GUAL Y PUJADAS Pedro; Su labor en el Perú

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Labor apostólica en el Perú de la segunda mitad del siglo XIX

El 17 de septiembre de 1845 la expedición del P. Pallarás llegó al puerto del Callao. Enterado el vicario capitular de Lima, D. Francisco Luna Pizarro de la presencia de los franciscanos en tierras peruanas,[1]y conociendo los abundantes frutos de su ministerio en Italia, les pidió que predicaran misiones en la ciudad de Lima. Estos aceptaron la invitación y nueve de ellos permanecieron en Lima predicando.[2]

La pastoral en las misiones populares

El Padre Gual fue encargado de dirigirlas, siguiendo el método que habían practicado en Italia.[3]Durante un mes los padres residieron en el convento de San Francisco en Lima, en cuya Iglesia predicaban las misiones.

Su éxito fue notorio, pues el mismo arzobispo de Lima, D. Francisco Luna Pizarro, pidió a todas las comunidades de la ciudad que estableciesen turnos de confesores durante todo el día, para poder satisfacer a la multitud ansiosa de recibir el sacramento de la penitencia. En la misma iglesia de San Francisco una gran afluencia de personas hizo necesaria la presencia de guardias con el fin de evitar aglomeraciones excesivas.

El día de la comunión general se distribuyó el sacramento a unas seis mil personas. Además se celebraron numerosos matrimonios, se realizaron muchas restituciones, se arrojaron al fuego grandes cantidades de libros prohibidos y se percibió un incremento generalizado en la asistencia de fieles a las iglesias.[4]

Refiriéndose a dichas misiones, el historiador Jorge Basadre afirmó que manifestaron efusivamente la fe religiosa del pueblo, frente al laicismo y anticlericalismo del ambiente intelectual muchas veces oficial.[5]

Por aquellos años se estaba produciendo en Perú lo que muchos historiadores han denominado el «debate doctrinario». Detrás de dicho debate se percibía una confrontación entre las ideas tradicionales de los conservadores y la nueva mentalidad liberal de los progresistas. Este éxito pastoral se difundió rápidamente por toda la República, lo que originó que se elevasen continuas peticiones al P. guardián de Ocopa solicitando la presencia de los misioneros en varias localidades del Perú.[6]

Algunos miembros de la masonería, preocupados por el éxito obtenido en la misión, desataron una campaña de críticas, afirmando que los misioneros habían llegado al país con fines distintos a los de la evangelización.

El ministro de Relaciones Exteriores y Culto, José Gregorio Paz Soldán, previno entonces al arzobispo Francisco Luna Pizarro, sobre la poca conveniencia de que se iniciase otra misión en el Callao. Por ello los padres pospusieron el proyecto y se dirigieron hacia Ocopa, pasando primero por el valle de Jauja en donde fueron recibidos clamorosamente por la población.[7]

Paz Soldán no fue el único que receló de la presencia franciscana. Posteriormente en Jauja algunas autoridades les acusaron de provocar manifestaciones como consecuencia de la predicación. Esas autoridades consideraban que sus doctrinas eran subversivas, pues les atribuían supuestas declaraciones de que los franciscanos eran independientes respecto de la autoridad civil y diocesana. Estas acusaciones serían después desmentidas por el arzobispo Luna Pizarro, quien –en su informe dirigido al gobierno con fecha 23 de mayo de 1846– afirmó que las manifestaciones fueron una concentración de jaujinos solicitando el establecimiento de los franciscanos en la ciudad.[8]

Sabemos además que con ellos portaban como reliquia para el colegio de Ocopa, el cuerpo del mártir San Vital, traído desde Italia.[9]La presencia de los misioneros en Ocopa, supuso un importante refuerzo para el desarrollo de las actividades apostólicas. Hay constancia de ello gracias a una carta del guardián P. Cimini dirigida al Rmo. P. Loreto, fechada el 15 de enero de 1846.[10]

En ella se da cuenta de la llegada de los nuevos misioneros y de sus excelentes cualidades. Esto, unido a la confirmación de la restauración hecha por el P. General, y satisfecha favorablemente la cuestión acerca de la jurisdicción del colegio,[11]sirvió para consolidar definitivamente la restauración del colegio de Santa Rosa de Ocopa.

Ya en ese mismo año de 1846, durante la cuaresma, los padres Fernando Pallarés, Pedro Gual, Antonio Gravalosa, y Juan Lorente dieron misiones en Ica. Posteriormente otro grupo, entre los que se encontraba el P. Gual y los PP. Suy, Calvo, Amadó, Marsal y Bastarrás, predicó en Ayacucho unas misiones que se harían famosas. De allí pasaron luego a Huanta, todos ellos salvo los PP. Amadó y Calvo quienes se tuvieron que volver a Ocopa.[12]

El 12 de agosto de 1846 se celebró el capítulo guardianal en Ocopa,[13]presidido por Gual. Durante el mismo sería elegido de nuevo guardián el P. Fernando Pallarás, de quien escribió Gual numerosos elogios por su don de gentes y su buen gobierno. Del mismo modo, en este capítulo saldría Gual designado consejero.[14]

En el capítulo se trató también la posibilidad de iniciar una nueva fundación en Ica, ante las continuas peticiones que con este fin había planteado su población. El 18 de agosto se había escrito a Roma solicitando licencia para ello, contando además con el parecer favorable del Sr. arzobispo de Lima. Si bien posteriormente se vio más oportuno posponer la fundación en Ica (se postergaría hasta el año 1879)[15]y establecer el nuevo centro misionero en Lima en el antiguo convento franciscano de La Recoleta, denominado Santa María de los Ángeles.

Parece ser que Pallarás tuvo que hacer frente a una serie de perturbaciones dentro de la comunidad de Ocopa al proceder a cambiar los estatutos particulares y los horarios de la comunidad, aunque las aguas volvieron a su cauce con el traslado a otros conventos de algunos de los descontentos.[16]Tras este paréntesis continuaron las tareas misionales. Pero pese a la fama que iban adquiriendo los franciscanos, no siempre fue fácil su labor.

Tuvieron dificultades para predicar en la ciudad de Tarma en 1846, pues allí tuvieron que suspender la misión, y también en la prefectura del departamento de Junín, donde el ministro de Relaciones Exteriores y Culto, José Gregorio Paz Soldán –como ya había hecho en otra ocasión– impidió en 1847 que ejerciesen su labor.[17]

Igualmente en 1847, Gual, en compañía de Antonio Vergés, Pablo Bastarrás y Buenaventura Perelló, predicaron de nuevo en Molinos de Ica y después en Pisco, Chincha Alta y Baja, pasando más tarde a Humay. Un año después Gual, José Amado, Francisco Suy y Bastarrás recorrieron la costa de Ica, Nazca y Pisco otra vez. También hay constancia del paso del padre Pedro Gual por Huancavelica.[18]

Ese mismo año, el ministro de Relaciones Exteriores y Culto, José Gregorio Paz Soldán, visto el empeño apostólico de los franciscanos y tal vez para mantenerlos alejados de su posible influencia sobre el pueblo, sugirió en una carta dirigida al arzobispo Luna Pizarro, con fecha 3 de agosto de 1847, la conveniencia de que los regulares se dedicaran más bien a la evangelización de los infieles orientales.[19]

Gual, Amadó, Suy y Bastarrás predicaron en 1848 misiones también en Ica, Huaraz, Carhuaz, Yungay, Caraz y Huacho. Gual predicó en 1849 en Huancayo, Huaripampa y Tarma junto con los padres Vergés, Francisco Espoy, Juan Codolosa y José Marsal.[20]De todos estos continuos viajes se deduce la intensa actividad pastoral que llevó a cabo nuestro personaje desde su llegada al Perú.

Poco a poco el prestigio de Gual entre sus hermanos franciscanos se fue acrecentando porque en 1849 sería designado guardián del colegio de Ocopa,[21]cargo que ocuparía hasta 1852. Durante este tiempo tuvo que hacer numerosos esfuerzos para obtener de las autoridades civiles el reconocimiento oficial del colegio de Ocopa.[22]Este se produjo el 21 de diciembre de 1849, al ser ratificado por el Congreso de la Nación la reapertura del colegio.

Los sectores del Congreso favorables insistieron en la utilidad de los religiosos. Afirmaban que su predicación y ejemplo contribuían al desarrollo del progreso de la República, pues propagaban la moral, la religión y volvían sumisos a los salvajes, con lo que se podrían explotar mejor las riquezas de la zona [sic !]. Los detractores, por su parte, recalcaron el origen extranjero de los franciscanos y manifestaron su temor porque estos absorbiesen competencias propias del clero nativo.

El proyecto se aprobó finalmente exigiendo a los religiosos prestar juramento a las leyes, autoridades civiles y eclesiásticas del Perú.[23]Dos años más tarde, el 30 de julio de 1851, el presidente de la República, José Rufino Echenique, otorgaba el «cúmplase» con el que refrendaba lo establecido por el Congreso.[24]

Pero esta no sería la única actividad de Gual, ya que en 1850 se publicaba en la imprenta Masías de Lima la primera de sus obras: «Discurso teológico sobre la definibilidad dogmática del augusto misterio de la Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen María». Pese a sus muchas ocupaciones, Gual continuó desarrollando una intensa labor misional. La población de Ayacucho pudo escuchar a Gual y a sus compañeros en 1850. Hay noticias de cómo algunas mujeres de esta ciudad intentaron hacerse con pequeños trozos del hábito de Gual para conservarlos como reliquia.[25]

Los habitantes de Concepción, localidad cercana a Ocopa, también pudieron oírles un año más tarde. Allí acudió Gual junto con los padres Amadó, Martí, Vicente Cuesta y Francisco Avellana. Su predicación hizo mella en la población, pues fueron continuas y numerosas las muestras de recuperación del fervor cristiano, como se puede ver en las restituciones de robos y otros bienes mal adquiridos, en la quema de ídolos y libros inmorales, etc.

De finales de 1851 o principios de 1852 data un pequeño folleto atribuido a Gual y cuyo título era «Refutación suscinta del análisis del breve del 10 de junio de 1851 hecha por Vigil».

Nuevas fundaciones

Visto el éxito de las misiones, los franciscanos se plantearon la posibilidad de fundar otros colegios. Ocopa estaba situado en un valle muy alto, a 3360 metros sobre el nivel del mar. Su clima frío y riguroso hacía que enfermasen numerosos misioneros, lo que implicaba tener que enviarlos a zonas de clima más benigno para reponerse. Por otra parte, el colegio de Ocopa estaba muy alejado de las regiones costeras a las que continuamente viajaban a instancias del arzobispo de Lima.

Los primeros intentos para llevar a cabo nuevas fundaciones se habían producido en 1846, pero no sería sino hasta después de la aprobación oficial de Ocopa, en 1849, cuando desaparecerían los obstáculos para poder realizar nuevas fundaciones. Con motivo del jubileo decretado por el papa Pío IX en 1852, el arzobispo de Lima deseando preparar a los limeños para aprovecharlo, pidió a los religiosos de Ocopa que predicasen de nuevo misiones populares en cinco iglesias de la capital y en el Callao.

Los elegidos para desempeñar tal labor fueron los PP. Gual, Teodoro Armentia, Pedro Boronat, José Amadó, Pedro Vergés, Francisco Torres y Luis Moré. Los resultados de esta predicación muestran sin lugar a dudas un nuevo éxito, ya que se realizaron unas veinte mil confesiones y doscientos cincuenta matrimonios.[26]

Y deseosos los limeños de contar permanentemente con la presencia de los religiosos en la ciudad, insistieron a D. Francisco Javier Luna Pizarro para que tal proyecto no se demorase por más tiempo. Este no se haría de rogar y el 28 de enero de ese mismo año se dirigió al ministro general de la orden de S. Francisco, el P. Venancio de Celano para que concediese las licencias para la nueva fundación.

En Lima el convento de la Recolección, antigua residencia de San Francisco Solano, perteneciente a la Provincia de los Doce Apóstoles, estaba habitado únicamente por unos pocos religiosos franciscanos dependientes del ministro provincial. Fue allí, a instancias del arzobispo de Lima, en donde se decidió realizar la nueva fundación.

Pero para dotar al nuevo colegio del número necesario de religiosos y dado que no había bastantes en Ocopa, el P. Gual y su definitorio eligieron y nombraron en 1852 comisario colectador de misioneros al P. Pablo Bastarrás, quien se desplazaría a Europa en busca de nuevos religiosos.[27]

Luna Pizarro se ocupó también de solicitar el 16 de octubre de 1852, la aprobación de la nueva fundación al gobierno. El presidente de la república, José Rufino Echenique (1851-1854) accedió cuatro días después al traslado de unos religiosos de un convento a otro para que pudiesen llevar a término la fundación.

El 30 de octubre de 1852, D. Francisco Luna Pizarro pidió al superior de la Orden P. Francisco Espóy que procediese a la erección, eligiendo Espoy una parte de los religiosos destinados a la nueva fundación, mientras que el resto sería designado por el superior franciscano en Perú y el guardián ( Pedro Gual) y el discretorio de Ocopa. Los elegidos fueron Gual, Boronat, Vergés, Amadó, Armentia, Bastarrás, Moré y Torres, junto con tres legos: Celedonio, Martorell y Dolores.

El 8 de noviembre de 1852 se erigió la nueva fundación con la designación de hospicio,[28]siendo elegido como presidente el P. Gual,[29]que ocuparía este cargo hasta 1854.[30]Los antiguos habitantes del convento tuvieron libertad para poder trasladarse a los conventos de San Francisco de Lima o de Ica, derecho que ejercieron, entregando el hasta entonces guardián, P. Ormaza a Gual el inventario de la sacristía el 19 de noviembre de 1852.[31]

También en 1852, se publicó en la imprenta de Pons y Cía de Barcelona otra de sus obras: “El equilibrio entre las dos potestades, o sea, los derechos de la Iglesia vindicados contra los ataques del Dr. D. F. de P. G. Vigil en su obra titulada «Defensa de la autoridad de los gobiernos y de los obispos contra las I pretensiones de la Curia Romana»”.

El año 1852 aún traería otra satisfacción al P. Gual, pues el 10 de diciembre el ministro general de la Orden, Venancio de Celano, le nombró comisario general delegado[32]para los colegios del Perú, por dos años, con facultades para establecer y definir lo que considerase oportuno. A su vez exhortaba a todos los padres, hermanos, superiores y súbditos, a que le prestasen la debida obediencia.[33]La patente debió llegar a Perú a mediados de 1852, pues fue leída a la comunidad el 8 de julio de 1853, según nos dice Bernardino de Ferentino.

Con este nombramiento Gual pudo proceder, entre otras cosas, a la distribución de los nuevos franciscanos llegados el 28 de junio de 1853, entre Ocopa y Lima; a establecer también el estudio de filosofía y teología; y a redactar los estatutos municipales para establecer el régimen interno y la disciplina a seguir en los colegios, siguiendo el patrón establecido por el P. Portella en los Retiros de Italia. De este modo el colegio limense, al tener unos estatutos propios, se independizó del ocopense.[34]

El nombramiento de comisario general delegado fue publicado el 8 de julio de 1853, y en esa misma fecha Gual despachó una patente desde el colegio de Nuestra Señora de los Ángeles de Lima, dirigida a los religiosos de los colegios de Ocopa y Lima.

En dicha patente manifestaba su sorpresa por el reciente nombramiento, pues había suplicado por escrito al general de la Orden Fr. Venancio Celano, que le exonerase de cualquier cargo de gobierno. Asimismo se comprometía a velar por el mantenimiento de la observancia regular, para que todos los miembros de la familia seráfica se encaminasen hacia la perfección religiosa, alma de la caridad. Por último, también exhortaba a los prelados a mantener la observancia exacta de la Regla, Constituciones Apostólicas y Estatutos Generales.[35]

Con el cargo de comisario general delegado para los colegios de Lima y Ocopa, Gual pudo también erigir en colegio lo que hasta entonces había sido hospicio de Lima, por un decreto dado el 17 de agosto de 1853.[36]Una de las primeras medidas adoptadas en el hospicio fue la de renunciar a unos réditos que poseía el convento. Esos réditos fueron cedidos al arzobispo de Lima, para de este modo reafirmar la primitiva pobreza franciscana.[37]

Conocemos otro decreto dado por Gual durante esas fechas, en concreto, del 17 de octubre de 1853. En él, para establecer en los colegios de Lima y Ocopa la mutua participación de sufragios por los religiosos difuntos tal y como se aconsejaba en las Bulas Inocencianas, dispuso que cuando falleciese algún religioso en uno de los dos colegios, cada sacerdote del otro colegio había de celebrar tres misas, los coristas tres oficios de difuntos, los legos y donados con once o más años en los colegios, trescientos padrenuestros y la comunidad una misa cantada con vigilia.[38]

Discurría el 11 de febrero de 1854 cuando se celebró en el colegio de Lima el primer capítulo guardianal tras la nueva fundación.[39] Como resultado del mismo, Gual cesó como presidente y fue sustituido por el P. Masiá, llegado en la reciente expedición, quien recibía el cargo de guardián.[40] El cese de Gual estaba motivado por el reciente nombramiento de comisario de los colegios de Ocopa y de Lima, que había recibido del general.[41]Juan de la C. Puig nos aporta el título del cargo recibido por Gual en 1854: comisario general delegado ad biennium. Igualmente este autor nos dice que le renovaron dicho oficio en 1856.[42]

Parece ser que surgieron algunas dudas a propósito de la legalidad de la fundación realizada por Gual en Lima. Por ello el ministro general, Venancio Celano, envió a Perú un decreto con fecha 3 de abril de 1855,[43]por el que confirmaba la erección como colegio de misiones del convento de Santa María de los Ángeles realizada por Gual (el 17 de agosto 1853), así como lo establecido durante el primer capítulo guardianal celebrado el 11 de febrero de 1854 y presidido también por Gual. Del mismo modo pedía a todos los religiosos que reconociesen a Gual como su comisario general.[44]

Al transcribir el decreto del general, Gual dio una patente en el colegio de Nuestra Señora de los Ángeles de Lima, con fecha 31 de mayo de 1855, en donde expresaba su deseo de no desempeñar cargos de gobierno en la Orden. Daba después a conocer las continuas súplicas hechas al general para que le exonerase del oficio de comisario general. Incluso le había propuesto cuatro posibles candidatos para que le sucediesen.

Sin embargo, decía que la respuesta del general había sido la de renovarle dicho nombramiento de manera indefinida, cuando debía haber finalizado el 10 de diciembre de 1854. Dicha carta del general indicaba, a su vez, que el oficio de comisario era de tres años y le manifestaba su disgusto a Gual por no querer continuar en el cargo.

Además lo pedía información para poder nombrar un sustituto y le recordaba su deber según las Bulas Inocencianas y los Estatutos Generales, de visitar los colegios y presidir los capítulos guardianales. Le ordenaba después abrir la visita en el colegio de Lima el 4 de agosto de ese año, 1855, y que celebrase más adelante hacia el 12 de agosto el capítulo.[45]

Sabemos también que en 1855 hizo aparición en Perú un semanario llamado “El Católico”. Había sido fundado por Bartolomé Herrera y –según Jeffrey Klaiber– fue dirigido por Pedro Gual.[46]Este semanario tenía por finalidad difundir la doctrina cristiana entre los lectores peruanos y contrarrestar la influencia de otros periódicos de marcado carácter anticlerical.

Durante ese año la masonería estuvo especialmente activa contra la predicación de los franciscanos.[47]Le Plongeon, autor perteneciente a la masonería, afirmó que Gual pretendía por aquel entonces derrocar todas las logias masónicas, contando para ello con la protección del coronel Prado.[48]

Pero no fue “El Católico” el iónico periódico en el que escribió Gual, pues se sirvió además del periódico “El Comercio” para refutar a quienes atacaban a la Iglesia católica. Juan B. Casanova, otro miembro de la masonería, fue uno de sus más tenaces opositores.[49]

Del retiro hecho por Gual en diciembre de 1855, se conservan unas notas tomadas en un cuadernillo,[50]que nos dan idea de cómo era la vida de piedad de este religioso franciscano. Allí se dice que hizo los siguientes propósitos: dormir solo siete horas al día; nada más levantarse, hacer una serie de actos de piedad; oír misa todos los días y rezar las horas del breviario, así como la oración de la Corona y el oficio de la Inmaculada.

También se proponía dedicar todos los días dos horas a la oración mental; confesarse dos veces por semana y hacer confesión general mensual y anual. Todos los años se comprometía a retirarse durante ocho días para hacer los ejercicios espirituales. A diario se examinaba dos veces sobre su vida interior.

Del mismo modo se comprometía a luchar por mortificar la curiosidad y a guardar el silencio dentro del convento, en los momentos establecidos para ello. La mortificación también la buscaba en no tener apego a ningún objeto, en no quejarse cuando algo le molestase, o recibiese críticas. Por último se proponía obedecer con prontitud a los requerimientos de sus superiores. De esas notas puede deducirse que ya por aquellos años las críticas de sus detractores arreciaron, sobre todo a través de la prensa. Por otro lado, el oficio de gobierno y los intentos de reimplantar la observancia entre los religiosos tras los avatares de la emancipación, no debió resultar tarea grata.

Con motivo de la confirmación del capítulo guardianal de Ocopa el 3 de enero de 1856, y respondiendo a una carta de Gual con fecha 10 de octubre de 1855, el vicario general le dirigió unas letras patentes.[51]Estas fueron después transcritas por Gual el 26 de marzo de ese año,[52]y muestran cómo el general ratificó las elecciones del capítulo guardianal de Ocopa, aprobando al mismo tiempo los estatutos municipales confeccionados por Gual.

Refiriéndose luego al hospicio de Ica,[53]el general felicitaba a Gual por la perfecta observancia regular que allí se vivía y le pedía que se mantuviese la unidad de jurisdicción y la debida subordinación al superior común, evitando posibles divisiones. Por último volvía a denegarle su petición de ser relevado en el oficio de comisario general delegado, exhortándole una vez más a promover el restablecimiento de la observancia regular de sus conventos.


NOTAS

  1. Francisco Luna Pizarro ya había sido preconizado como arzobispo de Lima por el papa Gregorio XVI en el consistorio del 24 de abril de 1845. Pero la noticia del nombramiento no llegaría a Perú hasta unos meses más tarde. Cfr.: Rubén Vargas Ugarte, Historia de la Iglesia en el Perú (1800-1900), V (Burgos: Imprenta de Aldecoa, 1962), 146.
  2. Odorico Saiz, Restauración de la Orden Franciscana en el Perú en el siglo XIX (Lima: Provincia Misionera de San Francisco Solano, Convento de los Descalzos, RIMAC, 1993), 146.
  3. Gaspar Calvo Moralejo, “El Padre Pedro Gual, apóstol de Hispanoamérica”, Boletín de Lima, 91-96 (1994): 520.
  4. Vargas Ugarte, “Historia de la Iglesia”, V, 191.
  5. Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, III (Lima: Editorial Universitaria, 1969), 246.
  6. Saiz, “Restauración de la Orden”, 146.
  7. Vargas Ugarte, “Historia de la Iglesia”, 191.
  8. Pilar García Jordán, Iglesia y poder en el Perú contemporáneo 1821-1919 (Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé́ de Las Casas, 1992), 162 n.
  9. Vargas Ugarte, “Historia de la Iglesia”, 191.
  10. Saiz, “Restauración de la Orden”, 147.
  11. Ya habíamos dicho que estas cuestiones fueron planteadas por el P. Pallarés al ministro general de la Orden en Roma.
  12. Julián Heras, Los franciscanos y las misiones populares en el Perú (Madrid: Cisneros, 1983), 43-44.
  13. El capítulo guardianal tenía por objeto la elección del guardián y de los miembros del discretorio. Todos los sacerdotes “incorporados” pertenecientes al colegio con más de un año después de la probación, tenían voz activa en la elección del guardián. También podían participar en las elecciones los “hijos de Colegio”, cuando había pasado un año desde su ordenación sacerdotal.
    Según las Bulas Inocencianas, podía ser elegido guardián cualquier sacerdote solemnemente profeso. Y según las Bulas Piañas se exigía además que el sacerdote llevase al menos cuatro años en el seminario. Los electores presentaban al presidente del capítulo una terna de candidatos, de los que uno sería nombrado guardián por el comisario general o por su delegado, quienes solían presidir el capítulo.
    El presidente del capítulo no votaba en la formación de la tema de los candidatos, pero luego escogía entre estos al guardián, independientemente.de que hubiese obtenido el mayor número de votos. El oficio de guardián duraba un trienio, durante el cual debía residir en el seminario. Podía ser suspendido en sus funciones por el comisario general al año y medio de su designación.
    Durante su mandato el guardián era responsable de la marcha de la comunidad del colegio y las misiones a él confiadas. Sin contar necesariamente con el consentimiento del discretorio, el guardián recibía el hábito a los novicios, expulsaba a los indeseables, nombraba a los que debían ir a las “conversiones”, vigilaba el trabajo de todos, enviaba visitadores a las “conversiones”, intervenía en los conflictos y castigaba a sus súbditos, cuando era necesario.
    Cuando el guardián se ausentaba del colegio, le sustituía al frente del mismo el vicario, elegido por el guardián y el discretorio. Cfr. Félix Saiz Diez, Los colegios propaganda Fide en Hispanoamérica (Lima: (s.n.), 1992), 160-161.
  14. Saiz, “Restauración de la Orden”, 147; Calvo Moralejo, “El Padre Pedro Gual”, 520-521. El discretorio era el cuerpo de consejeros con quienes el guardián trataba los asuntos más importantes, debiendo –según los casos– seguir su voto necesariamente o contentándose con oír su consejo. Formaban la junta discretorial, primeramente los cuatro miembros elegidos por la comunidad para discretos antes de la elección del guardián. De ese primer grupo era elegido el guardián.
    A los tres restantes tras la elección del guardián se le añadía, sin limitación numérica, los ex guardianes que hubiesen permanecido en el cargo durante un trienio y hubiesen desempeñado su cargo correctamente. También se añadían al discretorio los comisarios actuales y habituales de misiones, el prefecto actual de misiones y los padres del colegio, o sea quienes durante tres años hubieran sido comisarios generales, así como los que durante seis años fueron prefectos de misiones, y por último, los antiguos colectores de misioneros en Europa.
    Este grupo de “ex” se denominaba discretorio habitual. Todos los meses se reunía la asamblea del gremio discretorial, convocada por el guardián para examinar la situación religiosa, disciplinar y económica del colegio y sus misiones. Se votaban en público las medidas a adoptar y en caso de igualdad de votos, el guardián decidía por su cuenta. El no convocar al discretorio oportunamente era motivo para remover al guardián del cargo. Cfr. Saiz Diez, “Los colegios”, 161-162.
  15. Saiz, “Restauración de la Orden”, 167.
  16. Saiz, “Restauración de la Orden”, 152.
  17. Heras, “Los franciscanos y las misiones”, 46.
  18. Heras, “Los franciscanos y las misiones”, 43-45.
  19. García Jordán, “Iglesia y poder”, 162.
  20. Heras, “Los franciscanos y las misiones”, 43-45; Julián Heras, Libro de incorporaciones del Colegio de Propaganda Fide de Ocopa (1752-1907) (Lima: Impr. Editorial San Antonio, 1970), 94.
  21. En la biografía de Elías del Carmen Passarell se dice que fue elegido para el cargo de prelado. Cfr. Elías del Carmen Passarell, “Biografía del M. R. P. Pedro Gual”, en Crónica de la Provincia de los Doce Apóstoles (Lima: 1912), 277 (pro manuscrito). También se menciona el nombramiento en: Juan de la C. Puig, Apuntes para la Crónica General de la Orden, o sea Noticias históricas de este Colegio de Misioneros Franciscanos de Propaganda Fide de Nuestra Señora de los Ángeles de Lima, desde 1852 hasta Octubre de 1880 (Lima: 1880), 163 (pro manuscrito); y en Miguel Ramírez, M. R. P. “Fr. Pedro Gual, 1862-1872”, en Cuaderno de apuntes históricos personales (Lima: 1899), folio correspondiente a los días 13 a 26 de agosto de 1894, Sig. A/12/9 (pro manuscrito).
  22. Calvo Moralejo, “El Padre Pedro Gual”, 620.
  23. García Jordán, “Iglesia y poder”, 163.
  24. Heras, “Los franciscanos y las misiones”, 47; Vargas Ugarte, “Historia de la Iglesia”, 129 n.
  25. Augustus Le Plongeon, Los jesuitas y el Perú o, El R. fray Pedro Gual y sus doctrinas en transparencia (Boston: W. White, 1869), 91n.
  26. Heras, “Los franciscanos y las misiones”, 53.
  27. Saiz, “Restauración de la Orden”, 167-168.
  28. Normalmente el establecimiento de los colegios respondía a las peticiones de los habitantes del lugar, quienes reclamaban tener entre ellos a los misioneros que les habían estado predicando cursos de misiones. Las solicitudes iban además acompañadas de recomendaciones de las autoridades civiles y eclesiásticas locales.
    Posteriormente, el guardián que recibía las peticiones discutía con su discretorio la conveniencia de la nueva fundación. Cuando la veían oportuna y viable, solicitaban el permiso de forma oficial al obispo diocesano, y si lo veían conveniente, al provincial en cuyo territorio o convento se quería erigir el nuevo colegio.
    Una vez obtenidos ambos permisos, se procedía a la fundación de un hospicio o residencia, donde se establecían algunos religiosos bajo la obediencia de un superior o presidente, nombrado por el guardián del colegio del cual seguían siendo súbditos. Más tarde se solicitaba el permiso de fundación a las autoridades civiles del país y, una vez conseguido, se enviaba la misma petición a la Congregación de Propaganda Fide en Roma.
    Desde allí se solicitaba al Papa un breve con el cual se daba forma jurídico-canónica al nuevo Colegio Apostólico de Propaganda Fide. Los ministros provinciales solían resistirse a estas nuevas fundaciones pues sustraían a su autoridad algún local, o lugar, o misión perteneciente a la provincia. Esto era debido a que los colegios de Propaganda Fide dependían directamente de los superiores generales de la orden franciscana, y por lo tanto estaban separados de las provincias. Cfr.: Saiz Diez, “Los colegios”, 107-109, 169.
  29. Saiz, “Restauración de la Orden”, 171; Puig, “Apuntes para la Crónica General”, 163; Ramírez, “Fr. Pedro Gual”.
  30. Passarell, “Biografía”, 277.
  31. Julián Heras, El convento de los descalzos de Lima un oasis de Espiritualidad y de Acción Apostólica: un oasis de Espiritualidad y de Acción Apostólica (Lima: Convento de los Descalzos, 1995), 120; Luis Arroyo, Comisarios Generales del Perú (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1950), 478.
  32. Los comisorios generales para América se habían suprimido en el Capítulo General de Valencia en 1768. La jurisdicción de estos comisarios generales sobre los colegios de Propaganda Fido fue entonces asumida por los provinciales o bien desde Madrid o Roma. En 1797 Pío VI, con la bula Decet Romanum Pontificem, resolvió las posibles dudas que surgieron sobre la jurisdicción de los colegios, confiándola a los guardianes de los colegios o a los provinciales.
    Durante las guerras emancipadoras los colegios quedaron desamparados, pues las provincias no podían prestarles mucha ayuda y Roma estaba demasiado lejos. A esto hay que añadir la acción de algunos gobiernos que impidieron las relaciones entre los colegios y la Ciudad Eterna.
    A partir de 1830, con la restauración de los colegios emprendida por el P. Andrés Herrero, la Congregación de Propaganda Fide consideró oportuno en 1834 otorgar a este las facultades que antiguamente habían tenido los comisarios generales. Desde entonces el P. Herrero y otros recibieron el nombramiento do comisarios generales, visitadores especiales, etc. Sin embargo, aún restaba por solucionar el problema de la relación del colegio con los superiores franciscanos. Cfr.: Saiz Diez, “Los colegios”, 176-178; Ramírez, “Fr. Pedro Gual”; Arroyo, Comisarios generales del Perú, 478.
  33. Cfr. Anexo segundo. Bernardino de Ferentino, “Patente e instrucción del Padre General Venancio de Celano al Comisario General Pedro Gual del 10 de diciembre de 1852”, en Libro de Patentes de 1852-1885, Registro N° B/7, (Lima: 1853), folio 1 (pro manuscrito).
  34. Julián Heras, El convento de los descalzos de Lima un oasis de Espiritualidad y de Acción Apostólica: un oasis de Espiritualidad y de Acción Apostólica (Lima: Convento de los Descalzos, 1995): 124-125.
  35. Cfr. Anexo tercero. Pedro Vergés, “Carta patente de Pedro Gual dada el 8 de julio de 1853 en el Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles de Lima”, en Libro de Patentes de 1852- 1885, (Lima: 1853), folios 71 y 72 (pro manuscrito).
  36. Ver anexo cuarto.
  37. Saiz, “Restauración de la Orden”, 171; Antolín Abad Pérez, “Restauración de los colegios en Hispanoamérica”, Archivo Ibero-Americano, 42 (1982): 1019.
  38. Arroyo, Comisarios generales del Perú, 479.
  39. Anónimo, “Registro de los Religiosos de esta Venerable Comunidad desde su erección en Colegio en el año 1852”, del Archivo Provincial Comisaría General, libro XX. (Lima: s.d.); Arroyo, Comisarios generales del Perú, 479-480.
  40. Pedro Sanahuja, Historia de la seráfica Provincia de Cataluña (Barcelona: Seráfica, 1959), 651.
  41. Anónimo, “Registro de los Religiosos”, 11.
  42. Puig, “Apuntes para la Crónica General”, 163.
  43. Ver anexo quinto; Julián Heras estableció que la fecha de dicho decreto fue el 6 de abril. Cfr. Heras, “El convento de los descalzos”, 126. Luis Arroyo sin embargo, dice, que la fecha es el 3 de abril. Cfr. Arroyo, Comisarios generales del Perú, 479. Gradas al Padre Horas hemos podido manejar una fotocopia del decreto y hemos podido comprobar que la fecha correcta es el 3 de abril.
  44. Bernardino de Ferentino, “Decreto dado por Venancio de Celano en Roma el 3 de abril de 1855”, en Libro de Patentes de 1852-1885 (Lima: 1853), folio 2 (pro manuscrito).
  45. Heras, “El convento de los descalzos”, 126.
  46. Jeffrey Klaiber, “La reorganización de la Iglesia ante el Estado Liberal en el Perú (1860- 1930)”, en Historia de la Iglesia en América Latina, Ecuador, Perú y Bolivia (Madrid: Mundo Negro, 1992), 287.
    Hay otra fuente que relaciona a Gual con el semanario, afirmando que lo promovió y planificó, pero no dicen que fuese su director: Arístides, M. C., Recopilación de varios artículos que han visto la luz pública en el periódico “Comercio” de Lima. En contestación a otros publicados en el mismo diario por los religiosos españoles carlistas, (Lima: (s.n.), 1855), 14-15.
  47. Por aquel tiempo, la mujer de un masón un tal D. M. L. C. o hermano Daniel, vocal de la logia a la que pertenecía Le Plongeon, le entregó a Gual un cuadro de los nombres de los masones de Lima, así como de algunos libros masónicos. Cfr. Le Plongeon, “Los jesuitas y el Perú”, 6n.
  48. Cfr. Le Plongeon, “Los jesuitas y el Perú”, 6; 22.
  49. Ver en el capítulo segundo el apartado 7.
  50. Ver anexo sexto.
  51. Cfr. Anexo séptimo. Venancio de Celano, “Carta Patente dada en Roma por el Ministro General y dirigida al Comisario General Pedro Gual con fecha 3 de Enero de 1866”, en Libro de Patentes de 1852- 1885, (Lima: 1853), folio 2 (pro manuscrito).
  52. Cfr. Anexo octavo. Pedro Antonio Vergés, “Carta patente de Pedro Gual dada en el Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles de lima el 26 de marzo de 1856”, en Libro de Patentes de 1852- 1885, (Lima: 1853), folio 72 (pro manuscrito).
  53. Luis Arroyo dice que se trata del hospicio de Ica, aunque en la carta sólo se menciona el hospicio sin aludir a la ciudad en la que se encontraba. Cfr. Arroyo, Comisarios generales del Perú, 481.


MARCELINO CUESTA ALONSO

©RPHE, 12 (2010) 89-152