EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; los primeros evangelizadores y sus métodos
I. Santa María, la primera misionera
“Ante la expedición guiada por Cristóbal Colón se abrieron tierras desconocidas y apareció un Nuevo Mundo. Y a la vez, el mismo Dios que a los descubridores, rodeados por el abismo del inmenso océano, permitió un día dar el grito de ¡tierra, tierra!, El mismo «ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo» (2 Cor 4,6). Este fue el principio salvífico del conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo: el comienzo de la evangelización de América, el comienzo de la fe y de la Iglesia en el Nuevo Mundo” .
Así se expresó el papa Juan Pablo II en Santo Domingo en 1984, con ocasión de la apertura de la novena de años de preparación al V Centenario del inicio de aquella evangelización. Y continuó: «América Latina se ha convertido en la tierra de la nueva visitación. Porque sus habitantes han acogido a Cristo, traído en cierto sentido en el seno de María, cuyo nombre llevaba ya una de las tres carabelas de Colón. Y se ha unido de modo particular a Cristo mediante María. Por ello este continente es hasta hoy testigo de una particular presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia (Lumen Gentium, c. VIII, 52-65). Aun externamente, las tierras de la nueva evangelización denotan esa presencia singular de María, con sus cerca de 2.000 nombres de ciudades, villas y lugares referidos a los misterios y advocaciones de la Virgen Santísima…» . Por eso «decir Iberoamérica quiere también decir "María", es decir: "Guadalupe, Altagracia, Luján, La Aparecida, Chinquinquirá, El Carmen, Supaya y tantos otros títulos marianos".En aquella ocasión, Juan Pablo II concluía su discurso de apertura de aquella "novena de años" con la oración que recitaban al alba los marinos de Colón:
- "Bendita sea la luz
- "y la Santa Veracruz
- "y el Señor de la Verdad
- "y la Santa Trinidad.
- "Bendita sea el alba
- "y el Señor que nos la manda,
- "Bendito sea el día
- "y el Señor que nos lo envía". Amén
Aquella luz llegó de manos de María, y María estará presente en todo el proceso evangelizador de América con una presencia tangible. Ella es por lo tanto la primera misionera. Por eso, en el proceso de anuncio misionero y de encuentro entre culturas y pueblos tan diferentes -y frecuentemente contrapuestos- encontramos inmediatamente la figura de María como primera misionera, artífice de tal proceso, y “estrella de la evangelización”,como es llamada en numerosos documentos pontificios y episcopales. En el caso de México, tendrá una importancia capital el Acontecimiento guadalupano (1531), anuncio misionero y catecismo pictográfico en los comienzos de la evangelización . Hay que recordar que el primer catecismo para los indios en México, el de Fray Pedro de Gante fue, precisamente, pictográfico. Por su parte los obispos latinoamericanos reunidos en Puebla señalaban este hecho al afirmar:“El Evangelio encarnado en nuestros pueblos los congrega en una originalidad histórica cultural que llamamos América Latina. Esa identidad se simboliza muy luminosamente en el rostro mestizo de María de Guadalupe que se yergue al inicio de la Evangelización”
II. Las órdenes religiosas: misioneras de América Latina
1. Quiénes fueron estos misioneros
El historiador Fernández de Oviedo, testigo de los hechos que narra, apunta en una de sus crónicas sobre la llegada de los primeros religiosos misioneros en las Américas una frase que sintetiza aquel impresionante movimiento misionero:“Llovieron los frailes” .La evangelización comienza en 1493 con el segundo viaje de Colón. Los Reyes Católicos mandan a Bernardo Boyl (c.1445-c.1506) como “vicario pontificio”, encargándole comenzar la instrucción catequética de los indios de las Nuevas Tierras y de algunos indios traídos a España por Colón y devueltos a su patria. Junto con él viajan algunos franciscanos que son los pioneros de aquellos comienzos. ¿Quién era Boyl? Probablemente aragonés de nacimiento, compañero del rey Fernando el Católico y después su secretario y consejero, Boyl era un hombre culto y polifacético. Ermitaño benedictino en Monserrat (1480), sacerdote (1481), vicario general de Monserrat, nombrado por el abad comendatario de aquella abadía benedictina, el cardenal de la Rovere (futuro Julio II), comenzó una reforma de la misma; durante una misión diplomática en Francia, conoció a san Francisco de Paula, fundador de la nueva Orden de los mínimos, y admirando su santidad de vida, entró en la misma; de vuelta a España, y sostenido por los Reyes Católicos, comenzó a difundirla en España.
Tras el primer viaje de Colón y con claros propósitos misionales, el rey Fernando le pide que vaya a las Indias como vicario pontificio (7 de junio de 1493), petición confirmada por el papa Alejandro VI en la bula Piis fidelium25 de junio de 1493); partió para las Indias en aquel segundo viaje de Colón el 25 de septiembre de 1493, como vicario pontificio, pero sin ser obispo u ostentar otro título. Su gobierno es discutido por los historiadores; y en la isla Isabelatuvo fuertes contrastes con Colón. A la actitud violenta y cruel de Colón, respondía el vicario con el entredicho; además las dificultades enormes del clima y de las lenguas totalmente desconocidas, lo sumen en una fuerte frustración, por lo que pasado un año, vuelve “muy doliente” (en frase del rey) a España (3 de diciembre de 1494). El primer envío misionero había salido desde Cádiz el 15 de septiembre de 1493 en una expedición compuesta de 1500 personas, casi todos soldados.
Los misioneros eran: Boyl, el hermano laico jerónimo fray Roman Pané, el mercedario Juan Infante y tres franciscanos: el sacerdote Rodrigo Pérez y los hermanos laicos franceses Juan Deleudele y Juan Tisim o Cosin. Del primer franciscano no se hablará más, mientras se sabe más de los otros dos, que serán los primeros promotores de la actividad misionera franciscana en las Américas. Llegaron al Caribe el 3 de noviembre. Aquellos dos primeros franciscanos, franceses, en una carta al general de la orden, fray Oliviero Maillardi, el 12 de octubre de 1500, hablarán de cómo los indios deseanban el bautismo, y que habían bautizado ya tres mil de ellos, por lo que pedían nuevos misioneros.
Se podrá discutir sobre el valor dado a los números en las relaciones de la época, pero no cabe duda de los bautismos masivos de nativos. El 6 de enero de1494, el padre Boyl celebra la misa de fundación de la ciudad, que se llamará Isabela . ¡Comienza así la evangelización! Estos primeros momentos son marcados por desastres, disputas y miserias de todo tipo entre los españoles, desastres en la población indígena causados por el contacto y trato con los recien llegados (esclavitudes, enfermedades, que causan continuas muertes), canibalismo entre algunos grupos de indígenas, como los llamados “indios bravos” de algunas islas del Caribe, en contraposición a otros que son llamados “mansos”.
Los primeros misioneros franciscanos se conformaron mejor con el entorno y entendieron más cumplidamente a los indios. Estos frágiles comienzos de la evangelización continuan "con la barcada de 17 franciscanos idos en 1501”.Se trata del envío de Nicolás Ovando, que va a tomar el mando de La Española después del desastroso gobierno de Cristobal Colón y de su sucesor Bobadilla. Llega en el abril del 1502. Entre los 2.500 hombres que llegaron en 32 barcos mandados por Antonio Torres, se encontraban: 17 franciscanos, 12 padres y 4 hermanos laicos, bajo la dirección del padre guardián Alonso del Espinal. Se encontraba también en aquel envío Bartolomé de Las Casas . Los misioneros por antonomasia fueron en su mayoría religiosos. Pertenecieron a la crema y nata de la vida religiosa española. Llegaron a las Américas en este orden: los franciscanos (1501), los dominicos (1510), los agustinos (1532), los jesuitas, (en la América española en el 1566), los carmelitas descalzos (1585): los primeros diez carmelitas descalzos que van a las Américas son destinados a México. Parece que en el hecho haya tenido un notable influjo Santa Teresa misma.
Partieron de Sanlúcar en el mismo barco que llevó al virrey don Álvaro Manrique de Zúñiga, 1585-1589, el 6 de julio de 1585, y llegaron a San Juan Ulúa el 26 de septiembre, y a Ciudad de México el 18 octubre del mismo año. Los mercedarios, (1519, 1537 y 1589) llegan desde los álbores de la evangelización; en los comienzos de manera individual. Un mercedario ya se encuentra entre los primeros misioneros llegados al Nuevo Mundo en el 1493; otros lo seguirán en los primeros años. Fray Bartolomé de Olmedo, mercedario, fue el prudente capellán de Cortés. Va a las Antillas en 1516. En 1518 ya aparece como capellán de Cortés. Se puede decir que es el primer misionero en México, sea como evangelizador, sea como consultor de Cortés y su moderador. Entendió la transcendencia de la llegada a México. Puede ser considerado como fundador de la Iglesia en la nación azteca. Los errores que Cortés cometió siempre fueron por no haber seguido las indicaciones de Olmedo, que quiso se entrara en una relación pacífica con Montezuma y los aztecas. Fue él quién solicitó la intervención pontificia y suscitar la bula Omnimodade Adriano VI; también colaboró en la redacción cortesiana de los Ordenanzas, y parece que haya participado en las conocidas Cartas de Relación que Cortés escribió a Carlos V. Se opuso siempre a la violencia y a la constricción para imponer la fe cristiana.
Según Bernal, Alamán, Sigiienza, Góngora y del Valle Arizpe, Olmedo fue el alma de la fundación del hospital de Jesus Nazareno, el primero en México. Se habla también de otros tres mercedarios compañeros de Olmedo. Él acogió a los primeros doce apóstoles franciscanos de México en junio de 1524, y murió en el octubre del mismo año. Las fuentes contemporáneas nos hablan de las dotes humanas y cristianas de este misionero. Después de Olmedo, llegaron a México otros doce mercedarios en 1530, dos de ellos fueron a Guatemala en 1537 con el obispo Francisco Marroquin (1536-1563). Pero la fundación de un convento fue en 1589 en la Ciudad de México con la aprobación de Madrid (1595) y de Roma (1596), y no sin la oposición de las demás Órdenes allí ya presentes. En esta época ya se encontraban en la Nueva España más de 40 religiosos de la orden.
Los benedictinos llegaron a México en 1602 para ocupar el priorato de Nuestra Señora de Monserrat, el que será establecido definitivamente sólo en 1614. Se trata de una pequeña comunidad de cinco o seis monjes que se dedicaron a actividades culturales y educativas, según la tradición benedictina. Las congregaciones de caridad (servicio a los enfermos, huérfanos, etc...) son varias. Entre ellas encontramos la Congregación de la Caridad o de S. Hipólito (hospitalarios) (1594), que era una asociación secular fundada por Bernardino Alvarez. Clemente VIII con un breve del 2 de abril de 1594, les concede los mismos privilegios ya dados a los Hermanos de San Juan de Dios, con la facultad de formar una congregación con la emisión de los votos simples de castidad y pobreza y designar capitularmente al superior general.
En 1700 Clemente XI les concediólos privilegios de los frailes mendicantes y de la Congregación de los clérigos ministros de los enfermos (los camilos) ; los hermanos de S. Juan de Dios (1603), que llegaron a México para cuidar del hospital del Espíritu Santo, en su camino hacia México se instalaron con el mismo fin en la Habana, y también en Nuevo Príncipe y en Nicaragua. Llegaron a México en 1603, encontrando que el hospital estaba ya en manos de la congregación de San Hipólito; se encargaron de otro, el de Nuestra Senora de los Desamparados, fundado por el médico Pedro López y que se sustentaba con las limosnas de los fieles de la capital. Estos religiosos cuidarán de más de quince hospitales de la Nueva España y de Nicaragua ; los ermitaños de S. Antonio Abad (1628), que levantaron en la ciudad de México un hospital y una iglesia, con una comunidad que en media no superará nunca la docena; la orden será suprimida en el 1787 .
La orden de los llamados betlemitas (1655) fue la primera orden religiosa hospitalaria nacida en las Américas, en Guatemala; fundada por san Pedro de San José de Betancourt, nacido en Tenerife (Canarias) el 16 de mayo de 1619 y muerto en Guatemala el 25 de abril de 1667, canonizado el 30 de julio de 2002 en la ciudad de Guatemala por Juan Pablo II; la orden quiso ser una respuesta a las necesidades de los enfermos abandonados y apestados; encontrará la ayuda de los jesuitas y del obispo de Guatemala, fray Payo de Ribera OSA (1658-1667); cuando este obispo fue trasladado a México, los llamó y les encargó del hospital del amor de Dios, fundado por el primer obispo de México, Juan de Zumarraga. La orden fue suprimida por los Cortes Españolas en 1820. Dirigió con gran caridad 22 hospitales en el Perú y 10 en la Nueva España y otros en Cuba y a Guatemala . Los capuchinos llegaron en 1647 a las Américas (los Capuchinos de Castilla), con una fundación en el Darién (Panamá), que debieron abandonar pronto; dos años después fundaron en Cumanà (Venezuela), y de aquí salieron todas sus fundaciones de Venezuela, Trinidad y Guayana.; en el siglo XVIII trabajaron también en Louisiana (América del Norte) .
En Brasil, bajo el Patronato portugués, la llegada de los misioneros sigue este orden: los primeros fueron los franciscanos y el clero secular llegado después del 1500; la Compañía de Jesús: comienza su presencia en Brasil a partir de 1549 con los jesuitas Nóbrega, Anchieta, Navarro, el beato Ignazio de Azevedo, Vieira entre otros, hasta su expulsión por el marqués de Pombal en 1759. Pusieron los fundamentos de algunas de ciudades más prósperas de Brasil; abrieron escuelas; construyeron colegios e iglesias, puentes y caminos; inauguraon nuevos métodos misioneros, característicos de la historia misionera de la Compañía, y en muchos casos sellaron con su sangre el testimonio del Evangelio. Otras órdenes misioneras en Brasil fueron los benedictinos (1582), los carmelitas (1584) y los capuchinos (1612). A estos misioneros hay que añadir los numerosos miembros del clero secular y otros religiosos llegados como comunidad más tarde.
Según Schäfer, los misioneros que llegados a las Américas en el siglo XVI habrían sido: 2200 franciscanos; 1600 dominicos; 300 agustinos; 350 jesuitas . Aspurz da una estadística algo diferente: alrededor de 2000 franciscanos; 900 dominicos; 1200 agustinos; 550 jesuitas; 250 mercedarios; 150 carmelitas y 600 clérigos seculares . La diferencia de las cifras se debe al hecho que la distribución misionera no fue igual en todas las regiones. Seguramente los agustinos fueron más numerosos de lo que calcula Schäfer . Los misioneros destinados a la América española provenían, en su mayoría, de España, un 85 por ciento, pero también encontramos misioneros procedentes de otras partes de Europa, sobre todo de territorios bajo la Corona española . Eran seleccionados para la misión por sus propias Órdenes junto a la Corona, que sufragaba los gastos. El otro 15 por ciento eran “criollos”, es decir nacidos en América. La cifra mínima de misioneros enviados a las Indias a lo largo del período virreinal (colonial) (siglos XVI-XVIII) se calcula aproximadamente en 16000.
En el caso del Brasil, la mayoría eran portugueses, aunque no faltaron españoles (especialmente jesuitas), franceses e italianos. Estos frailes misioneros eran en gran parte sacerdotes y tenían una buena preparación intelectual según los cánones del tiempo. Pertenecían a las llamadas “congregaciones” o Provincias de observancia (reformadas) en el seno de las antiguas Órdenes religiosas, o eran miembros de nuevas Órdenes fundadas recientemente como la Compañía de Jesús. Hay que señalar también el trabajo de los hermanos religiosos laicos que a veces supera al de los sacerdotes, sobre todo al principio En este trabajo se distinguieron algunos hermanos laicos. Recordamos así los primeros franciscanos en las Antillas: Juan Deledeule y Juan Tisin, el hermano Jerónimo Román Pané, que escribió una primera relación sobre las costumbres de los amerindios y el laico Cristóbal Rodríguez, marinero de Palos de Moguer (el puerto de donde partió Colón)“los cuales sólo después de cinco años viviendo como los indios, dominaron sus diferentes lenguas, predicaron con su vida austera, y su palabra fue creída sinceramente, consiguiendo la conversión de Juan Meo Guativaca con su familia, el que morirá proclamando delante de sus asesinos: "yo soy siervo de Dios”.Entre estos primeros evangelizadores hay que citar al laico Roman Pané que aprende las lenguas indígenas y escribe una memoria sobre el lenguaje, religión, empleos y costumbres de los nativos; el mercedario Juan Infante convierte también toda una familia, de 17 miembros; su adhesión a la fe fue sincera ya que tres de ellos morirán asesinados por sus paisanos, mientras proclamaban que eran siervos de Dios . Mendita en su Historia escribe: “Volviendo, pues, á nuestro propósito de la conversión de los indios que á los principios en aquella isla se hizo….”
Tampoco no eran sacerdotes algunos de los primeros frailes franciscanos.Un capítulo todavía por estudiar a fondo, es el del papel de la mujer en la evangelización de las Américas. En el campo de la vida religiosa, según la práctica del tiempo, encontramos muy pronto conventos de monjas según el modelo de la Península Ibérica, diseminados en las ciudades que surgen a lo largo de la geografía latinoamericana. A partir de finales del siglo XVII constituirá una novedad la Compañía de María, fundación de origen francés y que representa un nuevo estilo de vida religiosa en el mundo femenino . Estas religiosas pasarán a las Américas, iniciando su presencia a partir de Haití, colonia francesa desde 1697 como resultado del tratado de Ryswick. Ellas fundarán una casa en Cap Français en 1733, entre la población negra y criolla. La segunda fundación-colegio de la Compañía de María será la de México, en 1754. Éste es el punto de partida de una segunda etapa en la historia de la educación de la mujer en las Américas .
En efecto, contra la pasividad de las autoridades y el mundo intelectual ilustrado, serán algunas de estas monjas de la Compañía de María las que lucharán contra la discriminación cultural de la mujer. Han sido promotoras en México, Chile y en la Nueva Granada (Colombia) de colegios para chicas. Ellas hicieron posible “la primera innovación de los métodos de enseñanza verificados en el siglo XVIII, envuelta en vestidos religiosos . Así “monjas especialmente preparadas como maestras, comenzaron a hacer progresos a partir de las iniciativas esporádicas que otras monjas hicieron en los siglos anteriores”.Se debe notar que una experiencia educativa para las jóvenes y que puede considerarse fundante, había sido iniciada en México con las indígenas por el primer obispo de México Zumárraga, en el siglo XVI, y con experiencias piloto como las del jesuita Herdoñana en el siglo XVIII. En 1811 se transformó el Colegio beaterio de Guadalupe de Indias, en Convento de Indias de Guadalupe o Nueva Enseñanza, en la ciudad de México. Ya con una Real Cédula del 22 de mayo de 1774, Carlos III había transformado las antiguas instituciones educativas. Aquella Cédula prohibía el trabajo educativo en las escuelas a las órdenes religiosas que no tuvieran tal finalidad definida en sus Reglas y Constituciones. La Compañía de Maria fue el único caso conforme a tal ley, de aquí su gran influjo sucesivo.
Se puede por tanto afirmar que los grandes evangelizadores en América y los animadores misioneros en España, fueron entonces los miembros de las grandes órdenes religiosas. El historiador V. Carro recuerda todo lo que el historiador norteamericano protestante, J. Brown Scott escribe respecto al Maestro Vitoria:“Yo, protestante y anglosajón, declaro que Fray Francisco de Vitoria, latino, católico y fraile dominico, tiene que ser considerado como el fundador de la Escuela moderna de Derecho Internacional”.Carro escribe que basta con cambiar los términos y aplicarles a los misioneros españoles de los siglos XVI – XVII el mismo juicio como “los fundadores de la escuela moderna de evangelización”.Este cuadro sumario sobre la procedencia de los misioneros nos indica ya el hecho de una selección y nos obliga a preguntarnos sobre el por qué de tal selección y de los criterios que la han inspirado para poder entender mejor la metodología misionera y el "temperamento" del Catolicismo Latinoamericano así como la teología y la experiencia cristiana de estos religiosos.
2. Por qué religiosos
La selección de los misioneros fue compleja y esmerada. Fue indispensable que los misioneros fueran hombres de vida ordenada y santa. Además, se permitía ir como misioneros a América solamente a los que lo pedían explícitamente. Eso explica por una parte, por qué se preferirán los religiosos reformados y por otra parte, la dedicación convencida de estos misioneros a su vocación. Robert Ricard, hablando de la evangelización de México (pero sus afirmaciones son válidas para todo el continente) escribe: ¿Quiénes han sido los artífices de esta conquista? ¿Quién los fundadores y los organizadores de esta Iglesia? Conquista, fundación y organización han sido esencialmente obra de las Órdenes Mendicantes, y nos sea lícito insistir sobre el hecho, precisamente, de las Órdenes en cuanto Órdenes. Hecho muy particular, y digno de ser ponderado, es que las Iglesias de la América española fueron fundadas por religiosos mendicantes, independientemente del episcopado, cuya autoridad habría ido a toparse con los privilegios pontificios concedidos al Clero Regular. Por otra parte, la mediocridad tanto en el número como en la calidad del clero secular, no les dejó a los obispos posibilidad alguna para ejercer una actividad apostólica distinta de la de las órdenes religiosas. Puede incluso considerarse el rol de los sacerdotes seculares como digno de ser dejado a un lado, y los mismos obispos, al menos en referencia a los indios, quedaron en segundo término. Nadie puede dudar que haya habido nobles excepciones como aquella de Vasco de Quiroga, que le dejó en Michoacán memoria imperecedera... Pero el influjo que ejerció en la evangelización de los indios un prelado de la grandeza de Zumárraga, más que a su puesto y a su título, se debe a su personalidad y las excelentes relaciones que él siempre mantuvo con su Orden...
La opinión de Robert Ricard necesita una explicación. Los obispos en América, especialmente en el siglo XVI, fueron elegidos siguiendo las pautas marcadas por la reforma de la reina Isabel la Católica. Al parecer, Carlos V tuvo al principio una preferencia por los obispos procedentes del clero secular, mientras que su hijo Felipe II se inclinaba más por los religiosos. Es un hecho que la mayor parte de los obispos en el siglo de oro de la primera evangelización pertenecieron al clero regular. Fueron elegidos especialmente por su valor y preparación: “hombres letrados y reformados”; estos religiosos provenían frecuentemente del pueblo llano más que de la aristocracia, y estaban animados por un fuerte celo apostólico. Según algunos historiadores “se encuentran incluso por encima de la media europea”Una fuente importante para conocer estas figuras y su celo apostólico es su correspondencia con la Corona.
El deseo de tener obispos animados por tal celo apostólico estuvo claro desde los principios. Ya en el 1521, Hernán Cortés, probablemente bajo el influjo de su capellán, el mercedario Fray Bartolomé de Olmedo, le escribió a Carlos V pidiendo misioneros. Los prefería religiosos observantes. No le gustaba allí la presencia de obispos o dignidades eclesiásticas, porque temía que dieran malos ejemplos. Hay que recordar que se vivía aún la época de la decadencia de la vida religiosa en muchas partes de Europa . Quería religiosos que vivieran radicalmente la pobreza y que estuvieran también provistos de amplias facultades misioneras; algo así se podría decir hoy, como vicarios apostólicos ante litteram, incluso con carácter episcopal, pero no obispos residenciales.
El misionero disponía también de una gran libertad frente a los poderes civiles, como pocas veces tendrá más tarde en la historia de las misiones. Gozaba de inmunidad, privilegios legislativos y facultad que exentarán muchos territorios misioneros de la jurisdicción civil; también gozaron derecho de asilo, y también de la posibilidad de comenzar experiencias como la de las "Reducciones". Sus intervenciones ante la Corona dieron origen a una legislación peculiar, el derecho de Indias,y apasionados debates sobre el tema de los derechos humanos y los derechos a los pueblos (derechos ad gentes). Una de las expresiones más conocidas de esta contribución en España, es el de la Escuela jurídica de Salamanca. Como recordaba Juan Pablo II:“La labor evangelizadora, en su incidencia social, no se limitó a la denuncia del pecado de los hombres. Ella suscitó un vasto debate teológico-jurídico, que con Francisco de Vitoria y su escuela de Salamanca analizó a hondo los aspectos éticos de la conquista y colonización. Esto provocó el publicación de leyes de tutela de los indios e hizo nacer los grandes principios del derecho internacional de gentes”.
3. Las sombras
Estos aspectos positivos no esconden las sombras debidas a las mediaciones culturales y políticas, a las ambigüedades y ambivalencias en el modo de ejercer el Patronato y a los límites que, a veces, una mal entendida conciencia de grupo imponía a la colaboración y a la apertura entre las distintas órdenes religiosas. Así a veces, sobre todo a partir de la segunda parte del siglo XVI, algunos religiosos son celosos de sus territorios y no ven de buen ojo la llegada de otros religiosos; así pasó con los mercedarios que encontraron duras oposiciones a su inserción en México, y en numerosos casos la aceptación mutua entre mendicantes y jesuitas dará lugar a penosas disputas jurídicas y teológicas, muy conocidas en la historia de las misiones. Las diversas tradiciones y visiones teológicas podían enriquecer al misionero, pero a causa de un mal entendido espíritu de pertenencia a su Orden propia a veces también lo condicionaban y lo cerraban a otras experiencias misioneras.
Las diversas órdenes religiosas también seguían normas y reglas propias en el campo misionero . Todo este conjunto de factores provocaron duras controversias sobre el método evangelizador y sobre la misma concepción del Patronato y sobre los derechos del indio, como se puede ver en la famosa polémica entre Sepúlveda y fray Bartolomé de Las Casas; o las diversas actitudes entre el mismo fray Bartolomé de Las Casas y fray Toribio de Benavente Motolinía, ante los métodos de evangelización y los problemas suscitados por la presencia española en México. El franciscano fray Toribio de Benavente Motolinìa da un juicio muy severo sobre el dominico fray Bartolomé de las Casas en una carta a Carlos V del 2 de enero de 1555.
A pesar de estos límites, hubo algunos factores que cooperaron en el proceso de selección. La insistencia sobre las cualidades de los misioneros y las severas disposiciones en su elección, tomarán a lo largo del siglo XVI una dirección muy precisa. Ella nacía, ya sea de la experiencia de una vuelta más radical a la vida evangélica en muchas órdenes religiosas, comenzada en España antes aún de Trento, ya sea también como respuesta a las sombras ocasionadas por ciertas improvisaciones en la actividad misionera. En la primera etapa de la evangelización, especialmente en el período que podemos llamar "antillano" (1493-1523), encontramos que el envío de misioneros no es del todo sistemático. Satisface a las exigencias de las bulas papales precedentes y al nacimiento del Patronato. Desembarcan en las Antillas religiosos de diferente extracción. Algunos fundan conventos, otros son delegados o inspectores de la Corona, hay también clérigos seculares que atravesaban el océano como capellanes. De cuando en cuando los superiores eclesiásticos y la Corona, comprenden la necesidad de elegir al personal misionero y controlar la partida un poco anárquica de algunos clérigos y religiosos. En consecuencia intentan organizar esta presencia. Es sintomático a este respecto los primeros pasos en la historia misionera de la Española, Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico.
Con la conquista de México se entra en una nueva fase en la historia de la evangelización. La Bula de Adriano VI Omnimoda auctoritas pontificia superioribus missionariorum franciscanorum datur, conocida también bajo el nombre de sus primeras palabras Exponi Nobis fecisti, del 9 de julio de1522, firmada en Zaragoza, dónde se encontraba Adriano VI apenas elegido al Solio Pontificio, es dirigida directamente al emperador a Carlos V y es la respuesta a tal situación y el comienzo de una nueva fase evangelizadora. En aquella situación inédita, sobre todo en el período que va del 1530 al 1540, el envío de misioneros se encontró de hecho frente a muchos problemas: En primer lugar, de parte de los superiores religiosos. No fue cosa rara que algunos provinciales preferían deshacerse de religiosos incómodos para tener cerca los más válidos. La tentación estará siempre presente. Lo reconocerá aún en la segunda mitad del siglo, uno de los primeros misioneros jesuitas del Perú, el p. Ruiz de Portillo, escribiendo el 20 de enero de 1567 a su Superior General, Francisco de Borja. Considera peligroso que la selección y envío de misioneros esté solo en manos de los provinciales: “Porqué, Padre mío, a los provinciales, teniendo tal poder de elegir, les resulta difícil saber elegir, y cuando lo hacen, dan los peores elementos de la provincia”. En segundo lugar, también hubo casos de religiosos y clérigos que se embarcaron furtivamente, con fortísimos reproches de parte de sus hermanos de órden, que los acusan de ser mercenarios con el único deseo de enriquecerse, sin celo apostólico. Así hablan los jesuitas Juan de Zúñiga y su compañero el padre José de Acosta, a su paso por Cartagena de Indias en 1569, para fundar la misión del Perú, quienes atribuyen muchos de los fracasos misioneros, precisamente, a la falta de celo apostólico . Las mismas observaciones se encuentran en dos franciscanos: el peruano fray Luis Jerónimo Oré, hijo de uno de los conquistadores y cuarto obispo de Concepción en Chile, y fray Maturino Gilberti (1575).
Sin embargo hace falta aquilatar estos juicios. Los jesuitas apenas llegados, fervorosos en su celo, criticaban facilmente los métodos de los otros. Algunos cargaban las tintas para poder conseguir misioneros de otras órdenes, como García Díaz de San Miguel, que quería a los jesuitas a toda costa en Chile. Al contrario, algunos clérigos y laicos hablan mal de ellos, a causa de la tradicional hostilidad y celotipia de algunos contra los regulares. Los conflictos entre el clero regular misionero y los colonos fueron frecuentes. El motivo estuvo en el hecho de los poderes jurisdiccionales de que disponían los misioneros, y que usaban en defensa de los indios y en su voluntad de querer mejores condiciones de vida para los mismos. Ello produjo contrastes y polémicas frecuentes entre misioneros y colonos.
El otro motivo fue la condena moral de los misioneros del modo de comportarse de muchos colonos. Tales conflictos también son testimoniados por los escritos directos a la Corona por ambas partes. En una carta de 1569 desde Chile, del "conquistador" Melchor Bravo de Saravia al rey, se queja que:“Los frailes principalmente de la orden de San Francisco nos ayudan poco; no solamente dicen que no se puede hacer la guerra a estos indios por los malos tratamientos que hasta aquí se les han hecho y por lo que se les hace injusto, pero ni quieren absolver los soldados ni aun oirlos de confesión... ".Las mismas polémicas y controversias se encuentran en México entre los religiosos y los colonos, y entre los religiosos, colonos y la Audiencia.
Estas situaciones contribuyeron de modo positivo a la elaboración de una normativa muy precisa en la selección y en el envío de misioneros a las “Indias”. Animada ciertamente por los mejores misioneros, la Corona, que con el Patronato recibió de la Santa Sede la responsabilidad jurídicade sustentar la obra misionera, llega así a la decisión de controlar uno a uno a todos los misioneros dirigidos a América. Para evitar subterfugios, llegará incluso a no considerar válida, por sí sola, ni siquiera la autorización papal. Este control obró una selección notable, por lo que mejoró la calidad de los misioneros que partían para las Américas. Se quería destinar a América a los mejores religiosos . En 1552 se ordenó la vuelta a España de todos los clérigos embarcados clandestinamente, con la privación de sus facultades y sueldos.
4. Los criterios de selección y el nacimiento de una nueva etapa en la historia misionera moderna
El esfuerzo de la evangelización fue tan ingente que la Iglesia y también la Corona quisieron desde el principio valerse de los mejores elementos entre los religiosos. Así, una orden de Felipe II en 1572 establecerá que:“Los que habrán de ser enviados, tendrán que ser dignos de tal santo ministerio y no aquellos sujetos que en los conventos son inútiles y hasta díscolos, y que los prelados [los superiores] no quieren tener en sus casas, como a menudo sucede, que no sólo allá [en las Indias] no son útiles a la misión, sino dan mal ejemplo por la codicia, las pasiones y el modo de vivir”.
El Nuevo Mundo que encontraron los misioneros y las exigencias de la vocación misionera en aquellas circunstancias, solicitaron ciertamente apóstoles con una fuerte personalidad y un temple espiritual de acero. Lo subraya, entre otros, fray Bartolomé de Las Casas. El combativo dominico, en su obra “De unico conversionis modo”,nos da una lista de las condiciones exigidas al obrero del evangelio: