CULTURAS PRECOLOMBINAS; América Central y Nor Andina
Sumario
Culturas indígenas de América Central
Si decimos que las Antillas eran una especie de corredor marítimo de las culturas precolombinas, también podemos decir que Centroamérica fue un corredor terrestre de culturas prehispánicas. En él se encuentran culturas que intercambiaban modos de vivir y objetos de oro, cerámica, piedra, y tumbaga.[1]
Por una parte, por este corredor llegaba hasta Nicaragua la corriente cultural mesoamericana (sobre todo maya), y por otra, subía hasta Costa Rica la influencia cultural sudamericana de lengua chibcha.
Entre ellos podemos distinguir: los talamancas en torno a una cordillera que atraviesa Costa Rica, los rama, los güetar, los changuenas, los cabecares, los bribis, los teribes, los guaymíes, los emberas o katios, los waunan, los cunas, etc. El grupo más destacado en Panamá es el formado por los «cunas», a quienes los españoles llamaron coibas, mandingas, darienitas, chucunaques según el lugar donde se hallaban.
Los cunas eran fundamentalmente agricultores de tala y quema. La propiedad de la tierra era del pueblo. Sus habitantes usaban a título comunitario (como pueblo) o a título familiar cuanto necesitaban para vivir y pueden cultivar. La propiedad privada de la tierra no existía. Si se dejaba cultivar por unos años, otros del mismo pueblo la podían asumir. Era de ellos mientras la trabajaban. El trabajo de las fincas de cada pueblo se hacía en forma comunitaria. Los hombres tenían la tarea de cultivar las tierras, pescar o cazar. Las mujeres atendían el cuidado de la casa y de los niños. Antiguamente los hombres preparaban el terreno y las mujeres hacían el cultivo (según las crónicas). La familia era monógama extensa y matrilineal.
La organización social de los cunas era de poblados y cacicazgos. Entre estos pueblos unos eran más pacíficos y otros más agresivos. De ahí que entre ellos hubiera rivalidades, peleas, guerras y desplazamientos.
Culturas del Norte Andino
Colombia, el noroeste de Venezuela y parte del Ecuador forman parte del área intermedia que une y separa a la vez Mesoamérica y los Andes Centrales. Esta zona une dos costas (atlántica y pacífica) y abarca parte del norte de la cordillera andina, con tres cadenas montañosas (occidental, central, y oriental) en las que se encuentran dos grandes ríos que desembocan en el Caribe (el Magdalena y el Cauca) y tiene una extensa región oriental donde nacen numerosos ríos que van a desembocar al Orinoco o al Amazonas.
En esta geografía hubo dos estilos de vida y cultura distintas. Uno asentado en las zonas bajas y calientes (tropicales), y otro localizado en las zonas altas con clara influencia andina. Las raíces lingüísticas son claramente tres: la chibcha, la arawak y la caribe.
La zona baja y tropical tiene sus orígenes en la isla de Tumaco y corresponde a mediados del primer milenio antes de Cristo. Los objetos encontrados como vasijas de varias pastas, pintadas, ocarinas zoomorfas, demuestran alguna influencia mesoamericana. La cerámica antropomorfa es bellísima. La zona de irradiación cultural llega hasta el límite con el Ecuador.
Uno de los centros culturales más representativo es el de San Agustín. Este comprende varios kilómetros cuadrados de extensión. En él se encuentran impresionantes cámaras mortuorias y figuras gigantescas (algunas de más de 4 m. de altura), pernicortas y con rasgos antropomorfos y zoomorfos.
Otros lugares culturales importantes son Puerto Hormiga, Canapote, Barlovento, Malabo y Movil (bajo Simi) en Colombia. Guangala, Tambeli, y Esmeraldas en Ecuador y La Pirita y Cabrera en Venezuela. A la llegada de los españoles habitaban el valle del Cauca los quinboyas, especialistas en las piezas de tumbaga..
Los chibchas emigraron al Altiplano de Cundinamarca hacia el año 500 a.C., donde pasaron de ser cazadores-recolectores a agricultores sedentarios. Poco antes de la llegada de los españoles, la zona andina tenía cacicazgos y señoríos militaristas, sumamente complejos y próximos a la organización estatal. En los chibchas podemos distinguir dos grupos relevantes: los «taironas» y los «muiscas», los cuales agruparon en su entorno a otros menos importantes.
Los grupos chibchas tenían unidad en su raíz lingüística, pero no unidad política y cultural. Esto provocó rivalidad y guerras entre ellos, por lo cual no pudieron llegar a formar alguna fuerza política. Al carecer de escritura «fonética» (como en todas las culturas precolombinas) no hay documentos sobre su cultura, y fueron los cronistas españoles los que rescataron sus historias, leyendas y tradiciones. En este sentido destacan el conquistador Gonzalo Jiménez de Quezada, y el evangelizador, poeta e historiador Padre Juan de Castellanos (1519-1607).
Los chibchas «taironas»
Los taironas habitaban en las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta y en la zona de La Guaira, por lo que fueron los primeros en establecer contacto con los europeos cuando en 1498 arribó a esas costas el explorador español Fernando González de Oviedo.
Vivían en aldeas formadas por viviendas circulares hechas sobre terrazas de piedra y con muros de adobe, sin ventanas y pintadas con cal, con techumbre de palmas y paja. Había construcciones más grandes que las viviendas, y que usaban como almacenes y templos.
Una de las aldeas taironas más importante es la que llaman la «ciudad perdida», que tenía cerca de trece hectáreas con 184 casas redondas y la que, según estudios arqueológicos y demográficos, debió estar habitada por unas 2500 personas. Aún mayor fue la aldea llamada «Pueblito».
El arqueólogo colombiano Gerardo Reichel Dolmatoff (1912-1994) señala que «Pueblito» tenía 254 terrazas (y por tanto habitaciones) y unos 3000 habitantes. Estaba situado en una pequeña bahía costera donde una hilera de piedras grandes servía como trampa para peces donde los «taironas» pescaban fácilmente. También cultivaban el maíz y realizaban actividades comerciales intercambiando sus artesanías, sal y tejidos entre los diferentes pueblos.
Los chibchas «muiscas»
En el lenguaje chibcha, la palabra «muisca» significa «hombre» y así se llamaban ellos mismos, pero los primeros españoles que llegaron la entendieron como «mosca», quizá porque a diferencia de lo observado en la costa, los habitantes del altiplano eran notoriamente muchos más. Con una cultura más desarrollada que la de los taironas, los «muiscas» se asentaron en las altas cuencas de Bogotá y Tunja.
Ese altiplano está conformado por una serie de cerros, valles y planicies, cuya altitud sobre el nivel del mar oscila entre los 2500 y los 2800 metros, y en sus límites con la Cordillera de los Andes se encuentran montañas cercanas a los 5000 metros. Ello da a todo el altiplano un clima fresco y húmedo prácticamente todo el año.
El principal centro político, administrativo y religioso de los muiscas fue Hunza (llamado también «Tunja», hoy Santiago de Tunja, capital del Estado de Boyacá). Sus habitaciones eran construidas con «bareque» (pared de palos) y bejucos entretejidos y recubiertos de barro. Cultivaban el maíz y realizaban artesanías de oro finamente trabajadas.
Como todas las culturas precolombinas, los chibchas eran politeístas; por lo que se refiere a los muiscas, éstos adoraban al agua y las culebras, las ranas, los tigres y los monos, pero sus dioses principales eran el sol (Zue) y la luna (Chia). En Tunja el Sol era adorado en el templo de Goranchacha, donde se encontraban dos grandes monolitos circulares llamados hoy «cojines del diablo». En su alrededor se hacían los enterramientos de los muiscas.
Los muiscas desarrollaron una eficiente organización sociopolítica. Su territorio estaba dividido en dos: el sur llamado «Zipazgo» cuyo gobernante era el «Zipa», y el norte, cuyo gobernante era el «zaque».[2]La historia del Zipazgo, en cuyo territorio hoy se asienta la ciudad de Santa Fe de Bogotá, va unida al mito de «El Dorado», la supuesta ciudad donde los reyes muiscas eran enterrados cubiertos de oro, leyenda que encandiló primero a Sebastián de Belalcázar (1480-1551) y luego a otros ingenuos que en su búsqueda muchos perdieron la vida.
A la llegada de los españoles, «Zipas» y «Zaques» tenían entre sí serias rivalidades y guerras. Hacia 1490, poco antes del Descubrimiento de América, en un lugar llamado Chocontá (actual Departamento de Cundinamarca), el «Zipa» Saguamanchica[3]al frente de unos cincuenta mil guerreros se enfrentó al «Zaque» Michua, quien tenía un numero mayo de guerreros.[4]En ese enfrentamiento murieron ambos jefes, y su muerte solo incrementó rivalidades y hostilidades entre los diferentes pueblos.
BIBLIOGRAFÍA
Acosta, Joaquín. Compendio histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada. Imprenta de Beau, París, 1848
García Samudio, Nicolás. Crónica del muy Magnífico Capitán Don Gonzalo Suárez Rendón. Academia Colombiana de Historia. Bogotá 1939.
Londoño Laverde Eduardo, Los límites territoriales del dominio prehispánico de Tunja. Ed. Banco de la República, Bogotá, 1993
Rubio, Ozías S. Tunja. Desde su Fundación hasta la Época Presente. Bogotá 1909.
Torres de Mendoza, Luis. Colección de Documentos Inéditos, relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas, Tomo IX. Madrid 1868.
Zerda Liborio, El Dorado (tomo II) Biblioteca del Banco Popular, Bogotá, 1972
DHIAL (compilador F.G.F.) –
© Elaborados de la Santa Sede para el Pabellón de Sevilla de 1992: “n. 1”: “Conquistadores y encuentros entre diversas culturas indígenas”.
- ↑ La «tumbaga» era una mezcla de oro y cobre, sumamente quebradiza porque no es una aleación sino un «baño» de oro que se le da al cobre.
- ↑ «zipas» y «zaques» serían los equivalentes a los «tlatoani» del pueblo azteca y a los «incas» del pueblo quechua
- ↑ Saguamanchica gobernó el Zipazgo desde 1470, estando en guerra constante contra otras tribus como los Sutagao y los Panche, además de la constante amenaza de los Caribes
- ↑ Acosta, Joaquín. Compendio histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada. (París, 1848; Imprenta de Beau),