Diferencia entre revisiones de «LIBERALES Y CONSERVADORES EN CENTROAMÉRICA»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Los proyectos liberal y conservador marcaron la vida política de Centroamérica en el largo periodo que va de 1824 a 1870. La política conservadora se abrió campo después de los intentos fallidos llevados a cabo por la política liberal. Sin embargo, ese proyecto conservador se fue introduciendo poco a poco. Su éxito estuvo ligado a las pugnas por el poder en torno al proceso de centralización de la autoridad estatal y a la promulgación de las independencias absolutas de los estados, así como a la intervención política y económica de las potencias extranjeras en el istmo. La característica de la política conservadora se puede resumir en la demanda de un gobierno centralista y fuerte; además propiciaban la continuidad histórica de la época colonial, que se manifestaba en la alianza con la Iglesia, el elitismo electoral y administrativo, y el mantenimiento de un régimen legal separado para los indígenas. Esto en la práctica se expresó en una oposición consciente a la amenaza percibida de disolución social y administrativa llevada a cabo por el movimiento independentista, además de oponerse al planteamiento federal de los liberales. El propósito conservador era frenar el debilitamiento del poder del gobierno central; asimismo frenar el surgimiento de los sectores ladino y mestizo a causa de la imposición del federalismo, y de la adopción de medidas modernizantes de los liberales, sea administrativa, agraria, educativa e incluso eclesiástica. Para ello, apelaron a la defensa de la tradición frente a la discontinuidad causada por el liberalismo, que había llevado a un desorden en el ámbito social y económico. Entonces los conservadores estaban muy interesados en profundizar la alianza con la Iglesia y con las diferentes comunidades indígenas. Veían en la Iglesia una institución muy organizada, con una profunda implantación en el pueblo y una influencia social muy alta. De esta manera, volvieron a instituir la influencia religiosa en la educación, además en la conducción de la política de los estados independientes. A partir de 1840, con la caída de la federación, la Iglesia y los conservadores llevaron a cabo el proceso de erección de los obispados de El Salvador y Costa Rica, como justificador y legitimador del nuevo orden político y social. Sin embargo, dentro de cada estado de Centro América no todo el mundo tenía la misma cultura o pertenecía a la misma etnia. El proyecto liberal que comenzó con la federación se había convertido rápidamente en un proyecto excluyente, aunque las leyes o lo escrito en ellas dijeran otra cosa. El proyecto buscaba la integración del territorio, pero había fallado en lo más importante que es la integración de los individuos. Por ejemplo, la constitución federal de 1824 establecía que todos los hombres tienen los mismos derechos ante la ley, todos son iguales, esto apelando a los principios de la revolución y constitución francesa, pero en la práctica, rápidamente aparecieron categorías de ciudadanía al reducirse su universalidad por diversos motivos, incluidos los étnicos; indios y blancos; lo social, pobres y ricos, lo cultural, analfabetas y aquellos con título académico y profesional. Cuando habían elecciones de las autoridades se manifestaba mas esta diferencia, solamente elegían los que sabían leer y escribir. Con esto, la mayoría de la población, los indígenas, los analfabetas y los pobres, se quedaron al margen del proyecto de la nación, de construir este proyecto civil. A partir de ese momento, la dirigencia política de cada estado, viendo el fracaso integrador a consecuencia de la exclusión de las grandes mayorías, buscó por otros medios llevar a cabo este ideal, por lo que buscaron su integración al mercado mundial, como sinónimo de desarrollo y progreso; pero con esto no se resolvía el problema integrador, sino por el contrario, poco a poco se fue haciendo más grande la brecha entre unos y otros. El proyecto conservador solamente aplicaría la idea, muy en moda en ese siglo, de progreso a la modernización de la economía, y al surgimiento del estado nacional. Fueron dos los países en donde los conservadores tuvieron un gran éxito: Guatemala y Nicaragua. En el primero, el triunfo se dio después de la derrota decisiva al intento separatista de los Altos occidentales, y del movimiento popular de los Lucios, en el oriente del país, a causa de la derrota de los liberales. En el segundo, se dio a través de la derrota del filibustero William Walker y de la fracción liberal, que se hizo realidad con el pacto oligárquico de 1858. Fue entonces, que bajo el poder político conservador, se erigieron las nuevas republicas Centroamericanas, asegurando la centralización del poder político y declarándose independientes de cualquier poder federal que intentara unirlos. No podemos decir con certeza, en que momento de la historia centroamericana sus habitantes comenzaron a tener conciencia de su identidad, no solamente como centroamericanos sino también de cada estado en particular. No es fácil mantener este sentimiento unionista, como fue el anhelo de los primeros abanderados en esta materia. Poco a poco se van dando los regionalismos que llevaran a desarrollar un nacionalismo manifiesto en el hostigamiento hacia los demás estados, naciendo todos de la misma tierra y siendo hermanos por muchas cosas que les unen. La República Federal de Centroamérica, lejos de reducir la tensión entre la corriente centralizadora representada por la ciudad de Guatemala, antigua Capitanía general, y la descentralizadora abanderada por San Salvador, León y San José, terminó agravándose. Todos los estados trataron de reafirmar su autonomía frente a Guatemala, que en la época de la colonia detentaba el poder. La táctica que se utilizó para llevar a cabo esto, fue considerar como propio su territorio y sus recursos fiscales. A largo plazo, este planteamiento impidió que el gobierno federal adquiriese un verdadero control financiero y territorial; con ello se abrió la coyuntura del colapso del pacto federal que aconteció entre 1838 y 1842, y que acelero el proceso de formación del estado nacional en cada uno de los recién surgidos. Los elementos políticos y económicos que determinaron este proceso fue el desarrollo de la territorialidad como fundamento de la reforma estatal. Esta territorialidad fue de origen colonial, controlada por las elites, que terminaron por hacer coincidir sus intereses mercantiles, agrarios y administrativos, con los del territorio de sus respectivas provincias, convertidas en estados a raíz del pacto federal. El otro elemento fue el asalto al poder político regional y estatal de esas elites, haciendo que su función política, que hasta la fundación de la Republica Federal había sido ejercida de manera informal, quedara institucionalizada por el nuevo orden político y social.

El poder de las elites en los estados de la federación se expresó en luchas políticas y también en luchas armadas en torno a la problemática de la capitalidad, pues cada provincia era generalmente bicéntrica; es decir, tenía al menos dos ciudades de origen colonial enfrentadas por el control económico y administrativo interno. Así lo es en la actualidad San Pedro Sula, Honduras, que compite en muchos aspectos por la supremacía con la capital que es Tegucigalpa. Por tanto, la cuestión de la soberanía paso a ser un elemento clave para los estados a partir de 1840, tiempo en el cual se declararon libres y soberanos.

Con esta decisión política completaron la institucionalización de su territorio y de su poder interno por medio de las leyes, instrumento jurídico que utilizaron a su favor, además de otras reformas institucionales. Sin embargo, la voluntad política de soberanía pronto hizo aparecer tres problemas reales que requerían una inmediata solución. En primer lugar, la necesidad de escoger una forma republicana de organización de poder para los estados recién formados, ya sea federal o centralista. En segundo lugar, la necesidad urgente de tener solvencia económica como nuevos estados independientes ante la comunidad mundial. Por último, el peso de las ambivalencias de las fronteras internas y externas de origen colonial, como parte del proceso de consolidación de la soberanía territorial en cada uno de ellos. En lo que se refiere al primer problema, los cinco estados que habían sido parte de la Federación optaron por gobiernos centralistas, para así facilitar la consolidación de procesos de nacionalización del aparato estatal, y la soberanía de su territorio iniciada en el seno de la Federación. En el siguiente caso, la disolución de la República Federal evidenció las dificultades para transformar esa victoria de la soberanía de los antiguos estados federados, en nuevas formas institucionales que reemplazaran a la nación centroamericana. Al final de la década de 1830, las economías de los cinco estados no daban aún para asegurar la independencia proclamada y hacerla reconocer internacionalmente. La credibilidad de los nuevos estados ante los europeos y norteamericanos estaba en proceso, no era definitiva, como lo demuestran la actuación diplomática de sus representantes más destacados; el cónsul ingles Frederick Chatfield y el cónsul estadounidense John L. Stephens. El tercer problema se resolvería, en gran medida, del éxito de los dos primeros, pues se necesitaba tanto el control efectivo del territorio como de los árbitros internacionales, para garantizar los primeros tratados fronterizos entre cada uno de los estados recién independizados. Guatemala se proclamó republica el 21 de marzo de 1847 y Costa Rica hizo lo mismo el 30 de agosto de 1848. Al tomar estas decisiones, se vieron obligadas a realizar esfuerzos para proyectarse en el ámbito internacional con el propósito de recibir el reconocimiento diplomático del concierto de las naciones, y de esta manera también integrarse al mercado mundial. Fue entonces que sus intereses particulares obtuvieron prioridad sobre cualquiera de los estados de la unión centroamericana. Para eso utilizaron un sistema ideológico, por medio del cual justificaban esa decisión que se hacía palpable no solamente en su política, sino también en su producción historiográfica. Nicaragua se declaró también como república. Esto aconteció en el año de 1854; la ocasión se dio durante la coyuntura del enfrentamiento entre las fuerzas liberales contra los conservadores. El mismo camino siguieron las restantes dos repúblicas en el siguiente orden: El Salvador proclamo su soberanía en 1859, y finalmente Honduras lo haría en el año de 1846. Paralelamente, cada una de las cinco republicas que formaban la unión centroamericana, se había dado al trabajo de desarrollar una serie de redes mercantiles particulares, orientadas a ofrecer sus productos en los mercados de Europa lo mismo que en los de Estados Unidos.

Cuando llegamos a la mitad del siglo XIX, esa transición al capitalismo agrario obligó a los gobiernos conservadores de Centroamérica, a aceptar las políticas reformistas planteadas por los liberales, en lo concerniente a la privatización de la tierra y a la promoción de las exportaciones. Esto trajo un gran beneficio económico pero solamente a nivel gubernamental, no se percibió en las clases populares. 

Entre los productos que tuvieron mucha proyección internacional, debido a su demanda, podemos mencionar: el café, que era exportado por Guatemala y Costa Rica, ya que era muy apetecido en Londres; el añil, exportado por El Salvador, que estuvo en auge gracias al comercio de cabotaje dominado por las empresas británicas. En Nicaragua se estableció la empresa «Compañía del Tránsito», cuyo propietario era el norteamericano Cornelius Vanderbilt, aprovechando la ruta interoceánica.

Finalmente, la explotación de ganado en la republica de Honduras, que se hizo con el fin de abastecer la creciente producción azucarera que había en Cuba.

Gobiernos liberales en la política salvadoreña Hemos señalado que los iniciadores en esta aventura independentista fueron Guatemala y Costa Rica, que proclamaron su soberanía como repúblicas independientes. En esta maniobra, tuvieron el apoyo político e internacional de varios países, como es el caso de Inglaterra, que en aquel entonces dominaba el comercio de café, añil y la grana. Este reconocimiento internacional de parte de esta y de otras potencias mundiales, acelero mucho más este proceso de fragmentación en Centroamérica. En Guatemala llega al poder el general Carrera, y hace estrecha alianza con Inglaterra a causa de los intereses económicos de ambas naciones. Entre los años 1842 y 1853, todavía algunos centroamericanos defienden el sueño unionista, tratan de resucitarlo mediante convenciones y tratados. El ultimo que hace este gran esfuerzo, sin lugar a dudas, es el general Francisco Morazán, haciendo la proeza de unir los tres estados que forman un triángulo en Centroamérica, ellos son; Honduras, El Salvador y Nicaragua. Se firma el pacto de Chinandega entre los tres países que toman medidas defensivas contra los ingleses, en una guerra económica donde los europeos ya tienen abierta la puerta por Guatemala. Como hemos visto, el intento de Morazán fracaso ya que cada estado volvió a proclamar su independencia y soberanía con respecto a los demás estados. Era evidente que a Inglaterra no le convenía esta unión, por lo cual, hacia todo lo posible por evitarla. Los consejos de Sonsonate y Nacaome, entre los años de 1846 y 1848, trataron de participar en el bloque contra Inglaterra, para ello también hicieron esfuerzos para el ideal unionista. Como sabían que la influencia de Inglaterra era muy grande y ellos aunque formaran bloque no podían contra esta potencia, vieron la posibilidad de contar con el apoyo político del gobierno de los Estados Unidos. Este gigante del norte, luego de poner fin a las guerras victoriosas contra México, volvió su interés hacia Centroamérica. Sin embargo, Inglaterra no perdió la iniciativa con este hecho, sino que mando inmediatamente diplomáticos para que firmaran con Guatemala y Costa Rica tratados económicos; de esta manera se adelantaba al interés estadounidense y hacia más palpable la división de la región. Esta influencia del Reino Unido, que tenía una política expansionista, debido a su ímpetu imperialista, no solamente fue a nivel económico, también lo fue por medio de la fuerza.

Si bien es cierto que la Corona británica no combatió con ningún país del área centroamericana, si tenía mucha coacción física por medio del poder naval que desplazo en esta zona. Esta amenaza se volvió realidad cuando buques de guerra británicos, presionaban con bloqueos navales, ocupación de territorio esporádicamente e intimidación; esto sin contar con la presión diplomática. 

Todo esto, a causa de la deuda económica que la federación había dejado, y por los préstamos adquiridos por diferentes empresas centroamericanas. Fue así como llevaron a cabo diversos bloqueos navales y ocupaciones; los más celebres fueron los del río San Juan, en Nicaragua, en 1844, y la ocupación de la isla el Tigre, en el golfo de Fonseca en 1849. Por otra parte, los Estados Unidos comprendieron que Inglaterra buscaba monopolizar cualquier paso interoceánico por Centroamérica, y que debían actuar rápidamente. Fue así, como negoció un tratado con Nueva Granada, la actual Colombia, con el cual, obtuvieron la concesión de transitar en el istmo de Panamá, a cambio de una garantía de neutralidad en el área. Recordemos que Panamá no era parte de Centroamérica sino que en esa época formaba parte de la gran Colombia. El resultado de esta negociación fue la construcción del ferrocarril interoceánico en 1855. La conquista del oeste en Norteamérica y el descubrimiento del oro en California daban prioridad a los intereses estadounidenses a desplazarse hacia la costa del Pacifico. A pesar de eso, su representante para el área, Ephraim Squier, obtuvo un tratado canalero con Nicaragua y otro para la construcción de un ferrocarril interoceánico con Honduras en 1848. Como podemos ver, los diferentes movimientos con la consecuente evolución de acontecimientos, giran en torno al interés económico, que exponen a esta parte del planeta, a experimentar de nuevo la explotación y la dependencia de otras naciones más fuertes que ellas, deteniendo el proyecto soberano y libertador de los primeros próceres. En Centroamérica era evidente el conflicto de intereses entre Inglaterra y los Estados Unidos; y que este último también deseaba expandir su dominio a través de la «doctrina Monroe». Fue así como las dos potencias firmaron el tratado de Clayton-Bulwer, en 1850, mediante el cual se comprometían a no buscar el control exclusivo de una ruta canalera a través de Centroamérica. La situación no fue fácil para Centroamérica que quedó en medio de dos superpotencias que buscaban su expansión y predominio en el área. El primero que tomo la iniciativa, a pesar de los tratados, fue Inglaterra, que declaro la anexión de Belice, en Guatemala, e Islas de la Bahía, en Honduras, haciéndolas parte de su imperio. En estas circunstancias, Guatemala, Honduras y Nicaragua, firmaron entre 1859 y 1860 nuevos tratados con Londres relativos a la presencia británica en Belice, Roatan y la Mosquitia, respectivamente; estos tratados no traspasaron a Inglaterra la soberanía de los territorios en cuestión, pero si reconocieron su derecho a administrarlos. Ante toda esta situación vivida en la región, de presiones diplomáticas y de bloqueos por parte de fuerzas foráneas, en el interior se daban una serie de movimientos que cambiaban la geografía política. Los estados que forman el triángulo, bajo gobiernos de corte liberal, habían firmado entre sí, el «Pacto de Representación Nacional», por medio del cual, acordaron derrotar definitivamente al caudillo de la época en Guatemala, máximo representante del conservadurismo, el general Rafael Carrera.

Para llevar a cabo su cometido, formaron un gran ejército, al que dispusieron en orden de batalla para invadir Guatemala. La expedición fue un verdadero fracaso ya que este ejercito fue derrotado en la batalla da La Arada, en suelo guatemalteco. Este hecho abrió el camino de hegemonía de parte de Guatemala en toda la región durante dos décadas, con injerencia en los asuntos internos de El Salvador, Honduras y Nicaragua. 

En el año de 1862 llegó a la Presidencia de la Republica de El Salvador, el general Gerardo Barrios. Como buen liberal, tenía añoranza por el sueño de unión centroamericana. Por lo cual, propuso la creación de un tratado de unión entre las repúblicas centroamericanas. Como respuesta a esta pretensión, el general Carrera de Guatemala invadió El Salvador e impuso en la presidencia a un conservador. El cargo fue desempeñado por Francisco Dueñas. El proyecto liberal había fracasado nuevamente, será hasta la década de 1870 que retomaran el poder y harán un nuevo intento para llevar a cabo el sueño de la unión. Simultáneamente a estos acontecimientos, en los Estados Unidos había una fuerte tensión política entre los estados del norte y los del sur, situación que más adelante llevará a este país a la guerra civil.

En el preludio de la guerra norteamericana, apareció en esta región el filibustero William Walker,  que fue llamado por los liberales nicaragüenses en 1855 para combatir contra el régimen conservador de Pedro Chamorro. Esta lucha no fue solamente por ideales, Walker quería conquistar Nicaragua para tener una retaguardia de los estados del sur, ante un eventual repliegue de estas fuerzas por la presión del ejército del norte. 

También tenía puestos sus ojos en el Caribe, pues la ambición del filibustero era muy grande. Se hizo de un gran ejército e invadió Nicaragua. La respuesta de parte de los gobiernos del área se concretizo un ejército conjunto que derroto a las fuerzas invasoras, terminando este conflicto con la muerte de William Walker en el año de 1860. Terminada la amenaza conservadora, parecía que los cinco gobiernos centroamericanos iban a consolidar el tan anhelado sueño de la unión, pero los conservadores se reagruparon y se hicieron nuevamente con el poder, frustrando así el proyecto unionista de los liberales. El síntoma de unión ante la invasión extranjera solo fue algo momentáneo; después de eso cada nación volvió a marcar sus territorios y sus leyes, haciendo más latente el individualismo. Apenas 50 años después de la independencia de la Corona española, los estados centroamericanos iniciaron el proceso de consolidación de sus instituciones, hasta que se convirtieron en órganos de control y poder en sus territorios. Esta consolidación se vio muy rápidamente en Guatemala, El Salvador y Costa Rica, mientras en Honduras y Nicaragua el proceso fue más lento, ya que el poder quedo mediatizado en los poderes locales y regionales, bajo el influjo imperialista de Estados Unidos. Después de esto vino el fortalecimiento del estado en todos los países del área, esto se hizo bajo la directriz de la ideología liberal. La mayoría de las constituciones centroamericanas fueron hechas bajo esta corriente. Pero el liberalismo en esta región fue una ideología que afirmaba ser la portadora del progreso, que estaba representado por el modelo de desarrollo que habían adoptado los países europeos y los Estados Unidos a partir de la Revolución Industrial de fines del siglo XVIII. Como el ejemplo más significativo de este progreso tenemos el ferrocarril. Otra característica de este progreso fue la llegada de capitales y de inmigrantes extranjeros, procedentes de los países en mención, que eran otra vía para asegurar la civilización y el progreso. Lastimosamente, el liberalismo centroamericano hizo más énfasis en los aspectos económicos y dejo de lado lo más importante que es el desarrollo de la ciudadanía, de las libertades políticas y el respeto de los principios jurídicos y constituyentes. De este modo, la palabra «liberalismo» en este periodo viene a ser sinónimo de arbitrariedad, irrespeto a los derechos de los individuos, autoritarismo y represión. Podemos decir que aunque los gobiernos de esta región se declarasen republicanos y respetuosos de la voluntad del pueblo, en la práctica eran gobiernos dictatoriales y en algunos casos bastante crueles. Guatemala y Costa Rica fueron los primeros países que ingresaron a la órbita liberal, con gobiernos dirigidos por dictadores, así tenemos, para el caso de Guatemala a Justo Rufino Barrios, quien gobernó de 1871 a 1885. En Costa Rica tenemos a Tomas Guardia, que ejerció el mando de 1870 a 1882. El Salvador y Honduras ingresaron en los regímenes liberales bajo la tutela del dictador guatemalteco, como hemos visto anteriormente, a mediados de la década de los setenta en el siglo XIX. El último país que entro en esta órbita fue Nicaragua, bajo el liderazgo del dictador José Santos Zelaya, en 1893. En Nicaragua se dio una contradicción, ya que los que gobernaban ese país se decían conservadores pero en la práctica su política era liberal del tipo represivo que hemos citado anteriormente.

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