CONQUISTA PACÍFICA (1); El Padre Córdoba y el Padre Las Casas

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Las Casas y los dominicos

La gran figura del Padre Bartolomé de Las Casas ha logrado, sobre todo en estos últimos años, convertirse en un pleno «sujeto histórico» en contraste con el «sujeto polémico» que fue en el pasado. Esto ha permitido comprender también que Las Casas no fue una personalidad aislada en la defensa del indio, sino que sus prédicas responden a un doctrinado clima revisionista que, antes de comenzar sus campañas, ya ha cristalizado en varios intentos legislativos, como las «Leyes de Burgos» de 1512 y los retoques de Valladolid de 1513, tímidos pasos, es cierto, como resultado de las opuestas actitudes.

Cisneros, como confesor y mentor de la reina Isabel la Católica y su testamento, fue ya una palanca que se movió tempranamente frente al esclavismo en el ámbito de las decisiones oficiales. Otros, respondiendo a una experiencia propia, ofrecieron planes y soluciones, como Cristóbal Rodríguez en 1505, para iniciarse la campaña de convencimiento -que tal puede llamarse a la primera fase de los misioneros dominicos- en la propia isla Española en 151 1, con el sermón de fray Antonio de Montesinos, resultado de un propósito activo que dirige fray Pedro de Córdoba.

De esta impugnación sobre las conciencias de colonos-encomenderos nacieron dos consecuencias: el revulsivo polémico -de aquí las protestas contra los dominicos predicadores-, y el viraje de ciertos encomenderos que se «convierten», como el clérigo Las Casas o Pedro de Rentería, nombres que se nos conservan pero que, sin duda, no fueron únicos. Las Casas es, por consiguiente, un resorte que se pone en marcha en medio de un ambiente agitado por los moralistas.

De dos inconvenientes ha adolecido la investigación lascasiana hasta tiempos muy próximos: uno y muy importante, motivado por el apasionamiento apriorístico puesto en juego; otro, no menos decisivo, por enfocar la inmensa mayoría de los estudios hacia el espectáculo de la lucha personal frente a sus impugnadores, en lo que ha podido llamarse «su gestión».

De esta manera, Las Casas «sujeto polémico» o «sujeto histórico» ha sido siempre «sujeto total», «sujeto directo» desligado, a pesar de las referencias que se salpican, de los promotores que podrían considerarse como directivos o animadores. El hecho de que la figura de fray Pedro de Córdoba haya quedado en un segundo plano, es la consecuencia de la «lascanización» de la gestión indigenista.

Bien es cierto que ello responde a la concordancia de varios determinantes: que Las Casas, con sus escritos, se transformó en «sujeto directo» para el mundo pretérito, como con sus polémicas personales lo fue en su mundo contemporáneo; y también, que la vida del Padre Córdoba se extingue tempranamente (1521).

El padre Córdoba en el plan de reformación del padre Las Casas

Del propósito de combatir la encomienda que cobró Las Casas en Cuba, a su cristalización efectiva, seguramente son responsables los dominicos fray Gutierre de Ampudia, fray Bernardo de Santo Domingo, fray Pedro de San Martín, y fray Diego de Alberca, enviados a la isla de Cuba por fray Pedro de Córdoba. Ampudia aconsejó a Las Casas que se trasladara con él a La Española en 1515, para ponerse en directa relación con fray Pedro de Córdoba. Así, se inicia el contacto con el dirigente de la campaña indigenista en una entrevista trascendental en la que, sin duda alguno, fue programado el plan que podía seguir Las Casas en la Corte.

La identificación entre ambos queda bien patente en las frases con que el clérigo recuerda aquel primer contacto personal, pues “rescibió mucho placer y gozo el padre fray Pedro de verle con tan buen ánimo, y desde allí le comenzó mucho a amar, y fue creciendo cada día, en tanto grado que no se cree haber amado más a ninguno de sus frailes”.[1]Que hubo identificación en los planes, se nos demuestra no sólo por esta amistosa relación que se iniciaba, sino más bien por el hecho de fundir en el viaje a España al Padre Montesinos -al que enviaba con una importantísima misión- con Las Casas.

En la fina intuición del Padre Córdoba estaba bien claro el impacto que había de producir en la Corte el hecho de que Montesinos pudiera presentarse con un encomendero para que hablara por su cuenta y no, como hasta entonces, lo habían hecho solitariamente los moralistas. Desde este momento, el Padre Córdoba está presente en todas las gestiones de Las Casas.

Su acceso a los medios oficiales, donde era un perfecto desconocido, lo consigue el P. Montesinos, que le presentará a fray Diego de Deza, el arzobispo de Sevilla, a quien “llevólo a que besase las manos, recibiólo con alegría y dióle carta para el rey, acreditando su persona y negocio[2]Después de su entrevista, frustrada por el estado de salud del monarca, y tras su fallecimiento, se presenta a Cisneros y a Adriano de Utrecht, a los que ofrece sendos memoriales, informativos y de remedios “propios o de su compañero de misión Montesinos”,[3]como escribe Giménez Fernández, con lo que se iniciaba el nuevo impulso del reformismo del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros.

Por delante vaya la afirmación de que no pretendemos relevar a Las Casas de un papel protagónico; pero resulta lógico pensar que su batalla no podía ser personalmente suya, sino implicada en los proyectos y soluciones de fray Pedro de Córdoba. Primero, a Las Casas le faltaba experiencia y esos remedios no podía sacárselos repentinamente de su cabeza, y segundo, no podía aventurarse a unos planes personales, con el riesgo de que, al no coincidir con los dominicos, sacaran partido de la discrepancia los defensores del «statu quo».

Por ello, cabe pensar si el plan de comunidades indias libres que ofrece, con los españoles como asociados a los beneficios y el establecimiento de labradores, para llegar a una fusión de intereses y razas, sería continuación del que el propio Padre Córdoba ofreció a Don Fernando en 1513. Estando Montesinos a su lado, parece normal que así fuera, por lo menos en sus líneas maestras.

Es más, cuando Palacios Rubios encomienda a Las Casas, redactar su anteproyecto para concretar las instrucciones que habían de darse en el llamado plan de reforma Cisneros-Las Casas,[4]le parece al clérigo indispensable la ayuda de Montesinos, por lo que “pidió licencia al Cardenal para que juntos lo ordenasen”.[5]Por si fuera poco, al indicarle Cisneros que pensara en la persona a quien podía encargarse de aplicar el plan en las Indias, Las Casas quiso proponer a fray Reginaldo de Montesinos, hermano de fray Antonio,[6]candidatura que no pudo prosperar para ser comisionados los frailes Jerónimos.

Y tan convencido estaba Cisneros de que los proyectos de Las Casas eran de los dominicos, que al informar a Don Carlos a fines de junio de 1516 de los asuntos de Indias,[7]no cita a Las Casas y se refiere sólo a los dominicos como defensores de la tesis de la libertad del indio. Esta implicación la vemos repetida con ocasión del viaje de Las Casas a La Española, en la frustrada ejecución del plan de reforma, pues abierta allí por los jerónimos la información sobre la capacidad del indio, los dominicos coinciden en el remedio de los pueblos indios con el avecindamiento de familias labradoras españolas, que con más o menos variantes seguirá repitiéndose.

El largo escrito aparece firmado por fray Bernardo de Santo Domingo,[8]compañero en Indias desde los primeros días de fray Pedro de Córdoba y, recuérdese, uno de los cuatro dominicos que se relacionan con Las Casas en la época de Cuba, y el que “convirtió a sus ideas a Casas”, según escribe Giménez Fernández.[9]

Cuando Las Casas regresa a España en 1517 para protestar contra la lenidad de los jerónimos, los documentos que trae para llevar a cabo sus reclamaciones son también de la misma mano: la carta latina de dominicos y franciscanos picardos reformados, en la que fray Juan Flamenco agrega la postdata de que, si no se ponía remedio a la situación del indio, no les quedaría otro recurso que retirarse,[10]y la exposición de fray Pedro de Córdoba a Don Carlos para recomendarle a Las Casas.[11]

Otro documento importante es la carta de los dominicos, del 4 de junio, que dirigen a Xevres, en la idea de que Las Casas llevará su reclamación ante los flamencos. ¿Quiere todo esto decir que Las Casas era un mero gestor de las iniciativas del Padre Córdoba? Quizá sea demasiado afirmar tal cosa; pero también lo es considerar a Las Casas promotor directo de sus remedios.

¿Serían explicables y aun posibles las gestiones reformistas en Las Casas sin el Padre Córdoba, y el soporte que en ideas y respaldos le suponía? Quizá sea tan discutible como la tesis de un clérigo promotor directo o un clérigo simple gestor. Lo que si es evidente es la posibilidad del Padre Córdoba sin Las Casas, hasta el extremo, según veremos, de la indiscutible paternidad del Plan de Tierra Firme. Es más, su fracaso vino a ser una consecuencia infeliz de la acción de los jerónimos, en su alineamiento contra la fogosidad lascasiana.

La figura histórica de Fray Pedro Córdoba

La autoridad que para Las Casas tenía el Padre Córdoba, se nos revela en la aceptación de un especial magisterio con el que su personalidad queda dibujada por el clérigo. En los momentos clave, cuando Las Casas se encuentra en la precisión de tomar una determinación decisiva, siempre está el Padre Córdoba para indicarla, como responsable de los más singulares virajes de su vida.

La entrevista de 1515 fue la catapulta que le lanzó a su gestión en España, que da origen a la comisión de reforma de los jerónimos. Luego, en 1517, cuando aborta el plan en manos de la prudencia de los comisarios cisnerianos, aventándose las ilusiones con que regresó a La Española, el Padre Córdoba vuelve a sacarle de su perpleja amargura, que “tratando qué remedio se tomaría para que los hierónimos ejecutasen los remedios que para los indios mandados traían, pareció que no había otro sino tornar el clérigo contra ellos a Castilla”,[12]e incluso llevar la reclamación hasta Flandes, a la corte del rey Don Carlos.

El último gran cambio que le hace abandonar su plan de recluta de labradores, cuando ya todas las dificultades estaban superadas, para comenzar la «operación Tierra Firme», también tuvo su origen en la correspondencia del Padre Córdoba. Ante esta sucesión de hechos, parece inexplicable que fray Pedro de Córdoba haya quedado en la semi-penumbra y que hasta los propios historiadores dominicanos se hayan preocupado tan sólo tangencialmente del promotor del revisionismo indigenista.

Como ejemplo de esta tradicional lateralización en que suele colocarse al Padre Córdoba, superior de los dominicos de La Española, podemos ofrecer el libro del Padre Martínez,[13]donde el P. Córdoba queda tan desdibujado como de costumbre. Así, cuando se refiere colectivamente a Las Casas y a todos los dominicos de la época inicial del revisionismo, para anticipar “la parte que cupo a cada uno de ellos en la común empresa en que les veremos envueltos” se conforma “atribuyendo a Pedro de Córdoba -son sus palabras- la santidad y la prudencia". Es más, fray Pedro de Córdoba viene a ser como una figura expectante que, a lo sumo, cuando Las Casas le informa en Santo Domingo de su proyecto de venir a España, “se alegró mucho de conocerlo”.

Cuando el Padre Antonio Figueras O. P. quiso darnos algunos datos biográficos del Padre Córdoba,[14]éstos fueron tan sucintos y referidos a autoridades tan lejanas, que causa asombro. Sus noticias, en nota de pie de página, no pasan de indicar que, según Las Casas, nació alrededor de 1492, mientras el Padre Quetif-Echard O. P.,[15]señaló la fecha de 1460. Perteneció al convento de Salamanca y luego al de Ávila, para pasar a Indias en 1510, al frente del primer grupo de misioneros dominicos.

Para fijar la fecha de la muerte, se apoya en Remesal,[16]que anota para tal suceso el día de San Pedro de 1525. También nos indica que de su vida hablaron el P. Agustín Dávida Padilla,[17]y el Padre Fernández, que fue cronista de San Esteban,[18]confundiéndole con fray Pedro de Feria le hizo autor de un vocabulario en lengua zapoteca. Y esto es todo.

José María Chacón y Calvo llegó a fijarse en las cartas del Padre Córdoba y sus compañeros, a las que se refiere Las Casas, para calificarlas como “cartas censorias”;[19]pero, a pesar de tal avance, no pasó a encajar al dominico como promotor. Y no es que el Padre Córdoba haya pasado desapercibido para los historiadores. Aparte de las frecuentes referencias que se hacen de él en toda la bibliografía que trata de los dominicos en La Española, hay estudios concretos que le toman más o menos como protagonista,[20]pero aun en estos casos, sin valorar su gran papel en el empeño indigenista.

Seguramente lo habría logrado el erudito cubano José Antonio Escoto, pues de sus papeles (conocidos como «Colección Escoto») se desprende que tenía el propósito de escribir una biografía sobre el misionero dominico, e incluso existe el guión que tenía preparado y el fichaje de los datos de diversas obras y documentos.

Pero lo cierto es que todos se han reducido más bien a resaltar la actividad llevada a cabo en Santo Domingo, para encomiar sus méritos de santidad en relación con los sucesos milagrosos de sus predicaciones, como se recoge por González Dávila en su «Teatro Eclesiástico», y especialmente en la «Relación» de fray Tomás de la Torre y en la «Relación Sumaria de la Isla Española» de Alcocer (1650), obras que estudió Rodríguez Demorizi.[21]

Precisamente fue Rodríguez Domorizi quien volvió a sacar a luz su célebre libro «Doctrina Cristiana», obra básica de evangelización del Padre Córdoba y una de las primeras que fueron escritas e impresas en América.[22]A Joaquín Balaguer pertenece una frase que refleja exactamente la realidad de la relación entre el Padre Córdoba y Las Casas: “Así como Américo Vespucio despojó a Colón de gran parte de la gloria del descubrimiento, dando su nombre al Continente, así Fray Bartolomé de las Casas aparece injustamente ungido con la aureola perteneciente al Padre Córdoba como apóstol de los indios”.[23]

Ahora bien, Balaguer se limita a asociar a Las Casas con el Padre Córdoba sólo y exclusivamente en el terreno de las ideas: “fueron las ideas liberales del Padre Córdoba, transformadas sin duda en labios de Las Casas por el fuego característico de éste...”; para, más adelante, llegar a contraponer a ambos en cuanto a su forma de actuar, pues incluso “el ensayo de Cumaná, en donde los obstáculos que la realidad opuso a las ideas del inquieto filántropo justificaron plenamente a los que calificaron sus prédicas de idealismo impracticable y de locuras peligrosas, hizo más daño a la causa de los indios que la misma inhumanidad de Fonseca. La acción del Padre Córdoba y de sus religiosos fue, por el contrario, enormemente más fecunda”.

¿No hay -preguntamos- en este mismo ensayo de Cumaná, como en toda la anterior gestión de Las Casas, una íntima relación con la superior experiencia y madurez de ideas del Padre Córdoba?

NOTAS

  1. Las Casas, Historia General de las Indias, Lib. III, Cap. LXXXIII, pág. 107 del tomo III. Ed. Millares-Hanke.
  2. Las Casas, Libro III, Cap. LXXXIII, pág. 107.
  3. Manuel Giménez Fernández, Bartolomé de Las Casas, delegado de Cisneros para la reformación de las Indias, Vol. 1, Sevilla, 1953, pág. 107.
  4. Sobre este particular nos parece acertado el enfoque que da Juan Pérez de Tudela en el estudio preliminar a la edición de la Historia de las Indias de la B. A. E., Vol. 95, pág. LVII, Madrid, 1957.
  5. Las Casas (1), Lib. III, Cap. LXXXV, p. 113.
  6. Las Casas (1), Lib. III, Cap. LXXXVI,p. 114.
  7. Giménez Fernández, Ob., cit., Vol. 3 p. 144, identifica en Cisneros al autor de este Informe, sin género de dudas, y le fecha, aunque Serrano y Sanz le dio como anónimo. A.G.I., Patronato 370, ramo 21, antigua sigla 2. 1. 1. /18
  8. Le inserta Giménez Fernández (3) en el apéndice, pp. 591-595.
  9. Giménez Fernández [3], p. 318, nota 876
  10. La publicó José María Chacón y Calvo en Cartas Censorias, La Habana, 1938, pp. 18-23, y Giménez Fernández (3) incluyó láminas XXVII y XVIII.
  11. C.D.I. Tomo XI, pp. 216-224.
  12. Las Casas, (1) Libro III, (12) Cap. XCV, p. 153 del T. III
  13. Fray Manuel F. Martínez, O. P., Fray Bartolomé de Las Casas, padre de América, Madrid, 1958; frases citadas en las páginas 37 y 48.
  14. Fray Antonio Figueras, O. P., Principios de la expansión dominicana en Indias, Missionalia Hispánica, Madrid, núm. 1, 1944.
  15. Fray Quetif Echard O. P., Scriptores Ordinis Praedicatorum, París, 1721. II,64
  16. Antonio de Remesal, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, Madrid, 1619, 95
  17. P. Agustín Dávida Padilla, Historia de la provincia de Santiago de México de la Orden de Predicadores, Madrid, 1696, 120.
  18. Cfr. Referencia en el Padre Justo Cuervo, O. P., Historiadores del convento de San Esteban de Salamanca, Salamanca, 1934, 1, 25-36.
  19. Chacón y Calvo José María, Cartas censorias de la conquista. Revista Cubana, oct.-dic. 1937
  20. Entre otros, citaremos los siguientes : José Almoina Mateos, El Padre Córdoba, 16 oct. 1944; 24 y 30 de julio y 30 y 17 de agosto de 1945. Isern Pérez, Los dominicos en América: Fray Pedro de Córdoba, Rev. Rosal Dominicano, Habana, sept. 1918. Américo Lugo, Historia eclesiástica de la Arquidiócesis de Santo Domingo, en el diario El Progreso, de Santo Domingo, 1913.
  21. Emilio Rodríguez Demorizi, Relaciones históricas de Santo Domingo, Ciudad Trujillo, 1942, vol. 1, pp. 112, 177, 242-244
  22. Doctrina Cristiana para instrucción e información de los indios, por manera de historia, por Fray Pedro de Córdoba, impresa por primera vez en México, 1544. Con prefacio de E. Rodríguez Domorizi. Ciudad Trujillo, 1945.
  23. Joaquín Balaguer, como apéndice de su «Colón», publicado en Buenos Aires en 1948, agregaba un estudio sobre los dominicos en La Española, donde, al tratar del Padre Córdoba, incluye la frase citada y los conceptos que mencionaremos a continuación. Fue reproducido en la revista «El Faro de Colón» de Ciudad Trujillo, N° 24, 1959


BIBLIOGRAFÍA

CÓRDOBA Fray Pedro de. Doctrina Cristiana para instrucción e información de los indios, por manera de historia, impresa por primera vez en México, 1544. Con prefacio de Emilio Rodríguez Domorizi. Ciudad Trujillo, 1945.

RODRÍGUEZ DEMORIZI Emilio, Relaciones históricas de Santo Domingo, Ciudad Trujillo, 1942, vol. 1

CUERVO Justo, O. P., Historiadores del convento de San Esteban de Salamanca, Salamanca, 1934

MARTÍNEZ Fray Manuel F., O. P., Fray Bartolomé de Las Casas, padre de América, Madrid, 1958

GIMÉNEZ FERNÁNDEZ Manuel, Bartolomé de Las Casas, delegado de Cisneros para la reformación de las Indias, Vol. 1, Sevilla, 1953

LAS CASAS Bartolomé de, Historia General de las Indias, tomo III. Ed. Millares-Hanke

PÉREZ DE TUDELA Juan. Estudio preliminar a la edición de Historia de las Indias, BAE, Vol. 95, Madrid, 1957.

REVISTAS

El Faro de Colón, de Ciudad Trujillo, N° 24, 1959

Revista Cubana, oct.-dic. 1937

Rosal Dominicano, Habana, sept. 1918

Missionalia Hispánica, Madrid, núm. 1, 1944.

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