Diferencia entre revisiones de «DERECHOS DE LOS INDIOS; la controversia Sepúlveda-Las Casas»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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El 21 de diciembre de 1511, cuarto domingo de Adviento, Fray Antonio de Montesinos O.P., pronunció en Santo Domingo un célebre discurso en defensa de los derechos de los indios; fue el inicio de un largo y trabajoso camino en defensa de defensa de los derechos de los indios.
 
El 21 de diciembre de 1511, cuarto domingo de Adviento, Fray Antonio de Montesinos O.P., pronunció en Santo Domingo un célebre discurso en defensa de los derechos de los indios; fue el inicio de un largo y trabajoso camino en defensa de defensa de los derechos de los indios.
  
El cardenal Cayetano, dominico y prior general de la Orden de Predica¬dores, escribía: “Jesucristo, Rey de reyes, a quien se ha dado todo poder en el cielo y en la tierra, no envió a los soldados de una potencia militar erizada de armas para que se adueñasen del mundo, sino a hombres san¬tos, como ovejas entre lobos”. La conocida obra de Fray Bartolomé de Las Casas no surge y se agiganta como un caso ais¬lado; nace y crece en un clima y un ambiente cristiano y jurídico preocupado y favorable. Tal fue el de los teólogos dominicos.   
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El cardenal Cayetano, dominico y prior general de la Orden de Predica¬dores, escribía: “Jesucristo, Rey de reyes, a quien se ha dado todo poder en el cielo y en la tierra, no envió a los soldados de una potencia militar erizada de armas para que se adueñasen del mundo, sino a hombres san¬tos, como ovejas entre lobos”.<ref>2a 2ae in S. Thomam, q.68,8. HÖEFFNER Joseph , La ética colonial española del siglo de oro, Ed. Cultura Hispánica, Madrid, 1957, p. 353ss.</ref>La conocida obra de Fray Bartolomé de Las Casas no surge y se agiganta como un caso ais¬lado; nace y crece en un clima y un ambiente cristiano y jurídico preocupado y favorable. Tal fue el de los teólogos dominicos.<ref>cf. MAHN-LOT, MARIANNE, El Evangelio y la violencia, Madrid 1967, p. 23.</ref>  
  
El sermón del dominico fray Antonio de Montesinos: “Yo soy la voz del que grita en el desierto”, constituye la “fecha esencial en la historia de América, uno de los grandes sucesos de nuestra historia espiritual.” Las Casas viaja mucho y con relativa frecuencia y observa siempre con mayor preocupación e ímpetu, situaciones de injusticia intolerables para la conciencia cristiana, como él escribe: “Yendo de las Indias a Castilla y, de Castilla a las Indias muchas veces, por sólo Dios y por compasión de ver perecer tantas multitudes de hombres racionales”.
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El sermón del dominico fray Antonio de Montesinos: “Yo soy la voz del que grita en el desierto”, constituye la “fecha esencial en la historia de América, uno de los grandes sucesos de nuestra historia espiritual.”<ref>Pedro Enríquez Ureña</ref>Las Casas viaja mucho y con relativa frecuencia y observa siempre con mayor preocupación e ímpetu, situaciones de injusticia intolerables para la conciencia cristiana, como él escribe: “Yendo de las Indias a Castilla y, de Castilla a las Indias muchas veces, por sólo Dios y por compasión de ver perecer tantas multitudes de hombres racionales”.
  
 
Al contrario, otros contemporáneos suyos adoptan posiciones intolerables para la conciencia cristiana, como el mismo Fernández de Oviedo, que celebraba con estas expresiones la extinción paulatina de los indios : “Ya se desterró Satanás desta Isla (Española), ya cesó todo con cesar y acabarse la vida a los más de los indios”. Esto determina en Las Casas la composición de su «De único vocationis modo».  
 
Al contrario, otros contemporáneos suyos adoptan posiciones intolerables para la conciencia cristiana, como el mismo Fernández de Oviedo, que celebraba con estas expresiones la extinción paulatina de los indios : “Ya se desterró Satanás desta Isla (Española), ya cesó todo con cesar y acabarse la vida a los más de los indios”. Esto determina en Las Casas la composición de su «De único vocationis modo».  
  
«La Destruyción»,   pequeña obra con el relato de todas las tropelías, reales o imaginarias, de los invasores, causa “estupor como un rayo”. En ella Las Casas se refiere a la obra devastadora de la conquista en las Antillas, Yucatán, México, Venezuela, Perú, Nueva Granada. El escrito será arsenal de la «Leyenda Negra». Sin embargo la obra se imprimió con autorización real, lo que honra a España. «La Destruyción» estaba dedicada al príncipe Felipe, y Las Casas leyó un resumen en la Corte. Poco después era nombrado obispo. Aquí entra también el discutido tema sobre el papel que, según algunos, habría tenido Las Casas en la trata atlántica y esclavitud de los Negros africanos, tesis negada o al menos puntualizada por otros.  
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«La Destruyción»,<ref>LAS CASAS Bartolomé, Brevísima relación de la destruyción de las Indias, publicado en España en 1552</ref>pequeña obra con el relato de todas las tropelías, reales o imaginarias, de los invasores, causa “estupor como un rayo”. En ella Las Casas se refiere a la obra devastadora de la conquista en las Antillas, Yucatán, México, Venezuela, Perú, Nueva Granada. El escrito será arsenal de la «Leyenda Negra». Sin embargo la obra se imprimió con autorización real, lo que honra a España.<ref>Cf. L. Lopetegui, F. Zubillaga, Historia de la Iglesia en la América Española. BAC Madrid. pp- 109-111, donde ponen de relieve el uso hecho por los enemigos políticos y religiosos de España ya desde el siglo XVI, y las cortapisas posteriores que cercaron «La Destruyción»,</ref>«La Destruyción» estaba dedicada al príncipe Felipe, y Las Casas leyó un resumen en la Corte. Poco después era nombrado obispo. Aquí entra también el discutido tema sobre el papel que, según algunos, habría tenido Las Casas en la trata atlántica y esclavitud de los Negros africanos, tesis negada o al menos puntualizada por otros.<ref>El obispo juramentado Grégoire (en tiempo de la Revolución Francesa) defiende a Las Casas (cf. , Dictionnaire apolog. de la Foi Catholique, I, cols.1512-13).</ref>
  
 
==La antítesis Sepúlveda - Las Casas==
 
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Como resultado práctico de la preocupación ética de la Corona en su acción en América, había sido la promulgación en 1548 de las «Leyes Nuevas»; sin embargo, las quejas sobre abusos e injusticias seguían llegando por boca de los misioneros. Entonces un hecho inaudito, jamás realizado por alguna nación colonizadora, ocurrió en España en julio de 1549: por instrucciones del rey Carlos V, el Consejo de Indias mandó suspender la conquista de América.  
 
Como resultado práctico de la preocupación ética de la Corona en su acción en América, había sido la promulgación en 1548 de las «Leyes Nuevas»; sin embargo, las quejas sobre abusos e injusticias seguían llegando por boca de los misioneros. Entonces un hecho inaudito, jamás realizado por alguna nación colonizadora, ocurrió en España en julio de 1549: por instrucciones del rey Carlos V, el Consejo de Indias mandó suspender la conquista de América.  
  
Al respecto Lewis Hanke escribe: “Por primera y última vez, un Imperio organizó oficialmente una investigación sobre la justicia de los métodos que empleaba para ampliar sus dominios.” La razón: era necesario analizar la legitimidad de la Conquista y de los métodos empleados en ella. Para ello, el rey Carlos organizó un debate que se llevó a cabo en el Colegio San Gregorio de Valladolid en 1550 entre el teólogo Juan Ginés de Sepúlveda y el fraile dominico Bartolomé de las Casas.  
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Al respecto Lewis Hanke escribe: “Por primera y última vez, un Imperio organizó oficialmente una investigación sobre la justicia de los métodos que empleaba para ampliar sus dominios.”<ref>Lewis HANKE, Bartolomé de las Casas, EUDEBA, Buenos Aires, 1957</ref>La razón: era necesario analizar la legitimidad de la Conquista y de los métodos empleados en ella. Para ello, el rey Carlos organizó un debate que se llevó a cabo en el Colegio San Gregorio de Valladolid en 1550 entre el teólogo Juan Ginés de Sepúlveda y el fraile dominico Bartolomé de las Casas.  
 
   
 
   
Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573), que había traducido a Aristóteles “para servir a Dios y al rey” (expresión común en todos los escritores del tiempo), toma la conquista “en el sentido místico de la pala¬bra”. Sepúlveda nunca defendió que el indio no fuera hombre; sólo habla de su atraso, y cree que puede remediarse. Condena como ro¬bo lo que los españoles han quitado a los indios fuera del derecho de guerra.  
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Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573), que había traducido a Aristóteles “para servir a Dios y al rey” (expresión común en todos los escritores del tiempo), toma la conquista “en el sentido místico de la pala¬bra”.<ref>M. Dominique CHENU, OP</ref>Sepúlveda nunca defendió que el indio no fuera hombre; sólo habla de su atraso, y cree que puede remediarse. Condena como ro¬bo lo que los españoles han quitado a los indios fuera del derecho de guerra.  
  
 
El Padre Las Casas rebate las tesis y asienta estos principios: La Iglesia no tiene derecho alguno al castigo temporal por los pecados de los hombres; el poder del Papa no se dirige a aumentar el poder del príncipe sino a fomentar y coordinar la evangelización, que puede encomendar al celo religioso de los reyes cristianos merced a los medios que poseen. Hay que reconocer la autonomía política de los indios aunque sean idólatras o sodomitas.  
 
El Padre Las Casas rebate las tesis y asienta estos principios: La Iglesia no tiene derecho alguno al castigo temporal por los pecados de los hombres; el poder del Papa no se dirige a aumentar el poder del príncipe sino a fomentar y coordinar la evangelización, que puede encomendar al celo religioso de los reyes cristianos merced a los medios que poseen. Hay que reconocer la autonomía política de los indios aunque sean idólatras o sodomitas.  
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==Intento de una evaluación==
 
==Intento de una evaluación==
  
Coherencia: fray Bartolomé es el hombre de la coherencia en torno de un ideal nobilísimo. Casi nonagenario le decía al confesor, Padre Ladrada, en Sevilla hablando de sí mismo: “Cuidado obispo !Tened cuidado de ir al infierno si no os ocupáis de esos pobres indios, como estáis obligado en conciencia!”. En él se ve intrepidez y libertad espiritual: Se le escribe desde Indias que la situación ha mejorado, y que los tributos ya no se imponen tiránicamente. Responde: “Importa poco al derecho que esos tributos sean o no tiránicos, pues si determina lo que un ladrón puede llevar¬se, no por eso dejará de ser menos ladrón”.
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Coherencia: fray Bartolomé es el hombre de la coherencia en torno de un ideal nobilísimo. Casi nonagenario le decía al confesor, Padre Ladrada, en Sevilla hablando de sí mismo: “Cuidado obispo !Tened cuidado de ir al infierno si no os ocupáis de esos pobres indios, como estáis obligado en conciencia!”.<ref>REMESAL Antonio de, Historia general de las Indias occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, Madrid, BAC, 1964, 10,24</ref>En él se ve intrepidez y libertad espiritual: Se le escribe desde Indias que la situación ha mejorado, y que los tributos ya no se imponen tiránicamente. Responde: “Importa poco al derecho que esos tributos sean o no tiránicos, pues si determina lo que un ladrón puede llevar¬se, no por eso dejará de ser menos ladrón”.<ref>FABIÉ Y ESCUDERO, Antonio María, Vida y escritos de Fr. Bartolomé de las Casas. Obispo de Chiapas. Madrid: Miguel Ginesta. I, 595</ref>
  
 
En medio de la novedad aportada por los descubrimientos “en¬juicia los comportamientos más asegurados, los más legítimamente legalizados por las instituciones y la costumbre”.  Lee el Evangelio en su tenor textual. Ante él emer¬ge la dignidad del hombre: son incompatibles el Evangelio y la violencia.
 
En medio de la novedad aportada por los descubrimientos “en¬juicia los comportamientos más asegurados, los más legítimamente legalizados por las instituciones y la costumbre”.  Lee el Evangelio en su tenor textual. Ante él emer¬ge la dignidad del hombre: son incompatibles el Evangelio y la violencia.

Revisión del 20:44 29 ene 2017

El sermón de Montesinos como inicio de un trabajoso camino.

El 21 de diciembre de 1511, cuarto domingo de Adviento, Fray Antonio de Montesinos O.P., pronunció en Santo Domingo un célebre discurso en defensa de los derechos de los indios; fue el inicio de un largo y trabajoso camino en defensa de defensa de los derechos de los indios.

El cardenal Cayetano, dominico y prior general de la Orden de Predica¬dores, escribía: “Jesucristo, Rey de reyes, a quien se ha dado todo poder en el cielo y en la tierra, no envió a los soldados de una potencia militar erizada de armas para que se adueñasen del mundo, sino a hombres san¬tos, como ovejas entre lobos”.[1]La conocida obra de Fray Bartolomé de Las Casas no surge y se agiganta como un caso ais¬lado; nace y crece en un clima y un ambiente cristiano y jurídico preocupado y favorable. Tal fue el de los teólogos dominicos.[2]

El sermón del dominico fray Antonio de Montesinos: “Yo soy la voz del que grita en el desierto”, constituye la “fecha esencial en la historia de América, uno de los grandes sucesos de nuestra historia espiritual.”[3]Las Casas viaja mucho y con relativa frecuencia y observa siempre con mayor preocupación e ímpetu, situaciones de injusticia intolerables para la conciencia cristiana, como él escribe: “Yendo de las Indias a Castilla y, de Castilla a las Indias muchas veces, por sólo Dios y por compasión de ver perecer tantas multitudes de hombres racionales”.

Al contrario, otros contemporáneos suyos adoptan posiciones intolerables para la conciencia cristiana, como el mismo Fernández de Oviedo, que celebraba con estas expresiones la extinción paulatina de los indios : “Ya se desterró Satanás desta Isla (Española), ya cesó todo con cesar y acabarse la vida a los más de los indios”. Esto determina en Las Casas la composición de su «De único vocationis modo».

«La Destruyción»,[4]pequeña obra con el relato de todas las tropelías, reales o imaginarias, de los invasores, causa “estupor como un rayo”. En ella Las Casas se refiere a la obra devastadora de la conquista en las Antillas, Yucatán, México, Venezuela, Perú, Nueva Granada. El escrito será arsenal de la «Leyenda Negra». Sin embargo la obra se imprimió con autorización real, lo que honra a España.[5]«La Destruyción» estaba dedicada al príncipe Felipe, y Las Casas leyó un resumen en la Corte. Poco después era nombrado obispo. Aquí entra también el discutido tema sobre el papel que, según algunos, habría tenido Las Casas en la trata atlántica y esclavitud de los Negros africanos, tesis negada o al menos puntualizada por otros.[6]

La antítesis Sepúlveda - Las Casas

Como resultado práctico de la preocupación ética de la Corona en su acción en América, había sido la promulgación en 1548 de las «Leyes Nuevas»; sin embargo, las quejas sobre abusos e injusticias seguían llegando por boca de los misioneros. Entonces un hecho inaudito, jamás realizado por alguna nación colonizadora, ocurrió en España en julio de 1549: por instrucciones del rey Carlos V, el Consejo de Indias mandó suspender la conquista de América.

Al respecto Lewis Hanke escribe: “Por primera y última vez, un Imperio organizó oficialmente una investigación sobre la justicia de los métodos que empleaba para ampliar sus dominios.”[7]La razón: era necesario analizar la legitimidad de la Conquista y de los métodos empleados en ella. Para ello, el rey Carlos organizó un debate que se llevó a cabo en el Colegio San Gregorio de Valladolid en 1550 entre el teólogo Juan Ginés de Sepúlveda y el fraile dominico Bartolomé de las Casas.

Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573), que había traducido a Aristóteles “para servir a Dios y al rey” (expresión común en todos los escritores del tiempo), toma la conquista “en el sentido místico de la pala¬bra”.[8]Sepúlveda nunca defendió que el indio no fuera hombre; sólo habla de su atraso, y cree que puede remediarse. Condena como ro¬bo lo que los españoles han quitado a los indios fuera del derecho de guerra.

El Padre Las Casas rebate las tesis y asienta estos principios: La Iglesia no tiene derecho alguno al castigo temporal por los pecados de los hombres; el poder del Papa no se dirige a aumentar el poder del príncipe sino a fomentar y coordinar la evangelización, que puede encomendar al celo religioso de los reyes cristianos merced a los medios que poseen. Hay que reconocer la autonomía política de los indios aunque sean idólatras o sodomitas.

El rey de España sería para ellos como el emperador romano-germánico para los reyes europeos: una suerte de supremo confederador. Si los indios no quieren reconocerlo como tal, no se podrá obligarlos a ello mientras sean paganos; si se convierten, ellos tendrían una cierta obligación de vasallaje en agrade¬cimiento por la fe recibida.

Intento de una evaluación

Coherencia: fray Bartolomé es el hombre de la coherencia en torno de un ideal nobilísimo. Casi nonagenario le decía al confesor, Padre Ladrada, en Sevilla hablando de sí mismo: “Cuidado obispo !Tened cuidado de ir al infierno si no os ocupáis de esos pobres indios, como estáis obligado en conciencia!”.[9]En él se ve intrepidez y libertad espiritual: Se le escribe desde Indias que la situación ha mejorado, y que los tributos ya no se imponen tiránicamente. Responde: “Importa poco al derecho que esos tributos sean o no tiránicos, pues si determina lo que un ladrón puede llevar¬se, no por eso dejará de ser menos ladrón”.[10]

En medio de la novedad aportada por los descubrimientos “en¬juicia los comportamientos más asegurados, los más legítimamente legalizados por las instituciones y la costumbre”. Lee el Evangelio en su tenor textual. Ante él emer¬ge la dignidad del hombre: son incompatibles el Evangelio y la violencia.

Juicios de algunos de sus contemporáneos: Entonces, como hoy, fray Bartolomé es signo de contradicción, no porque se esté en desacuerdo con sus ideales, sino por las exageraciones o tremendismo que unos le achacan, o el profetismo que otros ensalzan. Entre los defensores incondicionales pueden citarse a: M. Bataillon, J. Pérez de Tudela, M. Giménez-Fernández, Carlos Millares, Lewis Hanke, Enrique Dussel. Entre los críticos: Marcelino Menéndez y Pelayo, Constantino Bayle, SJ., Francisco Mateos, SJ., y especialmente, Ramón Menéndez Pidal

Motivos de los reproches:

Su visión parcializada que lo hace sospechoso históricamente. Un cierto maniqueísmo: para él sólo hay buenos y malos. Las víc¬timas de los españoles son millones y él lo ha visto. También Las Casas sufre de «ideologización». Enrique Dussel, no obstante su empeño de destacar el profetismo de Las Casas, parece ver en él un profeta en estado puro. Las Casas, por ejemplo, se muestra violentísimo con los mahometanos: “famoso y asquero¬sísimo seudoprofeta, engañador de los hombres, que mancilló todo el mundo, Mahoma”.

Incoherencias de pensamiento: Sepúlveda le enrostra la enormidad y barbarie de los sacrificios humanos. Las Casas no parece razonar correctamente, y tanto que clama contra el menor derramamien¬to de sangre. Las Casas “Inventa crímenes, multiplica millones [...] y mancha de sangre las más excelsas páginas de la historia de España”. En la «Destruyción» es enteramente negativo e injusto, dice Marianne Mahn-Lot, y no puede hablarse de destrucción cuando el mestizaje varía en América Española entre el 30 y el 80%.

Ramón Menéndez Pidal presenta una tesis según la cual Las Casas sufría de paranoia. Esta tesis desató una fuerte polémica y fue violentamente rebatida por eruditos españoles, entre otros los dominicos Padre Venancio Carro, e Isacio Pérez Fernández, y Giménez-Fernández, y entre extranjeros, a Bataillon, Hanke y Wagner. ¿Hasta qué punto puede ser creíble todo cuando él es testigo y parte?

Uno de sus admiradores, Lewis Hanke escribe : “La historia de la exagera¬ción humana muestra pocos ejemplos como la «Apologética Historia»…” Enjuicia la «Destruyción» así: “Acredita a Las Casas como escritor polémico pero no como historiador”. Padre y Doctor de la americanidad, Bartolomé de Las Casas no ha de ser juzgado como historiador, sino como profeta. Su «enormismo» es de género apocalíptico : los números no han de ser tomados con rigor científico sino profético. Se atropellaba al hombre y el Padre Bartolomé de Las Casas sale a la defensa del hombre.

La España católica de su tiempo descubrió en Las Casas al profeta, y por eso el Consejo de Indias, frente a los ataques que le hacía un escritor respondió : “Que al obispo, don fray Bartolomé de Las Casas, no se había de contradecir, sino comentarle y defenderle”.


NOTAS

  1. 2a 2ae in S. Thomam, q.68,8. HÖEFFNER Joseph , La ética colonial española del siglo de oro, Ed. Cultura Hispánica, Madrid, 1957, p. 353ss.
  2. cf. MAHN-LOT, MARIANNE, El Evangelio y la violencia, Madrid 1967, p. 23.
  3. Pedro Enríquez Ureña
  4. LAS CASAS Bartolomé, Brevísima relación de la destruyción de las Indias, publicado en España en 1552
  5. Cf. L. Lopetegui, F. Zubillaga, Historia de la Iglesia en la América Española. BAC Madrid. pp- 109-111, donde ponen de relieve el uso hecho por los enemigos políticos y religiosos de España ya desde el siglo XVI, y las cortapisas posteriores que cercaron «La Destruyción»,
  6. El obispo juramentado Grégoire (en tiempo de la Revolución Francesa) defiende a Las Casas (cf. , Dictionnaire apolog. de la Foi Catholique, I, cols.1512-13).
  7. Lewis HANKE, Bartolomé de las Casas, EUDEBA, Buenos Aires, 1957
  8. M. Dominique CHENU, OP
  9. REMESAL Antonio de, Historia general de las Indias occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, Madrid, BAC, 1964, 10,24
  10. FABIÉ Y ESCUDERO, Antonio María, Vida y escritos de Fr. Bartolomé de las Casas. Obispo de Chiapas. Madrid: Miguel Ginesta. I, 595

BIBLIOGRAFÍA

CARBIA Rómulo D., Historia de la Leyenda Negra Hispanoamericana, Consejo de la Hispanidad, Madrid, 1964

CHENU M. Dominique, OP., El Evangelio en el tiempo. Ed. Estela, Barcelona, 1966

CONGAR Yves, Verdaderas y falsas reformas en la Iglesia, Madrid1953

FABIÉ Y ESCUDERO Antonio María, Vida y escritos de Fr. Bartolomé de las Casas. Obispo de Chiapas. Imprenta de Miguel Ginesta, Madrid.

KONETZKE Richard, América latina II. La época colonial. En “Historia Universal, Siglo XXI”. México, 1971

LAS CASAS Bartolomé, De único vocationis modo, ed. Millares

MAHN-LOT Marianne, El Evangelio y la violencia. editorial Zyx, Madrid,1967

MENÉNDEZ PIDAL Ramón. El Padre Las Casas, su doble personalidad, Madrid 1963

MILLARES CASTRO Agustín, Introducción al «De único vocationis modo», ed. Millares


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ