GUATEMALA; El camino de las independencias

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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América Central a partir de Guatemala

1808 es una fecha clave en la moderna historia de España y del Continente Iberoamericano. En ese año vergonzosamente la familia real española es engañada por Napoleón, que en clave anti inglesa plantea su política ambiciosa de dominio de toda Europa, queriendo recrear el antiguo imperio romano-germánico de Carlo Magno extendiéndolo desde la Península Ibérica hasta Rusia.

Es así como Napoleón plantea su política «ibérica» con los planes de invasión y dominio de Portugal, aliada de los ingleses, y de España, ya su aliada. Carlos IV con toda la familia real son llevados a Francia, y en Madrid el Corso coloca a su hermano, José Bonaparte, como rey de España, tras la abdicación forzada del rey Carlos a favor de su hijo el futuro Fernando VII.

Comienza entonces en España la guerra de independencia anti-napoleónica que tendrá inimaginables repercusiones en todo el hasta entonces Imperio español. Al llegar tan tristes noticias a los Territorios españoles de América, éstos juran lealtad al legítimo monarca Fernando VII, pero al mismo tiempo también son la ocasión para encender la mecha del proceso de independencias en todos los territorios, que se prolongará prácticamente desde 1810 hasta 1821.

En España los movimientos anti-napoleónicos crean un entramado de lucha guerrillera que contribuirá a la caída de Napoleón, producida también por otros desastres, como su campaña de Rusia y las coaliciones europeas capitaneadas por los ingleses, y consumada por la derrota de Waterloo en 1814. En España se comienzan a formar «juntas» de gobierno ya a partir de 1808, pero sobre todo ya con mayor decisión y organización a partir de 1810.

Es así como en 1812 se convocan y celebran las Cortes de Cádiz, con participación de representantes de los territorios americanos. El 19 de marzo de 1812, festividad de San José, es aprobada una Constitución, conocida por eso como «la Pepa». Es la primera Constitución propiamente española, ya que el Estatuto de Bayona de 1808 fue una «Carta otorgada» por los ocupantes napoleónicos.

La de Cádiz se aprobó en el marco de la Guerra de la Independencia (1808 a 1814), y fue la respuesta del pueblo español al invasor Napoleón Bonaparte que aspiraba a constituir en España una monarquía satélite del Imperio, como ya había hecho con Holanda, Alemania e Italia. Pero la respuesta de los ciudadanos, jalonada por sucesos como el levantamiento de los madrileños el 2 de mayo, encerró un segundo significado para una parte del pueblo español.

La España patriota, disgregada en un movimiento acéfalo de Juntas, entre levantamientos, sitios y guerrillas, se unió finalmente en una «Junta Central» Suprema, y después en una Regencia de cinco miembros, cuyos cometidos principales fueron la dirección de la guerra y la reconstrucción del Estado.

En este punto los pareceres se encontraban divididos: había quienes deseaban seguir anclados en el Antiguo Régimen, quienes deseaban una reforma templada a la inglesa, y aquellos que consideraban que la reconstrucción había de ser más radical. Éste fue el criterio que finalmente se impuso, y la Regencia convocó reunión a Cortes en la isla de León el día 24 de septiembre de 1810.

La designación de los Diputados a las mismas se realizó de manera anómala, explicable por la situación del país, y su aportación fundamental fue la Constitución de 1812. En este contexto, en casi todos los territorios hispanos de América fueron surgiendo los movimientos de independencia. En pocos años se independizan casi todos, a excepción de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

El primer paso hacia la Independencia en la Nueva España

En el Virreinato de la Nueva España la insurgencia, liderada primero por el cura Miguel Hidalgo, y después por el también cura José María Morelos, que serán sucesivamente capturados y fusilados, avanza hasta que en 1821 el insurgente Vicente Guerrero,[1]y el realista Agustín de Iturbide, hacen una alianza.

Ambos crearon el «Plan de Iguala» que produjo la unión de las facciones insurgentes movimiento que fue apoyado por la aristocracia y el clero. La independencia de México se consumará el día 27 de septiembre de 1821. A partir de este momento, el territorio de Nueva España pasó a ser el Imperio Mexicano. Este se extendió sólo un par de años, hasta 1823. A partir de ese momento se conformó la república federal.

El Plan de Iguala proclama y ofrece la triple garantía de la independencia, de la religión católica y de la unión de todos los habitantes. De esta manera México se independiza de España. La noticia corre como polvareda y a medida que va llegando a las diversas provincias todas se adhieren a la Independencia y bastantes al «Plan de Iguala».

Iturbide había entablado negociaciones con el conde de Venadito tras el Plan de Iguala.[2]Ello supuso la llegada del nuevo virrey O’Donojú, cuyo objetivo era afianzar el régimen pro-liberal en la Nueva España, sin sospechar quizá hasta donde había llegado el movimiento independentista.[3]

“Admitida la independencia como un hecho irreversible y una cuestión de principios, el virrey no hizo sino ratificar en la villa de Córdoba y de la manera más honrosa los acuerdos de Iguala. La independencia se sancionaba, la iglesia se respetaba y la igualdad daba paso a la eliminación de las castas y al reparto por igual de los cargos público y militares. De este modo la revolución quedaba sacrificada en pro de la independencia, la cual no sería reconocida en la metrópoli hasta 1834”.[4]

Todo había sido precedido tras un acuerdo con el virrey Juan de O’Donojú. El día 24 de agosto de 1821, después de escuchar misa, O'Donojú e Iturbide firmaron los «Tratados de Córdoba», compuestos por diecisiete artículos en cuyos puntos principales se reconocía la soberanía e independencia del Imperio Mexicano, el cual sería monárquico constitucional moderado. Sería llamado a gobernar Fernando VII o algún otro miembro de la casa real y, en caso de que ninguno de ellos aceptase, las Cortes del Imperio designarían al soberano. Mientras tanto, de acuerdo a lo estipulado en el «Plan de Iguala», se formaría una Junta Provisional Gubernativa

Se comienza la andadura independiente bajo un signo imperial

De vuelta en la capital, el 15 de septiembre, se hizo público el reconocimiento de O'Donojú como nuevo jefe político superior. Se giraron órdenes para liberar de prisión a los simpatizantes de la independencia; se restableció la libertad de prensa y se permitió el libre tránsito de acceso a la ciudad. El día 16 de septiembre de 1821 desde Tacubaya, O´Donojú anunció la terminación de la guerra.

Iturbide publicó una proclama invitando a la población a reunirse bajo las banderas de la libertad para que así participasen de los beneficios de la victoria. Como el ofrecimiento hecho a Fernando VII para que un infante de España ocupase el trono del nuevo Estado independiente fue rechazado, Iturbide, el antiguo general realista, como comandante de las fuerzas armadas quedaba como garante el trono vacante, y en 1822 se proclama como emperador Agustín I. A partir de aquí corre la compleja historia del México contemporáneo. En sus comienzos, los territorios del proclamado Imperio resultaban todavía imprecisos y controvertidos.

La Intendencia de Yucatán por su lado, que dependía en lo judicial del virreinato de la Nueva España, era gobernada por Juan María Echéverri. Este, al enterarse de los movimientos independentistas de Tabasco, convocó en Mérida a la diputación provincial y al Ayuntamiento a una reunión para decidir la postura a tomar. De esta forma, el 15 de septiembre se declaró la independencia de Yucatán y se designaron como emisarios al coronel Juan Rivas Vértiz y al abogado Francisco Antonio Tarrazo para expresar a Iturbide y O'Donojú el deseo de unirse al Imperio Mexicano.

Durante la primera quincena de septiembre, la provincia de Chiapas, que pertenecía a la Capitanía General de Guatemala, declaró así mismo su independencia. El intendente Juan Nepomuceno Batres juró el «Plan de Iguala» y sus habitantes manifestaron su interés por incorporarse al Imperio mexicano.

El 15 de septiembre de 1821, en la Capitanía General de Guatemala, Gabino Gaínza convocó una junta con las autoridades del lugar en la que se decidió proclamar el Plan de Iguala, pero la población se encontraba a disgusto por la anexión de la Provincia de Ciudad Real de Chiapas, acordada en Comitán. Si bien se realizó el juramento al Plan, la población manifestó su deseo de independencia absoluta tanto de España como de México.

Casi al mismo tiempo, la Provincia de San Salvador, la Provincia de Comayagua (hoy Honduras) y la Provincia de Nicaragua y Costa Rica declararon su independencia y aunque existieron fuertes disidencias entre ellas, se integraron al Imperio Mexicano.

El 27 de septiembre de 1821, la división de Vicente Filisola salió de Chapultepec para reunirse con el grueso de las tropas del Ejército Trigarante en Tacuba. A las diez de la mañana, el jefe máximo encabezó el desfile de entrada a la capital, avanzando por el Paseo Nuevo hasta la avenida Corpus Christi, en donde se detuvo en la esquina del convento de San Francisco bajo un arco triunfal.

El alcalde decano José Ignacio Ormachea le entregó las llaves de la ciudad de México. Desfilaron 16134 efectivos, de los cuales 7416 eran infantes, 7955 dragones de caballería, y 763 artilleros, quienes transportaban 68 cañones de diferentes calibres. Entre sus principales oficiales se encontraban Agustín de Iturbide, Domingo Estanislao Luaces, Pedro Celestino Negrete, Melchor Álvarez, Epitacio Sánchez, José Morán, Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Anastasio Bustamante, José Joaquín Parrés, José Antonio de Echávarri, José Joaquín de Herrera, Luis Quintanar, Miguel Barragán, Vicente Filisola, José Antonio Andrade, Felipe de la Garza, Manuel de Iruela, Antonio López de Santa Anna, Gaspar López, Mariano Laris, y Juan Zenón Fernández. Una vez terminado el desfile, en la Catedral de México se celebró una misa en la cual se entonó el Te Deum.

El 28 de septiembre la Junta Provisional Gubernativa realizó su primera sesión en el salón de acuerdos del recién nombrado Palacio Imperial. Los treinta y ocho miembros se dirigieron a la Catedral para jurar el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba. A las nueve de la noche se llevó a cabo la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano. La Junta eligió cinco miembros para formar una Regencia, en la cual recayó el Poder Ejecutivo: Agustín de Iturbide como presidente y como vocales Manuel de la Bárcena, José Isidro Yáñez, Manuel Velázquez de León, y Juan de O'Donojú, pero este último murió de pleuresía el 8 de octubre, por lo cual fue sustituido por el obispo de Puebla Antonio Joaquín Pérez.393

El 9 de octubre, Antonio López de Santa Anna llevó a cabo las acciones militares que lograron la capitulación de la Fortaleza de San Carlos de Perote. El 15 de octubre, Isidoro Montes de Oca designó al coronel Juan Álvarez para lograr la misma tarea en el Fuerte de San Diego de Acapulco. El 26 de octubre, el gobernante interino de Veracruz Manuel Rincón se adhirió al plan de independencia, sustituyó al brigadier José García Dávila, quien prefirió resguardarse en la fortaleza de San Juan de Ulúa, siendo este el último reducto español que capituló el 18 de noviembre de 1825.

Yucatán, Chiapas, Guatemala, San Salvador, Comayagua, Nicaragua y Costa Rica

Las independencias de los territorios españoles de Centro América se encuadran en los movimientos por la independencia en el Virreinato de la Nueva España. Es un cuadro complejo de altibajos donde el criollismo nacionalista tanto en México como en el resto de la América española, las ideas ilustradas liberales tanto en España como en los Virreinatos americanos, los acontecimientos en la España de las Cortes de Cádiz y las etapas sucesivas con sus convulsiones, pronunciamientos militares, la dañosa y reaccionaria política absolutista varias veces renovada de Fernando VII, juegan un papel fundamental.

También en América Central, como en el resto del Virreinato de la Nueva España al que se encontraba unida, se dieron varios fenómenos y movimientos semejantes al resto de los territorios americanos del Imperio español. Se trata fundamentalmente de levantamientos urbanos criollos en San Salvador, en León, en Granada.

En 1813 se da en Guatemala la llamada «Conjura de Belén» por reunirse en el convento de los betlemitas, orden religiosa nacida en Guatemala y que será suprimida por orden real en 1820. En Guatemala ya en 1785 había habido una sublevación en Quetzaltenango; en 1793 hubo otra indígena en Santa María Nebaj; en 1802 en Santa María Chiquimula; en 1803 en Cobán.

Son levantamientos fundamentalmente debido al descontento de los indígenas y de los criollos por las cargas tributarias. El descontento continuó a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XIX: en Patzicía en 1811, en Comalapa en 1812, en Santa María Chiquimula en 1818, en Totonicapán y Sacapulas en 1820, en Momostenango y en San Francisco el Alto en 1821, alzamientos sofocados por las fuerzas realistas.

En Nueva Guatemala la realidad política y social era la más inquieta de la Región, debido también a ser el corazón político y cultural de la misma ya desde los comienzos de la Conquista. Además, con una característica común al resto de la América española: la rivalidad entre criollos y peninsulares. Como dice Rodolfo Cardenal:

“Los criollos siempre estuvieron descontentos en medio de su opulencia porque eran una clase dominante a medias. No tenían en sus manos todo el poder. No poseían todas las fuentes de riqueza ni controlaban en forma absoluta a los indígenas. El criollo estaba obligado a compartir el poder económico y político en un plano de subordinación con la monarquía representada en sus funcionarios [...].

Entre los descendientes de los conquistadores se despertó un fuerte sentimiento de suficiencia y rebeldía frente al dominio español el cual se incrementó conforme creció la capacidad productiva de sus propiedades. Aquello consistió en un forcejeo de tres siglos de duración entre los funcionarios reales y los criollos. El conflicto tomó la forma de interminables disputas entre la Audiencia y el Ayuntamiento. La causa última del conflicto era que ambos tenían la pretensión común de extraer la máxima riqueza de la tierra a base del trabajo de los naturales […].

La ideología de los criollos, lejos de ser simple y coherente, estaba llena de contradicciones y ambigüedades que se explican por la existencia de una pugna de clases multilateral. Los criollos eran dominadores frente a los indígenas y mulatos, pero parcialmente dominados y no explotados frente a los funcionarios reales. Por eso los criollos eran partícipes insatisfechos y quisquillosos del sistema colonial [...].

La formulación ideológica más acabada fue la patria del criollo. Esa patria criolla no la consideraban formando parte del Imperio, sino un territorio que valía por sí mismo y así debía ser valorado por todos para hacer la debida justicia. En realidad, lo que el criollo estaba defendiendo era el patrimonio recibido de la conquista. El patrimonio, que es la base material de la patria, forzó a la formulación de la idea de la misma. Las raíces de la patria criolla eran tres: En primer lugar, estaba la conquista, fuente y origen del patrimonio. En segundo lugar estaba la tierra y los indígenas como elementos esenciales de patrimonio. No se trataba de la patria indígena porque éste es solo un elemento de la patria criolla. El indígena tenía otra idea muy diferente de patria. En tercer lugar, estaba España, la fuerza que impedía el pleno dominio y disfrute del patrimonio heredado [...].

La idea de patria tenía un contenido reaccionario, no lo animaba la visión del futuro del país en términos de cambio y desarrollo, sino que era una respuesta ante las amenazas de transformación implícita en la política imperial y en el contante arribo de inmigrantes [...].

Al acercarse la coyuntura de la Independencia los criollos conspiran desde el Ayuntamiento socavando el poder español, pero sin comprometerse abiertamente. Maniobran cautelosamente, sin apuros, evitando que un movimiento popular urbano les arrebatara lo que les parecía venía rodando a sus manos. El tiempo trabaja a favor de los criollos. En consecuencia, la Independencia se perfiló como una coyuntura controlada por los criollos.”[5]

En 1821 la Independencia era sólo la idea de unos cuantos criollos que ni siquiera habían pensado cómo la podían hacer. Tenían noticias de lo que ocurría en otros lugares de América, pero faltaba un movimiento independentista serio. La preocupación era poner en marcha las disposiciones de la Constitución liberal de Cádiz recién aceptada por Fernando VII en 1820.

En México la independencia había surgido por iniciativa del criollismo nacionalista, unido al alto clero para promover una Independencia a su medida sin clara definición de lo que ella representaba y de sus alcances. En la Nueva Guatemala de la Asunción el 9 de marzo de 1821 el capitán general Urrutia deposita el mando temporalmente en Gabino Gainza, un militar español con larga experiencia en Perú y Chile.[6]

Al asumir el mando duda sobre cómo debía proceder ante los acontecimientos. Los monárquicos y los criollos se mostraban temerosos de que los mestizos o ladinos con los indios se alzasen también reivindicando sus derechos. El doctor Pedro Molina y el comerciante Pedro Aycinena empezaron a recoger firmas a favor de la libertad.

De Ciudad Real y de Tuxtla llegaron noticias informando que esas ciudades ya se habían adherido al Plan de Iguala y que le pedían a Guatemala adherirse también. Por debajo le ofrecieron al mismo Gainza la primera magistratura de la nueva ideada República. El Ayuntamiento convocó a 29 ciudadanos notables a una sesión urgente para el 15 de septiembre a fin de responder al ofrecimiento.

En un ambiente de facciones criollas opuestas y bajo la misma guía del capitán general Gabino Gainza va a discurrir el debate. El «Acta de Independencia de Centroamérica» es el documento legal mediante el cual la Diputación Provincial de la Provincia de Guatemala, proclamó el 15 de septiembre de 1821 la separación de la Monarquía Española, aunque invitando a la vez a las otras provincias del antiguo Reino de Guatemala a enviar diputados para que un congreso decidiera en 1822 sobre si se confirmaba o no la independencia absoluta. Al final se impuso la opción por la Independencia inmediata por lo que se redactó y se firmó el Acta de Independencia que dice así:

“Siendo la Independencia del gobierno español, la voluntad general del pueblo de Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el Congreso que debe formarse, el señor Jefe Político lo mande publicar para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo...”.

La firmaron 15 personas, todos ellos criollos acaudalados, menos el español Gabino Gainza y Fernández de Medrano. Entre ellos uno, José Matías Delgado, era sacerdote salvadoreño. Algunos alcanzarían la magistratura máxima en Guatemala o repúblicas hermanas. El 29 de octubre de 1821, el emperador Agustín de Iturbide por medio de su canciller José Manuel de Herrera envió una carta al capitán general de la Junta Provisional Consultiva de América Central, Gabino Gainza y Fernández de Medrano, cuya junta presidía, a los delegados representantes de las provincias, que formaban la Capitanía General de Guatemala: Chiapas, San Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica con la propuesta de unirse al Imperio mexicano de acuerdo a las Tres Garantías de los Tratados de Córdoba.

De hecho, la entonces provincia de Costa Rica no ratifica su anexión al Imperio mexicano como consecuencia de la primera guerra civil costarricense (Batalla de Ochomogo).[7]Dicho esto, las provincias de Centro América se unen al Imperio Mexicano. Al abdicar Agustín de Iturbide a la corona mexicana el 19 de marzo de 1823, se da la separación de las provincias centroamericanas, a excepción de Chiapas, la cual se unió a la república mexicana como un estado federado.


NOTAS

  1. Vicente Guerrero (1783-1831) fue el seguidor de Morelos, encargado de la zona de Puebla, junto a Victoria en el N., uno de los pocos que se mantuvo en pie de guerra hasta 1821, en que se envió a Iturbide a apresarle. Sería después presidente de la República y murió fusilado por pertenecer al partido de los masones yorkinos (cf. H. García Rivas, pp. 115-157, 164-166.
  2. J. DELGADO, El conde de Venadito ante el Plan de Iguala, en Revista de Indias, 33-34 (1948), pp. 957-966. Con él se reunirá también el Mariscal de Campo, el Subinspector de Artillería, el Jefe de Ingenieros y Brigadieres formando una junta de Guerra que intercambió cartas con Iturbide por medio del eclesiástico don Antonio Pradres, la junta se vio desbordada y el virrey a los 3 meses dimitió, enviando la metrópoli un nuevo virrey don Juan de O’Donojú.
  3. España vive el llamado “trienio liberal, que supuso la retractación obligada de Fernando VII, impuesta por los militares y políticos liberales golpistas en 1820, encabezados por el general Rafael del Riego, en Cabezas de San Juan sublevándose cuando se dirigía hacia América con un contingente de tropas. Fernando VII había abolido la Constitución de Cádiz de 1812, deseaba restaurar el sistema del Antiguo régimen con la restitución del Consejo de Indias con 5 americanos, la extinción de la gobernación de Ultramar, el restablecimiento del tribunal de la Inquisición y otros asuntos ya superados. (cf. A.G.I. Ultramar, 755). Aquellas medidas restauracioncitas del Antiguo Régimen habían provocado varios pronunciamientos liberales en 1814, 1815, 1816, 1817 y 1820. En México el levantamiento liberal español de 1820 tuvo enseguida un eco en Veracruz, Jalapa, Orizaba y Córdoba (26 de mayo-9 de junio), extendiéndose luego a otros lugares. Cf. R. CARR, España 1808-1939, Barcelona 1970, p. 130. Las medidas de Fernando VII en: HERNÁNDEZ Y DÁVALOS, Colección de documentos para la Historia de la Independencia de México 1808-1821, México 1881.
  4. Isabel OLMOS SÁNCHEZ, La sociedad mexicana en vísperas de la independencia (1787-1821), México 1989, p. 22.
  5. Cf. Rodolfo CARDENAL, Historia General de la Iglesia en América Latina, VI, 207-217. El Autor cita el pensamiento de Severo Martínez Peláez, La patria del criollo. Interpretación de la realidad colonial guatemalteca. Quetzaltenango 1925-Puebla 1998.
  6. Gabino Gaínza y Fernández de Medrano (Vizcaya, España, 20 de octubre de 1753 o 1760-México, 1829 aproximadamente): En el proceso de independencia de Hispanoamérica, inicialmente luchó del lado realista —en Chile— para después —en Guatemala— siendo Jefe Político Superior de Capitanía de Guatemala, proclamar la independencia y convertirse en Presidente de una Junta Provisional Consultiva con delegados que representaban a Chiapas, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.
  7. La Batalla de Ochomogo ―librada el 5 de abril de 1823 en el cerro de Ochomogo (entre las villas de San José y Cartago, en el Valle central)― fue la batalla más importante en la Primera Guerra Civil de Costa Rica. Ricardo FERNÁNDEZ GUARDIA, La independencia: historia de Costa Rica. San José, Costa Rica, 2007.

BIBLIOGRAFÍA

CARDENAL, Rodolfo, Historia General de la Iglesia en América Latina, VI, 207-217.

CARR, R., España 1808-1939, Barcelona 1970, p. 130. Las medidas de Fernando VII en: HERNÁNDEZ Y DÁVALOS, Colección de documentos para la Historia de la Independencia de México 1808-1821, México 1881.

DELGADO, J., El conde de Venadito ante el Plan de Iguala, en Revista de Indias, 33-34 (1948), pp. 957-966.

FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, La independencia: historia de Costa Rica. San José, Costa Rica, 2007.

OLMOS SÁNCHEZ, Isabel, La sociedad mexicana en vísperas de la independencia (1787-1821), México 1989


RICARDO BENDAÑA PERDOMO

©) La Iglesia en la historia de Guatemala 1500-2000, Artemis Edinter