MÁRTIRES MEXICANOS DE LA FE CATÓLICA
El catolicismo, parte integrante de la historia de México
A ningún observador de la historia de México se le escapa el hecho que desde el momento en el cual México entra en la historia moderna occidental, pasando por las diversas etapas de su formación: desde su nacimiento y adolescencia y luego por la etapa de su juventud y mayor madurez, el catolicismo ha sido siempre parte integrante de su piel, de la sangre que corre por sus venas y de los latidos de su corazón.
Dentro de esta historia la realidad de la Iglesia y la del Estado van parejas, por no decir íntimamente unidas desde que Hernán Cortés pisó tierra mexicana en 1519. Durante tres siglos a nadie se le ocurrió poner en duda esta realidad unida, o esta co-presencia, que llenaba todos los ámbitos de la vida cotidiana. Incluso más, la presencia de la Iglesia en esa vida daba estabilidad y fuerza al poder estatal en sus diversas fases y situaciones. Sin embargo aquella convivencia descansaba sobre unas bases donde cada uno tenía su propio ámbito y sus límites precisos. Cada uno sabía muy bien lo que le competía y el campo que salía del ejercicio de su misión propia.
Mediado el siglo XVIII las cosas empezaron a cambiar, cuando el regalismo de la monarquía borbónica comenzó a prevalecer sobre la antigua tradición jurídica española, la que debía mucho a la famosa escuela jurídica de Salamanca. En los antiguos debates sobre el Patronato fueron prevaleciendo cada vez más las interpretaciones a favor del poder de Estado, omnipresente en todos los ámbitos de la vida social y por ello también en el eclesiástico, como control de la vida de la Iglesia también en sus mínimas expresiones.
La mentalidad del Patronato pervive tras la independencia