PANAMÁ: Devoción a Santa María la Antigua

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Santa María La Antigua fue declarada oficialmente Patrona de Panamá el 9 de septiembre de 2000. Esta advocación mariana se encuentra íntimamente unida a la historia tanto civil como religiosa en la evangelización de lo que hoy es Panamá.

ORIGEN DE LA DEVOCIÓN A SANTA MARÍA LA ANTIGUA.

En Roma existe una iglesia que lleva el nombre de «Santa María Antiqua» en el Foro Romano, famosa por los frescos pintados entre el siglo VI y el VIII, que constituyeron un documento de máxima importancia en la historia de la pintura.

En España

Se desconoce cómo llegó a España esta devoción, que ya en la Edad Media era popular en el Norte, en Andalucía y en La Mancha. Escribe el Profesor Angel Revilla:

“Las provincias de Palencia, Burgos, Zamora, León, Valladolid, Vizcaya, Alava y Guipúzcoa acaparan, desde el siglo XI (término medio entre la tradición y la historia) nombres toponímicos y de esa advocación. En el área de los campos góticos (Tierra de campos), de entre cien pueblos antiguos, se ha podido localizar el nombre –como patrona de la parroquia, como ermita o santuario-, en unos dieciséis. Hoy día algunos lo conservan; otros lo han cambiado a «La Mayor», «Nieves», «La Asunción», o, simplemente, «Santa María»”.[1]


La devoción en La Mancha

Se hizo famosa a través de la devoción que le tuvo Santo Tomás de Villanueva, quien se dice que percibió el primer anuncio de su vocación religiosa en el santuario de Santa María la Antigua Santa María la Antigua que se encuentra en Villanueva de los Infantes, del cual es la Patrona y que era centro de romerías en la tierra manchega.

En Sevilla

En la Catedral de Sevilla se venera en la Capilla de la Antigua la imagen de Santa María de la Antigua, cuya historia se remonta a la Edad Media y la cual está profundamente ligada a la historia de la ciudad y al descubrimiento y evangelización de América. Así describe José Gestoso la imagen de Nuestra Señora de la Antigua:

“De tamaño mayor que natural, muéstrase de pie…En el brazo izquierdo sostiene al Niño, al que presenta una rosa con la diestra, en tanto que con la izquierda tiene asido un pajarito. Amplio manto de brocado blanco con ramos de oro, cubriéndole la cabeza hasta la frente baja airoso por los hombros hasta tocar en el suelo; de la misma tela figura la túnica, con mangas muy estrechas; no así la del Niño, que es de color morado con adornos de oro; ambas cabezas están circuídas con grandes nimbos opacos dorados. El contorno general de ambas efigies muestrase rehundido en el muro, así como los adornos todos de las ropas y el fondo sobre que resalta la Señora, quedando lisas solamente las partes de los rostros y las manos.

Los paños caen esbeltos y elegantes, y la fimbria de la túnica, al tocar en el suelo, forma ligeras boquillas. La expresión del rostro es dulcísima, y revela un profundo sentimiento religioso en el artista que lo ejecutó, que no había olvidado la manera románica; así parece indicarlo la redondez que se advierte en las líneas del mismo rostro.

Dos ángeles colocados en la parte superior del cuadro sostienen una corona, como si fuesen a colocarla sobre Nuestra Señora, y un tercero en medio tiene en sus manos una cinta en que parece leerse en caracteres góticos de los usados en el siglo XVI: «Ecce Maria venit».[2]

Es esta una pintura mural de remotísima y conocida antigüedad, de tradición bizantino-italiana, que perteneció a la antigua iglesia catedral. Al erigirse la Catedral actual se respetó el sitio que ocupaba la imagen, el que hoy corresponde a la verja principal. En el año 1501 el Cardenal Hurtado de Mendoza costeó la nueva capilla, trasladándose en tiempo del Arzobispo Rojas y Sandoval (1578) el muro íntegro, donde está pintada la imagen, al sitio que hoy ocupa, e invirtiéndose su posición. En 1734 el Arzobispo Don Luis de Salcedo hizo construir el riquísimo retablo de mármoles y jaspes, cuyas esculturas son de Duque Cornejo, como también el mausoleo frontero al del Cardenal Mendoza, donde yace el mismo.

El día 24 de noviembre de 1929 fue solemne y canónicamente coronada la imagen por el Cardenal Ilundain y Esteban.[3]Los sevillanos celebraban la fiesta de Nuestra Señora de la Antigua el 15 de agosto, festividad de la Asunción. Ante la sagrada imagen se postraron aquellos hombres que realizaron la gran empresa descubridora y evangelizadora. Antes que ellos, el Rey Fernando el Santo, Rey de León y de Castilla, se dice que luchó, venció y entró en Sevilla guiado por la Señora que era venerada por sus padres y antepasados. Su imagen acompañó los pendones de León y de Castilla y en ellos pasó a tierras nuevas, desconocidas hasta entonces. La devoción a Nuestra Señora de la Antigua alcanzó especial relevancia durante el período del descubrimiento de América, llevada por los conquistadores que eran devotos de ella.[4]

SANTA MARÍA DE LA ANTIGUA EN TIERRAS AMERICANAS

Aunque no tenemos testimonios directos, a través de los Cronistas de Indias hemos podido saber cómo llegó a nuestras tierras la devoción a la Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de la Antigua. Dice el historiador colombiano Fray Severino de Santa Teresa:

…“ Cristóbal Colón en todos sus viajes dejó recuerdos Marianos, según consta en su diario. Llamó Puerto de Santa María al que hoy es conocido en La Española con el nombre que puso el 7 de diciembre de 1492 a una ensenada de la misma isla. Al Mar de las Antillas bautiza con el nombre del Mar de Nuestra Señora…

En su segundo viaje, prosigue en su nomenclatura Mariana. En memoria de la carabela Santa María o Marigalante, que encalló en el viaje del Descubrimiento, llama a una isla Marigalante, a otra Nuestra Señora de Guadalupe, a una tercera Nuestra Señora de la Antigua, la cuarta es Nuestra Señora de Monserrate, la quinta Santa María de la Redonda, etc.…

En su último viaje en 1502 tocó Colón en las costas panameñas, y a la primera población o colonia que intentó fundar en el río Yebra de Veraguas, bautizó con el nombre de Santa María de Belén, en atención al día 6 de enero de 1503, fecha en que la Iglesia celebraba la fiesta de los Reyes Magos. Con todo, la duración de Santa María de Belén no fue sino de tres meses, y Colón, después de haber sufrido grandes tempestades en la costa del Caribe, dirigió la proa a Jamaica desde las cercanías de Cabo Tiburón pero sin entrar en el Golfo de Urabá…”.[5]

En 1501 Rodrigo de Bastidas había descubierto el Istmo de Panamá al visitar las costas panameñas en expedición descubridora en la cual venía el famoso cartógrafo Juan de la Cosa y Vasco Núñez de Balboa, futuro descubridor del Mar del Sur. Recorriendo la costa oriental (Urabá) y occidental ( Darién) se percató que la habitaban indios que no usaban flechas envenenadas. Juan de la Cosa describió la región de Urabá y luego recibió de la propia Reina Isabel el título de Alguacil Mayor del Golfo de Urabá. En su cuarto viaje descubrió Colón parte de las costas panameñas en el año de 1503. En 1504 acontece la muerte de la Reina Isabel la Católica y dos años después la de Colón en Valladolid en el año de 1506.

Nicuesa y Ojeda

El 8 de junio de 1508 el Rey Fernando concierta una capitulación con dos exploradores y aventureros. El uno, Diego de Nicuesa, natural de Baeza, hombre de limpia sangre, servidor de la familia del rey Católico y de quien asegura el Padre Las Casas que era “persona muy cuerda, graciosa en decir, gran tañedor de vihuela y sobretodo gran jinete”, a quien se le otorgaba como gobernación el actual Istmo de Panamá, con sus litorales desde el Golfo de Urabá hasta más allá del Cabo de Gracias en Honduras, gobernación que se llamaría Castilla de Oro.

El otro era Alonso de Ojeda, natural de Cuenca, criado del duque de Medinaceli, de quien dijo el Padre de Las Casas: “Todas las perfecciones que un hombre podía tener corporales, parecía que se habían juntado en él, sino ser pequeño…Era muy devoto de Nuestra Señora y su juramento era «Devoto de la Virgen María»…”. A Ojeda se le dio toda la costa septentrional suramericana desde el Cabo de la Vela hasta el Golfo de Urabá con el nombre de Nueva Andalucía.[6]

El Rey les dio una instrucción de diez o doce capítulos, entre los cuales exigía la predicación de los evangelios, que ganasen las Indias por medios pacíficos: el octavo decía que aceptada la paz y la fe católica se les dejase en libertad, y en el noveno, exponía que si los naturales persistían en su idolatría, en el canibalismo y en la enemistad con los conquistadores, tenían libertad de cautivarlos y matarlos, lo que hasta entonces no se consentía.[7]

Santo Domingo era el centro del cual salían todas las expediciones. En 1509 se encontraban allí Nicuesa y Ojeda preparando las suyas, mas surgieron desavenencias entre ambos, que no pudieron ser resueltas a pesar de la intervención del Almirante don Diego Colón. Ojeda partió de La Española rumbo a Cartagena el 10 o 12 de noviembre de 1509 con 400 embarcaciones. Entre los tripulantes venían Francisco Pizarro y Juan de la Cosa, quien había acompañado a Bastidas en 1501, en su viaje de exploración por las costas de Urabá.

A fines de noviembre de 1509 tocaron en Calamary (hoy Cartagena de Indias) teniendo que enfrentarse con indios hostiles, pereciendo 70 españoles, entre ellos Juan de la Cosa lo cual significó una importante pérdida para los españoles. Ojeda logró salvarse, lo cual atribuyó a un milagro de la Virgen, cuya imagen llevaba siempre consigo. Fray Severino de Santa Teresa nos habla extensamente de la devoción que Ojeda tuvo a Santa María de la Antigua:

“Traía Ojeda una imagen de Nuestra Señora muy devota, añade Las Casas, y maravillosamente pintada, de Flandes, que el Obispo Juan de Fonseca, como le quería mucho le había donado con la cual Ojeda tenía gran devoción, porque siempre fue devoto servidor de la Madre de Dios; en hallando que hallaba algunas raíces de los dichos árboles mangles, que suelen estar sobre el agua levantadas, parábase sobre ellas un rato a descansar, los que por allí se hallaban, porque no todos venían juntos sino unos que no tenían tantas fuerzas ni tanto ánimo, quedábanse atrás, y otros desamparados y otros más adelante; sacaba Ojeda su imagen de su talega y poníala en un árbol y allí la adoraba y exhortaba a que los demás la adorasen suplicando a Nuestra Señora los quisiese remediar; y esto hacia cada día y muchas veces cada y cuando hallaba la oportunidad…

…A usanza de Ojeda, también otros muchos Capitanes que vinieron al Nuevo Mundo eran portadores de imágenes de la Virgen, obsequios no pocas veces de sus deudos o amigos, cuyo fin primordial era que la Virgen fuese objeto de culto en las nuevas Cristiandades que venían a implantar. No pocas de las Vírgenes célebres de los Santuarios del Nuevo Mundo tienen este origen…”.[8]

…En relación con el protector de Ojeda, Juan Rodríguez de Fonseca, Deán a la sazón de la Iglesia Patriarcal de Sevilla leemos en un historiador lo siguiente: Rodríguez Fonseca Capellán devotísimo de esta Soberana reina (Nuestra Señora de la Antigua) dio muchas copias de la santa imagen de la Antigua a los descubridores de estas Indias, para que les favoreciese, y que estas gentes ciegas, la primera especie que concibiesen de la Madre de Dios y a la que primero como tal adorasen, fuese a esta santísima advocación (P.F. Domingo de Soria, «Vida del Siervo de Dios Fr. Francisco Camacho», cap. VI, ed. Lima 1778).

También el Alguacil Mayor de Ojeda, Juan de la Cosa, el Vizcaíno, nos dejó también una muestra de su devoción a María. Compuso el primer mapa de América «el más interesante documento geográfico de la Edad Media», y en el lugar de preferencia en la viñeta central colocó la imagen de Santa María la Reina del Mundo. Allí aparece la Virgen sentada en su trono de Reina teniendo sobre su rodilla izquierda el Niño Jesús «su precioso Hijo». Dos ángeles de pie acompañan a la Madre y al Hijo con las manos juntas en actitud de adoración en los flancos del trono.[9]

Nicuesa, quien había zarpado de Santo Domingo poco después de Ojeda para dirigirse a sus dominios de Veragua o Castilla de Oro, tuvo que acudir en auxilio de su compatriota, deponiendo antiguas rencillas. En la expedición de Nicuesa vino el clérigo Pedro Sánchez, quien celebró por primera vez la Santa Misa en tierra panameña en algún punto de la costa que desde entonces se conoce con el nombre de Puerto Misas.[10]

Continuó viaje hacia sus dominios luego de auxiliar a Ojeda. Este siguió navegando hasta el Golfo de Urabá fundando la población de San Sebastián que mandó rodear de un palenque para protegerse de los indios. Después de permanecer por algún tiempo en San Sebastián y luego de internarse tierra adentro en busca de provisiones, resolvió viajar a Santo Domingo dejando la colonia al mando de Francisco Pizarro, con la consigna de abandonarla si no estaba de regreso al cabo de cincuenta días. En una refriega con los indios Ojeda resultó herido en una pierna, lo cual le ocasionó muchos sufrimientos. Logró llegar a Santo Domingo donde pasó sus últimos días. Murió pobre hacia 1515 y fue enterrado por petición suya en el Convento de San Francisco.

En San Sebastián de Urabá, en vista de que no regresaba Ojeda, ordenó Pizarro evacuar la población a mediados de junio de 1510 en dos bergantines que habían quedado capitaneados uno por Pizarro y otro por Valenzuela. A pocas leguas de la Isla Fuerte se hundió el bergantín de Valenzuela, pereciendo con su gente. Pizarro fue a refugiarse al Puerto de Calamary (Cartagena), donde divisaron un navío en el cual había venido el Bachiller Martín Fernández de Enciso con gente y provisiones.

En este navío se embarcó Vasco Núñez de Balboa como polizón. En su calidad de teniente de Ojeda, Enciso decidió regresar a San Sebastián con los sobrevivientes llegados con Pizarro. Al llegar a la abandonada colonia, se percataron de que ésta había sido destruida por los indios, quemadas las viviendas y los palenques de maderos. Fue entonces cuando Balboa, quien había estado en el viaje de exploración de Bastidas en 1501, les habló de una tierra al otro lado del Río Atrato, abundante de comida y poblada por indios pacíficos.

“Yo me acuerdo que los años pasados viniendo por esta costa con Rodrigo de Bastidas a descubrir, entramos en este Golfo y en la parte del Occidente a la mano derecha, según me parece, saltamos en tierra y vimos un pueblo de la otra banda, de un gran río y muy fresca y abundante tierra de comida, y la gente della no ponía hierba en sus flechas”.[11]

Ante esta perspectiva, los españoles cruzaron el Golfo de Urabá y atravesaron las bocas del río Darién o Atrato; mas al tocar la otra orilla encontraron a los indios esperándolos, ante lo cual, temiendo ser atacados con flechas envenenadas, hicieron un voto a Dios para que los librase de ellas, de enviar un romero a Nuestra Señora de la Antigua, venerada en Sevilla, y de ponerle el nombre de esta Señora a la villa que allí se planeaba fundar.[12]

NOTAS

  1. REVILLA Ángel: « Santa María la Antigua un viaje al pasado», Revista La Antigua, Panamá, 1985, p. 54-56: “Ya en el siglo III, y en Roma, existía una iglesia con ese nombre. Casi todas las historias del arte la citan al estudiar la época que va de los siglos II al IV. De entre ellas, Historia del Arte, del Salvat, t. 3, 1976, la nombra tres veces. Así al señalar la primitiva arquitectura cristiana dice: “Toda la iglesia preconstantiniana se resume en los famosos tituli romanos, llamados de formas distintas: loca eclesiastica, Domus ecclesiae, o Domus Dei desde el siglo III (…) La mayor parte de los tituli estudiados en Roma son verdaderas casas romanas halladas debajo de las excavaciones de las iglesias posteriores: San Clemente, San Martin, San Crisógono (pag. 12) (…)
    Los ejemplos romanos que ponen en contacto edificios paganos y cristianos son, entre otros, el llamado titulus equitii, que se halla en una habitación privada; la basílica de Santa Inés, en el palacio Sessoriano; la de Santa Pudenciana, en las termas de Novato; la de los Santos Cosme y Damián, en el templo Sacrae Urbis; la de Santa María Antigua, en la Biblioteca imperial. (p. 17) En cuanto a su representación en forma de pintura aparece con el siglo VII. En el siglo VIII (con Zacarías) ya tuvo gran acogida: Los pintores de frescos no parecen pertenecer a un mundo muy lejano del que dio origen a la musivaria. Las obras que han dejado en Italia revelan manifestaciones de origen oriental. (…)si no eran asiáticos eran alejandrinos, pues de Egipto procedían seguramente los refugiados que, tras escapar a la conquista islámica, decoraron, en el siglo VII la capilla de Santa María Antica, de Roma.”
  2. SANTA TERESA Severino de, “Orígenes de la devoción a la Santísima Virgen en Colombia y nomenclator mariano de los descubridores y pobladores de la América española”- Medellín, Imp. Bedoujt, 1942, p. 275-278
  3. SANTOS Y OLIVERA, Balbino, Dr.: “Guía ilustrada de la Catedral de Sevilla” p. 84-87. Ver también DIFERNAN Bonifacio, “ Santa María la Antigua de Sevilla”, Revista La Antigua No. 1, Panamá, 1968 p. 281-87
  4. BALTHASARE DE LAS INFANTAS Andrea, “Noticia del Origen de la Milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Antigua, de la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia de Sevilla. Descripción del nuevo adorno de su magnífica capilla, Relación de las solemnes fiestas y célebre novenario para su estreno”. Biblioteca Capitular-Colombina de la Catedral de Sevilla. No. 27: “Nuestra Señora de la Antigua es la más antigua en nombre y adoración de toda la ciudad aún antes que saliese de poder de los moros. Refieren las historias de la ciudad que el Rey Santo Don Fernando, que ganó la ciudad uno de los favores que recibió del cielo por intercesión de San Isidoro fue entrar en ella y adorar esta Señora, que la tenían los Moros en una pared de su Mezquita. Cuando en 1401 el Cabildo de la Catedral determinó derribar la Iglesia vieja (que había sido Mezquita de los moros) vino la imagen a quedar en parte de pared y así estuvo hasta el año 1576 que el Cabildo determinó mudarle de aquel sitio y para ello fue necesario arrancar la pared toda entera como estaba.
  5. SANTA TERESA Severino de: “Orígenes de la devoción a la Santísima Virgen en Colombia y nomenclator mariano de los descubridores y pobladores de la América española”, Medellín, Imp. Bedout, 1942, p. 7-65, 275-79.
  6. MERCADO SOUSA Elsa: “El Hombre y la Tierra en Panamá” (siglo XVI) según las primeras fuentes –Monografía- Ed. Por el Seminario de Estudios Americanistas de la Universidad de Madrid, 1959, p. 42-43
  7. SANTA TERESA Severino de: ob. Cit. p. 22, 25, 26, 28, 29.
  8. SANTA TERESA Severino de: ob. Cit. p. 22, 25, 26, 28, 29.
  9. SANTA TERESA Severino de: ob. Cit. p. 22, 25, 26, 28, 29.
  10. CASTILLERO, Ernesto J., “Breve historia de la Iglesia Panameña”, Panamá, 1967, p. 1.
  11. REVERTE José Manuel, “ Santa María la Antigua Santa María la Antigua del Darién”. Rev. La Antigua No. 1, Panamá, 1968, p. 239
  12. MESA Carlos E., ob. Cit. p. 15

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MANUELITA NUÑEZ