Diferencia entre revisiones de «GUADALUPE; Aprobación implícita»

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Que otorga fray [[ZUMÁRRAGA,_Fray_Juan_de | Juan de Zumárraga]] a la aparición guadalupana. Es [[BECERRA_TANCO,_Luís | Luis Becerra Tanco]], en su ''Felicidad de México'' quien mejor desarrolla este argumento de la aprobación plena que dio el señor Zumárraga, a través de la prueba que él mismo pidiera a [[JUAN_DIEGO_CUAUHTLATOATZIN | Juan Diego]] y que la Virgen le envió, en forma de rosas y de un retrato que nadie humano pintó, sobre la tilma del indio: ''"El testigo que hoy tenemos vivo, más formal y verídico, y al que, como examinado «incontinenti» luego que sucedió el milagro, se debe más crédito, es la bendita imagen que hoy se conserva intacta. Lo que afirma la tradición es que en la tilma o manta, que servía de capa al indio [[JUAN_DIEGO_CUAUHTLATOATZIN | Juan Diego]], a su usanza, y saco de su posada, y según su pobreza y humildad, por no ser de los nobles, que usaban solos entonces mantas tejidas de hilo blanco de algodón, porque es hilo de palma, está pintada la sagrada imagen, como se ve el día de hoy, y consta de su orla, que se le ha ido cercenando para reliquias. A esto se llega, que para que no se pudiese poner objeción al milagro, permitió y dispuso Dios Nuestro Señor, que cuando se estampó en la manta el retrato de la Virgen María, no fuese el indio de intento a llevar las señas que le había pedido el señor obispo, sino a llamar a un sacerdote que administrase los sacramentos de la penitencia y extremaunción a su tío, que estaba enfermo y de riesgo. Y lo que es más, habiéndose divertido por otra senda para que no le detuviese la Virgen Santísima, juzgando con su candidez que no le vería: con que cesa la sospecha de ficción contra el indio; y no sabiendo él mismo de la pintura, sino de las flores que llevaba en el regazo de la manta; en que no hay duda que haría el señor obispo el escrutinio necesario para publicar el milagro, en el modo que refiere la tradición y que comprobaron las rosas que no había en el montecillo. Y de presumirse lo contrario, es forzoso culpar al señor obispo de ligero en la creencia, cuando por dos veces no le había dado crédito, y culpar también a sus ministros y otras personas de seso y prudencia, que creyeron el caso, siendo tan prodigioso y raro, sin haberlo examinado con toda circunspección; y en especial cuando los españoles vecinos de esta ciudad pretendían dar a entender que los indios eran brutos, incapaces de razón y discurso. De que se concluye, que la pintura no se hizo por mano de hombre, así por haberse figurado instantáneamente, como por las razones arriba dichas".''
Que otorga fray Juan de Zumárraga a la aparición guadalupana. Es Luis Becerra Tanco, en su ''Felicidad de México'' quien mejor desarrolla este argumento de la aprobación plena que dio el señor Zumárraga, a través de la prueba que él mismo pidiera a Juan Diego y que la Virgen le envió, en forma de rosas y de un retrato que nadie humano pintó, sobre la tilma del indio: ''"El testigo que hoy tenemos vivo, más formal y verídico, y al que, como examinado «incontinenti» luego que sucedió el milagro, se debe más crédito, es la bendita imagen que hoy se conserva intacta. Lo que afirma la tradición es que en la tilma o manta, que servía de capa al indio Juan Diego, a su usanza, y saco de su posada, y según su pobreza y humildad, por no ser de los nobles, que usaban solos entonces mantas tejidas de hilo blanco de algodón, porque es hilo de palma, está pintada la sagrada imagen, como se ve el día de hoy, y consta de su orla, que se le ha ido cercenando para reliquias. A esto se llega, que para que no se pudiese poner objeción al milagro, permitió y dispuso Dios Nuestro Señor, que cuando se estampó en la manta el retrato de la Virgen María, no fuese el indio de intento a llevar las señas que le había pedido el señor obispo, sino a llamar a un sacerdote que administrase los sacramentos de la penitencia y extremaunción a su tío, que estaba enfermo y de riesgo. Y lo que es más, habiéndose divertido por otra senda para que no le detuviese la Virgen Santísima, juzgando con su candidez que no le vería: con que cesa la sospecha de ficción contra el indio; y no sabiendo él mismo de la pintura, sino de las flores que llevaba en el regazo de la manta; en que no hay duda que haría el señor obispo el escrutinio necesario para publicar el milagro, en el modo que refiere la tradición y que comprobaron las rosas que no había en el montecillo. Y de presumirse lo contrario, es forzoso culpar al señor obispo de ligero en la creencia, cuando por dos veces no le había dado crédito, y culpar también a sus ministros y otras personas de seso y prudencia, que creyeron el caso, siendo tan prodigioso y raro, sin haberlo examinado con toda circunspección; y en especial cuando los españoles vecinos de esta ciudad pretendían dar a entender que los indios eran brutos, incapaces de razón y discurso. De que se concluye, que la pintura no se hizo por mano de hombre, así por haberse figurado instantáneamente, como por las razones arriba dichas".''
 
  
 
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Revisión actual del 13:59 9 ago 2020

Que otorga fray Juan de Zumárraga a la aparición guadalupana. Es Luis Becerra Tanco, en su Felicidad de México quien mejor desarrolla este argumento de la aprobación plena que dio el señor Zumárraga, a través de la prueba que él mismo pidiera a Juan Diego y que la Virgen le envió, en forma de rosas y de un retrato que nadie humano pintó, sobre la tilma del indio: "El testigo que hoy tenemos vivo, más formal y verídico, y al que, como examinado «incontinenti» luego que sucedió el milagro, se debe más crédito, es la bendita imagen que hoy se conserva intacta. Lo que afirma la tradición es que en la tilma o manta, que servía de capa al indio Juan Diego, a su usanza, y saco de su posada, y según su pobreza y humildad, por no ser de los nobles, que usaban solos entonces mantas tejidas de hilo blanco de algodón, porque es hilo de palma, está pintada la sagrada imagen, como se ve el día de hoy, y consta de su orla, que se le ha ido cercenando para reliquias. A esto se llega, que para que no se pudiese poner objeción al milagro, permitió y dispuso Dios Nuestro Señor, que cuando se estampó en la manta el retrato de la Virgen María, no fuese el indio de intento a llevar las señas que le había pedido el señor obispo, sino a llamar a un sacerdote que administrase los sacramentos de la penitencia y extremaunción a su tío, que estaba enfermo y de riesgo. Y lo que es más, habiéndose divertido por otra senda para que no le detuviese la Virgen Santísima, juzgando con su candidez que no le vería: con que cesa la sospecha de ficción contra el indio; y no sabiendo él mismo de la pintura, sino de las flores que llevaba en el regazo de la manta; en que no hay duda que haría el señor obispo el escrutinio necesario para publicar el milagro, en el modo que refiere la tradición y que comprobaron las rosas que no había en el montecillo. Y de presumirse lo contrario, es forzoso culpar al señor obispo de ligero en la creencia, cuando por dos veces no le había dado crédito, y culpar también a sus ministros y otras personas de seso y prudencia, que creyeron el caso, siendo tan prodigioso y raro, sin haberlo examinado con toda circunspección; y en especial cuando los españoles vecinos de esta ciudad pretendían dar a entender que los indios eran brutos, incapaces de razón y discurso. De que se concluye, que la pintura no se hizo por mano de hombre, así por haberse figurado instantáneamente, como por las razones arriba dichas".

© ENCICLOPEDIA GUADALUPANA

p. 61-62