siempre. Éste era el crimen que les había hecho llover una nube cerrada de balas. El sacerdote acababa su carta confesando la fidelidad a su sacerdocio, aunque se consideraba indigno de tal vocación. Parece ser que el arzobispo mandó el texto de aquella carta al mismo presidente de la República para que tomase cartas en aquel doloroso asunto.

Todavía un año después, el 5 de septiembre de 1930, el presidente Pascual Ortiz Rubio recibió otra carta de un grupo de vecinos de aquel pueblo martirizado donde hablaban de que en el pueblo merodeaban grupos de matones que atropellaban a sus habitantes, violaban a las familias y donde todavía humeaban los restos de los muchos que habían sido quemados vivos o fusilados un año antes. Y todo porque quisieron impedir con la fuerza que se celebrase en el pueblo la fiesta del Patrón, el señor San Carlos. Habían quemado la imagen de San Carlos y seguían todavía quemando todas las imágenes que encontraban y requisaban. Aquellos vecinos apelaban al presidente y sólo pedían justicia. Fue un grito en el desierto. Pero la persecución todavía continuó. Le echaban la culpa al cura rebelde, el padre Macario. El nuevo gobernador Cruz lo denunciaba ante la secretaría de Gobernación como instigador de aquellos hechos. Decía también que él y el indio Gabriel García, que habría sido nombrado catequista responsable de toda la diócesis tabasqueña, y otros catequistas fomentaban aquella rebelión.

De todas aquellas acusaciones había una sola verdadera: el padre Macario recorría clandestinamente por barrancas y riberas las rancherías y los poblados celebrando la misa, dando los sacramentos y defendiendo los sacrosantos derechos de Dios y la libertad religiosa de sus hijos. Todo ello trascurría entre sobresaltos, angustias, fatigas y fiebres que afligían al sacerdote. Sin embargo la fidelidad de aquel pobre cura a su vocación sacerdotal era más fuerte de los límites de su vida o las continuas dificultades y peripecias que le tocaba vivir. Su vida azarosa por aquellos lugares húmedos y difíciles para cualquiera, acabó un día cuando finalmente la policía logró atraparlo, era el 8 de septiembre de 1935. ¿Cómo lo agarraron? Permanece rodeado de misterio. De todos modos fue enviado en un avión a Tapachula y de allí en automóvil a Guatemala a donde fue deportado por orden del entonces gobernador provisional Áureo Lino Calles Pardo (1935). La gente del poblado de Reforma (Chiapas), donde parece ser que por allí se movía, pidió al presidente Cárdenas su vuelta en libertad a aquella región donde el sacerdote había ejercido su ministerio clandestino. Decían aquellas buenas gentes que había ejercido entre mil amenazas, persecuciones y peligros su ministerio sacerdotal en los límites entre los estados de Tabasco y Chiapas, compartiendo el pan con los campesinos y ganándose la estima y la simpatía de todos. Seguirían muchas peticiones de Tabasco y de Chiapas, incluso tras la marcha de Garrido Canabal de Tabasco. Aquellas peticiones cayeron como semilla en un desierto. Incluso, años después, hacia 1937, todavía en Tabasco persistía la prohibición del culto público católico. Aquel mismo año, en el mes de mayo, uno de los fundadores del sinarquismo, Salvador Abascal, llegó a Tabasco y movilizó a mucha gente, muchos indios, para pedir aquella reapertura del culto y el reconocimiento de la libertad religiosa. Con un estandarte de la Virgen de Guadalupe, como en todas las grandes empresas de México, ocuparon las ruinas de la antigua iglesia de la Concepción, en el centro de Villahermosa, allí permanecieron durante varios días. Allí se celebraría finalmente una misa tras tantos años de viernes santos y sábados santos continuados.

Tampoco entonces quisieron dejarlos en paz, y la fuerza pública, pistola en mano bajo las órdenes del gobernador de entonces, pretendieron desalojarlos. Pero el tesón y la fuerza de los reunidos y de quienes entonces los animaban, en cabeza Salvador Abascal[2], pudo más que la fuerza bruta de quienes pretendían de nuevo acallar a un pueblo. Sobre la figura del Padre Macario se sabe poco; dicen que volvía por allí de vez en cuando de incógnito. Lo importante es que esta figura legendaria ha entrado incluso en la historia de la literatura a través de la citada novela de Graham Greene, que narra vivamente páginas dramáticas de hechos realmente acontecidos, si se quiere filtrados a través de la fuerza narrativa de un gran novelista, pero que son parte de una historia real, donde el protagonista es siempre “la sangre y el corazón de un pueblo mártir”, el de México, en Tabasco en este caso.

La obcecación ideológica de los perseguidores y la lección de los mártires.

El caso de Tabasco es por todo ello aleccionador y paradigmático en esta historia de persecución y de martirio. Tomás Garrido Canabal se había propuesto transformar Tabasco en una especie de laboratorio de la revolución aplicando los modelos educativos radicales y anarquistas importados de Europa, especialmente los del anárquico catalán Ferrer i Guardia. Pero tropezó sobre todo con el pueblo real, especialmente el indígena, con las comunidades de los Choltales y de los Choles, entre otros, con los que vivían desde hacía siglos en las fronteras con Chiapas o a lo largo de los pantanos de Chontalpa, con pueblos de profundas raíces mayas evangelizados por los franciscanos. Estos pueblos supieron resistir pasivamente en la mayor parte de las veces, pero en algunas ocasiones combatieron activamente los proyectos violentos de Garrido Canabal y los suyos, como sucedió en el poblado ya recordado, cerca de Macuspana.

En este contexto se sitúa la figura del catequista Gabriel García y otros muchos que como él tomaron las riendas de la comunidad ante la persecución y la expulsión de los sacerdotes católicos. Ellos dirigían la oración de los fieles, catequizaban, bautizaban, asistían a los moribundos. Eran trabajos misionales nuevos que se injertaban en el viejo árbol de la tradición católica de la antigua evangelización cuando el catequista nativo había ocupado un papel indispensable en aquel proceso evangelizador. Un juicio sobre estas páginas de martirio las emitió Juan Pablo II durante su viaje apostólico en México y precisamente visitando Yucatán y Tabasco, se encontraba en Villahermosa el viernes 11 de mayo de 1990 con miles de fieles, muchos de ellos indígenas y celebraba una misa en la que recordaba al indio Gabriel García durante la homilía con estas palabras:

“La historia de vuestra comunidad se ve enriquecida por esa unidad eclesial. En ella ha estado presente el amor hacia todos, y especialmente hacia los pobres, que animó la vida del venerable Leonardo Castellanos, el obispo pobre. En ella se fraguó la entrega del indio Gabriel García que dio su vida por la fe. Desde ella se ha impulsado el crecimiento de la Iglesia en esta región. Una realidad que no es sólo un pasado, sino que ahora se dispone a renovarse, con la ayuda del Espíritu Santo, a través del Sínodo pastoral diocesano, para afrontar el camino que tiene por delante. Ante esta alentadora realidad, deseo dirigir un particular saludo a los queridos chontales y choles: Kiitzonlop aj chontalop: Q’Papla uyolin k’en aj chontalop uchen u etzen y ejemplo aj antibalop kaama Gabriel García uy’ki u vida por u fe; che’ uchen aj chontalop che miclop por u fe. (Hermanos chontales: el Papa os quiere mucho y os anima a seguir el ejemplo de vuestro antepasado el indio Gabriel García, quien dió su vida por la fe. Así también los chontales han de ser fieles en su fe). Bajche’ añetla kermañujo’ choles. Tiuli kula’ añetla ucbu la lumal ti’ Tabasco com joñon mi aña’ tiala’ pa’milil cha’ añ mi ashik labu la sumbal ti Sínodo. (¿Cómo estáis, hermanos choles? He venido a visitaros aquí en Tabasco. Quiero que os deis cuenta de la importancia que tiene para vosotros seguir caminando en el Sínodo Diocesano). Aquí en Villahermosa, meditamos hoy con profunda alegría sobre el misterio de la Iglesia, que ha sido instituida una sola por Cristo. Es una, porque expresa la unidad de Dios mismo, la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (cf. Lumen gentium, 4). Es una porque realiza la obra salvífica de Dios Uno y Trino. La obra redentora de Cristo se extiende a todos los hombres y pueblos para llevarlos a la unidad de Dios”.¿Qué mejor juicio que este sobre una Iglesia mártir en sus gentes sencillas y normales, sangre y corazón de un pueblo vivo?

NOTAS:

  1. Tomás Garrido Canabal (1890 1943) nació en la hacienda familiar de "El Tinto", en la región de Palenque, Chiapas. Estudió leyes en Campeche y en cuanto recibió el diploma marchó a Yucatán a trabajar con el general Salvador Alvarado, que se profesaba socialista, y entonces era gobernador de aquel Estado. En 1915, gracias a otro militar que también se declaraba socialista, Francisco J. Múgica, ingresó en el mundo de la política. Ocupará diversos cargos políticos como gobernador en Yucatán (14 de mayo de 1920-26 de junio de 1920; gobernará en Tabasco como un cacique-dictador y tirano en varios periodos: 1919; 1921-1924; 1926; 1931-1934, y disponía de “vidas y haciendas” como ya lo acusaban entonces sus opositores. Fue secretario de agricultura y ganadería con Lázaro Cárdenas. Tuvo que dejar su cargo y se retiró a Tabasco. Cárdenas lo mandará luego como embajador en Centroamérica y en la República Dominicana. Deberá dejar su trabajo diplomático y se establece entonces en Costa Rica (1935-1941). Muere en Los Ángeles (Estados Unidos) el 8 de abril de 1943. Garrido fue la encarnación de un mestizaje ideológico de fascismo rojo, anarquista y socialista mexicano: en su momento de máximo poderío se preciaba de ser indestructible. Creía que nada podía dañarlo: ni las fuerzas del mal, "la reacción", ni el mismo Dios, a quien retaba diariamente a fulminarlo con un rayo. Con nociones de la Revolución francesa, del socialismo, del fascismo y del anarquismo de raíces catalanas, este cacique dictador forjó un régimen en que la tragedia jugueteaba a diario con la comedia, como alguien ha escrito sobre él. Fue uno de los más feroces perseguidores del nombre cristiano, de la Iglesia, exterminando todo signo católico que encontraba a su paso, llevando a cabo varias campañas antirreligiosas con odio rabioso y cruel. Fue el fundador de los llamados "camisas rojas", violenta organización anticatólica de matriz anarco-socialista que cometió verdaderas salvajadas en todos los órdenes, desde el cultural hasta el religioso. El Tabasco que Garrido Caníbal gobernó, queda reflejado en este sentido en la célebre novela de Graham Green “El poder y la gloria”. Para los datos fundamentales sobre la historia de Tabasco, sobre todo en el siglo XX con amplia indicación bibliográfica: MARTÍNEZ ASSAD, C. Breve Historia de Tabasco, Fideicomiso Historia de las Américas (1996); El Colegio de México, México, D.F. (1996); Fondo De Cultura Económica México, D.F. (1996).
  2. Salvador Abascal Infante (1910-2000) está íntimamente unido a la historia del sinarquismo. Natural de Morelia (Michoacán) pertenecía a una familia de católicos combativos en todos los campos, fue un auténtico luchador contra el laicismo anticristiano producto de la Constitución de 1917 y a favor de la libertad religiosa y del reconocimiento de la Iglesia y sus derechos. Fue miembro activo y dirigente de la Unión Nacional Sinarquista, movimiento de raíces católicas que nace tras la cristiada y todavía en tiempos de la persecución religiosa. Fue director de las combativas editoriales Jus y luego Tradición. Abascal señalaba como origen de los males de México en el laicismo que se impuso progresivamente a partir de los tiempos de la Reforma. Uno de sus hijos, Carlos Abascal, seguirá los pasos de su padre en la lucha política militando en las filas del PAN y no ocultará nunca su condición de católico practicante; ocupará con el gobierno del presidente Fox las carteras de secretario del Trabajo primero y de Gobernación luego, demostrando tacto político y siendo estimado por todos, como político y como empresario. Pero su identidad más definitoria era la de ser un católico sin paliativos. Esto tenía una especial significado en el contexto mexicano que le tocó vivir, sin caer en actitudes de privatización de la experiencia cristiana. Por ello Carlos Abascal Carranza estaba abierto a las opciones políticas más valientes y realistas en favor de una democracia social, creativa y eficaz. El autor de este libro tuvo el honor de ser considerado su amigo y de poder entregarle una copia de la primera edición dos meses antes de su muerte, ocurrida a principios de diciembre de 2008.

BIBLIOGRAFÍA:

ARBONA ABASCAL, Guadalupe. “El arte encarnatorio de escribir”, en Huellas (Madrid), enero (2006) 54.

Dimensión Social del Patrimonio Cultural y Natural en el Mundo Maya. Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, 9 a 11 de diciembre, México. 1998; Ciudad Virtual de Antropología y Arqueología. Equipo NA y A.

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LÓPEZ BELTRÁN, LAURO. Historia de la persecución en México, Tradición, México D.F., 1987,

LUZ MENA, José de la. De las tortillas de lodo a las ecuaciones de primer grado. Procedimiento funcional y evolutivo para la enseñanza de quebrados comunes y ecuaciones de primer grado, Gobierno del Estado de Veracruz, Jalapa, México, 1926;

MARTÍNEZ ASSAD, C. Breve Historia de Tabasco, Fideicomiso Historia de las Américas (1996); El Colegio de México, México, D.F. (1996); Fondo De Cultura Económica México, D.F. (1996).

MÉNDEZ ALCALDE, Carlos. La escuela racional, Tipografía del Gobierno del Estado de Veracruz, 1921.

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VALVERDE TÉLLEZ, EMETERIO Bio-bibliografía Eclesiástica Mexicana, JUS, México, (1949),

VASCONCELOS CALDERÓN JOSÉ. Breve Historia de México, Trillas, México, 2002


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ