Diferencia entre revisiones de «ASOCIACIÓN CATÓLICA DE LA JUVENTUD MEXICANA (ACJM)»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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BARQUÍN Y RUIZ ANDRÉS. Bernardo Bergöend S.J. Ed. JUS, México. 1968
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MEYER JEAN, Historia de los cristianos en América Latina, Vuelta. México 1989,
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PALOMAR Y VIZCARRA MIGUEL, El caso ejemplar mexicano. Ed. JUS, México 1966
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RIUZ FASCIUS ANTONIO. La juventud católica y la revolución mexicana. 1910-1925. Ed. JUS, México 1963
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'''DHIAL'''
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'''(Nos basamos principalmente en la tesis de Joel Tuz Canul La Cuestión religiosa en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917. © PUC. Roma, 2000)'''

Revisión del 13:41 31 may 2025

El 13 de abril de 1922, René Capistrán Garza dijo a los miembros de la entonces recién fundada ACJM: “La aparición de la juventud católica organizada en México, ha sido la sorpresa más grande que la Providencia reservó al liberalismo, en uno de esos admirables golpes de timón con que salva a los pueblos.”[1]Ciertamente el surgimiento de la ACJM era el culmen del vigoroso crecimiento de una Iglesia que, a la sombra de la encíclica «Rerum Novarum» del Papa León XIII, se había renovado y estaba dando frutos.

Si hacia las postrimerías del largo régimen porfirista (1876-1911) la Doctrina Social Cristiana había impulsado el periodismo católico y ayudado a establecer acciones concretas de beneficio económico y social con obreros y campesinos, en el breve régimen maderista (1911-1913), saltó a la política por medio del Partido Católico Nacional (PCN) logrando alcanzar éxitos importantes en las primeras elecciones libres que hubo en México desde la independencia.[2]

El PCN también había surgido inspirado en la misma fuente Leonina, pero desgraciadamente la caída de Francisco I. Madero lo arrastró a su desaparición. Ese fue el contexto en que surgió la ACJM, junto con la organización de las «Damas Católicas» tomó el relevo en la participación política de los católicos.

FUNDACIÓN DE LA ACJM

Fue un reducido grupo de jóvenes que en el año 1912 se reunía periódicamente para estudiar filosofía donde surgió la inquietud de crear una institución que proporcionara a sus miembros una formación religiosa sólida que les permitiera contrarrestar el proselitismo y la propaganda de la «Young Men´s Christian Association» (YMCA), organización protestante deportiva norteamericana que desde 1892 fue protegida y apoyada por el gobierno porfirista.

Los jóvenes buscaron acercarse al Partido Católico Nacional (PCM) que pudo contactarlos con otros grupos juveniles afines con los cuales formaron la «Liga Nacional de Estudiantes Católicos» que se propuso como finalidad “el cultivo y desarrollo físico, intelectual, moral religioso y social de sus miembros.”[3]Poco después la Liga se convirtió en el «Centro de Estudiantes Católicos Mexicanos», cuyo domicilio era el número 4 de la Primera Calle del Correo Mayor en la ciudad de México.

Para su orientación intelectual, social y religiosa, la Liga de estudiantes se acogió a las directrices del P. Bernardo Bergöend S.J., gran conocedor de la Doctrina Social de la Iglesia y con amplia experiencia en la dirección de grupos juveniles, pues había sido asesor de la Asociación Católica de la Juventud Francesa. A su iniciativa, el 12 de agosto de 1913, la Liga se convirtió en la «Asociación Católica de la Juventud Mexicana».

La naciente organización tomó el lema «Por Dios y por la Patria», y estableció su finalidad en “la coordinación de las fuerzas vivas de la juventud católica mexicana, para restaurar el orden social cristiano en México, utilizando como medios adecuados para lograrlo, la piedad, el estudio y la acción.”[4]

Otro elemento importante en el origen de la ACJM fueron las «Congregaciones Marianas» cuyo director de su Consejo Central era el P. Vicente Vargas Galeana S.J. De hecho, fue durante el Congreso Nacional de las «Congregaciones» cuando se hizo la propuesta de crear la ACJM, y sería “una federación de asociaciones, (a la cual) podían pertenecer a ella las agrupaciones juveniles católicas, con la única condición esencial de colaborar en su fin común, dentro de la esfera de actividades propias de cada asociación afiliada, sin perder un ápice de sus propias características.”[5]

Por ese mismo tiempo y a iniciativa del arzobispo de México, Mons. José Mora y del Río, el P. Carlos María de Heredia S.J. organizaba la «Asociación de Damas Católicas», la cual tenía como propósito “ayudar a la mujer mexicana en el cumplimiento de sus deberes católico-sociales, y promover de acuerdo con los prelados diocesanos, las obras que se relacionan con el adelanto social y religioso de nuestra querida patria.[6]

Dada la afinidad de los propósitos de las Damas Católicas con los de la ACJM, ambas organizaciones acordaron colaborar una con la otra. La colaboración se estableció formalmente el 2 de febrero de 1913 acordando que “Las «Damas» recibirían (ayuda) de los estudiantes en la organización de conferencias, propaganda y de más labores apostólicas, y estas se comprometían a colaborar con ellos en las fiestas, diversiones y todo lo relacionado con su prosperidad temporal.”[7]


LA ACJM Y EL GRITO ¡VIVA CRISTO REY!

Para hacer realidad el propósito del apostolado social y siguiendo el modelo de la Asociación Católica de la Juventud Francesa, el P. Bergöend señaló a la ACJM la urgencia y el deber de hacer reinar a Cristo no solo dentro de los templos, sino también afuera de ellos: en los talleres, en las escuelas, en las calles, en los Congresos, participando en la vida política, pero teniendo mucho cuidado en no inmiscuir a la ACJM en la política de los partidos. Buscaba crear un tipo de personas desconocidas en México: “políticos santos al servicio del pueblo”.[8]


La ACJM solicitó al Papa San Pío X que la nación mexicana fuera Consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, petición que fue concedida por el Papa el 12 de noviembre de 1913. En el comunicado oficial a los obispos mexicanos sobre ese tema, el Papa indicó: “mas como quiera que el Rey de gloria eterna haya sido ornado con corona de espinas, la cual mucho más hermosa aun que el oro y las piedras preciosas vence en esplendor a las coronas de estrellas: las insignias de majestad, es a saber, la corona y el cetro, habrán de colocarse a los pies de las sagradas imágenes.”[9]

El entusiasmo por esta Consagración desbordó obviamente a la ACJM y alcanzó a todo el pueblo fiel. La ceremonia de Consagración se realizó el 6 de enero de 1914, fiesta de la Epifanía del Señor con la asistencia de muchos obispos. Los estudiantes portaron su bandera con la imagen de la Virgen de Guadalupe en el centro, y fue depositada a los pies de la imagen de Cristo Rey delante de la cual hicieron guardia todo el día.

Para el siguiente domingo, 11 de enero, la ACJM organizó una gran manifestación nacional de homenaje a Cristo Rey convocada bajo el lema «Cristo vive. Cristo reina, Cristo impera».[10]Más de diez mil personas encabezadas por los estudiantes católicos participaron en la manifestación hacia la Catedral de México, cuyas campanas tocaron a rebato; los jóvenes empezaron a gritar entusiasmados «¡Viva Cristo Rey!», grito que empezó a ser coreado por toda esa multitud, y que poco después atravesaría tiempo y espacio para propagarse por muchas otras latitudes, incluso allende de los océanos.[11]Esta fue la «carta de presentación» de la ACJM en la vida social de México.

LOS PRIMEROS AÑOS

La cotidianidad de la Asociación estuvo marcada por los «círculos de estudio» que comprendían: 1- El estudio de la Religión, sobre todo en su aspecto apologético. 2- El estudio de la Cuestión social con la encíclica «Rerum Novarum» como texto obligatorio. 3.- El estudio de la Cuestión cívica según las normas pontificias, especialmente de la encíclica «Inmortale Dei». Un acontecimiento importante vino a romper la precaria tranquilidad de esos momentos: el 21 de abril de 1914 los «marines» norteamericanos desembarcaron y tomaron el puerto y ciudad de Veracruz, sin más resistencia que la realizada infructuosamente por los cadetes de la Escuela Naval. Comisiones de la ACJM se entrevistaron con algunos de los jefes revolucionarios para pedirles que hicieran a un lado sus disputas para hacer un frente común ante la invasión a los invasores. Nadie atendió a su petición; los estudiantes católicos ignoraban en ese entonces que la razón por la cual las tropas norteamericanas habían invadido Veracruz fue para apoyar a la facción de la revolución carrancista. En la «Convención de Aguascalientes» realizada en septiembre de ese mismo año de 1914, quedó absolutamente demostrado el enfrentamiento entre los distintos grupos revolucionarios. Y fue gracias al apoyo de los Estados Unidos, que la facción carrancista estuvo en condiciones de iniciar casi la persecución contra la Iglesia y el pueblo católico mexicano. En esa persecución anticatólica la ACJM estaría en la vanguardia de la defensa heroica de la Fe. La constante comunicación de los estudiantes católicos con los obispos permitió formar numerosos «centros» en Jalisco, colima, Zacatecas, y otras regiones; se estaba generando una gran red de la ACJM. El anticatolicismo de la facción carrancista fue manifiesta en cuanto se sintió respaldada por el gobierno de los Estados Unidos. Ya el 8 de julio de 1914 el general carrancista Álvaro Obregón había tomado la ciudad de Guadalajara, apropiándose de las instalaciones del Seminario y de algunos templos para utilizarlos como cuarteles. El arzobispo de Guadalajara Mons. Francisco Orozco y Jiménez denunció posteriormente las arbitrariedades de Obregón en Guadalajara mediante un «Memorándum» donde describió lo ocurrido en ese año:

“el 22 de julio de 1914 fue reducido a prisión casi todo el Clero de la Ciudad de Guadalajara, en número de unos ochenta y dos eclesiásticos, incluyendo entre ellos, al Ilmo. Sr. Obispo de Tehuantepec D. Ignacio Plascencia […] mi Vicario General Gobernador de la S. Mitra, Canónigo, Dr. D. Manuel Alvarado; y todo esto so pretexto de conspiración y ocultación de armas, y a la vez se incautaron las autoridades de la Catedral y de todos los demás templos (…) se impuso un préstamo al Clero de cien mil pesos, el despojo completo de vasos sagrados y alhajas de la Catedral, su clausura y profanaciones por un año entero, y quince días los demás Templos, la violación de los sepulcros de los Sres. Obispos: acto execrable aun para los salvajes, el destierro, en forma aparatosa y cruel, de cincuenta Monjas del Instituto de Damas del Sagrado Corazón, y cincuenta sacerdotes de los diversos institutos establecidos en la ciudad […]”.[12]

La ACJM organizó múltiples protestas públicas, exponiéndose a agresiones por parte de los carrancistas; en 1915 renovó en la Catedral de México la consagración al Sagrado Corazón y en diciembre una velada en honor de la Virgen de Guadalupe. En enero de 1918 el Centro de Estudiantes Católicos se circunscribió a la ciudad de México para dar cabida a los representantes de cada Centro regional y con ellos constituir el «Comité General de la ACJM», siendo su primer presidente René Capistrán Garza y su asistente general el P. Bernardo Borgöend S.J.

LA ACJM ANTE LA CONSTITUCIÓN DE 1917

La facción carrancista se impuso finalmente a la villista y a la zapatista y en 1916 erigió un «congreso constituyente» que redacto, de hecho, una nueva constitución totalmente contraria a la identidad de la nación mexicana;[13]profundamente anticatólica, además de atentatoria contra el derecho natural y los derechos humanos. El radicalismo en el poder se convertía en “fiera amenaza de los católicos y las perspectivas futuras les eran totalmente desfavorables.”[14]La ACJM con el apoyo de los Caballeros de Colón, se puso a la cabeza del descontento popular, lo mismo en actos públicos que en la redacción y distribución de panfletos informativos.

Pocos días después de proclamada la nueva constitución, la mayoría de los obispos mexicanos redactaron una protesta pública (24 de febrero de 1917) contra los artículos anticlericales (3°, 5°, 27°, y 130°): “Este código hiere los derechos sacratísimos de la Iglesia Católica, de la sociedad mexicana y los individuales de los cristianos; proclama principios contrarios a la verdad enseñada por Jesucristo […] y arranca de cuajo los pocos derechos que la Constitución de 1857 había respetado […]no pretendemos inmiscuirnos en cuestiones políticas, sino defender, de la manera que nos es posible, la libertad religiosa del pueblo cristiano en vista del rudo ataque que se infiere a la religión.” El arzobispo de Guadalajara no pudo firmar la protesta porque se encontraba realizando una visita pastoral desde el 20 de noviembre, pero se enteró que el gobierno levantó contra él una orden de aprehensión fechada el 24 de febrero acusándolo de traición a la patria. Mons. Orozco suspendió su visita para redactar una protesta firmada el 4 de junio afirmando: “Me veo, pues, obligado a protestar, como lo hago, contra la nueva Constitución, como representante de esta porción de la Iglesia Católica, haciendo mía la protesta de una gran parte del Episcopado Mejicano, formulada en los Estados Unidos.” De esta protesta el mismo juzga que: “No se podía menos, dada la excepción odiosa que allí se hace a la Iglesia y sus Ministros, convirtiendo a aquella en esclava de caprichos, y a éstos en verdaderos parias.”

El juez de distrito de Guadalajara, Lic. Luis Pintado, ordenó el cateo de templos y la aprehensión de varios sacerdotes acusándolos de ser cómplices del delito de rebelión atribuido al arzobispo Orozco. De inmediato los jóvenes de la ACJM organizaron una manifestación de protesta ante tan evidente e injusta calumnia. Más de 2000 personas se reunieron en las calles aledañas a la Catedral llevando algunos letreros improvisados. El Ayuntamiento envió a la policía que detuvo a varios jóvenes, los que fueron condenados a 15 días de prisión.

La persecución desatada siguió encarcelando sacerdotes y clausurando templos. El 16 de lulio el gobernador de Jalisco Emiliano Degollado mandó clausurar la Catedral, el Santuario de Guadalupe, San José, Mexicaltzingo, la Capilla de Jesús, los templos de San Francisco y el Carmen, poniendo en las puertas de cada uno una copia del decreto de clausura esgrimiendo como “razón” que en el púlpito se leyera “una Carta Pastoral, en que por sus conceptos, se incita al pueblo a la rebelión, protestando terminantemente contra la Constitución general de la República”.

Mediante una celada en Lagos de Moreno, Mons. Orozco fue capturado el 5 de julio y en medio de vejaciones fue trasladado a Tampico y desde ahí embarcado hacia los Estados Unidos. Los jóvenes de la ACJM buscaron infructuosamente liberar a su Pastor, y tuvieron que conformarse con protestar por medio de un volante que decía: “Con él estuvimos en la prosperidad, con él en el sacrificio, con él estaremos en la muerte, si es necesario. Proclamamos solemnemente nuestra adhesión inquebrantable y absoluta al ilustre príncipe, mártir y símbolo del apostolado católico, sostén de los derechos y de la libertad de la Iglesia despóticamente desconocidos y ultrajados. Sirvan esta declaración de «protesta» para testificar, con elocuencia dolorosa, pero firme, la unión inquebrantable y eterna de la juventud mexicana con la Iglesia, del pueblo con sus gloriosos pastores. Guadalajara, julio 7 de 1918.”[15]

Los mismos jóvenes de la ACJM promovieron un boicot entre la población tapatía como protesta contra el decreto 1913 y la expatriación de su pastor, repartieron bastantes volantes en los cuales invitaban a no asistir a los templos desolados y a mantenerse en una actitud de luto: “Permanezcan cerradas las puertas de nuestras casas, sigan desiertos los paseos y centros de diversión, continúen paralizadas todos los centros de diversión, continúen paralizadas todas las actividades no indispensables a la vida individual, persistan sobre la desgraciada ciudad señales exteriores de dolor. Firmes y siempre dispuestos a perseverar unidos y unidos aislar, unidos hacer el vacío, unidos a romper toda clase de relaciones con los enemigos de nuestras creencias.”

RESISTENCIA Y MARTIRIO

El 30 de noviembre de 1924 tomó posesión de la Presidencia de la República el general Plutarco Elías Calles, otro de los carrancistas sonorenses firmantes del «Plan de Agua-prieta» contra su jefe Venustiano Carranza. Jacobino furibundo y fanático, afirmaba que no se podía ser al mismo tiempo un buen ciudadano y católico, puesto que su primera lealtad era Roma, además de que el catolicismo era incompatible con el progreso.

Con la ayuda del líder de la Confederación Regional de Obreros Mexicanos (CROM) Luis Napoleón Morones, Calles intentó la creación de una iglesia cismática que, separada de Roma, canalizara la religiosidad de los mexicanos hacia la Revolución. Esta estrategia ya había sido propuesta en 1916 durante las sesiones del Congreso Constituyente; ahora contaban para su puesta en práctica con un ex sacerdote que tiempo atrás se había afiliado a la masonería en la Logia «La Luz» de Oaxaca: Joaquín Pérez Budajar, quien aceptó desempeñar el papel de «Papa» de la «Iglesia católica apostólica mexicana».

El gobierno federal entregó a esta “iglesia” el Templo de La Soledad en la ciudad de México para que fuera su sede. Pero lejos de captar «feligreses», la iglesia cismática del «patriarca Pérez» encontró un firme y enérgico rechazo de parte de la población. Escribe Jean Meyer que Calles “dedica a la Iglesia un odio mortal y aborda la cuestión con espíritu apocalíptico; el conflicto que empieza en 1925 es para él la lucha final, el combate decisivo entre las tinieblas y la luz.”[16]

Ante el intento cismático de Calles y Morones, muchos laicos dirigentes de las organizaciones católicas vieron la urgente necesidad de organizarse para defender sus derechos ante la evidente embestida jacobina que se les venía encima; alrededor de dieciocho personas pertenecientes a la ACJM, a la Confederación Nacional Católica del Trabajo, a la Unión de Damas Católicas Mexicanas, a los Caballeros de Colón y a la Adoración Nocturna, acordaron formar el 9 de marzo de 1925 la «Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa». Solo tres meses después de fundada, la Liga tenía ya trescientos mil socios dispersos en veintisiete estados de la República. Presentándose como una organización de carácter cívico-político, y por tanto ajena a la Jerarquía de la Iglesia, la «Liga» se estructuraba en un Comité Central, cuyo presidente era el abogado Rafael Ceniceros y Villareal, quien durante el gobierno de Francisco I. Madero había sido gobernador de Zacatecas por el Partido Católico Nacional; tenía sus delegados regionales, jefes urbanos, jefes de manzana y jefes de cuadras; se sostenía por las cuotas de sus miembros y se dedicaba a organizar conferencias y reuniones en plazas, teatros, domicilios particulares, y a difundir hojas volantes. Su lema era “Dios y mi derecho” y tuvo una publicación periódica propia: la revista «David». El alma de la Liga fue la ACJM y era natural que así ocurriese; fogueada y disciplinada, numerosa y presente en distintos puntos del país, especialmente en Jalisco. La ACJM aportó, además, la experiencia adquirida en 1919 durante la exitosa resistencia pacífica llevada a cabo contra la persecución religiosa que en Jalisco desató el gobernador José Guadalupe Zuno. Una vez desatada la guerra cristera, los «acejotaemeros» trasladaron municiones, recaudaron dinero y ocuparon puestos militares de relativa importancia, siendo tres los que alcanzaron el rango de «general» de la «Guardia Nacional Cristera»: Luis Navarro Origel, del centro regional de la ACJM de Pénjamo, Guanajuato; Dionisio Eduardo Ochoa, del centro de Colima; y Jesús Degollado Guízar, del centro de Atotonilco El Alto.

Sin embargo, el conflicto armado haría evidentes la distancia entre los cristeros que eran comúnmente hombres del campo con poca instrucción, y los «acejotaemeros» que eran jóvenes con estudios, provenientes en su mayoría de ciudades. Sin embargo, desde la mística de la ACJM su participación en la guerra se convirtió en la apoteosis de la lucha «por Dios y por la Patria», en la oportunidad de hacer realidad las palabras de Tertuliano: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos”.[17]

El odio perseguidor del gobierno contra la Iglesia se expresó en mil maneras. Durante este periodo dieron su vida por la fe católica numerosos sacerdotes y seglares; para el año 2005 la Iglesia ya había colocado en los altares a 40 de ellos. Fueron todos asesinados por autoridades del Estado sin juicio alguno; casi todos previamente fueron torturados y ejecutados en el mismo lugar de su detención, alevosamente, durante la noche, por miedo a la reacción popular. En algunos casos la ejecución fue pública y bárbara para asustar y escarmentar a la gente.

Los miembros de la ACJM que ya han alcanzado la gloria de los altares son: San Manuel Morales, San David Roldán Lara y su primo San Salvador Lara Puente, y los beatos Anacleto González Flores, José Dionisio Luis Padilla Gómez, Jorge Ramón Vargas González, Ramón Vicente Vargas González, Miguel Gómez Loza, y Luis Magaña Servín.

LA ACJM DESPUÉS DE LOS «ARREGLOS» DE 1929 Los «arreglos» de 1929 establecieron un especial «modus vivendi» en el cual los obispos mexicanos inhibieron la participación de los fieles en cualquier grupo o movimiento de tipo social o político. La ACJM se vio entonces en la disyuntiva de disolverse o modificarse adoptando sus estatutos a las nuevas circunstancias, y para evitar su desaparición el Padre Bernardo Bergöend, que hasta 1940 siguió siendo su asistente, aceptó que la «Asociación» se integrara a la «Acción» Católica mexicana. A partir de ese momento la ACJM perdió su personalidad y su mística; muchos Comités diocesanos y grupos parroquiales desaparecieron y aquellos que lograron sobrevivir quedaron reducidos a círculos de estudio. Sin embargo, los ideales de la ACJM fueron reasumidos en muchos de los movimientos laicales surgidos al impulso del Concilio Vaticano II, especialmente el decreto «Apostolicam Actuositatem».

NOTAS

  1. PALOMAR Y VIZCARRA MIGUEL, El caso ejemplar mexicano. Ed. JUS, México 1966, p.140
  2. Se realizaron en 1912, donde el PCN ganó 4 gubernaturas, 75 diputaciones y más de una docena de importantes presidencias municipales como Puebla y Toluca.
  3. BARQUÍN Y RUIZ ANDRÉS. Bernardo Bergöend S.J. Ed. JUS, México. 1968, p.64
  4. PALOMAR Y VIZCARRA, Op., cit., p.141
  5. RIUZ FASCIUS ANTONIO. La juventud católica y la revolución Mexicana. 1910-1925. Ed. JUS, México 1963, pp. 48-49
  6. Ibidem, p. 62
  7. RIUS FACIUS, Op. Cit., p.35
  8. PALOMAR Y VIZCARRA, Op.,cit., p. 93
  9. Epistolae ad RR.DD Archipiscopos et Episcopos Mexicanae… AAS,V.5 (1913), 546-547
  10. La festividad de Cristo, Rey del Universo, fue formalmente instituida 11 años después por el Papa Pío XI mediante la encíclica «Quas primas», publicada el 11 de diciembre de 1925. En ella expone la naturaleza y derecho del reinado social de Jesucristo.
  11. Son incontables los mártires que murieron con el grito ¡Viva Cristo Rey!, en sus gargantas; especialmente durante las persecuciones en México (1926-1929), España (1936-1939) y Polonia (1939-1945).
  12. OROZCO Y JIMÉNEZ Francisco., Memorándum «Acerquémonos a Dios» N. 17. El original se encuentra en los archivos de la Universidad de Texas.
  13. Compárese el texto y espíritu de los «Sentimientos de la Nación» con el de la Constitución proclamada en 1917.
  14. Riuz Facius, O., cit., p. 177
  15. GONZÁLEZ FLORES ANACLETO, La Cuestión religiosa en Jalisco, citado por A. RIUS FACIUS, La Juventud Católica…, 127
  16. MEYER JEAN, Historia de los cristianos en América Latina, Vuelta. México 1989, p. 232.
  17. Tertuliano (Apol., 50, 13)


BIBLIOGRAFÍA

BARQUÍN Y RUIZ ANDRÉS. Bernardo Bergöend S.J. Ed. JUS, México. 1968

MEYER JEAN, Historia de los cristianos en América Latina, Vuelta. México 1989,

PALOMAR Y VIZCARRA MIGUEL, El caso ejemplar mexicano. Ed. JUS, México 1966

RIUZ FASCIUS ANTONIO. La juventud católica y la revolución mexicana. 1910-1925. Ed. JUS, México 1963

DHIAL

(Nos basamos principalmente en la tesis de Joel Tuz Canul La Cuestión religiosa en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917. © PUC. Roma, 2000)