BASÍLICA DE GUADALUPE
Sumario
- 1 Dignidad de una Basílica[1]
- 2 Basílica efímera (1970)[2]
- 3 Acta de ocupación de la Basílica de Guadalupe[3]
- 4 Basílica nueva (1976) (I)[4]
- 5 Basílica nueva (1976) (II)[5]
- 6 Agregación de Guadalupe a la Basílica Lateranense[6]
- 7 Agregación de la Basílica de Guadalupe a la Santa Casa de Loreto
- 8 NOTAS:
Dignidad de una Basílica[1]
Basílica es una palabra de etimología griega, derivada de basileus, rey. Se aplicaba entre los romanos al palacio real y a los edificios que de alguna manera estaban al servicio de la primera autoridad. En el lenguaje cristiano se atribuyó al templo donde solían asistir los reyes, en donde había un sitial o sede especial para ellos. Son edificios de estructuras grandes y artísticas, con tres partes principales, atrio, naves y el santuario o lugar del altar y presbiterio. Actualmente es un título más bien honorífico que la Santa Sede otorga a los templos principales del mundo, sobre todo a los que albergan a los patronos (vírgenes, santos) de naciones o ciudades. Basílicas mayores son las cuatro iglesias monumentales de Roma (San Pedro, San Pablo Extramuros, San Juan de Letrán y Santa María la Mayor), y menores el resto de las que existen en el mundo, adscritas a una de estas mayores.
En México destacan dos: San Juan de los Lagos en Jalisco y la de Santa María de Guadalupe, que primero fue declarada colegiata el 6 de marzo de 1749 y por fin basílica el 24 de mayo de 1904, agregada a la de San Juan de Letrán. Ostentan las basílicas el privilegio de abad mitrado y cabildo, formado por sacerdotes eminentes en saber, elocuencia o méritos pastorales.
Basílica efímera (1970)[2]
Para el LXXV aniversario de la coronación de la Virgen de Guadalupe no se preparó ningún programa que suscitase el entusiasmo impresionante de los aniversarios XXV y L. Solamente se pensó en crear un techo de lona que recibiese a las peregrinaciones que fuesen llegando, por estimar que la basílica mostraba señales de inseguridad y se temía su derrumbe al recibir multitudes. Delante de la entrada principal del templo se levantó una gigantesca carpa de color rosa, que techaba unas ocho mil sillas, en sus 50 metros de ancho por 100 de profundidad. Los paraboloides hiperbólicos de su techumbre no estuvieron bien calculados, con lo que se vino abajo parte del efímero templo con el primer chubasco que recibió. Fue corregido el error y las distintas peregrinaciones fueron recibidas sin consecuencias mayores. Para presidir estas fiestas del LXXV aniversario de la coronación fue llevada al altar de la basílica efímera la imagen que el cabildo de la basílica obsequió (1822) al primer Congreso de la Unión para entronizarla en su salón de sesiones.
Los señores diputados se habían reunido primero en el templo de San Pedro y San Pablo y el 1o de enero de 1829 ocuparon su sede definitiva en el Palacio Nacional. Esa imagen histórica ocupó en 1970 el altar de la basílica efímera. Es del estilo de las pintadas por José Alcíbar y tiene escrito por detrás; "El Cabildo de la ynsigne imperial colegiata de Santa María de Guadalupe presenta esta sagrada ymagen de la poderosa patrona del ymperio al soberano congreso constituyente mexicano pa. qe. se colocase en el salón, a consecuencia del artículo 6º aprobado pa. su gobierno interior. En 11 de julio de 1822, segundo de la independencia. Está tocada Original". Solamente el día 12 de ese octubre de 1970 (aniversario 75 de la coronación) ocupó el altar de la efímera, la imagen original, estampada en el ayate de Juan Diego.
Acta de ocupación de la Basílica de Guadalupe[3]
Fue por causa de las leyes persecutorias del presidente Calles cuando se suscitó un problema jurídico, del que se levantó el siguiente documento: "Acta de los sucesos que tuvieron lugar el día treinta y uno de julio del corriente año, al presentarse a recibir la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe los vecinos nombrados por el Honorable Ayuntamiento de esta Ciudad. Los que suscribimos, testigos presenciales de los hechos que a continuación se narran, damos fe de ellos y los calzamos con nuestra firma, para los fines consiguientes: El día treinta y uno del mes de julio del corriente año, como a las diez y media de la mañana, se presentaron en la Insigne y Nacional Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, el señor Presidente Municipal del lugar, don León Rojas, acompañado de su Secretario y diez de los vecinos más caracterizados de la ciudad, para tomar posesión del expresado templo, conforme a lo dispuesto por el Ministerio de Gobernación, al tener los sacerdotes que abandonar los templos católicos, por no serles lícito acatar las últimas leyes expedidas por el Gobierno, y haberlo así dispuesto el Episcopado Mexicano en su Carta Colectiva del día veinticinco del próximo pasado julio. Encontramos en la Basílica al señor Abad, quien recibió en su sala a los representantes del gobierno del pueblo; y apenas habían tomado asiento, cuando se presentaron los señores don Mauricio Jacobo y Calvo, Arcipreste de la Basílica, y don Ángel Vivanco, seglar bien conocido en la localidad por su carácter revoltoso e intemperante. Tomó la palabra el expresado señor Vivanco, y dirigiéndose al Presidente Municipal, le dijo: «Señor Presidente: tengo el gusto de presentar a usted al señor Arcipreste de la Basílica, don Mauricio Jacobo y Calvo, quien anoche ha sido presentado por mí al señor Ministro de Gobernación, para manifestarle que él está dispuesto a sujetarse a todo lo que manda la ley, a fin de que continúe el culto en esta Insigne y Nacional Basílica. Y como al abandonar la iglesia el señor Abad, entra en funciones el Arcipreste, que es la segunda dignidad, pedimos a usted que sea entregada la iglesia al señor Arcipreste, según lo hemos acordado con el señor Ministro, como usted puede comprobarlo pidiendo informes, por teléfono, a la Secretaría de Gobernación». Ante tan inesperada petición, que a todos nos causó muy mala impresión, el señor Presidente Municipal pregunto: «¿El señor (refiriéndose al Arcipreste) está dispuesto a cumplir todos los requisitos de la ley, para que los sacerdotes puedan ejercer?», y ambos contestaron «sí». Entonces el señor Presidente Municipal dijo: «Muy bien; mas para hacer la entrega que ustedes pretenden, necesito una orden, por escrito, de la Secretaría de Gobernación». «No es necesaria -replicó Vivanco- porque automáticamente el señor Arcipreste entra en funciones, estando ausente el Abad, y el Arcipreste está dispuesto a complementar en todo la ley». -Entonces se levantó el señor Abad y dirigiéndose al señor Presidente Municipal, le dijo: «Señor Presidente: no está aún ausente el Abad, ni ha abandonado todavía la iglesia, de la que es inmediato responsable; y pido a usted que a los señores, que sin ser llamados se han introducido aquí, se les obligue a salir, puesto que nada tienen que ver con el asunto que nos ha traído». Con esto se produjo alguna confusión, y pidió entonces Vivanco que se suspendiera el acto, en tanto que ellos iban a la Secretaría de Gobernación, a traer las órdenes, por escrito, que se les exigieron: mas el señor Presidente Municipal, oyendo las propuestas de los vecinos, respondió: «El acto no se suspende; la orden que tengo es entregar la iglesia a los vecinos nombrados por el H. Ayuntamiento, y que al efecto han sido citados. Si, más tarde, ustedes presentan las órdenes que van a gestionar en la secretaría de Gobernación, se procederá entonces a cumplirlas. Entretanto, señores -dijo a los que le acompañaban- vamos a cumplir con nuestro deber». Se pusieron de pie, y mientras los señores Jacobo y Vivanco iban, según manifestaron, a gestionar con el Secretario de Gobernación, que les entregaran la iglesia, el señor Abad se retiró; yendo a dar cuenta al Prelado de lo sucedido, y a pedir instrucciones. Hasta esta fecha, las órdenes escritas del Ministerio de Gobernación, para que la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe se entregue al señor Arcipreste, no han sido recabadas, por más que hemos sabido que los interesados han hecho cuantas gestiones han podido. Esta es la fiel y exacta narración de los hechos. Guadalupe Hidalgo, D. F., a los seis días del mes de agosto de mil novecientos veintiséis."
Basílica nueva (1976) (I)[4]
En los años 40 ya había intenciones de iniciar las obras de una nueva basílica. En 1959, la Conferencia Episcopal Mexicana aprobó la idea de construir un nuevo templo, pero aún sin proyectos: "Era urgente brindar albergue digno al culto más importante de los católicos mexicanos" (Revista, Señal Diciembre 1975.) En 1963 Monseñor Guillermo Schulenburg Prado -XXI abad de la basílica de Guadalupe- tomó posesión del cargo y escogió, entre varios, los planos presentado por el arquitecto José Luis Benlliure. El 10 de diciembre de 1974, durante presidencia del Licenciado Luis Echeverría Alvarez (1970-1976) se dio luz verde para la construcción de la nueva basílica, noticia que causó gran regocijo al pueblo de México. El 12 de diciembre de 1974 se colocó la primera piedra por el hidalguense Albino Jaín Hernández, abnegado humilde y honesto obrero. Se empezó a trabajar en marzo de 1975; siendo director de la obra el Arquitecto Javier García Lascuráin y en la estructura el Ingeniero Manuel González Flores, asistido por los calculistas Ingenieros Félix Colinas y Oscar de Buen.
Ubicación: Extremo poniente de la Plaza de las Américas, perpendicular a basílica anterior, orientada la nave hacia el este.
Estilo: La forma y estructura son de planta circular con mástil excéntrico del que depende toda la construcción y que tiene diez niveles.
Cimentación: Por problemas del subsuelo, fue necesario reducir al máximo el área susceptible de recibir las cargas mayores y apoyar éstas en forma directa a la capa resistente del subsuelo, apoyando los pilotes necesarios a los 32 metros, en que se encuentra esa capa. La cimentación es de 102 metros de diámetro, con 344 pilotes de control que sostienen la basílica, de 50,000 toneladas aproximadamente.
Capillas: En el mezzanine, 9 capillas interiores, con cupo para 200 personas cada una. Hay otras tres capillas: La del Santísimo (cupo 500 personas), la de San José (cupo 500 personas) y la de la Resurrección en la cripta. En el cuerpo central hay diez niveles, con ascensores, servicios de sacristía, oficinas, salón de cabildos, biblioteca etc.
El órgano: Monumental, es canadiense, el segundo en el mundo, después del de Sidney, Australia.
Acústica: Casi perfecta. Fueron los arquitectos Eduardo Saad Eljure y Carlos Castellanos Formento quienes la acondicionaron acústicamente, logrando la adecuación para resonancias largas y reverberaciones cortas, mediante el diseño del plafón en zigzag ranurado y también se valieron de otros recursos, para que dentro de la basílica se pueda oír un concierto de órgano, un coro o la voz del celebrante y predicador. El camerín de la Virgen: Está dentro del volumen del mástil, en la parte posterior de la imagen; mide 2.40 metros por 3.60 metros, en sólida caja fuerte para su seguridad.
Las dimensiones totales del sagrado ayate dentro del bastidor de madera son de: 1.65 metros de alto por 1.05 metros de ancho; el recuadro es un marco de oro y plata que mide 2.50 metros por 1.90 metros. El marco puede girar en ángulo de 90° hasta dar el frente al interior del camerín que se abre en ocasiones especiales, para investigación especializada.
Se proyectó una circulación especial para la multitud de 1,500 peregrinaciones anuales: los devotos circulan por debajo del presbiterio, acercándose hasta a 6 metros de distancia de la imagen. Bandas móviles activan la circulación, cuando las multitudes son mayores. Tiene la Basílica 1,200 metros cuadrados de cristal de plomo en forma de herradura.
Piso de la basílica: 800 metros de mármol del país.
Estacionamiento: Dos, subterráneos con cupo para 1,850 vehículos y otro exterior.
Atrio: Es prolongación de la basílica. Hay visibilidad hacia el presbiterio, donde se encuentra la imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe; caben unas 50,000 personas; tiene 35,000 mil metros cuadrados de superficie, hecha con adoquines de Querétaro.
Figura exterior: La basílica 1976 semeja una tienda levantada en el desierto, como el tabernáculo que Dios ordenó a Moisés erigir al pie del monte Sinaí.
Existen jardines hundidos a los lados de dicha construcción.
Interior: El mástil central cubierto de planchas de cedro rectangulares, a manera de retablo, adornadas con oro de hoja, cruz gigantesca, al pie de la cual está el sagrado original de la Santísima de Guadalupe, visible desde todos los ángulos. Un mástil recibe la carga principal de la cubierta y de los entrepisos necesarios para albergar todos sus servicios. No hay peligro de hundimiento. Este eje constructivo propicia la solución ascendente que establece una liga entre el hombre y el infinito, entre la tierra y el espacio. Este efecto se enfatiza con la luz de ámbar descendente, vertical.
Cupo en el interior: 10,000 personas.
Techo: por el exterior consta de 8,000 metros cuadrados de lámina de cobre verde mar, que evoca el manto de la Virgen. El techo interior está revestido con 6,000 metros cuadrados de madera de pino, que Canadá obsequió; no es inflamable. Desde el techo hacia el presbiterio, cuelgan 164 lámparas hechas de cobre y aluminio, de forma exágonal y pesan 300 kilos cada una; el cable que las sostiene es de acero; sólo siete lámparas alojan bafles de sonido y televisión; por dentro está establecido el tránsito interno, llamado paso de gato, para el mantenimiento de las mismas.
El remate: Una letra «M» (de María y de México) que sirve de pedestal a una Cruz.
Personal: Trabajaron 40 técnicos y 1,075 obreros; incluyendo los de la basílica, se llegó a los 3,000. La basílica fue consagrada solemnemente el 11 de octubre de 1976, siendo arzobispo de México el cardenal Miguel Darío Miranda y Sumo Pontífice S.S. Paulo VI. Participaron en la consagración cardenales, arzobispos y obispos que vinieron de países de América, España, Islas Filipinas, Japón y Roma. Se leyó el documento pontificio por el cual se concedía a la nueva basílica los títulos y privilegios de que gozaba la anterior. El Santo Padre envió un cáliz como regalo a la Guadalupana. El 12 de octubre de 1976 se hizo el solemne traslado de la Virgen de la antigua a la nueva basílica, en medio del entusiasmo del pueblo mexicano y ante representaciones diplomáticas y populares de las naciones de América; indígenas con trajes típicos de cada región; una orquesta sinfónica y cinco coros ejecutaron las obras A la madre del Dios Verdadero por quién se vive y la Misa de la Consagración, ambas compuestas para ese día. En pantallas de televisión instaladas dentro de la basílica se vio y escuchó el mensaje de felicitación que S.S. Paulo VI trasmitió desde Roma, en el que exhortaba a todos a levantar un templo espiritual, basado en la justicia y el amor. Escribió el Doctor D. Luis Medina Ascencio S.J. "La otra mansión, la antigua Basílica, la vamos a dejar como un recuerdo, como un relicario que guarde todos nuestros obsequios que le hicimos en 267 años. Este templo se le ofreció por todos los mexicanos desde el año 1709 (ya en pleno siglo XVIII); y por eso está tan deteriorado por los muchos años que han pasado por él y por las condiciones tan adversas del subsuelo sobre el cual está edificado... Gocemos, pues, por el gozo de Nuestra Madre de Guadalupe que estrena un palacio que le obsequian los católicos mexicanos del siglo XX".
Basílica nueva (1976) (II)[5]
Hubo en muchos y todavía persiste en bastantes, un rechazo cerrado y profundo de la nueva basílica, a la que califican de estadio, supermercado y otros denuestos. Sin embargo, para la mayoría, la nueva basílica es digna de la predilección de la Virgen por nuestro pueblo y de la expresa petición que Ella hiciera: "Deseo vivamente que se me erija aquí un Templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa Madre".
Dada la capacidad de transporte que hoy existe y la facilidad con que se trasladan millares y millares, que confluyen simultáneamente en la capital, esta nueva basílica se estaba volviendo una apremiante necesidad, para satisfacer a los que vienen, por ejemplo, de provincia, trayendo en su programa como primer acto la visita a La Villa, una visita largamente deseada, hondamente saboreada, como expresión insustituible de piedad e ideales o valores psicológicos.
Se iba haciendo, pues, necesaria una edificación más espaciosa, cómoda y sin columnas ni estorbos, donde muchos a la vez pudieran ver sin prisas el cuadro de María, conversar con Ella, contándole las propias carencias, y cómo en la vida se entrelazan amores y dolores en angustiante incidencia. ¡Cuántas veces en la basílica anterior no alcanzaban a verla ni de lejos y se regresaban magullados, desalentados, porque no encontraron la fuerza sensible de su mirada, el consuelo espiritual que venían buscando!
Los que vivían en la capital acabában pensando que era una basílica para los capitalinos y que todo se reducía en llegar a La Villa cuando la afluencia era menor. Pero María pidió un templo para todos, especialmente para los que vienen de más lejos y han sufrido las incomodidades del largo camino: "a tí, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen; oír allí sus lamentos y remediar todas sus miserias, penas y dolores".
El rechazo mayor a la nueva basílica se concentra en su estilo arquitectónico, demasiado moderno, demasiado profano. Es que las líneas modernas no han encontrado aún el respeto, la unción, el recogimiento que inspiran las formas de los templos tradicionales. Hablando en general, porque hay también bellísimas muestras de trazo moderno, como la catedral de Tokyo que diseñó el genial Kenzo Tange y que visitó Juan Pablo II; y lo mismo el diseño de José Luis Benlliure para nuestra Villa. En su línea "funcional" y "desacralizada" se deja llevar por una severa inspiración. imitando la "Tienda de Reunión" que mandó el Señor a Moisés levantar en el desierto, en la cual se manifestaba su presencia y poder, hasta que Salomón construyó el gran templo de Jerusalén, varios siglos después. Desde el imponente mástil central, alto y fuerte, como firmeza de toda la construcción, van bajando los lienzos del techado, abrazo de protección y acogida sobre la multitud, como el manto dulce de la Madre que los quiere a todos presentes en su casa, porque a todos ama. Este efecto de unión bajo el amable techo acogedor es impresionante y cálido dentro de la nueva basílica.
Una queja común es que la Virgen en la nueva basílica se ve demasiado pequeña y sencilla. Lo de sencilla es muy de su gusto, que no se goza con aquellas joyas y galas del marco antiguo, cuando ve llegar a tantos hijos con señales de hambre y necesidad. El que se vea más pequeña en la nueva descomunal estructura es consecuencia de las leyes físicas, que achican la impresión de un objeto en proporción al aumento del tamaño en lo que está cerca. Pero con verse tan pequeño el cuadro guadalupano, sigue llenándolo todo, se crece y agiganta por la devoción de millares que cada momento del año lo están contemplando y gozando. Bella la basílica nueva; bello el diseño como "Tienda de Reunión"; bella y misteriosa la corona de lámparas que envuelven el cuadro; bella su ancha cavidad que alberga juntos hasta diez mil peregrinos; bella sobre todo la presencia de María entre las multitudes, repartiendo a manos llenas todo su amor, auxilio y defensa.
Agregación de Guadalupe a la Basílica Lateranense[6]
A mediados del siglo XVIII, el padre Juan Francisco López S.J., realizó en Roma varias gestiones que se le habían encomendado realizar: la consecución de las tres gracias de Fiesta, Oficio y Misa especiales para la Virgen de Guadalupe. De Roma el Padre López fue a Génova, llevando consigo varios jóvenes estudiantes de la Compañía de Jesús, que habían conseguido del Padre General el permiso de pasar a México, a las Misiones. Antes de embarcarse, con fecha 23 de julio de 1754, el Padre López escribió al abad de la Colegiata de Guadalupe avisándole que, como por colmo del feliz resultado de su misión, el Templo de Guadalupe quedaba agregado á la Patriarcal Archibasílica Lateranense. Para apreciar convenientemente este singular privilegio, es de advertir que el augusto Templo de San Juan de Letrán en Roma, lleva el título de Archibasílica Patriarcal, Madre y Cabeza de las Iglesias de Roma y de todo el Orbe Sacrosancta Patriarchalis Lateranensis Ecclesia... Omnium Ecclesiarum Urbis et Orbis Mater et Caput. Y se le debe esta primacía por ser la Catedral del Obispo de Roma, en cuanto es Pastor Universal y Obispo de la Iglesia Católica; y en esta Iglesia es donde el Nuevo Papa toma solemne y pública posesión de la Cátedra Apostólica y es coronado Pontífice Romano.
Puede de ahí deducirse el gran tesoro de indulgencias con que los Pontífices Romanos enriquecieron la Catedral del Mundo; y de ahí también se deduce el gran privilegio que tiene el Santuario de Guadalupe, sobre cuya puerta principal se leen grabadas estas palabras: Sacrosancta Lateranensis Ecclesia; porque visitando el Santuario se ganan todas las indulgencias, como si se visitara la Archibasílica Lateranense de Roma. De este privilegio trátase también en las cartas del Rvdmo. Capítulo Lateranense a la Colegiata de Guadalupe por los años de 1794.
De Génova, el Padre López con los Estudiantes, se fue a España; y la primera diligencia que practicó fue la de presentar al Consejo de Indias los Diplomas Pontificios; y esto para que contra la ejecución de las Bulas Apostólicas no se tomasen disposiciones parecidas a aquellas con que en México se inutilizó el Decreto del Cabildo Vaticano, que el benemérito Boturini había conseguido. Después el Padre López se fue a Alemania para reclutar otros jóvenes estudiantes de la Compañía que deseasen ocuparse en las dilatadas Misiones que tenía la Provincia de México. Vuelto de Alemania tuvo que esperar en Madrid para asistir a las solemnísimas fiestas que la Real Congregación Guadalupana de México hizo en la Iglesia de San Felipe el Real el 12 de diciembre de 1755, en que se estrenó el nuevo Rezo del Oficio y Misa propia, y el Padre López predicó un sermón que fue luego dado a luz allí mismo en Madrid. Arreglados todos sus negocios, recibidas todas las correspondencias y encargos, y libre ya de todo empeño, el Padre López, con los nuevos operarios que de los Colegios de Italia, España y Alemania había juntado para las Misiones, se fue a Cádiz. Pero mientras estaba esperando la ocasión oportuna para embarcarse, he aquí que de Roma le llegaron cartas del Vicario General de la Compañía, en que le avisaba que volviese pronto a la Congregación General que iba a reunirse para la elección del nuevo Prepósito, en lugar del Rvdmo. Padre Ignacio Visconti que acababa de morir, el 4 de mayo de 1756. Como la Congregación General dilataría seis meses para reunirse, y proceder a la elección, el Padre López contestó que no podía detenerse por más tiempo en Europa, por ser necesaria su presencia en México, en donde tenía que entregar despachos de grandísima importancia: ni por otra parte podía dejar solos a tantos jóvenes estudiantes que llevaba consigo. Reconocidos por muy justos y razonables estos motivos, al fin el Padre López con todos los suyos se embarcó para México. Llegó felizmente a Veracruz, a fines de agosto, en donde fue recibido por una Diputación de ambos Cabildos, con tales muestras de afecto y de alegría que, como escribe Conde “no sería recibido un triunfador en Roma con mayor alborozo y alboroto, aunque entrase con mayor fausto, brillo y pompa, que lo fue el Padre Juan Francisco López al entrar en México con la bula de Benedicto XIV, por la cual Su Santidad aprobaba el Patronato Universal para Nueva España de Nuestra Señora de Guadalupe, y le concedía Misa y Oficio propio con rito doble de primera clase y Octava...”
A los diez días de viaje llegó a Guadalupe, en donde a la entrada del Santuario fue recibido por los Canónigos de la Colegiata y conducido al altar. «No creo, prosigue Conde, no creo yo que los mapas de las provincias ganadas fuesen desdoblados, en aquellas augustas funciones dentro del Capitolio, con tanta fiesta, bullicio, aplauso y celebridad cuanto lo fue el Pergamino pontificio en el tribunal del Señor Arzobispo dentro de la Iglesia del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y delante de sus altares. Vióse entrar al triunfador López en el templo de aquella Insigne Colegiata con la Bula de Su Santidad sobre el pecho, pendiente del cuello con listones muy ricos y cordones de hilo de oro.» (Conde, tomo II, núms. 689 y 690). Delante del altar de la Soberana Patrona estaba el Arzobispo, rodeado de los Canónigos de la Metropolitana y de la Colegiata, de los Presidentes de los Tribunales y de los Regidores de la Ciudad. Presentóse respetuoso el Padre López al arzobispo y poniéndole en las manos el Diploma Pontificio, con breves y encendidas palabras le suplicó le ayudase a dar gracias al Altísimo por haber dirigido sus pasos hasta dar cima al encargo que su Ilma. y la Nación le habían conferido. Y en medio de tiernas lágrimas de júbilo y de agradecimiento, cantóse luego un solemnísimo Te Deum, reservándose mayores fiestas para los días siguientes. "De igual modo, si no es con mayor número y entusiasmo, fue recibido el Padre López en la ciudad: no entramos en pormenores y sólo añadimos que el Ayuntamiento de la Ciudad, los representantes del Virrey y Real Audiencia y muchas de las principales familias, fueron con muestras de vivo agradecimiento a dar al Padre López la bienvenida y las más cordiales gracias por todo lo que había hecho y conseguido. El buen Padre contestó que a él le tocaba darlas por haberle honrado sin merecerlo con tan alto encargo de ser nada menos que el representante de la Nación ante el Pontífice Romano y en un negocio de tan trascendental importancia. El Benemérito Cabildo de la Insigne Colegiata, para memoria de la posteridad, mandó pintar un grande y hermoso cuadro que se colocó en el Santuario, donde permaneció por muchos años hasta hace poco, que se quitó de allí por la nueva compostura del templo. El lienzo representaba a Benedicto XIV en su trono, en el acto de entregar al Padre López, puesto de rodillas, la bula del patronato." (Dávila y Arrillaga. Continuación de la Historia del P. Alegre. Tomo I, cap. V, pág. 111) (HA).
El documento de esta Agregación a San Juan de Letrán dice textualmente: "A los amados en Cristo Reverendísimos Señores Abad y Capítulo de la Real iglesia Colegiata de Nuestra Señora, llamada de Guadalupe, de la Capital Mexicana en las Indias, sempiterna salud en el Señor. El singular afecto de devoción, que demostráis tener hacia nuestra Sacrosanta Basílica Lateranense, merece que favorablemente atendamos en cuanto podemos, por benignidad de la Sede Apostólica, vuestros deseos que se nos han presentado por los que el culto Divino recibe incremento y se procura la salud de las almas. En la serie de vuestros deseos a Nosotros manifestada se encuentra, que Vosotros llevados por el efecto de esa devoción hacía Nuestro Señor Jesucristo Salvador, y a ambos Juanes, a saber, el Bautista y el Evangelista y a nuestra Basílica, a ambos dedicada, en gran manera anheláis que Vuestra Real Iglesia Colegiata de Nuestra Señora, llamada de Guadalupe, sea agregada, afiliada, unida o incorporada a la dicha nuestra Basílica Lateranense, para que todas las indulgencias y gracias espirituales concedidas por la liberalidad Pontificia a la misma Basílica, concedamos o comuniquemos a perpetuidad a vuestra Sobredicha iglesia Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, y por lo tanto humildemente nos suplicáis tal concesión o comunicación. La admitimos a perpetuidad y la recibimos como miembro de nuestra Sacrosanta Basílica, conforme a las facultades que nos han concedido los Sumos Pontífices Romanos y de acuerdo con los Decretos del Sacrosanto Concilio Tridentino y las Constituciones de los Sumos Pontífices, de modo que todos los fieles cristianos de ambos sexos, que acudan a visitar la sobredicha Vuestra Iglesia Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, con tal que estén bien dispuestos, puedan lucrar, obtener y gozar, de las abajo expresadas Indulgencias, privilegios y gracias espirituales del mismo modo que si vinieran personalmente a esta nuestra Basílica Lateranense, cuyo Sumario y tenor de dichas gracias espirituales e Indulgencias, adquirirán en el Señor y aun podrán aplicar por modo de sufragio a las almas detenidas en el Purgatorio, en vigor del Rescripto del Papa Pío VI, de santa memoria, de fecha del 2 de diciembre de 1780. "En fe de todo lo cual, estas Nuestras Letras, por mano de los Ilmos. y Reverendísimos Señores Camerarios y Secretarios de nuestros Canónigos, las hicimos firmar, y corroborar con la impresión de nuestro gran sello Capitular, que usamos en tales adjuntos. Dado desde el Laterano el día XXVI del mes de mayo del año de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo MDCCCV, y del Pontificado de Nuestro Santísimo Padre en Cristo y Señor Nuestro el Señor Pío por la Divina Providencia Papa VII, el año sexto."
Agregación de la Basílica de Guadalupe a la Santa Casa de Loreto
Es una devoción muy arraigada en la piedad de Italia, la de Nuestra Señora de Loreto, en torno a la casa que habitó la Virgen en Nazaret y que fue luego trasladada prodigiosamente hasta esta población, en Italia. La Basílica de Guadalupe fue también agregada a esta advocación, según el documento o Diploma que sigue: "Como por las Letras Apostólicas del Sumo Romano Pontífice Pío X, Inter Omnia, dadas a la Sagrada Congregación de los Eminentísimos y Reverendísimos Cardenales de la Santa Romana Iglesia, encargada de la Casa Lauretana y de la custodia y administración de sus bienes, y en su lugar a su Prefecto que sea, en cualquier tiempo, le fuese atribuida la facultad de: a la misma Santísima Casa en la que el Verbo se hizo carne, y que de modo sobrenatural fue trasladada, primero de Siria a Dalmacia, y luego al Piceno, agregar todas las Iglesias y Oratorios del Orbe, para que se les comuniquen las gracias espirituales, que a la misma Augustísima Casa, la liberalidad Pontificia ha concedido. Nos, como Prefecto de la dicha Congregación, accediendo benignamente a las preces del Ilmo, y Revdmo. Señor Don Próspero José María Alarcón, Arzobispo Mexicano, que llevado de su afecto de devoción a la Inmaculada Virgen Madre de Dios, desea grandemente que la célebre Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe sea admitida a la participación de esta concesión, unimos y agregamos la dicha Basílica a la misma Sacrosanta Casa, en la forma de las dichas Letras, a saber, de modo que todos los fieles Cristianos de uno y otro sexo, que verdaderamente penitentes y confesados y alimentados por la Sagrada Comunión, devotamente visitaren la misma Basílica, y en ella elevaren a Dios piadosas súplicas por la exaltación de la Santa Romana Iglesia, la extirpación de las herejías y la concordia de los Príncipes Cristianos, puedan gozar de las gracias espirituales, descritas abajo, del mismo modo que si personalmente visitaren la misma Santísima Casa Lauretana. A saber, en los días de fiesta de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, de la Concepción, Natividad y Anunciación de la Beatísima Virgen María, lo mismo que en la fiesta de la Traslación de la Santa Casa a Italia, indulgencia plenaria y remisión de sus pecados, la que puede aplicarse por modo de sufragio por las ánimas de los Cristianos detenidas en el Purgatorio; y en las otras solemnes festividades del Señor y de la Madre de Dios, así como en las fiestas de santa Ana y de san José, siete años y otras tantas cuarentenas de perdón de las penitencias, que se les hayan impuesto, o debidas por otros motivos, en la forma acostumbrada por la Iglesia. Las cuales gracias, de que goza la dicha Casa Lauretana, en fuerza de la supradicha facultad, comunicamos y concedemos a la antes dicha basílica, si se une el consentimiento del Ordinario del Lugar. "Dado en Roma en nuestro Palacio, el día 1° del mes de abril de 1903; del pontificado del Santísimo en Cristo Padre y Señor Nuestro León XIII, el año vigésimo sexto".
NOTAS:
DHCIAL