Diferencia entre revisiones de «LARRAÍN ERRÁZURIZ, Manuel»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda
(Página creada con '==LARRAÍN ERRÁZURIZ, Manuel (Santiago, 1900; Rengo, 1966) Obispo== Nació en Santiago de Chile en los albores del siglo XX. Después de un breve paso por la Universidad Cat…')
 
Línea 19: Línea 19:
 
El obispo Larraín es también recordado como protagonista de la primera experiencia chilena de reforma agraria, en un predio de la Iglesia en Talca, en el año 1962. Una acción no exenta de polémica, pero a la vez un testimonio irrefutable de su disposición a concretar en hechos lo que tantas veces, como cristiano y como pastor, había señalado como un deber de justicia frente a la problemática rural. Así puso en práctica su convicción de que ''“el cristianismo, o es social o no es cristianismo”''<ref>Noi de la, P,  (Compilador) ''Mons. Manuel Larraín E. Escritos completos. Santiago'', 1988, V, 211</ref>.
 
El obispo Larraín es también recordado como protagonista de la primera experiencia chilena de reforma agraria, en un predio de la Iglesia en Talca, en el año 1962. Una acción no exenta de polémica, pero a la vez un testimonio irrefutable de su disposición a concretar en hechos lo que tantas veces, como cristiano y como pastor, había señalado como un deber de justicia frente a la problemática rural. Así puso en práctica su convicción de que ''“el cristianismo, o es social o no es cristianismo”''<ref>Noi de la, P,  (Compilador) ''Mons. Manuel Larraín E. Escritos completos. Santiago'', 1988, V, 211</ref>.
  
El sentido profético, que es “esencial al cristianismo”, debía resumirse, para él, en un gran imperativo: ''“la redención del proletariado”''<ref>Noi, 1988, V, 203</ref>. Para el obispo de Talca sería un profundo error pensar que las enseñanzas de las encíclicas sociales se orientan a ''“curar superficialmente males ligeros”,'' porque, lejos de ser un hecho efímero o superficial, la ascensión de las masas proletarias es más bien, a su juicio, un ''“factor determinante de un nuevo orden social en gestación”''<ref>Noi, 1988, V, 204</ref> y, en este sentido, un auténtico ''“signo de los tiempos” .''<ref>Noi, 1951, V, 89-93</ref>.
+
El sentido profético, que es “esencial al cristianismo”, debía resumirse, para él, en un gran imperativo: ''“la redención del proletariado”''<ref>Noi, 1988, V, 203</ref>. Para el obispo de Talca sería un profundo error pensar que las enseñanzas de las encíclicas sociales se orientan a ''“curar superficialmente males ligeros”,'' porque, lejos de ser un hecho efímero o superficial, la ascensión de las masas proletarias es más bien, a su juicio, un ''“factor determinante de un nuevo orden social en gestación”''<ref>Noi, 1988, V, 204</ref>y, en este sentido, un auténtico ''“signo de los tiempos”''<ref>Noi, 1951, V, 89-93</ref>.
  
 
¿Qué corresponde hacer como cristianos, como Iglesia, frente a esta evidencia? Manuel Larraín responde: “''no podemos recitar piadosa y sinceramente cada día la plegaria sublime ‘hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo’, si pensamos que la voluntad del Padre Celestial es violada cada vez que hijos suyos se ven obligados por la situación material y moral impuesta a grandes sectores del mundo del trabajo a exponer su alma para poder comer su pan … no podemos recitar cada día el ‘venga a nosotros tu reino’ si no trabajamos con toda nuestras energías para que esa redención llegue en toda su amplitud y profundidad a la (clase) trabajadora”''<ref>Noi, 1951, V, 89-93</ref>. La ''“redención proletaria”'' es necesaria e ineludible, porque ''“mientras haya proletariado no habrá orden social que merezca llamarse ni orden, ni cristiano”''<ref>Noi, 1951</ref>.
 
¿Qué corresponde hacer como cristianos, como Iglesia, frente a esta evidencia? Manuel Larraín responde: “''no podemos recitar piadosa y sinceramente cada día la plegaria sublime ‘hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo’, si pensamos que la voluntad del Padre Celestial es violada cada vez que hijos suyos se ven obligados por la situación material y moral impuesta a grandes sectores del mundo del trabajo a exponer su alma para poder comer su pan … no podemos recitar cada día el ‘venga a nosotros tu reino’ si no trabajamos con toda nuestras energías para que esa redención llegue en toda su amplitud y profundidad a la (clase) trabajadora”''<ref>Noi, 1951, V, 89-93</ref>. La ''“redención proletaria”'' es necesaria e ineludible, porque ''“mientras haya proletariado no habrá orden social que merezca llamarse ni orden, ni cristiano”''<ref>Noi, 1951</ref>.

Revisión del 14:21 19 feb 2014

LARRAÍN ERRÁZURIZ, Manuel (Santiago, 1900; Rengo, 1966) Obispo

Nació en Santiago de Chile en los albores del siglo XX. Después de un breve paso por la Universidad Católica, donde estudió Leyes, ingresó al Seminario y fue ordenado sacerdote en 1927. En 1938 fue consagrado obispo y designado coadjutor del obispo de Talca, monseñor Carlos Silva Cotapos, a quien sucedería en el cargo al año siguiente. Lejos de ser un obispo exclusivamente consagrado al pastoreo de su rural diócesis, fue un hombre de Iglesia con horizontes amplios, con una fuerte preocupación por el destino y la misión del cristianismo católico en la sociedad chilena, en el continente americano y, en general, en el mundo moderno. Esta amplitud de su mirada marcará a fuego su vida eclesial y episcopal.

Sus raíces

Manuel Larraín se formó en sus orígenes en el catolicismo conservador chileno de comienzos del siglo XX. Este fue un medio complejo. Era un catolicismo de Cristiandad, esto es, con un proyecto integral tendiente a la instauración de un orden social cristiano que debía constituirse desde determinados soportes políticos e institucionales: un partido confesional, el Conservador, el único en que -se suponía- debía militar todo buen católico preocupado por el bien común, y el sustento espiritual de la Iglesia-institución a través de sus pastores y su clero.

En medida importante, este mundo conservador fue no poco resistente a los nuevos impulsos que había introducido en el pensamiento católico la promulgación en 1891 de la primera encíclica social, Rerum novarum, del Papa León XIII. Pero por otra parte -y esto es lo complejo- de ese mismo mundo conservador surgió lo mejor del catolicismo social chileno. Algunos miembros del clero se distinguieron en la primera mitad del siglo XX como maestros de la juventud católica en esta nueva sensibilidad creyente ante la problemática social. El jesuita Fernando Vives fue uno de ellos, sobre todo con sus célebres “círculos de estudio” en el Colegio San Ignacio de Santiago de Chile. En ellos, Manuel Larraín, Alberto Hurtado y otros jóvenes católicos de la época fueron marcados para siempre con esas enseñanzas y con esa mirada de la realidad, abierta a las interpelaciones de la historia. En esa línea, algunos grandes temas atingentes a la relación Iglesia-mundo, ocuparon un lugar central en las preocupaciones pastorales de este obispo chileno.

Iglesia y política

En Chile el Partido Conservador había tenido tradicionalmente la pretensión de ser la instancia exclusiva para la participación de los católicos en la política, bajo el argumento de la necesidad de aunar fuerzas para vencer a los contrincantes liberales y más tarde socialistas. Pero un grupo importante de jóvenes miembros de la colectividad sintió que esta no estaba recogiendo con suficiente decisión las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia. Apoyándose en la carta del Cardenal Pacelli sobre la independencia de la Iglesia en materia de política partidista (1934), el obispo Manuel Larraín respaldó, soportando fuertes críticas, incluso dentro del episcopado, la fundación de la Falange Nacional en 1938.

Se ha creído ver en estos acontecimientos el rastro de un paso decisivo desde la mentalidad de Cristiandad pura a otra de “nueva Cristiandad”, inspirada por la filosofía social del pensador francés Jacques Maritain. Un enfoque que, sin abandonar el ideal último del orden social cristiano, percibía que en la sociedad moderna no sería ya factible una cristiandad “sacra”, es decir, sustentada de forma inmediata por la autoridad -aunque fuera básicamente moral- de la jerarquía de la Iglesia católica, sino en el laicado, entendido como el verdadero protagonista de la construcción del orden social cristiano.

La Iglesia y lo social

El obispo Larraín es también recordado como protagonista de la primera experiencia chilena de reforma agraria, en un predio de la Iglesia en Talca, en el año 1962. Una acción no exenta de polémica, pero a la vez un testimonio irrefutable de su disposición a concretar en hechos lo que tantas veces, como cristiano y como pastor, había señalado como un deber de justicia frente a la problemática rural. Así puso en práctica su convicción de que “el cristianismo, o es social o no es cristianismo”[1].

El sentido profético, que es “esencial al cristianismo”, debía resumirse, para él, en un gran imperativo: “la redención del proletariado”[2]. Para el obispo de Talca sería un profundo error pensar que las enseñanzas de las encíclicas sociales se orientan a “curar superficialmente males ligeros”, porque, lejos de ser un hecho efímero o superficial, la ascensión de las masas proletarias es más bien, a su juicio, un “factor determinante de un nuevo orden social en gestación”[3]y, en este sentido, un auténtico “signo de los tiempos”[4].

¿Qué corresponde hacer como cristianos, como Iglesia, frente a esta evidencia? Manuel Larraín responde: “no podemos recitar piadosa y sinceramente cada día la plegaria sublime ‘hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo’, si pensamos que la voluntad del Padre Celestial es violada cada vez que hijos suyos se ven obligados por la situación material y moral impuesta a grandes sectores del mundo del trabajo a exponer su alma para poder comer su pan … no podemos recitar cada día el ‘venga a nosotros tu reino’ si no trabajamos con toda nuestras energías para que esa redención llegue en toda su amplitud y profundidad a la (clase) trabajadora”[5]. La “redención proletaria” es necesaria e ineludible, porque “mientras haya proletariado no habrá orden social que merezca llamarse ni orden, ni cristiano”[6].

El Concilio Vaticano II y la Iglesia latinoamericana

En 1955, y con ocasión de un gran congreso eucarístico en Río de Janeiro, participó activamente en la fundación del CELAM, del que fue uno de sus primeros vicepresidentes y posteriormente, desde 1964, su presidente. Aquella sería la primera Asamblea General del Episcopado Latinoamericano y marcaría una nueva forma de ejercicio de la colegialidad episcopal. Con esta intuición estaba adelantando un aspecto fundamental de la eclesiología del Concilio Vaticano II.

Por esta y por otras muchas opciones que supo tomar en su vida de Iglesia, a monseñor Larraín se lo considera un verdadero precursor de la profunda renovación que traería al mundo católico este Concilio, del cual fue, por lo demás, un protagonista. Previó con lucidez el desafío que los Padres conciliares tendrían que reconocer en un mundo en procesos de profunda transformación y más tarde, en la fase inicial del posconcilio, tuvo también un papel activo. Monseñor Manuel Larraín falleció en un accidente automovilístico en 1966, en la plenitud de su actividad episcopal. Tal vez fue el gran ausente en la Iglesia chilena y latinoamericana en los años siguientes, decisivos para la recepción ya más asentada del Concilio al que él tanto contribuyó. En esa vida intensa y más bien breve, Monseñor Larraín supo irradiar amor a la Iglesia, pero también una sana impaciencia por hacer de ella una Iglesia inserta y testimonial en un mundo complejo, en gran medida conflictivo y en profunda transformación. Hasta el presente su recuerdo es una verdadera inspiración para los cristianos chilenos y latinoamericanos.

OBRAS.

Mons. Manuel Larraín E. Escritos Completos, compilados por P. DE LA NOI, Santiago 1976-1986: I: “La Iglesia en su vida íntima” (1976); II: “La Iglesia en su Liturgia” (1977); III: “La Iglesia en su espiritualidad: el laico cristiano” (1978); IV: “La Iglesia en su espiritualidad: el sacerdocio y el religioso” (1986); V: “La Iglesia en el mundo” (1988).

NOTAS:

  1. Noi de la, P, (Compilador) Mons. Manuel Larraín E. Escritos completos. Santiago, 1988, V, 211
  2. Noi, 1988, V, 203
  3. Noi, 1988, V, 204
  4. Noi, 1951, V, 89-93
  5. Noi, 1951, V, 89-93
  6. Noi, 1951

BIBLIOGRAFÍA:

BERRÍOS, F. Manuel Larraín y la conciencia eclesial latinoamericana. Visión y legado de un precursor, en Teología y Vida, L/1-2 (2009) CID F. (Comp.), El humanismo de Manuel Larraín, Santiago 1975 GONZÁLEZ, C. Manuel Larraín: un obispo sorprendente, Talca 2004 PESCE, D. Pensamiento social de Monseñor Manuel Larraín Errázuriz, tesis de Licenciatura en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago 1995 RONCAGLIOLO, C. La vocación laical en los escritos más relevantes de Monseñor Manuel Larraín Errázuriz, Obispo de Talca, tesis de Magister en Teología, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago 2007 SAABALL. G. Manuel Larraín: evocaciones, cartas y discursos, Talca 2004.

FERNANDO BERRÍOS MEDEL