PROPAGANDA FIDE; Colegio de Ocopa (Perú)

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Dos épocas en las misiones franciscanas de América

La historia de las misiones franciscanas en la América española puede dividirse en dos épocas: la primera, desde el descubrimiento del Nuevo Mundo hasta la última década del siglo XVII. Estas misiones fueron dirigidas exclusivamente por las dieciocho provincias que la Orden había erigido durante este tiempo en la América española, y estaban bajo la jurisdicción inmediata y directa de la provincia dentro de cuyos límites funcionaban.[1]La segunda época, es decir, la de los Colegios Misioneros, comprende los siglos XVIII y XIX; en este caso solamente nos referiremos al siglo XVIII.

Aun cuando en materia de jurisdicción los Colegios represen¬taban un cambio radical con respecto al primer sistema, sería un grave error el creer que durante esta segunda etapa las diversas provincias franciscanas no se dedicaron al trabajo misionero entre los no cristianos. Un ejemplo típico de esto es el caso de la Provincia de los Doce Apóstoles del Perú, que siguió durante un tiempo con sus antiguas misiones, pese a que dentro de sus límites se fundó el Colegio Misionero de Ocopa, pero que al fin terminó por entregarle sus misiones.

Más los Colegios Misioneros no solamente consolidaron la actividad misionera evangelizadora de los primeros tiempos, sino que también abarcaron nuevos campos de empresas misioneras. Quizá la contribución más notable de los Colegios Misioneros fue el más cuidadoso y específico entrenamiento impartido a sus miembros, así como su orientación preferentemente a las llamadas «misiones» vivas o de fronteras. Además, infundieron nueva vida y vigor al trabajo misionero de las provincias, dando ejemplo de heroico celo.

Finalmente, fueron los Colegios Misioneros –hablando en términos generales- y no las Provincias, los que en esta segunda etapa trabajaron más en favor de los indígenas en aquellas apartadas regiones, que casi perma¬necían fuera del gobierno virreinal; esta apreciación es válida para el norte, centro y sur de América.[2]Durante el siglo XVIII el peso de la obra misional, propiamente dicha, la llevaron exclusivamente ellos, y de cara a la Orden fueron focos de renovación de la vida regular.[3]

Situación de las misiones franciscanas del Perú a fines del S. XVII

A continuación revisaremos someramente la situación de las misiones franciscanas del Perú a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII.[4]

Los notables avances misioneros de los franciscanos en las selvas peruanas durante el siglo XVII se vieron bruscamente cortados a raíz de las crueles muertes de numerosos misioneros en las márgenes de los ríos Ucayali y Tambo. Así en 1687 moría el intrépido padre Manuel Biedma y cuatro compañeros, todos ellos expertos lingüistas y misioneros, dejando una amarga secuela de desesperanza en la Provincia de los Doce Apóstoles del Perú, que como consecuencia no se repuso jamás.[5]

De hecho, durante el período que va de 1688 a 1708 las misiones experimentaron un casi nulo progreso. Con todo, hay que advertir que ello no fue por falta de interés por las misiones, ni de personal; más bien, no se logró formar un centro estable en la selva central del Perú durante esos decenios, que hubiera sido lo más conveniente. Sin embargo, fue una época de estudios y experimentación, durante la cual por primera vez los franciscanos del Perú demostraron un conocimiento de las necesidades especiales del sistema misionero, distinto del de las «doctrinas» de indios.[6]

Pese a tan loables planes y esfuerzos, los resultados del siglo XVII fueron desproporcionados, por lo que se inició el siglo XVIII con desánimo y repliegue de personal y de centros.[7]El siglo XVII se cierra para las misiones franciscanas del Perú con lauros de gloria y pérdida de vidas, pero con la firme esperanza de no lejanos frutos para la fe cristiana, como efectivamente sucedió en el siglo XVIII.

“Los sangrientos estragos y muertes de tantos religiosos —escribía el padre Manuel Sobreviela (Épila, Zaragoza, s. XVIII-Lima 7 mayo1803)- hicieron tal impresión en los hijos de esta santa Provincia de los Doce Apóstoles, que nadie se atrevió a emprender nueva conquista, hasta que el Señor... envió al P. Fundador de Ocopa fr. Francisco de San José”.[8]

Lo mismo aseveraba en el siglo XIX el geógrafo italiano Antonio Raimondi, cuando decía: “Estaba reservado a este célebre misionero... el dar un nuevo y grande impulso a las ya casi extinguidas conversiones de infieles... restableciendo los pueblos destruidos, descubriendo nuevos lugares y fundando otras poblaciones al interior”.[9]

Fundación de Ocopa

Efectivamente, con el siglo XVIII comenzó una nueva era para las misiones franciscanas del Perú. El principal promotor de este nuevo florecimiento sería el padre Francisco de San José, y el centro de este movimiento misionero sería su más acertada fundación: el Convento de Ocopa. La fundación de Ocopa, para que fungiera como cuartel y campamento de escogidos y esforzados misioneros, hizo al Perú y parte de Sudamérica un beneficio inapreciable.

Ocopa nació en 1725, pero ya antes su fundador había empezado la heroica reconquista espiritual de la selva central del Perú. Traía, por otra parte, una larga trayectoria misionera desde México y Centroamérica, donde había trabajado en los Colegios Apostólicos franciscanos y sus misiones de Querétaro y Guatemala. Finalmente llegó al Perú en 1708, donde se dedicó a predicar cual otro Francisco Solano.[10]

La fundación de Ocopa en territorio cristiano pero cerca de las misiones fue una gran idea, metodológicamente un verdadero acierto, la de crear en medios misionales centros de capacitación específicamente misionera. Otra vez el misionero franciscano llevó con la fe cristiana la cultura y la civili¬zación a los valles peruanos andinos de Chanchamayo, del Perené y del Pangoa. Se realizaban nuevos avances hacia regiones enteramente inexploradas.

En poco tiempo, y no obstante el reducido número de misioneros de que disponía, salvando mil dificultades, el padre Francisco de San José restauró las antiguas misiones peruanas andinas de los Panataguas (1713), las de Chanchamayo y Perené, y funda las de Pozuzo y Tillingo, abriendo para ello caminos de herradura. A pesar de sus achaques y de frisar los setenta años, sin reparar en las dificultades de los caminos, los recorría incesantemente, alentando a los misioneros. Al ver que no podían avanzar las misiones, por la escasez de medios y falta de personal, elevó un memorial al rey de España Felipe V de Borbón (1713), que fue atendido, aunque los misioneros pedidos tardaron bastante en llegar al Perú.[11]

Para acoger a los nuevos misioneros y formar otros, escogió un lugar estratégico en el Valle peruano andino de Jauja, cercano a las misiones, llamado Ocopa. Obtenidos los permisos de la Provincia de los Doce Apóstoles y del virrey del Perú, fundó oficialmente este centro misionero el 19 de abril de 1725, aunque fue hasta 1758 cuando obtuvo la categoría de Colegio de Propaganda Fide.

Su influencia fue decisiva en la civilización y evolución histórica de las misiones franciscanas del Perú. Ocopa se constituyó en punto de partida de todos los caminos que conducían a las misiones de la selva peruana y meta donde terminaban todas las jornadas que imponían obligado descanso, durante todo el siglo XVIII hasta los días de la independencia, cuando sucumbió por un decreto de Bolívar en 1824. Su restauración a los pocos años, en la tercera década del siglo XIX, es capítulo aparte.

Mientras tanto el fundador de Ocopa, habiendo puesto en marcha su obra máxima, cargado de años y de méritos, moría en su querido convento de Ocopa a los 82 años de edad, realizando su ideal misionero en América, dejando nuevos discípulos y una obra bien fundada.[12]


Expansión Misionera de Ocopa dentro del Perú

Los discípulos del fundador de Ocopa se encargaron de continuar su obra. En el Pangoa y Perené actuaba el padre Fernando de San José, quien, solicitado por los Piros, se embarcó con tres religiosos para fundar un pueblo en el Ucayali; sin embargo, murió en esta empresa con dos hermanos en el río Tambo (1724). Poco antes, 1719-1721, los Campas del Perené habían dado muerte a los hermanos Juan Delgado y Tomás de San Diego.

Al recibir el refuerzo de misioneros provenientes de España (1732), las misiones de Ocopa se ampliaron, se abrieron nuevos caminos y se fundaron o restablecieron nuevos centros misionales peruanos andinos en Chanchamayo, en el Perené, en el Pangoa y en el Huallaga. En 1732 las Pampas del Sacramento fueron exploradas por el padre Simón Jara, y el año siguiente, el padre Juan de la Marca descubrió y recorrió el Gran Pajonal.[13]Otro misionero de importancia en esta época, discípulo y confidente del fundador de Ocopa, fue el padre José de San Antonio, quien logró recolectar en España numerosos religiosos y logró también que Ocopa se elevara a la categoría de Colegio de Propaganda Fide (1758).

Todo presentaba un aspecto halagador para las misiones, pero pocos años después todo esto se vino a tierra por el levantamiento del rebelde Juan Santos Atahualpa en 1742, un indio mestizo, de origen e intenciones dudosas. Logró sublevar a las tribus de Chanchamayo, Perené, Pangoa y Gran Pajonal. En la revuelta murieron varios misioneros, como el padre Domingo García y dos compañeros (1742). Se perdieron por muchos años todas estas misiones, logradas con esfuerzos y sudores. Sólo les quedaba a los franciscanos las antiguas misiones de los Panataguas, a orillas del río Huallaga.

El refuerzo de numerosos misioneros llegados de España entre 1750 y 1754 hizo que los religiosos de Ocopa miraran hacia otras zonas menos peligrosas, aunque más apartadas. Así, en 1752 la Provincia de los Doce Apóstoles entregó a Ocopa las misiones de Cajamarquilla, al norte del río Huallaga. Ahí lograron reunir a la gente en pueblos, formando esperanzadas reducciones en los ríos Manoa, Aguaytía, Pichis y Ucayali.

Se repitieron las expediciones a las Pampas del Sacramento por el Pozuzo, siempre en busca de grupos de indígenas indios no cristianizados, en donde sobresalió el benemérito padre Alonso Abad, quien en 1757 descubrió un importante paso entre las cordilleras que le haría famoso después, por unir la costa con la selva central del Perú. A esta época pertenece también la figura del padre José Amich (1765-1770), antiguo piloto de la Real Armada Española, a quien se deben los primeros mapas de las misiones y el primer compendio de las misiones de Ocopa.[14]

Las exploraciones estaban llenas de enormes sacrificios y eran difici¬lísimas de hacer por los bosques impenetrables. De ahí que dijera el padre Manuel Sobreviela: “Me ha enseñado la experiencia que es menos trabajoso y peligroso navegar diez leguas por los ríos, que andar una por los enma¬rañados bosques y malezas”.

En 1760 los religiosos de Ocopa emprendieron la evangelización de los Manoitas o Setebos; con lo cual podemos decir que las principales tribus del Ucayali se iban cristianizando. Pero de nuevo apareció un cristiano renegado, que por rivalidades entre las tribus, las sublevó en 1766 y se perdieron estas misiones, con la muerte de numerosos cristianos y diez y siete misioneros.

Mientras tanto llegaron nuevos refuerzos misioneros de España y con ellos comenzó la etapa más importante de las misiones de Ocopa y del Perú en el siglo XVIII. Los padres Pedro González de Agüeros, Francisco Álvarez de Villanueva, Manuel Sobreviela, Narciso Girbal, Luis Colomer, Francisco Menéndez y otros más, son algunos de los nombres más sobresalientes de esta época.

Promovieron con entusiasmo las expediciones misioneras, y a ellas siguieron los estudios a fondo de las regiones recorridas para escribir relaciones y descripciones minuciosas de los ríos, tribus, productos, flora y fauna; trazaron mapas más perfectos y prepararon los primeros vocabularios y gramá¬ticas de las lenguas indígenas. Cuando no podían comunicarse por los ríos, abrían caminos por los bosques.[15]

Hubo en estos años prefectos de misiones que por su acierto y habilidad mantuvieron en alto nivel de prosperidad la situación de las misiones. El padre Pedro González de Agüeros (1780-1983) exploró el río Mantaro y repobló el bajo Apurímac, el Pozuzo, e intentó restaurar el valle de Chanchamayo. Fue además el historiador de los viajes de los franciscanos por el oriente peruano, de Chiloé y de Otahití. Algunos de sus mapas originales se conservan en la Academia de la Historia de Madrid.[16]

Le sucedió en el gobierno de las misiones el famoso padre Manuel Sobreviela, hombre providencial y una de las glorias más grandes de Ocopa, que ayudado eficazmente por sus dignos compañeros y súbditos, dio a las misiones un impulso no conocido hasta entonces. Fue elegido Guardián de Ocopa en 1787, que gobernó durante nueve años con tino y eficacia, obte¬niendo la ayuda de las autoridades virreinales. Supo dar a sus colaboradores sabias y minuciosas instrucciones para la mejor marcha de las misiones, y él mismo las visitó personalmente.[17]

El padre Sobreviela pensaba –y así lo juzgaban otros misioneros de Ocopa- como el padre Francisco Álvarez de Villanueva,[18]que las misiones no podrían prosperar si no se unía a la obra apostólica el progreso material de las mismas, es decir, que se convirtieran en unidades autosuficientes. En una palabra, los misioneros buscaron no sólo introducir la fe cristiana, sino también llevar el bienestar personal y social de sus neófitos.

Durante su gobierno, el padre Sobreviela tuvo bajo su obediencia a 85 religiosos, que atendían a 103 pueblos con más de 31.000 habitantes. Se veía a los misioneros preocupados por introducir nuevas plantas y métodos de agricultura, estu¬diar las plantas útiles de la Amazonia, en una palabra, buscar el progreso científico y agrícola para el sustento de las misiones.[19]

En 1790 el padre Sobreviela estudió el curso del Huallaga y de todos sus afluentes hasta el Marañón. Añadió a estos estudios los realizados en las montañas de Ayacucho y en los valles próximos al de Chanchamayo. Fruto inapreciable de todas estas expediciones fue el valioso mapa que compuso e hizo publicar en el periódico limeño “Mercurio Peruano” en 1791. Tiene un excelente colaborador en la persona del padre Narciso Girbal, quien en 1791 bajó por el Huallaga al Marañón, lo navegó hasta la desembocadura del Ucayali, subió por este río hacia las perdidas misiones de Manoa, afron¬tando mil peligros. En años sucesivos repitió la misma expedición, fundó el centro misional de Sarayacu (1791) y navegó el Ucayali y sus afluentes.[20]

Otros importantes misioneros realizaron similares proezas y fundaron más centros misionales, como el padre Buenaventura Márquez, quien se estableció a orillas del Ucayali y fundó Contamana (1811). El padre Manuel Plaza, quien desde fines del siglo XVIII se estableció también en el Ucayali, recorrió sus afluentes y fundó los centros de Santa Catalina y Tierra Blanca. Otro compañero de ellos es el padre Alonso Carballo, Guardián de Ocopa y prefecto de misiones, quien reconoció las montañas del Pangoa y del Tambo. Todos ellos actuaron a caballo del siglo XVIII y XIX.[21]

Todo hacía prever un próspero porvenir a las misiones franciscanas del Ucayali, con la particularidad de que es la Orden franciscana la única –expulsados los jesuitas- en tener a su cargo misiones vivas en el Perú de entonces. Mas los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, con la invasión napoleónica a España y las luchas emancipatorias de América, fueron malos para las misiones, pues disminuyó el personal misionero y finalmente sucumbió Ocopa (1824) y con ellos sus misiones, después de un siglo intenso de apostolado y de progreso.

Expansión Misionera de Ocopa fuera del Perú: Tarija, Chillan, Otahiti, Chiloé y Maynas

En las décadas de 1750 y 1760 habían llegado a Ocopa numerosos religiosos para sus misiones. Como se acababan de cerrar las misiones del Perené y Pangoa por la sublevación del rebelde Juan Santos,[22]el Comisario General del Perú, padre Francisco de Soto y Marne (1752-1757)[23]quiso extender los beneficios de los Colegios Misioneros al resto de América del Sur. Para ello encaminó al personal sobrante de Ocopa a fundar Colegios en Tarija (Bolivia) y Chillán (Chile). Así lo ejecutó, cuyos historiales misioneros son similares al de Ocopa.[24]

Expulsados los jesuitas de los dominios de España en 1767, las numerosas misiones que ellos tenían en todos sus Dominios de América quedaron casi abandonadas. En América del Sur, por ejemplo, contándose entre ellas las de Maynas y las del archipiélago de Chiloé. Este archipiélago, tan lejano para Ocopa, al principio fue enco¬mendado al Colegio Misionero de Chillán, mas sucedió que tampoco pudo atenderle, por lo que en 1771 se le encomendó a Ocopa.

Ahí destinó diez y siete misioneros, que se entregaron en cuerpo y alma a la atención espiritual de aquel archipiélago, la última parte de la cristiandad, como se decía entonces. Con ello se ampliaba enormemente el campo de apostolado de Ocopa. Entre los que trabajaron en Chiloé cabe destacar a los padres Pedro González de Agüeros y Francisco Menéndez, que recorrieron isla por isla, sobre todo el padre Menéndez. Ambos nos dejaron valiosos escritos y descripciones del archipiélago y de las cordilleras, así como de sus trabajos apostólicos.[25]

Otros dos exploradores de Chiloé fueron los padres Benito Marín y Julián Real, que entre 1778 y 1779 reconocieron el archipiélago de los Chonos, situado en el océano Pacífico en la región austral de Chile, al sur del archipiélago de las Huaytecas.[26]Todavía en los años de 1772 y 1774, cuatro religiosos de Ocopa par¬ticiparon en el reconocimiento de la isla de Otahitípor por encargo del virrey Amat,[27]expediciones que no dieron el resultado apetecido. Entre los misio¬neros enviados estaba el experimentado padre José Amich,[28]que nos dejó in¬teresantes descripciones de esas islas.[29]

No menos extensísima y apartada quedaba de Ocopa la Comandancia General de Maynas, a cargo de los jesuitas hasta su expulsión en 1767. Al principio fueron reemplazados por clérigos seculares, pero a quienes les faltó el temple de los misioneros. Para atender espiritualmente esta región, el gobernador Francisco Requena propuso en 1779 a la Corona la creación de un obispado misionero, como efectivamente se hizo en 1802 al crearse el obispado de Maynas, que en adelante dependería del virreinato del Perú. Abarcaba los ríos Marañón, Morona, Pastaza, Putumayo, Napo, Yapurá y sus afluentes.

Al fundarse el obispado de Maynas, dispuso el Rey que todos estos territorios quedarían en adelante a cargo exclusivo del Colegio de Ocopa, bajo la jurisdicción del obispo. El primero a quien se ofreció este cargo fue el padre Narciso Girbal, quien aceptó el nombramiento. En su lugar fue propuesto el también franciscano Hipólito Sánchez Rangel, quien tomó posesión de su obispado en 1808.

El Colegio de Ocopa puso a disposición del obispo Rangel en 1806, aún antes de su consagración, diez y seis misioneros, que se sumaron a los que ya venían trabajando en aquella vastísima diócesis. Pero diferencias surgidas entre el obispo y los superiores regulares motivaron el que muchos de ellos se retiraran.[30]

Conclusión

Tal es, en líneas generales, la actuación y dimensión de la obra misio¬nera de Ocopa en el siglo XVIII. Se puede decir que a Ocopa y a los otros Colegios Misioneros de la América española se debió la ampliación y conservación del campo misionero de este continente, por lo que no se puede decir –en cuanto a la Orden franciscana se refiere- que el siglo XVIII fue flojo en este sentido. Lo que sucedió es que casi todo este movimiento misionero se vino a tierra a raíz de las guerras de la independencia americana, y el resurgir de los Colegios y sus misiones fue lento y penoso.

Pero en todo el siglo XVIII Ocopa no dejó de contar, con algunos altibajos, con numeroso y selecto personal. Se calcula que solo para el siglo XVIII pasaron por sus claustros unos quinientos religiosos. Mas este centro misionero, si bien fue clausurado en 1824, volvió a resurgir de sus cenizas a los pocos años, reanudando sus tareas misioneras; además, fue el impulsor de la restauración y fundación en el Perú de otros Colegios Misioneros.

En 1929 el eminente escritor peruano José de la Riva Agüero (1885-1944) dijo en la Exposición Universal de Barcelona, refiriéndose a las misiones franciscanas de Ocopa: “Ocopa, la casa madre de nuestras misiones, significa para el Perú el vivo recuerdo de lo que tuvo de mejor la Colonia: el afán catequista y civilizador, el celo apostólico que animó a sus religiosos... Constituye una de las mejores justificaciones de nuestra obra en América, personifica y cifra la influencia civilizadora de la verdadera España. El Monasterio de Ocopa ha sido y continúa siendo para nosotros lumbre de fe y de cultura, creador del sentimiento nacional y ensanchador del suelo de la Patria”.

NOTAS

  1. S. García, OFM., “La evangelización de América en la legislación general de la Orden franciscana en el siglo XVI, en Actas del II Congreso sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo”, 1987, p. 268.
  2. F. B. Steck, OFM. “Los Colegios Misioneros Franciscanos en la América española” (México 1940) p. 58.
  3. I. Vázquez Janeiro, OFM. “Estructura de la Orden Franciscana en América, en Actas del I Congreso Internacional sobre las Franciscanos en el Nuevo Mundo”, 1985, p. 208; F. Morales, OFM., “Sociodemografía de la Orden Franciscana en América”, 1985, en “Actas...”, ídem, p. 506.
  4. F. Saiz, OFM. “Los Colegios de Propaganda Fide en Hispanoamérica” (Madrid 1969).
  5. M. Biedma, OFM., “La conquista franciscana del Alto Ucayali” (Lima 1989), intr. y notas J. Heras y A. Tibesar, OFM, Lima, Perú: Editorial Milla Batres, 1981; título original: “Relacion de fray Manuel Biedma al virrey marques de la Palata. "Anexos. Cartas holográficas del padre fray Manuel de Biedma al muy reverendo padre fray Feliz de Como, comisario general del Perú, conservadas en el Archivum Generale Ordinis Minorum (Roma), Missiones Peruviae”, XI/39: pp. 169-187.
    J. Amich, OFM., “Historia de las misiones del Convento de Santa Rosa de Ocopa” (Lima 1988), intr. y notas J. Heras, OFM.; B. Izaguirre, OFM., “Historia de las misiones franciscanas del Perú” (Lima 1922-29), 14 vols.
  6. A. Tibesar, OFM. “Franciscan beginnings in colonial Peru” (Washington 1953); J. Heras, OFM., “Doctrinas franciscanas en el Perú durante los siglos XVI, XVII y XVIII, en Boletín de Lima”, Lima, 1989, Nº 64, p. 33-44.
  7. A. Tibesar, OFM., en M. Biedma, op. cit., p. 50-55; M. Cuesta Domingo, “Aportación franciscana a la geografía de América”, en “Actas del I Congreso Franciscano”, 1985, p. 550.
  8. M. Sobreviela, OFM., “Varias noticias interesantes de las entradas que los religiosos de mi Padre San Francisco han hecho a las montañas del Perú”, en “Mercurio Peruano" (MP), III, n.os 80-81 (1791); H. Unanue - M. Sobreviela, “Historia de las Misiones de Caxamarquilla y reducción de la de Manoa”. Intr. de Fidel de Lejarza, OFM. (Madrid 1963), p. 130. “Diarios” (ed. en B. Izaguirre, “Historia de las misiones franciscanas y narración de los progresos de la geografía en el oriente del Perú”, Lima, Tall. tip. de la Penitenciaría, 1922- 1929); “Instrucción para los padres fray Narciso Girbal, fray Buenaventura Marqués y fray Juan Dueñas y para los que les sucedieren en el establecimiento y progresos de las conversiones de Manoa y del famoso río Ucayali”, en “Mercurio Peruano”, V, n.os 150- 151.Cartografía: “Plan del curso de los ríos Huallaga y Ucayali, y de la Pampa del Sacramento”, en “MP” (1791) (ed. al. Weimar, 1814; ed. con adiciones de A. Chaumette des Fossés, 1830); “Plan que demuestra las fronteras de las montañas de Tarma y Huánuco y Valle de Vitoc”, 1788; “Plan del palacio destinado para baño de los Incas”, 1786.
  9. A. Raimondi, “El Perú, historia de la geografía del Perú” (Lima 1876), II, 252.
  10. I. F. Espinosa, OFM., “Crónica de los Colegios de Propaganda Fide de la Nueva España”. Ed. Lino G. Canedo, OFM. (Washington 1964).
  11. Amich, op.cit., p. 130-157; J. HERAS, OFM., “Libro de incorporaciones del Colegio de Ocopa” (Lima 1970).
  12. J. Heras, OFM. “Escritos del fundador de Ocopa”.
  13. J. de la Marca, OFM., “Diario del descubrimiento del Gran Pajonal”, 1733, ed. por J. Heras, OFM., en “Amazonia Peruana”, Lima, Nº 11, 1985, p. 133-158. El Gran Pajonal es una meseta interfluvial en el territorio de los departamentos actuales peruanos andinos de Ucayali, Pasco y Junín. En este territorio históricamente se asentaron los ashaninkas.
  14. J. Heras, OFM. “Los franciscanos y la cartografía amazónica, en Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima”, Lima, 1984, p. 10-17; H. Unanue - M. Sobreviela, “Historia de las misiones de Caxamarquilla y del Manoa” (Madrid 1963).
  15. Izaguirre, t. VI, VII, VIII.
  16. P. González de Agüeros, OFM. “Expediciones de los misioneros franciscanos de Ocopa (1709-1786)”. Ed. e intr. de J. Heras, OFM. (Madrid, AIA, 1985).
  17. Izaguirre, VI y VII; H. Unanue - M. Sobreviela, op.cit.
  18. Francisco Álvarez de Villanueva OFM nacido en Asturias en el siglo XVIII, llegó a Perú en 1770 y trabajó en las misiones de Ocopa. Se distinguió también en sus estudios sobre la flora y la fauna peruana, así como sobre los habitantes de aquellas regiones. Obras: “Relación histórica de todas las misiones de los padres franciscanos en las indias y proyecto para nuevas conversiones en las riberas del afamado río Marañón”, 1781; “Diario del viaje que hicimos a las conversiones de las fronteras de Huánuco y de Pataz o Cajamarquilla”, 1788; “Diario del viaje hecho en el presente año de 1788 a las misiones de Huánuco y Cajamarquilla en el reino del Perú”, 1788.
  19. Raimnondi, op.cit., II, p. 416-430.
  20. J. Marti Mayor, OFM. “Las misiones del oriente peruano y el P. Narciso Girbau y Barceló, en Actas del I Congreso Franciscano”, 1985, p. 867-883.
  21. J. Heras, OFM. “Libro de incorporaciones de Ocopa” (Lima 1970); Amich, ed. Heras (Lima 1988).
  22. Juan Santos Atahualpa (o Api-Inca) lideró una rebelión indígena entre 1742 y 1755 en los Andes peruanos en las regiones de Tarma y Jauja a mediados del siglo XVIII. Era natural de Cuzco y pretendía restaurar mesiánicamente la monarquía inca encoronándose como Sapa Inca o regidor supremo del Tawantinsuyu. La revuelta sería sofocada, no sin dificultades. El pretendiente inca murió entre 1755 y 1756 por causas no claras.
  23. Francisco de Soto y Marne (Miajadas, España 1698 y muere hacia 1771): teólogo y filósofo franciscano, polemista con el benedictino Jerónimo Feijoo. En abril de 1752 fue nombrado comisario general del Perú por el general Pedro Juan de Molina para reemplazar al padre Eugenio Ibáñez Cuevas, para supervisar la disciplina de las distintas provincias, conventos y misiones franciscanas de América. Partió para Lima con este cometido y el 22 de enero de 1753; ya en el Perú, fue nombrado Calificador y Consultor del Santo Oficio. En Lima continuó con sus labores de predicación y enseñanza en la cátedra escotista de la Universidad de San Marcos. Allí se comprometió fuertemente en la reforma de la enseñanza, elaborando importantes «instrucciones» sobre los estudios de Teología y Filosofía; además dirigió la reconstrucción material del Colegio de Guadalupe y erigió en Chile un importante colegio de misiones americanas, el Colegio de San Idelfonso de Chillán (1756) y el de Tarija (hoy en Bolivia). Terminó su comisariato general en 1765 y no se dispone casi de información sobre su periodo posterior; es posible volviera a su provincia de origen, San Miguel, y muriese hacia 1771, pero se ha encontrado un sermón suyo que, aunque datado en Lima en 1754, fue publicado en 1775, lo que podría hacer creer que vivía aún en esta época en América. Dejó numerosos escritos inéditos e impresos.
  24. J. Heras, OFM. “Libro de incorporaciones...”; P. Borges Morán, “El envío de misioneros a América durante la época española” (Salamanca 1977); L. Arroyo, OFM., “Comisarios Generales del Perú” (Madrid 1950); F. SAIZ, OFM., “Los Colegios de Propa¬ganda en Hispanoamérica” (Madrid 1969).
  25. P. González de Agüeros, OFM. “Descripción historial de la Provincia y archipiélago de Chiloé en el Reyno de Chile” (Madrid 1791); Izaguirre, V; F. Fonck, “Los Diarios de Fr. Francisco Menéndez” (Valparaíso 1900).
  26. M. Cuesta Domingo, en “Actas del 1 Congreso Franciscano”, 1985, p. 560-563.
  27. Manuel De Amat y Junyent Planella Aymerich y Santa Pau (Barcelona 1704-Barcelona 1782), Gobernador de Chile (1755-1761) y Virrey del Perú (1761-1776).
  28. Amich, José. Barcelona, s. XVIII – Perú, s. XVIII: Misionero e historiador franciscano (OFM) de Ocopa. Natural de Barcelona, llegó al Perú como piloto de la Real Armada Española, pero pronto ingresó al noviciado en el convento de San Francisco de Lima en 1750. En 1765 se incorporó en el convento de Ocopa, del cual habría de ser el primer historiador. Este mismo año entró a las misiones de la selva por el río Pozuzo. Al año siguiente pasó a las conversiones de Cajamarquilla en calidad de visitador general de ellas, en las cuales se hallaba cuando se sublevaron los setebos, shipibos y cunibos, dando muerte a diecisiete religiosos franciscanos. A fines del año 1767 volvió a Ocopa y por agosto de 1769 estaba de nuevo en el convento de Huaylillas, también en calidad de visitador y de sus inversiones. Vuelto a Ocopa, después de trece meses, se retiró a la provincia de los Doce Apóstoles, viviendo en Lima.
    Bibl.: P. González de Agüeros, OFM, “Descripción historial”, Madrid, Imprenta Real, 1791; M. A. Fuentes, “Biblioteca Peruana”, t. I, Skinner-Henry, “Voyages au Perou (1791-1794) par les PP. Manuel Sobreviela et Narciso Girbal”, París, 1809; A. Raimondi, “El Perú”, 1874, t. II, págs. 416-430; J. T. Medina, “La imprenta en Lima, e Historia de la literatura colonial de Chile”, Santiago de Chile, Imprenta de la Librería del Mercurio, 1878; C. Busquets, “Oración fúnebre pronunciada en las honras solemnes en sufragio del alma del reverendo padre Pío Sarobe”, Jauja, 1910; B. Izaguirre, OFM (ed.), en “Biografías de los padres Leonardo Cortés, Pío Sarobe y Juan Zulaica”, Barcelona, 1915; “Historia de las misiones franciscanas y narración de los progresos de la Geografía en el Oriente del Perú”, Lima, Talleres de la penitenciaría, t. II, 1922-1929; H. Unanue y M. Sobreviela, “Historia de las misiones de Cajamarquilla y reducción de las de Manoa”, Madrid, B. Uriarte, 1963; J. M. Lienhart, “El Perú, tierra de santos”, Lima, 1964; J. Heras Díez, OFM, “Libro de incorporaciones del Colegio de Propaganda Fide de Ocopa”, Lima, San Antonio, 1970.
  29. González de Agüeros, “Descripción historial...”; Izaguirre, IV, V.
  30. Izaguirre, VIII.

JULIÁN HERAS, O.F.M.

Revista Peruana de Historia Eclesiástica, 1 (1989) 213-223]