ISABEL LA CATÓLICA; Su personalidad

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Esposa y madre[1]

Isabel amó a su esposo Fernando apasionadamente. Comenzó por hacerle «Con-reinante» de Castilla-León, superando la fórmula de «Rey consorte».[2]Es unánime el sentir sobre sus méritos en ingenio y dotes de gobierno, pero también en que ella los compartía con él y hacía que se atribuyesen a él. Ciertamente buscaba un amor mutuo sin reservas, en unos tiempos en los que las infidelidades matrimoniales no eran raras, sobre todo en las clases del poder.

Así cuando en la Corte observaba que Fernando miraba a alguna dama con particular complacencia, procuraba apartarla del modo más delicado. No permitía que nadie acomodase o reparase los vestidos de su marido. Cubrió sus infidelidades hasta el punto de no saberse de reacción alguna por ellas, aunque sin condescender con su nepotismo cuando, por ejemplo, quiso la promoción de su hijo natural don Alfonso Arzobispo de Zaragoza a Arzobispo de Toledo.

La fidelidad de Isabel es proverbial en boca de todos sus contemporáneos. Para evitar cualquier sospecha, cuando el Rey estaba fuera de la Corte, solía dormir en cámara común con sus damas, después con las hijas. Tampoco se sabe de su reacción cuando al reconocer a los hijos de los dos como Reyes de Aragón, Fernando se reservó el caso de que, si moría antes ella y él se casase en segundas nupcias, su segunda descendencia -si la tuviese- heredaría la Corona (en efecto se casó por motivos políticos, muerta Isabel, pero descendencia no hubo).

De su amor a don Fernando, Isabel dio pruebas conmovedoras en el caso de un atentado sufrido en Barcelona el 7 de diciembre de 1492 por obra de un campesino, considerado luego como loco. Dispone ser enterrada en Granada, pero si don Fernando dispusiese ser enterrado en otro lugar, entonces que su cuerpo fuese trasladado a donde él estuviera. Dejó a su esposo como Regente de Castilla por la incapacidad de doña Juana la Loca e inseguridad de don Felipe el Hermoso. Le nombra su primer ejecutor testamentario y le otorga la mitad de las rentas de las Indias. Y le ruega "se quiera servir de todas las dichas joyas y cosas o de las que más a Su Señoría agradaren... ".

Del matrimonio Isabel-Fernando nacieron cuatro hijas y un hijo;[3]este último, don Juan, nació el día de San Pedro, por lo que erigieron la iglesia y el templete de San Pedro en Montorio, Roma. Le educó esmeradísimamente como sucesor de la Corona; de hecho, Carlos V pedía a Gonzalo Fernández de Oviedo (su paje) que escribiese sus recuerdos para educar al que sería Felipe II como Isabel educó a su hijo.[4]

Sin embargo, Juan murió prematuramente a los 19 años de edad. Las hijas recibieron una educación y una cultura como no se usaba en aquel tiempo.[5]Mediante ellas Isabel influirá en casi todos los Tronos europeos. Pero no tuvo suerte con los hijos; fueron su cruz interior en los diez últimos años de su vida. Consta que Carlos V y Felipe II se inspiraron en sus abuelos para su política religiosa, con la que salvaron mucho del catolicismo de Europa.[6]

La Corte de Castilla

Isabel hereda de su hermanastro Enrique IV una Corte frívola, mundana y corrompida; ella logrará transformarla en profundidad. Se rodea de personajes de gran talla como Andrés de Cabrera; Juan Chacón -en casa de su padre se había criado la Reina, y él gozó de fama de hombre recto al máximo-; Gonzalo Fernández de Córdoba (el «Gran Capitán») genio militar, humanista, santo letrado y fiel Contador Mayor de Castilla; Juan de Luján, llamado «el bueno» por su rectitud; y otros muchos, eminentes en las letras y en la vida pública, y que en algunos casos pasan al estado religioso y que citan autores contemporáneos como Gonzalo Fernández de Oviedo.[7]

Entre las mujeres ilustres destacan algunas que pasarán a la historia por su extraordinario valor literario y social como Beatriz de Bobadilla; Beatriz «La Latina» maestra de Latín en Salamanca, esposa del secretario de la Reina; Juana de Mendoza, Camarera y Guarda Mayor de todas las damas de Palacio, esposa del Corregidor de Toledo Gómez Manrique, uno de los cuatro grandes poetas españoles del siglo XV; Teresa Enríquez, «La Loca del Sacramento» (hoy declarada Venerable), esposa de Gutierre de Cárdenas, maestresala de los Reyes, considerada una de las mujeres notablemente más santas de la España del tiempo y fundadora de monasterios, cuya biografía, «Carro de las Donas» (1542), ha entrado en el listado de las obras mayores de la mística española; Mencia de Guzmán, esposa de Don Pedro Girón y juzgada ya en su tiempo como una mujer extraordinaria y santa; Mencia de Mendoza, hija del Marqués de Santillana y esposa del condestable de Castilla, don Pedro Fernández de Velasco, persona también de reconocida virtud, y socorredora de los pobres. Los historiadores enumeran hasta más de sesenta damas de estos calibres.[8]

Todas estas personalidades fueron extraordinariamente cultas, honradas y cristianas sin dobleces. Corría la voz que la Casa y Corte de los Reyes Católicos eran como “un monasterio ambulante” por todo el Reino. Se sabe que la Corte de los Reyes Católicos no tuvo una sede fija, fue «nómada» y en continuo movimiento para acudir donde había necesidad. Recorría toda la geografía española estableciendo un contacto continuo con sus gentes.

Promoción de la cultura

“Studia la Reyna, somos agora studiantes.”[9]Isabel, de mayor, aprendió el latín para poder entender las Horas canónicas, la Biblia y los documentos en esa lengua, y hablar con diplomáticos extranjeros.[10]Su biblioteca particular contenía la extraordinaria cantidad para entonces de unos 400 títulos, abundando los de tema religioso.[11]Hallando el Reino en extrema postración, buscó humanistas y artistas del exterior, principalmente italianos y flamencos, incorporándoles al servicio de España. A imitación suya, toda la Nobleza de Castilla se entregó apasionadamente al estudio de las letras.[12]

Entendía que “con la ciencia se ennoblecen mucho nuestros reinos.”[13]La campaña cultural fue tenazmente desarrollada en todos los niveles, inferior y superior, medio y universitario, ciencias y artes, tanto a favor de los hombres como de las mujeres, con apertura y espíritu universalista.[14]En particular para las Universidades estableció gran rigor en la concesión de los grados académicos y nombramiento de profesores, la gratuidad de los estudios para los pobres, la regularidad en las votaciones académicas, desarticulando el favoritismo y la corrupción;[15]así estableció años de estudio y de prácticas antes de recibir cargos públicos.[16]

Fomentó mucho los Colegios mayores o Estudios generales en las principales ciudades, de donde salieron una pléyade de Licenciados y Doctores bien preparados.[17]“Ai tempi nostri tutti gli uomini grandi di Spagna e famosi in qualsivoglia cosa, son o stati creati dalla Regina Isabella.”[18]Recibió con entusiasmo la imprenta, inventada el año mismo que ella ocupó el Trono, eximiendo de todo impuesto los libros impresos en España o fuera.[19]A fines del siglo XV había imprentas en casi todas las ciudades principales y en muchas secundarias del Reino. “Pasma el número, la variedad y esplendidez de las impresiones lanzadas en aquellos veintiséis años.”[20]

La biblioteca de un personaje muestra a las claras su personalidad y sus inclinaciones literarias y científicas. Entre los libros de la Reina figuran las obras latinas de Tito Livio, Séneca, Virgilio, Plutarco, Cicerón, Salustio, Terencio, Plinio, Quinto Curcio y Aristóteles, traducido al latín y comentado por Leonardo de Arecio; ocho tratados de lengua latina, los vocabularios de Alonso de Palencia y Antonio de Nebrija, varias obras de retórica y poética latinas.

En lengua castellana encontramos autores como el Rey Alfonso X el Sabio, el canciller de Ayala, los dos Arciprestes de Hita y de Talavera, Juan de Mena, Pérez de Guzmán, los Consejos del Conde Lucanor y las Copias de Alonso Álvarez de Villasandino, Alonso de Baeza, Enrique de Villena, don Álvaro de Luna, etc. “Regimiento de Príncipes y Doctrinal de Caballeros”. Las obras de Petrarca, la «Caída de los Príncipes» de Juan Bocaccio y algunos escritos de Leonardo Bruno, todos en lengua italiana; en francés se encuentran sólo algunos cancioneros.

En Historia las presencias son muy abundantes como “General Estoria” e “Historia de España”, “Estoria de los Santos”, etc… Existen también fondos de obras de Moral, Derecho, Pedagogía, Medicina, Astrología, de los “Montes e de la Montería”, de la Cetrería, y hasta una reserva suficiente de “Libros de Caballería”.

En cuanto a libros religiosos, éstos constituyen el fondo más abundante y mejor representado. Múltiples ejemplares de las Sagradas Escrituras, exposiciones y comentarios de las mismas; obras de los Padres de la Iglesia como las de San Agustín, San Ambrosio, San Jerónimo, San Gregorio, entre otros; y entre las de ascética y vida espiritual, encontramos las “Alabanzas de la Cruz”, de Rábano Mauro; el “Kempis”, la “Vita Christi” del cartujano Landulfo de Sajonia; las “Meditaciones” de San Buenaventura; el “Liber Proverbiorum” de Raimundo Lulio y varios otros tratados de autores españoles.

Están las Vidas de los Santos, recopiladas en varios «Flor Sanctorum», y no pocas en volumen aparte, como las de Santa Paula, Santi Sidro, Traslación y Milagros de Santiago, Regla de la Orden de Santiago y Regla de San Francisco y Oficios de Santiago. Muy abundantes son también los ejemplares de libros de «Horas Canónicas» y Breviarios, preciosamente iluminados con miniaturas; entre ellos el Misal (preciosa obra de arte, pintada por expresa orden de la Reina como allí se dice), y el Breviario de la Reina Isabel (también joya particularmente valiosa).

Los Libros litúrgicos de la Reina Isabel se custodian actualmente en la Capilla Real de Granada, junto con el cetro y la corona real de la Reina y otros enseres y ornamentos sagrados suyos, todo por disposición testamentaria suya. El examen de su biblioteca ilumina su figura y nos da su talante humanista y espiritual y del estilo que quiso imperase en su corte.

Fue gran protectora y propulsora de las bellas artes: arquitectura;[21]escultura;[22]pintura, su preferido fue sin duda Juan de Flandes. De su reinado recibe el nombre de «Arte isabelino», llevada por toda América. En materia de música, partiendo de las exigencias del culto, creó en palacio una «Escuela musical» con 40 maestros y cantores; y a los infantes desde sus años mozos dotó de una capilla musical propia. Bajo su protección se avivó mucho la práctica musical en las catedrales y monasterios de España. Con los Reyes Católicos vivió España la primavera de su siglo de oro, de impronta acendradamente cristiana y misionera.

Las Escuelas palatinas

Isabel no sólo fomentó la cultura general en una forma tal vez no superada hasta entonces en toda la historia de España, sino que crea un seminario de políticos y gobernantes, organizando con esa precisa intención las dos «Escuelas palatinas», masculina y femenina, en las que se impartía sistemáticamente, la educación social, literaria, científica y religiosa a los hijos e hijas de la nobleza y de los altos funcionarios. Eligió para ello los mejores maestros humanistas conocidos, nacionales y extranjeros; entre éstos Pedro Mártir de Anglería,[23]que tras la conquista de Granada estuvo al frente de las Dos Escuelas Palatinas.

En 1494 un médico de Núremberg, visitando España, así escribe sobre estas escuelas: “Había en Madrid cierto doctísimo y laureado poeta…, el cual educa a los jóvenes de la Nobleza y me invitó a oír sus explicaciones. Allí vi al duque de Villahermosa, de Cardona, al hijo del conde de Cifuentes, a don Pedro, conde de Mendoza, y a otros muchos jóvenes agraciados que me recitaron grandes trozos de Juvenal, Horacio, etc. Los que pretenden entrar en la Corte real llegan a cuatrocientos y tienen muchos preceptores… Son muy esclarecidos estos adolescentes. Pasan sus horas en el estudio y en otros servicios del Rey y en la caza, para no perder ni una hora en la ociosidad.”[24]

Otros tres maestros italianos fueron Lucio Marineo Sículo,[25]y los hermanos Geraldini.[26]Con eso venía a crearse una nueva «burguesía», podríamos llamarla, y se preparaba pacíficamente una revolución social beneficiosa. Allí se decantaban también viejas rivalidades de las familias aristocráticas y hasta se combinaban matrimonios ciertamente apoyados por la Reina.

Así Isabel saneó la Corte corrompida y la transformó haciendo de ella, junto con el clero y los religiosos reformados, el instrumento de la sociedad española de los siglo XV y XVI, creando también escuelas y universidades para formar a quienes por vocación y destino tenían la misión de trabajar en la formación de una nueva sociedad, que irá creciendo en los reinados sucesivos. Como escribirá el citado Embajador y Nuncio Baldesare di Castiglione: “Ai nostri tempi gli uomini grandi di Spagna e famosi in qual si voglia cosa, sono stati creati dalla Regina Isabella.”[27]


Su muerte santa y primeros elogios (1504)

El «Testamento» (12 octubre 1504) y el «Codicilo» (23 noviembre 1504) de la Reina Católica,[28]constituyen un documento excepcional para conocer la profundidad humana y cristiana de su alma, su gran sentido de la justicia y su talante político, a la hora de comenzar y llevar adelante el proyecto de lo que será la unidad política de la nación española en el mosaico de sus diversidades históricas; todo ello es históricamente fundamental para comprender la historia sucesiva española.

No hay que olvidar que el «Testamento real» tenía entonces un valor de ley constitucional, y lo tendrá hasta los años trágicos del régimen instaurado por Fernando VII, a partir de lo que generalmente la historiografía considera su nefasto reinado.[29]En el «Testamento» dispone que su cuerpo sea sepultado en el monasterio de San Francisco, que estaba en la Alhambra, vestido con el hábito franciscano, “en una sepultura baxa, que no tenga bulto alguno, salvo una losa baxa en el suelo, llana” (en el parágrafo del mismo donde establece lo dispuesto sobre la entrega del cuerpo al sepulcro, lugares de enterramiento y limosnas).

El 26 de noviembre de 1504, “murió la cathólica y santa reina doña Isabel en Medina del Campo, diócesis de Valladolid.”[30]Los calificativos de «santa» dados a la Reina se encuentran en numerosos testimonios del momento de su muerte.

Uno de estos testimonios lo dio su esposo, el Rey don Fernando, quien escribe oficialmente el fallecimiento de su esposa en cuatro Cartas a distintos personajes el mismo día de su muerte, y con el mismo tenor de profundo dolor y admiración conmovedora, en castellano y en catalán; entre otros al condestable de Castilla, su primo, y le dice: “¡Aunque su muerte es para mí el mayor trabajo que en esta vida me podía venir, e por una parte el dolor della por lo que en perderla perdí yo, e perdieron todos estos reynos me atraviesa las entrañas; pero por otra, viendo que ella murió tan santa y católicamente como vivió, de que es de esperar que Nuestro Señor la tiene en su gloria, que para ella es mejor y más perpetuo Reyno que los que acá tenía.”

Otros insignes personajes expresaron entonces los mismos juicios y sentimientos. Entre ellos se recuerdan a Cristóbal Colón, quien escribe a su hijo Diego Colón el 3 de diciembre de 1504: “Su vida fue siempre católica y santa, y pronta a todas las cosas de su santo servicio.” Y otro testigo, Pedro Mártir de Anglería, escribe: “Exhaló la Reina aquella su alma grande, insigne, excelente en sus obras. No se lee en la historia que Dios y la naturaleza hayan dado al mundo una mujer como ésta, ni Reina de tal calidad... Fuera de la Virgen, Madre de Dios, ¿cuál otra podréis señalarme entre las que la Iglesia venera en el catálogo de las Santas, que la supere en la piedad, en la pureza...?”

En su epístola sexta a Pomponio Leto, su maestro en Roma, le decía: “Nulla nunquam natura foeminam huic similem effinxit.” Y casi con las mismas palabras, el austero Cardenal Cisneros exclamó: “Regina meo tempore defuisse dixit cuius num quam similem sol visurus esset, sive animi magnitudinem, sive... sive....”

Por su parte, el diplomático en la Corte, Conde de Castiglione escribía en su obra «Il cortigiano» (Florencia, 1528): “Se i popoli di Spagna, i signori, gli uomini e le donne, poveri e ricchi, non si son tutti accordati a voler mentire in laude di Lei, non e stato a tempo nostro al mondo piú chiaro esempio di vera bontá, di grandezza di animo, di prudenza, di religione, d'onesta, di cortesía, di liberalitá, in somma, di ogni virtú che la Regina Isabella. E ben che la fama di quella Signora in ogni loco e presso ad ogni nazione, sia grandíssima ...”

Otro contemporáneo, Maese Rodrigo de Santaella (1444-1509), primer rector de la Universidad de Sevilla, escribía en su «Vocabulario Eclesiástico» sobre la Reina Católica: “Pura en fe. Entera en castidad. Profunda en consejo. Fuerte en constancia. Constante en justicia. Llena de real clemencia, humildad e gracia.”

Estas opiniones se transmiten sucesivamente y se reflejan en escritos como en el del célebre Beato obispo de Puebla y virrey de la Nueva España, Juan de Palafox: “Hice concepto que eran tan parecidos estos dos naturales espíritus, de la señora Reina Católica y de Santa Teresa, que me pareció que si la Santa hubiera sido Reina, fuera otra Católica doña Isabel; y si ésta esclarecida Princesa hubiera sido religiosa, que bien lo fue en las virtudes, fuera otra Santa Teresa.” Incluso hay autores de la época que la ensalzan como “totius Hispaniae, autpotius Orbis, ornamentum.”

La vida de Isabel la Católica constituye un capítulo importante de los planes de Dios sobre el mundo de la historia, no sólo de la Iglesia sino de la historia civil, tanto del mundo americano como europeo. Se puede sintetizar este papel fundamental de la Reina Isabel citando un texto de su nieto, el rey-emperador Carlos I-V:

“El sacrificio personal del rey en la empresa de la fe se enfatiza mucho como particularidad muy característica. Pocas semanas después de la declaración de Santiago, Carlos se halla en la Dieta de Worms, amargado profundamente al ver la actitud espiritual del Imperio. Se encierra a solas en su cámara, lleno de angustia; es dueño ya de su personalidad, antes tan cohibida por el cariño anulador del viejo Chievres y, consecuente con el propósito manifestado en Santiago escribe de su mano, en francés, una declaración de querer consagrarse a la defensa de la fe católica ...

Al comenzar este escrito Carlos invoca el ejemplo de sus ascendientes, enumerando las cuatro ramas de sus abuelos: los emperadores de Alemania, los Reyes Católicos de España, los Archiduques de Austria y los duques de Borgoña. Todos habían sido muy cristianos, sin duda; pero ¿de qué raíz o tronco de ese árbol genealógico provenía la savia capaz de nutrir la enérgica determinación, la excepcional firmeza en el propósito defensor de la fe católica? Ni Felipe el Hermoso, ni Maximiliano, ni Carlos el Temerario se preocuparon de fundar su política en la religión, y Carlos, en Worms, tratando de proteger la fe católica de sus mayores, dice, -muy lejos de toda vaguedad formularia con que pudiera expresarse cualquier otro soberano en pro de la fe- «yo estoy determinado de emplear mis reinos y señoríos, mis amigos, mi cuerpo, mi sangre, mi vida y mi alma».

Esta recia tonalidad de expresión es de todo punto evidente que se inspira en la lectura del testamento de Isabel, donde la reina fija el deber de su hija Juana y de Felipe el Hermoso: «e ruego e mando a la princesa mi hija e al príncipe su marido que, como católicos príncipes, tengan mucho cuidado de las cosas de la honra de Dios e de su sancta fe, celando e procurando la guarda e defensión e enxalzamiento de ella, porque por ella somos obligados a poner las personas e vidas e lo que tovieramos, cada que fuer menester».

En suma, no de sus progenitores habsburgos y borgoñones, sólo de sus antepasados españoles heredaba Carlos su carácter de «uomo religiosissimo, maltogiusto», como lo describe Gaspar Contarini: sólo los abuelos españoles dictaban a Carlos V su abnegada declaración de Worms, opuesta a las ideas estatales del Renacimiento, profesadas entonces por todos los príncipes de Europa, y en particular muy contrarias o ajenas a lo que pensaban a su alrededor los grandes dignatarios de su corte borgoñona.

Por el contrario, para Carlos, hablando por boca del Obispo Mota, los fines fundamentales del Imperio son espirituales: el aliviar los males de la Iglesia y combatir a los infieles, los dos mismos encargos que Isabel y Fernando hacen muy principalmente a sus herederos, en sendas cláusulas de sus respectivos testamentos.

Esta filiación entre la idea imperial de Carlos V y el ideal regio de Fernando e Isabel, fue afirmada una vez oficialmente. Pocos meses después de la íntima declaración hecha por Carlos V en Worms, Francisco I inicia su primera guerra contra Carlos, y en los tratos previos para evitarla, en Calais (agosto, 1521, bajo la presidencia del cardenal Wolsey y en presencia de Gattinara), el delegado imperial comenzó con este exordio: «El emperador serenísimo, mi señor, aunque joven, con gravedad de anciano, desearía, a ejemplo de sus abuelos maternos (maternorum avorum exemplo) emplear las armas contra los enemigos de la fe, y le angustia vivamente el verse estorbado en sus planes por el Cristianísimo rey de Francia»; palabras terminantes para asegurarnos que cuando en la íntima declaración de Worms Carlos evocó la memoria de todos sus antecesores, lo hizo movido por un general respeto familiar, aunque la realidad era que en aquel momento pesaban sobre él concretamente las ideas de sus abuelos españoles”.


NOTAS

  1. Cf. “Positio Isabel”, cap. XIX: “Familia de la Reina Isabel”, pp. 707-737.
  2. Fernando II de Aragón, «el Católico» (Sos, 10 de marzo de 1452-Madrigalejo, 23 de enero de 1516), fue rey de Aragón (1479-1516), de Castilla (como Fernando V, 1474-1504),de Sicilia (como Fernando II, 1468-1516), de Nápoles (como Fernando III, 1504-1516), de Cerdeña (como Fernando II, 1479-1516) y de Navarra (como Fernando I, 1512-1515). Fue además regente de la Corona castellana entre 1507 y 1516, debido a la inhabilitación de su hija Juana I, tras la muerte de Felipe el Hermoso.
  3. Los hijos de los Reyes Católicos fueron: Isabel (1470-1498); Juan (1478-1497), Juana –la Loca- (1479-1555), madre del emperador Carlos V; María (1482-1517), madre de la emperatriz Isabel, esposa de Carlos V; Catalina (1485-1536), esposa de Enrique VIII.
  4. V. RODRÍGUEZ VALENCIA, “Isabel la Católica en la opinión de españoles y extranjeros”, I (Valladolid 1970), 1,124.
  5. (Id., ib., 136-137.
  6. Esta filiación entre la idea imperial de Carlos V y el ideal regio de Fernando e Isabel, fue afirmada una vez oficialmente. Pocos meses después de la íntima declaración hecha por Carlos V en Worms, Francisco I de Francia inicia su primera guerra contra Carlos, y en los tratos previos para evitarla, en Calais (agosto, 1521, bajo la presidencia del cardenal Wolsey y en presencia de Gattinara), el delegado imperial comenzó con este exordio: “El emperador serenísimo, mi señor, aunque joven, con gravedad de anciano, desearía, a ejemplo de sus abuelos maternos (maternorum avorum exemplo) emplear las armas contra los enemigos de la fe, y le angustia vivamente el verse estorbado en sus planes por el Cristianísimo rey de Francia”; palabras terminantes para asegurarnos que cuando en la íntima declaración de Worms, Carlos evocó la memoria de todos sus antecesores, lo hizo movido por un general respeto familiar, aunque la realidad era que en aquel momento pesaban sobre él concretamente las ideas de sus abuelos españoles” (Cf. V. RODRÍGUEZ VALENCIA, op. cit., I (Valladolid 1970), pp. 37-39. Cf. en “Positio Isabel”, cap. XXV, p. 881).
  7. “Positio Isabel”, cap. XX: “La Corte de Castilla”, pp. 747-750; HERNANDO DEL PULGAR, “Los Claros Varones de España y de las Letras”, Sevilla, STANISLAO POLONO, 1500 (B Incunable 566). Letra XXXI: “Para el señor don Enrique, comunicándole la pérdida de Zara y responsable a sus reparos de ir a la Corte “para no contaminarse” (CIC, tomo XV, doc. 1.816, p. 90). y que la “Positio Isabel”, ibidem, p. 750, nota 37 y 38.
  8. “Positio Isabel”, cap. XX: “La Corte de Castilla”, pp.744-747: donde se describe, entre otros aspectos, la composición de las damas de Corte; cf. algunos nombres en, ibidem, p. 747, nota 29).
  9. “Epístola exhortatoria a las letras, de Juan de Lucena. Opúsculos literarios de los siglo XIV a XVI”. Ed. de Paz y Meliá, Madrid, sociedad de Bibliófilos Españoles, 1892, p. 215; en “Positio Isabel”, cap. XX, p. 785.
  10. “Positio Isabel”, cap. XX, pp. 750-753; 888.
  11. “Positio Isabel”, cap. XX, pp. 750 ss.; y cap. XXI: “La Reina Isabel y la Cultura”, pp. 757-796.
  12. “Positio Isabel”, cap. XX, pp. 760 ss.
  13. “Positio Isabel”, cap. XX, p. 775.
  14. “Positio Isabel”, cap. XX, p. 767 ss.
  15. “Positio Isabel”, cap. XX, p. 768 ss.
  16. “Positio Isabel”, cap. XX, p. 770 ss.
  17. “Positio Isabel”, cap. XX, p. 772 ss.
  18. CONTE BALDESARE DI CASTIGLIONE (1478-1529), “Il cortigiano”, Florencia 1528, f. 21; cit. en RODRÍGUEZ VALENCIA, op.cit., pp. 216-222; y en “Positio Isabel”, cap.XXV: “Fama de santidad”, 904.
  19. Cf. “Positio Isabel”, cap.XX, pp. 774-777: con disposiciones de protección de los libreros e impresores. Cf. SANCHEZ CANTÓN, “Libros, tapices y cuadros que coleccionó Isabel la Católica”, Madrid 1950. Existen cuatro inventarios de sus libros: dos de ellos conservados actualmente en el Archivo de Simancas: cf. DIEGO CLMENCÍN, “Cargos de libros propios de la Reina doña Isabel, que se hicieron a su camarero Sancho de Paredes”; “Inventario de los libros propios de la Reina doña Isabel, que estaban en el alcázar de Segovia a cargo de Rodrigo de Tordesillas, vecino y regidor de dicha ciudad en el año 1503”, en “Elogio de la Reina Católica”, en “Memorias de la Academia de la Historia”, tomo VI, Ilustr, XVII, pp. 431-481, donde se inserta un catálogo de las obras que formaban parte la biblioteca privada de la Reina doña Isabel.
  20. MENÉNDEZ PELAYO, “Antología de poetas clásicos castellanos”, III, 35.
  21. Como S. Juan de los Reyes de Toledo.
  22. Como la Cartuja de Miraflores, Burgos.
  23. Cf. PEDRO MARTIR DE D’ANGLERÍA, “Opus Epistolarum”, Compluti MDXXX, Epist, III, fol,. R. Año 1488: a la Reina. En CIC, tomo XV, doc. 1.829, pp. 175-176; Giuseppe Rossi, “I Re Cattolici in testimonianze letterarie e storiche italiane del tempo”, en el “V Congreso de Historia de la Corona de Aragón”. “Estudios”, Madrid 1955. Cf. “Positio Isabel”, cap. XX. “La Corte de Castilla”, p. 750-753.
  24. IERONIMUS MÜNZER, “Itinerarium Hispaniarum…” (1494-95). Versión española de José López Toro, Madrid 1950, p. 112. Münzer nació en Feldkirch (Alemania). Estudió en Italia, y regresó a su patria, ejerciendo la medicina en Núremberg; el año de 1488 fija su residencia en Roma, donde pudo tener las primeras informaciones de la Reina de Castilla, y hasta tal vez leer las cartas de Pedro Mártir a la academia de Pomponio Leto. En 1494 emprendió un viaje particular por España, del que salió luego su “Itinerarium Hispanicum”.
  25. G. NOTO, “Moti umanistici nella Spagna al tempo del Marineo”, Caltanisetta 1911; CARO LYNN, “A College Professor of the Renaissance Lucio Marineo Siculo among the Spanish Humanists”, Chicago 1937; ALICI GOULD Y QUINCY, “Lucio Marineo Siculo (1444?-1536). Noticia de un reciente libro de Caro Lynn, completado con algunos documentos inéditos de Simancas”, Valladolid 1950.
  26. Alessandro Geraldini (1455-1525): al servicio de los Reyes Católicos desde joven, preceptor de sus hijas, diplomático obispo de Volterra, Montecervino y primer obispo de La Española. Su hermano Antonio (1457-1488), latinista en Roma, poeta coronado, protonotario con Inocencio VIII, diplomático en España, maestro con su hermano de las hijas de los reyes Católicos: cf. A. DE LA TORRE, Maestros de los hijos de los Reyes Católicos, en “Hispania” 16 (1956), pp. 256-266.
  27. CONTE DI CASTIGLIONE, “Il libro del corteggiano”, Firenze 1528. Lib. III, fol. 21. En la versión castellana de BOSCAN: “Los cuatro libros del Cortesano… compuestos en italiano por… y agora nueuamente traducidos en lengua castellana”, Barcelona 1534. Lib. III, fol. LXXIII (BN, de Madrid, R-3.434).
  28. El Testamento en: AGS, “Testamentos reales”. Publicado por el mismo Archivo en 1944. Reproducción facsímil por la Dirección General de Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Educación y ciencias, en el V Centenario del Matrimonio de los Reyes Católicos (Valladolid, octubre de 1469-Madrid, octubre de 1970. CIC, tomo XXXIV, pp. 19-38; transcripción, pp. 51-66. Ed. A. DE LA TORRE-E. ALSINA DE LA TORRA, “Testamento de Isabel la Católica”, Valladolid 1967, pp. 445-475; RAFAEL GARCÍA Y GARCÍA DE CASTRO, “Virtudes de la Reina Católica”, Madrid 1961, pp. 391-414; en “Positio Isabel”, cap. XXIV: “Testamento, fallecimiento y sepultura (1504)”, pp. 831-876; doc. 2, pp. 846-864; “Codicilo”, ibídem, doc. 3, pp. 864-869.
  29. Fernando VII, llamado «el Deseado» o «el Rey Felón»2 (San Lorenzo de El Escorial, 14 de octubre de 1784-Madrid, 29 de septiembre de 1833), fue rey de España entre marzo y mayo de 1808 y, tras la expulsión del «rey intruso» José I Bonaparte y su vuelta al país, nuevamente desde mayo de 1814 hasta su muerte, exceptuando el breve intervalo en 1823 en que fue destituido por el Consejo de Regencia. Pocos monarcas disfrutaron de tanta confianza y popularidad iniciales por parte del pueblo español. Pero pocos han sido considerados tan traidores como él a los fueros y derechos de la soberanía nacional, que ya en 1812 habían sido proclamados en las Cortes de Cádiz.
  30. El Doctor Toledo, médico personal de la Reina Católica, lo había sido también anteriormente de su madre, doña Isabel de Portugal; nos dejó consignado su testimonio, al escribir en las páginas de su “diario” la fecha de su nacimiento y muerte: “Cronicon de Valladolid”, (Ms de la Bibl. Del Palacio Real de Madrid). Ed. de MIGUEL SALVA - PEDRO SÁINZ DE BARANDA, en CONDOIN, tomo XIII (Madrid 1848), p. 129. En “Positio Isabel”, cap. XXIV: “Testamento, fallecimiento y sepultura (1504)”, pp. 842-843 y cap. XXV, p. 883, n. 7.

BIBLIOGRAFÍA

A lo largo de la exposición, en las notas, se hace referencia a fuentes, archivos, bibliotecas y Autores citados. La vasta bibliografía sobre Isabel la Católica y sobre este periodo histórico fundamental de la historia de España se encuentra señalada entre otros lugares en: CONGREGATIO DE CAUSIS SANCTORUM, Vallisoletan. Beatificationis SD Elisabeth I (Isabel la Católica) Positio Super Vita, Virtutibus et Fama Sanctitatis ex Officio Historico Concinata, n.221.Vallisoleti 1990, 1074 pp., con una extensa Bibliografía, pp. 981-1005 [sigla Positio Isabel]; y en la importante biografía de T. DE AZCONA, Isabel la Católica, Madrid, 1964; así como en las notas de este artículo que ofrecen una abundante referencia documental de Archivos y Bibliotecas, así como de otras obras específicas sobre los temas referidos. DIRECCIÓN GENERAL DE ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS, Testamento y Codicilo de la reina Isabel la Católica, 12 de octubre y 23 de noviembre de 1504, ed. facsímil (Madrid 1969); V. D. SIERRA, El sentido misional de la conquista de América (Buenos Aires 1942); C. BAYLE, Ideales misioneros de los Reyes Católicos, en Missionalia Hispanica 9 (1952) 233-75; V. RODRÍGUEZ VALENCIA, Isabel la Católica y la libertad de los Indios, en Anthologica annua 24-25 (1977-1978) 645-80; RAFAEL DEL VALLE CURIESES, El reinado de Isabel “La Católica” a la luz de los documentos del Archivo Municipal de Palencia, Instituto “Tello Téllez de Meneses”. Diputación Provincial, Palencia 2007. © VALLISOLETAN. Beatificationis SD Elisabeth I (Isabel la Católica) Positio Super Vita, Virtutibus et Fama Sanctitatis ex Officio Historico Concinata, n.221.Vallisoleti 1990, 647-706. (Los Autores de esta exposición histórica documental fueron Justo Fernández Alonso - Anastasio Gutiérrez - Luis Suárez Fernández y otros miembros la Comisión Histórica de la Causa. El DHIAL presenta esta relación sumaria de dicha exposición)