Diferencia entre revisiones de «LIBERALISMO MEXICANO; La respuesta de la Iglesia a la Constitución de 1917»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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'''JOEL TUZ / FIDEL GONZÁLEZ'''
 
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Revisión del 05:29 16 nov 2018

A partir del 5 de febrero de 1917, la Iglesia mexicana se vio obligada a hacer oír su voz. No era fácil, implicaba decidirse a luchar por la libertad religiosa, asomándose al martirio. La primera voz fue la de los pastores; había sonado ya en 1914 por la persecución que sufrió a mano de la revolución, sonó de nuevo en 1917 porque aquellas se elevaron a legalidad constitucional.

El pueblo no defraudó a sus prelados, lo secundó con acciones de protesta y testimonio heroico de su fe, entre ellos los jóvenes católicos que se forjaron en la persecución, se organizan y coordinan para luchar por la libertad de creer en la religión católica y rendir el culto correspondiente. Los valientes “acejotaemeros”,[1]bravos herederos de la doctrina social de la Rerum Novarum de León XIII. El Papa, en la lejana Roma, estaba cercano con su oración y sus palabras de aliento para que los católicos no desistan en su lucha por la fe, y con él, el mundo entero fijo sus ojos en el México Católico que se ponía en pie para proclamar su derecho a creer.

Respuesta de la jerarquía católica mexicana

Al ser proclamada la Constitución el 5 de febrero de 1917 donde se lastimaba gravemente a la Iglesia católica, los obispos emitieron una Carta Colectiva de protesta, desde el exilio donde se encontraban. Carta similar habían publicado en 1914, ante los atropellos que la Revolución infligía a la Iglesia. Estas dos cartas son signo de la postura de una Iglesia que es perseguida.

Primera Carta Pastoral Colectiva de 1914

Con el inicio de la revolución constitucionalista, comenzó también un camino de persecución religiosa, a pesar de que a principios de 1914 el país se volcó en una gran manifestación religiosa con la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús y su reinado en México. Inmediatamente a este hecho y con el triunfo de los Constitucionalistas, los obispos se exiliaron, a excepción del de Cuernavaca, por estar en territorio zapatista y ejercía su ministerio con libertad, y el de Durango, preso en su sede, Zamora y Morelia respectivamente.

En el exilio publicaron una Carta Pastoral Colectiva a los Católicos Mexicanos sobre la actual Persecución Religiosa, junto con un Apéndice. Parece ser que fue elaborada en la Habana Cuba, en octubre de 1914 por los obispos refugiados en ella; el Apéndice consultado lleva esta fecha y está firmada por los Arzobispos de México, Yucatán, el obispo de Tulancingo y los Vicarios Generales de Veracruz y Querétaro. De allá probablemente pasó a los que se encontraban refugiados en Estados Unidos, por lo que fue publicada de nuevo en noviembre de 1914 por los Talleres de La Prensa en Dolorosa ST, Estados Unidos, con la firma de los Arzobispos de México, Oaxaca, Yucatán, Michoacán, Durango, Linares y Guadalajara; los obispos de Aguascalientes, Sinaloa, Saltillo, Tulancingo, Zacatecas y el Vicario Capitular de Querétaro.

En ella protestaron los pastores por “la furiosa persecución de que ha sido víctima la Iglesia Católica en México y con ella la propiedad y la misma vida de tantos mexicanos honrados”,[2]situación que les obligó a exiliarse y guardar silencio momentáneamente ante tales atrocidades. Para los obispos la razón de tal persecución obedece a “un plan fraguado de antemano en connivencia con la masonería y ciertas corporaciones protestantes de los Estados Unidos”,[3]y el pretexto fue “asegurar, sin ninguna prueba, que el clero había ayudado con dinero a derrocar al Sr. Madero y con su influjo moral al sostenimiento del General Huerta”.[4]Contra esta acusación los prelados recuerdan que el mito de las grandes riquezas del clero quedó al descubierto, cuando al exigir su entrega descubrieron su inexistencia, y aquello que encontraron bien se sabía a qué estaba destinado y como se administraba; y sobre el apoyo al general Victoriano Huerta, el clero reconoció lo que la Cámara Legislativa y la casi totalidad de los Estados reconoció, sin juicio de constitucionalidad, en todo caso debía procederse contra los culpables y no “contra la Iglesia, sus dogmas, sacramentos, culto y cuanto es religión, porque con ello el castigado es el clero en masa y el católico pueblo mexicano en sus derechos más sagrados”.[5]

Denuncian la usurpación de la jurisdicción eclesiástica con el nombramiento de capellanes, párrocos y vicarios generales; publicación “de decretos sobre misas y sermones, prohibiendo la confesión y el ayuno y tiranizando ridículamente a los ciudadanos en su libertad de conciencia”.[6]Decretos que atentan contra el derecho divino, contra el natural y contra la misma Constitución de 1857 que reconoce el derecho al libre ejercicio de culto.

Hacen, los obispos, un énfasis en el ataque contra la Confesión y la jerarquía de la Iglesia; sobre el primer punto ponderan su valor sacramental y moral y el bien que aporta a la sociedad al salvaguardar la virtud y la honradez, denunciando la agresión escandalosa contra este sacramento al “quemar en la plaza pública, entre atroces blasfemias, los confesionarios”.[7]Hacen notar también la mano del protestantismo en el ataque a la jerarquía, sobre todo a la jurisdicción del primado del Papa, que de esta manera pretenden sembrar el cisma y división.

Ante todo esto, los obispos tienen el deber de protestar y recordar la incurrencia en excomunión reservada al Sumo Pontífice a todo aquél que atenta contra los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, las jurisdicciones eclesiásticas tanto en el fuero interno como externo y los bienes eclesiásticos y sus rentas.[8]Piden al mismo tiempo a los fieles católicos, fe en sus pastores y no escuchar las calumnias que se levanten, que los acusa de traidores a la patria que pretenden la intervención extranjera. Rechazan también la acusación de haberse mezclado en la política, sino solo enseñar los deberes y derechos del ciudadano católico; denuncian también los ataques “contra la propiedad, la vida y la honra, que son bases de toda sociedad y toda civilización”,[9]el engaño del liberalismo, que con la panacea de la libertad desmedida trajo la esclavitud del más débil y la tiranía del más fuerte; la amenaza del socialismo y la lucha de clases para construir una sociedad feliz.

Recuerda la doctrina social de la Iglesia como el camino para la resolución de los problemas sociales de México, previniendo sobre la “agrupación llamada “el obrero mundial”, (donde) se hace propaganda del más revolucionario socialismo, sepan los católicos que no pueden sin gravamen de conciencia asistir a sus reuniones, oír sus discursos o dar su nombre a esa sociedad ni a las sucursales que se funden en los Estados, ni tampoco leer sus publicaciones, de cualquier clase que sean”.[10]

Finalizan la carta arengando a los cristianos no decaer en la fe, sino mostrar el valor del cristiano al orar por sus enemigos y obrar contra la raíz del mal, en este caso “la escuela laica, las diversiones inmorales, la prensa impía y la desmoralización que nos trajo el liberalismo de cincuenta años”.[11]La persecución no siempre es un castigo sino la prueba para acrisolar la fe y mostrar el trigo y la cizaña, la fe en Dios. Propone a la población católica la espiritualidad cristiana que ha florecido a los pies de María de Guadalupe, sobre todo con su Coronación como Reina de México y la aclamación del Sagrado Corazón de su Hijo Jesucristo como Rey y Soberano, que desató tan feroz persecución. Por último exhorta al pueblo fiel con el ejemplo de los Macabeos, que heroicamente defendieron y dieron la vida por la fidelidad a Dios.[12]

Le sigue a esta Carta de los obispos un Apéndice, con consejos prácticos y sencillos, para que sea “un monitor que les recuerde sus penas y una luz que los guíe (en ausencia de sus pastores) en medio de las perplejidades y conflictos a que se hallan expuestas sus conciencias”.[13]Crecer en las virtudes teologales de Fe, Esperanza y Caridad; la importancia de la Oración, sobre todo, cuando se pueda, delante de Jesús Sacramentado, y el Rosario para implorar el auxilio de la Virgen de Guadalupe; recuerda que ante la carencia de Sacerdotes, el privarse de la misa en días festivos no es pecado, pero recomienda unirse espiritualmente a aquellos que si la tienen; escuchen la predicación parroquial, cuando haya oportunidad, y ante la imposibilidad suplirlo con lecturas espirituales, “renovando la antigua práctica de las familias católicas de leer los libros santos del Nuevo Testamento debidamente anotado, El Año Cristiano, El Catecismo de Perseverancia o del P. Mazo, o algún otro libro instructivo y piadoso”;[14]la responsabilidad de los padres de familia de transmitir la doctrina a los niños; la administración del bautismo por un laico, en caso de ausencia de sacerdote, y recordando las condiciones y rito propio; el sacramento de la confesión y la actitud a tomar ante la falta de sacerdote.

Otro punto tiene por título comunión, sin embargo trata el asunto del matrimonio cristiano, que en ausencia de sacerdote, se realice delante dos testigos, explicando las condiciones; la asistencia a moribundos por parte de los laicos, aconsejando las instrucciones y oraciones del libro El Áncora de la Salvación; advierte contra el peligro del cisma, de los herejes, de la prensa impía, apartándose de ellos; la defensa pacífica de los templos, en la medida de sus posibilidades, para evitar su profanación; la ayuda, cuando se pueda, a los sacerdotes, contra la calumnia, visitándolos en las cárceles, socorriéndolos en sus necesidades; recuerda a los cristianos católicos la oración y promoción de la vocación sacerdotal.

Por último recuerda la pena canónica de la excomunión contra aquellos “hijos rebeldes” de la Iglesia. Recomiendan una lectura atenta de estas Normas y su propagación para ayuda de los cristianos mientras se restablece la Iglesia en la nación.

Jean Meyer hace resaltar tres puntos en el contenido de la Carta: “la refutación enérgica de las acusaciones de colaboración con el régimen huertista, el toque de atención contra el peligro cismático y la denuncia del papel de la masonería y de algunos protestantes en la persecución”.[15]Contra el peligro cismático, señala solo como una tentativa en 1914; sobre el protestantismo llama la atención la actitud de los protestantes de apoyo a la revolución, pues a su triunfo triunfaría el Evangelio, es sobre el apoyo de la Iglesia a Huerta donde Meyer hace un análisis extenso.[16]

Afirma que “Si la Iglesia se contentaba con la resistencia verbal y moral, los católicos no vacilaban en defenderse con las armas en la mano, y los carrancistas se quejaban amargamente, al ver en ello la prueba del apoyo militar de la Iglesia a sus enemigos huertistas, villistas y zapatistas”.[17]Los cristianos veían en los carrancistas constitucionalistas (“con sus uñas listas”) a bandidos que querían apoderarse de las ciudades y pueblos para robar, violar saquear y asesinar, acompañados estos actos con sacrilegios y persecuciones.

Además de que los zapatistas eran católicos, “zapata era tan beato que llevaba las andas del santo de su pueblo, en la procesión” y “Villa había ordenado... no fusilar a más sacerdotes”.[18]Las huestes zapatistas portan el estandarte de la Virgen de Guadalupe como bandera, llevan imágenes en sus sombreros, escapularios y medallas en sus pechos, lo mismo que los villistas; la Iglesia no ha sido molestada en la región dominada por Zapata; en 1915 el obispo realiza sus visitas para administrar la confirmación; los villistas no persiguen a la Iglesia, fueron quienes liberaron sacerdotes y abrieron las Iglesias en Guadalajara y Morelia. Villa dice a Carranza: acusa “de haber destruido la libertad de conciencia persiguiendo a la Iglesia, de haber permitido que los gobernadores prohibieran el culto y aún impusieran penas por la celebración de actos enteramente permitidos por la ley, de haber ultrajado profundamente los sentimientos religiosos del pueblo con actos condenados por la civilización y el derecho de gentes”.[19]Son los carrancistas que rechazan a la Iglesia los que no cuentan con la simpatía y no se les apoya. El gobierno concluyó que la Iglesia era “la eterna rebelde” y debía ponerla en constante asecho. Por esto se le acusó de no apoyar a la revolución y luchar contra ella.

Pasando al Apéndice de esta Carta colectiva de protesta, se descubre el espíritu pastoral y la visión eclesial de los obispos: una preocupación por la grey que no puede ser abandonada, sino proporcionarle el alimento necesario, con consejos y ánimos para enfrentar el momento que les toca vivir, no con angelismos sino con una fe comprometida con acciones concretas, y sin arrogarse privilegios sacerdotales le enseña al pueblo un camino para vivir su identidad eclesial, aun cuando sus religiosos, sacerdotes y obispos están lejos o escondidos como reos peligrosos. La Iglesia es creativa, no muere, sino lucha por vivir aún en momentos difíciles. Se le enseña al pueblo fiel su identidad de Iglesia y compromiso de bautizado.

Los obispos defendían a la Iglesia por sí mismos, sin buscar protección más que la verdad, combatiendo en el campo religioso, procediendo por ejemplo a la reconciliación del templo de Santa Brígida en la ciudad de México, ocupada un tiempo por la Casa del Obrero Mundial, protestando por decretos anticatólicos, y sobre todo protestando colectivamente contra la Constitución de 1917.

Carta Pastoral Colectiva del episcopado Mexicano de 1917

Promulgada la Constitución el 5 de febrero de 1917, varios obispos exiliados expidieron una Carta Pastoral Colectiva del Episcopado Mexicano sobre la Constitución de 1917, fechada el 24 de febrero del mismo año en la Acordada, Texas. La firmaron los Arzobispos de México, Yucatán, Michoacán, Linares –que era al mismo tiempo administrador apostólico de Tamaulipas- y Durango; los obispos de Aguascalientes, Sinaloa, Saltillo, Tulancingo, Zacatecas, Campeche y Chiapas; el Vicario Capitular de Querétaro y el Vicario de Sonora –en sede vacante -. A esta se adhirió inmediatamente el Arzobispo de Guadalajara Francisco Orozco y Jiménez con su Sexta Carta Pastoral, desde “una parroquia del Arzobispado”,[20]el 4 de junio del mismo año.

La Carta colectiva inicia expresando la esperanza fallida de que el tiempo sufrido pacientemente y los ofrecimientos de parte de los revolucionarios, aportara la libertad religiosa a la nación mexicana. Al contrario “la Constitución dictada en Querétaro el 5 de febrero último, eleva a estado la persecución religiosa sancionándola definitivamente”.[21]En esta Constitución se “hiere los derechos sacratísimos de la Iglesia Católica, de la sociedad mexicana y los individuales de los cristianos”,[22]por ello, sin querer inmiscuirse políticamente, contra este atentado “protestan enérgica y decorosamente” conforme a la doctrina de los Romanos Pontífices, especialmente la expresada en la Encíclica Quod Apostolici, y por el patriotismo, declarando que están muy lejos “de aprobar la rebelión armada contra la autoridad constituida, sin (...) que signifique aprobación o aceptación intelectual y voluntaria a las leyes antirreligiosas o de otro modo injustas que de él emanaren, y sin que por ello se pretenda que los católicos (...) deban privarse del derecho que les asiste como ciudadanos, para trabajar legal y pacíficamente por borrar de las leyes patrias, cuanto lastime su conciencia y su derecho”, y no les mueve “el más ligero deseo de venganza, ni siquiera el natural empeño de procurar el bienestar temporal nuestro y de nuestro clero, (...) sino que tenemos como único móvil, cumplir con el deber que nos impone la defensa de los derechos de la Iglesia y de la libertad religiosa”.[23]Recuerdan brevemente los atropellos recibidos y los pretextos utilizados para ello, rechazándolos de nuevo con energía.

La Carta colectiva señala como verdadero móvil de este espíritu antirreligioso, el querer destruir “la ordenación moral de la vida de los individuos que la profesan y por este medio en la familia y en la sociedad”.[24]Protestan contra los artículos constitucionales que atentan contra los derechos eclesiásticos, enumerándolos, transcribiendo los párrafos y explicando el porqué del rechazo. Los artículos en cuestión son:

a) El art. 3º, porque restringe la libertad de enseñanza, “coartando a los sacerdotes la (libertad) que todo hombre tiene de enseñar, y por último se ataca el derecho de los padres de familia a educar a sus hijos según su conciencia y religión”.[25]

b) El art. 5º, porque ataca “la libertad individual y de la religiosa el derecho de escoger el estado (de vida) que a cada quien le parezca conveniente (...) y coarta la libertad de asociarse para un fin tan honesto como es el ejercicio de la caridad”.[26]

c) El art. 27, porque viola el derecho de la Iglesia a poseer lo que es necesario para cumplir su misión y violar el derecho de los individuos de lugares para profesar y practicar su religión.[27] d) El art. 130, que “sujeta la conciencia individual en sus relaciones con Dios a los poderes públicos”, tratar de definir dogmas, como en el caso del matrimonio, e “introducirse en el régimen interior de la Iglesia”.[28]

Por todo eso los obispos denuncian todo aquello que disminuya la libertad religiosa y los derechos de la Iglesia y que desconocen “todo acto o manifiesto, aunque emanado de cualquier persona de nuestras diócesis aún eclesiástica y constituida en dignidad, si fuera contrario a estas nuestras declaraciones y protestas”. No pretenden que se imponga una unidad religiosa “pero queremos, porque tenemos derecho a ello, que la ley no nos sea hostil en beneficio de la incredulidad ni de la irreligión”.[29]

A mediados del mismo año (1917) los obispos publicaron una Instrucción Pastoral que presentaba las verdades de la fe cristiana que los obligaba a pedir la reforma de la Constitución: Naturaleza y constitución de la Iglesia, sus derechos y personalidad jurídica, y las consecuencias prácticas de estas verdades. Esta misma instrucción fue publicada en la carta Pastoral Colectiva del Episcopado Mexicano del 21 de abril de 1926.

Acciones del laicado

El pueblo cristiano se unió a la lucha por la libertad religiosa; dejó sentir su presencia, en especial los jóvenes, los “acejotaemeros”. Se organizan para animar a toda la población en las protestas; la piedad, el estudio y la acción, son sus armas, y su ideal "Por Dios y por la Patria".

La Asociación Católica de la Juventud Mexicana

René Capistrán Garza, el 13 de abril de 1922, dijo a los miembros de la ACJM “La aparición de la Juventud católica organizada en México, ha sido la sorpresa más grande que la Providencia reservó al liberalismo, en uno de esos admirables golpes de timón con que salva a los pueblos”.[30]Ciertamente era el culmen del vigoroso crecimiento de una Iglesia que, a la sombra de la Rerum Novarum, se había plantado y daba frutos. Si durante el régimen porfirista, la doctrina social cristiana había impulsado el periodismo y las acciones concretas con obreros y campesinos para organizarse siguiendo los lineamientos de León XIII, y en el breve régimen maderista, saltó a la política con una participación única y triunfante inspirada en la misma fuente, que desgraciadamente vio su ocaso junto con la caída de Madero, es la ACJM que toma y continúa esta noble tradición, junto con las Damas Católicas.

El origen de esta asociación se remonta a un reducido grupo de jóvenes que en el año de 1912 se reunían periódicamente para estudiar filosofía, germinando en ellos el propósito de adquirir una formación religiosa sólida y organizar una institución que contrarrestara la Young Men’s Christian Association (YMCA), asociación protestante deportiva cuya misión principal era el proselitismo. Con el apoyo del PCN se inicia el camino de lo que llegará a ser la ACJM. Por aquellos mismos años el R. P. Carlos María de Heredia S.J. organizaba la Asociación de Damas Católicas, a iniciativa del arzobispo de México José Mora y del Río.

Estas dos asociaciones cooperarían para “poner un dique a los trabajos de la YMCA y trabajar por alcanzar la libertad religiosa”.[31]Ambas asociaciones buscaban el desarrollo integral del hombre y la mujer jóvenes, la primera pretende “ayudar a la mujer mexicana en el cumplimiento de sus deberes católico sociales y promover de acuerdo con los Prelados diocesanos, las obras que se relacionan con el adelanto social y religioso de nuestra querida Patria”,[32]mientras que la entonces “Liga Nacional de Estudiantes Católicos”, tiene como fin “el cultivo y desarrollo físico, intelectual, moral, religioso y social de sus miembros”.[33]

La colaboración se estableció formalmente el 2 de febrero de 1913 al fundarse el Centro de Estudiantes Católicos Mexicanos, con domicilio en el número 4 de la Primera Calle del Correo Mayor de la ciudad de México, cuyo acuerdo principal era que “las Damas recibirían (ayuda) de los estudiantes en la organización de conferencias, propaganda y demás labores apostólicas, y éstas se comprometían a colaborar con ellos en las fiestas, diversiones y todo lo relacionado con su prosperidad temporal”.[34]

Otro fundamento para la organización de la ACJM fueron las Congregaciones Marianas, cuya director del Consejo Central era el R. P. Vicente Vargas Galeana S. J. Fue en el Congreso Nacional de las Congregaciones Marianas durante el mes de agosto de 1913, cuando se hizo la propuesta de crear la ACJM, que sería “una federación de asociaciones, podían pertenecer a ella las agrupaciones juveniles católicas, con la única condición esencial de colaborar en su fin común, dentro de la esfera de actividades propias de cada asociación afiliada, sin perder por esto un ápice de sus propias características”.[35]De esta manera el 12 de agosto de 1913 quedó formalmente fundada la ACJM, cuyo fin era “la coordinación de las fuerzas vivas de la juventud católica mexicana, para restaurar el orden social cristiano en México, utilizando como medios adecuados para lograrlo, la piedad, el estudio y la acción”.[36]

El R. P. Bernardo Bergöend, S. J. puso los cimientos siguiendo el modelo de la Asociación Católica de la Juventud Francesa; “frente a la secularización de la vida social el P. Bernardo proclamó ante sus muchachos la urgencia y el deber de hacer reinar a Cristo no solo dentro del templo, sino también afuera, en el taller, en la escuela, en la calle, en el Congreso... Afirmó siempre que su ACJM debía permanecer alejada de la política de partido... pero frente a la indiferencia a o al desprecio de la política, enseñó a sus discípulos que era un deber participar en ella y creó en sus almas el anhelo de realizar el desconocido tipo del político santo, al servicio del pueblo”.[37]

El P. Bergöend buscaba hacer del Centro de Estudiantes Católicos (antes Liga de estudiantes Católicos) el fundamento de la ACJM; para cumplir con el objetivo del apostolado social se proyectó un órgano periodístico que llevara un mensaje de sano optimismo juvenil a todos los muchachos que participaban en la empresa de reconstrucción espiritual, esta empresa movió a los “acejotaemeros” a participar activamente en la Consagración de México al sagrado Corazón de Jesús y su Coronación, cosa que había sido solicitada y concedida por el Papa Pío X el 12 de noviembre de 1913: “mas como quiera que el Rey de gloria eterna haya sido ornado con corona de espinas la cual mucho más hermosa aún que el oro y las piedras preciosas vence en esplendor a las coronas de estrellas: la insignias de majestad, es a saber, la corona y el cetro, habrán de colocarse a los pies de las sagradas imágenes”.[38]

Esta ceremonia se realizó el 6 de enero de 1914, los Estudiantes católicos portaron su bandera tricolor con la imagen de la Virgen de Guadalupe en el centro, la que fue depositada a los pies de la imagen de Cristo Rey, delante de la cual hicieron guardia todo el día y en la procesión final precedió al Santísimo Sacramento. Los “acejotaemeros” del Centro de Estudiantes organizó para el domingo 11 de enero una gran manifestación de homenaje nacional a Cristo Rey, haciendo copiosa invitación y propaganda: “Cristo vive, Cristo reina, Cristo impera, fue el himno con que los mayores saludaron al Señor, y los jóvenes repetimos delirantes: ¡Viva Cristo, reine Cristo, impere Cristo! Sí. ¡Reine Cristo!...saldremos a las calles, iremos a las plazas, a donde haya mucho aire, a donde haya mucha luz, y mucha gente que nos oiga, para gritar a voz en cuello: ¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buen corazón! ¿Sabéis quien es nuestro Rey, hombres de toda la tierra? Pues es nada menos que el Rey del Universo, el Creador de todas las cosas, el Inmenso, el Infinito, el Eterno...¡Paso a nuestro Rey, paso al Rey de México!”.[39]

La gran manifestación con cerca doce mil personas, inició su camino hacia la catedral al retoque de campanas, lo encabezaba el presidente del Centro de Estudiantes e inmediatamente La Juventud Católica: Centro de Estudiantes Católicos, Congregación Mariana, estudiantes y jóvenes en general; les seguían las Asociaciones piadosas de varones; los Caballeros de Colón; los Profesionistas; la Prensa católica; los industriales; los Comerciantes; los Agricultores; los Propietarios; los Católicos extranjeros; los Empleados y los Obreros.[40]

Esta fue la carta de presentación de la ACJM; la herencia había sido recibida, de ahora en adelante los jóvenes se organizan y se preparan Por Dios y por la Patria, su lema y con un programa de formación que comprende tres puntos principales: piedad, estudio y acción. La piedad es eminentemente viril, fundada en el espíritu de los ejercicios de San Ignacio que todos deben hacer cada año, es eucarística y guadalupana, con gran estima de las Congregaciones Marianas, a las cuales pertenece lo mejor de sus grupos.

El estudio, practicado en forma de círculos, es también una de sus bases esenciales; en él es donde se forma su espíritu genuino y se da a la acción su carácter especial que comprende: 1) El estudio de la religión sobre todo en su aspecto apologético, 2) El estudio de la Cuestión Social con la encíclica Rerum Novarum como texto oficial obligatorio y 3) El estudio de la Cuestión cívica según las normas pontificias y especialmente en la encíclica Immortale Dei. La acción es religiosa con la enseñanza del catecismo, no hay grupo que no se dedique a ello, es social y se especializa en el trabajo con sindicatos, y es cívica porque su objetivo es la reconstrucción cristiana de la sociedad. Las manifestaciones públicas, escritos de protesta, comisiones con el Presidente de la República y a la Suprema Corte de Justicia, etc., es el campo de acción de los “acejotaemeros”, sin embargo su más extenso campo de gloriosos triunfos se reservó para otros años, en la persecución más sangrienta de 1926.[41]

Los jóvenes católicos no habían dudado en ofrecerse como voluntarios contra la invasión de Estados Unidos a Veracruz el 21 de abril de 1914, organizando guardias en el patio de la Escuela Nacional Preparatoria, formando un batallón llamado Guadalupano. Al mismo tiempo una comisión se dirigió a encontrarse con los revolucionarios para pedir, infructuosamente, la unión en la lucha contra los invasores.[42]

El Centro de Estudiantes Católicos, miembro de la ACJM, mantuvo constante comunicación epistolar con el episcopado mexicano, lo que contribuyó a la fundación en el interior de la República, de numerosos centros de la Liga de Estudiantes Católicos Mexicanos, lo que sería una amplia red de la ACJM.

Los “acejotaemeros” no dudaron de organizar manifestaciones de protestas ante los ataques que recibía el clero y la Iglesia, exponiéndose a agresiones de parte de los revolucionarios. En 1915 renovó en la catedral de México la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, y el 12 de diciembre organizó una velada en honor de la Virgen de Guadalupe. En 1916 lanzó una campaña contra la YMCA y en general contra el protestantismo yanqui, mientras se daba los pasos necesarios para una ACJM fuertemente organizada, formándose las unidades regionales de Jalisco, Colima, Aguascalientes, Michoacán, Guanajuato, Nuevo León, Zacatecas, San Luis Potosí y Tamaulipas. A partir de la expedición de la nueva Constitución y la protesta de los obispos, el radicalismo encumbrado en el poder se convertía en “fiera amenaza de los católicos y las perspectivas futuras les eran del todo desfavorables”.[43]

Ante esto se dio la definitiva organización de la ACJM: en enero de 1918 el Centro de Estudiantes Católicos dejaba de ser el Centro General de la ACJM y se convertía en grupo local de la Unión Regional del Distrito Federal y se constituía el Comité General de la ACJM con representantes de cada una de las Uniones Regionales, que tomó posesión el 1 de mayo de 1918, siendo su primer Presidente René Capistrán Garza, joven de 20 años, y el P. Bernardo Bergöend S.J. tomó el título de asistente general. Se constituyó definitivamente la ACJM, en medio de la tormenta, listos para librar la lucha a favor de la Iglesia.

El pueblo fiel

El pueblo religioso secundó la obra de la Juventud Católica, respondiendo con creces a las convocatorias de protestas y oraciones por la libertad religiosa. Fue sobre todo en el estado de Jalisco, ante los decretos 1913 y 1927 del Congreso del Estado, limitando el número de sacerdotes a uno por cinco mil habitantes,[44]donde tomaron viva participación la población entera. Panfletos y ocursos de protesta anónimos, de agrupaciones religiosas, obreros, profesionistas y grupos de población civil circulaban sin cesar;[45]manifestaciones públicas se realizaban en cada rincón del estado, incluso una procesión penitencial de beatos descalzos se realizó en Guadalajara el 11 de julio de 1918.[46]

También en la Ciudad de Morelia, Michoacán, se realizó una gran manifestación el 12 de mayo de 1921, para protestar contra los excesos de los socialistas el 1 de mayo, contra imágenes sagradas de los templos y la colocación de banderas rojinegras en la Catedral. Esta manifestación terminó con un enfrentamiento trágico con los socialistas.[47]

Los atentados contra el Arzobispo de México el 7 de febrero de 1921 y contra la Virgen de Guadalupe el 14 de noviembre, dio origen a que las manifestaciones de protesta se extendieran por todo el país. La cuestión religiosa iba llegando a su punto límite. Por doquier se levantaban voces y pequeños “alzamientos” de inconformidad.[48]El Partido político busca volver a la acción política, reorganizándose con el nombre del Partido Nacional Republicano,[49]al mismo tiempo se comienzan a organizar los sindicatos católicos según la encíclica del Papa León XIII, con el apoyo de los Caballeros de Colón y del episcopado mexicano. [50]

Roma y el mundo

La Iglesia mexicana no estaba sola en la lucha por su libertad; muy cercana estaba Roma y su Pontífice que hacía sentir su presencia y con él los católicos de todo el mundo. La fuente donde se nutre tal combate es la Encíclica Rerum Novarum de León XIII sobre la situación de los obreros, en un mundo que afronta grandes cambios, delante de los cuales la Iglesia tiene algo que decir.[51]Ya el desarrollo del catolicismo social había tomado este desafío durante el régimen de Porfirio Díaz, organizándose los círculos obreros, los congresos católicos y agrícolas, las semanas sociales, incluso habían saltado a la política con la creación de PCN.

Otro documento que fue formando lentamente a jóvenes católicos fue Graves de Communi sobre la democracia cristiana, concebido éste como un movimiento amplio, social y no exclusivamente político.[52]Otro documento invocado por los obispos en su protesta contra la Constitución de 1917 fue la Quod apostolici muneris, acerca del socialismo, del 28 de diciembre de 1878.[53]Y la ACJM entre su programa prevé además del estudio de la Rerum Novarum, la Immortale Dei, sobre la constitución cristiana del Estado, cuyo objeto es comparar las modernas teorías políticas con la concepción cristiana del Estado, explicando los deberes de los católicos en materia política.[54]Y en general toda la doctrina del Magisterio de León XIII, sea en política o en la cuestión social, forma y mueve a los católicos mexicanos a actuar. Consideran el mundo como el espacio donde debe regir la civilización cristiana.

No se puede dejar a un lado otro acontecimiento: el Concilio Plenario de América Latina, celebrado en el Colegio Pío Latinoamericano de la Ciudad de Roma en 1899. En ella los obispos de Latinoamérica se encontraron para “establecer una regla de acción común para todos los obispos”,[55]sobre la formación del clero, reorganización territorial, las relaciones Iglesia-Estado, prensa, educación, emigrantes y masonería. Entre éstas llama la atención el énfasis en promover una prensa católica que “defiendan y vindiquen las doctrinas y derechos de la Iglesia, pongan en claro los innumerables engaños de los impíos y refuten la aterradora multitud de errores”.[56]

Y ante la amenaza de arrebatar a la Iglesia el derecho a la educación, afirmaron los obispos que “la Iglesia, no sólo tiene por su naturaleza el derecho, independiente de toda potestad humana, de erigir y reglamentar escuelas para la cristiana formación y educación de la juventud católica, sino que le ampara igual derecho de exigir que en todas las escuelas, así públicas como privadas, la formación y educación de la juventud esté sujeta a su jurisdicción”.[57]Bastan estas dos referencias para comprender la actitud intransigente de la Iglesia católica mexicana, jerarquía y laicos, para defender los derechos que la nueva Constitución quería arrebatarles. Más en su lucha el Santo Padre no dejó de acompañarlos; el 12 de noviembre de 1913 les había concedido proclamar el reinado del Sagrado Corazón de Jesús en México.[58]Cuando la persecución se hizo presente con el triunfo de los carrancistas, Benedicto XV envió una carta al Arzobispo de México, José Mora y del Río con motivo de las situación religiosa de la República Mexicana.[59]Los obispos de México desde el exilio no dejaron de comunicarse entre sí y tomar acuerdos comunes, a la vez que entraban en estrecha comunicación con la Santa Sede y también con la Conferencia Episcopal Norteamericana a través de Mons. Francis Clement Kelley, Presidente de la organización The Catholic Church Extension Society, uno de los grandes benefactores de la Iglesia mexicana. También se dirigieron a los Caballeros de Colón para que ayudaran al clero, así le escribían a James A. Flaherty: “Mientras tanto nosotros mantendremos la más profunda esperanza que nuestra formal petición urgirá a los miembros de esta fraternal y benéfica sociedad, los Caballeros de Colón, para rendir un total servicio caritativo a la causa de la Religión de Dios”.[60]Lo mismo hicieron en el mes de septiembre de 1914, informando a la Delegación Apostólica en Washington sobre la situación en México.[61]

Una de las preocupaciones del episcopado era la formación del clero, por lo que el Seminario Interdiocesano de Castroville, fundado en enero de 1915, fue un remanso entre tantas angustias. La persecución se recrudecía y los obispos no cesaban en sus demandas de auxilio; la Conferencia Episcopal de Estados Unidos fue quien ayudó fraternalmente a los desesperados prelados mexicanos a solicitud directa del Papa Benedicto XV, quien preocupado por tan tremendos acontecimientos que la iglesia mexicana estaba sufriendo, encomendó la noble tarea de ayudar a la república mexicana y al mismo tiempo agradecía tan generosa disposición.[62]

Los prelados habían protestado por la Constitución sujetando al juicio del Sumo Pontífice sobre tal proceder. Benedicto XV respondió al Episcopado con fecha del 15 de junio de 1917 de haber hecho “una cosa muy conforme al oficio pastoral, y dignísima de nuestra alabanza”,[63]además de hacer patente su paternal preocupación, prometiendo su ayuda para aliviarlos. A esta protesta también se unieron los arzobispos y obispos de Estados Unidos de Norteamérica, a través de un documento firmado por el Cardenal Gibbons, Arzobispo de Baltimor.

Muchos otros apoyaban la lucha del México católico: El Episcopado Francés protestó el 9 de diciembre de 1918; el Episcopado Español hizo lo mismo el 19 de marzo de 1919; lo mismo el Episcopado Latinoamericano: el 17 de mayo al 20 de noviembre de 1917 protestaron los obispos de las diócesis de Panamá, Trujillo, La Plata, Paraná, Santa Fe (Argentina), Loja, La Serena, Granada, Managua, Cuenca, Tunja, Arassuahy, Santiago de Cuba, Barquesimeto, San Salvador, Santa Ana, Barbasto, Medellín, Florianópolis, Ibagué, Puno, Campinas, Cartagena y Guatemala.[64]

El tiempo pasaba y fin no se veía a la situación; los revolucionarios tenían un instrumento legal para someter a la Iglesia, que la gran mayoría de los mexicanos censuraba tenazmente y que las grandes potencias, en medio de la guerra mundial, miraban con recelo por el rabo del ojo. Por otra parte, el Ejecutivo, Venustiano Carranza, descubrió que gobernar con la Constitución, planteaba numerosas dificultades; no era lo mismo que cuando gobernaba dictatorialmente, por medio de decretos. Las elecciones políticas presentaban peligrosas situaciones, el Congreso era también una amenaza a su estabilidad. Obregón, se había retirado cautelosamente “por motivos de salud” con intenciones de reaparecer después en escena.

La cuestión religiosa era diversa en las distintas regiones del país, según la postura de gobernadores y jefes políticos existentes. La crisis religiosa en el Estado de Jalisco perturbó al Presidente, los preceptos anticlericales amenazaban el equilibrio del país; fue por esto que propuso dos iniciativas de reforma. El 20 de noviembre de 1918 propuso la reforma del artículo 3º, y días después la reforma de las fracciones VII, VIII y XVI del artículo 130. Buscaba regresar a su esquema original el artículo sobre la educación y derogar la prohibición contra los ministros extranjeros; suprimir la facultad de los estados para limitar el número de sacerdotes y redefinir la propiedad eclesiástica. El Congreso no se lo permitió

Trágica coincidencia, al proclamarse la Constitución de 1857, el entonces Presidente Comonfort comprendió que con ella era ingobernable la nación,; lo mismo sucedía en 1917. El país no se podía regir con una Carta Magna contraria a la inmensa mayoría católica de México. Carranza experimentó esta realidad, era un régimen frágil que afrontaba, además, enemigos entre aquellos que la levantaron. El “Plan de Agua Prieta” de Obregón y Calles se alzó contra Carranza el 23 de abril de 1920; el 7 de mayo tuvo que abandonar la capital ante la amenaza de los rebeldes, llegando a Tlaxcalaltongo, Puebla, el 20 de mayo. Esa noche los rebeldes cayeron sobre su campamento, disparando contra las chozas donde dormían los fugitivos. En una de ellas murió el Presidente de la República Venustiano Carranza.

Se cerraba un capítulo de la historia mexicana, pero quedaba en compás de espera la cuestión religiosa.

Notas

  1. Llamados así por pertenecer a la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM)
  2. Carta Pastoral Colectiva a los Católicos Mexicanos sobre la actual Persecución Religiosa y Apéndice con las Normas de Conducta para los mismos Católicos, noviembre de 1914, 3, en EPISCOPADO MEXICANO, Cartas del episcopado Mexicano (1907-1936), fotocopias en la Biblioteca del Colegio Mexicano en Roma.
  3. Idem., 4.
  4. Idem.
  5. Idem., 5.
  6. Idem., 6.
  7. Idem., 7.
  8. Recuerdan la Constitución Apostólica Apostolicae Sedis de Pío IX. Idem., 8-9.
  9. Idem., 10-11.
  10. Idem., 13.
  11. Idem., 14.
  12. Idem., 16.
  13. Apéndice, Normas de Conducta para los Católicos.. Idem., 1.
  14. Idem., 3.
  15. MEYER, 93.
  16. Idem.,. 94-100.
  17. Idem., 94.
  18. Idem., 95.
  19. MOCTEZUMA Aquiles, El Conflicto Religioso de 1926. Sus orígenes, su desarrollo, su solución, I, JUS, México 1960, 264.
  20. OROZCO Y JIMÉNEZ Francisco, Sexta Carta Pastoral, en DÁVILA GARIBI J. Apuntes para la Historia de la Iglesia en Guadalajara V, Libros de México, México 1977, 326.
  21. Carta Pastoral Colectiva del Episcopado Mexicano sobre la Constitución de 1917, en DÁVILA GARIBI J., 310
  22. Idem.
  23. Idem., 311.
  24. Idem.,
  25. Idem.,
  26. Idem.,
  27. Idem., 315.
  28. Idem., 318-319.
  29. Idem., 320
  30. PALOMAR Y VIZCARRA, 140.
  31. BARQUÍN Y RUIZ Andrés, Bernardo Bergöend S.J., JUS, México 1968, 64.
  32. Idem., 62.
  33. Idem., 64.
  34. RIUS FACIUS Antonio, La Juventud Católica y la Revolución Mexicana, 1910-1925, JUS, México 1963, 35.
  35. Idem.,48-49.
  36. PALOMAR Y VIZCARRA,141.
  37. Idem., 93.
  38. BENEDICTO XV, Epistolae ad RR. DD. Archiepiscopos et Episcopos Mexicanae Reipublicae, et Fidelibus Eiusdem Reipublicae SS. Cordi Iesu Sollemniter Vovendis, AAS, V. 5 (1913), 546-547.
  39. BARQUIN RUIZ, 73.
  40. Idem., 77.
  41. GUTIÉRREZ CASILLAS José, Jesuitas en México durante el Siglo XX, Porrúa, México 1981, 107-109.
  42. Pero los Estados Unidos habían invadido el puerto para ayudar a los revolucionarios, y estos se negaron a combatir la invasión.
  43. RÍUZ FACIUS, 117.
  44. Se pueden ver los decretos y su Reglamentación en Colección de Documentos relativos a la Cuestión Religiosa en Jalisco I, Compiladores: DÁVILA GARIBI J. y CHÁVEZ HAYOE S., Tipografía YGUINIZ, Guadalajara 1920, 64-67 y 75-78.
  45. El tomo II de La Colección de Documentos relativos a la cuestión Religiosa en Jalisco, en sus 388 páginas presenta un gran número de estas protestas.
  46. Puede verse la colección de artículos del Periódico El Universal, de la Ciudad de México en Las Relaciones Iglesia Estado en México 1916-1992 I, El Universal, México 1992, 18-26.
  47. Ídem., 47-55.
  48. Ídem., 37-45 y 57-73.
  49. Ídem., 20-33.
  50. Ídem., 34-37.
  51. LEÓN XIII, Rerum Novarum 12, Doctrina Pontificia III. Documentos sociales, BAC, Madrid 1964, 261-262.
  52. LEÓN XIII, Graves de Communi 6, Doctrina Pontificia III. Documentos sociales, BAC, Madrid 1964, 364-365.
  53. LEÓN XIII, Quod Apostolici Muneris, Doctrina Pontificia II, Documentos políticos, BAC, Madrid 1958, 61-74.
  54. LEÓN XIII, Immortale Dei, Doctrina pontificia II, Documentos políticos, BAC, Madrid 1958, 189-220.
  55. PAZOS Antón, Los Problemas de la Iglesia Latinoamericana hace un siglo, según la documentación vaticana, en Historia de la Evangelización de América, Actas, Ciudad del Vaticano, Librería Editrice Vaticana 1992, 887.
  56. Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina (Edición facsímil), Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1999, 411.
  57. Idem., 378.
  58. BENEDICTO XV, Epistolae ad RR. DD. Archiepiscopos et Episcopos Mexicanae Reipublicae, de Fidelibus Eiusdem Reipublicae SS. Cordi Iesu Sollemniter Vovendis, AAS, V. 5 (1913), 546-547.
  59. BENEDICTO XV, Ad R. P. D. Iosephum Mora y del Río, Archiepiscopum Mexicanum, De Gravi Mexicanae Ecclesiae Statu. AAS, V. 6 (1914), 543.
  60. Citado por CHÁVEZ SÁNCHEZ, 122.
  61. Idem.
  62. BENEDICTO XV, Ad Iacobum Card. Gibbons, Baltimorensem Archiepiscopum, Eximiam Carttatem Laudat Catholicorum Foederatarum Americae Civitatum Erga Miseros Nationis Mexicanae Incolas, Civilibus Perturbationibus Vexatos, AAS, V. / (1915), 168-169.
  63. BENEDICTO XV, Expostulationem ab Episcopis Mexicanis Editam in Legem Illic Latam de Re Publica Novanda Adprobat B.P. et Nuntiat se Die Festo B.M. V. Guadalupensis Litaturum pro Mexicano Populo, AAS, V. 9 (1917), 376-377.
  64. MOCTEZUMA, 227

Bibliografía

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JOEL TUZ / FIDEL GONZÁLEZ