AMÉRICA LATINA; Continente de mártires I

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Persecuciones y mártires en nuestros tiempos modernos

En la convocación del Jubileo 2000 Juan Pablo II escribía: “en nuestro siglo (XX) han vuelto los mártires, muchas veces ignorados, como «soldados desconocidos» de la gran causa de Dios”. Hablaba de la multitud de los mártires en el siglo XX: "Este siglo ha visto numerosos mártires, especialmente del nazismo, del comunismo y de conflictos raciales y tribales”. “Los mártires, escribía, son hombres y mujeres que han seguido a Cristo en las varias formas de la vocación religiosa.”.

En más de 70 países los cristianos han sufrido persecución por motivo de la profesión de su fe. Las ideologías que han dominado la cultura mundial a lo largo de los dos últimos siglos, a partir de la etapa inaugurada por la Revolución Francesa, continuada y fomentada en el llamado “largo siglo liberal” (siglo XIX y parte del XX) por mentalidades y variados intereses, con sus altibajos anticristianos por personas y grupos que se confesaban “libre-pensadores”, agnósticos, masones en una variedad múltiple de tonos.

Las revoluciones burguesas y luego otras de carácter totalitario (marxista o nazi-fascista) triunfarán en muchos países. En manera variada estas ideologías condujeron en el siglo XX a una cadena de purgas y genocidios, guerras y desastres de todo tipo. También en el Continente Latinoamericano han abundado estas persecuciones, que a veces se revisten de formas defensoras de intereses particulares de oligarquías opresoras, o en otras bajo el manto de formas políticas de defensa de una llamada «seguridad nacional» o, al contrario, de movimientos guerrilleros de talante marxista o filomarxista como «Sendero Luminoso» en Perú, los «tupamaros» de Uruguay, o los «sandinistas» de Nicaragua.

Todos esos movimientos y sus respectivos «proyectos sociales» han intentado eliminar violentamente, de un modo o de otro, la fe cristiana. Aquí se sitúa la historia de las persecuciones que los cristianos han sufrido en el siglo XX y la de sus mártires en América Latina.

Numéricamente nunca ha habido tantos cristianos como en el siglo XX con casi dos mil millones de fieles. Pero también el siglo XX se caracteriza por haber tenido más mártires que todo el resto de la historia del Cristianismo: de hecho, dos tercios de los mártires de esta historia fueron asesinados precisamente en el siglo XX. Han sido alrededor de 27 millones, de un total de casi 40, según los cálculos proporcionados por el Obispo ucranio Michel Hrynchyshyn, presidente de la Comisión de los Nuevos Mártires del Jubileo del 2000.

Estos datos los proporciona también el estudioso inglés David B. Barret en «Christian World Encyclopedia». Barret habla de 26, 685,000 en solo el siglo XX. Juan Pablo II a lo largo de su pontificado canonizó 464 santos y santas, de los que 344 eran mártires; beatificó 1291, de los que 971 fueron mártires. Por su parte, Benedicto XVI sólo en sus dos primeros años de pontificado canonizó 9 santos y beatificó 40 beatos, de éstos últimos 21 son mártires.

¿Cuál puede ser la raíz de estas persecuciones?

¿Cuál puede ser la raíz de estas persecuciones contra el cristianismo? Se perfila cada vez una visión del hombre contrapuesta a la experiencia cristiana. Incluso se llega a pensar que se debe extirpar el cristianismo del corazón de la sociedad, como escribía un conocido periodista italiano del área laica: “Siempre y con mayor frecuencia el debate público de las sociedades occidentales muestra una actitud de desprecio, con frecuencia hostil, hacia el cristianismo… El blanco verdadero y mayor es en sustancia la idea cristiana en su conjunto… y específicamente el catolicismo y su Iglesia”.

Por ello se afirma que el cristianismo no debe tener cabida en la educación pública, la que debe ser totalmente a-religiosa. La permanencia del hecho religioso se tolera al máximo en la vida privada. Poco a poco se impone entre las concepciones del Estado aquella que le da poderes ilimitados. “La razón de Estado es la norma de la acción política, la ley motriz del Estado. Ella dice al hombre de gobierno lo que debe hacer para conservar el Estado vigoroso y fuerte” (Friedrich Meinecke).

Para el hombre de Estado la norma de “actuar según una responsabilidad moral” cede frente a la norma de “actuar según el instinto de potencia”. Y el instinto de potencia lleva al imperialismo estatal, o a la defensa de intereses creados contra quienes estorban tales proyectos con intervenciones en favor de la justicia, especialmente de los oprimidos, como ha sucedido con frecuencia en los casos de América Latina, entre ellos el paradigma de muchos de ellos, como fue el caso del arzobispo Oscar Arnulfo Romero de El Salvador.

Es fácil captar la derivación maquiavélica de la «razón de Estado» y los motivos de los grupos oligárquicos detentores del poder social y económico en estos países; también es fácil prever a qué consecuencias lleva este terrible juego de los imperialismos estatales o sociales, desde el momento en que la política descuida los reclamos de la ley moral natural. También en este campo, la Iglesia se ha demostrado una vez más como la única realidad que ha defendido la persona y la libertad de la sociedad, frente a los totalitarismos y las mafias de la injusticia organizada.

Magisterio de Juan Pablo II sobre los Mártires

La Iglesia del primer Milenio nació de la sangre de los mártires recordaba S. Juan Pablo II citando a Tertuliano: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos” . Al término del segundo milenio y comienzos del tercero, la Iglesia se ha convertido nuevamente en «Iglesia de Mártires». La Iglesia de los primeros siglos, pese a encontrar notables dificultades organizativas, se preocupó por fijar en martirologios especiales el testimonio de los mártires.

Tales martirologios han sido puestos al día constantemente a través de los siglos, y en el catálogo de los Santos de la Iglesia han entrado no sólo los que han derramado su sangre por Cristo, sino también maestros de la fe, misioneros, confesores, obispos, presbíteros, vírgenes, cónyuges, viudas, seglares empeñados en el trabajo y en la vida pública, padres y madres de familia, jóvenes y adolescentes e incluso niños: todos los niveles de la pertenencia eclesial. Aquí tenemos la explicación clara del porqué de este multiplicarse de beatificaciones y canonizaciones, entre las que se encuentran ya un creciente número de latinoamericanos y de otros que ya se acercan a tal reconocimiento.

El bautismo es el punto de partida y transformación total de la vida del cristiano, y dentro de la historia cristiana el martirio, el testimonio, que a veces podrá ser sigilado con el derramamiento de la propia sangre, y que es una gracia que ha acompañado siempre a la vida de la Iglesia desde su nacimiento. Los mártires, repetía continuamente el santo papa Juan Pablo II, eran indispensables para anunciar el Evangelio.

Así recordaba los misioneros y misioneras que: “no pocas veces proclaman la buena nueva y manifiestan su fe en ambientes hostiles o indiferentes…para la misión a menudo la prueba suprema es el don de la vida hasta la muerte… Como siempre en la historia cristiana, los «mártires», es decir, los testigos, son numerosos e indispensables para el camino del Evangelio. También en nuestra época hay muchos: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, así como laicos; a veces héroes desconocidos que dan la vida como testimonio de la fe. Ellos son los anunciadores y los testigos por excelencia (Redemptoris missio, 45)”.

«Jesús, manantial de vida para todos» era la única fuente, motivo y sostén de tal testimonio. En el jubileo del año dos mil se celebraron profusamente las memorias de todos los Mártires cristianos del siglo que concluía, el más sangriento de toda la historia cristiana, un siglo en el que se mezcló, del norte al sur... y del sur al norte, la sangre de obispos, sacerdotes, religiosos, catequistas y fieles bárbaramente asesinados y a los pastores a los que se les impide ejercer su ministerio, o incluso que son amenazados de muerte.

Los casos de América Latina

También el Continente Latinoamericano vivió páginas heroicas de martirio cristiano en el siglo XX, con persecuciones anticatólicas tenaces. El martirio de muchos católicos mexicanos conmovió al mundo católico de la primera mitad del siglo XX. Cuarenta de aquellos mártires, entre los varios centenares de católicos víctimas de la persecución, fueron ya canonizados o beatificados; unos por Juan Pablo II, otros por Benedicto XVI. El papa Francisco canonizó en 2016 a un mártir adolescente: José Sánchez del Río, y en 2017 a los tres Niños Mártires de Tlaxcala.

Pero el caso mexicano no ha sido el único, cada día salen a la luz nuevos mártires en el resto de los países, muy cercanos cronológicamente a nuestros días. La muerte de estos mártires, como se ha ido demostrando en los respectivos procesos, no fue debida a motivos políticos. Se puede afirmar sin lugar a dudas que su martirio fue en «odio a la fe».

Es cierto que algunos de ellos se encontraban involucrados en la lucha por la libertad religiosa y por los derechos de las personas en la sociedad católica. Es un derecho fundamental de la persona luchar por la propia dignidad. Estos mártires no se mezclaron en hechos de armas directos. Defendieron lo que una conciencia cristiana exige: la defensa de la dignidad de la persona y de la justicia social.

Fueron asesinados fríamente porque eran católicos que confesaban su fe, y no por hechos de protesta armada. Les pasó lo que les sucedió a los primeros cristianos cuando fueron llamados «cristianos», un nombre inventado por el desprecio, se convirtió en el más alto nombre de su gloria. Lo mismo ocurrió en México con el nombre de «cristeros». Ya en el siglo III, Clemente Alejandrino, uno de los padres de la Iglesia, escribía: “Una alianza nueva ha establecido el Señor con nosotros. Lo que se refiere a los Griegos y a los Hebreos pertenece al pasado; en vez, para nosotros, como una tercera estirpe (tertium genus), de manera nueva, lo adoramos como cristianos”.

Al cristiano le acecha siempre la tentación de adaptarse a la vieja mentalidad «del mundo», como recuerda Jesús en el evangelio de san Juan (capítulos 15-17). El cristiano-católico se hace mundano cuando sigue sin más la cultura pagana corriente, sacrificando su identidad cristiana-católica, y aunque esté bautizado, en la práctica es un apostata de su fe. Por el contrario, la confesión de Jesucristo abre el horizonte mezquino del orden mundano y crea relaciones nuevas que rompen las modas de la mentalidad pagana común.

Empieza así la persecución. En este sentido el cristiano-católico «no tiene patria» y por ello ese mundo lo odia, como subraya Jesús en el Evangelio. Fue esta la raíz profunda de las persecuciones: desde las primeras en la época del Imperio Romano hasta las de nuestros días. Éste es el otro aspecto de la violenta historia de persecuciones que han sufrido muchos católicos latinoamericanos en estos últimos años en los que han pedido sólo que se respetasen sus derechos fundamentales a la libertad religiosa, es decir, a vivir conforme a su fe cristiana, y los derechos fundamentales de la persona.

Los gobernantes o los grupos de poder en los casos de estos martirios se negaron a tolerar unas voces incomodas o quisieron eliminarlas con la violencia. Así pasó en México en la década de 1920, e incluso algunos se levantaron en una defensa armada (la llamada «cristiada»). Pero a finales de junio de 1929, por obediencia a la jerarquía de la Iglesia, depusieron las armas tras unos “acuerdos” firmados entre una delegación de obispos con el Gobierno, negociaciones sostenidas por el Gobierno de los Estados Unidos y también propiciadas por la Santa Sede. Aquellos “arreglos”, como se les llamó, fueron enseguida pisoteados por el Gobierno con una sangrienta matanza. Tras esta villana traición habrá una «segunda cristiada», aunque más cauta y desconocida.

La obcecación ideológica de los perseguidores y la lección de los mártires

El caso de México es paradigmático en la historia de la persecución anticatólica en América Latina. Los gobiernos masónicos tropezaron con el pueblo real, especialmente el de campesinos, indígenas y gente llana. Este pueblo supo resistir pasivamente en la mayor parte de las veces, pero en algunas ocasiones combatieron también activamente aquellos proyectos violentos, como sucedió en la década de los años 20 durante la Cristiada.

En este contexto se sitúan las figuras de muchos mártires seglares, que tomaron las riendas de la comunidad ante la persecución y la eliminación de los sacerdotes. Ellos dirigían la oración de los fieles, catequizaban, bautizaban, asistían a los moribundos. Eran trabajos misionales nuevos que se injertaban en el viejo árbol de la tradición católica de la evangelización.

Un juicio sobre estas páginas de martirio las emitió Juan Pablo II durante su viaje apostólico en México, en si visita a Yucatán y Tabasco. Se encontraba en Villahermosa el viernes 11 de mayo de 1990 con miles de fieles, muchos de ellos indígenas; allí durante la celebración de la misa recordaba a uno de sus grandes obispos y al indio Gabriel García, mártir de la dura persecución mexicana de los años veinte, con estas palabras: “La historia de vuestra comunidad se ve enriquecida por la unidad eclesial. En ella ha estado presente el amor hacia todos, y especialmente hacia los pobres, que animó la vida del venerable Leonardo Castellanos, el obispo pobre. En ella se fraguó la entrega del indio Gabriel García que dio su vida por la fe. Desde ella se ha impulsado el crecimiento de la Iglesia en esta región. Una realidad que no es sólo un pasado, sino que ahora se dispone a renovarse, con la ayuda del Espíritu Santo […] para afrontar el camino que tiene por delante […].”


NOTAS

BIBLIOGRAFÍA

CLEMENTE ALEJANDRINO, Stromata, III. Ed. Ciudad Nueva, Fuentes Patrísticas

GALLI DELLA LOGGIA Ernesto, en Il Corriere della Sera, 21 marzo 2010

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POITEVIN René, La Iglesia y la Democracia en Guatemala, en Anuario de Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica, 16 (1), 1990

TAVIANI P.E. I Diritti dell'uomo e la pace nel pensiero di Francisco de Vitoria e Bartolomé de Las Casas. Congresso Internazionale tenuto alla Pontificia Università S. Tommaso (Angelicum), Roma 4-6 Marzo 1985. Ed. Massimo. Milano 1988

III CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, (DOCUMENTO DE PUEBLA), La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina. Ed. Lima 1979


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ