ICONOGRAFÍA MARIANA EN LA INDEPENDENCIA MEXICANA (II)

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Una Madre y dos advocaciones Mientras la imagen de la Virgen de Guadalupe ondeaba en lo alto en la Batalla del Monte de las Cruces (30 de octubre de 1810), en la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad de México, a las nueve de la noche aún se congregaba numerosa población en oración pidiendo la protección a la Virgen de los Remedios. ¿Por qué los realistas no levantaron, que sepamos hasta la fecha, insignias guadalupanas en la Batalla del Monte de las Cruces? Mientras que los realistas no necesitaban argumentar lo legítimo de su acción ante ella pues era reconocida como patrona, los insurgentes sí necesitaron recurrir a ella para defender su lucha a favor del rey Fernando VII y la religión católica. Es cierto que en este momento ante «la aparente bendición» de la Virgen de Guadalupe sobre los insurgentes, los realistas recurren a la Virgen de los Remedios, pero sin dejar de respetar ni valorar a la Virgen de Guadalupe. Qué maravillosa escena entre temor y deseo, victoria y derrota, esperanza y depresión; con dos advocaciones, la misma Virgen, velando y cuidando de su pueblo. Mientras la Virgen de los Remedios era protectora de las armas (no patrona de los ejércitos y menos aún del Virreinato) la Virgen de Guadalupe era Patrona del Reino de la Nueva España. Pero por parte de los insurgentes primaría la Virgen de Guadalupe entre acusaciones cruzadas de mal gobierno e ilegitimidad con el mismo argumento de defender el territorio, pero esta vez con una advocación de legítimo poder del Virreinato de la Nueva España que debía superar en importancia a la Virgen de los Remedios. No enfrentadas, sí comenzaron a diferenciarse en cuanto a los motivos de su proclamación. Por tanto una advocación, la Virgen de Guadalupe, estaba firme en ambos bandos enfrentados (enfrentados los bandos no sus advocaciones), valorada por todos, defendida por todos y deseada por todos, esa fue la Virgen de Guadalupe. Los hechos llevaron a que por uno o varios factores, las tropas insurgentes no entraran a Ciudad de México tras su triunfo en la Batalla del Monte de las Cruces. Algunos mencionaron posibles protecciones durante las batallas a base de fenómenos sobrenaturales, como palmas en el cielo tras escuchar las peticiones y oraciones de los fieles, otros aludiendo a confrontaciones entre Miguel Hidalgo y Costilla e Ignacio Allende sobre la forma de tomar la ciudad, o por estrategias militares bien o mal ejecutadas… Tras sus primeras victorias militares esa entrada habría sido la victoria total de Miguel Hidalgo y Costilla, quizás al alto precio de aniquilar la propia capital y a un número considerable de sus habitantes. Este factor hizo crecer , sin olvidar a la Virgen de Guadalupe, la devoción de la Virgen de los Remedios en la capital del Virreinato de la Nueva España a la que se le había pedido protección ante las tropas insurgentes. La llegada de la noticia de que los insurgentes se alejaban de la capital el 31 de octubre de 1810 llevó al virrey a dar las gracias a las ocho y media de la mañana a la Virgen de los Remedios. Existe un documento de petición fechado el 18 de febrero de 1811 dirigido al virrey por parte de la Priora del Convento de San Gerónimo y Doña María de Iraëta para que proclamara a María Santísima de los Remedios como protectora de las armas. ¿Por lo tanto a fecha de febrero de 1811 no había sido proclamada como tal y cuál era la necesidad para ello?. Este documento habla de que una petición, de una solicitud, de una priora al virrey y no desde el propio gobierno virreinal. El respeto por la advocación guadalupana por el gobierno virreinal queda patente en el Decreto LXV de las Cortes Generales y Extraordinarias del 8 de mayo de 1811, donde la orden de tomar el oro y plata de Iglesias y corporaciones religiosas excluía a la todas las iglesias de indios y al santuario de nuestra Señora de Guadalupe. Por tanto dicha advocación permanece con una especial protección incluso por las Cortes Generales y Extraordinarias de la Península. La Insigne y Real Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe seguía aportando fondos al préstamo patriótico de Real Orden de 10 de enero de 1810 para financiar la Guerra de Independencia contra Napoleón. Incluso ante la Virgen de Guadalupe recurren las autoridades virreinales para pedir protección para el rey Fernando VII, y realizan actos ante los posibles agravios que los insurgentes supuestamente estaban haciendo a este culto.

Desde el levantamiento de Miguel Hidalgo y Costilla el 16 de septiembre de 1810 a favor de Fernando VII y en contra de un gobierno virreinal sumiso a la Junta de Cádiz, comenzarán numerosos actos contra los «posibles» agravios que los insurgentes han realizado a la Virgen de Guadalupe.

El 24 de abril de 1811 en la catedral de Michoacán, Don Manuel Abad y Queipo, obispo electo, inicia un octavario “para desagraviar a la Santísima Virgen María de los ultrajes que en su advocación de Guadalupe se le han hecho en esta última época con motivo de la insurrección en esta América Septentrional”.

El domingo 25 de agosto de 1811, a petición del Sr.Abad y el Cabildo de la Real Colegiata se celebró un «Te Deum» en el santuario de María Santísima de Guadalupe por el descubrimiento de una conspiración contra el virrey, lo cual fue replicado en Veracruz.

Las peticiones de protección a la Virgen de Guadalupe por parte de la autoridad virreinal fueron repetidas en numerosas ocasiones mediante avisos publicados en la Gazeta del Gobierno de México: “Aviso. Con el objeto de desagraviar á MARIA SANTISIMA DE GUADALUPE, nuestra augusta protectora, de los ultrajes y profanaciones que ha recibido en la presente rebelión, se celebrará un novenario en la santa iglesia metropolitana con toda la mayor solemnidad”. “Aviso. Con el mismo objeto que se ha celebrado en la Santa Iglesia Catedral el novenario á Maria Santisima de Guadalupe…dando asimismo gracias á nuestra augusta tutelar por habernos libertado de los horrores de la conspiración tramada para el 3 de agosto”.

El 7 de septiembre de 1811 se realiza un novenario en el Colegio de Minería por los ultrajes a su patrona la Virgen de Guadalupe por motivo de la guerra; el 28 de septiembre de 1811 costean el comandante, oficiales y tropa del segundo batallón de infantería “Patriotas distinguidos de Fernando VII”, una función de desagravios a la Virgen Santísima de Guadalupe en el convento grande de San Francisco que predica el canónigo de la catedral don Mariano Beristáin y Souza.

Tenemos referencia de impresos publicados por los realistas que relacionan a la Virgen de Guadalupe con la protección del territorio, como el titulado “Clamores de la América y recurso á la protección de María Santísima de Guadalupe en las presentes calamidades” por D.Sejo Amira de Narte, distribuido al precio de 1 real. En dicho texto podemos leer:

“A ti, purísima Virgen María, que en tu sagrada imagen de Guadalupe estas jurada patrona de todo mi reyno, á ti que con entrañas de misericordia te dignaste venir á ofrecerte por Madre en el cerro de Tepeyacac, de quantos implorasen tu amparo: ya solicitan todos mis hijos habitantes, cada uno de sus necesidades, por medio del solemne novenario que se acaba de celebrar en la santa iglesia Metropolitana, determinado por la fervorosa devoción del primer jefe de mis dominios, cuyo tierno corazón tiene publicado el dolor que le consterna, por las actuales comunes calamidades y ha dado reiteradas pruebas de la violencia con que se ve precisado á decretar el severo castigo de los malvados que en las más obstinada obcecación han despreciado los repetidos insultos con que les ha convidado al perdón … Ea pues, americanos y qualesquiera otra clase de habitantes de mi fértil suelo, que os ha seducido una engañosa ilusión: arrojad las armas de vuestras manos, romped esos viles instrumentos que horrorizan á la naturaleza: detestad las falsas ideas que la preocupación os pintaba halagüeñas, y presentaos ante la respetable persona de vuestro Exmo. Sr. virey y demás respectivos magistrado del reyno: publicad vuestro arrepentimiento; protextad la enmienda; implorad el perdón y confiad en que el Iris de paz, la protectora de mis confines Maria Santisima de Guadalupe, alcance de su sacratísimo hijo inspire al geje superior os lo conceda, y restituidos á vuestros hogares, al seno de vuestras familias, trabajad con empeñoso anhelo para restaurar la tranquilidad, el sosiego y las felicidades de que el cielo ha colmado la vasta extensión de mis dominios. México septiembre 20 de 1811.”

En noviembre de 1811, tras los enfrentamientos de Silao y Villa de León, el Sr. brigadier Don Félix María Calleja del Rey, comandante general del ejército de operaciones contra los insurgentes, remite al virrey: “Por tales felicidades se cantó al siguiente día, con una asistencia completa de toda la tropa y vecinos, una misa solemne, en acción de gracias á María Santísima de Guadalupe nuestra madre y protectora, exponiendo al pueblo en toda ella el divinísimo Sacramento, con la debida ternura y devoción de todos sus habitantes; lo que participo á V. S. en obsequio de la verdad, y para que le sirva de complacencia. Dios guarde á V.S. muchos años. Silao octubre 30 de 1811.”

En la festividad del 12 de diciembre de 1811 y en Año Nuevo de 1812, las tropas realistas y cabos de la policía visitaron el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe como registran las cuentas de sueldos y gastos de la superintendencia.

En una carta pastoral del Cabildo de México a los párrocos de los pueblos del sur del arzobispado, se les otorga la facultad “en nombre de la Trinidad Beatísima, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en el de la Santísima Virgen María de Guadalupe, patrona de este reyno, y por lo que toca abaxo del cielo, en nombre del cristiano y católico rey Fernando y de su virey en este reyno…” que a cuantos dejen las armas y se arrepientan de sus obras “somos los que vuestra madre y madre nuestra Maria Santisima de Guadalupe, ha escogido para vuestra felicidades temporal y eterna”.

Se procederá del mismo modo a la remoción del curato a miembros de la colegiata de nuestra señora de Guadalupe por el delito de alta traición si fueron partidarios de la insurgencia. En ese año de 1811 se siguen publicando textos que desde 1808 relacionan las peticiones a la Virgen de Guadalupe sobre la pronta liberación de Fernando VII. “Sagrada Emperatriz Inmaculada, GUADALUPANA Madre, Reyna hermosa… En su cautividad el gran FERNANDO… Adoraciones Os dá quien por su Rey sigue llorando. A V. S. P. El Americano”. Y “Mi América ¡ay de mí! mi amada América, En aquel singular, bello portento de Guadalupe…por Fernando os suplican fervorosos, por Fernando interceden con mil ruegos… Si, María hermosa, Águila Divina”. No se enfrentaba por tanto a la Virgen de los Remedios con la Virgen de Guadalupe: “Luego María santísima nuestra señora, lejos de auxiliar los crueles designios de la rebelión por medio de su imagen guadalupana, de la que con tan sacrílego atrevimiento se ha abusado en nuestros días, ha protegido constantemente las gloriosas armas del rey, y es acreedora con toda justicia á que se le rindan las más sinceras gracias por tan repetidos y maravillosos triunfos. Luego ella finalmente ha sido la CAPITANA GENERAL en todas estas brillantes acciones, encomendada de este cargo con toda la Trinidad augusta…”

El 12 de marzo de 1812 un grupo insurgente que realizaba escaramuzas entró en la Villa de Guadalupe a las nueve de la noche, lo cual supuso la alerta de batallones de patriotas y dragones. El virrey Francisco Javier Venegas de Saavedra y Rodríguez de Arenzana temió lo mismo que se había temido en 1810, la captura por parte de los insurgentes del ayate guadalupano, por lo que debería de tomar medidas de protección que incluían su traslado a la capital lo cual fue frenado y evitado por comunidades indias que ofreciéndose ellas mismas como protectoras de la Virgen de Guadalupe evitaron que se volviera a tratar este asunto en el futuro. El 15 de Julio de 1812 son entregados eclesiásticos insurgentes para ser enterrados en el santuario de Guadalupe. Incluso entre los donantes de las limosnas recolectadas para los gastos de novenarios figuran “El primer batallón de patriotas al mando de su comandante el Sr. marqués de San Miguel de Aguayo 385 ps. El tercero á cargo del Sr. conde de Heras Soto 267. El esquadron de caballería, su comandante el caballero D.Diego de Agreda 559 ps. 4 rs. La brigada de patriotas artilleros 150, y entre varios particulares 397, que suman 1758 ps. 4 rs.”. Tenemos por tanto a tropas realistas como donantes de la advocación guadalupana reconociéndola como protectora de sus armas y del territorio. Incluso el músico de la colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, el teniente Josef Rafael Coronel y Galván falleció en una emboscada insurgente en la hacienda de San Agustín el 2 de junio de 1812.

En octubre de 1812 se produce otro hecho muy significativo con motivo de los actos de juramento de la Constitución Política de la Monarquía Española por los tribunales y cuerpo de Ciudad de México ante la Virgen de Guadalupe. “Luego que el muy ilustre y venerable sr. presidente y cabildo de la insigne y real colegiata de Santa María Virgen de Guadalupe, recibió la Constitución de la monarquía española mandó convocar con cedula ante diem á todos sus individuos”.

En el mismo documento se menciona el título “Noticias para la historia de nuestra señora de los Remedios desde el año de 1808 hasta el corriente de 1812; en las que ha procurado demostrar la protección visible de la augusta madre de Dios á favor de la nueva España, defendiéndola antes del poder de los franceses, y conservándola hasta ahora unida al legitimo gobierno español contra los vanos esfuerzos de los revolucionarios.” Conviven una vez más dichas advocaciones defendidas desde el gobierno virreinal.

Con motivo de la restitución de Fernando VII en el trono (1814), el regimiento de dragones de San Luis realiza una ceremonia ante la Virgen de Guadalupe “…con agradable permiso del Exmo. Sr virrey al santuario de Nuestra Señora de Guadalupe su patrona, implorando su poderosa intercesión para que sean más aceptos estos justos tributos y reconocimiento por el prodigio que nos asegura tantas felicidades”.

En 1813 se siguen realizando sermones realistas, donde están presentes todas las autoridades, dedicados a la Virgen de Guadalupe “Este sermón, que duró tres horas y se tituló «político moral» tuvo tanta celebridad, que Venegas quiso que se repitiese asistiendo a oírlo él mismo con la audiencia y demás autoridades, en una función solemne que se celebró el 24 del mismo mes a la Virgen de Guadalupe en la iglesia de la Merced”.

En dicho sermón se expresa “¡ Haced repetidas instancias a la gran Madre de Dios, por la clemencia con que nos favoreció en Guadalupe, pues vale tanto vuestra mediación en su presencia, para que alcance la iluminación de los ignorantes, la reunión solida de los ánimos, y el restablecimiento de la paz, que nos ha arrebatado la pasión y la malicia! ¡ Pedid por la absoluta libertad de la España, para que triunfe completamente de aquellos barbaros franceses, a quienes heló la sangre solo la vista de vuestro virginal, incorrupto y venerable cuerpo!” .

Del mismo año tenemos las referencias de que la insurgencia al grito de «¡quién vive!» se respondía «La Virgen de Guadalupe»; “…siguió Llorente a éste, que se había retirado a la hacienda de Atlamajac, y hallándolo situado en unas alturas llamadas «las Mesas», lo atacó en ellas a pesar de la ventaja de la posición. En consecuencia se trabó una larga y empeñada refriega, retirándose Llorente al pueblo de Tlasco, en el que entró a las diez de la noche, y contestando, «la Virgen de Guadalupe», a la voz de quién vive, que le dieron los insurgentes que ocupaban el lugar, fueron estos sorprendidos y tuvieron mucha pérdida en muertos y heridos, y Llorente regresó al mismo pueblo de Apan, de donde había salido.”

Estos vítores y gritos de ánimo se habían extendido desde etapa temprana y prevalecido en las tropas insurgentes en distintos periodos “ …el cual había dejado disolverse el regimiento de caballería de los Valles que D. Carlos Bustamante había organizado, y descuidándolo todo, se contentaba con hacer frecuentes discursos a los soldados y al pueblo, que terminaba con la aclamación de «viva la Virgen de Guadalupe».”

Con motivo del regreso de Fernando VII a España el 22 de marzo de 1814, con bando del 10 de junio de 1814 repicaron las campanas de la Colegiata de Guadalupe anunciando el hecho junto a salvas de la tropa. Se realizó un «Te Deum» con asistencia del Cabildo.

Tras la llegada del correo desde la Península de la restitución del trono y el Real Decreto del 4 de mayo de 1814 de abolición de la Constitución: “…la villa de Guadalupe se señaló segunda vez en las muestras del acendrado amor que profesa á S. M.… amaneció la villa vestida de gala con ricos tapices y colgaduras de damasco en todas las casas, anunciando á la alba los repiques de campanas á vuelo, y con el retrato del soberano, baxo ricos doseles y tellices en los balcones principales, las casas del comandante, cura párroco y reales… Así tributó la villa de Guadalupe en su vasallaje y tierno amor á su rey, en los días de su restitución al trono y soberanía, renovando con esto sus habitantes, como lo hicieron públicamente en la iglesia de capuchinas el día de la función de lo militares, el juramento de fidelidad que hicieron á S. M. cuando su exaltación.”

Y continua diciendo que no ha sido una confrontación sino un posible agravio por parte de los insurgentes de la propia advocación guadalupana también estimada por los realistas.

“…Que la actual insurrección haya agraviado sumamente a la dulce madre del amor, de la paz, y de la gracia, María santísima señora nuestra, es tan claro como la luz del sol. Su imagen guadalupana, esa imagen que apareció maravillosamente pintada sobre la capa de un humilde y sencillo indio, para confirmar a todos los naturales de este hermosos y abundante país en la fe que los hijos de la antigua España les acababan de anunciar, y que los reyes católicos cuidaron por el largo espacio de tres siglos de que se extendiese por todo el continente americano; esa imagen repito ha sido ahora conducida como en triunfo por las manos de unos hombres ingratos, … setiembre de 1810, y valiéndose de la imagen de María para consumar el delito, proclamaron la independencia…”.

No hemos encontrado pruebas definitivas por el momento de la leyenda de fusilamiento de ambas advocaciones en sus imágenes por cada grupo armado. La Inquisición habría actuado de forma implacable en la parte realista y los propios insurgentes defensores de igual modo de la Santa Religión Católica no habrían permitido dichos actos.

No creemos que sea cierto el testimonio de Lucas Alamán donde afirma “Águila ocupó el pueblo el día siguiente y lo mandó quemar y arrasar las fortificaciones; los soldados españoles, muchos de los cuales estaban contagiados del espíritu irreligioso e impío que habían propagado los franceses en España, fusilaron las imágenes de la Virgen de Guadalupe que encontraron en el pueblo, y cometieron otros desacatos horrendos con ellas, a imitación de lo que los franceses hacían en las iglesias que profanaban, siendo ésta una de las tristes consecuencias de haber pretendido constituir aquella santa imagen en favorecedora y como titular de la revolución”.

¿Fusilar a la propia Patrona de la Nueva España que como los documentos expuestos muestran era respetada por el poder virreinal? Si alguno de esos hechos se produjo tuvo que ser algún caso aislado y de ser conocido por las autoridades virreinales sería llevado ante la Inquisición más que favorecer e impulsar dichos actos sacrílegos. Incluso algún autor cita que el propio virrey manda fusilar una imagen de la Virgen de Guadalupe o los supuestos hechos de otra imagen guadalupana fusilada el 15 de febrero de 1813 en el fuerte de San Diego.

En una etapa donde aún funcionaba el Tribunal del Santo Oficio en la Nueva España, el «fusilamiento» de una advocación mariana hubiera sido considerado algo extremadamente grave. Estos factores, sin pruebas pertinentes, evidencian la intención de plantear en esa etapa la existencia de una iconoclasia, anticlericalismo y pensamiento contrario a las advocaciones marianas por parte de las autoridades virreinales; factores que por el momento parecen carecer de pruebas consistentes. Por el contrario tenemos referencias como las citadas en nuestra investigación de todo lo contrario. En 1816 el virrey Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza recibirá el bastón de mando, como se ha citado en casos anteriores, en la villa de N.S. de Guadalupe antes de entrar en la ciudad, como era tradición dentro de una iconografía de poder vinculada a la Virgen de Guadalupe.

En 1819 el poder virreinal seguía teniendo un fervor inusitado por la Virgen de Guadalupe, como atestigua el testimonio del propio virrey Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza ante la crecida de las aguas de las lagunas de Ciudad de México y su inundación citado por Carlos María de Bustamante.

Desde 1820 la devoción guadalupana se fortalecerá por los eventos que llevarán al 27 de septiembre de 1821, donde Agustín de Iturbide retomará la idea de José Ignacio Antonio López-Rayón de establecer una Orden Militar en su nombre y celebrará el 12 de octubre de 1821 una ceremonia religiosa en la Villa de Guadalupe para agradecer la emancipación del territorio.

El poder virreinal nunca renegó de la devoción guadalupana que fue reivindicada por ambos bandos enfrentados como legítima defensora del Virreinato de la Nueva España. Desde sus primeros movimientos contra el poder virreinal y a favor de Fernando VII, los insurgentes la fueron afianzando en las diferentes etapas con estandartes, imágenes, decretos oficiales… pasando por el Plan de la Profesa y Plan de Independencia de la América Septentrional (Plan de Iguala) hasta llegar a la Consumación de la Independencia.

Mientras el poder virreinal perdió su fuerza, y siendo respetada por el mismo, la Virgen de Guadalupe se mantuvo en ese cambio de hegemonía política en lo alto de la conciencia novohispana como iconografía de poder durante todo el periodo, consolidándose como Patrona y Protectora de la vieja Nueva España y como Patrona y Protectora del nuevo Imperio Mexicano; Madre de todos y modelo de fidelidad en una nueva y preciada realidad.

NOTAS

BIBLIOGRAFÍA

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Biblioteca Nacional de España. Hemeroteca Digital. http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003643828&page=174&search=Gazeta+del+gobierno+de+M%C3%A9xico.+guadalupe+guadalupana&lang=es Declamación cristiana que en la solemne función de desagravios a María Santísima Guadalupe celebrada en la Iglesia del Convento Grande de San Francisco de México por el Comandante, oficiales y tropa del segundo batallón de infantería de patriotas distinguidos de Fernando VII, dixo el día 28 de septiembre de 1811 en Dr. D. Josef Mariano Beristain de Souza, del orden de Carlos III, Canónimo más antiguo y Arcediano electo de la Metropolitana. (México: En la Imprenta de Arizpe, 1811. en Saranyana, José Ignacio y Alejos-Grau, Carmen José. Teología en América Latina. Iberoamericana Editorial, 1999) p.783. Díaz Calvillo, Juan Bautista. 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Vicente Riva Palacio e imparcial y concienzudamente escrita en vista de cuanto de notable y en presencia de preciosos datos y documentos hasta hace poco desconocidos, por los reputados literatos: Juan de Dios Arias, Alfredo Chavero, Vicente Riva palacio, José María Vigil y Julio Zárate. Barcelona: Espasa y Compañía, 1888., pg.144 y ALAMÁN. LUCAS (1849) Historia de Méjico. Desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año 1808 hasta la época presente. Edición facsimilar de 1849. V1, México, Instituto Cultural Helénico. Fondo de Cultura Económica, 1985. Zetina Luz de Guadalupe, Joseph. En el viejo Acapulco, La Prensa, México (México: Editora de Periódicos S.C.L., 1992) p.233.

DAVID SÁNCHEZ SÁNCHEZ