CAPUCHINOS EN VENEZUELA; La devoción a la Divina Pastora

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Fomento de la piedad popular

Los misioneros capuchinos ejercieron una saludable y eficaz influencia en la piedad de los fieles venezolanos mediante devociones y cofradías que propagaron y fomentaron directa o indirectamente, dentro y fuera de las zonas misionales. Quiero resaltarlas porque fueron medio poderoso para incrementar el amor a la Virgen, a la Eucaristía, a la Pasión, para fomentar asimismo la frecuencia de sacramentos, la práctica de diversos actos de culto, la caridad con el prójimo, etc.

No hay duda que fue una contra en ese sentido no haber dispuesto de conventos ni de iglesias a propósito, pero, aun sin eso hay devociones que, gracias a ellos, son todavía hoy en día de gran popularidad en Venezuela.

Me refiero en primer término a la devoción a la Sma. Virgen bajo la advocación de la Divina Pastora de las almas. Fue el P. Isidoro de Sevilla, ilustre predicador capuchino, quien comenzó a venerarla con ese título en la propia ciudad del Betis, y solamente quien haya visitado el riquísimo museo de la Divina Pastora –existente en el convento capuchino de la enunciada ciudad– puede formarse idea de la popularidad de esta devoción, extendida por todo el ámbito de la geografía española.

La devoción a la Divina Pastora en América

Muy pronto se propagó a tierras americanas por obra de los misioneros capuchinos. El historiador P. Antonio de Alcácer dio a conocer en un opúsculo el origen de esta devoción en tierras colombianas. En él ha recogido no menos de 27 cuadros o imágenes antiguas, conservados en museos o colecciones particulares, que testimonian la devoción que se tuvo y continúa profesándose allí a la Virgen bajo esta advocación.[1]

Estoy seguro que otro tanto podría hacerse respecto de Venezuela. Los datos que luego aportaré y otros más que he ido consiguiendo, confirman y ratifican esa afirmación. Solo se precisa el interés artístico-mariano de alguno que sepa buscar y descubrir esos tesoros que, en este orden como en otros varios, existieron sin duda alguna en Venezuela.

Adelanto por de pronto que a esta se extendió mucho antes que a Colombia. Si aquí llegó en 1750, ya se encontraba en Caracas, al menos en 1716, una imagen de la Divina Pastora. Creo además que el primero en dar a conocerla en Venezuela fue el P. Marcelino de San Vicente.

En calidad de prefecto de la misión de los Llanos vino a España en 1701 y no pudo regresar al campo de su apostolado hasta mayo de 1706. Esos años los pasó justamente en Sevilla, al lado del P. Isidoro, iniciador de esta advocación de la Divina Pastora. Parece muy probable fuese él o uno de sus compañeros en la expedición misional de 1706, quien extendió esta devoción a tierras venezolanas, llevando consigo ya entonces alguna imagen, cuadro, etc.

De todos modos es seguro que antes de 1713 se conocía aquí esta advocación puesto que, en marzo del expresado año, ya estaba fundado el pueblo de Mapubares, al que los misioneros dieron por titular la Divina Pastora.[2]Consta por otra parte, como queda adelantado, que para 1716 una imagen de la misma, llevada a Caracas por uno de los misioneros de los Llanos, era muy venerada en esta ciudad.

Pertenecían aquellos misioneros de los Llanos a la provincia religiosa de Andalucía, y forzoso es reconocer que fueron los capuchinos andaluces los que más se distinguieron en propagar y fomentar esta devoción, así en España como en Venezuela.

Prueba de ello es que fue rara la iglesia misional en la que no existiese una imagen, un cuadro, un estandarte procesional de la Divina Pastora, lo que contribuyó poderosamente a conocer y propagar su devoción, y luego, de modo muy eficaz en la piedad de los fieles por medio del rezo de la corona, del rosario cantado por las calles varios días determinados de la semana, lo que servía de estímulo para que los demás hiciesen lo propio.

Templos e imágenes de la Divina Pastora

Como corroboración de lo dicho quiero citar algunos casos concretos. En primer término el pueblo misional de Jobal o Lagunitas (1751) que, al igual que el de Mapubares (1712), llevó por titular la Divina Pastora. En su iglesia se veneró desde un principio y aún continúa una bellísima y artística imagen –de procedencia sevillana sin duda alguna– de talla al igual que otras de Cristo, uno crucificado y otro yacente; estas dos imágenes debieron servir para las procesiones de Semana Santa.[3]

Asimismo el pueblo de Boconó (1762) llevó en un principio por titular San Jenaro y la Divina Pastora, que luego quedó solo con el primero; el de Guanare Viejo, Morrones o Morroncito tuvo desde su fundación por titular la Divina Pastora y, finalmente, él mismo se dio a la villa de españoles San Carlos del Meta, que no prosperó.[4]

Además, en la iglesia de nuestra Señora del Rosario de Chiquintirá de Aregue, pueblo que en los primeros años del siglo XVIII estuvo al cuidado de los misioneros capuchinos, existió un cuadro de la Divina Pastora colocado en uno de los nichos del altar mayor; otro cuadro grande destacaba asimismo en la iglesia misional de nuestra Señora del Carmen de Burla, y otro más en la de santa Clara de Caramaeste, mas dos estampas de buenas dimensiones con sus cuadros de madera; en la de Altamira, un guión o estandarte de la Divina Pastora, con el que se recorrían las calles cantando el rosario; en la de Tinaquillo, un altar especial dedicado a la Divina Pastora con su imagen y aparte un cuadro de la misma; finalmente, próximo al pueblo de San Nicolás de Moruy, se levantó el oratorio de Baraibere, dedicado a la misma y cuya bella imagen destacaba en el altar mayor.[5]

He de agregar que cerca de Carora tuvo dedicada una capilla, que no sé si todavía subsiste, y, por último, una persona de Caracas tiene en su pinacoteca particular dos hermosos cuadros de la Divina Pastora, más un tercero que vi hace años y que, a mi entender, proceden seguramente de algún pueblo misional de los Llanos.

Esta devoción prendió igualmente pronto en los misioneros de Cumaná, que eran de la provincia religiosa de Aragón. Así, en 1733 el P. Domingo de Villafranea fundó el pueblo de Caripe cuyo titular fue la Divina Pastora, aunque solo subsistió un año.[6]A la influencia y propaganda de los religiosos se debió que un sacerdote cumanés, D. Sebastián Conde y Noguera, párroco de la ciudad, se decidiera en 1774 a levantar una capilla pública en honor de la Divina Pastora en el barrio de Chiclana.[7]

Se construyó efectivamente poco después, pero el 14 de diciembre de 1797 un espantoso terremoto derribó la capilla. Reedificada y enriquecida con valiosas alhajas, subsistió hasta 1817, cuando tanto aquella como el barrio de Chiclana fueron totalmente destruidos.[8]

Estos mismos misioneros de Cumaná pusieron la Divina Pastora como titular del hospicio que otro sacerdote les donó en 1795. Es más: después de varias cédulas que así lo ordenaban, se encargaron definitivamente de la evangelización de la isla de Trinidad, que antes había estado al cuidado de los misioneros de Guayana, y allá dirigieron sus pasos a fines de 1745.[9]

En 1749 fundaron el primer pueblo, Santos Reyes, que perduró poco tiempo,[10]y, hacia 1784, el P. Francisco de Ateca dio comienzo al de Siparia, que tituló de la Divina Pastora y del que estuvo cuidando aun después que Trinidad dejó de ser española, y quizás también hasta 1810 o más tarde.[11]

Lo cierto es que, con el correr de los años, la iglesia de Siparia se ha convertido en un auténtico santuario mariano, centro de devoción a la Divina Pastora, fomento eficaz de piedad, punto de frecuentes y numerosas peregrinaciones. Actualmente está al cuidado de Padres Dominicos irlandeses.

Un misionero de Tucupita, que en más de una ocasión fue testigo presencial del fervor mariano que allí se respira, afirmaba hace unos años: “Solo viéndolo puede formarse cabal idea de la devoción que en toda aquella isla se tiene a la Divina Pastora y que patentiza en nutridas peregrinaciones, incontables ofrecimientos y exvotos, frecuencia de sacramentos y otros actos de piedad”. Todo ello tiene su origen inicial en los misioneros capuchinos de Cumaná, portadores de esta devoción a la citada isla.

Por su parte los de Guayana establecieron en 1737, cerca del río Yaruari, el pueblo misional de la Divina Pastora, cuyo hato es sobradamente conocido en la historia por haber reunido en él aquellos antiguos evangelizadores más de cien mil cabezas de ganado vacuno y caballar.

Los misioneros de Maracaibo no dedicaron pueblo alguno –de los por ellos fundados– a la Divina Pastora; no obstante también allí prendió el amor a la Virgen bajo esta advocación. En la iglesia de Santa Bárbara, por ellos reconstruida en 1747 y que utilizaban para tener sus cultos, existía una imagen suya colocada en uno de los nichos del altar mayor, y asimismo un cuadro en uno de los altares laterales. Otra imagen era venerada en la iglesia del pueblo misional de San Fidel de Apón.[12]

Los hechos y datos aportados demuestran el incremento que tomó, ya desde un principio, en Venezuela esta devoción, que se orientaba principalmente a fomentar el amor a la Santísima Virgen mediante el rezo de la corona, del santo rosario cantado por las calles y llevando el estandarte de la Divina Pastora, a incrementar la frecuencia de sacramentos, a practicar obras de caridad y también actos penitenciales.

Los Misioneros Capuchinos, principales propagadores de la devoción

No puede ponerse en duda que todos esos frutos y consecuencias espirituales se debieron directa o indirectamente de los misioneros capuchinos que se mostraron sumamente celosos y empeñados en propagar la devoción a la Divina Pastora a través de las distintas regiones de Venezuela, encomendadas a su evangelización. Lo propio se diga de las imágenes extraordinariamente veneradas en dos santuarios, que patentizan una vez más la influencia que ha tenido y sigue teniendo aquí, en la piedad de los fieles, esta devoción. Me refiero a las de Caracas y Santa Rosa del Cerrito.

Sobradamente es conocida de todo venezolano, y particularmente de todo caraqueño, la grandiosa iglesia de la Divina Pastora levantada en la capital. Su mole majestuosa se debe –al menos en su parte principal– a un capuchino, el P. Olegario de Barcelona; la imagen en ella existente se debe asimismo a otro misionero capuchino de los Llanos, cuyo nombre se desconoce.

Aunque no puede fijarse con exactitud su procedencia, puede tenerse por seguro que fue traída de Sevilla: sus facciones, su hechura, etc., parecen indicarlo así, y lo corrobora la certeza de que fue traída por uno de los misioneros de los Llanos, que eran andaluces. Tampoco es posible asegurar la fecha de su llegada a Caracas. Rechazando de plano los acontecimientos raros y extraordinarios con que algunos escritores rodean su arribo a la ciudad, se sabe con certeza que en ella era ya venerada en 1716.

Así lo asegura un testigo presencial digno de todo crédito, el sacerdote D. Salvador José Bello, quien siguió personalmente el desarrollo de esta devoción, afirmando que para ese año (1716) habían introducido los capuchinos la loable devoción del santísimo rosario y corona de la Divina Pastora, cuya imagen –añade– dejaron en Caracas para que todas las semanas se sacara por las calles, lo que se hacía en solemne procesión los domingos por la tarde y los miércoles por la noche.

Refiere además que en 1722 dicha imagen estaba colocada en la capilla del Sagrario de la catedral: que se hacían aquellas procesiones cada vez con mayor esplendor y a su vez se celebraba la novena con predicación diaria. Para mayor comodidad de los cultos, se trasladó la imagen a la iglesia de Santa Rosalía y luego a la de las carmelitas descalzas.

Aumentando la concurrencia de devotos se hizo necesario disponer de iglesia propia para tener con mayor comodidad y desahogo los actos de culto. El sacerdote D. Salvador José Bello lo comprendió mejor que nadie y, animado de su amor a la Divina Pastora, resolvió levantarla por su cuenta.

El sitio elegido fue la salida de la ciudad para el puerto de La Guaira; así se facilitaba a los vecinos del barrio –pobres en su mayoría– poder oír misa por no atreverse a hacerlo en las iglesias de la ciudad, como alegaba Bello.[13]Tal petición, hecha en 1741, mereció la aprobación del gobernador y del cabildo eclesiástico, y un año después el rey daba por bueno el proyecto.[14]

El 10 de febrero de 1743 se iniciaba la fábrica de la iglesia, siendo inaugurada el 8 de abril de 1745, trasladándose a ella la imagen de la Divina Pastora en lucidísima procesión que partió desde la catedral.[15]El fervor de los devotos aumentó considerablemente y, recogiendo el anhelo unánime, se constituyó la cofradía particular de la Virgen, cuyas constituciones fueron aprobadas por cédula de 20 de septiembre de 1746.

En ellas se concretaban –entre otras cosas– los actos de devoción y culto que deberían tenerse: novena solemne y predicada todos los años; en los segundos domingos de cada mes misa y comunión, y luego vela por turno ante la imagen hasta las cuatro de la tarde; rezo diario de la corona en la iglesia todos las tardes, siendo cantada procesionalmente los domingos y miércoles. A esos actos asistirían los cofrades con la medalla al pecho. A ellos y demás devotos concedió Benedicto XIV indulgencias y privilegios singulares por breve de 21 de mayo de 1746.[16]

D. Salvador José Bello construyó, también a su coste, una casa adjunta a la iglesia con no menos de 14 habitaciones, que sirvió para tandas de Ejercicios espirituales. Como se encontraban al otro lado del río Catuche, con objeto de que los fieles pudiesen acudir allí con más facilidad, el gobernador José Carlos de Agüero mandó construir en 1776 un puente que diese acceso.[17]

Por otra parte Bello trató de ceder, tanto la casa como la iglesia, para que allí se instalase un colegio de predicadores que diesen misiones populares por la diócesis de Caracas. Las ofreció a los PP. mercedarios en 1767; al principio aceptaron, pero los superiores de la orden no lo juzgaron conveniente.[18]El mismo ofrecimiento se hizo en 1773 a los capuchinos, que aceptaron ambos inmuebles con destino a hospicio, pero no tuvo efecto, sobre todo porque el obispo Martí no dio su consentimiento.[19]

En vista de ello, el sacerdote Bello continuó al frente de la iglesia en calidad de capellán, con derecho a tener todos los actos de culto y celebrar las procesiones con la imagen de la Divina Pastora. Por devoción a ella había gastado cuantiosas sumas de dinero, convirtiéndola en una verdadera joya de arte, como puede apreciarse por la descripción que hace Martí,[20]y más aún por el inventario efectuado en 1767, en que, además de la imagen de la Virgen de escultura en el camarín del altar mayor, con el Niño, dos ángeles que sostenían la corona imperial y una oveja a los pies, se anota la existencia de dos cuadros más de la Divina Pastora y un guion de la misma, que servía para salir procesionalmente cantando el rosario y la corona.[21]

Aquella obra se vino a tierra con el terremoto de 1812. Pasada la guerra emancipadora, se levantó en el mismo sitio una capilla para atender a las necesidades espirituales del vecindario. Años después, hacia 1850, se comenzó a construir nueva iglesia. Al parecer, la iniciativa partió del capellán D. Ángel Ms. Martínez; con muchos esfuerzos y trabajos fue levantando la obra que no vio concluida, puesto que en 1870 se ausentó de Venezuela.

La terminó el nuevo capellán P. Olegario de Barcelona, uno de los misioneros capuchinos que, en número de unos 70, arribaron a Venezuela los años 1842 y siguientes. Su sueño dorado, una vez designado capellán en 1878, fue dar cima a la iglesia, haciéndola lo más digna posible de la Reina de los cielos.

Sin que pueda afirmarse si continuó la obra tal como estaba proyectada o si se valió de nuevos planos, lo cierto es que, a los doce años de afanes y trabajos, pudo verla inaugurada el 8 de septiembre de 1890. Ese mismo día era elevada a la categoría de parroquia y encomendada al propio P. Olegaria que la regentó hasta su fallecimiento, 2 de octubre de 1900, a los 85 años de edad.[22]

Hoy como ayer, y desde hace más de siglo y medio, continúa siendo aun santuario de devoción a la Divina Pastora para los caraqueños e incontable número de venezolanos. Otro santuario de esa misma devoción y a la vez centro de peregrinaciones, es el de Santa Rosa del Cerrito, por venerarse en él una antigua imagen de la Divina Pastora.

No es mi intento atribuir esa imagen a los misioneros capuchinos de los Llanos, pero sí estoy persuadido de que el deseo de tenerla fue fruto y consecuencia de la propaganda y predicación de aquellos. Consigno hechos.

Predicaron ellos en la ciudad de Barquisimeto y pueblos circunvecinos, misiones populares a los españoles, mulatos, etc., lo que tuvo lugar al menos durante el primer cuarto de siglo XVIII, y se reanudaron con nueva intensidad a partir de 1750. Para la primera mitad del expresado siglo, ya era consigna universal entre los capuchinos recomendar en la predicación la devoción a la Divina Pastora.

¿No suscitaría esa predicación, habida también en Santa Rosa del Cerrito, la idea y el anhelo de tener en su iglesia una imagen de la Virgen bajo esta advocación? No parece inverosímil sino muy probable. Ahora bien: ¿Quién llevó esa imagen a la iglesia de Santa Rosa y en qué fecha? Son dos preguntas a las que es difícil dar contestación segura y categórica.

Se ha escrito que ya era venerada allí por 1767 y que se debió a la predicación de los misioneros PP. Cristóbal de Alcalá la Real y Gabriel de La Higuera, que en Barquisimeto y otros pueblos anunciaron la divina palabra “con efectos maravillosos”.[23]Tal fecha hay que retrotraerla veinte años por los menos, puesto que, ya en septiembre de 1746, no solo era venerado sino que tenía su propio altar “la efigie de nuestra Señora la Pastora con su Niño con respaldo de angaripola y cielo raso..., corona imperial de plata y el Niño vestido de carmesí”.[24]

Por otra parte, rechazando –por no encontrar fundamento histórico– lo de las dos cajas que contenían las imágenes de la Inmaculada y de la Divina Pastora, pedida la primera para Santa Rosa y la segunda para Barquisimeto, sobre las cuales los portadores sufrieron equivocación,[25]cuantos documentos he podido examinar me inducen a creer que fue el sacerdote D. Sebastián Bornal, párroco de Santa Rosa desde su ordenación, 1730, hasta su muerte, 1792, quien logró llevar la expresada imagen a la iglesia de su cargo.

En efecto: en los diez primeros años –hasta 1746 inclusive– Bornal hizo muchos gastos “en la fábrica de la iglesia y residuos de su destrucción”.[26]Además, según carta suya (29 agosto 1763) había trabajado lo indecible para ponerla limpia y decente, completando su reedificación, enriqueciéndola con “alhajas, imágenes y ornamentos”, la había retejado y pintado, construido la sacristía y coro, aparte de otros pormenores, ascendiendo los gastos hechos más de seis mil pesos.[27]

A lo dicho hay que añadir las alhajas valiosas que con su dinero compró para adorno de la imagen de la Divina Pastora, entre ellas una corona imperial sobredorada y sembrada de dobletes “y unas andas de madera dorada con columnas y remates también dorados y toldilla de tafetán carmesí”.

Dice en 1746 que todo ello no lo recarga como gastos de fábrica “porque todo con otras menudencias lo he costeado de mi propio caudal por especial devoción a la Divina Pastora, a cuya sagrada efigie que está colocada en altar propio en esta iglesia, pertenece todo lo dicho”.[28]

Y, al hacer testamento –13 de octubre de 1791– dispone ser enterrado “debajo del arco de la capilla de la Divina Pastora colocada en esta iglesia de mi cargo”, renueva la donación de muchas cosas ya entregadas para adorno de la Virgen junto con lo demás “con que se halla adornada dicha imagen en el expresado su altar que costeé por entero y lo propio su capilla” y, por fin, constituye por su única y universal heredera “la imagen de la Divina Pastora para que todo lo goce como propio en la referida capilla de esta iglesia de mi cargo”.[29]

Todo eso pone bien de manifiesto el amor fervoroso que sentía Bernal por la Divina Pastora, y cuanto hizo por esta imagen no tiene fácil explicación sino admitiendo que fue él quien llevó su imagen a Santa Rosa del Cerrito ya antes de 1746. He de consignar también que la descripción hecha en ese año así como el inventario de altares, imágenes, ornamentos y alhajas coinciden en mucho con la que hace Martí en 1772.

Este a su vez, se complace en reseñar al pormenor las cuantiosas y valiosísimas joyas que adornaban esta imagen, reseña que ocupa página y media de uno de sus inventarios con letra bien apretada. Tales joyas no eran solo las que Bernal había costeado, sino también otras de subido mérito y que probaban, junto con los exvotos, la devoción que los fieles le profesaban.[30]

La iglesia de Santa Rosa se vino a tierra con el terremoto de 1812. Lo maravilloso fue que, contra toda humana previsión, quedaron incólumes la imagen de la Divina Pastora y su altar. Este suceso aumentó la fe y confianza en el poder de la Virgen, y ese fervor mariano creció sobremanera cuando, en ocasión de encontrarse Barquisimeto medio enlutada en 1856 por las numerosas víctimas de la viruela, fue llevada a la ciudad procesionalmente la imagen desde Santa Rosa, haciendo su entrada triunfal el 14 de enero. Desde ese día comenzó a disminuir la fuerza de la epidemia hasta su total desaparición.

La voz del pueblo atribuyó aquella extinción tan rápida a un milagro de la Virgen, avalado por la ofrenda heroica del P. Macario Jépez. A partir de entonces la ciudad agradecida ha querido celebrar todos los años el 14 de enero como fecha de recuerdo y acción de gracias, repitiendo la entrada procesional de la imagen de la Divina Pastora.

Un exponente más de esa devoción y expresión igualmente de amor fervoroso, fue la coronación canónica de esta imagen en el segundo centenario de aquella primera entrada, acto solemnísimo que tuvo lugar el 14 de enero de 1956. Promotor de los actos que entonces tuvieron lugar fue el Excmo. Sr. arzobispo D. Críspulo Benítez Fontúrrel que presidió las sesiones del III Congreso de Historia Eclesiástica, habido en Barquisimeto. A la coronación se siguió la restauración de la iglesia, su ornamentación artística, nuevo retablo del altar mayor, dotándolo de cinco meritorias pinturas que representan los más señalados hechos históricos relativos a esta imagen.

Pero si esto es lo que se ve e impresiona al visitante, hay algo que no aparece a simple vista pero que, a mi entender, es la manifestación más expresiva de la devoción que se profesa a la Divina Pastora. Me refiero a los incontables exvotos de oro, plata, otros metales, cera, etc.

Hace años visité la iglesia de Santa Rosa. Para mí fue una agradabilísima sorpresa que no pude por menos de manifestar al sacerdote encargado, el ver, no digo cientos, sino muchos miles de exvotos depositados allí por personas agradecidas. Cada uno de ellos canta el amor de un alma y son en conjunto testimonio bien patente de la devoción que aún sigue profesándosele.

La devoción a la Inmaculada Concepción

Termino con algo referente a Maracaibo, que es también recuerdo y es historia escrita a lo largo de dos siglos. Me refiero a una Cofradía de la Inmaculada Concepción, que estuvo muy pujante en dicha ciudad, dio excelentes frutos de devoción a la Virgen y sirvió de eficacísimo estímulo a la piedad. Se debió al fervor y actividad de los misioneros capuchinos, encargados de la evangelización de los indios de Perijá y Guajira, y, sobre todo, al P. Justo de Valencia, uno de ellos, que la estableció en la capilla de Santa Bárbara, reedificada por él en 1747.[31]

Llevaba la Cofradía este singular título: «Diario de la Purísima Concepción de nuestra Señora y su corona», redactando luego las Constituciones por las que debía regirse.[32]Estas, un tanto retocadas en la forma aunque no en el fondo, fueron aprobadas definitivamente en 1753 por el vicario general de Caracas y en 1756 por el rey.[33]

El fundador, P. Juan de Valencia, para perpetuar mejor su obra, acudió al monarca español, en 1748, para que acogiera la cofradía bajo su protección. Consiguió asimismo la aprobación de la Congregación de Ritos, que le fue concedida, al igual que varios privilegios especiales, por sendos breves de 15 de mayo de 1750.[34]En fuerza de los mismos quedaba agregada a la Archicofradía de la Inmaculada, de Roma, y con facultad de agregar otras cofradías en España y América.

La finalidad de esta cofradía era la exaltación del misterio de la Inmaculada Concepción. Sus socios venían obligados a la celebración solemne de la novena con predicación diaria, a asistir a los cofrades enfermos, a acudir en ayuda de las jóvenes en peligro, a salir procesionalmente todos los sábados cantando la corona de la Virgen por las calles lo mismo que los domingos por las tardes, mientras que los restantes días la rezarían en la iglesia con cuantos deseasen hacerlo en común. Finalmente, debían hacer el ejercicio del viacrucis todos los viernes por las calles.[35]

Al dar el vicario general D. Pedro Thamarón su aprobación provisional a dichas Constituciones dos años después de establecida la Cofradía, hacía constar que el rezo de la corona y la devoción del llamado «Diario», iba acompañado «de otros ejercicios laudables a los que asistía innumerable concurso de fieles, con gran frecuencia de sacramentos y aprovechamiento de las almas».[36]

Y un exponente de ese fervor mariano es el rico inventario de los objetos que, ya en 1760, eran propiedad de la Cofradía, entre ellos, el altar mayor de la capilla, otro altar de la Divina Pastora y diversas alhajas de gran valor.[37]Que esta cofradía fue aumentando y floreciendo más y más lo patentiza asimismo el número de imágenes de mérito, pinturas, ornamentos, utensilios sagrados y alhajas, cuyo inventario y descripción hizo el obispo Martí al efectuar la visita pastoral en 1774.[38]

Aunque los capuchinos no eran propietarios de la capilla o iglesia de Santa Bárbara, por tener adjunto el hospicio, atendían al culto de la misma, dirigían la Cofradía de la Inmaculada, procurando igualmente sostener la piedad y aumentarla, teniendo predicación todos los viernes y domingos aun por la noche, dirigiendo el viacrucis por las calles con gran concurso de hombres y mujeres, fomentando la frecuencia de sacramentos y dando repetidas tandas de Ejercicios espirituales, sobre todo en cuaresma.[39]

Tal debió ser el ambiente de piedad allí existente por los años 1785 y 1786, gracias a ese celo y actividad apostólica de los capuchinos, que se atrevieron a pedir al rey la propiedad de esta iglesia de Santa Bárbara, alegando precisamente su trabajo continuado en ella, los frutos alcanzados entre los fieles y asimismo el haber sido por ellos reedificada.[40]

Así prosiguieron hasta 1820 en que se dio por finalizada aquella misión de Maracaibo. Todo eso nos demuestra que fue grande la solicitud de los misioneros capuchinos para buscar medios de fomentar la piedad en los fieles y su celo en promover la devoción a la Sma. Virgen a través de esta importante cofradía en honor de su Inmaculada Concepción.


NOTAS

  1. Antonio de Alcácer, OFM. Cap., La Divina Pastora en la historia y en el arte hispano-colombiano (Bogotá: Ediciones Paz y Bien Seminario capuchino, 1964), 49 pp. más 21 grabados fuera del texto.
  2. Este pueblo aparece ya fundado en una relación del estado de la misión, 3 marzo 1713 (Buenaventura de Carrocera, Misión de los capuchinos en los Llanos de Caracas, II (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1972), 56).
  3. Martí hace referencia a esta imagen de la Divina Pastora de Lagunitas, colocada en el altar mayor, y también a la del Smo. Cristo, y consigna asimismo los exvotos existentes, prueba de la devoción que se profesaba a la Virgen con este título. Mariano Martí, Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas. Libro personal II (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1969), 241.
  4. El pueblo de San Jenaro y Divina Pastora estaba formado de indios y españoles. Martí, al hacer la visita en Morrones, atestigua que en el altar mayor de la iglesia había un gran cuadro de la Divina Pastora (Martí, “Documentos relativos a su visita pastoral”, I, 518-519; Libro 4° de Inventarios, ms., f. 8Iv.).
  5. Martí. Libro 3. o de Inventarios, ms., f. 101, consigna lo de Aregue; también en el Libro 4°, fr. 131-132r, 135-137, da los datos sobre Caramacate y Buría; igualmente en el Libro 5°, ff. 17-18, 145-146, pone los referentes a Tinaquillo y Altamira, y en el Libro l°, f. 210r., habla del oratorio de la Divina Pastora en Baraibere.
  6. Buenaventura de Carrocera, Misión de los capuchinos en Cumaná, I (Caracas Academia Nacional de la Historia, 1968), 418.
  7. Carta del mencionado sacerdote. Cumaná. 16 agosto 1774, y cédula San Lorenzo, 19 octubre 1776. (AGI, Santo Domingo, 613. libro H, n. 040, ff. 224-226). Adjuntos a la carta van los planos de la capilla.
  8. Carrocera, “Memorias para la historia” 80-85, 562, 579-582.
  9. Las diversas cédulas van fechadas en Madrid, 24 enero 1731. (AGI, Caracas, 24), Buen Retiro. 6 abril 1744. (AGI, Santo Domingo, 591 y 883. ff. 474-475); carta del P. Prefecto Juan de Longares, 8 octubre 1745. (AGI, Santo Domingo, 643).
  10. Carrocera, Misión de los capuchinos en Cumaná, III, 442-443.
  11. Carrocera, Misión de los capuchinos en Cumaná, I, 369, 370, 385, 392, y III, 529, 543, 547 y 549.
  12. Martí, “Documentos relativos a su visita pastoral”, IV, 178; “Testimonio de los autos que se siguen en esta Intendencia sobre la entrega al Ordinario de varios pueblos de indios motilones”)..., 1811. (AGI, Caracas, 179). Se hace aquí la descripción e inventario de la iglesia misional de San Fidel de Apón.
  13. Cfr. Venezuela misionera, 16 (1954), 75-76; se copia aquí la solicitud de Bello, en la que anota estos datos y los anteriormente consignados.
  14. Carta del gobernador de Caracas, 2 octubre 1741, del provisor y cabildo, 6 octubre 1741, al rey, y cédula, Madrid, 12 febrero 1742, (AGI, Santo Domingo, 803).
  15. Cfr. Mariano Martí, Relación de la visita general que en la Diócesis de Caracas y Venezuela hizo el Ilmo. Sr. Dr. Don Mariano Martí del Consejo de Su Majestad. 1771-1784, I (Caracas: Parra León Hermanos, 1928), 44-45.
  16. Toda la documentación relativa a esto mismo se encuentra en AGI, Santo Domingo, 803, 29 ff., y Santo Domingo, 710, 3 ff. También se encuentran las Constituciones de la Cofradía, la cédula de aprobación de las mismas, Buen Retiro, 20 septiembre 1746, y los tres breves de Benedicto XIV, 21 mayo 1746, todo impreso en un opúsculo en Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Capuchinos”.
  17. Cartas del gobernador D. José Carlos de Agüero, 17 y 22 junio 1776, (AGI, Caracas, 245, 123 ff., y Caracas, 83, 66 folios) y contestación del Consejo de Indias, 23 diciembre 1776, (AGI, Caracas, 13, 58 folios).
  18. Toda la documentación referente a la cesión de esta iglesia a los PP. Mercedarios, con la intención de que allí estableciesen una especie de colegio de misioneros, destinados a predicar misiones populares por la diócesis de Caracas principalmente, se encuentra en el (Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Documentos episcopales de Díez Madroñero (1756-1769”).
  19. Cédula, Aranjuez, 9 junio 1777, en la que se recoge el informe de Martí. 21 junio 1776 (Archivo Arquidiocesano de Caracas, Cédulas reales, VIII, ff. 210-214), y cédula de 19 de enero de 1779 (AGI, Santo Domingo, 895). Las razones de Martí para negar permiso para la cesión de la iglesia de la Divina Pastora como de la de la Sma. Trinidad a los capuchinos, era porque, si se hacían cargo de alguna, sería en menoscabo de la parroquia de Altagracia, en tanto que si eran atendidas por sacerdotes seculares, podrían estos prestar ayuda a la mencionada parroquia. También los documentos que se encuentran en la BN. de Madrid, ms. 3648, f. 145s., relativos tanto al hospicio de los capuchinos en Caracas, como a la cesión de la iglesia a favor de estos religiosos.
  20. Martí, “Relación de la visita”, 44-45.
  21. Martí, “Documentos relativos a su visita pastoral”, Libro l°, de Inventarios, ms., ff. 161-164.
  22. Carrocera, “La orden franciscana”, 103s.; ID .. “La iglesia de la Divina Pastora, de Caracas” en Venezuela misionera, 16 (1954), 74-76. 103-105, 137-140.
  23. Cfr. María, Divina Pastora de Santa Rosa, 25, donde afirma que el 9 de julio de 1767 una señora dejaba una fundación de siete misas anuales rezadas, una de las cuales sería en honor de la Virgen bajo la advocación de Divina Pastora.
  24. Así consta por los autos de la visita a este pueblo de Santa Rosa del Cerrito por el sacerdote Dr. D. Carlos de Herrera, hecha por comisión del obispo de Caracas, el 1l de septiembre de 1746; en ellos describe el altar mayor, las imágenes que en él había, y ese otro de la Divina Pastora (Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Parroquias”, Apéndice, Carpeta 21). Este documento va unido a otro sobre Coro.
  25. Cfr. María. Divina Pastora de Santa Rosa, 25s., donde refiere todos estos pormenores, aparentemente milagrosos.
  26. Cfr. el documento citado en la nota 119 y asimismo los que hay sobre el sacerdote Bernal, las obras por el realizadas. etc., en (Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Parroquias”. Cerrito de Santa Rosa).
  27. Carta de Bernal. 29 agosto 1763, en la que solicita permiso para llevar a su iglesia una imagen de Jesús Nazareno y pone las cuentas de lo por el gastado en arreglos de la iglesia (Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Parroquias”. Cerrito de Santa Rosa).
  28. Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Parroquias”. Cerrito de Santa Rosa, y también el otro documento citado en la nota 119.
  29. Cfr. copia del testamento de Bernal, hecho ante notario público, en Cerrito de Santa Rosa. 13 de octubre de 1791 (Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Testamentos”, no. 127).
  30. Martí, “Documentos relativos a su visita pastoral”, Libro 4° de Inventarios. ms., folios 138v-140.
  31. Según un informe del gobernador de Maracaibo, febrero de 1746 (AGI, Caracas, 144) el P. Justo se encontraba ya en esta ciudad el mencionado año y predicaba con gran aceptación; la reedificación de la capilla o iglesia de Santa Bárbara, llevada a cabo por él en 1746, es un hecho que se constata en varios documentos.
  32. Estas constituciones, provisionales al parecer, fueron aprobadas primeramente por el vicario de Maracaibo, uno de septiembre de 1747, y más tarde por el rey, por su cédula despachada en Buen Retiro, 5 septiembre 1749 (Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Capuchinos”).
  33. En atención a que dichas constituciones eran solo provisionales, el gobernador, después de recibir órdenes del monarca, mandó el8 de septiembre de 1750, se hiciesen nuevas constituciones al religioso que entonces estaba al frente de la Cofradía, puesto que el P. Justo de Valencia había ya fallecido (Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Capuchinos”). Y justamente las que llevan el título arriba indicado, fueron a su vez aprobadas primero por los congregantes de la propia Cofradía de la Inmaculada Concepción, 20 de enero de 1753; más tarde por el provisor del obispado de Caracas, 5 febrero 1753, y finalmente por cédula de 1756 (Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Capuchinos”).
  34. Estos breves se encuentran en el “Bullarium Ordinis Fratrum Minorum Capuccinorum”; VII, Romae 1752, 340-341. Aunque parezca extraño, los originales de los mencionados breves se encuentran en AGI, Santo Domingo, 678.
  35. Todos estos loables ejercicios de piedad estaban consignados en las expresadas Constituciones definitivas, que fueron aprobadas a ruegos del misionero capuchino P. Andrés de Los Arcos por cédula despachada en Buen Retiro, 16 de septiembre de 1756 (Lodares, “Los franciscanos capuchinos”, II, 420-421, donde se copia esta cédula).
  36. Así lo hace constar el citado vicario general de la diócesis de Caracas al dar su aprobación a las Constituciones provisionales (Caracas, 20 septiembre 1748) (Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Capuchinos”, siglos XVII-XVIII).
  37. El inventario de cuantos bienes eran propiedad de esta Cofradía en honor de la Inmaculada Concepción, se hizo el 20 de noviembre de 1750 (Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Capuchinos”, siglos XVII-XVIII). Pero además, aparte del hecho por Martí, con la correspondiente descripción de cuanto había en la capilla o iglesia de Santa Bárbara, existe otro hecho en ocasión de la visita pastoral efectuada por el obispo de Mérida D. Fr. Juan Ramos de Lora (21 enero 1785) que se encuentra en el (Archivo Arquidiocesano de Mérida, “Inventarios”, I.
  38. Martí, “Documentos relativos a su visita pastoral”, Inventarios, IV, 178-182. Y más pormenorizado aún en el ms. original, Libro tercero de inventarios, ff. 63v-67r.
  39. Así se lo comunicaba el obispo Díez Madroñero al vicario de Maracaibo para que remitiese a los capuchinos tales ejercicios de piedad y apostolado (Caracas, 16 octubre 1760), (Archivo Arquidiocesano de Caracas, “Documentos episcopales sección Antolino-Madroñero”).
  40. Cfr.: el contenido de estos memoriales en Lodares, “Los franciscanos capuchinos”, 419-421. No parece les fue concedido lo que pedían, aunque los capuchinos continuaron teniendo sus cultos en ella.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Arquidiocesano de Caracas

Archivo Arquidiocesano de Mérida

Archivo del Estado de Maracaibo

Archivo General de Indias

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BUENAVENTURA DE CARROCERA OFM

©Missionalia Hispanica. año XXXIX – N° 115 - 1981