LIMA: Colegio de San Ildefonso

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Significación cultural de esta fundación

El Colegio de San Ildefonso de Lima, (1608-1826), fue uno de los centros de estudio que más han ennoblecido al Perú. El Papa Paulo V lo declaró Universidad Pontificia, y estaba facultada para emitir títulos académicos, pero sólo para frailes agustinos, por Bula expedida en Roma, el 13 de octubre de 1608.

Impetró esta gracia el agustino Fr. Gonzalo Díaz Piñeyro; llegada a Lima la Bula, la promulga el Capítulo Provincial Intermedio, tenido en la Ciudad de los Reyes, en 1616. “Fue el primero de Regulares de Lima, en el tiempo, y, sin segundo, en fertilidad de sujetos y en lucimiento de letras”. Antes de cristalizar esta fundación, estudiaban los agustinos en los cinco conventos más importantes de la Provincia: «Ntra. Sra. de Gracia», que abarcó a las actuales repúblicas del Perú y Bolivia: en los Conventos de Lima, Cuzco, Chuquisaca, Trujillo y Potosí, se daban amigablemente la mano la virtud y la ciencia.

Se pensó esta fundación para que los frailes del Convento Grande de Ntra. Sra. de Gracia de la Calle de San Agustín en Lima (1573), pudieran satisfacer más tranquilamente las obligaciones del coro, misas, fiestas, entierros y varias obligaciones públicas contraídas, dentro y fuera de los claustros. Los lectores y estudiantes no tenían tiempo suficiente en esa casa para dedicarse a cabalidad al estudio, interrumpido por las otras obligacio¬nes de la obediencia y el clamor repetido de las campanas.

Para solucionar este impase, el P. Provincial Alonso Pacheco, discurrió con su Definitorio [Consejo] esta solución: “Para que pudiesen los estudiantes entregarse del todo al estudio de las ciencias y hacerse ministros idóneos para la predicación del Evangelio y enseñanza de las letras sagradas”.

El Convento Grande —de San Agustín— siguió siendo casa de estudios también y, como resultado, resultará única vencedora la verdad, como en la experiencia epistolar de Jerónimo y Agustín. En la carta 89 de San Jerónimo, dirigida a Agustín, dice el penitente de Belén: “Venciendo tú, yo también venceré, si entendiese mi error”. San Ildefonso llegó a ser como la niña de los ojos de esta Provincia agustiniana.

Está ubicado San Ildefonso al norte de la Lima del damero de Pizarro, cerca de la margen izquierda del Rímac, en el actual Jirón Ancash, actual sede de la Escuela Nacional de Bellas Artes, en la Calle del Colegio Real San Ildefonso. Allí fundaron los agustinos este ateneo. Poco queda del original y de sus dos antiguas portadas, que fueron de arquitectura hermosa y de aspecto grave. “Queda hoy el nombre de la calle que corría a su lado”. Su ubicación facilitaba el ir a la Real Universidad, la que se llamará des¬de 1574, de San Marcos. Gozaba de un ambiente óptimo para el estudio, por estar alejado de calles principales y bulliciosas.

La «Portería» tiene dos piezas: exterior y otra interior; ésta da acceso a dos claustros que son de cal y ladrillo. El uno más fuerte que hermoso es de “bóveda de arista, arcos y pilastras anchas y fornidas, a propósito contra temblores”. En un ángulo de este claustro estaba la pieza principal académica, en donde se debatían las tesis de Artes (filosofía) y Teología, y se celebraba el otorgamiento de los grados; una especie de Aula Magna. La han realzado con su presencia, muchas veces, arzobispos, virreyes y magis¬trados de Lima.

Era de techo artesonado y, en la testera, tenía la mayor y mejor cátedra del virreinato: su adorno principal era un San Agustín de medio relieve, con pluma en la diestra y corazón en la mano izquierda. Adornaban las paredes de la estancia, además de la sillería, dos filas de lienzos: los más bajos representaban a 18 doctores de la Iglesia; los de la fila superior, de mayor tamaño, son otros tantos doctores y catedráticos insignes de la Orden, que lucieron su ciencia en universidades europeas: Egidio Romano, Santiago de Viterbo, etc. Todos los 36 lienzos estaban guarnecidos con marcos dorados y estofados.

El segundo claustro era más espacioso y de mejor arquitectura: tam¬bién con bóvedas de arista, pero con columnas de media caña, con fuertes pilastras y capiteles dóricos. El refectorio estaba en este segundo claustro. El edificio contaba con las oficinas necesarias para todo convento. En éste hacían la vida: maestros, lectores, pasantes y estudiantes de Teología y Artes. Estos últimos eran 50, según el P. Bernardo Torres; 60, según el P. Juan Martín Maldonado, que aportan datos contemporáneos.

La iglesia fue trazada en dirección norte-sur, con unos planos que ocupaban una construcción de 51 varas de largo por 10 de ancho. Tenía bóveda de lacería vistosa: el Altar Mayor con columnas de capiteles corin¬tios, doradas y estofadas. En este altar se lucían lienzos de excelente pintura: presidía en la parte central un cuadro de San Ildefonso, obra del napolitano Angelino Medoro. Su perfección puede competir con obras del Tiziano.

Lo original estaba en que el arzobispo de Toledo mostraba facciones del rostro del P. Alonso Pacheco, que se retiró (cinco veces provincial) a este Colegio para aprender la ciencia del bien morir. Otros dos altares laterales, ubicados también en el presbiterio, estaban dedicados a San Miguel Arcángel (Protector de la Iglesia y de la Orden) y a Ntra. Sra. de Copacabana, cuyo principal santuario en Bolivia animaban los agustinos desde 1588, y que fue el principal santuario mariano en este subcontinente.

Estos dos altares tenían columnas corintias. Los espacios de la nave central y única, estaban decorados en sus muros con otros dos altares: el de la derecha (epístola), dedicado a Cristo crucificado: pintura sobrecogedora de Angelino Medoro; el de la izquierda (evangelio), en honor de Ntra. Sra. de Gracia, titular de la Provincia religiosa. Pero la imagen no era la tradicional «Expectación», porque sostenía un niño en sus brazos. Era de madre y, las cabezas de Madre e Hijo, coronadas con coronas imperiales; sus vestidos de color blanco y floreados en oro y plata.

Según el cronista agustino Antonio de la Calancha, que murió en 1654, era ésta una imagen muy milagrosa y con historia propia. Un cura secular le prometió una imagen al P. Julián Martel; le paga al tallador por adelantado y éste cumple muy mal con el encargo. Se le introduce un juicio sin ningún resultado de perfeccionamiento a la imagen; el P. Provincial Martel se la ofrece, primero, al Convento Grande de Lima y, después, al del Callao, que la rechazan de plano; en tercera instancia, se la ofrecen al P. Alonso Pacheco para San Ildefonso; primero la colocó en el presbiterio; después pasó al cuerpo de la iglesia en un retablo nuevo.

Pero la mejora de la imagen sucedió en su primera ubicación: “Lucía un rostro hermosísimo y grave”. Además era muy milagrosa, como se ve en la lectura biográfica del lego Fr. Manuel Mudarra, que Calancha incluye en su genial crónica. La nave de la iglesia tiene “coro alto y coro bajo”, escribe el cronista Bernar¬do Torres. En el alto sobresale la luz; en el bajo, los artesonados. De las dos puertas del templo, una se “abre a la calle principal y, la del sur, comunica con el cementerio particular, siendo esta portada de columnas dóricas. Los muros del cementerio remataban en almenas”.

La Portería del Convento, ubicada en la parte sur, constaba de dos ambientes: en el más interior estaba la figura de San Agustín, en lienzo de alegre pintura y con pluma de doctor en la mano derecha; con la izquierda sustenta la Iglesia; a los pies, en forma de dragón y personificando a la herejía, complementa la escena una figura de mujer, vestida de varios colores, lisonjera y con afeites.

En referencia a la economía funcional, el sustento y vestido, por persona, demandaba a mediados del siglo XVII, un gasto anual de 12 pesos de a 8 reales; estos recursos estaban respaldados por colectas de las demás casas de la Provincia, por capellanías fundadas para este objetivo; por heredades cuyos frutos se destinaban al sostén del Colegio, y por algunos otros recursos propios. En tiempos malos de terre¬motos no estaban exentos de crisis económicas. El P. Marcos Pérez de Ugarte, Provincial en 1713, se dedicó a restaurar uno de los dos claustros de San Ildefonso, cuando quedaba muy lejano el fatídico terremoto limeño del 20 de octubre de 1687.

Estas eran las haciendas y su producción respectiva, pertenecientes al Colegio San Ildefonso:


Chungará y Tambo, en el Cuzco 375 pesos anuales
San Martín 600 pesos anuales
Oropesa 300 pesos anuales
Anticona 500 pesos anuales
Talambo (Trujillo) 374 pesos anuales
Viña Tayamana 56 pesos anuales
Santoyo 96 pesos anuales
Pacoyán 126 pesos anuales
Huerta de la Magdalena 180 pesos anuales
Retes (Chancay) 166 pesos anuales
Viña Corapo 80 pesos anuales
Santoyo 200 pesos anuales
Chacarilla Alcocer 50 pesos anuales
La Torrecilla 1179 pesos anuales



Total de ingresos: 6,478 pesos. Total de censos pasivos: 523 pesos.

Pero no todo olía a santidad. El Visitador y Reformador P. Raya tomó providencias en 1779 para que los religiosos dejasen de administrar haciendas y se reintegraran a sus claustros. El 8 de mayo de 1794 se contempló la renuncia que hacía al Rectorado de San Ildefonso el P. Maestro Ramón Therón, ex provincial, que pedía se le diese la administración de las hacien¬das Pastor y Chavarría, “porque le convenía el aire del campo” ¡Y le fue concedido!

Organización del Colegio San Ildefonso

El Colegio San Ildefonso funcionó con:

a) Un «Rector», elegido por el Definitorio Provincial [Consejo], cada cuatro años. Era el Prelado que animaba en lo espiritual y temporal a su Comunidad. Había de tener el título de Maestro [equivalente a un Doctorado] en la Provincia. Había de ser Maestro graduado en Teología. Los superiores de todos los demás conventos se llaman «Priores». El de San Ildefonso ocupaba el tercer lugar en la ubicación de priores, cuando eran citados en forma corporativa, como sucede en los Capítulos Provincia¬les. Solamente le precedían el del Convento Grande de Lima y el del Cuzco.
b) La segunda autoridad del Colegio era el «Regente de Estudios». A él co¬rrespondía solucionar las dificultades y dudas escolásticas, tanto secre¬tas como públicas. En el Capítulo Provincial ocupaba el lugar inmediato a su Rector.
c) El cargo de «Vice-Rector» llevaba consigo las mismas obligaciones que los demás sub-priores de los otros conventos. Le correspondía ordenar el puntual servicio al Coro y también la coordinación de los demás oficiales de la casa. Tenía especial responsabilidad sobre el cumpli-miento y conducta de los estudiantes en las acciones y ejercicios monásticos.
d) El segundo del Regente de Estudios, se llamaba «Maestro de Estudiantes». De ordinario era uno de los lectores que acaba de leer Artes en el Colegio. Tenía los mismos privilegios que cualquier Lector de Teología; suplía las ausencias de los otros Lectores del Plantel y, presidía en Actos Académicos, las conclusiones generales. Se preocupaba directamente de la dosificación de estudios y de que nadie se exima de ellos, sin licencia del Rector y del Regente de Estudios.
e) Los «Catedráticos» o «Lectores Actuales». Eran cinco: tres de Teología Escolástica (Prima, Nona y Vísperas); uno de Teología Moral y uno de Artes. Cuando en el Convento de la calle San Agustín de Lima se comenzaba a leer el Curso de Lógica, es cuando ya en el Colegio de San Ildefonso se va acabando el de Filosofía; en ambas casas se sucedían rotativamente el dictado de los cursos de Filosofía y Lógica durante un bienio.
f) Los «Estudiantes» profesos pasaban por rigurosos exámenes de Lógica y Filosofía. Pero antes les precedía uno de Gramática para poder in¬gresar en la Facultad de Artes. Había otro examen de «Súmulas» (compendio de Lógica) para ingresar a Lógica. Cuando acababan de cursar Lógica presentaban el examen de esa materia. Más tarde tenían otro examen de toda la Filosofía. Para permanecer en el Colegio seguían cursos de Teología, con metodología escolástica, poniéndose énfasis especial en la Escuela Agustiniana. El examen de toda la Teología le daba la categoría de «Pasante». Para ser nombrado Lector de Artes había que examinarse previamente.
g) Los «examinadores» eran los encargados de tomar estos exámenes: eran siempre tres Padres Maestros, escogidos de entre los más doctos de la Provincia.

Los reprobados en Lógica volvían a oír Gramática; los desaprobados en Filosofía, regresaban al Convento de Lima a oír Teología. Al mismo tiempo que se practicaba una selectividad, se lograba que en el convento hubiera suficiente número de estudiantes que cursaban mañana y tarde, las cuatro Cátedras de Teología que tenía la Provincia en la Real Universidad. Aquí se ocupaba a lectores para regentar Cátedras en Lima y no tenían cupo en el Colegio de San Ildefonso.

Los Estudiantes de la Facultad de Artes se examinan de «suficiencia» cada cuatro meses, para evaluar su aprovechamiento en el Colegio y lograr un estudiantado óptimo. La práctica servirá también como para disponer una cantera de Estudiantes-Teólogos.

Distribución del tiempo de estudios y cultivo del espíritu

Los ejercicios piadosos se van intercalando cada día con actos académicos y de vida comunitaria para alcanzar la verdadera sabiduría: el temor de Dios. Los estudiantes “observan gran recogimiento”; no pueden salir a la calle sino por motivo de lecciones en San Marcos. En casa hay tiempo de estudio quieto y silencioso; para ello permanecen los estudiantes en sus celdas; tiene prohibido hablar en voz alta y el entrar en las celdas de los condiscípulos, para no perder el tiempo en pláticas inútiles.

Su horario monacal o «ratio doméstica» era muy austero:

4:00 a.m. Se levanta todo el mundo: Regente, Lectores, Estudiantes. Estudian en sus celdas hasta las seis. Es importante el puesto de distribuidor de velas
6:00 a.m. Lección de Prima: teólogos a su General; los de Artes al suyo
7:00 a.m. Los Estudiantes de Artes y los Pasantes van al coro para rezar Prima y las otras Horas Menores. Además rezan el Oficio de Ntra. Sra. También escuchan una misa rezada. Los teólogos continúan en su General con la lección de Nona
8:00 a.m. Los teólogos asisten a la Universidad Real a cursar la cá¬tedra de Sagrada Escritura, que, en 1657, leía el agustino Juan de Ribera. También oyen la Cátedra Supernumeraria, regentada por el P. Bernardo Torres, los estudiantes de Teología del Convento Grande. Desde las 7.45, los estudian¬tes de Artes, acuden a su Aula para escuchar otra Lección.
9:00 a.m. Estudio en quietud de todos los estudiantes.
10:00 a.m. Conferencia de estudiantes teólogos, con asistencia de los Maestros, Lectores y Pasantes. Los de la facultad de Artes prosiguen hasta las 11, en estudio privado.
11:00 a.m. Almuerzo de la Comunidad. Se reúnen previamente en el «De Profundis», antes de entrar en el refectorio. Allí, el Lector de Moral propone y resuelve un caso de Moral. Ante una señal del Rector, ingresan en el refectorio, en orden monacal: cantan la bendición de la mesa y, mientras dura el almuerzo, leerá un estudiante, en tono conveniente. Después van a dar gracias a la iglesia, mientras cantan el himno litúrgico del tiempo.
12:00 p.m. Reposan la comida y dura el silencio mayor.
1:30 p.m. Lección de Vísperas para los Teólogos, que dura una hora
2:00 p.m. El resto de la comunidad reza en el coro Vísperas.
2:30 p.m. Lección de Vísperas en la Real Universidad a la que acuden sólo los estudiantes de Teología; en 1657 regentaba esta Cátedra el agustino Jacinto de Ovando.
3:00 p.m. Los de Artes entran a una nueva Lección.
4:00 p.m. Los estudiantes de Teología regresan de San Marcos y, lo mismo que los de Artes, permanecerán en sus celdas en estudio privado.
5:00 p.m. Conferencia para los de Artes, con asistencia de Lectores y Pasantes.
6:00 p.m. Todos permanecen en estudio privado en sus celdas.
7:00 p.m. Rezo de Maitines en el coro. A continuación tañe la campana para la «Benedicta» de Ntra. Sra., acudiendo también los otros re¬ligiosos que no concurrieron a Maitines. La Antífona es can¬tada. Sigue un cuarto de hora de «contemplación» y otro tiempo similar para el rezo de los salmos penitenciales. Después se rezan preces por el Romano Pontífice, el Monarca y los bienhechores vivos y difuntos. Los lunes, miércoles y viernes hay disciplina común.
8:00 p.m. Después de la colación (cena), aproximadamente a las ocho, se permite un rato de conversación espiritual o literaria a los estudiantes.
9:00 p.m. Todos los estudiantes van a la iglesia para cantarle a Ntra. Sra. la antífona contra la peste, que comienza: «Stella coeli»; después se recogen todos en sus celdas, hasta que comience la siguiente jornada.


Los estudiantes se foguean con otros actos académicos. Todos los sábados hay «conclusioncillas», de 9:00 a 11:00 de la mañana, con asistencia de estudiantes teólogos y de Artes, alternando en su sustentación, cada sábado, ambos grupos.

Cada mes hay dos «palestras»; son públicas y caen bajo la responsa¬bilidad de los de Artes. Tratan sobre puntos que ha distribuido su Lector 24 horas antes. A la lectura de proposiciones y alegato de pruebas, sigue la formulación y solución de preguntas formu¬ladas por los condiscípulos, que en este caso se llaman competidores u oponentes. Actúan ordenadamente los dos «palestristas». Quedando después en el General los Maestros, Lectores y Pasantes. Con voto secreto, votan por el que consideran mejor de entre los dos «palestristas». Al más votado lo premian con una «mano de papel», o una libra más en la colación del día.

Hay también, cada mes, dos lecciones con puntos señalados con un día de anticipación: una es sobre Aristóteles y, otra, sobre el Maestro de las Sentencias. La de Filosofía la sustentan los teólogos del primer Curso; la de Teología, por los demás años de estudios de Teología. Dura la exposición media hora y, otro tanto, los argumentos opuestos por los condiscípulos de los que leen estas lecciones.

Cuando un estudiante teólogo termina la carrera, se examina para alcanzar el estado de «pasante». El examen es con puntos del Maestro de las Sentencias, con aviso de 24 horas antes. Dura esta prueba una hora y le arguyen en contra tres Padres examinadores. Los pasantes que aprue¬ban, tras un año, vuelven otra vez a sufrir un examen, si es que aspiran a una Cátedra. Actúan también ahora los tres padres examinadores, que han señalado puntos aristotélicos 24 horas antes. Leerán durante una hora y seguirá después el interrogatorio de los examinadores. Si aprueba, es considerado apto para una cátedra de Artes; caso contrario, son ocupados en destinos de predicación u otra tarea que les asigne la obediencia.

El examen puede variar de método, teniendo de examinadores (argumentadores) a otros pretendientes al título de Lector, sustituyendo, en este caso, a los PP. Examinadores, los que, también en esta modalidad, asisten, como jueces, lo mismo que los maestros y doctores del Claustro de la Universidad Pontificia.

Si son varios los pretendientes al título de Lector, sólo uno obtendrá patente de lector titulado en esa sesión académica; los demás pueden intentarlo de nuevo, o seguir otras rutas en la vida religiosa. Los colegiales están exonerados de ocupaciones conventuales: entierros, fiestas, misas cantadas, horas canónicas que impidan su asistencia a las acciones literarias o académicas.

La música solemne queda reducida a pocas fechas: la renovación mensual de la Eucaristía, los tres días de tinieblas de la Semana Santa, el día de la Asunción de María, la fiesta de San Ildefonso y la Pascua de Navidad. Reciben los estudiantes la Eucaristía todos los domingos del año, todas las fiestas del Señor y de Ntra. Sra., las de los Apóstoles, de San Agustín y San Ildefonso. Lo hacen en comunidad y con hábitos negros y en la iglesia. Están reglamentados los ayunos, la oración y otros ejercicios y asperezas monásticas, típicas de la Orden. Es tal la observancia de esta casa, que muchos, en sus comentarios, hacen esta referencia: “Son la Recoleta de San Ildefonso”.

Con el grado de Lector no se acaba todo el quehacer: hay que practicarlo durante 7 u 8 años, tanto en Artes como en Teología. Jubilados de Lectura, con la licencia del General de la Orden, pueden proceder a graduarse de Maestros en Teología, en Universidades Regias o en Pontificias. También la Pontificia de San Ildefonso puede otorgar este título. Para ello precede un examen de Teología para graduarse de Bachiller. Después un riguroso examen secreto instituido por Bulas Apostólicas de Clemente VIII y Urbano VIII.

Dan puntos al graduado del Maestro de las Sentencias, con anticipación de 24 horas, para leer media hora. En otro día le darán puntos bíblicos, con 24 horas previas para prepararlos. Después de cada lección le arguyen los tres Maestros y, a puerta cerrada, emiten su voto en secreto. Si es reprobado, no sigue adelante en más exámenes. Caso contrario, le da licencia el P. Provincial para que prosiga en los demás actos predoctorales, teniendo que sufrir otros dos exámenes que tendrán lugar en el General Mayor de San Ildefonso.

El primer examen es público y consta de tres etapas: en cada una defiende tres teoremas o conclusiones teológicas con un oponente para argumentar. La primera etapa es más ostentosa, pero también lleva más riesgos, por los tres o cuatro Maestros que entran también en lid. Las otras dos etapas tienen lugar en otro día, en el que le oponen seis escogidos argumentos al graduando, pero no hay lugar a contrarréplica por parte de los maestros examinantes.

El segundo examen es el que sirve para optar al grado de Licenciado en Teología. El Rector señala, con 30 horas de anticipación, puntos del Maestro de las Sentencias. En el General se reúnen los Maestros y Doctores en Teología y, en medio de todos, se sienta el graduando. El graduando lee una hora entera sobre los puntos señalados y, después, le arguyen los cuatro Maestros más jóvenes. También pueden replicar los examinadores de oficio.

Después sale del lugar el examinado y se procede a votar con el claustro pleno. Si sale aprobado, se festeja: se mejora la colación, tras un examen que ha durado de 7 a 10 de la noche. Al día siguiente, en la mañana, se le otorgará el grado de Licenciado y, por la tarde, el de Doctor.

El triunfo doctoral se celebra en la iglesia colegial, que adopta aires de teatro. Se juntan previamente todos los componentes del Claustro en el despacho rectoral, donde se colocan sus insignias. A continuación acompañan al homenajeado por el claustro. Van por delante los colegiales y muchos huéspedes que concurren a la ceremonia. Así llegan hasta el improvisado teatro, rebosante de gente, que se sientan en bancas. La ceremonia llega a su cenit al coronar al graduando con el lauro doctoral e insignias magistrales, que consisten en un birrete y una borla blanca de seda que le acerca el Rector.

Entre otros privilegios que lucían los Doctores y Maestros, además de los sirvientes a su cargo, estaba el poder pasear en mula por la ciudad. Los caballos eran para los soldados. Claro que había doctores sin méritos a los que se aplicaba este dístico zumbón: “¿De qué presumes, pues, Doctor por Bula, si el grado cargas, como a ti la mula?”

Catedráticos importantes de San Ildefonso

Señalaremos sólo siete nombres:

P. LUCAS DE MENDOZA. Es el primer lector de Artes y Teología del Colegio San Ildefonso. Peruano del Paraguay, luz de esta provincia agus¬tiniana del Perú y Bolivia, padre y fundador de sus Letras, delicia de las escuelas peruanas. Catedrático de Sagrada Escritura en San Marcos, siendo gloria de su patria, de su Orden y del Reino todo. Pues a todos enriqueció e ilustró con sus letras, con sus virtudes, con su predicación y con sus talentos.

En la poesía castellana (como de Virgilio dice Cicerón) fue "spes altera Romae". Sutil en Teología Escolástica, eficaz en la predicación, profundo en la Sagrada Escritura. Le sucedió, en San Marcos, a otro agustino, en 1629: al P. Diego Pérez, peruano de Panamá. En dura pelea se la ganó al Padre mercedario Luis de Vera y al Dr. Don Bartolomé de Benavides, que después fue obispo de Oaxaca, en Méjico. Siendo Provincial el P. Lucas, nuevamente vacó la cátedra; hizo nuevas oposiciones y, otra vez contrincando con el P. Luis de Vera, obteniéndola de nuevo, en 1634. El P. Lucas murió en 1636.

P. JUAN DE RIBERA. Fue “Regente General de Estudios de la Provincia Peruana”. . Discípulo y sucesor en la cátedra del P. Lucas de Mendoza. De él dijo Diego de León Pinelo en su «Apologético de la Academia Limana», impreso en Lima, en 1648: “Después de 25 años de lectura en nuestra Academia (San Marcos), al presente, es público intérprete de la Sagrada Escritura, y, en virtud de una Cédula Real, a ruego de la misma Universidad, es también Catedrático perpetuo; rico en erudición, claro en nobleza, (nieto de Ribera, el Viejo, uno de los 13 de la Fama y el primer alcalde de Lima)”.

En predicación, insigne. Hizo oposiciones en San Marcos para la cátedra de Sagrada Escritura, en 1636, y las perdió; pero adquirió reputación. En 1640 volvió a concursar, en oposición con Arguinao y, se encendieron tanto los ánimos, que pacificó la hoguera el virrey marqués de Mancera. Cuatro años más tarde, se presenta de nuevo y, al no haber opositor, se le otorga la cátedra por Claustro. Después se la darán a perpetuidad; a ruego de la Universidad, el rey le envía la Cédula correspondiente, fechada en Madrid, el 2 de mayo de 1645. También sustentó cátedras de Filosofía y de Teología de Vísperas en San Marcos. La de Sagrada Escritura era a la hora de Prima. Todavía se dio tiempo para construir la torre de la iglesia de San Agustín de Lima (1637) y promover, desde 1643, la construcción de su famosa Sacristía. Nombrado Obispo de Santa Cruz de la Sierra [hoy en Bolivia], murió este famoso pisqueño, en 1660.

P. MIGUEL DE AGUIRRE. Peruano de Chuquisaca, discípulo del P. Fernan¬do Valverde. Es otro de los incluidos por el P. Juan Martín Maldonado en su «Brevis Summa», de 1651, publicada en Roma, en donde era Definidor y Procurador General de esta Provincia Peruana de la Orden de San Agustín. Le llama “columna firmísima de nuestra Provincia”. Aguirre leyó, con gran reputación, en San Ildefonso, Artes y Teología. En San Marcos el Virrey y el Rector le asignan la cátedra de Prima del Maestro de las Sentencias. Pero la «Brevis Summa» afirma que la de Prima de Santo Tomás. Fue Prior del Convento Grande de Lima y el llamado «altar de Aguirre», el altar mayor que lució la iglesia de San Agustín de Lima, en su Capilla Mayor, se debería a su gestión.

P. JACINTO DE OVANDO: Madrileño, discípulo del P. Lucas de Mendoza, Lector de Artes y Teología en San Ildefonso. Fungiendo de Definidor General, representando a Salamanca, en Roma, en 1627, concitó la atención en la defensa de unas conclusiones del Capítulo General de la Orden y teniendo entre los oyentes a 17 Cardenales. El Papa Urbano VIII le nombró Penitenciario Apostólico de las Indias Occidentales.

Regresó al Perú en 1633. Elegido Provincial en 1645, hace al año siguiente oposiciones para la cátedra de Teología de Vísperas de San Marcos, ganando a tres pretendien¬tes a la misma. Al vacar la cátedra en 1650 nuevamente hace oposiciones y se le concedió «por claustro». Por Real Cédula le fue asignada en propiedad el 9 de octubre de 1653.

P. BARTOLOMÉ VADILLO. Peruano de Tucumán, discípulo del P. Lucas de Mendoza, figura entre los colegiales fundadores de San Ildefonso. Patroci¬nado por el virrey dotó de la Sala Principal al hospital de La Caridad en Lima. Más famoso, pues le dio su nombre, se hará por la fundación, para «negros horros», del Hospital de San Bartolomé (1646). Fue un gran predicador: le llamaban «Pico de Oro».

Tres veces fue Rector de San Ildefonso y una vez Regente de Estudios de la Provincia. Era doctor en Teología. El virrey marqués de Mancera (1646), le nombró Primer Catedrático Perpetuo de la Cátedra de Santo Tomás en la Universidad de San Marcos. P. PEDRO DE CÓRDOVA RECALDE. Nacido en Lima, podríamos decir de él que fue un joven prodigio. A los 18 años, dice Mariano Carvajal y Vargas, consiguió la cátedra de Artes. Por sus sonoros triunfos, dice también que “fue siempre vencedor y nunca vencido”. Sin cumplir los 25 años gana la cátedra de Filosofía de Prima en San Marcos, en 1647, por nada menos que 900 votos (todo un récord). Figura también en el catálogo de Rectores de San Ildefonso.

P. BERNARDO TORRES. Castellano de Valladolid; dice él mismo “ser discípulo del P. Fernando Valverde” (2° Padre de las letras del Colegio San Ildefonso). Torres fue Regente de Estudios de la Provincia, Secretario Provincial, Prior de Chuquisaca, Doctor en Teología por San Marcos, Maestro de la Provincia y Orden, Cronista atildado de la Provincia.

Sucedió en la cátedra de Prima de Santo Tomás al P. Miguel de Aguirre, en San Marcos, en 1648, merced otorgada por el virrey Mancera. “Si en el apellido es Torres, en el nombre es nardo oloroso de suavidad religiosa”, dice poéticamente de él la «Brevis Summa».

Escritores importantes de San Ildefonso

Hay que hacer una selectividad riesgosa. Comencemos por afirmar que de las aulas de San Ildefonso egresaron quienes debelaron el error, la ignorancia y los vicios, ya rigiendo las iglesias particulares del continente americano con los obispos, ya regentando cátedras, ya ocupando púlpitos. En sus escritos se hallarán reunidas las pruebas de los dogmas católicos, las agudas refutaciones de los errores, la sutil especulación de las artes liberales, la florida erudición de las letras humanas, y la verdadera y sólida inteligencia de las divinas.

Las dificultades de las publicaciones se concretan a la escasez de imprentas, al subido costo de su uso en el Perú, a lo riesgoso que resultaba enviar los manuscritos a Europa para ser allí publicados, aparte de controles internos, Inquisición y Supervisores de publicaciones.

P. JUAN CAXICA (Cajita), vizcaíno, ilustre predicador, que escribió 32 tomos sobre «Los misterios de la fe y los Evangelios del año», en tres lenguas: cas¬tellana, quechua y aymara, siendo además un gran misionero en San Nicolás de Cajabamba, en donde murió, a comienzos del siglo XVII.

P. GASPAR DE VILLARROEL. Peruano de Quito; hijo de uno de los compo¬nentes de la famosa «Academia Antártica» de Lima y de una dama de Barquisimeto (Venezuela). Fue obispo insigne de Santiago de Chile y de Arequipa. Del libro «Comentarios dificultades y discursos literales y místicos sobre los Evangelios», que editara en Madrid, entre 1661 y 1663, se sirvieron mucho los misioneros.

También publicó tres tomos sobre «Evangelios de Cuaresma y Semana Santa». Un tomo sobre «El libro de los jueces»; otro sobre «Misterios de Nuestra Señora». Pero ninguno le dio tanta fama como «Del gobierno eclesiástico pacífico, y unión de los dos cuchillos o potestades: regia y pontificia», que comprende dos gruesos volúmenes.

P. ALONSO RAMOS GAVILÁN. Criollo del Cuzco; (otros afirman que es de Huamanga); dando la razón de que en el Acta de Profesión se le llama «Filius», supone que no es hijo legítimo. Pertenecía a la línea adoptada por la Provincia Madre de Castilla «Sra. de Copacabana», en tres libros, publicación de la que hará mucho uso Fr. Antonio de la Calancha, que incrementará en más de 60 milagros, los narrados por el P. Alonso, cuando publicaron sus apuntes sobre el tema, en 1657, tres años después de su muerte.

P. JULIÁN MARTEL. Imprimió en latín «Arte de gramática» y en castellano «Desengaño de la vida humana». P. RODRIGO LOAYSA. Imprimió dos Tomos de las «Victorias de Cristo». FR. FRANCISCO DE VARGAS. Lego de la Orden agustina y que imprimió: «Reglas y mejoras de espíritu». P. BALTASAR CAMPUZANO. Publicó «Planeta católico», sobre el salmo 118, en Madrid y en 1646. P. CIPRIANO DE HERRERA. Escribió y publicó en Roma, en 1670, en latín, una vida de Santo Toribio de Mogrovejo. P. MIGUEL DE AGUIRRE. Escribió dos obras apologéticas: una en favor del virrey de Mancera y otra para defender al Canónigo de la Catedral de Lima, Francisco de Ávila. Más importante es «Para instruir y enseñar a los indios de este reino y población de Valdivia». P. ANTONIO DE LA CALANCHA; P. BERNARDO DE TORRES; P. JUAN TEODORO VÁZQUEZ, constituyen un trío secuenciado para la Crónica Conventual, durante los 180 años que abarca el temario tratado por ellos. P. JUAN DE LA SERNA MARAVER. autor de «Cere¬monial de la misa», «Calendario perpetuo del rezo de nuestra Orden, Compen¬dio de la Regla de San Agustín y de nuestras sagradas Constituciones». P. FERNANDO VALVERDE. Autor de: «Panegíricos», en prosa y versos latinos. «Relación castellana de los honores fúnebres que la Ciudad de Lima celebró a la muerte del Rey nuestro Señor Felipe III». «Relación de las fiestas que se hicieron en la Ciudad de los Reyes en el nuevo reinado de Don Felipe IV», Lima, 1622. «De Deo uno et trino». «El sacro Emmanuel», sobre el Profeta Isaías. «La casada santa», en romance. «Vida de Nuestro Señor o Vida de Cristo, Señor Nuestro», Lima, 1657. Su perfeccionismo indujo a que se incluyera entre los lingüistas del Catálogo de Autoridades, publicado por la Real Academia de la lengua Castellana. «Santuario de Ntra. Sra. de Capacabana en el Perú», poema sacro en verso castellano, que sirvió de inspiración al Auto-Sacramental, que sobre el mismo tema publicara en 1669, Don Pedro Calderón de la Barca. La obra de Fernando de Valverde está impresa en Lima, en 1641. Finalmente, un sermón sobre los «Esclavos difuntos del Santo Cristo de Burgos», predicado en la iglesia del Convento Grande de Lima. Dicha imagen llegó en el año 1593 y había sido vetada por fray Luis de León. P. FRANCISCO JAVIER VÁZQUEZ (1703-1785). General vitalicio de la orden entre 1753-1785. Autor de «Vindicativas agustinianas», en defensa del teólogo agustino Enrique Noris (+1704), motejado de jansenista. «Observaciones para la reforma de nuestras constituciones, Relación de los conventos y de las misiones, soste¬nidas por los religiosos de San Agustín, en las Indias Orientales».


San Ildefonso o el prestigio de los agustinos en el Perú

“Su docto Claustro consta de todos los Maestros de la Provincia y de los graduados de Doctores en la Universidad de San Marcos o, en otra Uni¬versidad, e incorporados legítimamente en la Pontificia de San Ildefonso. En 1657 eran 41 los Maestros y Doctores de Teología y tres graduados en Artes por la Universidad Real. Los más han sido Prelados de Conventos, Definidores, Catedráticos de San Marcos o de Nuestra Universidad Ponti¬ficia”.

En los primeros 44 años de funcionamiento ya podía presentar esta sabia Academia un balance hondamente positivo y prestigioso. Sus frutos:

  • Dos Asistentes Generales de toda la Orden, ultramontanos (no italia¬nos).
  • Cuatro Provinciales para esta Provincia Peruana
  • Un Provincial para «San Miguel» de Quito.
  • Un Provincial para «Ntra. Sra. de Gracia» de Chile.
  • Varios religiosos, dignos de presidir la de «Ntra. Sra. de Gracia» de Nueva Granada. Las fun-daciones de las similares Academias de San Fulgencio, en Quito, y de San Nicolás de Bari, en Bogotá, son más tardías que San Ildefonso.
  • Dos Visitadores Generales a Italia: Provincia Siciliana y Carbonaria de Nápoles.
  • Dos Visitadores Generales a la Provincia de San Miguel de Quito
  • Veinticinco Maestros (títulos típicamente agustinos) a la Provincia del Perú.
  • Veintinueve Doctores en Teología, debidos a la Universidad de San Ildefonso.
  • Veintidós Doctores en Teología por la Universidad de San Marcos.
  • Seis Catedráticos de Teología a la Universidad de San Marcos.
  • Dos de Filosofía también para cátedras de San Marcos.
  • Ocho Maestros en Artes.
  • Tres Jueces Visitadores y Componedores de tierras, nombrados por Virreyes o Real Sala de Tierras del Reino.
  • Varios oficios de gran autoridad y confianza, a las Ordenes de Obispos y Oidores.
  • Seis Calificadores del Santo Oficio.
  • Un Confesor (del virrey Mancera) y otro del Nuncio Apostólico Gaetano en España.
  • Un Penitenciario Apostólico de todas las Indias Occidentales.
  • Ocho Rectores del mismo Colegio.
  • Nueve Maestros Regentes Generales de Estudios de la provincia y todos los que lo han sido de las demás casas de Estudios en el Perú: Convento Grande de Lima, San Agustín del Cuzco, San Agustín de Trujillo, Ntra. Sra. de Gracia de Chuquisaca, San Agustín de Potosí, Ntra. Sra. de Guía de Lima, en los que había cátedra de Teología Escolástica, Filosofía y Moral. También había destacados Lectores de Moral, en Conventos de inferior importancia, como el de Ntra. Sra. de Gracia de Huánuco, San Agustín de Arequipa, San Agustín de la Paz, San Agustín de Cochabamba, Ntra. Sra. de Gracia de Lea y San Agustín del Callao.
  • Treinta y ocho catedráticos de Artes y Teología en el mismo Colegio de San Ildefonso, que han formado a otros... Ciento tres para el Convento Grande de Lima y para los otros conven¬tos que mantenían cátedras.
  • Desde 1627-1657, el 75% de los Maestros, Definidores, Visitadores y Priores de la Provincia, han pasado por San Ildefonso. Esto sin contar a los innumerables Maestros, Catedráticos, Predicadores (Mayores y no Mayores, Confesores y demás oficios, desempeñados por los que fueran Colegiales en San Ildefonso y discípulos de los que formaron el Claustro docente de esta Alma Mater.
  • Dos Lectores: Fr. Laureano Ibáñez y Fr. Nicolás de San José, egresados de San Ildefonso, murieron en opinión de santos.

Por algo el cronista Bernardo Torres exclamará: “La sutil Filosofía florece en ti, con perpetua frescura, y la sacra Teología, con venerable decoro. ¡Oh religiosa Academia mía!”. Como la semilla pequeña de mostaza en el Evangelio, San Ildefonso había crecido, desde aquellos Estatutos de erección que le diera el P. Alfonso Pacheco, hasta las Constituciones que le otorgó Francisco de Virués, Provincial entre 1673 y 1677.

Sus nombres hicieron historia, como también la hizo el P. Francisco Bejarano, pintando codo a codo, en Lima, al lado de Mateo Pérez Alessio o Angelino Medoro; tallando policromados agustinos para la gran Sacristía del Convento Grande; sorprendiendo a los limeños con una lámina “que es el primer grabado en acero que se hizo en Lima”, y que sirvió para la relación de exequias, impresas en 1613, con ocasión de la muerte de Doña Margarita, esposa de Felipe III, y que, en volumen de 296 páginas, mandó imprimir el agustino Fray Martín de León.

Otro era el modo de expresión de Jerónimo Villegas, con título de Maestro de Teología, otorgado por el P. General Asti, en 1608. Lo suyo iba por otro derrotero: como buen arquitecto, construyó el tajamar del río Rímac, a órdenes del virrey Luis de Velasco. Hizo también las planos del puente de piedra que usó Juan del Corral para construir el que hay tras el Palacio de Pizarro. Jerónimo de Villegas hizo también los planos del Convento de la Concepción, en la actual Av. Abancay de Lima. Los ejecutó, principalmen¬te, el agustino P. Roque de San Vicente.

Asesora también en las obras de reconstrucción de la Catedral de Lima, tras los daños sufridos en el terremoto de 1609. Se lee en el Acta del Cabildo del 12 de febrero de 1610, que el P. Villegas entra en el equipo de tres peritos consultados, en cuanto a fortalecer la nave más debilitada, “haciendo, en lo demás, lo que arbitraren los peritos, especialmente el citado P. Villegas”. Se puede concluir: San Ildefonso fue un acierto, que duró más de dos centurias y que amasó un prestigio y un liderazgo.


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