GONZÁLEZ DE MARMOLEJO, Rodrigo

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(CONSTANTINA, 1487? ; SANTIAGO, 1563). OBISPO


Perfil de buen samaritano

La figura del primer obispo de Santiago de Chile, Mons. Rodrigo González de Marmolejo es exponente del hombre de Iglesia que viene a estas tierras de América inspirado en el ideal de una cruzada. A decir verdad, Don Rodrigo se integra con los otros conquistadores en un proyecto de evangelización, cuyo objetivo les significó hacer de la misión por implantar la fe cristiana en las tierras de América una “empresa de conquista”.


Su actuación no ha estado ajena a las contiendas y polémicas que se dieron en esos primeros años de fundación y organización de la nueva ciudad de Santiago. Más aún por el hecho de ser el primer Obispo de Chile, Don Rodrigo ha sido blanco de las críticas de las diversas corrientes de historiadores, cuyos comentarios han sido inspirados, tanto en el estilo propio de la evangelización hispánica, vinculada al dominio impuesto por las armas, como a las diversas polémicas y acusaciones suscitadas entre los actores de esos momentos iniciales.


Hoy en día, a la luz de la investigación, aflora la figura de Don Rodrigo con sus aspectos limitados, pero, por otra parte, aflora el reconocimiento de sus propios compañeros de expedición y que comprende tres aspectos innegables. Primero, el haberse demostrado ser una persona que manifestaba un aspecto humano, y en todo momento ayudaba a buscar la paz y el entendimiento en medio de los conflictos suscitados entre los expedicionarios y primeros pobladores. Incluso, Don Rodrigo juega el rol de mediador y es aceptado como tal entre las partes en diversos conflictos. En segundo lugar, demuestra ser un buen administrador, capaz de generar bienes y como buen empresario, demostrar habilidad en sus negocios de organización de la hacienda agrícola.


Lejos de ser avaro comparte sus capacidades de saber administrar con los que se ponen a su servicio. Finalmente, destaca como un verdadero líder capaz de enfrentar las situaciones de derrota y de desastre logrando implementar iniciativas que no sólo iban en bien de los derrotados sino que les ayuda a levantar el ánimo y enfrentar los diversos momentos catastróficos en los que se vio envuelto a través de sus prédicas y con proyectos sociales.


Antecedentes biográficos

Entre los antecedentes de Don Rodrigo me parece importante destacar en primer término la vinculación de carácter familiar que existía entre él y el sector eclesiástico de su lugar de origen, ya que entre sus parientes varios pertenecían al clero. Uno de sus hermanos, Don Diego de Carmona, era Dean de la Catedral de Sevilla. Entre sus sobrinos se contaba el Arcediano de la misma diócesis, Don Rodrigo de Jiménez. En el caso de la diócesis de Santiago de Chile tendremos que entre sus canónigos aparece su sobrino, Don Francisco Jiménez.


Don Rodrigo era originario de Constantina, pueblo de la diócesis de Carmona del arzobispado de Sevilla,[1]donde nace hacia el año 1487. Don Rodrigo, con el nombre de Rodrigo de la Plaza, ingresa a temprana edad como postulante de la Orden Dominicana. Allí realiza sus estudios secundarios y de filosofía, obteniendo, en la Facultad de teología de dicha Orden, el grado de Bachiller. Importa tener en cuenta este antecedente para explicar su formación teológica y su amistad, más tarde, en Chile, con el dominico, defensor de los indígenas, Fray Gil González de San Nicolás y los Obispos de Cuzco y Charcas. Ordenado sacerdote, se enrola como misionero en la expedición que viaja al Perú en 1536.[2]


Desde su arribo al Perú, Don Rodrigo participa activamente en los conflictos allí generados. En ese momento, los españoles de la ciudad de Lima y del Cuzco están sitiados por la rebelión de los indígenas, que capitaneados por el Inca Manco se rebelan contra el trato despótico de los conquistadores.[3]Entre los años 1537 y 1540, Don Rodrigo vive inmerso en un período donde las luchas intestinas, entre los partidarios de Pizarro y Almagro, se disputan tanto el poder en la ciudad del Cuzco como el mando de las expediciones de conquista que se realizan hacia el interior. Don Rodrigo participa como capellán en las expediciones al oriente del lago Titicaca, hacia el río Madera y hacia el gran Chaco, las cuales concluyeron en el fracaso, pero que lo harán sobresalir por su espíritu conciliador entre los soldados y especialmente por el cuidado que asume hacia los enfermos. Es un exponente de una Iglesia caracterizada por una actitud humana y solidaria[4].


Misionero en Chile

A mediados de 1540, Don Rodrigo se integra en la expedición, hacia Chile, que organizaba Don Pedro de Valdivia en el pueblo de Tarapacá. Desde allí viajaron a Copiapó. De su parte aportó, en calidad de préstamo, la cantidad de $ 30.000 y algunos animales de carga. Esta expedición llega a las orillas del Mapocho, donde Don Pedro de Valdivia funda la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, el 12 de febrero de 1541. A partir de este momento, Don Rodrigo comparte con esos conquistadores españoles las peripecias que surgen de la resistencia indígena. Desde luego la destrucción de la ciudad de Santiago, el 11 de septiembre de 1541. En todo momento ayuda a los vecinos a organizarse y a procurarse los alimentos, cultivando el campo. De un modo especial los anima con su predicación[5].


El 4 de mayo de 1546 es designado Cura y Vicario de Santiago, por el Obispo del Cuzco, Mons. Juan Solano. En 1549, piensa regresar a España, por sentirse viejo y cansado, pero la totalidad de las autoridades y los colonos le manifiestan su reconocimiento y le suplican se quede[6]. Fue en esta oportunidad aclamado como pastor de toda esa naciente Colonia. Al crearse la Diócesis de Charcas, el nuevo Obispo Fr. Tomás de San Martín, lo ratifica, el 13 de junio de 1555, como Visitador y Vicario General del Reino de Chile.[7]Felipe II le otorga Real Cédula (29 enero 1557) como Administrador temporal de la futura diócesis de Santiago.[8]Pio IV lo elige primer Obispo de Santiago el 27 de junio 1561[9].


Por estar enfermo tomó posesión de la Diócesis, por medio de tres procuradores, el 18 de julio de 1563. Falleció a los 75 años, en Santiago, en octubre de 1564; había entregado la encomienda de indios y su estancia de Quillota, reduciéndose a vivir en un estado de gran pobreza en su casa de Santiago.


Notas

  1. Hierarchia, III, 214
  2. CDIHCH VIII, 472
  3. CDIHCH, XVI, 148
  4. CDIHCH, XVI, 115-119
  5. CDIHCH, XII, 151
  6. CDIHCH, I, 51
  7. CDIHCH, XVI, 148
  8. Errázuriz, 171
  9. Hierarchia, 214


Bibliografía

  • ALIAGA, F. Rodrigo González Marmolejo, en Episcopologio Chileno, I, C. CAVADA (Dir.), Santiago 1992.
  • AMUNATEGUI, D. El primer Obispo de Chile, en Anales de la Universidad de Chile CIX (1901)
  • ARANEDA, F. Historia de la Iglesia en Chile, Santiago 1896
  • ERRÁZURIZ, C. Los orígenes de la Iglesia chilena (1540-1603), Santiago 1873
  • Hierarchia Catholica medii et recentioris aevi, III, Monasterii 1923
  • OVIEDO, C. Los obispos de Chile (1561-1878), Santiago 1979
  • PRIETO DEL RÍO, L. Don Rodrigo, González de Marmolejo. Primer Obispo de Santiago. Su vida y su defensa, en La Revista Católica III (1902-1903)
  • SILVA, C. Don Rodrigo González de Marmolejo, primer obispo de Santiago, Santiago 1913.


JUAN BARROS