LA ESPAÑOLA. Punto inicial de la evangelización

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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En el corazón del Mar Caribe se encuentra la isla «La Española», que actualmente alberga el territorio de dos naciones: la República Dominicana y Haití. Esa Isla fue descubierta en 1492 por Cristóbal Colón durante su primer viaje de exploración, y se convirtió en el primer centro desde el cual se produjo la irradiación de la acción española de exploración, conquista, poblamiento y evangelización de las «Indias Occidentales» o «Nuevo Mundo».

«La Española» tiene una superficie de 76,480 km², por lo que de las Antillas Mayores solo Cuba es más grande. Está cruzada por cinco cadenas de montañas y tiene la cima más alta de las Antillas: el «Pico Duarte» que se eleva hasta los 3087 metros. Su clima es húmedo tropical y en la región centro-sur tiene una cadena de lagos y lagunas. La Isla estuvo habitada antes de la llegada de los españoles por los «taínos», pueblo de habla arahuaca que en su lengua llamaban a la isla «Haití» (tierra montañosa). Los españoles la llamaron «Hispaniola».

En la costa occidental de la Isla se produjo un hecho importante y cargado de trascendental simbolismo: la noche de Navidad de 1492 la nao «Santa María», capitana de la expedición de Cristóbal Colón, encalló y se destrozó, haciendo imposible que volviera a navegar. Con los restos de la Santa María, los españoles construyeron un «fuerte», al que llamaron «Navidad»; así Santa María se quedó en el Nuevo Mundo desde el inicio.

Los inicios: 1492-1503 Antes de emprender el viaje de regreso a España para dar cuenta del descubrimiento de las «Indias Occidentales» a los Reyes Católicos, Cristóbal Colón acondicionó el «fuerte de la Navidad» para que diera refugio a los voluntarios que quisieran quedarse. Treinta y nueve hombres quisieron permanecer en la Isla, y al frente de ellos, como su alguacil, Colón designó a Diego de Arana.

Tras dar cuenta a Europa de la existencia de un «Nuevo Mundo», se preparó una nueva expedición, y el 27 de septiembre de 1493 partió Colón de España a su segundo viaje al frente de una expedición integrada ahora por cerca de 1500 hombres a bordo de diecisiete navíos; el 27 de noviembre la expedición estaba ya en «La Española». Encontraron al fuerte de la Navidad quemado y destruido, y además de algunas tumbas había cadáveres insepultos por todos lados. Ningún español había sobrevivido al ataque y destrucción.

Fue un hermano del cacique Guacanagarix quien informó a Colón que, ante algunos abusos hacia unas mujeres indias, un cacique llamado Caonabo había atacado y destruido el fuerte. Colón fue al poblado donde se encontraba Guacanagarix supuestamente herido en una pierna e hizo que un cirujano español lo examinara, comprobando que el cacique estaba fingiendo, lo que desató el enojo de varios españoles que sugerían hacer un escarmiento al cacique y los indígenas.


Pero Colón señaló que los Reyes lo habían enviado a poblar la Isla y no a hacer la guerra, por lo que prefirió dejar el lugar y buscar un emplazamiento que fuera más seguro. La expedición se dirigió al norte de la Isla donde fundó la primera ciudad española del Nuevo Mundo a la que, en honor a la Reina de Castilla llamó «Isabela».

Las obras de construcción de esa ciudad, que sería el primer asiento de la obra de España en el Continente, empezaron en diciembre de ese año de 1493. Un mes después, en la fiesta de la Epifanía del Señor, 6 de enero de 1494, en nombre de los Reyes Católicos Colón llevó a cabo la ceremonia de erección de la «Isabela» designando a Antonio de Torres como alcalde y con él al primer Cabildo del Nuevo Mundo. Un cronista llamado Bartolomé de las Casas que después tomaría gran notoriedad, llevaba minuciosos apuntes de todo ello.

Al estar situada en la costa, la «Isabela» fue puerto y almacén para todas las mercancías que llegaban de España y de los productos que hacia ella iban, así como lugar de reparación de los navíos que arriban a ella. Las exploraciones de la Isla y de otras cercanas, especialmente la Isla de Cuba, hicieron que gradualmente sus habitantes emigraran de la «Isabela» a otras partes. Para 1500 la primera ciudad española en el Continente estaba completamente abandonada.

Colón buscaba tener un lugar de mayor seguridad para los colonos españoles y en 1494 en el centro de la Isla, en un paraje tan fértil como hermoso, dio inicio la construcción de una fortaleza a la que llamó «La Concepción». La población que se formó alrededor de la fortaleza fue llamada «Concepción de la Vega». El 2 de diciembre de 1562 un fuerte terremoto destruyó la ciudad y su reconstrucción se hizo en la orilla meridional del río Camú.

El tema de la esclavitud salta de «La Española» a España

Los habitantes precolombinos de la Española fueron los lucayos y los taínos, a quien Colón les llamó «indios mansos» en contraste con los «caribes», a los que los cronistas describen como bravos y antropófagos. Los colonos atacaron a los nativos a veces para defenderse y otras veces para expandirse; pero también en otras ocasiones para capturarlos y hacerlos esclavos.

La Corona protestó desde el inicio y solo se permitió la esclavitud en casos de «guerra justa». Entonces los colonos inventaron «entradas» que consistían en atacar a los indígenas para que estos, al defenderse, dieran excusa a una supuesta «guerra justa».

El problema de la esclavitud de los naturales de las Indias se planteó desde el inicio a la conciencia de los monarcas españoles. Fue a fines del año 1494 cuando el Almirante Colón envió a los Reyes desde La Española una remesa de unos 500 esclavos en la expedición de Antonio de Torres. Por dos Reales Cédulas, del 12 y 16 de abril de 1495, consta ciertamente el hecho del envío por Colón, hombre de su tiempo en las ideas que tenía sobre la esclavitud, de una remesa de esclavos indios.

No consta por documento el número exacto de ellos. Bartolomé de Las Casas da el número de quinientos: “...En los cuatro navíos que trujo Antonio de Torres y en que tornó a Castilla y llevó quinientos indios injustamente hechos esclavos...”.[1]Se trata aquí sin duda de la primera remesa de esclavos propiamente dichos, enviada por Colón a España desde «La Española», y la que determinó la inmediata reacción de la Reina Isabel. En la Real cédula del 16 de abril se le ordena la obispo Fonseca suspender la venta de los indígenas esclavos:“porque Nos querríamos informarnos de Letrados, Teólogos e Canonistas si con vuena conciencia se pueden vender”.[2]

La Reina Isabel ordenaba buscar y recoger a todos los indígenas que habían sido llevados por la fuerza a la Península y entregarlos a Pedro de Torres para ser repatriados a «La Española», todo a expensas de la misma Reina.[3]Antonio Rumeu de Armas transcribe el comentario que a este documento hace el historiador Rafael Altamira:

“Fecha memorable para el mundo entero, porque señala el primer reconocimiento del respeto debido a la dignidad y libertad de todos los hombres, por incultos y primitivos que sean; principio que hasta entonces no se había proclamado en ninguna legislación, y mucho menos se había practicado en ningún país”.[4]

En qué razón de derecho se basó la Reina Isabel para expedir esta Cédula Real de la libertad de los indios, podemos deducirlo de esa misma Cédula del 16 de abril de 1495.[5]En ella se lee: “porque Nos querríamos informarnos de letrados, teólogos y canonistas «sí con buena conciencia se pueden vender»”. Esta frase última supone en la conciencia de la Reina una duda, si no ya una sospecha o una convicción personal, que no era lícito el tráfico de personas humanas. Desde el Derecho Romano estaba universalmente aceptada y reglamentada la práctica de la esclavitud; pero la Reina Isabel la Católica no parece que estuviera conforme, y por eso preguntaba.

El planteamiento del problema a nivel de conciencia, encierra y supone el atisbo de una ley natural que prohibiese ese tráfico inhumano: esa ley no podía ser otra sino el respeto a la misma naturaleza del hombre, o como hoy suele decirse, el principio de la igualdad y de la dignidad de la persona humana, fiel o infiel, civilizada o bárbara.

Inicio de la trata de esclavos africanos

España no fue traficante de esclavos, pero si cómplice pues participó en la trata comprando esclavos primero a Portugal y luego a los franceses y británicos, que eran los mayores traficantes de esclavos. Ante los reclamos sobre el espacio atlántico que correspondía a Portugal, el Rey portugués Juan II y los Reyes Católicos Fernando e Isabel, firmaron en 1494 el «Tratado de Tordesillas», que entre otras cosas impedía el transporte de esclavos desde África a «la indias occidentales».

Sin embargo, tras la muerte de la Reina Isabel, el Rey Fernando autorizó el 22 de enero de 1510 que cincuenta esclavos negros comprados a los portugueses fueran enviados a «La Española» para sustituir a los trabajadores indígenas diezmados por las enfermedades porque debido a su aislamiento carecían de anticuerpos.

Como veremos más adelante, tras el apropiamiento de la mitad de la Isla por el Reino de Francia, la parte de «La Española» que hoy corresponde a la República de Haití, se convertirá en la «base de operaciones» de la trata francesa de esclavos africanos.

Evolución política de «La Española» Al inicio de la colonización las autoridades españolas dividieron la Isla en cinco cacicazgos. En 1498 se fundó el asentamiento de Santo Domingo de Guzmán, en el litoral sur de la isla. Después de ser destruida por un huracán en 1502, fue reconstruida al otro lado del río Ozama donde está más protegida. La ciudad de Santo Domingo –hoy capital de la República Dominicana- es el asentamiento europeo «permanente» más antiguo del Continente Americano.

En miras a la mejor integración de las Indias a la Corona española, en 1511 fue instalada la «Real Audiencia de Santo Domingo», primada de las Audiencias de Indias. La «Real Audiencia» fue el primer órgano formal de gobierno que la Corona española implementó en el Nuevo Mundo, tras comprobar que la actuación de Colón y sus hermanos como gobernantes dejaba mucho que desear, en especial en lo referente al respeto a los naturales, por lo que los Reyes católicos decidieron extender a las Indias el Derecho castellano y las instituciones políticas de la Península. 

Con la extensión a América de la «Audiencia» se dio formalmente por concluidas las «Capitulaciones de Santa Fe» que habían sido otorgadas a Colón en los prolegómenos del Descubrimiento de América. “Si España hubiera cumplido las Capitulaciones de Santa Fe al pie de la letra, ni hubiera habido Indias ni hubiera habido nada. Fonseca (obispo de Sevilla y presidente de la Casa de Contratación) comprendió la dolorosa verdad: Colón había terminado su misión con el descubrimiento. La magnitud de los resultados de su tenacidad heroica sobrepasaba sus sueños; las Capitulaciones no podían constituir las bases de la acción española en Indias porque habían sido concebidas para otra cosa: para descubrir y poblar algo diametralmente distinto de lo que debía ser descubierto y, en el futuro, debía ser poblado y civilizado”.[6]

La Isabela, «punta de lanza» de la evangelización.

Los Reyes Católicos vincularon desde el primer momento la presencia hispana a las tareas cristianizadoras, dando mucha importancia al papel de los seglares. “No concibieron un cristianismo indígena aislado, como producto de la predicación solitaria del sacerdote. La evangelización había de ser consecuencia de la conversación con quienes profesaban vivencialmente la fe en Jesucristo”. A los clérigos no se les asigna la responsabilidad de la cristianización sino la de su conservación y continuación por medio de los sacramentos, el culto y la predicación.

Los Reyes Católicos insistieron en sus Instrucciones (1501) que los oficios divinos se hicieran con mucha reverencia y que los indios se convirtiesen “sin les hacer fuerza alguna”, que se les tratara bien, reparando los agravios que se les hubiesen cometido. En otras Instrucciones reales de 1503 se disponía la erección de pueblos para los indios “donde haya iglesia y capellán que cargo de los adoctrinar y ensenar en nuestra Santa Fe Católica...y los muestre a leer y escribir; que así mismo procure que algunos cristianos (españoles) se casen con algunas mujeres indias, y las mujeres cristianas (españolas) con algunos indios, porque los unos y los otros se comuniquen y ensenen, para ser adoctrinados”.

El cristianismo estaba en función del pueblo cuya vida regulaban las campanas de su iglesia, de su elevación cultural y de los matrimonios mixtos. Método que sería fundamental en la cristianización de toda América. De Santo Domingo salieron los frailes misioneros hacia las demás islas y hacia el Continente para predicar el Evangelio.

También «punto de lanza» en la defensa de los indios

Fue también Santo Domingo donde comenzó la historia misionera de la defensa de los derechos de los indios contra las ofensas que muchos españoles les hacían, destacando en la lucha por la justicia los primeros dominicos llegados a las Américas.

En este sentido es célebre el sermón de Fray Antonio de Montesinos, pronunciado en Santo Domingo el cuarto domingo de Adviento del año 1511, contra los encomenderos y el sistema de servidumbre de los indígenas practicado por estos «contra» las disposiciones de la Corona. En memoria de ese sermón se erigió en Santo Domingo un enorme monumento que hoy destaca en medio del paisaje dominicano.[7]

Fray Antonio, en nombre de sus hermanos, denunció los desmanes de los conquistadores con ese célebre sermón que comenzaba: «Ego vox clamantis in deserto» (soy la voz que clama en el desierto). La comunidad dominica hizo causa común con su hermano de hábito. Estaba compuesta por Pedro de Córdoba, Bernardo de Santo Domingo, y el hermano lego Domingo de Villamayor.

Fray Pedro es también autor de la primera Doctrina Cristiana escrita en el Nuevo Mundo. Aquel incidente desencadenó la polémica en torno a la encomienda indiana y justificación de la conquista cuyo resultado inmediato fue la promulgación por el Rey Fernando de las «Leyes de Burgos» (1512) que reconocen y defienden los derechos de los indios. Después vendrían otras leyes en el mismo sentido (como las «Leyes Nuevas»).

En «La Española» da inicio la institucionalización de la Iglesia en América

El 20 de noviembre del año 1504, el papa Julio II creaba para La Española tres diócesis (Yaguata, Magua y Baynúa) y nombraba tres prelados para presidirlas mediante la bula «Illus fulticiti praesidio» y la creación en La Española de una «provincia eclesiática». Pero esta provisión nunca entró en vigor pues encontró la oposición del recién enviudado rey Fernando porque esa bula no contemplaba la concesión del Patronato (concedido en ese entonces solo para los territorios de la Península y las Islas Canarias). Sólo después de la concesión de la extensión del Patronato a las Indias Occidentales mediante la bula de Julio II «Universalis Ecclesiae» (1508) se inició el proceso regular de presentación de obispos y de la creación de diócesis en suelo americano. Así la jerarquía eclesiástica quedó implantada en Indias «de iure et defacto» sólo en agosto de 1511 por el mismo Pontífice Julio II, siendo las primeras Diócesis la de Santo Domingo, y su primer obispo titular García de Padilla O.F.M., la de Concepción de la Vega, siendo su primer obispo Mons. Suárez Deza, del clero secular, y la de San Juan de Puerto Rico, con Mons. Alonso Manso, también secular. Desde entonces las diócesis se multiplicarán a un ritmo que no encuentra precedentes en la historia de la Iglesia.

Disminución del protagonismo de «La Española» A medida que España conquistaba nuevas regiones en el Continente Americano, su interés en «La Española» iba a menos. Los colonos españoles se diseminaban en las demás islas y la población crecía solo muy lentamente. Cuba resultaba más atractiva, pero sobre todo fue la culminación de la Conquista de México en 1521 el acontecimiento que más habría de influir en este sentido pues la Nueva España atraería toda la atención y los mayores esfuerzos para integrar a la Iglesia y la Corona la realidad biológica, geofísica, cultural y espiritual de los «reinos de ultramar».

Otro factor a tomar en cuenta desde principios del siglo XVII fue las cada vez más frecuentes incursiones y ataques de los piratas a las poblaciones españolas costeras. En el Caribe: La Habana, San Juan de Puerto Rico, y obviamente Santo Domingo; y en tierra firme Panamá, Cartagena de Indias, Campeche y Veracruz.

División de la Isla entre España y Francia

Las «bases de operación» de los corsarios ingleses y filibusteros franceses eran varias de las pequeñas islas caribeñas, especialmente la tristemente célebre isla de «La Tortuga», situada a pocas millas al norte de «La Española» abiertamente protegida por las Coronas británica y francesa.[8]

Las devastaciones que los piratas causaban a la agricultura y ganadería en la costa norte, llevó al Rey Felipe III a ordenar en 1606 que todos los habitantes de la Isla se trasladaran al sur de la Isla donde estaba situada la ciudad de Santo Domingo y las incursiones de los piratas podían ser más fácilmente rechazadas.

Sin embargo esto dejó abandonada una parte de la Isla y en ella los piratas pudieron usarla libremente como base de sus latrocinios. Desde entonces se puede afirmar que «La Española» quedó dividida en dos. En 1665 el Rey Luis XIV reclamó y obtuvo mediante el Tratado de Ryswick, el dominio de la parte norte para establecer en ella plantaciones de azúcar y su base de operaciones para el tráfico de esclavos africanos.

Francia dio a su nuevo dominio el nombre de «Saint-Domingue» (hoy Haití) que tuvo su capital en «Cabo Francés» (actual Cabo Haitiano). La trata de esclavos negros a Saint-Domingue se realizaba principalmente para el trabajo en las plantaciones azucareras y solo un 20% para su venta; sin embargo debido a las duras condiciones de trabajo, las fugas y las enfermedades, el tráfico de esclavos se realizó continuamente durante el dominio francés.

Siendo capturados en distintas partes de África, los esclavos pertenecían a etnias muy variadas, con lenguajes y costumbres igualmente distintos; el sincretismo cultural y el «vudú» tendrán un campo fértil para su arraigamiento y desarrollo. La mezcolanza de lenguajes diferentes –incluyendo el francés- dio origen al «creolé», actual idioma del pueblo haitiano.

Y mientras «Saint-Domingue» era solo una «colonia» propiedad de Francia, la parte española de la Isla (hoy República Dominicana) era una «provincia» integrada a la Corona española, llegando incluso a tener diputados acreditados ante las Cortes de la Península.


NOTAS

  1. LAS CASAS, Historia de las Indias, I, cap. CVII, p. 295.
  2. AGI, Patr., Leg. 9, R.° 1, ff. 85v-86r. Edic. MARTÍN FERNÁNDEZ NAVARRETE, Colección de viajes y descubrimientos..., II, Madrid, 1859, p. 195; ANTONIO RUMEU DE ARMAS, Política indigenista de Isabel la Católica, Valladolid, 1969, doc. 77, pp. 314-315 (CIC, tomo XIII, doc. 1571, pp. 204-205).
  3. AGI Contratación, Leg. 3.249, fol. 242. Edic. MARTÍN FERNÁNDEZ NAVARRETE, Colección de viajes y descubrimientos, II (Madrid, 1859), pp. 274-275; ANTONIO RUMEU DE ARMAS, La política indigenista de Isabel la Católica, Valladolid, 1969, doc. 92, pp. 341-342 (CIC, tomo XIV, doc. 1728, pp. 341-342).
  4. R. ALTAMIRA, Manual de Historia de España (Edit. Sudamericana, 1946); en RUMEU DE ARMAS, La política indigenista de Isabel la Católica, Valladolid, 1969, p. 138.
  5. Sevilla, 20.06.1500: “Real Cédula liberando a los indios cautivos y disponiendo su repatriación inmediata”. AGI “Contratación”, Leg. 3.249, fol. 242. Ed. Martín Fernández Navarrete, “Colección de viajes y descubrimientos…”, II (Madrid, 1859), pp. 274-275; Antonio Rumeu de Armas, “La política indigenista de Isabel la Católica”, Valladolid, 1969, doc. 92, pp. 341-342 (CIC, tomo XIV, doc. 1728, pp. 341-342).
  6. Vicente D. Sierra, Así se hizo América, Ed. Cultura Hispánica, Madrid, 1950, p.117
  7. Donado por México a la República Dominicana, fue inaugurado en 1983
  8. En la actualidad pertenece a Haití. Fue descubierta por Colón quien la bautizó así porque desde el mar parece el caparazón de una tortuga.