MEXICO PREHISPÁNICO; Su cosmovisión ante a la Evangelización

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Introducción

Cuenta la historia que en 1504, allá en la llanura castellana, justamente en el Castillo de la Mota, en Medina del Campo, agonizaba la reina Isabel y consciente de su gravedad, manda llamar al escribano real para confiarle sus últimas disposiciones.

Usando un tono lento y muy sentido, propio del dramatismo del momento, la Reina pide, o más bien ordena en su testamento, que sus herederos le den alta prioridad a que los pueblos recién descubiertos se conviertan a ..nuestra sancta fe cathólica y que se ocupen de embiar a las dichas yslas e tierra firme prelados y religiosos e clérigos y otras personas doctas e temerosas de Dios, para instruir los vecinos e moradores dellas en la fe Chatólica...[1]

Pero además con toda firmeza, le encarga al rey Fernando su marido, y a su hija y al marido de la hija, que cumplan esta disposición con especial cuidado, tanto así que la consideren ...su principal fin.[2]Un mandato de esta naturaleza emitido minutos antes de morir, por una soberana de la envergadura de Isabel la Católica, tuvo efectos espectaculares.

De entrada, esta cláusula del testamento de la reina pasó completa a la Recopilación de Leyes de Indias, al punto de que inspiró a toda la legislación indiana, le dio sentido, le dio identidad y, simultáneamente, un esquema profundamente idealista.[3]Pero además, fue tan fuerte el peso de este mandato, que rebasó el campo de la religiosidad, con lo que conmocionó a todo el nuevo continente.

Cabe recordar que el concepto de evangelizar en el siglo XVI tenía una acepción mucho más amplia que la que hoy tiene; en aquel entonces, evangelizar significaba un gran cúmulo de actividades y no solamente las religiosas propiamente dichas. El evangelizar de ese tiempo perseguía ciertamente llevar a los pueblos infieles, el conocimiento de la ...Sancta fe cathólica, pero además incluía también la transmisión de todo un acervo de elementos culturales.

Para ellos evangelizar era ...doctar a los indios de las buenas costumbres.., como lo dejó claramente especificado la reina,[4]lo que significaba inyectarles todo un conglomerado de valores nuevos en el campo de la ciencia, del arte, de la política, de la economía, del derecho, de la lingüística, del urbanismo e incluso hasta de la gastronomía. Eso es lo que era evangelizar para ellos.

No podemos olvidar que la Iglesia entró al mundo americano en el siglo XVI como maestra de la Fe; sí, pero al mismo tiempo, entró acompañada de todo el patrimonio de la cultura cristiano occidental, ese cúmulo de conocimientos que se habían adquirido y desarrollado en Europa a lo largo de un milenio. La Iglesia que llega a tierras mexicanas en el siglo XVI, traía consigo la síntesis de la cultura occidental y la traía especialmente para sembrarla aquí, en el Anáhuac, lo que logró hacer para sorpresa de la Historia, tan es así que un siglo después del desembarco de Cortés en Chalchicueyecan, la cruz se había plantado en un vasto territorio que iba desde la alta California hasta América central.

Un siglo después de la entrada de los primeros evangelizadores a Tenochtitlan, los conceptos que los indios habían tenido acerca de sí mismos, del mundo, de la vida y de la muerte, se habían transformado radicalmente; es decir, en un tiempo asombrosamente corto y en un territorio que abarcaba cerca de dos millones de kilómetros cuadrados, los frailes habían logrado desarrollar una nuevo proyecto cultural.

Y me atrevo a decir «proyecto cultural» porque la evangelización trajo consigo un conjunto de elementos nuevos, que al interactuar entre sí provocaron un cambio total en el teatro americano, y no sólo en lo que a su relación con Dios se refiere, sino a todo el universo indígena, de tal suerte que se transformó todo, hasta la naturaleza y aún el hombre, que a partir de entonces, ya nunca sería el mismo.

La religión prehispánica

Salta a la vista que una transformación de dicha magnitud, no sería fácil. La evangelización fue un proceso extremadamente complejo, de luces y de sombras, de triunfos, de fracasos, y de lágrimas; fue un proceso en el que sufrieron unos y sufrieron los otros, fue un proceso de desencuentros y de esfuerzos y de sacrificios.

Y fue así por muchos factores, entre otros porque en las tierras del México actual había todo un abanico de posibilidades étnicas y culturales, de lenguas diversas, de geografías contrastantes y de distintas devociones. Por ejemplo, al momento del contacto, la religión que operaba en Tenochtitlan, era una religión muy antigua, con una larga trayectoria, que venía por lo menos desde la época olmeca; pero a la vez era una religión muy dinámica, muy sincrética, con una gran capacidad de cambio, tan es así que se había ido modificando y acomodando de acuerdo a las diversas circunstancias geográficas, económicas y políticas del pueblo mexica.[5]

Sin ir más lejos, había una inmensa diferencia entre la forma de acercarse a Dios de un tenochca del siglo XVI, con la religiosidad de indios de otras comunidades. Un habitante de Tenochtitlan, la ciudad más grande del continente americano, vivía dentro de un ambiente plenamente urbano, rodeado de templos y de arte y de eventos religiosos; es decir, desde su nacimiento había estado expuesto a una infinidad de estímulos visuales y auditivos encaminados y diseñados especialmente para reforzar su religiosidad.

Mientras que un indio cuachichil, o un huamar, o un zacateca, de los que habitaban los territorios de la Mesa Central al norte del río Lerma, y del lago de Chapala, hacia Durango, que vivía dentro de alguna pequeña banda de cazadores recolectores, estaba concentrado en resolver sus problemas de la vida diaria; su intelecto completo se enfocaba al reto de sobrevivir en un entorno adverso, inhóspito, agreste, por lo que no tenía tiempo de pensar en problemas ontológicos.[6]

Por eso es que en las zonas del norte, lo que llamamos Aridamérica, la investigación arqueológica no ha encontrado representaciones de dioses ni restos que lleven a pensar en un culto organizado.[7]De manera que había marcadas diferencias entre las religiones prehispánicas. Por si fuera poco, dentro de Tenochtitlan había también diferentes matices devocionales; siendo como era una sociedad rígidamente estratificada, las distintas clases sociales tenían diferentes maneras de acercarse a Dios.[8]

Hasta abajo, en la base estaba la religiosidad popular, la de la gente sencilla, la del pueblo mexica, la de los macehuales, probablemente indiferentes a las especulaciones de los grandes pensadores. La gran masa del pueblo mexica manejaba pensamientos sencillos, un tanto cuanto ingenuos, sin presunciones, sin abstracciones refinadas; ellos, se arrimaban con sencillez a los dioses más cercanos, como los de la lluvia o los de la agricultura, que eran los que les podrían resolver sus problemas de alimentación, eso es lo que les interesaba.[9]

Pero junto al pueblo coexistía un grupo de avanzada, una verdadera elite de sabios que había alcanzado altos niveles de abstracción; ellos manejaban un pensamiento filosófico-religioso muy elaborado, enteramente abstracto, lleno de metáforas y de símbolos, con cuestionamientos ontológicos muy profundos, con grandes dudas sobre la vida después de la muerte, como se puede ver a través de la literatura náhuatl, en especial los Cantares Mexicanos.[10]

Y en añadidura a la religiosidad popular y al pensamiento de los sabios de avanzada, existía también lo que podríamos hoy llamar la “religión oficial”, muy ligada a las clases altas y al poder político; era la religión de la aristocracia, de los pilllis, de los dirigentes, de los grandes sacerdotes. Era una religión de estado, que promovía una fuerte diferenciación de clases, muy centrada en torno a la violencia, al sacrificio y a la guerra, por eso las clases altas se identificaban más con los dioses de la guerra o los del sol.[11]

Esta era una religión apoyada por el gobierno y promovida con toda la maquinaria estatal, por eso es que tanto la estructura educativa, como la pintura o la arquitectura o la escultura, todo giraba en torno a esta “religión oficial”.[12]Por lo que podemos hoy leer en las fuentes etnohistóricas y en la arqueología, se puede pensar que en la última fase de la historia mexica se había desarrollado un esquema religioso altamente politizado y muy militarista,

En otras palabras, parece que hacia finales del siglo XV y principios del XVI, el estado estaba manipulando la religión con fines políticos y económicos, lo que le había permitido despegar desde los niveles más ínfimos de pobreza hasta alcanzar la estructura imperialista que es la que encuentran los españoles al momento del contacto. Sin embargo, a pesar de esta manipulación, se supone que en la base del pensamiento indígena sí había una vida espiritual profunda, intensa, con un amplio sentido religioso.

A pesar de los fines imperialistas de la religión oficial mexica, parece ser que el pueblo sí tenía una fe sincera; una fe que le había servido perfectamente para explicarle sus dudas, para consolarlo en sus angustias, para calmar sus inquietudes vivenciales. Era una fe que les había mostrado el camino a seguir, que les había dado formación, que respondía a sus preguntas sobre el más allá.

Era una religión perfectamente aceptable y congruente con su cultura, aunque al europeo le pareciera pobre o incompleta, la verdad es que no lo era, no era ni pobre ni incompleta, sobretodo la que habían desarrollado los grandes pensadores que era una religión avanzada, con una concepción del universo muy complicada, con una deidad creadora de mayor categoría unida a un concepto del terror, y varios otros dioses de segundo nivel dedicados a distintas especialidades para resolver los problemas de la vida diaria.[13]

De manera que era una religión muy completa, bien estructurada y, sobretodo, avasalladora y muy absorbente. Desde que el niño nacía, quedaba inmerso en el mundo de lo divino, tanto en su vida diaria, como en sus eventos extraordinarios, sus triunfos y alegrías, estaban fuertemente mediatizados por la religión.

Los tenochca vivían un mundo casi totalmente sagrado. Eran piadosísimos, se habla de fuertes bloques de oración diaria, de procesiones, de ofrendas y de sacrificios personales, que incluían hasta los niños recién nacidos, a quienes les sacaban sangre de las orejas para ofrecer a la divinidad.[14]Sabemos que el auto-sacrificio y la mortificación fueron una constante en la vida diaria del México Antiguo; cuenta Sahagún que cada una de las casas de la capital tenía un adoratorio, en donde rezaban diario y que lo primero que hacía un tenochca al levantarse era barrer, como acto de devoción, antes de incensar las imágenes, a lo que llamaban tlachpanaliztli y en la noche, antes de dormir, lo mismo.[15]Fray Bartolomé de las Casas, por su parte, decía impresionado que era grandísima su devoción..., y que eran gentes religiosísimas.[16]

De suerte que tanto para los sabios de avanzada como para la gente sencilla del pueblo, la religión parece haber sido fundamental. Ellos creían que todo lo existente en la tierra formaba parte de un gran universo sagrado, de manera que la fe tenía una presencia inmensa, universal; estaba relacionada con todo, por ejemplo, con la política; ya desde que llegan los primeros grupos mexica (aztecas) a la Cuenca de México en el siglo XIV, venían organizados dentro de un sistema teocrático, es decir, el gobierno estaba en manos de los sacerdotes, y todas las decisiones se tomaban en función de sus dioses.

Y aunque más adelante, con su asentamiento en Tenochtitlan, este modelo se va a ir reestructurando, sobre todo a partir de Itzcóatl, la verdad es que siempre conservaron vínculos religiosos muy fuertes. Pero también, la religión estaba íntimamente relacionada con la ciencia; la astronomía o los cálculos del tiempo, tan vitales para la economía agrícola de entonces, la medicina, la herbolaria, la farmacopea; todo se hacía en función de la religión.

Mientras que el arte mesoamericano, como es del todo conocido, fue eminentemente religioso; es más, no hubo arte civil en aquel entonces; simplemente no lo producían. La escultura, la pintura y por supuesto, su majestuosa arquitectura fueron diseñadas precisamente para reconfirmar su concepción del universo

El Templo Mayor

Un ejemplo muy ilustrativo de ello sería el Templo Mayor de Tenochtitlan, el tlacoteculocalco, como se le llamaba entonces. Éste era el lugar designado especialmente por los urbanistas indígenas para que los hombres pudiera dirigirse a los dioses; para que los honraran y les plantearan sus cuestionamientos, para que les hablaran confiaran sus angustias más íntimas, sus aflicciones más profundas.

El tlacoteculocalco era un sitio que había sido especialmente concebido por los arquitectos indígenas para poder lograr esa intensa y difícil vivencia que inclina a los hombres a comunicarse con Dios; por eso, dentro de los conceptos urbanísticos de los mexica, fue siempre el lugar de mayor relevancia, el punto de más categoría, el más lujoso. Todos los cronistas de la conquista coinciden en su admiración por el conjunto arquitectónico que estuvo en el actual Zócalo: el Templo Mayor. Cortés por ejemplo, dice que era enorme, él calcula que adentro cabría una villa entera de 500 vecinos.[17]Sahagún, por su parte, describe minuciosamente sus 78 edificios, entre los que predominaban los templos.

Sólo la pirámide central debe haber sido imponente, tendría una superficie de 8,000 M2, casi una hectárea de construcción sólida, totalmente cubierta de estuco de piso a techo y pintada de distintos colores.[18]En la parte alta había una capilla, que era el punto más sagrado de todo el edificio ya que servía para alojar las imágenes de los dioses tutelares, Huitzilopochtli y Tlaloc.[19]

Las fiestas

Una de las principales funciones del templo mayor era la de hacer allí los impresionantes festejos religiosos. Hay que recordar que dentro de la cultura mexica las fiestas eran acontecimientos de gran trascendencia, cargadas de simbolismos, que servían precisamente para reafirmar en la mentalidad tenochca el sentido religioso, de manera que tenían un peso tremendo; tan es así que tenían un sacerdote, el epcoacuacuiltzin, especialmente designado para que se encargara de llevar a cabo con toda precisión las celebraciones que marcaba el calendario;[20]por eso, al momento de la llegada de los españoles encontraron una verdadera sistematización de los festejos religiosos.

Las celebraciones importantes se organizaban con gran cuidado, con una coreografía diseñada ex profeso, con una escenografía muy bien pensada; muchas veces se hacían en la noche iluminada por cantidades de antorchas y enormes fuegos.[21]Otras veces se hacían poco antes del amanecer, lo que en la latitud de Tenochtitlan, rodeada de volcanes debe haber provocado un efecto espectacular; lo cierto es que eran representaciones verdaderamente dramáticas, de una gran intensidad visual, en las que participaban enormes masas de gente.

Pero además operaba un calendario litúrgico atareadísimo; Sahagún dedica todo el Libro Segundo de su «Historia General» a describir las 38 fiestas importantes que había en el año;[22]estamos hablando de tres fiestas cada mes, algunas de las cuales se prolongaban varios días, durante los cuales había procesiones, ofrendas; se bailaba, se comía y se bebía fuerte.[23]

Por eso es que les costaban tanto, invertían mucho en sus fiestas, y es que aparte del tema piadoso, las fiestas llevaban también una intención preconcebida de manejo de las mentalidades, con intereses políticos y diplomáticos.[24]El grueso del pueblo se acomodaba en las enormes plazas, y no solo en calidad de espectadores sino como participantes activos; niños y ancianos, hombres y mujeres todos bailaban al ritmo de los teponaxtles, de los huehuétls, al son de los caracoles, y de las chirimías.[25]

Conforme se iba desarrollando la fiesta, con el apoyo de los elementos visuales, de la escenografía, con el colorido de las danzas, con la intensidad de la música, y por supuesto con la ayuda de estimulantes como el pulque o el peyote, se iba generando una efervescencia que al ir «in crescendo», llegaba a provocar una euforia colectiva de niveles altísimos; sobre todo al momento del sacrificio, que era la coronación de toda la liturgia.

El sacrificio ritual

Como es bien conocido, el sacrificio ritual ha estado presente en todas las religiones pero, del sacrificio humano se supone que se practicaba solo entre algunos pueblos de cultivadores y en cantidades muy pequeñas.[26]Se piensa que solamente los mexica y algunos otros pueblos mesoamericanos, como los tlaxcaltecas y los huejotzincas, sacrificaban hombres en grandes cantidades y con tanta frecuencia.[27]La intención era obtener sangre fresca para complacer a la divinidad, lo que se hacía mediante distintas técnicas.

Por ejemplo la que Yólotl González ha llamado "el despeñamiento", que consistía en aventar al individuo desde unos andamios construidos «ex-profeso», apoyados sobre las fachadas de los templos y que deben haber estado a una altura tal que permitiera una caída lo suficientemente brusca como para ser mortal. Inmediatamente se acercaban al cadáver algunos ayudantes de sacerdotes, con la intención de decapitarlo cuanto antes para conseguir la sangre y ofrecerla a los dioses.[28]

Otro consistía en quemar vivo al individuo, un rito asociado con el fuego que se hacía en julio para celebrar la fiesta de Xocotl metzi; consistía en colocar a la víctima dentro de una gran hoguera y cuando estaba a punto de morir, ya agonizando, lo sacaban para rescatar el corazón;[29]este tipo de sacrificio era usado por los tepanecas de Azcapotzalco, al poniente del Valle de México. Pero sin duda alguna, el rey de todos los sacrificios fue el tlacamictiliztli, es decir, la muerte provocada deliberadamente al remover súbitamente el corazón de la víctima.[30]

El tlacamictiliztli cerraba con broche de oro los festejos importantes y se desarrollaba de la manera siguiente: Los señores se encargaban de llevar personalmente a sus cautivos a la parte superior del templo, donde lo entregaban a un equipo de especialistas presididos por un sacerdote de alto rango que era quien lo había de matar. Cabe recordar que los oficiantes eran sacerdotes de gran alcurnia, verdaderos profesionales de la muerte ritual, bien pagados, muy reconocidos socialmente y sobretodo muy bien preparados para su tarea.

Parte de los preparativos incluían el pintarse todo el cuerpo con una crema llamada teotlaqualli (alimento divino), que preparaban especialmente para usarse en dichas ceremonias; el teotlaqualli se hacía quemando arañas, alacranes, víboras y toda clase de insectos ponzoñosos, que recogían ex profeso para fabricar dicha crema. Ésta, junto con otros elementos del ritual, les servía para ...perder todo temor y cobrar gran ánimo... es decir, les ayudaba a alcanzar un estado psicológico lo suficientemente adecuado como para poder tomar parte en la dramática ceremonia.[31]

Los sacerdotes se encargaban de colocar a la víctima sobre el techcatl, que era una piedra como de tres palmos[32]de alto y dos de ancho, diseñada especialmente para esta operación; una vez que el cautivo tenía el pecho completamente tenso, el sacerdote oficiante le...dába [le] con ambas manos, con [un cuchillo] por los pechos...[33]y por el agujero que hacía, le metía la mano y le arrancaba el corazón completo, tal vez todavía palpitante, chorreando de sangre; en ese momento lo alzaba para ofrecerlo al sol, y luego lo depositaba en el quauhxicalli (vasija del águila)…Ya sin corazón, echaban el cuerpo a rodar por la escalinata del templo hasta llegar abajo, donde lo recibían los quaquacuiltin jóvenes encargados de desollarlo y descuartizarlo para repartirse la carne; posteriormente se rifaban la piel y se la ponían encima, a manera de trofeo.[34]

Se acostumbraba ir matando uno por uno, y entre cada sacrificio había pausas de descanso durante las cuales tocaban música sacra para acabar finalmente con un gran banquete. Esto sucedía hace quinientos años, tanto en el tlacoteculocalco como en los otros 15 degolladeros que había en la capital. Hasta donde sabemos hoy, ningún otro pueblo en la historia de la humanidad le ha dado tanta importancia a los sacrificios humanos, y ningún otro pueblo lo ha practicado en tan grandes cantidades como la sociedad mexica de finales del siglo XV y principio del XVI.[35]

En esa época, el sacrificio se institucionalizó y aumentó sensiblemente, sobre todo tras la consolidación del estado mexica, con el triunfo sobre Azcapotzalco y más aún desde la toma de posesión de Ahuítzotl. A partir de entonces, dentro de la mística indígena, la violencia adquirió una dimensión especial, alentada por un trasfondo político y económico muy evidente. Si en un principio el sacrificio giraba en torno al ámbito de lo religioso, posteriormente las necesidades de un estado dinámico en expansión retoman ciertos valores religiosos, para manipularlos con fines extra religiosos.

De suerte que, los sacrificios en masa se desarrollan dentro del juego de poder que se da en el altiplano en el siglo XV, y en gran parte, por el intenso mensaje que proyectaban; un mensaje encaminado a reforzar el imperialismo tenochca; solo así se comprende la importancia del sacrificio, que los estimuló y los alentó y los movió hasta alcanzar los estratos de grandeza política a los que llegaron.

La evangelización: El gran cambio del siglo XVI

Las dificultades del comienzo

Como es evidente, insertar en ese escenario las propuestas del cristianismo era casi un imposible. México cae el 13 de agosto de 1521, un martes en la tarde para más datos; es entonces cuando los españoles detienen a Cuauhtémoc y los aztecas entregan la ciudad, con la consecuente pérdida del poder político para siempre; pero en añadidura a la pérdida del poder político, que ya era muy grave, el pueblo tenochca se va a ver obligado a enfrentar el golpe que significaba abandonar sus antiguas creencias, las cuales habían cuidado tanto y por tantos siglos, en las que habían pensado tan detalladamente, en las que tanto habían invertido, en términos espirituales y materiales.

De entrada, se les obliga a dejar el panteón mesoamericano lo que implicaba un cambio radical en sus conceptos divinos, porque de una nómina de casi 150 dioses se van a concentrar en uno solo;[36]pero además les dibujan un Dios de corte muy diferente a los que ellos conocían, porque Éste no era un Dios de terror, al contrario. El Dios del cristianismo tenía una personalidad misericordiosa, paciente, comprensiva, de manera que el terror que ellos habían estado acostumbrados a manejar, con resultados muy productivos, desaparece de un plumazo. Dentro de este esquema, les obligan a dejar los sacrificios humanos y la consecuente antropofagia, que habían tenido una presencia tan intensa en el escenario indígena.

Derivado de ello, les exigen abandonar su calendario ritual que había sido importantísimo para ellos; era uno de sus grandes logros intelectuales. El calendario era un acomodo del tiempo que habían usado sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos, era una disciplina que le había dado orden a sus vidas, armonía, sentido, todo lo cual desaparece de un día para otro; es decir, con la evangelización se dislocó la antigua organización indígena, y esto ciertamente los desorientó.

Pero además, la nueva religión va a repercutir en ciertos campos de su vida íntima, de su vida diaria y eso si les va a costar mucho trabajo. Por ejemplo, el nuevo esquema matrimonial exigía la unión de un solo hombre con una sola mujer y para siempre; la introducción del matrimonio cristiano fue uno de los grandes temas de la evangelización que los indios rechazaron, porque alteraba la composición tradicional de la familia indígena y ello los contrarió, no lo aceptaron.[37]

Salta a la vista que la confluencia de todas estas pérdidas, interactuando de manera simultánea, provocó un desplome severo en la moral indígena; sobretodo tomando en cuenta esa visión sobrevalorada que tenían de sí mismos al considerarse como el pueblo elegido de los dioses; es obvio que con una mentalidad tan envanecida, el trauma de la conquista tiene que haber sido especialmente demoledor. Es decir, a raíz de la conquista, ellos sufren un golpe psicológico muy severo, un verdadero traumatismo para la psique colectiva del pueblo tenochca, lo que seguramente causó lesiones emocionales de gran envergadura. Es difícil manejar perdidas tan severas como las que ellos sufrieron; se llegó a poner en jaque la existencia misma de los mexicas.

En esas circunstancias deben haber caído en una especie de desamparo psicológico, en una soledad moral muy estresante, porque todas sus referencias personales se perdieron, quedaron en una verdadera orfandad anímica. Por eso decían que estaban en «nepantla», es decir, “en el medio”, porque se sentían entre dos situaciones, entre una religión que ya no podían practicar y otra que aún no entendían.

Ante esto, se nos obliga preguntar ¿Cómo es que es un estado tan sólido, tan bien dibujado, tan entero se abrió a las nuevas propuestas del cristianismo? ¿Cómo es que se logró convertir a un pueblo conocido por su extraordinaria fortaleza devocional, por su estructura de piedad, como se logró cambiar el rumbo a gente tan devota, tan compenetrada psicológicamente con su religión?

El personal misionero

Para mayor asombro, el peso de toda esta magna empresa evangelizadora descansó sobre los hombros de un pequeño grupo de intrépidos personajes: los misioneros, un puñado de heroicos individuos que con singular idealismo, con verdadera sinceridad de corazón, se entregaron a la tarea de evangelizar estas tierras.

Hay que recordar que los frailes de la primera etapa eran la crema y nata de las órdenes religiosas de España; ellos pertenecían a las órdenes mendicantes que se habían reorganizado durante el final de la Edad Media, dándole enorme importancia a la pobreza, por eso se llamaban mendicantes, porque vivían de mendigar.

Los primeros que vinieron pertenecían a la Orden franciscana; eran gente muy sincera y muy entregada a Dios, con un gran idealismo, y un profundo sentido de la caridad. Esta Orden se había dedicado a atender a los grupos marginales de España, entre los que se contaban los campesinos musulmanes y la gente miserable de la recién conquistada Granada, lo que les había dado un entrenamiento muy bueno para su labor en México.

Los primeros doce, autorizados por el general de su Orden, Fray Francisco de los Ángeles, se embarcan en San Lúcar de Barrameda el martes 25 de enero de 1524, llegan a la Gomera el 4 de febrero, pasan por Puerto Rico el 3 de marzo, para desembarcar después de cuatro meses de travesía en San Juan de Ulúa el 23 de mayo. Desde Veracruz, emprenden el viaje a pie, como siempre acostumbraban y cargando sus poquísimas pertenencias; con la intención de llegar a la ciudad de México, se enfilan al noroeste, pasan por Tlaxcala donde se detienen algunos días; estando allí, les toca un día de tianguis, donde causan una gran impresión por su extrema humildad, tan diferente al perfil clásico de los conquistadores.

Pero al mismo tiempo, allí en Tlaxcala, los frailes empiezan a tener una idea de la dimensión del nuevo mundo al que se estaban enfrentando; es en Tlaxcala en donde oyen por vez primera el término «Motolinía», indicando su extrema pobreza, a raíz de lo cual Fray Toribio de Benavente decide tomar ese nombre para toda su vida. Para el 23 de junio un mes después del desembarco, hacen su entrada a México. La mayoría de ellos nunca volverá a ver su patria.

Ese día Cortés les prepara un magnífico recibimiento; él personalmente se presenta a caballo rodeado de toda la hueste española, invita también a Cuauhtémoc, el derrotado emperador de México y a varios miembros de la alta nobleza mexica. Y una vez reunido todo este comité de recepción, caminan juntos hasta las goteras de la ciudad para esperar a los misioneros; cuando llegan, Cortés se baja del caballo, se hinca sobre el piso y besa la punta del hábito de Fray Martín de Valencia, en un acto de enorme aprecio, lo que impresiona profundamente a los indios.

Días después, los misioneros empiezan a reconocer el escenario para tener una idea de lo que va a ser su campo de acción y poder trazar una estrategia de trabajo. En México se queda Fray Martín de Valencia con cuatro frailes, es decir, solo cinco sacerdotes para atender a la capital más poblada del continente americano. A Texcoco, una ciudad de 60 mil habitantes, se le asignan cuatro frailes. En el área de Tlaxcala, con sus cuatro cabeceras y una población estimada en los 200,000 habitantes y Huejotzingo de 80,000 habitantes, se quedan solamente cuatro frailes.

Estos 12 heroicos personajes, orgullo de la Iglesia, tuvieron que desplegar un talento enorme, tuvieron que conducirse con un gran tacto, con una finísima sensibilidad. La dimensión de la tarea que tenían enfrente los obligó a echar mano de todos los resortes psicológicos, de todos los recursos pedagógicos que se conocían, y además inventar otros nuevos que sirvieran para esta realidad. Tuvieron que diseñar una metodología extremadamente inteligente para poder presentar ante las añejas culturas de los indios, las propuestas del cristianismo.[38]Y lo hicieron...

Y en ese proceso se entregaron a los indios; fue una entrega mutua, sincera; cuando muere Fray Pedro de Gante, la ciudad entera se pone a llorar, la República de Indios se viste de luto. Y es que él, a su vez, había dejado su vida aquí, México lo cautivó; aquí eligió vivir, al lado de los indios, aquí quiso morir. Lo mismo pasa con Fray Martín de Valencia que muere en Chalco, o Motolinía en México.

Por no hablar del señor Zumárraga; antes de venir a México el había sido el guardián del Monasterio de Abrejo cerca de Valladolid, a donde llega Carlos V en 1527 a pasar la Semana Santa, lo que provocó un acercamiento entre los dos, tal vez una simpatía, al punto de que el emperador le ofrece el cargo de Arzobispo de México. Ante la solicitud del emperador, fray Juan acepta dejar su guardianía para venirse a evangelizar. Cabe recordar que él era un hombre austero, caritativo, profundamente imbuido del franciscanismo observante; pero también cultísimo, un infatigable lector; en México logra avances importantes que repercuten hasta el día de hoy; él introduce la imprenta, primera en América, funda la universidad, los primeros colegios, el hospital de las bubas y sobretodo, intenta conciliar el momento tan crítico del arranque colonial.

Otro ilustre personaje que llegó en la primera etapa fue fray Juan de Tecto (Johann Dekkers) muy destacado en Europa, guardián del convento franciscano de Gante; era confesor de Carlos V, gran teólogo, cultísimo, durante catorce años había dictado la cátedra de teología en la Universidad de París, lo que indica su erudición; y con idealismo y sentido apostólico, renuncia a su alto cargo en Gante, a sus actividades académicas, a su patria y a su familia y se va en pos de la evangelización; aquí muere en la expedición a las Hibueras, de hambre, ...arrimándose a un árbol de pura flaqueza....[39]

Otro misionero brillantísimo fue Fray Andrés de Olmos, el gran lingüista, políglota excelente de quien dice Mendieta que predicaba en diez lenguas indígenas diferentes; a sus 85 años de edad “cumplidos”, completamente agobiado por las enfermedades tropicales y soportando un absceso supurante sumamente grave, que según cuentan despedía un olor insoportable, parte en 1568 a la Sierra de Tamaulipas a tratar de calmar a los chichimecas, que estaban levantados; allí se queda con ellos durante algunos días predicándoles con especial dramatismo, como presintiendo que esa sería su última prédica.[40]

Y, una vez resuelto el problema, en un estado de agotamiento muy severo, se regresa a Tampico; Mendieta cuenta que el absceso que le torturaba, al reventar, aceleró su muerte y que después de haber repartido sus pobres pertenencias personales, un rosario, un cilicio y unas disciplinas; fallece el 8 de octubre de 1568, recitando el credo...[41]No hay palabras suficientes para recordar la grandeza de estos señores.

Sin embargo, a pesar de la enorme calidad del personal misionero, las dificultades abundaron; de entrada, un puñado de misioneros frente a grandes masas de población, en un territorio amplio y accidentado presentaba dificultades insolubles. Hay estimaciones que indican la presencia de veinte millones de indios viviendo en el altiplano mexicano al momento del contacto,[42]mientras que las cifras acerca del contingente misionero que trabajó en México a lo largo del siglo XVI calculan un total de 380 franciscanos, 210 dominicos y 87 agustinos.[43]

Las fallas y los sufrimientos

Pero además de la extrema pequeñez del grupo, los misioneros tenían que transmitir conceptos abstractos a hablantes de lenguas enteramente ajenas que carecían de los vocablos correspondientes. Por si fuera poco no había una sola lengua; eran tal vez una docena de lenguas distintas (solo en el centro del país), lo que no los arredró, al contrario, las aprendieron y las dominaron; allí están los diccionarios y gramáticas y artes que escribieron los padres antropólogos del siglo XVI; tan es así que su aporte en el campo de la lingüística no tiene parangón.

Por si fuera poco, aparte de las dificultades metodológicas, hubo también fallas humanas, errores, enfrentamientos al interior de las órdenes, momentos de frustración y de desánimo, lo que se deja traslucir por ejemplo en la obra de Sahagún. La cosa es que durante la evangelización se sufrió; sufrieron los indios por la pérdida de su cultura, pero también los frailes por muchas otras razones, empezando con el entorno que muchas veces fue agreste y peligroso.

Por ejemplo, la zona de la Huasteca, que como relata una crónica, en aquel entonces era una zona “de montañas ásperas, llenas de fieras, tigres, lobos, gatos cervales, animales ponzoñosos, escorpiones y unas culebras que llaman Nahuiyaques que quiere decir de cuatro narices, que se dejan caer de los árboles, y es mortal su ponzoña, y otras voladoras de cinco y seis varas;… los mosquitos cubren el sol, y son ponzoñosos, donde quiera que pican sale materia, y dejan la señal, la sombra de los árboles no sirve, porque todos están de garrapatas cuajados, y cualquiera que se llega por debajo de ellos, se llena de ellas. El alimento es de tortilla de maíz, que la harina de trigo solamente se lleva para hostias, y es necesario cuidarla, porque a poco tiempo con la humedad se pasa, y no sirve, cómese vaca salada, y con el calor las más veces se llena de gusanos...[44]

Sufrieron también los misioneros por las condiciones de extrema pobreza que tenían que soportar, como el padre aquel que vivía ...en jacal ajeno porque el suyo [estaba] indecente e [igual de indecente estaba el jacal en el que [tenía que celebrar] y esto ya en 1752, más de dos siglos después del inicio formal de la evangelización.[45]O aquel otro de quien decían que en...su vivienda e iglesia de jacal no había agua ni esperanza... [de sacarla], pero además el padre vivía en condiciones tan precarias que ...en tres meses [solamente le habían dado ] tres hanegas de maíz... para subsistir.[46]

Pero aparte de la pobreza, sufrieron también por la resistencia de los indios, que fue tenaz y prolongada y que tuvo muchos matices: unos doctos, analíticos, de carácter intelectual, como cuando los tlamatimine tenochcas se reúnen con los franciscanos en los famosos Coloquios de 1524; allí, después de haber oído y analizado las propuestas de los frailes, los indios contestan: Basta aver perdido, basta que nos an tomado la potencia y juridición real; en lo que toca a nuestros dioses antes moriremos que dexar su servicio y adoración. Esta es nuestra determinación.[47]

Allí está el documento en el Archivo Secreto Vaticano. Y lo mismo les diría después de siglo y medio de resistencia en la lacandonia (Chiapas) el famoso Cabnal, supremo cacique de Sac-Bahlán: ...No quiero ser cristiano, ni que mi gente lo sea...[48]Cabe recordar que en añadidura a este tipo de rechazos hubo otros más violentos, como las múltiples amenazas sufridas por los sacerdotes, entre las que se cuenta aquella en la que los indios, después de haber matado a seis hombres y malherido otros tantos, le enviaron al padre, en señal de amenaza...una zarta de orejas y una cabeza de gente...,[49]por no hablar de las profanaciones y alzamientos y muertes y continuas quemazones de iglesias que hacían los indios alarbes de Guadalcázar, entre San Luís Potosí y Tamaulipas.[50]

Por no hablar de los mártires de la evangelización, que los hubo a todo lo largo de la Nueva España. Hubo sacerdotes que morían predicando, como fray Domingo de Vico, experto misionero que había trabajado varios años en Chiapas, dominaba las lenguas mayences y con grandes trabajos había logrado lo que no habían podido hacer los conquistadores: fundar, en territorio Suchiapa, un pueblo al que le había puesto San Marcos.

Sin embargo tres años más tarde, en 1555 siendo ya prior del convento de Cobá, le informan que los indios se habían alzado y que habían matado a dos de los misioneros, por lo que él decide ir a San Marcos a resolver el problema. Cuenta la fuente que estando la iglesia rodeada de indios en actitud de guerra, el padre Domingo, sin ningún temor, salió a tratar de conciliar con ellos, a lo que le respondieron con una intensa lluvia de flechas...una de ellas acertó a clavársele en la nuez de la garganta y en sintiendo la herida, dio una voz muy grande, diciendo Jesús. Y expiró...[51]

Y en la zona noroccidental de México lo mismo; allí están todos los mártires jesuitas que, evangelizando, murieron a golpes o a hachazos o flechados a manos de los tepehuanes.[52]No fue fácil convertir a México; el proceso de evangelización costó lágrimas, sangre y vidas de los indios y de los misioneros.

Sin embargo, un siglo después de que los primeros evangelizadores entraran a México en 1524, una importante parte de los indios de estas tierras se había convertido; eran cristianos, con todo y las carencias o los logros o las crisis o los triunfos que se hayan sufrido en ese inmenso y extremadamente difícil proceso de inculturación. El esfuerzo fue extraordinario, de gran mérito, llevado a cabo por hombres de un valor admirable, que supieron afrontar las circunstancias y que comprendieron su compromiso maravillosamente.

A ellos, a los padres franciscanos de la Provincia del Santo Evangelio, a los dominicos de la Provincia de Santiago Apóstol, a los padres agustinos de la Provincia del Dulce Nombre de Jesús, a los padres de la Compañía de Jesús y a todos lo que fueron llegando después, México les debe un reconocimiento.

Notas

  1. Constantino Bayle, S.I., España en Indias, Barcelona, Ediciones Jerarquía, 1936, 2ª. Edición, p. 398.
  2. Idem., p. 399.
  3. Alberto Sarmiento Donate, Selección, estudio introductorio y notas: De las Leyes de Indias (Antología de la Recopilación de 1681), México, Secretaría de Educación Pública, 1988, p. 46-47.
  4. Bayle, op. cit., p. 399.
  5. Rafael Tena, La religión mexica, México Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1993, p. 17-18.
  6. Alfonso Caso "Instituciones indígenas precortesianas", en; La política indigenista en México, Métodos y resultados, Alfonso Caso, Silvio Zavala, José Miranda y Moisés González Navarro, México INI, SEP, -segunda edición, 1973, p. 16.
  7. Idem.
  8. Mucho se ha escrito sobre la estructura social del México Antiguo, por ejemplo el capítulo de Pedro Carrasco "Cultura y sociedad en el México Antiguo. La estratificación social" incluido en la Historia General de México, Versión 200 de El Colegio de México plantea el tema con erudición. El mismo autor con Johana Broda editó la obra La estratificación social en la Mesoamérica prehispánica, editada en México por el INAH en 1982, es ilustrativa e incluye una bibliografía muy completa.
  9. Tena,, 'op. cit., p. 66.
  10. Miguel León Portilla, La Filosofía Náhuatl, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 8ª Edición, 1997, p. 214-215.
  11. Tena, loc. cit.
  12. Idem., p. 18.
  13. Carlos Bosch García, "Reflexiones sobre Historia de América", en: Estudios históricos americanos, Homenaje a Silvio Zavala, México, -El -Colegio de México, 1953, p. 50.
  14. Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Editorial Porrúa, 1979, Libro II, Apéndice IV, p. 171, párrafo 3.
  15. Sahagún, , op. cit., Libro II, Apéndice I, 22, p. 167.
  16. Fray Bartolomé de las Casas, Los indios de México y Nueva España, Antología, Apartado Cuarto, "El Culto", Capítulo XXXIV, Edición prólogo, apéndices y notas de Edmundo O'Gorman, México, Editorial Porrua, 1979, p. 113-1141.
  17. Hernán Cortés, "Segunda carta de relación, 1520", en: Cartas de relación, México, Editorial Porrúa, 1981, p. 64.
  18. Ignacio Marquina, El Templo Mayor de México, México, INAH, 1960.
  19. Hernándo Alvarado Tezozomoc, Códice Ramírez, Capítulo I, pp. 98-103, México, Editorial Porrúa, tercera edición, 1980.
  20. Sahagún,op. cit., Lib. II, Ap. IV, p. 168, 169.
  21. Idem.
  22. Idem,, pp. 73 a 183.
  23. Idem.,p. 170.
  24. Johana Broda, "Relaciones políticas ritualizadas: El ritual como expresión de una ideología", en: Pedro Carrasco, Johana Broda Editores, Economía, política e ideología en el México prehispánico, México, Centro de Investigaciones Superiores del INAH, Editorial Nueva Imagen, 1980, pp. 221-253.
  25. Sahagún, op. cit., p. 167-171.
  26. Yolotl González Torres, El sacrificio humano entre los mexicas, México, I.N.A.H, F.C.E., 1988, p. 60.
  27. Idem., p. 301.
  28. Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e islas de la tierra firme, México, Editorial Porrúa, 1984, Tomo I, Cap. XV, párrafo 19, p. 147.
  29. Durán, op. cit., Tomo II, Cap. XVI, párrafo 54, p. 143.
  30. Abundan las ilustraciones y los comentarios de los cronistas acerca del principal sacrificio practicado en Mesoamérica, basta señalar tres ejemplos gráficos de ello: Códice Laud, lámina XVII; Códice Florentino, Tomo II, lámina XVI; Códice Dresden, lámina 3..
  31. Durán, op. cit., Tomo I, Cap.V, p. 51, párrafo 24-26.
  32. El palmo era una antigua unidad de longitud antropométrica: la medida entre el extremo del dedo pulgar y el extremo del meñique con la mano extendida.
  33. Sahagún, o. Cit., Libro II, Cap. II, 1, p. 78.
  34. Idem.
  35. González Torres, op. cit.., p. 302.
  36. Tena, op. cit., pp. 95-99.
  37. Pierre Ragon, "Evangelización, matrimonio cristiano y poder de los caciques en el Valle de México Siglo XVI", en: La Iglesia católica en México, Nelly Sigaut, Editora, México, El Colegio de Michoacán, Secretaría de Gobernación, Subsecretaría de Asuntos Jurídicos y Asociaciones Religiosas, Dirección General de Asuntos Religiosos, 1997, pp. 49-69.,
  38. Una de las mejores obras sobre el tema de la evangelización, sigue siendo hasta el día de hoy la de Robert Ricard La conquista espiritual de México, publicada por vez primera en 1947; en ella el doctor Ricard proporciona con gran detalle todo el proceso misional llevado a cabo en México durante el siglo XVI.
  39. Fray Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, México, Editorial Chávez Hayhoe, s/f, tomo IV, p. 52.
  40. Idem., p. 99.
  41. Idem.
  42. Cfr. En DHIAL “Población en el Nuevo Mundo; cálculos muy variados y discutidos”
  43. Ricard, op. cit., p. 86.
  44. Vetancourt, Fray Agustín de, Chronica de la Provincia del Santo Evangelio de México. Tratado tercero de las custodias de la provincia del Santo Evangelio, Teatro mexicano, Primera edición en México, en 1697 en la imprenta de María de Benavides, Viuda de Juan de Ribera, edición facsimilar, México, Porrúa, 1988, pp. 91-92.
  45. Carlos González Salas, La evangelización en Tamaulipas, México, UNAM, 1998. p. 397.
  46. Idem., p. 398.
  47. Los diálogos de 1524 según el texto de Fray Bernardino de Sahagún y sus colaboradores indígenas. Edición facsimilar del manuscrito original, paleografía, versión del náhuatl, estudio y notas de Miguel león Portilla, México, UNAM, Fundación de Investigaciones Sociales, A.C., 1986, p. 89.
  48. Jan de Vos, No queremos ser cristianos México, Dirección de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional Indigenista, 1991, p. 195. El autor se basa en fuentes manuscritas indígenas y españolas, como la "Relación en que se contiene lo ejecutado... en la reducción y conversión de indios infieles que habitan las montañas Verapaz, Huehuetenango y Chiapa... 1695... en: AGI, Escribanía de cámara, 339-B.
  49. González Salas, op. cit., p. 152.
  50. Idem., p. 157.
  51. Fray Antonio de Remesal, Historia general de las Indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, libro X, capítulos VI y VII, (primera edición: Madrid, 1619, última edición, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1966, tomo 189, pp. 291, 295, en: Jan de Voss, op. cit., p. 64.
  52. Atanasio G. Saravia, Los misioneros muertos en el norte de Nueva España, México, Ediciones Botas, Segunda Edición, 1943.

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ANA RITA VALERO DE GARCÍA LASCURÁIN