MISIONEROS EN AMÉRICA; Su perfil
Algún historiador ha opinado que el despliegue misional del siglo XVI en América fue fruto, no de la anarquía o del desorden, sino de la iniciativa privada, propia de cada Orden religiosa. En cierto sentido así fue, pues, de hecho, no estaba trazado previamente un modelo único para todos y cada uno de los religiosos.
Pero si se contempla en su conjunto la obra misionera realizada en ese siglo, no es difícil descubrir, por encima de las singularidades de cada grupo, unas características comunes que permiten trazar una especie de «perfil» del tipo ideal del misionero americano en el primer siglo de evangelización. Se pueden enumerar algunas de esas características que parecen más relevantes:
Formación religioso-apostólica
A excepción de la Compañía de Jesús, que estaba viviendo las primeras décadas de su existencia, las restantes viejas Ordenes «misioneras» y el mismo clero secular, al momento del comienzo de la evangelización americana, habían concluido o estaban a punto de concluir un largo proceso de renovación interna; renovación que les supuso la recuperación de los valores apostólicos de la propia Regla, y, para el clero secular, de un mayor celo pastoral;
Formación cultural
Además de la virtud, otra de las notas que debía reunir el sacerdote ideal - secular o regular - de la pre-reforma y de la reforma tridentina, era la ciencia. Tal fue la doble meta que el Cardenal Cisneros trazó para ambos cleros al instituir la Universidad de Alcalá de Henares. Hablando en términos generales, se puede afirmar que el nivel cultural de los misioneros que pasaron a América era más que mediano. Esto se comprueba por el hecho de que unos eran hombres graduados en alguna Universidad y otros iban cargados de libros, de los que existen numerosos inventarios;
«Inculturación »
El afán por conocer y comprender las diversas culturas indígenas es, sin duda alguna, una de las notas más sobresalientes del misionero americano: aprendizaje de una, dos, tres lenguas, a la vez; ediciones de gramáticas, vocabularios, catecismos bilingües; predicación y explicación del Evangelio ajustadas a la mentalidad de los oyentes; investigación de su costumbres y cultura, etc.;
Amor y defensa del indígena
Fue otra nota común a todos los misioneros, no sólo porque resplandece en cada uno de ellos en particular, sino porque los hermanaba a todos en una acción única a la hora de velar por los derechos y los intereses de los indios. Fue precisamente esa acción mancomunada la que más contribuyó a que las leyes justas se observasen y las injustas se anulasen. Es, pues, el misionero en general quien merece el título de «defensor de los indios», y no un individuo en particular, por muy benemérito que haya sido en este sentido;
Espíritu de colaboración.
No faltaron ciertamente altercados entre el clero secular y el clero regular, ni disensiones entre los religiosos de las diversas Órdenes, ni siquiera discrepancias entre los miembros de una misma Orden; como sucede y sigue sucediendo en las mejores familias. Ello no obstante, hay que reconocer que la obra misional fue fruto de una amplia colaboración, o si se quiere, de una santa emulación.
Los grandes problemas que la evangelización y la defensa de los indígenas planteaban, se resolvían en forma colegial. Piénsese en las «Juntas eclesiásticas» primero, y, luego, en los magnos Concilios provinciales mexicanos y limeños; piénsese también en los muchos documentos firmados por todas las Órdenes y enviados a España en busca de soluciones a cuestiones concretas. Por otra parte, el campo era tan amplio y la mies tan numerosa, que nadie podía quejarse por falta de espacio o de ocupación. Había para todos.
De este modo, más que de disensión o de emulación, se pudiera hablar de fraternal imitación. Baste un ejemplo. En 1505 los franciscanos crean en Santo Domingo la primera provincia en el Nuevo Mundo bajo la advocación de «Santa Cruz de las Indias »; en 1530, los dominicos fundan la primera provincia en el Nuevo Mundo, también en Santo Domingo y bajo la misma advocación de «Santa Cruz de las Indias». El cronista F. Gonzaga en 1587 dejaba constancia de esta fraternal colaboración en un expresivo diseño en que aparecen San Francisco y Santo Domingo abrazados y sosteniendo la Cruz. Es posible ver dicha imagen en el pórtico de los templos franciscanos y dominicos.
Si a finales del siglo XVI la Cruz de Cristo estaba alzada en los puntos más remotos de la amplia geografía hispano-americana, ello se debe, en mayor o menor medida, a la colaboración de esos millares de celosos misioneros, de muchos de los cuales no se conoce ni el nombre. «Parvae crescunt concordia res».
El «perfil» del misionero americano apenas esbozado en las líneas anteriores, quedó definitivamente fijado e iluminado en el autorizado juicio de Juan Pablo II:
“Tale opera [di evangelizzazione del Continente americano] fu svolta con generoso impegno dai missionari, ai quali spetta il merito di aver anche saputo raccogliere con amore le testimonianze culturali più antiche degli indigeni, mitigare gli eccessi dei conquistatori, proporre mezzi legali contro gli abusi, esigere l'applicazione delle leggi e lottare perché diventasse effettivo il rispetto delle popolazioni locali. Gli evangelizzatori della prima ora, come quelli che continuarono a soleare il mare nei secoli seguenti, non andarono in cerca di onori, di guadagni o di potere; essendo essi in gran parte membri di Ordini religiosi, vedevano quella nuova esperienza come un campo vastissimo di annuncio del Cristo redentore” (Giovanni Paolo II, Lettera al Cardinale Giovanni Canestri, arcivescovo di Genova, 24 Giugno 1992, L 'Osservatore Romano, 17 Luglio 1992, p. 13).
(“Este trabajo [de la evangelización continente americano] se llevó a cabo con la generosa contribución de los misioneros, que tienen el mérito de haber sido también capaces de acoger con amor el más antiguo patrimonio cultural de las poblaciones indígenas, mitigar los excesos conquistadores, proponiendo medios legales contra el abuso, exigir la aplicación de las leyes y luchar por el efectivo respeto de las poblaciones locales. Los evangelizadores de la primera hora, como los que siguieron cruzando el mar en los siglos siguientes, no van en busca de honores, ingresos o de poder; ya que son en su mayoría miembros de las órdenes religiosas, vieron en esta nueva experiencia como un vasto campo del anuncio de Cristo Redentor”)
ISAAC VÁZQUEZ JANEIRO - JESÚS LÓPEZ-GAY© Caeli novi et terra nova. La evangelización del Nuevo Mundo a través de libros y documentos. Biblioteca Apostólica Vaticana 1992