ALFARO, Luis Felipe Neri de
(Ciudad de México, 1709 – Guanajuato, 1776). Sacerdote, poeta.
Luis Felipe Neri de Alfaro y Velásquez nació en la ciudad de México el 25 de agosto de 1709; sus padres fueron Don Esteban Valero de Alfaro y Doña María Velásquez de Castilla. Estudió en el Real y Pontificio Seminario, donde “su dedicación al estudio no le impedía el método de vida espiritual que de acuerdo con su confesor se había impuesto, y de esta manera, la ciencia y la virtud crecían a la par en su alma” . A los veinte años de edad recibió el grado de bachiller en Teología y finalmente recibió la ordenación sacerdotal en 1746. Más tarde pasó a la villa de San Miguel el Grande (hoy San Miguel Allende) con la finalidad de ingresar a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, en la cual fue recibido el 26 de mayo de 1730. Ya como sacerdote del Oratorio se mudó a la vecina población de Atotonilco, distante a catorce kilómetros de San Miguel. En este lugar construyó el célebre Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco, el que es una obra representativa del barroco mexicano del siglo XVII, por lo que ha sido catalogado por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Es una construcción relativamente pequeña, dividida en seis capillas, tres camerinos y la casa de retiro, aunque en su edificación gastó toda su herencia. Cada año en este santuario, el padre Alfaro dirigía seis ciclos de Ejercicios Espirituales para varias decenas de pobres a quienes atendía con esmero. También fundó las Santas Escuelas de San Miguel el Grande, Guanajuato y León. El padre Alfaro era un asceta; practicaba continuos sacrificios, ya desde su niñez, sobre los cuales él mismo escribió en 1741: “quitaré el colchón y delicadeza de la cama y no se me pasará día sin alguna mortificación en el comer y en el beber” ; sobre las penitencias del padre Alfaro, el padre Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos escribe: “su comida fue siempre tan escasa que apenas si podía entretener el hambre (…) los cilicios que cargó toda su vida eran tantos que apenas le dejaban libres las coyunturas del cuerpo (…) los viernes que pasaba comiendo pan de lágrimas, se vestía un jubón que sólo verlo pone horror: éste le cogía toda la espalda, todo el pecho y la caja del cuerpo, con unas puntas tan penetrantes, que aún los dedos se lastiman al tocarlo” . Siguiendo las enseñanzas de San Juan de la Cruz, pronto adquirió una gran prudencia y discernimiento en la dirección espiritual que ejercía desde el confesionario. Asimismo era poseedor de un profundo amor al prójimo, lo que le llevó a practicar constantemente la caridad. Instituyó la procesión del Viernes Santo en San Miguel el Grande; para asistir a ella, además de las acostumbradas mortificaciones que se imponía cada viernes, el padre Alfaro calzaba unas ásperas plantillas de hojalata y utilizaba en las rodillas unas láminas cóncavas. Posteriormente salía con una soga al cuello, una corona de espinas que le hacía sangrar y, en memoria de Nuestro Señor, cargaba un pesado madero bajo el cual caía en tres ocasiones dando un fuerte golpe en el suelo a causa de la acción de un hombre al que previamente el padre Alfaro le había instruido y pagado con este fin. Solía escribir, en prosa y en verso, oraciones dedicadas a Jesús y a la Virgen María para que sus fieles se encomendaran a ellos, las cuales además servían para explicarles la doctrina y los atributos de los santos. “No hay en la poesía del padre Alfaro, hondos problemas teológicos o filosóficos, ni graves asuntos políticos (…) sino solamente la deliciosa divulgación de enseñanzas, dogmas y prácticas de vida cristiana, expresadas las más veces, con los términos usuales de una conversación ordinaria, por ejemplo esta diáfana y bonita octava: Dos coronas te ofrecen dos señores, mira, alma, con cuidado, a cual te inclinas: si a la que el mundo ofrece que es de flores, o a la que Cristo ofrece que es de espinas: la de flores remata en sinsabores, la de espinas en glorias peregrinas: escoge pues la de mayor nobleza, que es la que carga Cristo en su cabeza ”
Estos escritos fueron plasmados en pintura sobre las paredes y bóvedas del Santuario de Atotonilco por el artista local Miguel Antonio Martínez de Pocasangre, bajo la dirección del padre Alfaro; los murales ocupan la totalidad de la iglesia. El padre Luis Felipe Neri de Alfaro murió el 22 de marzo de 1776, a la edad de 66 años, en San Miguel el Grande, Guanajuato. Antes de morir, había ordenado que “en el día de su muerte se hiciera un día de retiro con presencia de su cadáver, intentando por este medio grabar más profundamente en la imaginación de sus hijos, los trofeos de la muerte (…) les mostraba con su ejemplo la serenidad con que arriban al puerto los que han guardado la ley del Señor”. Sus restos descansan en el Santuario de Jesús Nazareno de Atonilco. Actualmente se encuentra en proceso de beatificación.
Obra(s):
Reino ilustrado con nueve ciudades de Refugio; Las doce puertas abiertas de la Celestial Sión; A la más hermosa y salutífera Flor de los Campos Jesús Nazareno Señor de Aguascalientes; Las Tentaciones de Cristo, Cristo en la Cruz; Milagros del Agua y del Vino; Multiplicación de los panes y promesa de la Eucaristía; La Magdalena unge a Jesús; A la Virgen María; A Jesús Crucificado; Vía Crucis;
NOTAS
BIBLIOGRAFÍA
SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA