DESCUBRIMIENTO Y EVANGELIZACIÓN; Conciencia de Isabel la Católica

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Plena conciencia de la Reina sobre la importancia del Descubrimiento

Las tres naves que habían salido del puerto de Palos el 3 de agosto de 1492, llegaban el 12 de octubre frente a las Antillas. Se había descubierto el Nuevo Mundo. “En su buenaventura se descubrieron e fueron halladas las Indias”.[1]La Reina Católica podía ya exultar de gozo, y así nos la presenta pocos años después fray Bartolomé de las Casas, cuando ya eran realidad las primeras esperanzas, no exentas de zozobra. Dice el fraile dominico:

“He deseado muchas veces ... tener nueva gracia y ayuda de Dios... para encarecer y declarar dos cosas: la una es el servicio inefable que el descubrimiento hizo a Dios y bienes universales a todo el mundo, señaladamente a la cristiandad; más singularmente a los castellanos... si cognosciéramos los dones de Dios; la otra, es la estima y precio en que la serenísima Reina doña Isabel, digna de inmortal memoria, tuvo este descubrimiento de tantas y tan simples, pacificas, humilísimas y dispuestas para todo bien, humanas naciones, por los incomparables tesoros e incorruptibles espirituales riquezas para la gloria del Todopoderoso Dios y encumbramiento de su santa fe cristiana y dilatación de su universal Iglesia, con tan copioso fructo y aprovechamiento de las ánimas, que, en sus días si fueren largos y después dellos creyó de cierto y esperó, como cristianísima, habían de suceder.

Pluguiese a Dios que todos los católicos reyes, sus sucesores, tengan la mitad del santo celo y cuidado infatigable que destos divinos y celestiales bienes, su Alteza la Católica Reina, tenía... Deste santo celo, deste intenso cuidado, deste contino sospiro, desta grande y meritoria voluntad de la dicha Señora, muy alta Reina doña Isabel, darán testimonio las provisiones Reales... que para en favor destas gentes y para la conservación y salvación dellas mandó proveer y algunas cosas que dijo y hizo, como abajo se mostrará...”.[2]

El mismo Padre Las Casas, al describir el recibimiento hecho por los Reyes y la Corte a Colón y su séquito en Barcelona (abril de 1493), escribe:

“¿Quién podrá referir las lágrimas que de los Reales ojos salieron, de muchos Grandes de aquellos Reinos..., cómo se comenzaron unos a otros a animar y a proponer en sus corazones de venir a poblar estas tierras y ayudar a convertir estas gentes? Porque oían y vían que los serenísimos Príncipes, y singularmente la sancta Reyna doña Isabel, que, por palabras y las muestras de sus heroicas obras daban a todos a conoscer que su principal gozo y regocijo de sus ánimas procedía de ver que habían sido hallados dignos ante el divino acatamiento, de que con su favor y con los gastos, (aunque harto pocos) de su Real Cámara, se hubiesen descubierto tantas infieles naciones, y tan dispuestas que, en sus tiempos pudiesen cognoscer a su Criador y ser reducidas al gremio de su sancta y universal iglesia y dilatarse tan inmensamente su católica fe y cristiana religión”.[3]

El mayor gozo de su reinado.

Prosigue Las Casas esta primera impresión interpretativa del gozo de la Reina Isabel por el descubrimiento, principalmente por ser de carácter espiritual:

“Grandes alegrías vinieron mientra (s) reinaron estos bienaventurados Reyes a sus reales corazones... Pero, cierto, a lo que yo he siempre sentido, el que rescibieron deste miraculoso descubrimiento, no fue mucho que aquellos inferior, antes creo que a muchos dellos en cualidad y cantidad excedió, porque iba muy fundado y cementado en la espiritualidad de la honra y gloria del divino nombre y del mucho aprovechamiento y dilatación que esperaba de la santa fe católica y de la conversión de infinito número de ánimas; mucho más, cierto, que en el reino de Granada, cuanto más grande y extendido es este Nuevo Mundo... Y siempre los gozos que son causados por Dios y van fundados en Dios, y sobre cosas espirituales, son más íntimos y más intensos y que más se sienten por las ánimas bien dispuestas, y que más duran”.[4]

Es correcta esta interpretación del gozo de la Reina Católica, porque ella misma lo escribirá así a Colón con palabras más breves: “...Vimos vuestras letras y hobimos mucho plazer en saber lo que por ellas nos escrebistes...”.[5]Y al año siguiente, en agosto del año 1494, le volvía a escribir: “Avernos ávido mucho plazer de saber todo lo que por ellas nos escrevistes y damos muchas gracias a nuestro Señor por todo ello, porque esperamos que, con su ayuda, este negocio vuestro será cabsa que nuestra santa fe católica sea mucho más acrescentada... Y visto todo lo que nos escrevistes, como quiera que asaz largamente dezís todas las cosas, de que es mucho gozo y alegría leerlas...”[6]

Añade todavía Colón un dato sobre esto mismo, relativo al puerto de Lisboa adonde arribaron de regreso arrastrados por una tormenta. Tuvo allí el Almirante contactos con las autoridades marineras, y principalmente con el monarca lusitano; y del pueblo llano, asombrado con el descubrimiento y con el espectáculo de los siete indios que llevaba Colón para mostrar a los Reyes, toma estos comentarios (en el extracto de Las Casas):

“Sabido cómo el Almirante venía de las Indias, hoy vino tanta gente a verlo y a ver los indios, de la ciudad de Lisboa, que era cosa de admiración y las maravillas que todos hacían, dando gracias a nuestro Señor y diciendo que, por la gran fe que los Reyes de Castilla tenían, y deseo de servir a Dios, que su alta Majestad los daba todo esto”.[7]

Comentarios parecidos hacían personas de mayor significación entre el estado llano: “Hoy (día 7) vino infinitísima gente a la carabela y muchos caballeros, y, entre ellos, los hacedores de Rey, y todos daban infinitísimas gracias a nuestro Señor por tanto bien y acrescentamiento de la Cristiandad que nuestro Señor había dado a los Reyes de Castilla, el cual diz que apropiaban, porque sus Altezas se trabajaban y ejercitaban en el acrescentamiento de la religión de Cristo”.[8]

Las tierras descubiertas en el primer viaje y sus habitantes.

Lo que ya ofreció Cristóbal Colón a los Reyes, en abril de 1493, era lo siguiente: el 12 de octubre se descubrió la isla de Guanahaní, o San Salvador; el 15 la Concepción o la Fernandina; el 19 la Isabela; el 30, una de las dos Antillas mayores, Cuba, a quien puso el nombre de «Juana», en honor del Príncipe heredero don Juan: “tan grande que pensé que sería tierra firme”, anota Colón; “es mayor que Inglaterra y Escocia juntas”. Añadirá después de una pasada longitudinal, el 26 de noviembre, La Española, de gran extensión: “en cerco tiene más que la España toda, desde Coliure (cerca de Perpignan), hasta Fuenterrabía en Vizcaya”.

Y otras muchas islas menores; los indios, más tarde, “nombraron por su nombre, más de ciento”.[9]Este era el descubrimiento primero, el de 1492. Por las evoluciones descubridoras que hizo Colón entonces, anduvo cerca de tierra firme: por el sur, cerca de Venezuela; y más al norte, en los dos extremos de Cuba, la Florida y la península de Yucatán.


Los pobladores.

La raza indígena, que tanto había de ilusionar a la Reina Isabel, apareció ya en Guanahaní, el primer día 12 de octubre: Desnudos, «muy bien hechos», «de muy hermosos cuerpos» y «de muy buenas caras», «cabellos gruesos y cortos», «por encima de las cejas», «de la color de canarios, ni negros ni blancos»; creo que ligeramente (fácilmente) se harían cristianos, que «me pareció que ninguna secta tenían». Eran hombres de paz, «gente mansa» y serviciales.

Los tres meses que permanció Colón entre los indios, antes de la vuelta de su primer viaje a mediados de enero de 1493, le permitieron dar a la Reina una imagen más enriquecida de sus cualidades morales y de trato o sociales, como aparece largamente documentado en su «Diario de a bordo».

La reacción de la Reina; informaciones de Colón en Barcelona

La primera reacción no fue la de contentarse con lo descubierto, sino la de proseguir la acción descubridora, al mismo tiempo que afrontar decididamente la evangelización, la civilización, la organización administrativa.

Simultáneamente continuaban las mismas acciones en el reino de Granada y en las Islas Canarias, donde ya se iba implantando la Jerarquía eclesiástica; a este esfuerzo de misión cristiana en todos los frentes, se venía a sumar ahora repentinamente la misión de las Indias, de proporciones incomparablemente mayores e ingentes sacrificios por la fe.

Los Reyes se encontraban en Barcelona, máxima distancia de Sevilla dentro de la península ibérica. Allí permanecerían aún hasta noviembre (1493); y desde allí tendrían que organizar en Sevilla la gran expedición evangelizadora que, al fin, saldría de Cádiz el 25 de septiembre de 1494. Por lo demás, estaban ya enterados del regreso de Colón, del descubrimiento por él conseguido y de su estancia en Lisboa arrastrado por la tormenta: todo ello lo supieron por la carta del Duque de Medinaceli al Cardenal Mendoza.[10]

Pronto lo sabrían también directamente por el mismo Colón, por una carta que escribió a los Reyes desde Sevilla y a la cual le contestan: “Vimos vuestras letras, y hobimos mucho placer en saber lo que por ellas nos escrebistes y de haberos dado Dios tan buen fin en vuestro trabajo... Y porque cree-mos que lo que habéis comenzado con el ayuda de Dios se continúe y lleve adelante, deseamos que vuestra venida (a Barcelona) fuese luego”[11]

Ante esta respuesta, Colón“Diose la priesa que más pudo para llegar a Barcelona, a donde llegó mediado abril, y los Reyes estaban hartos solícitos de ver su persona; y sabido que llegaba, mandáronle hacer un solemne y muy honroso recibimiento”.[12]

Hasta fines de mayo permanecerá Colón al lado de los Reyes dándoles pormenorizada cuento de todo lo acaecido en el descubrimiento:

“Otro día y después otros muchos, venía el Almirante a palacio y estaba con los Reyes muchas horas informando y refiriendo muy en particular las cosas que le acaecieron en su viaje, y todas las islas que descubrió y en qué partes y puertos dellas estuvo, la dispusión y mansedumbre destas gentes, la docilidad que dellas cognosció, y cuan aparejadas para recibir la fe, que fuesen creía, y que, a lo que él pudo entender, tenían cognoscimiento alguno de haber un Dios y Criador en los cielos”.[13]

Por su parte los Reyes le confirmaron e hicieron definitivo el nombramiento de Almirante, que le habían prometido el año anterior (30 de abril de 1492); le nombraron además Capitán General de la Armada que iba a organizarse para emprender el segundo viaje a las Indias; y, como Almirante y Capitán General, sería el jefe supremo de ella; como Virrey y Gobernador habría de ser igualmente la suprema autoridad gubernativa, judicial y militar de las Indias descubiertas y por descubrir.[14]

Particular sensación debió causarle a la Reina la lectura del «Diario de a bordo» del Almirante Colón. Muy probablemente al partir Colón de Barcelona, se lo dejó a la Reina por algún tiempo; así parece por una carta de la soberana quien, escribiendo a Colón cuatro meses después, le anunciaba la devolución del libro que le había dejado: “vos enbío un traslado del libro que acá dexastes”.[15]Escribe a este propósito el P. Las Casas:

“Cuando se partió de Barcelona el Almirante, dejó a los Reyes un libro; no pude saber qué libro fuese, sino que presumo que debía ser donde tenía colegidas muchas cosas secretas de los antiguos autores, por las cuales se guiaba, o el libro de toda su navegación y rumbos o caminos que había llevado y traído en aquel su descubrimiento y primer viaje, para que se sacase un treslado que quedase en los archivos reales, y después de tresladado quedaron de enviárselo”.[16]

Contacto inmediato con el Papa. Otorgamiento de la Bula «Inter caetera»

Todo evoluciona con suma rapidez. Llega Colón a Barcelona, no antes del 13 de abril. Inmediatamente los Reyes escriben al Papa y movilizan a sus embajadores en Roma: “Como verdaderos hijos de la Iglesia, estos bienaventurados Reyes despacharon sus correos con sus cartas”... “Los Reyes le escribían señaladamente que aquestas infieles naciones descubiertas fuesen tan aptas y dispuestas, por ser tan pacíficas y domésticas y tener algún cognoscimiento del Señor de los cielos, que a todas cosas provenía, para ser, al verdadero Dios, por la doctrina de su fe, traídas y convertidas”.[17]

La respuesta del Pontífice no se hizo esperar. El día 3 de mayo firmaba la primera de sus dos bulas «Inter caetera», que permitiría poner a punto el proyecto de la nueva expedición y poder enviar al Almirante a Sevilla, a fines de mayo, y nuevamente a las Indias a fines de septiembre.

De las bulas alejandrinas, la del 4 de mayo,[18]en su primera parte recoge una historia del primer descubrimiento cuyos textos recuerdan los del «Diario de a bordo» de Colón, resumidos por los Reyes en sus cartas de petición de la bula. El proyecto de evangelización fue el primer tema y primera resolución tomada por los Monarcas, entre las numerosas que emanarían de ellos en los meses de mayo a septiembre. Precede incluso, en cronología y orden sistemático en la bula; antes y con prelación al tema de la segunda parte del documento pontificio: la donación jurídica de las tierras descubiertas y por descubrir, hecha a los Reyes de Castilla y León, que constituye la segunda parte del documento; nada hay en él que signifique prelación y primacía de las cuestiones diplomáticas que un documento tal ha de tener, tratándose de Reyes y descubrimientos en el mar océano.

Tiene más segura importancia crítica y moral ese cargo a la conciencia que el Papa impone mediante la Bula Inter Caetera a los Reyes de Castilla: “Mandamus vobis, in virtute sanctae obedientiae, ut... ad térras et Ínsulas predictas viros probos et Deum timentes, doctos, peritos et expertos ad instruendos Íncolas, et habitatores prefatos in fide catholica et bonis moribus imbuendum, destinare debeatis”

Este será la raíz profunda y primer arranque de un futuro «Patronato de Indias», similar al de Granada, que no llegará hasta después del fallecimiento de la Reina con la bula «Universalis Ecclesiae» del Papa Julio II, en 1508. Porque Isabel la Católica no disfrutó ni conoció un Patronato y derecho de presentación en Indias, sino solamente el empuje de su propio celo apostólico, con esta añadidura papal del cargo de la conciencia.

Selección de personas para la segunda expedición

a.) Fray Bernardo Boyl. Delegado Apostólico

Apenas tiene en sus manos, en Barcelona, la bula «Inter caetera» firmada en Roma el 3 de mayo, Isabel comienza la selección e incorporación de esos “hombres probos y temerosos de Dios, doctos y expertos para la instrucción en la fe y en la moral” que le mandaba el Pontífice, iniciando con la del superior eclesiástico del equipo misionero: un Delegado Apostólico, nombrando como tal a fray Bernardo Boyl.[19]

La bula misma refleja la gestión de ambos monarcas, con una prioridad manifiesta al problema misional; porque acto seguido de recibir la citada bula, se despachan cartas al Papa y a los embajadores en Roma, sobre la propuesta de un Delegado Apostólico dotado de amplias facultades. El 7 de junio, nueva carta a los embajadores, concretando en un «Memorial» las facultades canónicas que han de solicitarse al Papa para el Delegado, nominalmente para fray Bernardo Boyl.

Este tiene que partir muy en breve de Barcelona para Sevilla acompañando a Colón, para la prepara-ción del equipo misionero; no ha tenido tiempo para obtener la conformidad de su superior, fray Francisco de Paula, cuyo Vicario es en España, para suspender esta misión y partir para las Indias. Es ésta, por tanto, una de las peticiones de la Reina a Roma: que el Papa dé esta licencia que, “a causa de la presta partida”, no ha podido dar el superior religioso del Delegado. El 27 de julio avisan los Reyes a fray Bernardo, en Sevilla, que le ha llegado ya la bula, de la cual “mucho nos ha placido, porque nos paresce que viene como cumple”.[20]

Ya antes de recibir el documento pontificio (“Vos enviamos el traslado de la bula que vino de Roma para lo que a vos toca, y vino muy bueno”), había prestado fray Bernardo Boyl el primer servicio, que significa aceptar la misión total que se le encomendaba. Se refiere a mantener la disciplina y subordinación de los colaboradores a la autoridad de Colón cuando se preparaba la armada en Sevilla y en Cádiz.

Boyl escribió a los Reyes a Barcelona: “Vimos vuestra letra (le contestaban éstos el 4 de agosto), y en servicio vos tenemos facernos saber lo que allá ha pasado; así vos rogamos lo fagáis lo que más oviere... Porque nos queremos que el Almirante de las Indias sea mucho honrado e acatado”.[21]En esto la Reina será inflexible.

El hecho era previsible, tanto más por la selecta plantilla de altos colaboradores que la Reina puso al lado de Colón para hacer posible la empresa. Esto deja claras todas las razones que tuvo la Reina para enviar un Delegado Papal, investido de autoridad: porque no era solamente el Superior religioso de un equipo de misioneros, y misionero él mismo; era la autoridad eclesiástica de aquel millar de españoles que zarpaban en diecisiete navíos a poblar las lejanas tierras descubiertas y por descubrir, a convivir con los aborígenes, y a montar un ensayo de administración a las órdenes del Almirante, Virrey y Gobernador. A eso iba el recogido ermitaño, apóstol y reformador; pero también con experiencia diplomática en la pacificación de los hombres.[22]

b.) Don Juan Rodríguez de Fonseca.

Es uno de los selectos de la Reina Isabel; ahora la Soberana va a dedicarle por entero a la empresa de Indias. Sacerdote, obispo y organizador de las Armadas. Ostentará el más alto cargo en la empresa de Indias como adjunto a Colón y Apoderado de los Reyes. Colón y Fonseca reciben de ellos un «Poder conjunto» para preparar la expedición de 1493.[23]Este eclesiástico, entonces arcediano de Sevilla y Capellán de la Casa de la Reina, ha de ser un hombre muy hecho al servicio de Dios; de su plena confianza como tal, y como hombre que haya de poner las manos no solamente en las Armadas, sino en la empresa total de Indias, que, para ella, es predominantemente misional, y donde todas las fuerzas organizadas han de tender y confluir.[24]

c.) Fray Antonio de Marchena.

Evangelizador escogido personalmente por la Reina. Desde Barcelona, le escriben los Reyes una carta, con fecha 5 de setiembre de 1493:

“...querríamos que por servicio de Dios e nuestro fuésedes con él (Colón) este viaje para estar allá por algunos días; e Nos vos rogamos y encargamos que vos dispongáis para ello y vais con el dicho nuestro Almirante; que demás de servir en ello a Dios, nosotros recibiremos de vos señalado servicio; y Nos escrivimos al provincial y al custodio desa provincia... que vos den licencia para ello; bien crehemos que lo farán; y esto poned en obra, en lo qual mucho servicio nos fareis. De Barcelona a V de setiembre de XCIII años”.[25]

Ha pasado un mes y medio de conversaciones con Colón, con fray Boyl, con Juan Rodríguez Fonseca. Todo ha tenido que ser programado en Barcelona, donde los Reyes se encuentran casi todo el año 1493. La expedición atlántica, sin embargo, ha de ser preparada en los puertos de Sevilla y Cádiz. Para allá deberán, por lo mismo, partir Colón y Fonseca a primeros de junio. Es el momento de redactar las «Instrucciones», que son la programación de la empresa: primero, en lo espiritual.

A esto se dedica el capítulo primero y el más extenso del documento: “Y porque las cosas espirituales, sin las temporales non pueden luengamente durar, terna el dicho Almirante... en las otras cosas la orden siguiente” (siguen los restantes capítulos de la citada «Instrucción»). Y en lo espiritual, donde es el comienzo y el énfasis del documento: “plaze mucho a Sus Altezas, porque en todo es razón que se tenga principalmente respecto al servicio de Dios, nuestro Señor, e ensalzamiento de nuestra santa fe católica”.

El Almirante lleva a las Indias plenos poderes, rigurosamente intimados por la Reina a todos los subalternos españoles como Virrey y Gobernador. Por tanto, como a los Reyes el Papa les encarga y manda en virtud de santa obediencia, ellos a Colón personalmente “mandan e encargan … por todas las vías e maneras que pudiere, procure y trabaje a traher a los moradores de las dichas islas e tierra firme, e que se conviertan a nuestra santa fe católica.”

Es cargo y deber personal de Colón en este texto fundamental, que lo es también fundacional de la misión católica de Indias. Y así, “para ayuda a ello” envían a fray Bernardo Boyl y le dicen, a él y a los otros Religiosos “que el dicho Almirante consigo ha de llevar”. Se le anota allí también que la misión puede comenzar desde el momento en que “allá sea llegado Dios, queriendo”; el primer canon de los métodos misionales, de tan larga y profunda historia en América, es el de la lengua en que se haya de adoctrinar.

En el caso, no es la lengua indígena, porque no hay preparación en estos primeros misioneros que van; pero lo puede ser ya la lengua castellana con intérpretes indios: los siete que ha traído Colón hasta Barcelona (que serán bautizados antes del regreso a su patria); y así expresa la Instrucción, que los religiosos puedan ya adoctrinar “por mano e yndustria de los yndios que acá vinieron … pues ellos sabrán y entenderán ya mucho de nuestra lengua, e procurando de les ynstruir en ella lo mejor que ser pueda”. La intención manifiesta de la Reina, es que la misión católica comience sin dilación.

Por el tenor de esta «Instrucción» de los Reyes a Colón, el Almirante irá impartiendo las suyas a las huestes de Hojeda; y el propio Margarit las habrá de ir multiplicando en otros mandos a sus órdenes en la expedición de Cuba.[26]

Tal fue el proceso real sobre el terreno, que siguieron las «Instrucciones» de los Reyes, redactadas en Barcelona el 29 de mayo de 1493. Años más adelante sancionará Las Casas: “Cerca deste cuidado del buen tractamiento y conversión destas gentes, siempre fue la bienaventurada Reina muy solícita”.[27]

NOTAS

Importante: los textos documentales citados los hemos transcrito tal cual aparecen en los documentos en sus aspectos gramaticales y sintácticos de la lengua castellana usada entonces.


  1. ANDRÉS BERNÁLDEZ, Memorias del reinado de los Reyes Católicos, cap. COI. Edic. Crítica de Manuel Gómez Moreno y Juan de Mata Carriazo, Madrid, 1962, p. 486.
  2. FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, Historia de las Indias, texto original en BN. Madrid Ms. Res. 21-23, 3 vv.
    Edic. Crítica de Juan Pérez de Tudela, I (BAE, tomo 95, Madrid, 1957), cap. LXXVII, p. 229-230.
  3. LAS CASAS, Historia de las Indias, l, cap. 78, p. 234.
  4. LAS CASAS, o.c., I, pp. 234-235.
  5. 1493, marzo 30. Barcelona.
    Carta mensajera de los señores Reyes Católicos a D. Cristóbal Colón, complaciéndose del buen suceso de su primer viaje, encargándole que acelere su ida a la Corte, y que deje dadas las disposiciones convenientes para volver luego a las tierras que había descubierto.
    AGÍ, Patr. 295, n.° 99. Arch. de Veragua. Original.
    Edic. MARTÍN FERNÁNDEZ NAVARRETE, Colección de viajes y descubrimientos..., III, Madrid, 1859, doc. XV, pp. 27-28. (CIC, tomo XIII, doc. 1533, pp. 42-43).
  6. 1493, agosto 4. Barcelona.
    Carta mensajera de los Reyes a fray Boyl, remitiéndole traslado de la Bula "Piis fidelium "del Papa para su gobierno, y encargándole avise de cuanto ocurra.
    AGÍ, Patr. 9, R.° 1. fol. 51r-51v. Original.
    Edic. MARTÍN FERNÁNDEZ NAVARRETE, Colección de documentos referentes a ¡apersona, viajes y des-cubrimientos del Almirante don Cristóbal Colón, II, Madrid, 1859, doc. LX, pp. 100-101. (CIC, tomo XIII, doc. 1557, pp. 117-118).
  7. CRISTÓBAL COLÓN, Diario de a bordo, 6 de marzo (Extracto de Las Casas).
  8. CRISTÓBAL COLÓN, Diario de a bordo, 7 de marzo, fol. 66 r. BN. Ms., v. 6, n.° 7. Edic. crítica de Carlos Sanz
    (Madrid, 1962).
  9. CRISTÓBAL COLÓN, o. c, fol. 11 r.
  10. 1493, marzo 19. Cogolludo.
    Carta del Duque de Medinaceli al gran Cardenal de España, don Pedro González de Mendoza, manifestándole que por haber tenido en su casa dos años a Colón y enviádoselo a la Reina, fue causa del descubrimiento de las Indias; y que por tanto se le permitiese enviar a ellas cada año algunas carabelas suyas.
    AGS, Carpeta de Ológrafos. Original.
    Edic. MARTÍN FERNÁNDEZ NAVARRETE, Colección de viajes y descubrimientos..., II (Madrid, 1859), doc. XIV, pp. 26-27. (CIC, tomo XIII, doc. 1536, pp. 50-51).
  11. 1493, marzo 30. Barcelona.
    Carta mensajera de los señores Reyes Católicos a D. Cristóbal Colón, complaciéndose del buen suceso de su primer viaje, encargándole que acelere su ida a la Corte, y que deje dadas las disposiciones convenientes para volver luego a las tierras que había descubierto.
    AGÍ, Patr. 295, n.° 99. Arch. de Veragua. Original.
    Edic. MARTÍN FERNÁNDEZ NAVARRETE, Colección de viajes y descubrimientos..., III, Madrid, 1859, doc. XV, pp. 27-28. (CIC, tomo XIII, doc. 1533, pp. 42-43).
  12. Para este recibimiento, dice Las Casas, "salió toda la Corte y toda la ciudad, que no cabían por las calles, admirados todos de ver aquella veneranda persona ser de la que se decía haber descubierto otro mundo, de ver los indios y los papagayos y muchas piezas y joyas que llevaba, descubiertas, de oro y que jamás no se habían visto ni oído.
    Para le rescibir los Reyes con más solemnidad y pompa, mandaron poner en público su estrado y solio real, donde estaban sentados, y junto con ellos el Príncipe don Juan, en grande manera alegres, acompañados de muchos grandes señores, castellanos, catalanes, valencianos y aragoneses, todos aspirando y deseosos que ya llegase aquel que tan grande y nueva hazaña, y que a toda la Cristiandad era causa de alegría, había hecho.
    Entró, pues, en la cuadra donde los Reyes estaban acompañados de multitud de caballeros y gente nobilísima, entre todos los cuales, como tenía grande y autorizada persona, que parecía un senador del pueblo romano, se señalaba, su cara veneranda, llena de canas y de modesta risa, mostrando bien el gozo y gloria con que venía. Hecho grande acatamiento primero, según a tan grandes príncipes convenía, levantáronse a él como a uno de los señores grandes, y después, acercándose más, hincadas, suplícales que le den las manos; rogáronse a se la dar, y besadas, con rostros letísimos, mandáronle levantar, y lo que fue suma de honor y mercedes de las que Sus Altezas solían a pocos grandes hacer mandáronle traer una silla y asentar ante sus reales presencias.
    Referidas con gran sosiego y prudencia las mercedes que Dios, en ventura de tan católicos reyes, en su viaje le había hecho, dada cuenta particular, la que el tiempo y sazón padecía, de todo su camino y descubrimiento... mostradas las cosas que traía, que no habían sido vistas, sacada la gran muestra de oro en piezas labradas, aunque no muy polidas, y muchos granos gruesos y menudo por fundir, como se sacaba de la tierra, que traía, y certificando la infinidad que se mostraba en aquellas tierras haber, y confianza que tenía que en sus tesoros reales se había de reponer, como si ya debajo de sus llaves lo dejara cogido, y asimismo, lo que más de ponderar y precioso tesoro era, la multitud y simplicidad, mansedumbre y desnudez y algunas costumbres destas gentes y la disposición aptísima y habilidad que dellas cognosció para ser reducidas a nuestra santa y católica fe, de las cuales estaban presentes los indios que consigo llevó; todo lo cual oído y ponderado profundamente, levantáronse los católicos y devotísimos príncipes, y hincan las rodillas en el suelo, juntas y alzadas las manos, comienzan adarde lo intimo de sus corazones, los ojos rasados de lágrimas grandes gracias al Criador. Y porque estaban los cantores de su capilla real proveídos y aparejados, cantan Te Deum laudamus; responden los ministriles altos, por manera que parecía que en aquella hora se abrían y manifestaban y comunicaban con los celestiales deleites..." (LAS CASAS, Historia de las Indias, I, cap. LXXVIII, pp. 233-234).
  13. LAS CASAS, o. c, I, cap. LXXIX. p. 235.
  14. Provisión Real nombrando a Colón Capitán General de la Armada. Barcelona, 28 de mayo de 1493 (AGÍ, Patr. 295, Veragua, R.° 11).
  15. Cédula de la Reina Católica a Cristóbal Colón, por la que se le comunica el envío con ella de un traslado del libro que les había dejado, le ruega que "e mande la carta de marear que estaba preparando, y que no dilate su partida para las Indias: "por servicio mió deys grand priesa de vuestra partida" (AGÍ, Patr. 295,20. Original. CIC, tomo XIII, doc. 1561, pp. 124-125; LAS CASAS, Historia de las Indias, I, cap. LXXIX, p. 245).
  16. LAS CASAS, História, I, cap. LXXIX, pp. 235-236.
  17. LAS CASAS, id., id., p. 237.
  18. En el AGI, Patronato, legajo 1, ramo 3 se encuentra un ejemplar de esta Bula.
  19. A. BACHILLER MORALES, Historia de América: Fray Bernardo Boyl. Disquisiciones sobre las variantes de su nombre. Revista de Cuba: P. FIDEL FITA, Fray Bernardo Boy y Cristóbal Colón. Nueva colección de cartas reales, etc., en BAH, 19 (1891) p. 173, ss. Id., Fray Bernardo Boyl, o el primer Apóstol del Nuevo Mundo. Colección de documentos raros inéditos relativos a este varón ilustre, en "Boletín histórico", Madrid, 1884; Id., Fray Bernardo Boyl y Cristóbal Colón, Nueva colección de cartas reales enriquecida con algunas inéditas, en BAH. 79 (1981), p. 115; P. CASTAÑEDA, Boyl, Ber-nardo, en "Dic. de hist. ecl. de Esp.", I, Madrid, 1972, pp. 281-282.
  20. 1493, agosto 4. Barcelona.
    Carta mensajera de los Reyes a fray Boy l, remitiéndole traslado de la Bula "Piis fidelium "del Papa para su gobierno, y encargándole avise de cuanto ocurra.
    AGI, Patr. 9, R.° 1. fol. 51r-51v. Original.
    Edic. MARTÍN FERNÁNDEZ NAV ARRETE, Colección de documentos referentes a ¡apersona, viajes y des-cubrimientos del Almirante don Cristóbal Colón, II, Madrid, 1859, doc. LX, pp. 100-101. (CIC, tomo XIII, doc. 1557, pp. 117-118).
  21. Carta de los Reyes a Fr. Bernardo Boyl a Sevilla. Barcelona, 27 de julio de 1493 (AGÍ. Patr., Leg. 9, R.° 1, fol. 47v. Edic. MARTÍN FERNÁNDEZ NAVARRETE, Colección..., II, 1859, p. 89).
  22. Sobre la salida de fray Boyl para las Indias, llegada a La Española, primeros apostolados y comienzos de la evangelización, nos remitimos a los datos de su propia correspondencia epistolar con Arnaldo Deseos, Bibl. Acad. De la Historia, Col. de Juan Bta. Muñoz, tomo 6, ff. 40-163v (Cf. Catálogo, I, Madrid, 1954, n.° 32, p. 32); JAIME CARESMAR, Noticias del V. P. Fr. Bernardo Boyl, Monge (sic) del célebre monasterio de Santa María de Montserrat, primer predicador del Santo Evangelio v Vicario Apostólico de las Indias Occidentales (Bibl. Acad. Hist., Col. Muñoz, 6, ff. 14-32; edic. de las Noticias, en "Anal. Montserratensia", i (1918) pp. 345-373).
    Una carta suya a los Reyes llevó en manos propias Antonio de Torres, en febrero de 1494, enviado de Colón; éstos le contestan encantados de aquellas primeras noticias: "Lo que de allá aveys sabido y conoscido vos lo dezís tan bien dicho que nos da mucho plazer". Pero en la misma carta Boyl les ha comunicado su deseo de volverse a España porque la falta de conocimiento mutuo de la lengua hace muy lenta la evangelización. La Reina Isabel a línea seguida, y como si no hubiera terminado de leer su carta, escribe: "Por servicio nuestro que esto no se haga por agora en manera alguna... Vuestra estada allá es muy necesaria y provechosa por agora para muchas cosas". Pero Boyl insistirá, y acabará poniendo serias razones de salud, y le permitirán venirse meses más tarde, en noviembre de 1494: "Fray Boyl es venido aquí (Madrid, 2-II-1495) de las dichas islas, doliente, de manera que no puede volver allá". La Reina, con mucha presteza, anda buscando ahora acertar en la elección de la persona para un cargo tan fundamental en la empresa evangelizadora (1495).
    De regreso a España, el Papa le nombrará su Nuncio en la Corte de los Reyes Católicos: "in tanto periculo Italiae", "nuncium nostrum specialem et secretum" juntamente ("simul et coniunctim" con el Nuncio de España Francisco des Prats. Su principal objeto era tratar con los Reyes Católicos de la liberación de Italia y gestionar la paz universal con el rey de Francia para fortalecer a la cristiandad contra la amenaza de los turcos (1496). Una copia de las Instrucciones de Alejandro VI a Fr. Boyl, en AGS. Estado, Berzosa 3, ff. 324 r a 328r.. edic. de L SUÁREZ FERNÁNDEZ, Política internacional de Isabel la Católica, IV (Valladolid 1971) pp. 661 -668. Estudiada esta Legación de Alejandro VI a Fr. Boyl, en J. FERNÁNDEZ ALONSO, Instrucción de Alejandro VI a fray Bernardo Boyl como Legado ante los Reyes Católicos, enero-marzo de ¡498, en "Cuadernos de Historia de España" (Buenos Aires, 1960), pp. 173-187).
  23. Poder al Almirante y a don Juan Rodríguez Fonseca para aprestar la Armada. Barcelona, 23 de mayo de 1493
    (AGLiVr. 295, Veragua R.° 8. Original).
  24. Juan Rodríguez Fonseca: Nace en Toro (Zamora), en 1451. Estudia en Salamanca, probablemente con Nebrija, que le dedica alguna de sus obras. La tradición familiar de lealtad a la Corona le lleva muy joven a la Corte. Es muy probable que la Reina viera en él alguna disposición para el sacerdocio, y hasta que pensara en un ejemplar obispo; de hecho, le confía a fray Hernando de Talavera, su confesor, "para que en su servicio aprendiera a ser santo". En la apoteosis de Colón en Barcelona (1493), se encuentra allí presente en calidad de paje del Príncipe don Juan; y, apenas ordenado sacerdote (6 abril 1493), le llama la Reina para asociarle a la gran tarea de preparar con el Almirante el se gundo viaje a las Indias. Establecido Fonseca en Sevilla, en mayo de 1493, los Reyes expiden casi un centenar de Cédulas Reales en que descargan, casi por igual, las facultades y responsabilidades de la empresa. En Sevilla pone Fonseca los cimientos a tan complicada como discutida burocracia administrativa indiana, que no suelta de sus manos en treinta años. Colón no pensó más que en descubrir; Fonseca tenía en sus manos la tarea organizadora. Es un hombre frío y calculador, frente al idealismo mesiánico de Colón; las relaciones de entrambos, es el punto más delicado y discutido en la vida de Fonseca. La raíz íntima de este enfrentamiento, mucho más aparente que real, está en la condi-ción áspera de Fonseca y el carácter sensible del Almirante. Lucio Marineo Sículo habla de su "pius religionis amor", y aludiendo a su apellido (Fonseca), le llama: "Fons aquae dulcís ac salutiferae, pietatis, opis, salutis, medicinae vitaeque" (Bibliogr.: O'HARA JOHN, Juan R. de Fonseca, first president of the Indias (1493-1523), en Cath. Historical Review 3 (1917), p. 131; MARIANO ALCOCER, Don Juan Rodríguez de Fonseca, Valladolid, 1926; EDUARDO IBARRA RODRÍGUEZ, Los precedentes de la Casa de Contratación de Sevilla, en "Revista de Indias" 3 (1941) 85-97, 4 (1942) 5-53, 5 (1943) 5-38; TOMÁS TERESA LEÓN, El obispo d. Juan Rodríguez Fonseca, diplomático, mecenas y Ministro de Indias, en "Hispania Sacra" 13 (1960), pp. 251-304).
  25. Fray Antonio de Marchena: Cosmógrafo, colaborador y protector de Cristóbal Colón, quien, escribiendo a los Reyes Católicos, pudo decir de él: "que nunca yo hallé ayuda de nadie, salvo de fray Antonio de Marchena, después de aquella de Dios eterno". No sabemos donde nació, ni dónde murió ni cuándo; se le ha confundido con fray Juan Pérez, hasta el extremo de identificar en una sola persona entrambos personajes, llamándoles: Juan de Marchena, Juan Pérez de Marchena o Juan Antonio Pérez de Marchena. También se le ha confundido con fray Pedro de Marchena, Guardián de la Rábida (de 1485 a 1488). Por la carta transcrita en el texto, no puede ponerse en tela de juicio la decisión firme por parte de los Reyes de que Marchena fuera como "buen astrólogo" acompañando a Colón en calidad de consejero técnico, en este su segundo viaje; cosa que alguien ha dudado se llevara a la práctica, por no encontrar ningún indicio que tal acuerdo se realizara. Sin embargo, entre las Pagas efectuadas por los Reyes (años 1499-1500), a la gente que había servido en las Armadas de las Indias", leemos: "A Antonio de Marchena XII mili DCCCC XV maravedís a complimiento de su sueldo, la mitad luego e la otra mitad en fin del dicho mes de junio. XX mili DCCCXV." (AGS., Casa y Títulos Reales, Leg. 44, n.° 26; en CIC, tomo XIII, doc. 1575, p. 226). Bibliogr. A. IBOT LEÓN, La Iglesia y los eclesiásticos españoles en la empresa de Indias, I (Barcelona, 1954), pp. 14-15; G. RUBIO, La custodia franciscana de Sevilla, Sevilla, 1955, pp. 525-534; A. RUMEU DE ARMAS, La Rábida y el descubrimiento de América, Madrid, 1968; A. BALLESTEROS BERETTA, Cristóbal Colón y el descubrimiento de América, I (Barcelona, 1945), pp. 400-414).
  26. Instrucción que dio el Almirante, Cristóbal Colón, a Mosen Pedro Margarit para una misión de reconocimiento de la Isla de Cuba, respetando a los indios conforme a los deseos e instrucciones de los Reyes. Ciudad de la Isabela, en la isla del mismo nombre, 9 de abril de 1494 (AGI, Patr., Leg. 5. Edic. MARTÍN FERNÁNDEZ NAVARRETE, Colección de los viajes y descubrimientos, I (BAE., tomo LXXV, p. 366). Traslado autenticado.
  27. FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, Historia de las Indias, II (Madrid, 1957), edic. crítica de J. Pérez de Tudela, en BAE, tomo XCVI, cap. III, p. 12, col. 1.a.

BIBLIOGRAFÍA

A lo largo de las notas, se hace referencia a fuentes, archivos, bibliotecas y Autores citados. La basta bibliografía sobre Isabel la Católica y sobre este periodo histórico fundamental de la historia de España y en su relación con el tema del Descubrimiento y Evangelización del Continente Americano se encuentra señalada entre otros lugares en: CONGREGATIO DE CAUSIS SANCTORUM, Vallisoletan. Beatificationis SD Elisabeth I (Isabel la Católica) Positio Super Vita, Virtutibus et Fama Sanctitatis ex Officio Historico Concinata, n.221.Vallisoleti 1990, 1074 pp., con una extensa Bibliografía, pp. 981-1005 [sigla Positio Isabel]; y en la importante biografía de T. DE AZCONA, Isabel la Católica, Madrid, 1964; así como en las notas de este artículo que ofrecen una abundante referencia documental de Archivos y Bibliotecas, así como de otras obras específicas sobre los temas referidos. DIRECCIÓN GENERAL DE ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS, Testamento y Codicilo de la reina Isabel la Católica, 12 de octubre y 23 de noviembre de 1504, ed. facsímil (Madrid 1969); V. D. SIERRA, El sentido misional de la conquista de América (Buenos Aires 1942); C. BAYLE, Ideales misioneros de los Reyes Católicos, en Missionalia Hispanica 9 (1952) 233-75; V. RODRÍGUEZ VALENCIA, Isabel la Católica y la libertad de los Indios, en Anthologica annua 24-25 (1977-1978) 645-80; RAFAEL DEL VALLE CURIESES, El reinado de Isabel “La Católica” a la luz de los documentos del Archivo Municipal de Palencia, Instituto “Tello Téllez de Meneses”. Diputación Provincial, Palencia 2007. Para los Documentos Pontificios: J. METZLER, OMI, America Pontificia (3 vol.), EDV 1991. En el Vol. I, pp. 47-67: da una bibliografía histórica importante sobre el argumento.


© Vallisoletan. Beatificationis SD Elisabeth I (Isabel la Católica) Positio Super Vita, Virtutibus et Fama Sanctitatis ex Officio Historico Concinata, n.221.Vallisoleti 1990, 647-706.