GUATEMALA; La Iglesia en el siglo XIX (II)

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Restauración conservadora y guerras civiles salvajes

Tras la renuncia de Gálvez y el dominio de los conservadores Guatemala vive un caos total y crónico con duros enfrentamientos entre los frentes capitaneados por caudillos como Morazán y Carrera. Dirigiendo un movimiento de campesinos en oriente, conocido como «los montañeses», Rafael Carrera Turcios libra una fuerte lucha contra los liberales.

En 1837 participa en un primer levantamiento en Asunción Mita. En 1838 se independizan de Guatemala los departamentos de occidente, fundando el Estado de los Altos. El 12 de febrero de 1839 se disuelve el Congreso Federal. Después de muchos combates en Oriente, el 13 de abril de 1839 Carrera entra victorioso a la capital al frente de miles de campesinos animados con cantos religiosos.

El 17 de abril Guatemala se separa de la Federación, el 30 de abril lo hace Nicaragua, el 12 de octubre le sigue Honduras, y Costa Rica el 14 de noviembre. Morazán, con las fuerzas liberales centroamericanas, decide atacar Guatemala para recuperar el poder y evitar la desintegración de Centroamérica. Las luchas continúan endémicas.

Liberales y conservadores piensan que pronto manejarán a aquel joven e intrépido comandante guerrillero, casi analfabeto, recién bajado de la montaña a la capital federal. Se equivocan. No han descubierto su inteligencia, su valor y don de mando. Desde la jefatura del Ejército comienza a dirigir los asuntos del país. Confirma en su cargo de jefe de Estado de Guatemala al conservador moderado Mariano Rivera Paz (1839-1844).[1]

Desconoce la autoridad federal que estaba en manos de Morazán. Carrera somete a sangre y fuego a los alzados en Quetzaltenango, fusilando a los jefes de la sedición. Son años de guerras salvajes en la que unos al grito de ¡Viva Morazán! o ¡Viva la Federación! y los otros a la voz de ¡Viva Carrera! o ¡Viva la Patria! se matan ferozmente entre sí, dejando esparcidos por el campo a cientos de muertos y heridos.

En 1840 hay otra guerra más entre «federalistas» (liberales) y «localistas» (conservadores). San Salvador y Honduras con Morazán invaden Guatemala y son derrotadas. Morazán se propone restaurar la federación centroamericana, pero por haber tocado intereses locales de poder, el 15 de septiembre de 1842 es fusilado en Costa Rica.

Morazán creyó mucho en la fuerza de sus armas, pero se encerró en la intolerancia y fanatismo de ambos lados; su lucha por el poder y por el ideal de la unión centroamericana, lo hizo olvidarse de las necesidades y sentimientos, especialmente religiosos, de la gente común y corriente.

Intereses ingleses y norteamericanos se adueñan de América Central

Considerando la posesión geo¬política de Guatemala, y los intereses ingleses ya presentes en la frontera norte de Guatemala y que Inglaterra, por ser la cuna de la industria textil, en esos años era el mejor mercado para el añil guatemalteco, deciden tener una prudente política de distancia-acercamiento con dicha nación. Inglaterra controla las decisiones políticas del inestable nuevo Estado.

Por un decreto del 18 de octubre de 1839, el jefe de Estado Mariano Rivera autoriza a un grupo de hombres de negocio ingleses encabezados por Thomas Fletcher, abrir el primer banco que se establece en Guatemala para organizar el comercio nacional e internacional, concediéndoles el monopolio bancario por 20 años.

El proyecto, que estaba encaminado a someter todo Guatemala bajo el dominio también político inglés como continuación de Belice no prosperó. En 1841, para frenar el expansionismo inglés se decide traer emigrantes belgas. Entre la fuerte puja entre Estados Unidos e Inglaterra por el control del Caribe, ésta última hizo todo lo que pudo para apoyar cualquier acción centroamericana contra el expansionismo norteamericano, como cuando proveyó de armas para luchar contra los filibusteros norteamericanos que se adueñaron de Nicaragua.

En 1850 los ingleses vuelven a ocupar Roatán e islas adyacentes y el 30 de abril de 1859, en otras negociaciones bilaterales, por el Tratado de Límites conocido como «Lennox-Aycinena», Guatemala reconoce el dominio inglés en la mayor parte de la Costa Norte, pero en compensación éste se compromete a construir una vía que comunique a la ciudad de Guatemala con el mar Caribe. Inglaterra nunca cumplió con ese compromiso.

Refundación de la República de Guatemala y negocios de grupos de aventureros

En 1844, el general Rafael Carrera (1844-1848 y 1851- 1865)[2]es nombrado jefe de Estado por primera vez. E1 21 de marzo de 1847 se funda la «República de Guatemala» estableciendo según el inciso 5° del decreto, que “la absoluta independencia en que ahora se constituye esta República, no será jamás un obstáculo a la reorganización de Centro América y los otros Estados hallarán perpetuamente en Guatemala la misma favorable disposición de su antigua confraternidad”.

En1849 sube al poder el conservador Mariano Paredes (1849-1851).[3]Después de la victoria contra Honduras y El Salvador (l2 de febrero de 1851), Carrera asume de nuevo el poder en 1854 como «Presidente Perpetuo» hasta su muerte en 1865. En 1852 se firma un «Concordato» con la Santa Sede.

Las relaciones con Estados Unidos se fortalecen, sobre todo debido a que en Panamá se acaba de inaugurar el ferrocarril interoceánico para agilizar el tráfico de norteamericanos entre las costas este y oeste, por lo que Guatemala se convierte en una escala continuamente visitada por navíos estadounidenses.

La región centroamericana vive momentos de agitación e inestabilidad. En el Yucatán mexicano estalla la llamada «Guerra de las Castas», rebelión del mundo indígena contra el criollo dominador, mientras que las guerras entre liberales y conservadores continúan feroces dentro de los mismos estados; aprovechando estas luchas suicidas, llegan a Nicaragua algunos aventureros norteamericanos con el propósito de hacer sus negocios.

Su líder, William Walker,[4]aprovechando el caos de estas regiones, haciendo tropelías y barbaridades como la quema de la ciudad de Granada, comienza a apropiarse del país hasta que se autoproclama «Presidente de Nicaragua». Esto enciende la alarma y sentido de pertenencia en los Estados de la debilitada Federación, pero también en Inglaterra, cuando siente que Estados Unidos se le está adelantando en América Central.

Ininterrumpidas guerras civiles crónicas entre conservadores y liberales

Conmovidos por las noticias que llegan de la guerra de México con los Estados Unidos, los gobernantes de los estados centroamericanos, olvidando rencores cierran filas ante un enemigo común y emprenden la marcha hacia Nicaragua. Comienza la «Guerra Nacional» (1856-1857). A los bravos combatientes «nicas», se les suman columnas militares «ticas» (de Costa Rica), «catrachas» (de Honduras), «guanacas» (de El Salvador) y «chapinas» (de Guatemala).

Los filibusteros son derrotados y huyen a los Estados Unidos. Pero Walker regresa a Centroamérica, es descubierto y capturado por los ingleses y entregado a las autoridades hondureñas que lo fusilan en 1860. Tres años después el presidente del Salvador, general Gerardo Barrios, liberal radical, declara la guerra al general Carrera de Guatemala; éste responde invadiendo, sitiando las capitales de los dos estados, deponiendo a los presidentes liberales e imponiendo conservadores.

Las guerras no son propiamente entre guatemaltecos y salvadoreños u hondureños, sino entre conservadores y liberales o, en el fondo, entre los grupos de poder que estos partidos representan y que están entremezclados con las poblaciones de cada uno de los estados centroamericanos. Algo que queda evidente es que las guerras propiamente no son entre países, sino entre los grupos de poder que representan los partidos liberal y conservador, entremezclados en las poblaciones de cada estado.

México apenas estaba saliendo de la crisis provocada por la guerra con los Estados Unidos, en la que perdió la mitad de su territorio, cuando estalló la «Guerra de la Reforma» (1857- 1860). En 1861 Benito Juárez suspendió el pago de la deuda externa y entonces Inglaterra, Francia y España envían un ejército tripartita para exigirle a México el pago de las deudas que tiene con ellas.

Tras los Tratados de La Soledad por los cuales Juárez promete pagar, Ingleses y españoles se retiran, no así los franceses. Napoleón III apoya a los conservadores mexicanos a crear un nuevo Imperio, y ponen en el trono a Maximiliano de Habsburgo.

Benito Juárez se repliega a la frontera norte, mientras en los Estados Unidos se libra la «guerra de secesión» norte-sur. Al concluir esta guerra los Estados Unidos apoyan a Juárez, mientras que, en Europa, por la tensión con Prusia, Napoleón retira sus tropas de México. Maximiliano es fusilado y así termina el Segundo Imperio mexicano.

Se consolida el poder del liberal radical Juárez que impone las « Leyes de Reforma», de separación hostil y radical entre la Iglesia-Estado confiscando bienes, nacionalizando el registro civil y los cementerios, imponiendo el matrimonio civil, suprimiendo las órdenes religiosas y cerrando todas las escuelas y obras católicas.

La historia del mundo latinoamericano de la época, y de manera especial desde México hasta Colombia, se parece más a una historia militar de pronunciamientos, golpes de estado ininterrumpidos y guerras civiles crónicas, que a una historia nacional y eclesial.

En el caso de América Central la independencia fue relativamente pacífica; pero bien pronto la creación de los nuevos Estados va a costar ríos de sudor, lágrimas y sangre, sobre todo de los más pobres, la mayoría silenciosa o silenciada, carne de cañón víctima de quienes han dominado desde entonces.

El régimen guatemalteco de Carrera se empeñó en la ruptura de la Federación centroamericana y reflejó el dominio de la siempre ambiciosa aristocracia criolla. Aisló Guatemala y, como «dictador» vitalicio sepultó al país en un largo letargo en coma. Mantuvo la marginación y las malas condiciones de vida para la mayoría de la población indígena y ladina, que en estas historias solo aparece como peones de finca o carne de cañón en las guerras.

La justicia social fue un tema totalmente desconocido; el control de la imprenta fue total y la ignorancia se fue alargando por doquier. En 1845 es expulsado del país un vendedor de biblias llamado Federico Crowe, quien es uno de los primeros protestantes que se sabe llegaron a Guatemala en misión proselitista. Carrera estableció relaciones con la Iglesia y con las grandes potencias de la época, y fomentó el plano comercial del café, del azúcar, y otros productos.

Tras su muerte natural le sucede el general Vicente Cerna (1865-1871),[5]personaje gris, pero que reprime duramente a la oposición; aumenta la deuda inglesa con un fuerte préstamo que solicita a Inglaterra. En su tiempo decapitan al caudillo Serapio Cruz, envía a muchos al destierro, entre ellos al diputado Miguel García Granados, quien en México encuentra el apoyo de Benito Juárez y se hace amigo de Justo Rufino Barrios, futuro dictador guatemalteco.

Al terminar su mandato se hace reelegir fraudulentamente en 1869, crece el malestar, los descontentos comienzan a concentrarse en la frontera de México y se prepara otro levantamiento armado.

La vida de la Iglesia en una época de convulsiones sangrientas

En una historia tan convulsionada como la que viven los recién estrenados estados « criollos», la Iglesia jerárquica vive una prolongada «siesta» y parece sufrir ella también un «coma» profundo. Sólo con una lentitud extrema la estructura jerárquica se va recomponiendo en este periodo en el que el Clero ha vivido huérfano de pastores y formadores.

Sin caer en juicios anacrónicos, lo único que sobrevive es la religiosidad popular hecha de antiguas tradiciones religiosas, pero con lacras bastante evidentes de falta de una catequesis permanente. El clero, en buena parte criollo, participa de la misma rígida mentalidad de estratificación social de esos tiempos en la clase criolla. Hay barreras infranqueables entre clérigos y laicos, como las hay entre ladinos e indígenas o entre mestizos y españoles o entre ricos y pobres.

Desde el proceso de secularización promovido por el régimen instaurado bajo los Borbones españoles, los religiosos que fueron los pioneros de la primera evangelización se repliegan a sus conventos urbanos, ocupándose de atender más a los ladinos que habitaban en la ciudad y los pueblos, que a los indígenas aún dispersos entre los pueblos y los campos.

Esto produce una religiosidad popular muy fiel, devota y obediente, pero también una gran ignorancia en cuestiones de la fe y poca incidencia en la vida social. Le costó mucho a la Iglesia en América Latina abrirse paso en el mundo de las inevitables trasformaciones sociales de la época. Ello se ve todavía con mayor gravedad en las realidades sociales de pequeños Estados como los de Centro América, replegados sobre sí mismos o cautivos de poderosas oligarquías locales.

Un nuevo despertar eclesial

A pesar de todo, en el seno del catolicismo guatemalteco se dan algunos signos de apertura. En 1842 se funda el primer periódico católico «El amigo de la Religión»; presentándose como el defensor de la fe en un Estado lleno de sectarismos y de intolerancia. Traduce muchos artículos del «The New York Catholic Register».

En esos años llegan emigrantes belgas y españoles emprendedores, o mexicanos que huyen de las continuas guerras en su país, o ilustres conservadores colombianos que dan origen a nuevas familias guatemaltecas.

En el mundo eclesial llegan los jesuitas con los emigrantes belgas, y los desterrados de Colombia y Ecuador se hacen cargo del Colegio-Seminario Tridentino, donde se forman los sacerdotes de América Central infundiendo nueva vida cultural a la ciudad, creando un observatorio astronómico, laboratorios de física, círculos culturales, bibliotecas, etc., dando retiros y ejercicios espirituales, promoviendo misiones populares en toda la República y estableciendo misiones y un colegio en Quetzaltenango y en la cuenca que va desde Livingston en Izabal, hasta el río Polochic en la Verapaz.[6]

Llegan de España los capuchinos, expulsados por los liberales españoles, y encabezados por el santo P. Esteban de Andoain, gran misionero.[7]En ese tiempo también llegan de Francia las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul a atender enfermos en los hospitales, niños en escuelas y pobres en las calles. Con ellas vienen los paules o Congregación de la Misión que abren un seminario, se dedican a misionar, atender enfermos y a la atención pastoral de la población.

Llegan también de Bélgica religiosas de Nuestra Señora que establecen un colegio en el antiguo convento de Belén. Se restablecen los monasterios de Santa Teresa, Santa Clara, Santa Catalina, Capuchinas y Concepción, lo mismo que los beaterios de Belén y Santa Rosa. Se activan las cofradías, órdenes terceras y congregaciones marianas.

El concordato de 1852 de Guatemala con la Santa Sede y desarrollo eclesial

El 7 de octubre de 1852 se firma el Concordato entre la Santa Sede y la República de Guatemala. En él se afirma que la religión del país es la católica (art. 1); se le da a la Iglesia el derecho de orientar la educación conforme a la doctrina católica, concediéndosele también el derecho de censura (arts. 2 y 3), se confirman los derechos de diezmo, primicias, aranceles y fábrica (arts.5 y 6).

El Papa concede al Presidente de la República el derecho de Patronato, “o sea el privilegio de presentar para cualquier vacante de Iglesias arzobispal u obispales, si fueran erigidas canónicamente, a eclesiásticos dignos e idóneos, adornados por todas las cualidades requeridas en los sagrados cánones”; también se le concede el nombramiento de canónigos y de párrocos entre las ternas presentadas (arts. 7, 8 Y 9). Las nuevas circunscripciones eclesiásticas se harán de acuerdo con el Gobierno (arts. 10 y 11).

Las siguientes cláusulas del Concordato tratan sobre los Seminarios (art.12), el nombramiento de Vicarios Capitulares (art. 13), los juicios civiles y penas a eclesiásticos (art. 15, 16 Y 17), las causas de naturaleza eclesiástica (art. 14), las fundaciones piadosas (art. 18), la acepción de cargas tributarias sobre bienes eclesiásticos (art. 19), la condonación de deudas sobre antiguos bienes eclesiásticos (art. 20), la conservación de los monasterios de regulares (art. 21), la ayuda a las misiones (art.22).

El art. 23 se refiere al juramento que han de prestar los eclesiásticos, en los siguientes términos: “Yo juro y prometo a Dios sobre los santos Evangelios, obedecer y ser fiel al Gobierno establecido por la Constitución de la República de Guatemala; y prometo asimismo no ingerirme personalmente ni por medio de consejo, en proyecto alguno que pueda ser contrario a la Independencia nacional o a la tranquilidad pública”.

También se estipulan las oraciones que deberán rezarse todos los días por la República y por su Presidente (art. 24), los privilegios castrenses que Su Santidad concede al Ejército (art. 25), y finalmente se dan las precisiones jurídicas para la ejecución del concordato (arts. 26, 27, 28 y 29).

Como complemento del Concordato, en el edicto promulgatorio hecho en Guatemala se añadió la siguiente “Escala especifica de la asignación suplementaria” que anualmente el Gobierno Civil dará al Eclesiástico especificando la cantidad de subvenciones dadas en pesos.

En el siglo XIX las relaciones diplomáticas entre Guatemala y la Santa Sede se tenían a través de la Delegación Apostólica para México y América Central, de acuerdo con el Concordato. Aunque durante muchos años sirvió como representante del país el marqués Fernando Lorenzana, propiamente no hubo intercambio de embajadores o nuncios apostólicos.

Por el Concordato mutuamente se dieron poderes a ambas partes en algunos campos, aunque la Iglesia nunca recuperó totalmente ni el poder ni los bienes que le fueron expropiados en 1829. Los privilegios que se dan en el Concordato darán pie a las grandes campañas que, años más tarde, se desatarán contra la censura, los privilegios económicos, el Patronato, el juramento, etc., que en cierto modo fueron una regresión al «Real Patronato español».

Esta época es también rica en Guatemala de notables figuras de santidad eclesial como la beata Encarnación Rosal (1820-1886), que dará continuidad a la Orden Betlemita extinguida y se extenderá a Costa Rica, Colombia y Ecuador; el padre capuchino Fray Esteban de Andoain.

En la década de 1850 ocupa la sede arzobispal Francisco de Paula García Peláez incansable pastor de su extensa archidiócesis.[8]En 1850 se crea el Obispado de Costa Rica, para el que eligen como su primer obispo a Anselmo Llorente, hasta entonces rector del Seminario de Guatemala.[9]

Ese mismo año se establece en la capital mexicana la «Delegación Apostólica para México y América Central», a cargo de Mons. Luis Clementi, quien sugiere al arzobispo metropolitano de Guatemala convocar a un concilio provincial. En 1859 se funda en Roma el Colegio Pio Latinoamericano para la formación de los futuros sacerdotes del Continente.

Para entonces ya hay tres obispos auxiliares en Guatemala: José María Barrutia y Croquer, Juan de J. Zepeda y Juan José de Aycinena, y ese mismo año es nombrado obispo de León, Nicaragua, Bernardo Piñol. Todos ellos provenían de la clase criolla dominante.

En 1863 la provincia de Petén, que hasta entonces había dependido del obispado de Mérida, Yucatán (México), pasa a depender de Guatemala. Ese mismo año son recibidos el II obispo de San Salvador, Saldaña, con bastantes de sus sacerdotes por haber sido expulsados por el liberal general Gerardo Barrios.

Entre 1864 y 1866 es trasladada la Delegación Apostólica de México a Guatemala, debido a los serios problemas y guerra provocada por la invasión francesa y la efímera creación del Segundo Imperio con Maximiliano.

El delegado apostólico es Mons. Francisco Meglia. En 1865 Pío IX hace público el «Syllabus». Este documento pontificio es recibido hostilmente por el mundo liberal por sus críticas de fondo y condenaciones explicitas del liberalismo cultural, pero en Guatemala pasa desapercibido.

En 1867 muere el arzobispo Francisco de Paula García Peláez, dejando un vacío y un grato recuerdo como buen pastor y restaurador de la Iglesia. Le sucede en 1868 Bernardo Piñol y Aycinena (1868-1881), X arzobispo metropolitano, que llega de Nicaragua. En 1869 Pío IX nombra arzobispo de Toledo y primado de España a Juan Ignacio Moreno y Maisonave, nacido en Guatemala, de familia ecuatoriana, primo hermano del notable presidente del Ecuador Gabriel García Moreno y que será el primer cardenal nacido en América.

Los tiempos que sucederán en todo el mundo occidental se presentan muy grises y emblemáticos: han caído los Estados Pontificios (1870); ha explotado la guerra franco-prusiana; el mundo europeo se encuentra dividido y se da una marcha apresurada por el imperialismo capitalista europeo en la búsqueda de una división colonial del mundo; por otra parte, el mundo occidental se encuentra siempre más radicalizado y en manos de los regímenes liberales, con frecuencia hostiles a la Iglesia católica. Todo ello tendrá notables repercusiones también en el Continente americano y en concreto en América central y Guatemala.

NOTAS

  1. Mariano Rivera Paz (1804-1849), abogado, fue gobernante de Guatemala durante épocas turbulentas en los años 1838 hasta 1844. Conocido por ser una persona trabajadora y honrada, pero también criticado por no actuar por sí solo y seguir normas de Rafael Carrera. Fue el primer presidente del Estado de Guatemala después de que la Federación se hubiera separado. Era partidario de los conservadores. Rivera Paz fue reconocido por su gobierno honrado, eficiente y por ser una persona trabajadora. Cuando Francisco Morazán invadió Guatemala, Rivera Paz fue destituido del poder. Tiempo después, cuando Morazán fue derrotado, Rafael Carrera ordena que Mariano Rivera regrese al poder.
    En junio de 1844 cuando se rompieron las relaciones con El Salvador, Rivera Paz cerró la frontera para impedir una invasión. En la frontera fueron posicionados soldados del Ejército para protegerlas. Entre los soldados se encontraban reos quienes Rivera había mandado a inscribirse en el Ejército para servir al pueblo.
    Debido a los problemas con El Salvador, Guatemala sufrió económicamente y no había dinero para pagarle al Ejército, frente al descontento, los soldados salieron a protestar y Carrera culpó y reclamó el suceso a Mariano Rivera. El 26 de febrero de 1849, cuando Rivera iba a tomar el mando de la gobernación departamental de Jutiapa fue asesinado por los “lucios” Agustín Pérez y Roberto Reyes en Samapaquisoy.
    Asociación de Amigos del País (2004). Diccionario Histórico Biográfico de Guatemala.
  2. José Rafael Carrera y Turcios (Ciudad de Guatemala, 24 de octubre de 1814-ibídem, 14 de abril de 1865) fue un caudillo militar guatemalteco, Jefe de Estado (1844-1847) y presidente vitalicio de la República de Guatemala (1847-1848; 1851-1865). Probablemente el mayor representante de la tendencia conservadora en Centroamérica del siglo XIX.
  3. Mariano Paredes ( Guatemala, 1800 - Granada, Nicaragua 1856) fue un militar un que ejerció como Presidente de Guatemala entre el 18 de enero de 1849 y el 6 de noviembre de 1851 como Jefe de Compromiso del Estado.
  4. William Walker (1824 – 1860) médico, abogado, periodista y mercenario americano que organizó varias expediciones militares en América Latina con el propósito de establecer colonias anglohablantes bajo su control personal, y comenzando aquella aventura conocida como la de los “filibusteros”. Walker usurpó la presidencia de Nicaragua en 1856 hasta 1857 cuando finalmente fue derrotado por la coalición de los ejércitos de Centro América. Fue ejecutado por el gobierno de Honduras en 1860.
  5. Vicente Cerna (Chiquimula, Guatemala, 22 de enero de 1815 - Ciudad de Guatemala, 28 de junio de 1885) fue Presidente de Guatemala desde el 24 de mayo de 1865 hasta el 29 de junio de 1871. Perteneció al Partido Conservador y accedió al poder tras la muerte del presidente vitalicio Rafael Carrera en 1865. Le sucede Miguel García Granados.
  6. Cf. Ricardo BENDAÑA, La Compañía de Jesús en Guatemala, siglo XIX, en Anales de la academia de Geografía e Historia de Guatemala, LXXXI, 169-212; Rafael PÉREZ, La Compañía de Jesús en Colombia y Centro América, II, 11-439.
  7. Su nombre de bautismo era Pedro Francisco Marcuello Zabalza Esteban de Adoáin, (Adoáin, Navarra, 11 de octubre de 1808-Sanlúcar de Barrameda, 7 de octubre de 1880) religioso capuchino y misionero en América. En junio de 1872, el Gobierno de Guatemala expulsó a todos los capuchinos de la Antigua. Para ello envió un destacamento con más de 500 soldados que les condujeron hasta la frontera con México. Desde allí regresaron a Europa a través de San Francisco, Milwaukee y Nueva York, rumbo a España, donde murió. Ha sido proclamado venerable por la Iglesia católica.
  8. Francisco de Paula García y Peláez (San Juan Sacatepéquez, Guatemala, 2 de abril de 1785 - Ciudad de Guatemala, enero de 1867) fue arzobispo de Guatemala y Obispo in partibus de Bostra durante el gobierno conservador “de los 30 años” en Guatemala.
  9. Anselmo Llorente y La Fuente fue el primer obispo de Costa Rica, nacido el 21 de abril de 1800 en la ciudad de Cartago. Falleció el 22 de septiembre de 1871 en San José.

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RICARDO BENDAÑA PERDOMO

(La Iglesia en la historia de Guatemala 1500-2000, Artemis Edinter©)