HOSPITALES; Evangelización y promoción humana

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La promoción humana de los habitantes del Nuevo Mundo llevada a cabo por la Iglesia en los siglos XVI y XVII, tuvo múltiples facetas: desde el Anuncio del Evangelio hasta la denuncia de las injusticias; desde el bautismo que dio la dignidad de «hijos de Dios» a los indígenas, hasta la condena explícita a los españoles cristianos que, incongruentes con su fe, cometían innumerables abusos.[1]

En esa promoción humana son bien conocidas las múltiples instituciones creadas para la educación en América latina, que abarcó desde escuelas elementales hasta colegios mayores y universidades. Menos conocidas pero igualmente significativas fueron las instituciones para mitigar el dolor y sufrimiento de los indígenas: los Hospitales con sus respectivas cofradías que atendían y acogían a enfermos y familiares.

La creación de hospitales y hospicios, asilos, leprosarios y manicomios, fueron obra del espíritu cristiano y la acción de la Iglesia. El primer hospital del Nuevo Mundo se construyó en 1503 en la isla de La Española bajo la advocación de San Nicolás de Bari; poco después crecerán y florecerán en la Nueva España, para extenderse a todos los rincones de la geografía Hispanoamericana. Las enfermedades y pestes hacían terribles estragos; los franciscanos mantenían un extremo cuidado por los enfermos, esmerándose en la abundancia de medicinas y en el aseo. Este esfuerzo se prolongó a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII.

Otro tanto hicie¬ron los agustinos, aplicando los remedios de que disponían: sangrías, pócimas, alimentos escogidos, y sobre todo el uso de la medicina herbolaria que los indígenas habían desarrollado como pocos. Los dominicos sobresalieron en Guatemala; el P. Matías de Paz construyó una enfermería en Guatemala, pajiza y modesta, pero capaz y aireada y él mismo conducía allá a los enfermos.[2]

Los «pueblos-hospitales»

Una de las experiencias más significativas fue la de los «pueblos-hospitales» creados por Don Vasco de Quiroga, primero en las afueras de la ciudad de México, el «Hospital de Santa Fe», cuando todavía era Oidor seglar de la Segunda Audiencia de la Nueva España, y que luego extendería metódicamente a Michoacán, especialmente una vez que fue elegido como su primer Obispo.

Los «pueblos-hospitales» los concibió Don Vasco como centros de caridad cristiana y de desarrollo humano. El de la ciudad de México fue creado en 1532; el segundo en Pátzcuaro, en 1533 llamado Hospital de Santa Fe de la Laguna, también cuando aún era Oidor de la Audiencia. Siendo ya Obispo erigió otros más con los mismos propósitos y bajo los mismos criterios de funcionamiento.

«Hospital» significaba un lugar de acogida humana y cristiana para sanos y enfermos, donde ninguno se sentía ni inútil ni extranjero. Cada pueblo-hospital contaba con huertos anexos que producían lo necesario para la alimentación de quienes acudían a él. Tenía también las habitaciones necesarias para hospedar a las «familias» que acudían al hospital o prestaban en él sus servicios.

Cada Pueblo-Hospital tenía además como patrimonio, otros campos o «familias rústicas» más grandes, para siembras y ganadería. Además el Obispo Vasco de Quiroga erigió en cada comunidad una Escuela de Artes y Oficios, y las organizó de tal manera que cada una realizara y perfeccionara una actividad económica específica distinta.

Esta organización fue tan eficaz que perdura hasta nuestros días; así Uruapan se dedicó a la fabricación de objetos de madera en laca; Santa Ana del Cobre, produce ollas, vasos y todo tipo de productos de cobre; Paracho, instrumentos musicales, especialmente guitarras; Patambán, tejidos de lana; Teremendo, objetos de cuero, etc.

Estas «repúblicas» de los pueblos-hospitales, como las bautizó Don Vasco, se regían por unas «Reglas y Ordenanzas para el buen gobierno de los hospitales» redactadas por él.[3]Preveían el casamiento de los jóvenes, el modo de evitar la pereza juvenil, cómo sembrar, reparar los edificios, qué cosa sembrar y criar, “qué manera se tenga para que en años estériles no falte bastimiento”, de la fabricación de vestidos para que cuesten poco, sean buenos y sirvan a todos; “cómo se recreen y no se pierda tiempo sin provecho”, “cómo se averigüen las quejas y pleitos”, “que haya limpieza espiritual y corporal”,[4]etc.

En estos «pueblos-hospitales» todo era común: trabajo y beneficios. Todos cooperaban al trabajo de construcción de las «familias» particulares y a la construcción de los edificios comunes. En cada pueblo-hospital había dos escuelas de catecismo y dos baptisterios. Por ello –como escribió el fiel compañero de Don Vasco, Cristóbal Cabrera- les “conviene perfectamente el título, por demás insigne e ilustre, que él les puso de Santa Fe”.[5]

El núcleo alrededor de los cuales fueron congregados los indios purépechas fueron estos pueblos-hospitales; los tarascos y tantos otros, sobre todo menesterosos, encontraron en ellos no sólo abrigo, medicinas, cuidado y salud, sino también un lugar humano libre y respirable que nacía de la experiencia de la pertenencia a Jesucristo y a su Iglesia.

El modelo de este tipo de «pueblo-hospital» de Don Vasco de Quiroga fue utilizado por los agustinos, quienes fundaron muchos otro en Yuririapúndario, Cuitzeo, Tacámbaro, Guadalajara, Valladolid (actual Morelia), Atotonilco, México, Puebla, La Habana, Oaxaca, Atlixco y Culhuacán, entre otros. Asimismo algunos franciscanos y jesuitas replicaron este modelo en Paraguay, Quito, Perú, Ecuador, Venezuela.

En algunas haciendas de los agustinos como la de Otengá, Nuestra Señora de Belén de Chámeza y Nuestra Señora de Chiquinquirá de Río de Oro se puso en práctica el modelo, quedando pueblos en su lugar con el mismo nombre.[6]Es importante notar que el antiguo «oidor», el «tata obispo» de los indios michoacanos, murió en el pueblo-hospital de Uruapan, durante una visita pastoral.


Otros hospitales en la Nueva España

En México una vez terminada la conquista militar del imperio azteca, casi de inmediato empezaron a erigirse hospitales; el mismo Hernán Cortés fundó el primero y se preocupó por fomentar la creación de otros.[7]“Existían en tiempos de Zumárraga, en la ciudad de México, tres hospitales: el Real de Indios, el de Nuestra Señora de la Concepción, dentro de la traza, y el de Santa Fe, situado a extramuros de ella (…) el Real estaba reservado a los indios, y el del Marqués (de Hernán Cortés), de capacidad reducida, no tenía sitio para albergar separadamente a los bubosos o sifilíticos, enfermedad cuyo contagio era visto con verdadero pavor (…). En la Nueva España la padecían tanto indios como españoles.”[8]

Esta tradición continuó viva y muy activa en todos los Virreinatos en las Indias Occidentales. En el caso de la Nueva España el primer Concilio de México, Título LXX legisla lo siguiente:

“Porque es muy necesario así para los indios pobres de los pueblos, como para los extranjeros que a ellos vienen, que haya un hospital donde los necesitados sean recibidos y favorecidos, exhortamos a todos los ministros, religiosos y clérigos que por la mejor vía que puedan, procuren que en todos los pueblos haya un hospital cerca de las iglesias y monasterios, donde puedan ser socorridos los pobres y enfermos, y los clérigos los puedan fácilmente visitar y consolar y administrar los sacramentos”[9]

En México, entre otros muchos ejemplos de la preocupación de sus arzobispos y obispos por los hospitales a partir del primero Zumárraga, y del ya citado Don Vasco de Quiroga, tanto de su creación como de su desarrollo y mantenimiento la tradición se continúa hasta los comienzos del siglo XIX, en vísperas de la independencia.

Por ejemplo como colofón se debe recordar al arzobispo Alonso Núñez de Haro y Peralta (1729-1800), que nombrado arzobispo de México en 1772, entre otras de sus numerosas obras se hizo cargo de los hospitales de San Andrés y de San Juan de Dios y los mejoró. Asimismo, aquel arzobispo-virrey fundó varios hospitales y fue por extremo caritativo.

En efecto, la del ejercicio de la caridad fue una de sus prioridades, la cual promovía también entre sus fieles, como quedó asentado en sus Sermones: “Este (Dios) nos dice: «Dad á proporción de lo que os ha sido dado» Da secundum datum. Esto es, proporcionad vuestras limosnas con vuestras riquezas (…) Dad pues la limosna mientras que podéis aprovecharos de ella y os es más meritoria, esto es, durante la vida…Decidme, amados hijos míos, ¿os persuadís á que en la hora terrible sea la limosna de tanto consuelo para el moribundo como la que dio durante su vida?[10]

Hospitales en otros Virreinatos

La «Orden de los Hermanos de Nuestra Señora de Bethlehem», cuyos miembros son conocidos popularmente como «Betlemitas», fue creada en la ciudad de Guatemala en 1653 por San José de Betancourt bajo el carisma del servicio a los más necesitados, expandiéndose por tierras de América, fundando conventos y hospitales en Lima, Quito y Popayán.

En sus conventos, hospitales y escuelas reinaba siempre un gran aseo y limpieza. “Fue tan proverbial la limpieza y aseo de los Bethlemitas, que dieron origen a una piadosa tradición, hija del candor y de la buena fe de aquellos inocentes tiempos y que nos ha conservado Fr. José García de la Concepción, en su «Historia Bethlemítica», citada a su vez por Orozco y Berra en el «Diccionario de Historia y geografía». Dice así: «No solamente en las enfermerías sino en todo este convento de México es singular el aseo y primor, porque está adornado de muchas y exquisitas pinturas, así en las escaleras, claustros altos y bajos, y tránsitos de las celdas, todo limpísimo…”.[11]

Esta tónica se encuentra a lo largo de toda la geografía hispanoamericana: los obispos tomaron esta preocupación de que se abriesen hospitales en todas partes. Los ejemplos serían muchos, basta ver la obra documentada de Josefina Muriel, «Hospitales de la Nueva España», (3 Tomos, Ed. UNAM, 1990), para darse cuenta de tal empeño solamente en la Nueva España.

Pero aquel empeño se encuentra a lo largo de todos los Virreinatos. Así el arzobispo Zapata de Santa Fe de Bogotá se preocupa de manera primordial también por los enfermos. Cuando ordena que haya un hospital, con buena dotación de camas, colchones y ropa limpia, limpieza y personal que atienda, de modo que los in¬dios comprendan el interés que se pone por ellos. Para el sustento de tales enfermerías se tenían también labranzas comunes.

NOTAS

  1. Un ejemplo temprano de denuncia condenatoria es el sermón del Cuarto domingo de Adviento de 1511 pronunciado por fray Antonio de Montesinos en Santo Domingo: “…¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? … Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos?...”
  2. Sobre este punto hablan extensamente RICARD, La conquista espiritual de Méjico…; CUEVAS, MARIANO, SJ., Historia de la Iglesia en México, I, 404-425; MURIEL JOSEFINA, Hospitales de la Nueva España, Tomo I (fundaciones del siglo XVI). Ed. UNAM, 1990; CRAVIOTO, ALEJANDRO, Historia de la caridad en la evangelización de América Latina, en Historia de la Evangelización de América. Trayectoria, identidad y esperanza de un Continente. Simposio Internacional. Actas, Ciudad del Vaticano, 11-14 de mayo de 1992, LEV, 1992, 459-472. Artículos correspondientes en DHIAL.
  3. Entre sus escritos llegados a nosotros: Reglas y Ordenanzas para el gobierno de los hospitales de Santa Fe en México y Michoacán; Información en Derecho; De debellandis indis; Carta al Consejo de Indias.
  4. AGUAYO SPENCER, RAFAEL, Don Vasco de Quiroga. Pensamiento jurídico. Antología. Miguel Ángel Porrúa, México, 1986, pp. 231, 233 y 236.
  5. CABRERA, CRISTÓBAL, De solicitanda infidelium conversione. no. 35.
  6. CAMPO DEL POZO, FERNANDO, “Don Vasco de Quiroga promotor de la educación indígena” en Revista Historia de la Educación Latinoamericana, núm. 13 (2009), p. 77.
  7. Cf. DHIAL: Hospitales y Hospicios de la Nueva España; Hospital del Amor de Dios. Cf. en DHIAL: Caridad en la cristiandad indiana.
  8. MURIEL, JOSEFINA, Hospitales de la Nueva España, Tomo I (fundaciones del siglo XVI). Ed. UNAM, 1990, p. 155.
  9. TEJADA Y RAMIRO, J., Concilios de la Iglesia de España y de América, Tomo V.
  10. Cf. En DHIAL: Nuñez de Haro y Peralta, Cf. cita en: Rivera, Agustín. Principios críticos sobre el Virreinato de la Nueva España y sobre la Revolución e Independencia. Tomo II. Tipografía de Vicente Veloz, San Juan de los Lagos, 1887, p. 307.
  11. GONZÁLEZ OBREGÓN LUIS, México Viejo época colonial. Ed. Alianza Editorial, México, 1991, pp. 374-375.


BIBLIOGRAFÍA

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EDUARDO CARDENAS – FIDEL GONZALEZ FERNANDEZ