DE VEGA, Feliciano; Su obra episcopal y literaria

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Obispo de Popayán

En 1628 fue presentado para el obispado de Popayán, pero fue preconizado dos años más tarde –en 1630–, agradeciendo al Cabildo Eclesiástico de los Reyes por ese nombramiento en 1631. El arzobispo Arias de Ugarte, apenas supo la designación, interrumpió la visita pastoral y regresó a la sede limeña el 13 de diciembre de 1630, siendo recibido con la mayor solemnidad por el electo prelado y los capitulares hasta Pachacámac. La Universidad de San Marcos dio las gracias al Rey tan justa merced otorgada a su insigne catedrático. El 19 de diciembre se despidió del Cabildo dejando la chantría, y el 21 fue consagrado por el arzobispo, en suntuosa ceremonia que describe minuciosamente el cronista Suardo en su -«Diario», como los banquetes, carreras y alcancías.

Pero no tomó posesión, pues “antes de ponerse en camino para su diócesis y ya consagrado se le trasladó a La Paz el 10 de febrero de 1631.” No llegó a Popayán el docto canonista limeño, por haber sido promovido a la diócesis de La Paz en 1633. Permaneció en Lima continuando como provisor del arzobispo que proseguía la visita pastoral.

Su permanencia en Lima provocó, el 15 de enero de 1631, una solicitud a la Real Audiencia para que se abstuviera de actuar como provisor. El fiscal Solórzano estimó: “No hay derecho que impida que un Obispo sea Vicario de otro, antes si hallo permitido en el si lo pidiere la necesidad u otra causa, según los textos y doctores que Esbrozio trae para ello.”

El 10 de abril participó en la Junta presidida por el inquisidor Juan Gutiérrez Flores, visitador de la Real Audiencia y Universidad, sobre la creación de dos cátedras de Medicina. El 24 de octubre de 1631, suscribió en Lima la petición al virrey para publicar su libro «Relectionum canonicarum» como obispo electo de Popayán, dando la licencia el 24 de noviembre, y el ordinario el 3 de febrero de 1632; se imprimió en 1633, figurando obispo de Popayán, electo de La Paz.

El 8 de abril de 1632 consagró los santos óleos en la catedral. El 2 de junio declaró en las Informaciones para el proceso de beatificación del arzobispo Toribio de Mogrovejo, con el valioso testimonio de haberlo conocido, tratado y comunicado personalmente desde su niñez y que “tengo muy particular noticia... por los autos y papeles que han pasado por mis manos, de más de 23 años a esta parte, que he comenzado a ejercer el oficio de Provisor, y Vicario General en este Arzobispado. Y que ha sido tanta la veneración, que se ha tenido a las cosas del dicho Arzobispo, que cualquier papel o decreto que se vea, se respete como de tan gran Pontífice y Prelado.”

Y concluye muy satisfecho porque “he merecido tener ocasión de hacer esta relación, antes de dejar el Gobierno de este Arzobispado, y de partirse a su Iglesia de Popayán.” A pesar de esa declaración, estaba todavía en Lima el 14 de julio cuando fue agasajado con una llamativa fiesta de parte del notario del arzobispado don Juan de Reina; también participó en otras ceremonias: el 13 de octubre dio el hábito a su sobrina Sebastiana de Vega en las Descalzas.

En 1632 se imprimió el sermón predicado el día de la Exaltación de la Santa Cruz por fray Bartolomé de Vadillo, agustino, dedicado al obispo de Popayán y “Justísimo Gobernador del Arzobispado”. El 13 de noviembre se le ofrecieron lucidas conclusiones de Artes en el Colegio de San Martín de los Jesuitas.

El 19 de diciembre de 1632 celebró la misa pontifical en la colocación de la efigie de Nuestra. Sra. del Prado en el nuevo templo, con asistencia de virrey y Audiencia. El 22 de enero de 1633 se pregonó en las calles el edicto de la Septuagésima, por mandato del gobernador del arzobispado, obispo de Popayán, y el 19 pontificó en la fiesta de San Pedro Nolasco. El 19 de abril se tomó noticia de haber sido trasladado a La Paz. Arias Ugarte informó al rey que el 25 setiembre 1633 consagró al obispo de Arequipa, don Pedro de Villagómez, asistido por los obispos de Tucumán y de La Paz, carta de 30 abril 1634.

A pesar de esas buenas intenciones, no emprendió el viaje a Popayán, aunque algunos autores consideran que hizo buena predicación, conversión de infieles nativos, y diversas obras, pero la documentación existente prueba que estuvo desempeñando el gobierno arquidiocesano durante la larga visita pastoral de Arias de Ugarte. Su presencia en Lima es constante y no existe ningún espacio de tiempo en que pudiera haber realizado un viaje tan largo y penoso de varios meses de ida y vuelta, y de haber residido algún periodo en su diócesis.

La noticia temprana de su traslado a La Paz le permitió permanecer en Lima. El rey preguntó por no haber ido de inmediato a esta, y Arias de Ugarte respondió por no haber llegado las bulas; esta respuesta es considerada satisfactoria por el rey, sin mencionar para nada Popayán. El fiscal Solórzano justifica su permanencia en Los Reyes al tratar sobre la demora en viajar a La Paz, y tampoco menciona Popayán. Pareció lo más natural no viajar a un obispado al haber sido propuesto para otro. En cambio se demoró en La Paz para concluir el sínodo que había convocado, habiendo sido electo para México. Lo curioso es que Alcedo en su «Diccionario»,[1]dice que en Popayán se dedicó con verdadero apostolado, a la predicación, a la realización de beneficios públicos, a la reparación de templos, con su dinero personal; y Mendiburu[2]afirma que el obispo gastó 20,000 duros en la reducción de algunas tribus de bárbaros y en misiones; agregando Torres Saldamando[3]que ese gasto fue mayor de 29.000 pesos. Tal vez envió esas sumas sin salir de Lima por el hecho de percibir la cuarta episcopal de los diezmos de Popayán.[4]

Obispo de La Paz o Chuquiago

El 25 de octubre de 1633 se despidió del cabildo secular y eclesiástico, para pasar a su nueva diócesis; y al día siguiente, acompañado del arzobispo y de la comunidad de Santo Domingo, que fueron hasta Limatambo, se dirigió a su nuevo destino. Arias de Ugarte da cuenta que fue a su obispado por octubre de 1633 sin haber recibido sus bulas que no vinieron en muchos meses después de su partida, desde el pueblo de San Pedro de los Atavillos en abril de 1636. El rey le respondió en 1638: “está bien lo del motivo por qué se detuvo en Lima el obispo de La Paz.”

Transitando para su iglesia, entró en el Cuzco el domingo 18 de diciembre, recibiéndole “la república con acompañamiento de toda la nobleza, y el Cabildo, Justicia y Regimiento con mazas y formas capitulares.” Sucedió a su paisano Pedro de Valencia, que había fallecido en 1631. Duró su mandato cinco años, visitando dos veces la diócesis. Redactó las constituciones del seminario en lo docente y en lo económico. En febrero de 1635, por escritura otorgada en La Paz, instituyó la Cátedra de Teología Moral en la Universidad de San Marcos. A 3 de marzo de 1636 escribió al rey dando cuenta del estado en que se hallaban las doctrinas de indios a cargo de religiosos, y pidiendo se ponga remedio. Siguiendo el ejemplo de Valencia celebró, del 7 al 14 de septiembre de 1638, el segundo sínodo diocesano, iniciándose las Constituciones en Lima al año siguiente, basándose en las promulgadas por Lobo Guerrero en 1613 y en las cuales colaboró con su ciencia jurídica. Declaraba: “Habiendo visto con la atención debida las Constituciones del Sínodo que celebró el Señor Obispo Dr. D. Pedro de Valencia, nuestro antecesor, en esta ciudad de Ntra.: Señora de La Paz, en 29 de junio del año de 1619, que está impresas, en letras de molde...”

En el sínodo recordaba la costumbre recibida en todo este reino de la instrucción catequética diaria al atardecer.[5]

Evaluación de su obra en la sociedad y en su tiempo

Las recomendaciones de los arzobispos Mogrovejo, Lobo Guerrero y Arias de Ugarte, de los Cabildos eclesiástico y secular, y de la Universidad, exponen el sentir general que desde su juventud tenía la sociedad en su tiempo, lo mismo que la confianza que le demostraron para darle cargos de relevante importancia y el cumplimiento que realizó.

Testimonios contemporáneos antes de su elevación a la dignidad episcopal son altamente significativos. Antonio de León Pinelo,[6]en el escrito defendiendo a la Universidad de San Marcos, solicitando el cierre de la de Chuquisaca,[7]en 1625 ante el Consejo de Indias, al exponer los méritos señala a Feliciano de Vega como: uno de los eminentes sujetos que hay en las Indias y España, tanto por sus letras cuanto por su virtud, catedrático de Vísperas y hoy de Cánones por el Claustro, y sin oposición que no la tuvo su persona y partes. Fray Buenaventura de Salinas (Lima, 1592- Cuernavaca, México, 1653), O.F.M. en su «Memorial de las historias del Nuevo Mundo», impreso en Lima en 1630, recoge en elogiosas y retóricas frases toda la admiración que despertó en sus contemporáneos:

“El Doctor Feliciano de la Vega, Chantre de esta santa Iglesia Catedral de los Reyes, Provisor y Vicario general de todo su Arzobispado en sede vacante, Juez Metropolitano de apelación de los Obispados sufragáneos, y Ordinario del Santo Oficio, ha veinte y dos años que está leyendo la Cátedra de Prima de Cánones y habiéndose jubilado, todo Claustro pleno, le pidió y rogó prosiguiese leyendo, tanto al gran bien, que se sigue a la Universidad por la autoridad de su persona, y la que con leer le da a la dicha Cátedra; y por el finito grande que se sigue de su erudición y enseñanza, con lo que ha mostrado la experiencia, y por ser sus partes tan aventajadas, y su proceder tan ejemplar, con la cual sin oposición alguna, porque nadie se la pudo hacer a su virtud, y grandes letras, está honrando esta Cátedra ... Criollo de esta ciudad de Lima, en cuyos hombros y experiencia ha cargado siempre todo el Gobierno Eclesiástico de este Arzobispado, y Reino, haciéndole su Provisor los Arzobispos, y escogiéndolo por su Asesor los Virreyes en los negocios más difíciles, y graves; por la luz, y expedición acertada que les da.”

El agustino padre Calancha, graduado en la Universidad de San Marcos, “alaba al criollo de esta ciudad, estudiante en ella, graduado en derechos y Catedrático de Prima de Leyes en que jubiló y fue eminente en ambos derechos, de gran capacidad y virtud... Este ilustre varón, fundó la Cátedra de Prima de Teología Moral.”

Francisco de Echave y Assuen escribe: “Varón el más consultado de los tribunales, oráculo de virreyes y audiencias, maestro universal del Perú, cuyos discípulos mantuvieron el magisterio en las ciencias... En Lima vivirá eternamente su memoria; pues sus dotaciones ilustres vocean no menos su generosidad que su nombre.”[8]

Gaspar Escalona Agüero,[9]autor del «Gazophilacium Regium Peruvicum», ensalza al letrado y canonista, al que llama su maestro por ser letrado insigne, afamado teólogo y perito en cánones. Lorenzana en «Concilios de México», lo llama “varón de vastísima literatura.”[10]Don Pedro de Peralta y Barnuevo[11]en «Lima fundada» lo elogia en los siguientes términos: “aquél que admiras; ese el soberano genio, que será de Lima, ilustre honor: —el grande Feliciano, Santo en lo que obre, —sabio en lo que imprima.”

En la relación de arzobispos catedráticos de la Universidad de San Marcos, 1786, figura el Dr. Vega: “nació en Lima para honra suya, dirección de sus Virreyes, Gobierno de sus Tribunales Eclesiásticos y Seculares, para Maestro Universal del Perú, para Oráculo de su tiempo, para lustre i grande de la Academia Limana, para decoro del Sacerdocio, para modelo de Prelados y para el ejemplar más ajustado de Doctrina.”

Entre los exponentes de la Ilustración continúa gozando de fama: en elenco de los clérigos catedráticos de cánones coloca en primer lugar al Dr. Feliciano, e Hipólito Unánue[12]menciona al «inmortal prelado». Don Manuel de Mendiburu recoge las anteriores alabanzas en su erudito «Diccionario histórico-biográfico», en el siglo XIX. Don José Toribio Polo publicó en la «Revista Americana», un artículo con notas sobre don Feliciano.[13]En el siglo XX, José Riva-Agüero,[14]y Jorge Basadre[15]lo citan como docto canonista; pero el que escribe –con mayores datos largas páginas sobre “el ilustre Rector y filántropo,” es el doctor Luis Antonio Eguiguren.[16]Según Vargas Ugarte S.J.,[17]“se trata de uno de los más celebrados juristas y canonistas que florecieron en el Perú.”

“Fue figura egregia de la historia eclesiástica indiana descendiente de juristas y militares... La docencia habría sido su destino definitivo si no hubiera abrazado el estado eclesiástico,” anota el historiador de las misiones, el jesuita Ángel Santos.[18]

La figura notable de don Feliciano de Vega se esfuma con el correr de los años, a pesar de su relevante actuación. Fue sostenedor de la preeminencia de los criollos, nacidos en Lima y en este Reino, para que ocuparan los cargos eclesiásticos y cátedras universitarias. El más importante jurista criollo, como lo reconocen Solórzano, Villarroel y De la Peña. Se destacó como alumno y maestro competentísimo, reconocido por sus alumnos y por el claustro. Aunque nominalmente recubrió tres sedes episcopales, sólo trabajó intensamente en La Paz; sin embargo, su larga experiencia como provisor y vicario general, y gobernador del mismo en sede vacante y en la prolongada visita pastoral de Arias Ugarte, demuestran su capacidad y eficiencia en las funciones y tareas episcopales.

Arzobispo de México

Al fallecer Arias de Ugarte en enero de 1638, el Cabildo de Lima pidió que él fuese su sucesor, pero ya en Madrid habían dispuesto su promoción a México. El 19 de marzo llegó al Callao y fue recibido el día siguiente en Lima con repique de campanas, por los Cabildos secular y eclesiástico y la Universidad, visitándole el virrey. En su paso por la ciudad de Los Reyes, el Cabildo le franqueó el pontifical para administrar órdenes a 10 de octubre 1639.

En julio o agosto de 1639 enfermó e hizo llamar a fray Martín de Porres, fraile lego dominico en el convento de Santo Domingo de Lima, quien lo curó, según testimonio de su sobrino fray Cipriano de Medina O.P. Surgió una buena amistad, ofreciendo llevarlo a México, distinguiéndole con simpatía, bondad y entusiasmo, visitándole en sus últimos días, y cargando su féretro en el claustro del convento dominico en noviembre de ese año.

Solicitó al virrey Marqués de Mancera licencia para pasar al puerto de Acapulco el 24 de enero de 1640. El «Diario» de Mugaburu dice que se embarcó para México en el Callao el 10 octubre 1640. Murió el 29 de junio de 1641 en el puerto de Mazatlán, aunque el obispo Villarroel dice que fue en la soledad de una granja al proseguir para México, habiéndole robado sus criados “hasta los vestidos con que murió, porque no murió en la cama. Envuelto el cadáver consagrado de un Prelado tan ilustre, y de tan rara virtud, en una manta de algodón, volvieron los sacrílegos autores del primer robo a quitarle las medias, que habían olvidado.”

Su cadáver fue conducido a México, por disposición de Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla y virrey de México. Fray Diego de Córdova resalta “los grandes concursos, cuantiosos gastos, la asistencia de los ministros, el aplauso de todos los estados, las aclamaciones de Justo y amigo de Dios con que fue sepultado después de muchos días, aquel no cadáver sino antiguo tabernáculo de castidad” en la Catedral de México.

“Las limosnas de este Gran Prelado exceden a la herencia, reconociéndose un maravilloso aumento en la hacienda que heredó de sus padres. Transcurso de los tiempos han sepultado algunas obras suyas; pero sin embargo las que se saben recomiendan no poco sus piadosas liberalidades. En su primera iglesia de Popayán gastó más de veinte mil pesos. Fundó tres capellanías de 300 pesos cada una para tres clérigos pobres que asistiesen en su nombre en la Catedral de los Reyes.

Dotó en ella la fiesta do San Feliciano y que en este día se diesen dotes a dos doncellas pobres de 450 pesos cada uno. Fundó la Cátedra de Prima y Teología mayores de esta Universidad para que la obtuviesen los Religiosos de Santo Domingo, con 600 pesos de renta. Instituyó en el Convento Grande del Rosario dos capellanías una de 100 pesos y otra de 500. Dio a sus hermanas y primas 180 pesos para que tomasen estado. Finalmente después de haber consumido mucho caudal en obras piadosas no hallaron a la hora de la muerte 800 mil pesos en oro, que tenía provenidos para destinos semejantes, informa la Universidad en 1786.[19]


NOTAS

  1. Antonio de Alcedo (Quito, Ecuador: 1735-1812), “Diccionario geográfico-histórico de las Indias Occidentales ó América: es á saber: de los Reynos del Perú, Nueva España, Tierra Firme, Chile y Nuevo Reyno de Granada. Con la descripción de sus provincias, naciones, ciudades, villas, pueblos, ríos, montes, costas, puertos, islas, arzobispados, obispados, audiencias, vireynatos, gobiernos, corregimientos, y fortalezas, frutos y producciones; con expresión de sus descubridores, conquistadores y fundadores: conventos y religiones: erección de sus catedrales y obispos que ha habido en ellas: y noticia de los sucesos más notables de varios lugares: incendios, terremotos, sitios, é invasiones que han experimentado: y hombres ilustres que han producido”, Volumen 5 en la Imprenta de Benito Cano, Madrid 1789.
  2. Manuel de Mendiburu (1805-1885). Político e historiador peruano nacido en Lima, alumno de la Universidad de San Marcos, diplomático y activo en la vida política. Organizó el Archivo Nacional de Lima que conserva su obra monumental: “Diccionario histórico-biográfico del Perú” (1874-85).
  3. Enrique Torres Saldamando (1846-1896) fue un erudito polígrafo peruano. Entre sus obras se recuerdan: Libro primero de Cabildos de Lima, (París: Imprimerie P. Dupont, 1900). Cabildo, Nicanor Boloña, and Pablo Patrón. Los antiguos jesuitas del Perú: biografías y apuntes para su historia, Imprenta Liberal, Lima 1882. Apuntes Históricos sobre las Encomiendas en el Perú (Reedición Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1967). Cf. Alejandro Lostaunau Ulloa, Enrique Torres Saldamando, historiador y bibliógrafo olvidado. Feniz, 1958.
  4. Emilio Lisson, La Iglesia de España en el Perú V (Sevilla: Editorial Católica Española, 1943) 152. Rubén Vargas Ugarte, “Episcopologio de las Diócesis del antiguo Virreinato del Perú, desde sus orígenes hasta mediados del siglo XVI”, El Amigo del Clero, (julio 1939), 51. CEHILA, Historia general de la Iglesia en América Latina VII (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1981), 141. Juan de Solórzano y Pereyra, Política indiana (Madrid: Fundación José Antonio Castro, 1996) libro 49 cap. 8. Rubén Vargas Ugarte, Historia del Perú. Virreinato - Siglo XVII (Lima/Buenos Aires: Talleres Gráficos de A. Baioco y Cía, 1953) 243. Antonio Alcedo, Diccionario histórico-geográfico de las Indias Occidentales o América (Madrid: Imprenta de Benito Cano, 1789).
  5. Emilio Lisson, La Iglesia de España en el Perú IV (Sevilla: Editorial Católica Española, 1943), 163, 172. Diego Esquivel y Navia, Noticias cronológicas de la gran ciudad del Cuzco II (Lima: Fundación Augusto N. Wiese, 1980), 66. Pedro Borges, Historia de la Iglesia en Hispanoamericana e Islas Filipinas II (Madrid: BAC, 1992) 551-2, 560 y 568. CEHILA, Historia general de la Iglesia en América Latina VIII (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1981), 87 y 96.
  6. Antonio Rodríguez de León Pinelo (ca. 1595 - 1660), historiador y jurista español. Hacia 1622 llegó a Madrid junto con su hermano Diego (que estudiaría en la Universidad de Salamanca). En 1624 el Consejo de Indias le encargó la recopilación de las Leyes de Indias, que habrá terminado diez años después.
  7. En Chuquisaca (actual Sucre en Bolivia) funcionaba la Real y Pontificia Universidad Mayor de San Francisco Javier
  8. Francisco Echave y Assu, La Estrella de Lima (Amberes: J.B. Verdussen, 1688), 134.
  9. La Plata (hoy Sucre, Bolivia) 1590 – Santiago de Chile: 1650. Fue oidor de la Audiencia de Chile.
  10. Francisco Antonio de Lorenzana y Butrón, fue arzobispo entre 1788 y 1771), siendo luego trasladado a Toledo (España).
  11. Pedro de Peralta Barnuevo Rocha y Benavides (Lima, 26 de noviembre de 1663-Ibídem, 30 de abril de 1743) fue un astrónomo, poeta, erudito de amplísima cultura y conocedor de numerosas lenguas antiguas y de su tiempo, sabio y polígrafo peruano. Contaba en su biblioteca con obras que revelan una curiosidad omnímoda: gramática, literatura, historia, astronomía y metalurgia, y un largo etcétera. Fue rector de la Universidad de San Marcos.
  12. José Hipólito Unanue y Pavón (Arica, Virreinato del Perú, 13 de agosto de 1755 - Cañete, 15 de julio de 1833) fue un médico, naturalista, meteorólogo, catedrático universitario, político, reformador de la medicina y fundador de la escuela de medicina de San Fernando, actualmente facultad de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Destacó también como miembro de la Sociedad de Amantes del País y colaborador del Mercurio Peruano, y colaborador de los virreyes en sus planes del desarrollo del Perú.
  13. José Toribio Polo, “Efemérides peruanas”, Revista Americana N° 6, (diciembre 1891).
  14. José de la Riva-Agüero y Osma (1885-1944), historiador peruano y político (primer ministro del Perú y alcalde de Lima; entre sus obras está “La Historia en el Perú”. En España pasó buen tiempo investigando en los archivos históricos, lo mismo que en París y Roma. Se movió en el campo de un cierto integrismo católico tradicionalista.
  15. Jorge Basadre Grohmann (Tacna, 12de febrero de 1903-Lima, 29 de junio de 1980) historiador peruano de la etapa republicana y contemporánea del Perú, catedrático y director de la Biblioteca Nacional del Perú, autor de “Historia de la República del Perú” (1939-1968) con 16 tomos.
  16. Luis Antonio Eguiguren Escudero (Piura, 21 de julio de 1887 - Lima, 15 de agosto de 1967) historiador y político peruano con altos cargos de máxima responsabilidad. Fue director del Archivo General de la Nación (1914) y miembro de varias Academias de la Historia. Su abundante producción bibliográfica estudia entre otros la historia universitaria del Perú y su cultura.
  17. Rubén Vargas Ugarte (Lima, 22 de octubre de 1886 - Lima, 14 de febrero de 1975), sacerdote jesuita e historiador peruano. Rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú y director de la Biblioteca Nacional de Lima. Destaca la monumental “Historia General del Perú”, escrita por él hasta el volumen X, además de otras obras sobre la historia de la religión en el Perú y sobre el período virreinal.
  18. Ángel Santos S.J. ha sido un renombrado especialista en historia de las Misiones y catedrático en las Universidades Gregoriana de Roma y de Comillas de Madrid.
  19. Emilio Lisson, La Iglesia de España en el Perú IV (Sevilla: Editorial Católica Española, 1943), Catálogo N* 1820. José Manuel Bermúdez, Anales de la Catedral de Lima 1534-1824 (Lima: Imprenta del Estado, 1903), 58. Proceso de canonización de fray Martín de Porres. Proceso Diocesano, años 1660,1664, 1671. I. (Palencia: Secretariado «Martín de Porres», 1960), 90-1, 312 y 328. José Antonio del Busto Duthurburu, San Martín de Porras: Martín de Porras Velásquez (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1992), 253-4. Diego de Córdova y Salinas, “Teatro de la Iglesia Metropolitana de los Reyes”, en Biblioteca Histórica Peruana VII (Lima: Privately printed, 1958). Gaspar de Villarroel, Gobierno eclesiástico pacífico o unión de los dos cuchillos Pontificio y Regio (Quito: s.e., 1942).


FUENTES

“Anales De La Catedral De Lima: 1551-1852”. En Biblioteca Histórica Peruana VII, editado por Rubén Vargas Ugarte. Lima: Privately printed, 1958. Bermúdez, José Manuel. Anales de la Catedral de Lima 1534-1824. Lima: Imprenta del Estado, 1903. Bustamante, Baltasar de. Primicias del Perú en Santidad, Letras, Armas, Gobierno y Nobleza. Año de 1640. Iquitos: Tibesar, 1992. Calancha, Antonio de la. Historia de la Universidad de San Marcos hasta 1647. Lima: Imp. de La Tradición, 1921. Córdova y Salinas, Diego de. “Teatro de la Iglesia Metropolitana de los Reyes”. En Biblioteca Histórica Peruana VII, editado por Rubén Vargas Ugarte. Lima: Privately printed, 1958. Esquivel y Navia, Diego. Noticias cronológicas de la gran ciudad del Cuzco I. Lima: Fundación Augusto N. Wiese, 1980. Lee, Bertram y Bromley, Juan (eds.). Cabildos De Lima. Lima: Torres Aguirre/Sanmartí, 1935. León Pinelo, Antonio de. Por la Real Universidad y Escuelas generales de San Marcos de la ciudad de Lima. Lima: Ed. Eguiguren, 1940. Lisson, Emilio. La Iglesia de España en el Perú. Tomos I-V. Sevilla: Editorial Católica Española, 1943. Ocaña, Diego. A través de la América del Sur. Madrid: Historia 16, 1988.

Proceso de canonización de fray Martín de Porres. Proceso Diocesano, años 1660,1664, 1671. I. Palencia: Secretariado «Martín de Porres», 1960.

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JOSÉ DAMMERT BELLIDO Obispo emérito de Cajamarca ©Revista Peruana de Historia Eclesiástica, 4 (1995) 21-53