ORDENES RELIGIOSAS; Vida, extinción y restauración

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
Revisión del 19:41 10 ago 2020 de Vrosasr (discusión | contribuciones)
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

Dentro de la historia de la Iglesia en América Latina, el papel de las órdenes religiosas es fundamental. Son muchos los historiadores que califican a la Iglesia Latinoamericana como fundamentalmente «conventual», dado este papel y la importancia que tuvieron las órdenes religiosas, especialmente las cuatro grandes órdenes conventuales (franciscanos, dominicos, agustinos y mercedarios) en la Primera evangelización del Continente. Desde luego hay que añadir a ellas, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, el importantísimo aporte de la Compañía de Jesús.

Fueron estas cinco Órdenes las que configurarían la fisonomía eclesial de la América Latina. Para ello basta ver su papel no sólo en la evangelización, sino en su historia cultural y educativa, casi total y única, así como en la composición de sus obispos a lo largo del periodo Virreinal. Luego, en los tiempos del proceso de independencia, también su papel es indiscutible, lo mismo que los problemas de conciencia que dada la composición de los religiosos, peninsulares o criollos, tales procesos plantearon.

Por ello es imprescindible en un estudio histórico examinar la llegada, actuación y desarrollo concreto de estas órdenes religiosas, como también la incidencia que tuvieron en la historia eclesial de los países latinoamericanos las crisis internas y externas de las mismas, y que tocan sus extremos máximos en el siglo XIX tras las independencias, con todas las problemáticas acarreadas por la implantación de los llamados regímenes liberales, generalmente en sus versiones anticlericales más radicales.

Es necesario el estudio de la formación y la tipología del clero secular y religioso en este periodo, ante todo las consecuencias de las independencias para la vida religiosa: las crisis internas ya existentes de los religiosos; supresiones, dispersiones, desamortizaciones, y lenta y progresiva renovación. Por ello habría que poner de relieve y explicar entre otros puntos: un proceso ya interno de extinción precedente, las causas del proceso, las injerencias del poder secular en la vida religiosa, la supresión de las órdenes religiosas por los gobiernos, las consecuencias en el campo educativo, caritativo, cultural, pastoral, misionero y social.

Estas órdenes religiosas ya habían comenzado a sufrir una crisis interna y una decadencia en el siglo XVIII, también agudizada por las injerencias continuas del régimen regalista del Patronato borbónico; injerencias que crecen tras las independencias en nuevas versiones con la pretensiones de los gobiernos republicanos de establecer unilateralmente regímenes de protectorado o fuerte patronato republicano. Las mismas relaciones por parte de algunos de los todavía escasos delegados apostólicos en la segunda mitad del siglo en las nuevas repúblicas lo ponen de manifiesto. La problemática de tales crisis se alargará a lo largo del siglo XIX.

Sin embargo las crisis de las órdenes religiosas echaban sus raíces en su interior, con frecuencia en franca decadencia ya al menos desde mediados del siglo XVIII. Tras las grandes crisis abiertas por las emancipaciones, se añaden las dispersiones o supresiones llevadas a cabo por los gobiernos liberales, y una legislación que es aplicada diversamente incluso dentro de un mismo país, como Perú, por los variados gobiernos, partidos y regímenes políticos.

De por sí las intervenciones de los Estados en las cuestiones eclesiásticas y en la ordenación y control de la vida religiosa no constituían una novedad; la novedad estaba más bien en una radicalización del espíritu anti-eclesiástico y con frecuencia del espíritu anticristiano que permeaba tales decisiones, impulsadas por la masonería fuertemente jacobina, y en las medidas radicales tomadas. Ya en la época del antiguo Patronato regalista, éste había puesto en marcha las prospectivas abiertas por el principio de origen luterano del «Ius circa sacra» (derecho sobre las cosas sagradas) por parte del Estado. Tal principio había sido sistematizado en una teoría por algunos juristas, sobre todo calvinistas, en fuerza de la que el Estado frente a la Iglesia se adjudica los siguientes derechos: ius inspectionis en la administración eclesiástica; «ius cavendi» (derecho de prevención) de las actuaciones eclesiásticas; «ius protectionis» (derecho de dirigir) a la Iglesia y por lo tanto a las órdenes religiosas; «ius reformandi» (derecho de reformar a la misma Iglesia y sus instituciones, con el derecho de su abolición o transformación).

Los antiguos medios jurídicos de los regalismos para actuar esta política religiosa son confirmados en la práctica por los regímenes liberales más radicales: el «regium placet» el «exequatur», el «appellatio ex abusu», el «ius excludendi» (de los prelados o superiores no gratos), la supresión de órdenes y conventos o entes religiosos considerados inútiles o su límite, y la «amortisatio» (incautación de los bienes eclesiásticos y religiosos considerados bienes económicamente «muertos»).

Siguiendo estos principios los regímenes liberales latinoamericanos intentan legislar sobre las órdenes religiosas, suprimiendo todas o buena parte de las mismas, o limitando su existencia o cancelando las consideradas «moribundas», o con poca consistencia, o poco útiles a la sociedad, o demasiado numerosas y con un peso notable para la sociedad dado su número y poder económico en propiedades o influjo social.

Por ello deciden también la incautación de los bienes eclesiásticos y religiosos, –siguiendo la praxis estatal ya ampliamente experimentada durante la Revolución francesa, pero ya prexistente bajo los regímenes absolutistas del regalismo-, con el pretexto de tratarse de «bienes muertos». Esta política tendrá consecuencias graves también en la enseñanza e imposición de las propias visiones ideológicas en las universidades, en los colegios y en los seminarios.

La ambigüedad de esta política religiosa se demuestra en el hecho que: por una parte se daba la decidida voluntad de estos regímenes de no ceder ninguna de las prerrogativas estatales frente a ninguna autoridad fuera de la propia, ni mucho menos ante el Papado; por otra parte se servían de la religión para el propio prestigio, calculando que de hecho el Estado y la Religión (las instituciones eclesiásticas) tenían un destino inseparable (por lo que con frecuencia los golpes de estado que derrocan a un presidente o a un régimen, suelen arrastrar también a la vida eclesiástica y religiosa que todavía podía sobrevivir).

El liberalismo, hijo ideológico de una ilustración racionalista, heredó de ella algunas de sus expresiones más radicales: los aspectos ideológicos más anticlericales - y también los más anticristianos -, y los métodos más laicistas, por lo que el siglo XIX se convierte en América Latina, como en Europa con matices variados, un espejo del siglo XVIII.

Hay que señalar los modos diversos de llevar adelante las disposiciones según cada país, pero en casi todos, Perú incluido, ello trajo consigo la incautación de buena parte de los bienes culturales del país y su deterioro o pérdida, los daños culturales causados a Archivos, Bibliotecas y Obras de arte (iglesias, conventos, imaginería religiosa, pinturas…) con el abandono total de antiguos conventos, iglesias, su deterioro o destrucción, o conversión en para usos profanos que desnaturalizaron el fin de su creación, y con frecuencia con robos, expolios y ventas fraudulentas. Los religiosos fueron obligados a secularizarse tras las supresiones. Pero también algunos, imbuidos por las ideas en boga de la ilustración racionalista o que ya vivían un estilo de vida religiosa en franca decadencia se auto secularizaron. Otros quedaron concentrados en algunos conventos permitidos y en número reducido hasta su extinción. Sin embargo, en todos los casos de las órdenes mendicantes citadas, algunos religiosos mostraron una fuerte decisión sobreviviendo aquellas situaciones infaustas en una vida de penalidades. La batalla emprendida por el Estado liberal anticlerical, con una autoridad total y los medios para ejercitarla, y bajo el claro influjo de la masonería militante contra estos religiosos y contra una iglesia jerárquica muy debilitada y escasa, y a pesar de las apariencias, ya despojada de sus antiguos bienes y sin medios económicos como antaño, daría como resultado sólo una aparente derrota eclesiástica.

Lo que quedaba claro era la necesidad de una reforma a fondo de la vida religiosa, que en América Latina se lleva a cabo, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XIX por obra de algunos pocos miembros de cada orden, fieles a su vocación primitiva, a los visitadores enviados por el Papa (con frecuencia los obispos del lugar), con la finalidad de una ardua restauración de la orden religiosa específica y con el apoyo a veces de religiosos de la misma Orden llegados de Europa. Al final resultaría con la renovación de la misma Orden.

Los religiosos y religiosas, suprimidos, expulsados o forzosamente secularizados en la mayoría de los conventos, regresan silenciosamente a obrar en estas nuevas Repúblicas, volviendo en algunas ocasiones a las antiguas fundaciones y fundando otras nuevas. El resultado final ha sido diverso en las varias órdenes. Algunas provincias, conventos, misiones, desparecerán para siempre; otras nuevas fundaciones darán un lustre impensado.

En muchas de estas nuevas Repúblicas las regiones más alejadas y en cierto modo abandonadas por los Gobiernos (en el caso peruano las regiones tanto andinas como las amazónicas), serán el campo de trabajo renovado de aquellas antiguas órdenes que las irán de hecho incorporando a una vida de desarrollo humano integral dentro del país.

Los estudios que en este Diccionario de Historia se presentan analíticamente sobre las cuatro grandes Órdenes religiosas conventuales (franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios) y los jesuitas, responden precisamente a la necesidad de presentar los datos históricos de cada una de ellas, su declive y supresión en el siglo XIX y su ardua recomposición e intervención en este proceso. Por todo ello se explica la necesidad de una exposición detallada de cada caso, con los nombres de sus protagonistas y los hechos relativos donde han intervenido. Sin esta más que crónica detallada, la riqueza indudable de esta historia quedaría sumergida en un anonimato difícil de sacar claramente a la luz. (Cf. R. HOSTIE, Vie et mort des ordres religieux; trd. esp.: Vida y muerte de las órdenes religiosas, pp.382-415; F. GONZÁLEZ, Historia de los Movimientos en la Iglesia, Ed. Encuentro, Madrid 1999)


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ