COMPAÑÍA DE JESÚS; Arribo y expansión en las Indias Occidentales
Sumario
Indicaciones de San Ignacio, Diego Laínez y San Francisco de Borja
La Compañía nace en América, «iure pleno», como Provincia de las Indias Occidentales (1567).[1]La primera expedición, propiamente dicha, se establece en Perú en 1568, bajo el primer provincial, Jerónimo Ruiz de Portillo quien, antes de partir, en virtud de su cargo y autoridad, firmaba, en Sevilla (septiembre 1567), en su calidad de «Praepositus Provincialis Societatis Iesu in Indiis Occidentalibus», el nombramiento de Juan Bautista Segura como Viceprovincial de F1orida.[2]
En esta región, ejercían su ministerio, desde el año anterior, algunos jesuitas llevados, con licencia de Felipe II, por el Adelantado Pedro Menéndez de Avsiulés. Dejada la Florida, se crea la provincia de México (1571) coincidente, en sus límites geográficos, con el virreinato de Nueva España, mientras la provincia del Perú abarca todo el virreinato peruano. Ambas provincias se desarrollarán y darán lugar a nuevas demarcaciones provinciales: de Méjico nace la provincia de Filipinas (1594 viceprovincia/1604 provincia), cuyo primer establecimiento fue el colegio de Manila fundado en 1581.
En 1605, la extensa provincia del Perú se divide en las viceprovincias de Charcas y del Nuevo Reino y Quito. Esta se convierte en provincia en 1611. La primera desaparece dos años después, en 1607, aun antes de su constitución, para convertirse en provincia del Paraguay, que abarcaba los territorios de las actuales Repúblicas de Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile. Ésta última región se desgaja, como viceprovincia dependiente de Perú (decreto 1624/ promulgación 1625).
Años más tarde, en 1683/1684 (fechas del decreto y su ejecución), será elevada a provincia «pleno iure», no obstante los intentos de unirla de nuevo con la provincia del Paraguay (1666-1669), o de suprimirla integrándola en la provincia del Perú (1676-1679), lo que no llegó a tener efecto.
El 24 de marzo de 1696 se ejecuta el decreto de erección de la Provincia de Quito, a la que se asignan, separándolos de la provincia del Nuevo Reino, los colegios y casas de los obispados de Quito, Panamá y Popayán (menos los partidos de Antioquia y Medellín) y las misiones de los Maynas y del Chocó. Aquí se trata de los territorios de estas siete provincias de América hispana y Filipinas como un todo orgánico y señalando los puntos de contacto con el Oriente, evangelizado por las provincias de la Asistencia Lusitana que van a marcar la primera pauta de la metodología misionera de la Compañía de Jesús.
Son de capital importancia, para comprender estas líneas generales comunes a ambas Indias, Orientales y Occidentales, además de la correspondencia de san Ignacio,[3]y la de sus sucesores Diego Laínez y san Francisco de Borja, el memorial de Juan Alfonso de Polanco de 1558, preparado para la I Congregación General,[4]y las instrucciones de Borja de 1567 a los visitadores de la India,[5]y del Brasi1,[6]y al P. Ruiz de Portillo.[7]Estas últimas normas serán recogidas en la instrucción, o «Recuerdos» del mismo Borja, de 1571, dirigidos al P. Pedro Sánchez, provincial de la recién erigida provincia de Nueva España.[8]
Delineación del método misional
A lo largo de 200 años, hasta la expulsión de 1767, estas líneas inspiraron, en sus elementos básicos, el método misional de la Compañía en América hispana y Filipinas. El tema es muy amplio, por lo hay que reducirlo a algunos principios fundamentales y aplicaciones concretas. Se centrará en el método misional delineado por Ignacio de Loyola, basado en la experiencia primigenia de la India.
Lo actuado aquí es importante pues tiene su origen en san Francisco Xavier y en la aprobación de Ignacio, de acuerdo con el espíritu del Instituto de la Compañía de Jesús que se va plasmando en sus Constituciones. Por ello, es posible hablar, en líneas generales, de un método misional o «modo de proceder» de la Compañía en la evangelización. El mismo Francisco de Borja, siendo general de la Compañía, expresará su respeto por el «modo de proceder» de la India, en el primer punto de los «Recuerdos» (10 enero 1567) al visitador de aquella provincia: “Porque aquella Provincia tiene particular experiencia para buen proceder en muchas cosas, no sea fácil en mudar cosa alguna aunque le parezca no conforme a lo que la Compañía usa destas partes de Europa...”.[9]
Envío a las indias de Castilla
Para encuadrar la acción y el método misional de la Compañía en las Indias Occidentales de España, hay que hacer unas observaciones sobre el interés de san Ignacio por éstas; y, segundo, se ofrecen unas notas sobre el papel de [los padres] Polanco y de Borja en el proceso de formación de la metodología misional de la Compañía en su aplicación a la América hispana.
En un Congreso Ignaciano, con motivo de los quinientos años del nacimiento de Íñigo López de Loyola, un autor de nota afirmaba la falta de interés de Ignacio por las Indias de Castilla en contraposición al mostrado por las Indias de Portugal. Afirmación que basaba en la producción literaria y cartográfica sobre el tema de los descubrimientos y conquistas que, según aquel autor, interesaban poco a la población española y, entre ellos, a Iñigo por lo que tampoco -estas son sus palabras -: “pudo influir sobre la acción misionera ulterior de la Compañía, pues se sabe que los Jesuitas llegaron muy tarde a las posesiones españolas, ya muy avanzado el reinado de Felipe II y, claro está, mucho después de la muerte de Ignacio”.[10]
Estas afirmaciones ni reflejan la realidad de la corte de Fernando el Católico, donde se formó Íñigo de Loyola (1507/8-1516), ni la de la familia Loyola con intereses y miembros presentes en Indias; entre éstos, Hernando de Loyola, hermano de Iñigo, muerto en Tierra Firme hacia 1516. Tampoco es exacto afirmar, como se viene haciendo, que fueran los jesuitas a América bien avanzado el reinado de Felipe II, ya que éste no comienza a gobernar, en persona, como rey, los reinos de España, hasta su 1legada de Flandes en 1559: seis años después, en 1565, Felipe daba licencia al Adelantado de la Florida para llevar consigo jesuitas y, al año siguiente, ordenaba su envío a Perú y a Nueva España.
Por otra parte, y esto es más importante, la intención y solicitud de enviar compañeros de Ignacio de Loyola a las Indias de Castilla es anterior a la fundación de la misma Compañía, e incluso, a la invitación para ir a las Indias de Portugal; pero diversas circunstancias impidieron la realización de este deseo hasta el generalato de Francisco de Borja, fuera de algunas excursiones de los jesuitas del Brasil al Paraguay, a petición de sus vecinos castellanos, que solicitaban a su superior, Manuel de Nóbrega la fundación de un colegio en Asunción.
Por noviembre de 1537, 1legaron a Roma, procedentes de Venecia, Ignacio y dos de sus compañeros de París, Pedro Fabro y Diego Lainez y, por Pascua de 1538, el resto de los compañeros. Por ese tiempo, un obispo español (quizás Pedro Sarmiento, arzobispo de Santiago de Compostela, residente en Roma y uno de los favorecedores de Ignacio y sus compañeros, creado cardenal en 18 noviembre 1538) y el embajador del Emperador en la corte romana, Juan Fernández Manrique, trataron del envío de Ignacio y sus compañeros a las Indias para la evangelización de los “indios que los españoles estaban ganando para el Emperador”.
Pero el papa Paulo III, a cuya obediencia Ignacio y sus compañeros se habían ofrecido, los retuvo en Roma. Así consta de la respuesta de Pedro Fabro, en nombre de sus compañeros, a Diogo Gouvea, principal del colegio de Santa Bárbara de París, que les pedía para la India del rey de Portugal.
Pocos meses antes, el mismo Gouvea había informado a Juan III de la partida de París para Jerusalén de Simáo Rodrigues y seis compañeros y del fruto que hacían en Italia. Proponía al rey portugués que, por medio de sus embajadores en Venecia y en Roma, invitaran a Rodrigues y a sus compañeros a ejercer su ministerio en la India. Dato curioso, aunque sea de paso: según Gouvea, “O principal delles hé hum Mestre Pedro Fabro, homem docto e de mui grande vida, e hum outro Inigo, castelhao”.
Fabro explicaba a su antiguo principal, el «magister noster» Diogo de Gouvea, que todos cuantos se habían juntado en la Compañía, se habían entregado al Sumo Pontífice como supremo señor de toda la mies de Cristo, y le habían significado que estaban dispuestos a todo lo que, acerca de ellos, juzgare en Cristo. Se habían sometido al juicio y voluntad del papa por saber que tenía mayor conocimiento de lo que más convenía a toda la cristiandad.
Este hecho constituía el cumplimiento de la segunda parte del voto de Montmartre (París), origen y fundamento remoto de la Compañía de Jesús: Ignacio y siete compañeros de la Universidad parisina, hicieron, el 15 agosto 1534, voto de peregrinar a Jerusalén para “gastar su vida en provecho de 1as ánimas” y esperar un año la nave en Venecia. Pasado el año sin embarcación, quedarían libres de este voto y se pondrían, en Roma, a la obediencia del papa para que los enviara a donde juzgase más conveniente.
De aquí que, el ir o no ir a las Indias, ya fueran las del Emperador, como Rey Católico de Castilla y León, o las del Rey de Portugal, no dependiera de Ignacio y de sus compañeros sino del Papa. Este era el punto central y el que constituye la identidad de la Compañía: la puesta de sus personas a la disposición del papa para ser enviados a donde juzgara mejor convenir.
Este elemento, constitutivo esencial de la identidad de la Compañía, se expresa claramente en la Fórmula del Instituto aprobada por la bula de Paulo III «In Regimini militantis Ecclesiae» (27 septiembre 1540), acta de fundación de la Compañía de Jesús y, luego, de modo más explícito, por la bula de confirmación de Julio III, «Exposcit debitum» (21 julio 1550). En esto consiste el fin de la Compañía de Jesús y el sentido del 4º voto que hacen sus profesos.
Este era el fin: “Sub cmcis vexillo militare, soli Domino ac Ecclesiae Ipsius sponsae, sub Romano Ponti:í'ice, Christi in teris Vicario, servire ... ad fidei defensionem et propagationem ...”.
El 4º voto de los profesos rezaba así: “Además del vínculo ordinario de los tres votos, con un voto especial, por el cual nos obligamos a ejecutar, sin subterfugio ni excusa alguna, inmediatamente, en cuanto de nosotros depende, todo lo que nos manden los Romanos Pontífices, el actual y sus sucesores, en cuanto se refiere al provecho de las almas y a la propagación de la fe; y a cualquiera región a que nos quieran enviar, aunque piensen que nos tienen que enviar a los turcos, o a cualesquiera otros infieles, incluso en las regiones que llaman Indias; o a cualesquiera herejes, cismáticos, o a los fieles cristianos que sea”. Como se ve, las Indias están presentes en el horizonte de los fundadores. Pero, en el caso de las Indias Occidentales, además del mandato, o «missio» del Papa, la única puerta para pasar a las Indias era el mandato del Rey Católico, en cuanto rey de Castilla y León ya que, por las bulas pontificias, la responsabilidad del envío para la evangelización radicaba en él.
A fines de 1539 o comienzos de 1540, el Licenciado Juan de Arteaga y Avendaño, comendador de Santiago, antiguo compañero de Ignacio en Alcalá y Salamanca, ofreció a Ignacio para sí o para algún otro de la Compañía, su obispado de Chiapas, en la Nueva España, para el que había sido preconizado. Fundada la Compañía de Jesús, como orden (27 septiembre 1540), el Dr. Juan Bernal Díaz de Luco, del Consejo de Indias, amigo de Ignacio, le pidió, en 1542, compañeros para España e Indias. La respuesta de Ignacio fue la misma que se había dado a Gouvea, tres años atrás, pero no ocultaba su interés para que se realizara. Así le escribía: “Quanto al deseo tan bueno y sancto para mayor prouecho spiritual de las ánimas, [que] fuesen algunos desta mínima congregación nuestra, los vnos para España, los otros para las Indias, cierto yo lo deseo en el Señor nuestro lo mismo, y para otras muchas partes; mas como no somos nuestros, ni queremos, nos contentamos en peregrinar donde quiera que el vicario de X.º nuestro señor mandando, nos inbiare; á la voz del qual resonando el cielo, y en ninguna parte la tierra, en nosotros no siento alguna pereza ni moción alguna della”. En 1547 era el obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga, quien por sí y por medio de su agente en Nueva España, el canónigo Negrón (identificado como Diego Pérez Gordillo Negrón), amigo de Ignacio, pedía al provincial de España, Antonio de Araoz, jesuitas para su diócesis. En 1551, el mismo Quiroga insistía personalmente a Ignacio. En 1549, al enviar los primeros jesuitas a Brasil, por mandato de Juan III [de Portugal], Ignacio propuso a Francisco de Estrada y a Miguel de Torres destinar jesuitas a Nueva España . En 1553, Miguel de Torres, desde Lisboa, se ofrecía a ir, con otros, a las Indias del rey de Portugal o a las del rey de España, adonde marchaba un eclesiástico amigo de los jesuitas, que Torres no nombraba. Entretanto, los jesuitas del Brasil expresaban sus deseos de pasar al Paraguay para la atención de españoles e indios. En 1554, marchaban dos jesuitas a los indios Carijós, pero fueron asesinados por ellos. A Ignacio no le pareció conveniente que fueran al Paraguay jesuitas desde Brasil, y encargó a Borja que, si juzgaba expediente erigir el colegio del Paraguay, enviase algunos de España para instituirlo. Llegado este caso, se solicitaría el apoyo del Príncipe Felipe.
En 1554, se piensa tanto en Nueva España como en Perú: Gregorio Pesquera ofrecía a la Compañía la dirección de la casa de huérfanos, o niños de la Doctrina, que había fundado en México al estilo de la establecida por Ignacio en Roma, e insistía, al año siguiente, con Borja sobre lo mismo. Ignacio dejó a éste la última determinación.
Por las mismas fechas, el Provincial de la provincia franciscana de los Doce Apóstoles, de México, fray Juan de San Francisco, electo obispo de Yucatán, solicitaba al Consejo de Indias llevar consigo jesuitas.
En cuanto al Perú, la Princesa de Portugal, Doña Juana, en su testamento dejó 500 escudos de renta para la fundación de un colegio de la Compañía en Jerusalén y otros 500 para otro colegio en “la India de Perú”. La ocasión para marchar a ese reino se presentó con la petición del nuevo virrey del Perú, marqués de Cañete, a Borja, de darle dos padres. En agosto 1554, Borja le envió tres jesuitas a Sevilla.
Ignacio aprobaba “así los motivos como la determinación” de su Comisario, y Polanco, de parte de Ignacio, le ratificaba que “en cosas semejantes, procediese V. R. con libertad, haziendo cuenta que de todo puede disponer como N. P., y que tiene su mente y voluntad; porque, quando no ay lugar ó tiempo para consulta, él se remite á V. R.”. Pero, a falta de la licencia del Consejo de Indias, que el virrey no había solicitado, la misión no tuvo 1ugar.
Comisión de Ignacio á Borja para los asuntos de Indias
Con el progreso y extensión de la Compañía, Ignacio comienza, a partir de 1546, a delegar su autoridad y facultades, de modo permanente, a provinciales a quienes encarga territorios. Así nombra a su compañero, Simão Rodrigues, provincial de Portuga1, y a Antonio de Araoz, provincial de España. En 1549 designa a Xavier para la India, y en 1553, a Manuel de Nóbrega para Brasi1.
En enero de 1554, Ignacio dividía la provincia de España en tres: Andalucía, Aragón y Castilla y, además de los respectivos provinciales, nombraba, al ya Padre Francisco de Borja, su Comisario para los reinos Ibéricos.
Por el mismo tiempo, Ignacio asignó a cada uno de sus cuatro Asistentes, o consejeros, el cuidado de una región, lo que quedó consagrado en la Congregación General I (1558) que eligió a Diego Laínez, compañero de Ignacio. Estas cuatro Asistencias fueron: Italia, Portugal, España y Germania. A la de Portugal se le asignaron la provincia de Portugal y las dos establecidas en las «Indias del Rey de Portugal»: India y Brasil, que coincidían con los territorios a los que se extendía el Padroado.
La misma política se siguió con la Asistencia de España, cuando la Compañía se fue estableciendo en las «Indias del Rey Católico de España: Américas y Filipinas». Ignacio, resuelto a que la Compañía pasase también a las Indias de Castilla, como lo había hecho con las de Portugal, fio a la capacidad y espíritu de Borja, como a su «alter ego», todos los asuntos de Indias y le otorgó poderes cada vez más amplios para actuar en su nombre y con su autoridad, acentuando, siempre más, su confianza en sus gestiones.
Así, en junio 1555, el secretario de Ignacio, Polanco, avisaba a Borja que, en caso de ser consultado en asuntos relativos a las Indias de Portugal, Brasil, Congo o Etiopía, o a las Indias de España, tenía plena facultad y libertad para decidir lo que le pareciera aunque, si hubiera tiempo, era mejor comunicarlo a Ignacio y esperar respuesta.
EI 13 noviembre 1555, Ignacio enviaba una patente a Borja confirmándolo en su cargo de Comisario general «in regnis Hispaniarum et Indiarum eiusdem Societatis», es decir en la provincia de Portugal y en las de Andalucía, Aragón y Castilla así como en las Indias, tanto del rey de Portugal como del de España. Ignacio aprobaba, confirmaba y ratificaba cuanto Borja había hecho desde el momento en que recibió el encargo hasta entonces, declarando todo lo actuado de su entero agrado y comunicándole su propia autoridad con la que podía proceder 1ibremente.
En abril del año siguiente, 1556, Polanco comunicaba a Borja que su autoridad respecto de los asuntos de ambas Indias era la misma que la que tenía para las provincias de España y Portugal y que, en consecuencia, podía “por sí, determinar y risolver lo que le pareciere sin sperar consulta de Roma, specialmente en las cosas que no sufren dilación» usando «libremente desta auctoridad».”
Polanco se refería a la procura notarial omnímoda que, pocos días más tarde, el 21 de abril 1556, Ignacio otorgaba a Borja, plenitud de poderes como a su “nuntium et commisarium seu vicarium generalem et spetialem in provinciis Castellae, Aragoniae, Baeticae et Portugalliae ac in Indiis et Brasilia” para actuar, en su nombre y con su autoridad, en todas las regiones dichas, en cuantos negocios espirituales y temporales se ofreciesen. Este fue el último acto de Ignacio en relación con las Indias Orientales y Occidentales, confirmando su plena confianza en la gestión de Borja. Tres meses después, moría (31 julio 1556).
Estos datos son suficientes tanto para afirmar la preocupación de Ignacio por las Indias del Rey de España, como para comprender el futuro desvelo de Polanco y Borja en la implantación de la Compañía y su método misional. Aparece ya en el memorial de Polanco dirigido a la Primera Congregación general, al exponer la urgencia de encontrar métodos adecuados para traer a los infieles a Cristo, tanto en las Indias del Rey de Portugal (Brasil, China, África), como en las del rey Felipe de España. Convenía abordar con seriedad la entrada en la Indias de Castilla: bien a través del Paraguay, o por otro camino, con ocasión o simplemente con solicitarlo.
Polanco no hacía otra cosa que reflejar la mente de Ignacio con el que había colaborado estrechamente como su secretario. Por una parte, proponía fundar un colegio en el Paraguay no desde el Brasil sino desde España, para evitar posibles roces. Línea que prevaleció en Laínez (1561), Borja (1568) y Mercurián (1576). Por otra, era eco de las palabras de Ignacio a Miguel de Torres, sobre la entrada de miembros de la Compañía de Jesús en Nueva España: “Al México inbíen, si le pareze, haziendo que sean pedidos, ó sin serlo”.
Durante el generalato de Laínez, los intentos de enviar jesuitas a las Indias del rey de España se sucedieron: en 1557, a Nueva España, con el comisario franciscano, fray Francisco de Bustamante, hermano del provincial de la Compañía en Andalucía, P. Bartolomé de Bustamante. En 1559, pedidos por el nuevo virrey del Perú, conde de Nieva, para lo que Borja destinó a cuatro padres y dos hermanos coadjutores para acompañarle, pero hubo, al parecer, dificultades por parte del Consejo de Indias y se prefirió esperar hasta la vuelta del rey Felipe II que se hallaba en F1andes.
En 1561, 1563 y 1564 hay peticiones para Nueva España, donde el marqués del Valle, Martín Cortés, pretendía que la Compañía se encargase del colegio de artes y teología, fundado en México por su padre, Hernán Cortés, solicitud apoyada por el consejero de Indias y visitador de Nueva España, Jerónimo de Valderrama. Por su parte, el arcediano de México elevaba al rey la súplica de enviar jesuitas con facultad de abrir noviciado, esperando se unirían a ellos muchos sacerdotes. En 1563, el franciscano fray Francisco del Toral, obispo de Yucatán, pidió al rey 24 jesuitas, solicitud que ratificó, en 1565, ampliando su número a 50.
Para el Nuevo Reino de Granada (actual Colombia), el agustino fray Agustín de Coruña, obispo de Popayán (que, siendo novicio, había conocido a Ignacio en Salamanca) solicitó jesuitas a Antonio de Araoz y al Consejo de Indias. Laínez se los concedió, previa la obtención de la licencia del Consejo. Conseguida ésta, el obispo renovó su petición, en 1565. Borja, vicario general por muerte de Laínez, prometió interceder ante el nuevo general. El 2 de julio, fue elegido el mismo Borja, pero no hubo oportunidad de complacerle, ya que fray Agustín zarpó en agosto.
Por las mismas fechas, el Adelantado Pedro Martínez de Avilés, con licencia expresa del rey de llevar jesuitas en su jornada para el desalojo de los hugonotes establecidos en la Florida, obtuvo de Borja tres padres y un hermano, pero, por la premura de tiempo, no alcanzaron la flota.
Hasta ese momento el Consejo de Indias se había opuesto a ampliar el encargo de la evangelización de las Indias a otra orden, además de las antiguas, franciscanos, dominicos, agustinos y mercedarios. Sobre todo por su novedad y las prevenciones del emperador Carlos (que Borja trató de disipar) y de su hijo Felipe, después de su permanencia en Flandes y de los problemas que encontró, a su llegada a España, que tocaban también a la Compañía de Jesús; entre otros, el proceso contra el arzobispo toledano, Bartolomé de Carranza, defendido por los jesuitas y la inclusión en el Índice del Inquisidor General Valdés de las obras de Borja, la «huída» de éste a Portugal y su subsiguiente marcha a Roma, llamado por el papa (1562). Hechos complejos que ciertamente influyeron en el ánimo de Felipe II.
Sin embargo, para 1564 el presidente del Consejo de Indias, Dr. Juan Vázquez de Arce, y algunos consejeros eran favorables al envío de la Compañía. Todavía algunos jesuitas con influjo en la corte, como Araoz y los provinciales de Toledo, Gonzalo González, y de Castilla, Diego Carillo, se oponían al envío de jesuitas a Indias, mientras los colegios de España no estuvieran mejor atendidos. Por otra parte, reconocían que nada se podía hacer “si no fuesen enviados por el Rey y con su calor”, lo que aún no constaba en enero 1566.
EI 3 marzo 1566 llegó el momento deseado por Ignacio, Polanco y Borja: Felipe II dirigía al P. Antonio de Araoz, en su presunta calidad de comisario del general en España (oficio suprimido por la Congregación General II, hacía unos meses) su «ruego y encargo» de destinar a las Indias a 24 sujetos de la Compañía para la conversión e instrucción de los naturales.
Borja encargó su ejecución: era la única puerta para Indias y, por su parte, no quería que se malinterpretasen posibles dilaciones, por lo que advertía a Araoz: “no quisiera que con verdad me atribuyesen descuido en lo que toca al servicio de Su Magestad, pues ni le tuve con el padre, ni espero tenerle con el hijo”.
Para el destino de los 24 sujetos pedidos en la Real Cédula hubo diversos tanteos en el Consejo de Indias. De los 12 primeros, 6 irían a Florida y los otros a donde luego se determinase. En enero 1567, el presidente Lic. Francisco Tello de Sandoval, propuso que fueran 8 al Perú y otros 8 a Nueva España. Por el mismo tiempo, el Rey concedía al nuevo Gobernador de Honduras, Juan de Vargas Carvajal, cuatro jesuitas y, el 15 enero 1567, encargaba al provincial de Andalucía, Avellaneda, proporcionárse1os.
Finalmente, dentro del contexto de la «Junta Magna» reunida en Madrid (sept-oct. 1568), bajo la presidencia del cardenal Diego de Espinosa, Presidente del Consejo de Castilla, el Rey expidió, el 1l octubre, una Real Cédula a Borja, como general de la Compañía de Jesús, con su «ruego y encargo» de enviar otros 24 de la Compañía, esta vez al Perú: acompañarían al nuevo Virrey, Francisco de To1edo.
Durante su generalato, Borja organizó seis expediciones: tres para Florida (1566, 1568, 1570), dos para el Perú (1567, 1571) y una para México (1572). El provincial de Andalucía, Diego de Avellaneda, a diferencia de los castellanos, apoyó desde el primer momento las expediciones para las que, según informaba, había abundantes ofrecimientos desde tiempo atrás.
En abril 1568 la primera expedición peruana establecía, en Lima, el primer colegio de la Compañía en las Indias Occidentales. E1 segundo, de vida efímera, fue el de la Habana, planeado como centro de formación y de operaciones para la Florida. Debido a la enorme distancia y a la imposibilidad de gobernarla desde Perú, en 1570 Borja separó la Florida de la autoridad del provincial de la Indias Occidentales y la subordinó directamente a la del general.
Al abandonarse, poco más tarde, con motivo de la muerte violenta de la mayoría de los misioneros y sus auxiliares, la región floridana, que comprendía, además del actual estado de Florida, los de Georgia (misión de Guale), Carolina (Santa Elena) y Virginia (Ajacán), Borja fundaba, en 1572, la provincia de México en virtud de las cédulas reales de 26 marzo y 4 mayo 1571, en que Felipe II encargaba el envío de 12 religiosos a Nueva España. A las Reales Cédulas había precedido, a fines de 1570, la súplica de la Ciudad de México al rey.
A la muerte de Borja (30 septiembre 1572), la Compañía de Jesús contaba con tres provincias en América: Brasil, Perú y México. Todas gozaban las mismas gracias concedidas por la silla apostólica a los jesuitas que misionaban en las Indias del rey de Portugal.
=NOTAS
BIBLIOGRAFÍA
DALMASES C. de, San Francisco de Borja y la Inquisición española. AHSI 41 (1972)
GRANERO Jesús Mª, La acción misionera y los métodos misiona1es de San Ignacio de Loyola, Bibliotheca Hispana Missionum VI, Burgos 1931
LETURIA Pedro de, Un significativo documento de 1558 sobre 1as misiones de infieles de la Compañía de Jesús. AHSI 8 (1939)
LEITE Serafim, Historia da Companhia de Jesus no Brasil (Lisboa 1938)
LOYOLA san Ignacio de. Obras. Edición manual. BAC 86, Madrid 51991
MATEOS Francisco Antecedentes de la entrada de los jesuitas españoles en las misiones de América (1538-1565), en Missionalia Hispanica I (1944)
MHSI DocInd = (Documenta Indica.) Ed. J. WICKI 14-16 coed. J. GOMES 18 vol. Roma: 1948-1988
MonAntFlor = (Monumenta Antiquce Florida 1566-1572) Ed. F. ZUBILLAGA. Roma 1946
MHSI MorMex = (Monumenta Mexicana), ed. F. ZUBILLAGA, 8 vol. 1956-1991
MHSI DocInd = (Documenta Indica.) Ed. J. WICKI 14-16 coed. J. GOMES 18 vol. Roma: 1948-1988
MHSI MonBras = ( Monumenta Bmsiliae) Ed. S. LEITE, 4 vol. 1956-1960
MHSI EppIgn = (Sancti Ignatii de LoyoIa Societatis Iesu fundatoris epistolae et intstructiones.) 12 vol. Madrid 1903-1911. Reimpresión 1964-1968
MHSI Polanco Chron. = (Vita Ignatii Loiola et rerum Societatis Iesu historia). Auctore J.A. DE POLANC0. 6 vol. Madrid
MHSI Epp mixtae = (Epistolae mixtae ex variis Europae lociis ab anno 1537 ad 1556 scriptae). 5 vol. Madrid 1898-1901
QUINTÍN ALDEA (ed.), Ignacio de Loyo1a en gran crisis del siglo XVI. Congreso Internacional de Historia. Madrid, 19-21 noviembre de 1991. Universidad Complutense. Bilbao 1993
FRANCISCO DE BORJA MEDINA, S.J. © Mar Oceana Revista del humanismo español e iberoamericano
- ↑ Cfr. Dionisio Vázquez (ex comm) aAntonio Sedeño. Roma, 27 agosto 1567. MonAntFlor (= Monumenta Antiquce Florida- (1566-1572) Ed. F. ZUBILLAGA. Roma 1946) 195-197. Los textos de los documentos citados se transcriben como en el original con la morfología y sintaxis propias de la época.
- ↑ Ruiz de Portillo a Juan Bautista Segura. Sevilla 28 septiembre 1567. MHSI MonAntFlor 205-206.
- ↑ Esta correspondencia ha sido tratada en la obra fundamental de obligada referencia: Jesús Mª GRANERO, La acción misionera y ¡os métodos misiona1es de San Ignacio de Loyola, Bibliotheca Hispana Missionum VI, Burgos 1931.
- ↑ «Quae ad finem Societatis nostrae praefixum divinae gloriae et cornmunis boni tractandae videtur» ARSI Instit. 18, fol. 43 l'-434'. Publicado y comentado por PEDRO DE LETURIA, Un significativo documento de 1558 sobre 1as misiones de infieles de la Compañía de Jesús. AHSI 8 (1939) 102-117.
- ↑ «Recuerdos que se dan al P. Visitador de las Indias de Portugal». 10 enero 1567. MHSI DocInd (=Documenta Indica. Ed. J. WICKI (14-16 coed. J. GOMES) 18 vol. Roma: 1948-1988) 7, 187-192; Segunda instrucción, lº octubre 1567. Ibidem 304-313.
- ↑ «Instrucción para el P Ignatio de Acebedo en la visitación de la Provincia del Brasil» [24 febrero 1566] y cartas al mismo visitador de 30 y fin de enero 1567. MHSI MonBras (= Monumenta Bmsiliae. Ed. S. LEITE, 4 vol. 1956-1960) 4, 323-329 357-381.
- ↑ «Instruction al Padre Portillo y a los otros Padres que van a las Indias de España en Marzo 1567» MHSI MonPer (= Monuinenta Peruana Ed. A. DE EGAÑA 7 vol. Romae 1956-1986) l, 121-124. Sobre estas instrucciones, véase FÉLIX ZUBILLAGA Métodos misionales de la primera instrucción de San Francisco de Borja para La América Española (1567) AHSI 12 (1943) 58-88.
- ↑ «Recuerdos para el Padre D. Pedro Sánchez y los que con él van a la Nueva España». Madrid, hacia 20 enero 1571. Véase FÉLIX ZUBILLAGA Instrucción de Borja al Primer Provincia7 de Nueva España (1571 ). Métodos misionales. Studia Missionalia 3 (1947) 155-206.
- ↑ «Recuerdos que se dan al P. Visitador de las Indias de Portugal» 10 enero 1567. MHSI DocInd 7, 187.
- ↑ J. CHARLES VERLINDEN, Iñigo López de Loyola y el descubrimiento de América, en QUINTÍN ALDEA (ed.), Ignacio de Loyo1a en gran crisis del siglo XVI. Congreso Internacional de Historia. Madrid, 19-21 noviembre de 1991. Universidad Complutense. Bilbao 1993. pp. 111-113.