HUITZILOPOCHTLI

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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En el extenso politeísmo azteca destaca Huitzilopochtli, el dios de la guerra y del sol; su nombre significa “colibrí de la izquierda” y hace relación al sol en cuanto “la izquierda deriva de que se halla asignado al sur del cosmos. Este rumbo es el izquierdo del mundo, ya que el camino del sol, de oriente a poniente, lo coloca en esa posición[1]. Por el sangriento culto que recibía, los españoles le llamaron “Huichilobos”.

A Huitzilopochtli estaba dedicado el Templo Mayor de Tenochtitlán, pero a pesar de su importancia no se hizo de él ninguna representación en piedra porque su imagen se hacía con semillas de amaranto y maíz; es por ello que no se conserva ninguna. Las imágenes de Huitzilopochtli se hacían una vez al año “en el mes que se llama panquetzaliztli (…) hacían sus imágenes de tzoalli (masa de bledos y maíz) grandes como una persona (…)cocían primero la masa y después formaban de ella las estatuas, en toda una noche (…) Habiendo hecho las imágenes de aquella masa, luego en amaneciendo las adornaban y ofrecían delante de ellas gran parte del día, y hacia la tarde comenzaban a hacer areito y danzas con que las llevaban al cu, y a la puesta del sol las subían a lo alto del cu.”[2].

Según la mitología azteca recabada y escrita por Bernardino de Sahagún↗, Huitzilopochtli nació de una mujer que se llamaba Coatlicue que era “madre de unos indios que se decían Centzonhuitznahua, los cuales tenían una hermana que se llamaba Coyolxauqui”. Estando Coatlicue en la Sierra de Coatepec, cayó sobre ella una pelotilla de plumas brillantes y la guardó en su seno, y cuando después la quiso tomar “no la halló de que dicen se empreñó; y como vieron los dichos indios Centzonhuitznahua a la madre que ya era preñada se enojaron bravamente diciendo: ¿Quién la empreñó que nos infamó y avergonzó? Y la hermana que se llamaba Coyolxauqui decíales: hermanos, matemos a nuestra madre porque nos infamó, habiéndose a hurto empreñado.”

Enterada Coatlicue que sus hijos querían matarla, se llenó de miedo; pero entonces el niño que llevaba en su vientre le habló y tranquilizó diciéndole que él sabía lo que iba a hacer. Uno de los hijos de Coatlicue se apiadó de su madre y anticipándose a sus hermanos fue donde ella para advertir al aún nonato Huitzilopochtli sobre los planes de sus otros hermanos para matar a Coatlicue; el nonato le dijo a su hermano que le informara por donde avanzaban su hermanos enemigos, los cuales fuertemente armados venían bajo el liderazgo de Coyolxauqui. Cuando el hermano piadoso informó a Huitzilopochtli que sus hermanos estaban ya muy cerca, éste salió del seno de su madre: “Y en llegando los dichos indios Centzonhuitznahua nació luego el dicho Huitzilopochtli, trayendo consigo una rodela que se dice teueuelli, con un dardo y vara de color azul, y su rostro como pintado y en la cabeza traía un pelmazo de pluma pegado, y la pierna siniestra delgada y emplumada y los dos muslos pintados de color azul, y también los brazos. Y el dicho Huitzilopochtli dijo a uno que se llamaba Tochancalqui que encendiese una culebra hecha de teas que se llamaba xiuhcóatl, y así la encendió y con ella fue herida la dicha Coyolxauqui, de que murió hecha pedazos; y el dicho Huitzilopochtli levantóse y armóse y salió contra los dichos Centzonhuitznahua, persiguiéndolos y echándolos fuera de aquella sierra que se dice Coatepec (…) hasta que a casi todos los mató.”[3].

El culto a Huitzilopochtli se realizaba principalmente en el mes décimo quinto que llamaban panquetzaliztli; “El segundo día de este mes comenzaban todos a hacer areito, y a cantar los cantares de Huitzilopochtli, en el patio de su cu (…) A los nueve días de este mes aparejaban, con grandes ceremonias, a los que habían de matar: pintábanlos de diversos colores (…) Después de haber hecho muchas ceremonias, los que habían de morir descendían del cu de Huitzilopochtli; uno vestido con los ornamentos del dios Páinal mataba cuatro de aquellos esclavos en el juego de pelota que estaba en el patio que llamaban Teotlachtli; de ahí iba y cercaba toda la ciudad corriendo, y en ciertas partes mataba en cada una un esclavo (…) Después de muchas (otras) ceremonias finalmente mataban cautivos en el cu de Huitzilopochtli, y también muchos esclavos; y en matando a uno, tocaban los instrumentos musicales, y en cesando tomaban otro para matarle, y en matándole tocaban otra vez, y así hacían a cada uno hasta acabarlos…”[4].

NOTAS:

  1. Sahagún, p.930 (Vocabulario anexo al final de la obra.)
  2. Ibídem, p. 156 (apéndices del segundo libro)
  3. Ibídem, p. 192
  4. Ibídem, pp. 90-91

BIBLIOGRAFÍA:

  • Sahagún Bernardino de. Historia general de las cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989

JUAN LOUVIER CALDERÓN