IBARRA Y GONZÁLEZ, José Ramón

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Olinalá, 1853 – Puebla, 1917) Arzobispo.

José Ramón Ibarra y González nació en Olinalá, Guerrero, el 22 de octubre de 1853. Sus padres fueron Miguel Ibarra y María del Refugio González, quienes poseían una finca azucarera llamada San José Buena Vista. José Ramón fue el único hijo del matrimonio Ibarra González; sin embargo, tenía varias hermanas fruto del primer matrimonio de su padre.

Los esposos Ibarra emigraron a Izúcar de Matamoros donde el pequeño Ramón realizó sus primeros estudios; más tarde se mudaron a la ciudad de Puebla para que continuara con su educación en el Colegio Franco Mexicano. A la muerte de don Miguel Ibarra, la familia trasladó su residencia a la población de Acatlán, cuyo párroco enseñó latín al joven Ramón.

En 1868, Ramón y su madre se mudaron definitivamente a la ciudad de Puebla. Al poco tiempo el joven Ibarra ingresó al Seminario Conciliar Palafoxiano; en este lugar sería alumno, profesor y superior. Estudió Filosofía, Teología Dogmática, Sagrada Escritura, Historia Eclesiástica, Derecho e incluso se sujetó a examen de toda la Teología con la finalidad de adelantar un año; al mismo tiempo, estudiaba Ciencias Físicas en el Colegio del Estado.

Ante los excelentes resultados obtenidos por el seminarista, Monseñor Carlos Colina y Rubio propuso enviarlo a Roma para perfeccionar sus estudios; sin embargo, la enfermedad de su madre le impidió viajar en ese momento. No fue sino hasta después de la muerte de ella, acaecida el 3 de abril de 1877, cuando pudo embarcarse en Veracruz rumbo a Europa. Ingresó al Colegio Pío Latinoamericano el 20 de junio de ese mismo año, donde “su trayectoria en los estudios fue tan brillante como en Puebla, y más aún si cabe[1].

En 1878 presentó el examen de Teología en la Universidad Gregoriana para obtener el grado de Licenciado en esa disciplina; recibió el grado de Doctor en 1879 y posteriormente, en 1881 el doctorado en Derecho Canónigo y Civil Romano; un año después logró también el grado de doctor en Filosofía. Algunos maestros suyos de la Universidad Gregoriana decían: “No sabemos qué admirar más, si su talento y ciencia, o su sencillez y modestia[2]. Fue condecorado por S.S. León XIII con una medalla por sus brillantes resultados académicos.

En 1878 se le confirieron la tonsura clerical, las cuatro órdenes menores y el subdiaconado; en 1879 el diaconado, y finalmente recibió la ordenación sacerdotal el 21 de febrero de 1880 en la Basílica de San Juan de Letrán.

Regresó a Puebla en 1882 para cumplir con su ministerio sacerdotal en diversas iglesias como la de San Pedro y el Templo del Espíritu Santo (mejor conocido como La Compañía). Al poco tiempo fue designado como profesor del Seminario, función que desempeñó sin descuidar a los fieles que acudían a él. En 1885 fue nombrado por Monseñor Mora y Daza como canónigo de la Catedral Angelopolitana y un año después fue comisionado también por Mons. Mora y Daza para fundar la academia Teojurista para lo cual adquirió junto con el canónigo José de Córdova el edificio del ex convento de Betlemitas anexo al templo de Belén. Asimismo fue designado presidente de la comisión organizadora de la primera peregrinación diocesana a la Basílica de Guadalupe que se llevó a cabo el 11 de febrero de 1887 y que actualmente se sigue realizando. A él se le debe también la fundación del Colegio Teresiano de Puebla (hoy Colegio América), pues gestionó la llegada a esta ciudad de las Religiosas Teresianas como respuesta a una de sus constantes preocupaciones: la educación cristiana de la niñez y de la juventud.

A la muerte de Monseñor Mora y Daza, el joven canónigo de 34 años fue elegido Vicario Capitular en sede vacante por el cabildo angelopolitano, y gobernó la diócesis de diciembre de 1887 a septiembre de 1888. Más tarde, una vez entregado el gobierno de la diócesis a Monseñor Francisco Melitón Vargas, renunció a todos sus cargos y emprendió un viaje a Europa con la finalidad de ingresar a la Compañía de Jesús. Sin embargo, sus planes tuvieron un giro: mientras se encontraba en España haciendo los Ejercicios Espirituales para comenzar el noviciado, recibió un telegrama de S.S. León XII donde le informaba que lo había preconizado obispo de la diócesis de Chilapa. Tenía entonces 36 años de edad.

Recibió en Roma la consagración episcopal de manos del Cardenal Parocchi el 5 de enero de 1890, en la capilla del nuevo Colegio Pio Latinoamericano, y tomó posesión de su diócesis mediante apoderado el 8 de mayo; más tarde, el 18 de julio, fue recibido con júbilo en la ciudad de Chilapa. “En aquella época la Diócesis de Chilapa era extremadamente difícil: problemas internos; extensión del territorio que abarcaba todo el Estado de Guerrero; falta absoluta de comunicaciones, pues no había ni un metro de vía férrea ni de carreteras; ásperas montañas, profundos barrancos, clima cálido y hasta insalubre en grandes extensiones; enormes necesidades de las poblaciones, escasez de Clero, falta de recursos humanos, sociales y económicos…[3].

Sin embargo, la actividad del nuevo obispo fue constante: reorganizó el Seminario Diocesano; procuró el mejoramiento espiritual, cultural y social del clero; celebró tres Sínodos Diocesanos; fundó el movimiento del “Apostolado de la Cruz” junto con la Sierva de Dios Concepción Cabrera de Armida, tanto en la sede episcopal como en todas las parroquias. También fundó el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, algunas escuelas gratuitas para niños de escasos recursos, una academia nocturna para adultos y una escuela de artes y oficios, además de la congregación de Misioneros Guadalupanos con la finalidad de evangelizar a las comunidades indígenas e inició las obras de la Catedral de Chilapa. Asimismo, se ocupó de iniciar los trabajos de la Catedral, así como de empedrar las calles de Chilapa, abrir otras nuevas y colocar los primeros metros de vías férreas en el Estado.

Durante más de una década se mantuvo al frente de la diócesis de Chilapa hasta que fue nombrado obispo de Puebla por S.S. León XIII el 19 de abril de 1902. Después de haber trabajado tanto por aquella primera diócesis, así se despidió de sus fieles: “Desde que por voluntad del Señor fuimos ungidos en la ciudad Eterna por vuestro Pastor, os consagramos todo nuestro cariño; y a pesar de las penalidades propias de esta Diócesis, hemos vivido once años a vuestro lado muy contentos y muy felices, soportando las inclemencias del tiempo, la aspereza de los caminos y la pobreza, pues todo esto nos ha parecido poco, por la grandeza del amor que os profesamos. Así es que al saber que por disposición superior tenemos que dejaros, nuestro corazón se ha sumergido en la más profunda amargura[4].

Tomó posesión de su nueva diócesis el 6 de julio de 1902. Como obispo de Puebla llevó a cabo numerosas obras de carácter espiritual, educativo y material. Fundó el Hospital del Sagrado Corazón de Jesús para enfermos carentes de recursos económicos. Igualmente promovió las Conferencias de San Vicente de Paúl, los Círculos Católicos de Obreros, la Liga Católica, la Sociedad Católica y otras instituciones del apostolado seglar que tanto auge tuvieron en el México de aquellos primeros años del siglo XX. En 1909 llevó a Puebla a las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón para que se dedicaran a la Adoración perpetua del Santísimo Sacramento, especialmente en favor de los sacerdotes.

El 12 de agosto de 1903 el Obispado de Puebla de los Ángeles fue elevado a la categoría de Arquidiócesis por S.S. Pío X (aunque la erección se efectuó el 8 de febrero del siguiente año) y Monseñor Ibarra fue nombrado primer Metropolitano de la nueva Sede Arzobispal. En 1904 Monseñor Ibarra obtuvo para la Catedral Angelopolitana, la dignidad de Basílica Menor.

El incansable celo de Monseñor Ibarra por elevar el nivel cultural de su arquidiócesis le llevó a crear, además del Colegio Clerical, la Universidad Católica Angelopolitana a partir del otorgamiento –por parte de S.S. Pío X- del título de ‘Universidad’ al Seminario de Puebla. Dicha Universidad ofreció las facultades de Teología, Filosofía, Derecho Canónico, Derecho Civil, Medicina, Bellas Artes e Ingeniería, desde 1907 hasta el inicio de la Revolución de 1914. Los objetivos que perseguía Mons. Ibarra con la elevación del Seminario a rango de Universidad eran varios, como escribía al Papa: “procurar con todo empeño el esplendor del Seminario y (…) apartar a la incauta juventud de las erróneas e impías doctrinas que en los colegios laicos muchas veces se les enseñan[5]igualmente, “para que en la futura Universidad se formen Médicos, Arquitectos y Abogados, verdaderamente católicos[6]que, a semejanza de otros egresados, “numerosos Abogados católicos que, recibidos entre los principales del Gobierno, han custodiado la causa católica[7].

Al igual que hizo durante su época de sacerdote en Puebla, gestionó el arribo de los Hermanos de las Escuelas Cristianas para que fundaran el Colegio de San Pedro y San Pablo como Escuela Preparatoria Católica, quienes además abrieron y dirigieron los Colegios de San Juan Bautista de Lasalle (o La Concordia), de San Ignacio y de Acatzingo. Igualmente prestó su apoyo al antiguo Colegio del Sagrado Corazón de Jesús (hoy Instituto Oriente), al Colegio Pío de Artes y Oficios, las Escuelas Pías del Portalillo y los Colegios Salesianos. Asimismo brindó constantemente su protección e impulsó las escuelas de niñas y señoritas.

A raíz de la persecución desatada por la revolución carrancista y con la finalidad de atender su salud, en 1914 se tuvo que refugiar en la ciudad de México, donde pasó los años que le restaban de vida, sufriendo tanto por su enfermedad como por la persecución que sufría la Iglesia; no obstante, padeció estos sufrimientos sin quejarse y ofreciéndolos por la paz de la Iglesia y de México. Recibió los últimos sacramentos de manos de Mons. Emeterio Valverde Téllez, Obispo de León. Monseñor Ramón Ibarra y González falleció el 30 de enero de 1917.

Sus restos fueron inhumados en el Panteón del Tepeyac, donde permanecieron hasta 1931 cuando fueron trasladados a la Catedral de Puebla. En un primer momento se depositaron en la cripta que se encuentra bajo el Altar Mayor, pero en 1964 fueron colocados en la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, en la misma Catedral, donde actualmente se encuentran. En 1990, S.S. Juan Pablo II lo declaró venerable[8].

Notas

  1. Márquez, p. 13.
  2. Márquez, 1973, p. 14.
  3. Márquez, 1973, p. 21.
  4. Décima carta pastoral de Mons. Ibarra al clero y fieles de la diócesis de Chilapa, en Márquez, 1966, p. 140.
  5. Márquez, 1971, p. 431.
  6. Márquez, 1971, p. 433.
  7. Márquez, 1971, p. 431.
  8. Arquidiócesis de Puebla

Bibliografía

SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA