MÉXICO. Planes Políticos en los siglos XIX y XX

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Plan de la Profesa

En marzo de 1820 llegó a México la noticia de que, mediante un levantamiento armado, el coronel Rafael de Riego había obligado al Rey Fernando VII a jurar la Constitución de 1812. Esta noticia hizo ver nuevamente a varios personajes la conveniencia de independizar la Nueva España del gobierno de Madrid. Con esta finalidad, el canónigo Matías de Monteagudo presidió una serie de reuniones clandestinas que se realizaron en el templo de La Profesa, del cual Monteagudo era su capellán. Por su carácter secreto se desconocen con certeza los nombres de los participantes, aunque se presupone que participaron en ellas Manuel de la Bárcena, fray Mariano López de Bravo y Pimentel, Miguel Bataller, Juan José Espinosa de los Monteros, Antonio de Mier y Villagómez, José Bermúdez Zozaya, Juan Gómez de Navarrete y el obispo de Puebla Antonio Pérez Martínez y Robles.


“Tiénese por seguro, que las ideas de Iturbide se fijaron desde entonces en el establecimiento de una monarquía, con un príncipe europeo: que en esto estaba de acuerdo Monteagudo, y que éste fue el objeto del viaje que por ese tiempo hizo a Guadalajara uno de los europeos más ricos del comercio de México, aunque se dio por pretexto el atender a los intereses de los comerciantes de Manila, siendo el verdadero fin proponer el Plan a Cruz y ponerse de acuerdo con el obispo Cabañas. Dio mayor peso a tales ideas, la carta que se dijo haber recibido (el virrey) Apodaca del rey Fernando VII, en que le manifestaba la violencia que se le hacía y la intención en que estaba de evadirse de España y pasar a México, donde prometía encontrar vasallos más leales y obedientes.”[1]La supuesta carta fue fechada el 24 de diciembre de 1820 y se encuentra en el tercer tomo de México a través de los siglos, página 682. El arzobispo de Guadalajara Juan Ruiz de Cabañas y Crespo, quien también simpatizaba con la idea de la independencia no participó en las reuniones, pero Monteagudo lo mantenía al tanto.

A diferencia de la conspiración de Querétaro de 1810, la conspiración de La Profesa nunca fue descubierta. Considerado por sus autores como una acción inicial y provisoria, el Plan de la Profesa no fue puesto por escrito. Sin embargo, después de consumada la Independencia llegó a saberse que el Plan consistió básicamente de cuatro puntos: Independizarse del gobierno de Madrid; Reconocer a Fernando VII como Rey de la Nueva España; “evitar que se repitiesen las horrorosas escenas de la insurrección”[2]y que el Plan fuera ejecutado por militares, no por eclesiásticos. Por este último punto fue invitado a sumarse a la conspiración el coronel Agustín de Iturbide para que encabezase el movimiento.


Plan de Iguala

Basado en las indicaciones surgidas de La Profesa, Agustín de Iturbide redactó el Plan de la Independencia de México, el cual fue proclamado por el mismo Iturbide en la población de Iguala: “el día 24 de febrero (1821) publicó una proclama dirigida a los mexicanos, comprendiendo bajo este nombre no sólo a los nacidos en América, sino también a los europeos, africanos y asiáticos que en ella residían. En ella, sin acriminaciones odiosas, sin quejas infundadas o exageradas, fundó la necesidad de la independencia.”[3]


Los veinticuatro artículos del Plan[4]hablaban de tres puntos fundamentales: los referentes la conservación de la religión católica, apostólica, romana, sin tolerancia de otra alguna; los que señalaban la absoluta independencia de este reino, estableciéndose en él una monarquía moderada, con el título de Imperio Mejicano, llamado a ocupar el trono al rey Fernando VII, o a alguno de sus hermanos; y los referentes a la unión entre todos los habitantes que residían en la Nueva España, ya fuesen éstos europeos, africanos o americanos. El 24 de febrero del mismo año de 1821, el ejército de Iturbide, así como las tropas de Vicente Guerrero, juraron la Bandera de las Tres Garantías del Plan de Iguala, representadas en tres colores: el blanco para la religión; el verde para la independencia, y el rojo para la unión.


Iturbide solicitó a los padres del Oratorio de San Felipe Neri de la ciudad de Puebla, que reprodujeran el Plan de Iguala en la imprenta que tenían anexa al Templo de La Concordia en esa ciudad, lo cual realizaron de inmediato[5]así, antes de dirigirse a alguna provincia pudo enviar copias del Plan a los personajes importantes que en ella hubiera: obispos, alcaldes, médicos, abogados, etc. Lo anterior eliminó las prevenciones que había contra los insurgentes y le permitió conquistar las ciudades, una tras otra, sin tener que derramar sangre. El 24 de agosto de 1821, en la villa de Córdoba, Agustín de Iturbide y Don Juan O´donojú, último virrey de la Nueva España, firmaron los Tratados de Córdoba que ratificaban lo señalado en el Plan de Iguala. El 27 de septiembre Agustín de Iturbide al frente del Ejército Trigarante entraba a la ciudad de México, en cuya Catedral se cantó un Te Deum de acción de gracias por la consumación de la Independencia.


Plan de Casamata

Promulgado el 1° de febrero de 1823 por el Gral. Antonio López de Santana y firmado por el Gral. José Antonio Echávarri tenía la intención de reinstalar el congreso, el cual había disuelto por el Emperador Iturbide debido a la absoluta ineficacia que en el cumplimiento de su principal tarea que consistía en la redacción de la Constitución del Imperio Mejicano. Con el Plan de Casamata, los generales Santana y Echávarri declaraban nulo el Imperio y desconocían al emperador, a pesar de que en el décimo de sus once el Plan decía: “El ejército nunca atentará contra la persona del emperador, pues lo contempla decidido por la representación nacional”. Ante la disyuntiva de retener el poder mediante la fuerza, lo que destruiría la unidad de la nación o abdicar, Iturbide eligió esto último. Así el Plan de Casamata significó el cambio del sistema político del Estado mexicano que pasó de ser una monarquía a una república. Con el Plan de Casamata México entró en el periodo que “pudiera llamarse con propiedad la Historia de la revoluciones de Santa Anna.”[6]


Plan de Ayutla

En abril de 1853 Antonio López de Santa Anna tomó nuevamente posesión de Presidencia de la República y casi de inmediato retiró la calidad de “puerto de depósito” al puerto de Acapulco, donde el administrador de la Aduana, Ignacio Comonfort, protegía jugosas acciones de contrabando. “Cuando encargados y empleados del puerto y de otras aduanas protegidos de Álvarez (el gobernador del entonces Departamento de Guerrero Juan N. Álvarez) empezaron a ser removidos y sometidos a proceso, éste finalmente tomó las armas y encabezó la acción militar en los lugares que mejor conocía: Guerrero, Oaxaca y el sur del Estado de México.”[7]


Esa revolución, que contó con el decidido apoyo de los Estados Unidos a cambio de “promesas de concesiones mineras”[8], proclamó un Plan redactado por Ignacio Comonfort y Juan Álvarez y fue dado a conocer por el Coronel Florencio Villarreal en el pueblo de Ayutla, distrito de Ometepec, el 1° de marzo de 1854; dicho Plan sufrió algunas modificaciones hechas por Comonfort en Acapulco el día 11 del mismo mes y año. Con nueve considerandos y nueve artículos, el Plan de Ayala señalaba esencialmente: “Cesan en el ejercicio del poder público don Antonio López de Santa Anna y los demás funcionarios que, como él, hayan desmerecido la confianza de los pueblos, o se opusieran al presente plan.” (Art. 1°), “…El general en jefe de las fuerzas que lo sostengan, convocará a un representante por cada Estado y Territorio, para que reunidos en el lugar que estime conveniente, elijan al presidente interino de la República, y le sirvan de consejo durante el corto periodo de su encargo.” (Art.2°), “Todo el que se oponga al presente Plan, o que prestare auxilios directos a los poderes que en él se desconoce, será tratado como enemigo de la independencia nacional” (Art. 8°), y “Se invita a los Exmos. Señores generales don Nicolás Bravo, don Juan Álvarez y don Tomás Moreno, para que, puestos al frente de las fuerzas liberadoras que proclaman este plan, sostengan y lleven a efecto las reformas administrativas que en él se consignan, pudiendo hacerle las modificaciones que crean convenientes para el bien de la nación.” (Art. 9°)[9]


El Plan de Ayutla y la revolución por él convocada llevó al derrocamiento del general López de Santa Anna el 9 de agosto de 1855; en Cuernavaca se reunieron los representantes de los Estados nombrados por el general Juan Álvarez, quienes nombraron presidente interino a Juan Álvarez. El gobierno emanado de la revolución de Ayutla asumió casi de inmediato una radical política jacobina.


Plan de Tacubaya

El 12 de febrero de 1857 fue promulgada la Constitución redactada por los gobernantes radicales (los llamados “puros”) surgidos de la revolución de Ayutla, y el 1° de diciembre de ese año, Ignacio Comonfort tomó posesión de la Presidencia de la República. La Constitución, que debía ser jurada por todos los ciudadanos, fue rechazada por grandes sectores de la población: “Aún muchos liberales prefirieron renunciar a sus empleos y hundirse en la negra miseria antes de manchar su conciencia con jurar la Constitución, los cual, en un país como México, devorado por la empleomanía, es cosa que marca el súmmum de la indignación pública”[10]


El 17 de diciembre del mismo año, en el poblado de Tacubaya -que en ese entonces era periferia de la ciudad de México-, el Gral. Félix Zuloaga, compadre del Presidente y miembro prominente del Partido Conservador, se pronunció contra la Constitución pero no contra el gobierno, mediante un Plan estructurado en tres considerandos y seis artículos.


En los considerandos se decía: “Que la mayoría de los pueblos no ha quedado satisfecha con la Carta fundamental que le dieran sus mandatarios, porque ella no ha sabido hermanar el progreso con el orden y la libertad, y porque la oscuridad en muchas de sus disposiciones ha sido el germen de la guerra civil”. En los artículos se indicaba: Artículo 1. “Desde esta fecha cesará de regir en la República la Constitución de 1857”. Artículo 2. “Acatando al voto unánime de los pueblos, expresado en la libre elección que hicieron del Exmo. Sr. Presidente D. Ignacio Comonfort, para Presidente de la República, continuará encargado del mando Supremo con facultades omnímodas, para pacificar a la Nación, promover sus adelantos y progreso, y arreglar los diversos ramos de la Administración pública”. Al Plan de Tacubaya se adhirieron de inmediato un buen número de militares cercanos a Zuloaga y los estados de México, Puebla, San Luis Potosí, Chihuahua, Durango, Tabasco, Tlaxcala, Chiapas, Sonora, Oaxaca y Yucatán.


“Consciente de los obstáculos que ponía la Constitución al ejecutivo y al equilibrio de poderes, así como de la creciente oposición a las medidas que venían imponiéndose desde 1855, (Comonfort) propuso algunas reformas que no fueron aceptadas. Ante tal situación, y de acuerdo con notables liberales moderados, en diciembre de 1857 se adhirió al Plan de Tacubaya, proclamado por Félix Zuloaga, que desconocía la Constitución «por ser contraria a los usos y costumbres de la sociedad» y prometía convocar a un nuevo congreso para que redactara una nueva constitución.”[11]Pero Comonfort cambió nuevamente de opinión y decidió renunciar; pero antes de abandonar la Capital sacó de la cárcel a Benito Juárez, presidente de la Suprema Corte de Justicia, quien se proclamó Presidente y se refugió en Guanajuato. Cuando las fuerzas militares que apoyaban a Juárez fueron derrotadas en Salamanca y luego en Tlaquepaque, huyó del país por el puerto de Manzanillo para dirigirse a Nueva Orleans vía Panamá. Estaba dando inicio una sangrienta guerra civil, la «guerra de Reforma» que, con la abierta intervención de los buques de guerra de los Estados Unidos en Veracruz[12], en 1860 dio el triunfo a Benito Juárez y al Partido Liberal.


Plan de San Luis

A mediados de 1909, cuando el general Porfirio Díaz decidió reelegirse por octava ocasión y “por última vez” para el periodo 1910-1916, hizo su aparición el Partido Anti-Reeleccionista, conformado por no más de cincuenta personas, “algunos ya connotados en el medio político o intelectual, como José Vasconcelos, Filomeno Mata y Francisco Madero, heredero de una próspera familia de empresarios coahuilenses y autor del libro La sucesión presidencial de 1910 (…)Madero recorrió buena parte del país, realizando mítines y promoviendo la formación de clubes antirreeleccionistas. En abril del año siguiente (1910), los representantes de todos los clubes eligieron como candidato a la presidencia al propio Madero, y a la Vicepresidencia a Francisco Vázquez Gómez (…) el padre de Madero, don Evaristo, le advirtió que lo suyo era «el desafío de un microbio a un elefante».”[13]


Madero fue encarcelado en San Luis Potosí, pero “el Delegado Pontificio y Monseñor Montes de Oca, Obispo de San Luis Potosí, lograron que do Porfirio dejase libre a Madero bajo caución; pero éste huyó a San Antonio Texas.”[14]En esa ciudad norteamericana Francisco Madero redactó y proclamó su Plan de San Luis, llamado así porque arbitrariamente lo fechó en San Luis Potosí el 5 de octubre de 1910. El él declaraba nulas las elecciones presidenciales realizadas en julio de ese año y que daban el triunfo por abrumadora mayoría a Porfirio Díaz. El Plan de San Luis establecía el principio de no reelección, paradójicamente creado por Porfirio Díaz en su Plan de la Noria; y fijaba el día 20 de noviembre para que, a las 18 horas, en toda la República los ciudadanos tomaran las armas para luchar contra la dictadura de Porfirio Díaz. En su último punto señalaba que al triunfo del Plan se efectuarían elecciones extraordinarias. Aunque el 20 de noviembre de 1910 nadie tomó las armas, el 11 de abril de 1911 Ciudad Juárez cayó en poder de Madero. El 25 de mayo Porfirio Díaz presentó su renuncia y se exilió en Francia. Las elecciones extraordinarias se realizaron el 6 de noviembre del mismo año de 1911 y en ellas Francisco I. Madero obtuvo el 99% de los votos.


Plan de Guadalupe

Proclamado por Venustiano Carranza el 26 de marzo de 1913 en la hacienda de Guadalupe, situada al norte de Saltillo, Coahuila, y firmado por los revolucionarios carrancistas Jacinto B. Treviño, Lucio Blanco, Francisco Sánchez Herrera y Francisco J. Mújica, desconocía a Victoriano Huerta como Presidente de la República; a los poderes legislativo y judicial de la Federación y a los gobiernos de los Estados de la República que, en un plazo perentorio de treinta días siguieran reconociendo al gobierno de Victoriano Huerta quien guardando las forma legales había encabezado el golpe de estado contra el Presidente Madero.


En el Plan de Guadalupe, cuya esencia se puede resumir en un «quítate tú para que me ponga yo», Venustiano Carranza designaba a Venustiano Carranza como “Primer Jefe del Ejército Constitucionalista” (figura inexistente en el texto de la propia Constitución) y también lo nombraba “gobernador provisional” de aquellos estados que reconocieran al gobierno de Huerta, y que eran todos los de la República, con la excepción de Coahuila y Sonora. “En el drama carrancista…no había lugar sino una idea: derrocar a Huerta, y poner a Carranza en su lugar; y sólo había un actor principal: el mismo Carranza. El Plan de Guadalupe no dice una sola palabra acerca de fraccionar los grandes latifundios, ni de mejorar la suerte de los trabajadores, ni de procurar el mayor bienestar del pueblo en ningún sentido. En otras palabras, como Luis Lara Pardo dice, no había ninguna idea nueva, y sólo era un camino hasta el poder supremo. Carranza no sintió ningún escrúpulo de envolver a todo el pueblo mexicano en la más sangrienta guerra social del Hemisferio Occidental, simplemente por satisfacer su honda ambición personal.”[15]


Plan de Ayala

El 28 de noviembre de 1911, cuando Francisco I. Madero llevaba tan solo 22 días como Presidente de la República, en la Villa de Ayala, Estado de Morelos, Emiliano Zapata y varios de sus hombres firmaron y proclamaron el Plan de Ayala mediante el cual desconocían a Francisco I. Madero como Presidente de la República y llamaban a las armas para restituir a los campesinos la propiedad de las tierras que les habían sido arrebatadas por los “hacendados, científicos y caciques.” Fue la Reforma liberal del siglo XIX (la “Ley Lerdo”) la que, simultáneamente a la desamortización de los bienes eclesiásticos, suprimió los ejidos virreinales que protegían la propiedad comunal de los pueblos, dando con ello origen a enormes latifundios.


En el primero de sus quince artículos del Plan de Ayala, Emiliano Zapata, su hermano Eufemio, Otilio Montaño y los demás firmantes, acusaban a Madero de estar “violando los sagrados principios que juró defender bajo el lema de «Sufragio Efectivo, No reelección», ultrajando la fe, la causa, la justicia y las libertades del pueblo (…) Francisco I. Madero ha tratado de ocultar con la fuerza brutal de las bayonetas y de ahogar en sangre a los pueblos que le piden, solicitan o exigen el cumplimiento de sus promesas a la revolución llamándoles bandidos y rebeldes, condenando a una guerra de exterminio, sin conceder ni otorgar ninguna de las garantías que prescriben la razón, la justicia y la ley; teniendo en consideración que el Presidente de la República, señor Don. Francisco I. Madero, ha hecho del Sufragio Efectivo una sangrienta burla al pueblo ya imponiendo contra la voluntad del mismo pueblo en la Vicepresidencia de la República al Lic. José María Pino Suárez, o ya a los gobernadores de los Estados designados por él (…) por estas consideraciones declaramos al susodicho Francisco I. Madero, inepto para realizar las promesas de la Revolución de que fue autor, por haber traicionado los principios con los cuales burló la fe del pueblo, y pudo haber escalado el poder; incapaz para gobernar, por no tener ningún respeto a la ley y a la justicia de los pueblos, y traidor a la Patria por estar a sangre y fuego humillando a los mexicanos.”[16]


En su artículo sexto, el Plan de Ayala señalaba: “Como parte adicional del Plan que invocamos hacemos constar: que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la tiranía y de la justicia venal entrarán en posesión de estos bienes inmuebles desde luego, los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos correspondientes de esas propiedades, de las cuales han sido despojados, por la mala fe de nuestros opresores, manteniendo a todo trance, con las armas en la mano, la mencionada posesión y los usurpadores que se crean con derecho a ellos, lo deducirán ante tribunales especiales que se establezcan al triunfo de la Revolución.”[17]


Finalmente, en el decimoquinto artículo, el Plan de Ayala afirmaba: Mexicanos: considerad que la astucia y la mala fe de un hombre está derramando sangre de una manera escandalosa por ser incapaz para gobernar, considerado que su sistema de gobierno está aherrojando a la Patria y aherrojando con la fuerza bruta de las bayonetas, nuestras instituciones; y así como nuestras armas las levantamos para elevarlo al Poder ahora las volveremos contra él por haber faltado a sus compromisos con el pueblo mexicano y haber traicionado la revolución; no somos personalistas, somos partidarios de los principios y no de los hombres. Pueblo Mexicano: Apoyad con las armas en la mano este Plan, y haréis la prosperidad y bienestar de la Patria. Reforma, Libertad, Justicia y Ley. Ayala, noviembre 28 de 1911.”[18]


Plan de Agua Prieta

Firmado en Agua Prieta, Sonora, el 23 de abril de 1920, fue instigado y promovido por Álvaro Obregón, aunque su nombre no aparece en el documento. Los firmantes fueron Plutarco Elías Calles, Ángel Flores, Francisco R. Manzo y Francisco Serrano. En él se desconocía a Venustiano Carranza como Presidente Constitucional de la Republica así como a los gobernadores de Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí, Nuevo León, Tamaulipas y al Ayuntamiento de la ciudad de México, y nombraba como jefe supremo a Adolfo de la Huerta.


“Carranza sospechaba mala voluntad en Sonora, donde estaban Obregón, Calles y Adolfo de la Huerta, así que mandó tropas para allá. Eso ofendió a Adolfo de la Huerta, gobernador constitucional de Sonora, quien se opuso a ello y rompió con Carranza, alegando que el envío de tropas federales era una violación de la soberanía del Estado. ¡Exactamente la objeción que Carranza había hecho a (Victoriano) Huerta en marzo de 1913! (…) Entonces, el 23 de abril de 1920, Plutarco Elías Calles, (Francisco) Serrano y otros sin importancia se pronunciaron, poniéndose de parte de Obregón conforme al plan de Agua Prieta y negando la obediencia a Carranza, a la vez que nombraban a Adolfo de la Huerta Jefe Supremo del Ejército, con poderes casi ilimitados.”[19]


El Plan de Agua Prieta obligó a Carranza a huir de la ciudad de México, siendo asesinado durante su huida en Tlaxcalaltongo, Puebla. A partir de este verdadero golpe de estado, durante varios años, el llamado “grupo de los sonorenses” (Obregón, De la Huerta y Calles) se hizo dueño del poder político en México. “Después del triunfo del Plan de Agua Prieta en mayo de 1929, una de las prioridades de los militares y políticos sonorenses que habían encabezado ese movimiento fue llegar a acuerdos con los numerosos jefes militares que contaban con mando de tropa en distintos rumbos del país (…) Por distintas razones todos eran enemigos de Carranza y ansiaban su caída. La desaparición del presidente coahuilense favoreció a los grupos políticos y militares encabezados por el general Álvaro Obregón.”[20]

Notas

  1. Lucas Alamán. Historia de Méjico. Antología. Gobierno del estado de Guanajuato, Guanajuato, 1989, p. 344
  2. A. Gibaja y Patrón, Comentario a las Revoluciones de México, pp. 361-362. Citado por Rogelio Orozco Farías, Fuentes Históricas, México 1821-1867. Progreso, México, 1965, p.16
  3. Lucas Alamán, obra citada, p. 365
  4. Texto completo México a través de los siglos, Tomo III, pp. 674-675
  5. Una placa de talavera colocada en la fachada del Edificio del Oratorio, recuerda ese hecho.
  6. Lucas Alamán, obra citada, p. 582
  7. VV.AA Historia General de México. Ilustrada. Volumen II. El Colegio de México y la LXI Legislatura Cámara de Diputados, México, 2010, p. 78
  8. Ibídem
  9. Cfr. México a través de los siglos, Tomo IV, p.830, citado por Rogelio Orozco Farías, Fuentes Históricas, México 1821-1867. Progreso, México, 1965, p.140
  10. Cosmes, Historia de México, tomo XIX, pág. 59, citado por Rogelio Orozco Farías, Fuentes Históricas, México 1821-1867. Progreso, México, 1965, p.168
  11. VV.AA. Historia General de México. Ilustrada. Volumen II. El Colegio de México y la LXI Legislatura Cámara de Diputados, México, 2010, p. 102
  12. Cfr. Armando Fuentes Aguirre, La otra historia de México, Juárez y Maximiliano. Diana, México, 2006, pp. 88-89. También Joseph H.L. Schlarman, México, tierra de volcanes. Porrúa, México, 14 ed. 1987, pp. 362-363
  13. Obra citada Historia General de México, p.161
  14. Joseph H. L. Schlarman, obra citada, p. 491
  15. Joseph H. L. Schlarman, obra citada, p.520
  16. http://www.ordenjuridico.gob.mx/Constitucion/CH8.pdf. Consultado el 15/VIII/2013
  17. Ibídem
  18. Ibídem
  19. Joseph. H. L. Schlarman, obra citada, p. 583
  20. VV.AA. Historia General de México. Ilustrada. Volumen II, obra citada, p.198

Bibliografía

  • Lucas Alamán. Historia de Méjico. Antología. Gobierno del estado de Guanajuato, Guanajuato, 1989
  • Rogelio Orozco Farías, Fuentes Históricas, México 1821-1867. Progreso, México, 1965
  • VV.AA Historia General de México. Ilustrada. Volumen II. El Colegio de México y la LXI Legislatura Cámara de Diputados, México, 2010
  • Armando Fuentes Aguirre, La otra historia de México, Juárez y Maximiliano. Diana, México, 2006
  • Joseph H.L. Schlarman, México, tierra de volcanes. Porrúa, México, 14 ed. 1987


JUAN LOUVIER CALDERÓN